Capítulo 7
CHARLIE dejó escapar un suspiro de alivio cuando por fin llegaron al santuario de su apartamento sin encontrarse con nadie.
-¿Quieres tomar algo, un té, un café?
-No, gracias. Estoy harto de té.
Charlie se pasó las manos sudorosas por los pantalones, sin saber qué hacer. La sorpresa de verlo pronto se había convertido en enfado y luego en vergüenza. No debería haber hecho esa llamada.
-Veo que te han dado mi mensaje -consiguió decir por fin.
-Sí, claro. Muy interesante, Charlotte. Tu conocimiento del italiano ha mejorado lo suficiente como para contarle a mi ama de llaves que estás embarazada y que yo soy el padre -dijo él, con los dientes apretados-. Y no me ha hecho ninguna gracia. Como no me ha hecho gracia molestar a mi piloto un domingo para venir a Inglaterra.
Charlie nunca lo había visto tan enfadado.
-Podrías haber llamado por teléfono.
-No, no podía. Quería mirarte a los ojos cuando me dijeras que voy a ser padre -replicó él-. ¿Estás embarazada, Charlotte?
-Sí, lo estoy -contestó ella.
Estaba emocionada y asustada a la vez, pero lo único que deseaba era que Jake la tomara entre sus brazos y le dijera que todo iba a salir bien. Sin embargo, no parecía que eso fuera a pasar.
-¿Y cuándo te quedaste embarazada?
-Hace siete semanas. Una cuestión de mala suerte, supongo.
-¿Mala suerte? Para mí quizá, pero muy conveniente para ti.
Jake estaba furioso. Charlotte decía que él era el padre, pero ¿lo era? Había intentado olvidarla, no pensar en ella, pero su cuerpo no se lo permitía. Entonces la miró de arriba abajo. Su estómago seguía siendo plano, pero quizá sus pechos eran un poco más grandes... ¡No! No quería pensar en eso. No tenía intención de dejarse engañar por una mujer, por muy deseable que fuera.
-¿No es un poco pronto para haber confirmado un embarazo? A menos que la mujer en cuestión estuviera contando los días, claro.
-Cuando una mujer vomita todas las mañanas, es evidente que está embarazada -replicó ella.
-Ya.
-¿No me crees?
Charlie se dejó caer en el sofá, atónita. Nunca se le habría ocurrido pensar que Jake no iba a creerla.
-No he dicho eso.
-No hace falta que lo digas, está claro.
El Jake al que amaba, el Jake al que conocía, era ahora un extraño.
-¿Y te parece raro? No serías la primera mujer que intenta engañar a un hombre con un falso embarazo. Quiero pruebas.
Charlie no solía enfadarse, pero aquel arrogante estaba consiguiéndolo. Jake había llegado a su casa sin anunciarse, la había insultado a ella y a su amigo Dave y luego tenía la cara de pedir pruebas del embarazo y sugerir que lo único que le interesaba era su dinero.
La rabia hizo que se levantara de un salto.
-¿Qué clase de hombre eres tú? Te acuestas conmigo y luego no quieres volver a saber nada... Y ahora llegas aquí, acusándome de intentar engañarte, aterrorizado de que quiera tu dinero -le espetó, desdeñosa-. ¿Qué sugieres, caro? ¿Que me abra el vientre y te muestre el interior? ¿O prefieres que aborte?
Jake se puso pálido.
-No, Dio, no -murmuró, abrazándola-. No digas eso, Charlotte.
-No te preocupes, no tengo intención de hacerlo. Y suéltame, me haces daño.
-Perdona, no me daba cuenta...
-Qué desastre -murmuró Charlie entonces.
-No tiene por qué ser un desastre. Me casaré contigo.
-¿Casarte...? Si ésa es una proposición, me temo que le falta algo -replicó ella-. Te aseguro que no tengo ningún problema, ni económico ni de ningún otro tipo para criar a mi hijo. Puedo arreglármelas perfectamente.
Jake apretó los labios, volviendo a ser el frío y arrogante extraño.
-No digas tonterías. Criar a un niño sin su padre no es la situación ideal. Créeme, yo lo sé por experiencia. Así que nos casaremos en cuanto todo esté arreglado.
Tenía razón, Charlie lo sabía. Entonces, ¿por qué ponía objeciones? Porque lo quería todo. Quería que Jake la amara, como lo amaba ella. Si no era así...
-Tú sabes que es lo mejor -insistió él-. Lo que he dicho antes... no lo decía de verdad, perdona. Pero es que me llevé tal sorpresa... y que me lo contara mi ama de llaves... sé que he reaccionado mal, lo siento.
-Muy mal -asintió Charlie.
-Las dos semanas que pasamos juntos fueron las mejores de mi vida, Charlotte. Cásate conmigo -murmuró Jake entonces, tomándola por la cintura.
Jake D'Amato era el único hombre en el mundo para ella y Charlie se preguntó por qué se mostraba tan obstinada. Le estaba ofreciendo todo lo que quería. Si pudiera decir la palabra «amor»...
-Supongo que el niño es mío. Aunque no importa.
-¡Claro que es tuyo! –exclamó ella incrédula-. ¡Eres el único hombre con el que me he acostado en toda mi vida!
Charlie vio una emoción en sus ojos que no pudo identificar.
-Más razón para que nos casemos. Me encuentras irresistible, está claro -dijo Jake entonces-. Me quieres.
-Te deseo, es completamente diferente...
Entonces se percató de lo que él acababa de decir: «Supongo que el niño es mío. Aunque no importa».
Había dicho que se casaría con ella incluso si el niño no fuera suyo. Debía de amarla, aunque no fuera capaz de decirlo en voz alta.
-No -dijo Jake-. No es sólo sexo.
Entonces recordó a Charlotte desnuda en la ducha... en esa ocasión no había usado preservativo. Ella parecía completamente sorprendida por hacer el amor en un sitio que no fuera la cama. Y antes, cuando se percató de lo estrecha que era y creyó que hacía tiempo que no estaba con un hombre...
Ahora lo entendía. Charlie era virgen. Y él la había tratado de una forma abominable. Era comprensible que no quisiera casarse.
-Carlotta, cásate conmigo... por favor.
Charlie se mordió los labios. La cabeza le decía que esperase, que dijera que no. Pero su corazón... su corazón le decía que debía darle una oportunidad.
-Sí -dijo por fin, porque lo amaba. Porque no podía decir que no.
-Grazie, grazie! -exclamó Jake, abrazándola.
Charlie, emocionada, puso las cinco largas semanas de abstinencia en un beso que se le llevó el alma. Jake había vuelto y quería sus caricias, sus besos, lo quería todo. Estaba loca por él.
-Charlotte, te he echado tanto de menos...
-Y yo a ti. Te quiero tanto...
-Lo sé, lo sé -sonrió Jake, metiendo la mano bajo su camiseta.
-Charlie, necesito las llaves de...
Jake soltó una tirada de imprecaciones en italiano que habrían hecho enrojecer al propio demonio.
-Ah, vaya, veo que no llego en buen momento. Pero me alegro de que hayáis hecho las paces -sonrió el gerente del hotel.
-¡Jeff! -exclamó Charlie-. ¿No se te ha ocurrido llamar a la puerta?
-Lo siento. Bueno, Charlie, ¿puedo contarle a todo el mundo que hay campanas de boda? Están que no duermen.
Jake soltó una carcajada.
-Ah, ahora entiendo la actitud de los empleados.
-¿Qué actitud? -preguntó Charlie-. ¿Alguien ha sido grosero contigo?
-No exactamente, pero ya veo que todos saben que estás embarazada y todos saben quién soy.
-Bueno, puede que haya mencionado tu nombre en alguna ocasión...
-Ya, ya. En fin, al menos deja que sea yo quien haga el anuncio. Jeff, ¿verdad?
-Así es -sonrió el gerente.
-Jeff: Charlotte y yo vamos a casarnos en cuanto tengamos los papeles en orden. Puedes contárselo a todo el mundo. Si no lo haces, lo hará Charlotte, seguro.
-Desde luego, señor D'Amato -rió Jeff, antes de salir. La llave que había ido a buscar, naturalmente, era una excusa.
-Bueno, ya está decidido. Vamos a casarnos y no voy a dejar que cambies de opinión -sonrió Jake.
-No pensaba hacerlo -dijo Charlie-. Pero... ¿es porque estoy embarazada o me quieres de verdad?
-Te adoro, cara -contestó él, con una sonrisa en los labios.
Se casaron dos semanas después, en una ceremonia celebrada en el jardín del hotel. Cuando terminó el banquete, Charlie estaba todavía atónita por lo rápido que había ido todo.
-Una más y se acabó -le aseguró Diego Fortuna, el padrino de Jake, un famoso fotógrafo de moda.
-¿Tenemos que posar? -bromeó Charlie.
-Nada de posar. Ha sido una boda muy bonita, pero quiero tenerte para mí solo -le dijo Jake al oído.
Su mujer. Se felicitaba a sí mismo por haber tomado esa decisión. Había conocido a sus amigos del equipo de rescate y todos decían maravillas de ella. Era una mujer hermosa, valiente y estaba esperando un hijo suyo... pero lo del equipo de rescate tendría que terminar, pensó.
Él no creía en el amor, pero no tenía ningún problema aceptando el amor de Charlotte. La vida no podía ser más hermosa.
-Yo tampoco puedo esperar -le confesó ella.
Nunca se había sentido tan querida como cuando el sacerdote dijo «puedes besar a la novia» y Jake la estrechó en sus brazos para besarla delante de todo el mundo, con una ternura que casi la hizo llorar.
Pero ahora quería más.
El día que pidió su mano se había convertido en una fiesta. Por accidente o a propósito, Jeff y Dave organizaron una despedida de soltero para Jake. Después, entre los tres, lo organizaron todo por teléfono, ya que Jake tuvo que volver a Nueva York.
Lo único que Charlie tuvo que hacer fue comprar el vestido y algunos conjuntos de ropa interior absolutamente preciosos. Siempre práctica, como vestido de novia eligió un diseño italiano que podía luego ser usado como vestido de cóctel. Era de seda color marfil, con escote palabra de honor y llegaba sólo hasta la rodilla.
Además del ramo de novia, hecho con capullos de rosa, el único adorno era una gargantilla de perlas que Jake le había regalado la noche antes de la boda. Esa noche cenaron juntos, pero no pasaron la noche juntos. Amy, la recepcionista, decía que daba mala suerte.
Diego, el padrino, había llegado por la mañana, y Charlie lo conoció unos minutos antes de la ceremonia. Jake y él habían estudiado juntos y eran viejos amigos.
-Bueno, ya está -dijo el fotógrafo-. Necesito una copa.
Charlie lanzó el ramo y Amy, su dama de honor, lo atrapó entre las carcajadas de los asistentes. Unos minutos después, Amy le daba la chaqueta y el bolso.
-Que disfrutes de tu luna de miel, cariño.
-Gracias -sonrió Charlie.
-Gracias -dijo Jake-. Desgraciadamente, tendremos que posponer la luna de miel, pero no la noche de boda. Aunque tampoco tendremos eso si no aparece el maldito coche de una vez. Espera, voy a hablar con Dave.
Charlie observó a su flamante marido dirigiéndose hacia Dave que, seguramente, habría estado atando latas al parachoques o algo parecido. Entonces suspiró, encantada. Era el día más feliz de su vida.
-Gran suspiro para una novia -rió Diego, con una copa de champán en la mano.
-Es un suspiro de felicidad -dijo ella, mirando a su marido, tan elegante con su traje gris. Era tan guapo, tan italiano...
-Cambiar Summerville por D'Amato debe de resultarte un poco raro -sonrió Diego.
-No, me gusta.
-¿Tienes algo que ver con Robert Summerville, el pintor?
-Era mi padre -contestó Charlie- De hecho, él fue el responsable que de Jake y yo nos conociéramos.
-Ah, ahora lo entiendo. Entonces supongo que también conociste a Anna.
-¿Anna?
-¿No estuviste en su funeral? Su muerte, unos meses después de la muerte de tu padre, fue una tragedia horrible.
De repente, Charlie recordó aquel desnudo femenino, el de la mujer morena, el que Jake había comprado... Anna debía de ser amiga suya. Pero ¿por qué no le había dicho nada?
-¿Te refieres a Anna, la hermosa mujer morena de pelo hasta la cintura?
-Ah, ya veo que la conocías. Fue terrible, ¿verdad? -murmuró Diego-. Perdona, no debería sacar este tema tan triste en un día como hoy. Jake ha tenido mucha suerte de encontrarte. Ojalá te hubiera visto yo primero.
-Eres un seductor -sonrió Charlie.
Sonreía, pero Diego había plantado una semilla de sospecha en su mente. Había un misterio que no lograba entender. Pero tenía razón, aquél no era día para tristezas, todo lo contrario. Jake la amaba y nada iba a estropearle ese momento.
-Siempre he sido el seductor -sonrió Diego, pasándole un brazo por los hombros-. Y Jake es el trabajador, pero también ha tenido sus momentos. Sobre todo con motores, más que con mujeres. Una vez se llevó a una chica en una barca cuyo motor él mismo había montado... y se hundió. Por supuesto, ella no volvió a dirigirle la palabra.
A veinte metros, Dave escuchaba a Jake, dándole palmaditas en la espalda.
-Tranquilo, el coche llegará en cinco minutos. Tengo entendido que pensáis vivir en Italia, ¿es así?
-Sí, eso espero.
-Supongo que sabrás que eres un hombre muy afortunado. Y será mejor que cuides bien de ella.
-Lo haré.
-Todos vamos a echarla de menos. Pero le he dicho que la esperamos de vuelta en el equipo en cuanto haya tenido el niño.
-¿Qué? -exclamó Jake. Acababa de descubrir que no conocía a su mujer en absoluto. Que pensara volver al equipo de rescate después de dar a luz, que pensara volver a arriesgar su vida, lo dejaba atónito. Cuando volvió la cabeza, hizo una mueca de disgusto al ver que su amigo Diego le había pasado un brazo por los hombros.
-Charlotte no volverá a trabajar, Dave. Tengo otros planes para ella -replicó, mientras se acercaba a Diego-. ¿Esto qué es? Aparta tus manazas de mi mujer, amigo.
-Serás aguafiestas -rió Charlie-. Diego estaba hablándome de tus conquistas en la universidad.
-¿Ah, sí?
-Siento que tengáis que iros tan rápido -sonrió Diego-, Pero entiendo la prisa de Jake. Toma, ésta es mi tarjeta. Si alguna vez te cansas de este gorila, llámame.
-Basta, Diego. Deja de tontear con mi mujer el día de mi boda.
-Lo he intentado, pero no vale de nada. En fin, le he echado el ojo a una atractiva camarera... Deseadme suerte.
-Es divertido -rió Charlie cuando se alejaba-. Me cae bien.
-Espero que no te caiga demasiado bien. Ahora eres mi mujer -dijo Jake, tomándola posesivamente por la cintura.
Dave gritó entonces que había llegado el coche.
-¡Ay, Dios mío! -gritó Charlie, cuando Jake la tomó en brazos.
No se había equivocado. Dave había colgado un montón de latas en el parachoques de la limusina blanca... Pero su marido no protestó.
-Ahora entiendo el retraso -rió, colocándola suavemente sobre el asiento-. Pero por ti, querida esposa, merece la pena esperar. Eres tan preciosa que me duele.
Luego la besó. Y en aquel beso había tal promesa de pasión que Charlie supo que pasara lo que pasara siempre amaría a Jake, su marido.