Epílogo

Aquel lunes 19 de enero de 2009 me levanté raro. Ramón Calderón ya no era presidente del Real Madrid. En teoría, yo había ganado mi particular batalla por que se conociese la verdad del club más grande del mundo. La época de infamia había terminado. Pero aquel día no sabía si había merecido la pena tanto esfuerzo. Al final, pasado el tiempo, sigo teniendo muchas dudas. Como decía en el prólogo, no tengo claro que, salvo por este libro, se vaya a conocer la realidad de lo que supuso aquello.

Aludiendo a defectos de formas, todos se han ido de rositas, especialmente los palmeros y comepiensos de aquel entonces. Los que tapaban a Calderón ahora tapan a Florentino. Los que le bailaban el agua a aquél, le bailan el agua a éste. Así es la vida. Y mi mayor desazón es que hasta ahora no ha pasado nada. Bueno, sí. Florentino tiene su presidencia. Redondo y José Ángel tienen también su jueguecito. Villar Mir sigue con sus negocios. Su hijo, preparándose para ser el próximo presidente del Real Madrid. Los nuevos directivos, a lo suyo. Fernández de Blas es nada menos que vicepresidente del club. Pero, salvo fichajes, no se ha hecho nada más. Calderón sigue siendo socio. Nanín también. Los directivos de Calderón también. Y además, se sigue sin retransmitir las asambleas por Real Madrid Televisión.

A propósito de esto, no hace mucho se lo critiqué a Florentino Pérez y su respuesta fue: «¿Tú ves bien que en una asamblea vea el mundo entero, en Singapur, a Toñín, el torero, diciendo gilipolleces y soltando “El tío de la bota que se cae” y no sé qué? Porque no dicen más que gilipolleces. ¿Tú crees que la televisión del Real Madrid, que está para mejorar su imagen en el mundo, que la hacemos en dos idiomas y que la ve el mundo entero, es para que Toñín el torero salga? Pues si yo digo que van, no es que sale uno, salen todos. Porque lo que quieren es lucirse, y si encima salen en la tele, mejor. Se acabó. Yo televiso mi intervención, y ahí se acaba todo. Si sale alguien más, es para joder la imagen del Real Madrid».

Así es Florentino Pérez, más madridista que nadie, más defensor que nadie de los valores. Aunque lo peor de todo es que quizá no esté equivocado.

Pero hay más despropósitos. Se sigue votando a mano alzada. En definitiva, las tropas de Florentino llevan cuatro años sin parar de echar tierra para tapar todo aquello, basados en que «la verdad» haría muchísimo daño a la institución, sobre todo a nivel internacional. Aunque hay otra teoría: aquella del dentista y el paciente, en la que éste le coge por los huevos al otro y le dice: «¿verdad, doctor, que no nos vamos a hacer daño?».

De todo esto no sabía nada aquel 19 de enero, pero yo algo intuía, no estaba contento. O al menos no me sentía contento. Ni siquiera satisfecho. Había vencido porque Ramón Calderón ya no controlaba el Real Madrid, pero tuve la sensación, desde el primer minuto, de que no había ganado nada con ello. Posiblemente prestigio profesional, pero eso no era suficiente para curar tantas heridas abiertas. Aunque ni siquiera eso lo sabía entonces. De hecho, meses después me despidieron de la COPE, incomprensiblemente.

Ese mismo día 19 el nuevo presidente blanco, Vicente Boluda, anunció que las elecciones tendrían lugar entre la primera y segunda semana de julio, una vez acabada la Liga y cerradas las cuentas del club. Esa fue mi primera decepción. No existía ninguna explicación razonable que justificase una medida tan descabellada como llevar las elecciones al mes de julio. Y lo peor: a lo largo del día me fui dando cuenta de que Calderón ya no existía, pero tampoco había existido nunca. Porque Boluda, desde el principio, empezó a marcar distancias con su antecesor. ¿Dónde había estado metido Vicente Boluda durante dos años y medio? ¿Qué había significado para él ser vicepresidente de un club como el Real Madrid? ¿Estaba en el Madrid sólo para figurar? Aquello ya olía mal.

A los pocos días comí con él. En efecto, me pareció que en la tómbola de la vida le había tocado ser presidente del Real Madrid, y aunque mostró durante la comida un gran desconocimiento de lo que había pasado en los años de Calderón, llegando a tomarse un par de aspirinas con whisky para paliar un poco la vergüenza y el bochorno que estaba pasando, tuve la sensación final de que lo único que quería era llegar cuanto antes a julio para marcharse a su casa. Al parecer, no conocía a Nanín. Ignoraba qué había hecho Nacho Horcajada con Il Consigliere. No sabía nada. Parecía que no había escuchado la radio durante años, que había vivido en un limbo.

Yo, que seguía preocupado por los juicios que mantenía debido a las innumerables demandas que me había puesto Calderón, quería saber quién estaba contra mí en aquel momento y en aquellos juicios: Calderón presidente o Calderón ciudadano. Y quería saberlo principalmente porque, si Calderón ya no estaba en el Real Madrid, ¿qué motivos tenía el club para mantener sus demandas y querellas? De paso, le pedí una carta en la que se indicara que el Madrid como institución no tenía nada contra mí en los diecisiete procesos que mantenía abiertos. Me respondió que sí como quien hace una raya en el agua. Nunca supe de ella.

Entonces lo tuve claro: definitivamente yo había sido una especie de quijote del siglo XXI, alguien que había luchado contra unos gigantes, contra unos molinos o contra unas sombras de las que había salido con los pies fríos y la cabeza caliente.

En cualquier caso, me resistía a ello. No podía sentirme derrotado después de haber ganado. Y me enrabié. De hecho, en medio de un programa de Telecinco, al que me habían invitado para hablar de la dimisión de Calderón, di la noticia de que el expresidente del Real Madrid se estaba despidiendo de sus «nanines», en aquel preciso instante, en la discoteca Pachá, propiedad de Pedro Trapote, uno de los que formaron parte de su Junta y formaba parte del equipo directivo de Vicente Boluda. Un personaje, por cierto, con el que me tomé un aperitivo unos días después en el Hotel Palace —a petición de Enrique Cerezo— y se puso de rodillas para jurarme que aunque casi todos los cazados en la asamblea eran o habían sido empleados suyos, él no sabía casi nada, y que Calderón había sido muy presidencialista. Me explicó que si aguantó tanto a Calderón era porque le tenía «pillados» más de cuatro mil millones de pesetas en un trámite de divorcio que le llevaba como abogado, y ante la posibilidad de verse en «indefensión», no había dimitido meses antes. Pero al despedirnos, me quedó la sensación de que Trapote no dimitiría. Que estaba demasiado pillado por Ramón Calderón, que éste seguía manejando la Junta, aunque ya no la presidiese. Estaba tan seguro de que Ramón tenía pillados a muchos directivos que, al domingo siguiente, 1 de febrero, publiqué en el Marca un artículo que titulé «Calderón, el marionetista»:

Diecisiete días después de la lamentable, por lacrimosa, dimisión de Ramón Calderón como presidente del Real Madrid, hay que decir que aquello sólo fue una puesta en escena digna de José María Rodero. Fue una pantomima. Porque pasado el tiempo todo indica que Ramón Calderón sigue como presidente del club blanco. Que no ha dimitido de facto. Que aquello sólo fue para calmar ánimos, y desde su suntuoso chalet de La Moraleja sigue moviendo los hilos, como un virtuoso marionetista, de una Junta Directiva que baila a su son intentando agarrarse a la teta de esa gran vaca blanca que ha sido para ellos, durante dos años y medio, el Real Madrid.
Todo revela que Ramón Calderón está moviendo los hilos de un Vicente Boluda, en el papel de marioneta-presidente incapaz de decir otra cosa que no sea «sí, bwana». Porque en diecisiete días Boluda no ha movido ni una alfombra. No ha tomado ni una sola decisión. No ha pedido ninguna explicación. No ha convocado la repetición de la ilegal asamblea de diciembre. No ha fijado la fecha de las elecciones presidenciales. Y sigue en el papel del vicepresidente sordo-mudo-ciego que tan maravillosamente hacía en la etapa anterior. Si lo suyo entonces era figurar, lo suyo ahora sigue siendo figurar.
Si será flojo el hombre que hace el papel de nuevo presidente del Real Madrid, que incluso ha permitido que Mijatovic se haga la foto oficial del primer equipo, cuando el director deportivo es el responsable final de los escandalosos fichajes de Lass y Huntelaar y por ello ya tenía que estar despedido.
Lo único que ha hecho Boluda, en nombre del que mueve sus hilos, ha sido el ridículo. Platini le ha ninguneado, negándose a recibirle como si no fuese el presidente del Real Madrid, y le ha humillado hablando con él por teléfono desde una habitación contigua suya, como si no fuese el auténtico presidente del Real Madrid. A buenas horas le hubiera pasado eso a cualquier presidente del mejor club del mundo, hace poco más de dos años y medio.
Ciertamente, nada ha pasado en el Real Madrid desde hace diecisiete días. Y todo parece indicar que no va a pasar nada. Es una pena, porque sí van a pasar cosas. Y cosas importantes. Por ejemplo, se van a producir más escándalos económicos. Por mucho que se empeñe el virtuoso marionetista en ganar tiempo para tapar goteras, el tiempo se le ha acabado. Porque el tema del robo de dinero a manos llenas a causa de la venta de entradas no aptas para la venta sigue adelante. Tanto es así, que a mí ya me han pedido documentación al respecto. Y porque, además, están a punto de saltar otros escándalos que afectarán directamente a José Ignacio Rivero, vicepresidente económico del club, y a otros.
Ay, José Ignacio, ¿dónde, vas triste de ti? Aún recuerdo tu carita de niño grande, en la amañada asamblea de diciembre, pidiendo a los socios-dueños que te creyesen. Aún recuerdo tu carita de niño bueno mientras Calderón juraba por tu honor que no sabías nada. Y no me digas que era verdad. No me digas que tú tampoco te enterabas de lo que estaba pasando en el club, porque no me lo creo. Es posible que Boluda sólo quisiese figurar, pero tú siempre has mostrado conocimiento y suficiencia sobre las cuentas. En la asamblea ponías tu carita en prenda. Dabas tu palabra de que las cuentas estaban bien. Pero las cuentas no estaban ni están bien. Creías que los chanchullos, como las faltas en el fútbol, si se cometían fuera del área, nunca iban a ser penalti.
Creías que si el dinero no entraba en la caja no había peligro de que lo pillasen saliendo, como en el caso de las entradas no aptas para la venta. Error de primero de carrera. Porque Hacienda no entiende de fútbol. Para Hacienda todas las faltas son penaltis y tienen máxima pena.

Tuvo gracia que al día siguiente de la publicación, desayunando con José Ignacio Rivero y Alejandro Elortegui, el vicepresidente económico del Real Madrid se mostrara muy molesto por que le nombrara en dicho artículo, diciéndome que en el pasado él había llegado a un pacto conmigo: si se portaba bien —y se estaba portando—, yo me olvidaría de él. Y eso que, como siempre, a lo largo de su vida, se había movido dentro de la legalidad y no temía nada. Ciertamente había sido un buen hombre metido en un torbellino. Aunque, bien es verdad, fue Pedro Trapote en la reunión anterior el que me dijo que Rivero estaba sudando tinta del miedo que tenía y que estaba muy mal económicamente. Se despidió de mí pidiéndome que, cuando acabase todo, le invitase un día a la radio. Me produjo ternura.

Pero el Madrid seguía siendo un desastre. Luis Bárcena, el exdirector general encargado del área social, que fue destituido tras el escándalo en la última asamblea, cobró su finiquito. Algo incomprensible. En lugar de llevarle a los tribunales, le agradecían los servicios prestados con 540.000 euros netos. Ningún socio-dueño levantó la voz contra aquella arbitrariedad, aunque Vicente Boluda tuviese un informe jurídico del prestigioso bufete de abogados Sagardoy que recomendaba no pagarle nada.

Recuerdo que por aquellos días tuve una grata visita en el programa. El 16 de febrero de 2009 el expresidente José María Aznar fue el invitado de excepción en El Tirachinas. Fue un programa para el recuerdo. Lo realizamos en el Asador El Frontón y allí Aznar dejó a un lado la política y disfrutó hablando de fútbol y del Real Madrid. Entre los invitados a la tertulia se encontraban exjugadores madridistas como Emilio Buitre, Rafa Martín Vázquez, Manolo Sanchís y los exjugadores del Atlético de Madrid Kiko Narváez y Paulo Futre.

Todo había arrancado tras unas desafortunadas declaraciones de Jaime Lissavetzky, el hombre que más daño ha hecho al deporte español, en las que decía que José María Aznar se iba a presentar a las próximas elecciones presidenciales del Real Madrid. Nada más lejos de la realidad. Entre otras cosas, porque no podía presentarse. Aún no tenía los diez años de antigüedad y ese era uno de los requisitos exigidos, aunque no descartaba incorporarse a alguna candidatura «si me lo proponen, pero todavía no me lo ha propuesto nadie».

Durante la charla se notó que al expresidente le gustaba el fútbol. Y aseguró que «lo importante no es fichar por fichar, sino hacer un buen equipo. No es bueno sumar jugadores, aunque estaría muy bien traer a Messi». También habló de Raúl González y de su vuelta a la Selección. De Guardiola y del buen momento que atravesaba el Barcelona. De la eliminatoria de octavos de final de la Liga de Campeones contra el Liverpool, cuyo partido de ida se disputaría la próxima semana en el Santiago Bernabéu.

Por aquellos días recuerdo que también Eduardo Fernández de Blas siguió haciendo el paripé y presentó la agrupación Ética Madridista en público con la intención de presentarse a las elecciones, pero en realidad la única intención era desviar la atención de unos medios que ya empezaban a preguntar por Florentino. Un Florentino con el que yo comía, según mi agenda, ese mismo día, en compañía de Miguel Ángel Muñoz, El Rubio. Una comida que, como siempre, tendría un setenta por ciento de especulación, un veinte por ciento de cosas serias y un diez por ciento de información.

Y así empezó. Tras el primer ataque a la especulación, llegamos a la conclusión de que no había nadie que se quisiera presentar como candidato a la presidencia del Real Madrid en las próximas elecciones. Entre las cosas serias, me dio la enhorabuena porque yo había sido el único que había estado en el tema. Había costado dos años y medio pero al final había ganado, y me aconsejó que no me metiera en ningún charco más, que ya le había entregado al madridismo la cabeza del Bautista.

De pronto cambió el tema y recuerdo que dijo algo así como: «Oye, yo te he felicitado, pero tú también tendrías que habernos felicitado por nuestras asambleas…». Y nos relató cómo había organizado las dos últimas. En la primera, las tarjetas rojas que se cargaron el proyecto de Calderón; y en la última, cómo tuvo que gestionar el voto de trescientos y pico compromisarios para ganar, aunque no pudo hacer nada porque Calderón metió a más gente que no eran compromisarios. Y empezó a darnos su versión de lo sucedido en la asamblea de la vergüenza. Al parecer, abrieron a las nueve pero ya había gente desde las siete y media que se puso delante para coger la palabra. Cuando entraron los compromisarios auténticos se quedaron todos boquiabiertos: ya había un grupo de cincuenta de Nanín. Luego llegaron los de los autobuses del tal Bernabéu y entraron por un lateral doscientos o doscientos cincuenta. Y luego entraron los de Bárcena, donde estaba la hermana de Calderón, la mujer de Arroyo… Con lo cual, había tres grupos: el de Nanín, el de Bernabéu y el de Bárcena.

A mí aquello me daba igual, aunque confirmaba lo que me había contado Carrascosa y lo que yo había imaginado que pasaría días antes de aquella asamblea. Me limité a decir que el madridismo tenía muchas tragaderas, porque no entendía que se constituyese la próxima asamblea a finales de marzo sin que los que prostituyeron la otra estuvieran imputados ya por el propio club.

A mí me interesaban las elecciones y su candidatura. Y para provocarlo, le hablé de la posible candidatura de Manolo Sanchís. Florentino me contestó: «Sanchís irá conmigo seguro. No, pero no en la Junta. Si él no quiere ir en la Junta… Quiere trabajar en el Madrid, como el Buitre y como todos. Todos quieren trabajar en el Madrid. Ninguno quiere ser presidente ni vicepresidente, que no cobran. Estos, como Valdano y como todos, estos quieren chupar del Madrid. Si soy amigo de él, ¡joder! Para qué vamos a engañarnos… Soy amigo y he hablado mil veces con él. No tengáis ni la menor duda. No es que no quiera. Es que, vamos, ni se la pasa por la chola. Estos tíos piensan…, ¿me dejas que te diga la verdad?, que pueden vivir del Madrid hasta que se mueran. Es una desgracia, pero eso también, macho, es así. Pero todos, ¿eh? El Buitre, Sanchís, Míchel, Martín Vázquez… Todos. Tu Quinta del Buitre entera, entera. Pero bueno, ¿cómo va a hacer éste, si no tiene dinero ni para poner el aval? Y aquí hay que gastarse cien o doscientos o trescientos millones de pelas en la campaña. Macho, es que estos tíos quieren cobrar cien millones al año del Madrid. Es lo que quieren cobrar. Pero todos, ¿eh? Buitre lo tiene clarísimo. Lo tiene muy claro. Y yo digo: un tío que yo le pagaba cien millones, para qué te voy a engañar, a Buitre. Y luego, cincuenta le ofrecí a Míchel, y me mandó a tomar por culo. Me dice: “Hombre, pero ¿cómo voy a cobrar cincuenta millones”. ¡Pero si cincuenta millones era la hostia en aquel momento! Eso sí, el más sensato, en cualquier caso, es Sanchís».

Florentino después dijo que la gente que le quería le aconsejaba que no se presentase. Y que luego estaban los que querían que el Madrid recuperase el prestigio y querían que se presente. En ese momento El Rubio le preguntó por Valdano. La respuesta de Pérez fue rápida: «Valdano vendría. Aún no se lo he dicho». Esa era la noticia. Estaba claro que se presentaría a las elecciones.

Después, ya pillado, le pregunté si se cargaría el tema de los seguros que había manipulado Calderón. Recuerdo perfectamente lo que me contestó: «Eso seguro, me han contado qué Ramón Calderón cobra al año 75 millones de pesetas mientras dure el seguro en el Madrid, Ramón. Pero la comisión que está establecida en los seguros es un porcentaje sobre el 15% de no se qué. El caso es que dice que este tío cobra 75 millones de pesetas al año mientras dure el seguro. O sea, si dura 20 años, 20 años que lo cobra. Que yo digo, no creo que vaya a cobrar mucho ahí». A bote pronto, El Rubio saltó con una pregunta: «¿Y José Ángel seguirá?». Y Florentino respondió: «José Ángel creo que quiere irse también. Pero es que todos estos han pasado de unos sueldos… Conmigo José Ángel ganaba sesenta millones y ahora gana doscientos cuarenta». Y siguió diciendo que creía que estaba limpio, aunque la gente le contaba muchas cosas de él. Creo que dijo algo así como que con lo que ganaba, si robaba es que estaba mal de la cabeza. En definitiva, que lo echaría porque no pensaba indemnizarle.

Después tratamos su relación con los periodistas. Su buena afinidad con De la Morena y su mala sintonía con Manolo Lama. Admitió que no tragaba a Roncero. Que Pedrerol le había llamado para una comida con los de Punto Pelota: Siro López, Elías Israel, José Damián y Roncero, y que le había contestado que con todos excepto con Roncero; que si se viera cara a cara con él no podría ni afeitarse, que le daría vergüenza, que era un ser miserable. Que se llevaba muy bien con Ortego y que a Pedro Pablo San Martín no lo aguantaba. Extrañamente, tomé nota de todo. No sabía muy bien por qué pero no dejaba de escribir.

Luego nos dijo que la primera entrevista que hiciese sería en la tele, en el programa 59 Segundos, para que pudieran estar todos. Aunque afirmó que conmigo y con Carbajosa y Alcaide tendría un trato privilegiado. Sobre todo conmigo, porque según él me lo había ganado. De esto último también tomé nota. Tal vez intuía que sucedería otra cosa. Sus palabras textuales fueron: «Tú no tengas ninguna duda, José Antonio, que yo no soy un ladilla. Yo, el cariño no se lo tengo más que a ti. Además, te lo has ganado. Y además diré públicamente en tu radio, delante de todo el mundo, lo que has hecho por el Madrid. Te voy a decir: a lo mejor hay gente que te ha interpretado mal pero lo que tú has hecho por el Madrid es una cosa muy grande. Que a un tramposo se le ha descubierto haciendo trampas. Qué buen trabajo el de la COPE, es verdad. Buen trabajo el de la COPE. Hay que decirlo. Yo creo… yo te voy a reivindicar a los madridistas con tu trabajo. Porque mientras haya gente como tú, el Madrid puede seguir siendo el Madrid. Porque es que tengo que decirte una cosa: qué vergüenza cómo se callaba todo el mundo, ¿te acuerdas? Qué vergüenza, macho. ¡Qué vergüenza! Y lo que más vergüenza da es que nadie lo hubiera dicho. Por ejemplo, el Roncero, que es un miserable, es culpable de todas las trampas de las elecciones, es uno de los… Y va diciendo por ahí que me da una segunda oportunidad. Ya te imaginas que para organizar la comunicación mi hombre es el Ferri (García Ferreras). Yo le saco del grupo PRISA porque ya odia al grupo PRISA, entre otras cosas. Y yo me llevo la hostia del grupo PRISA, también por él. Pero bueno, Ferreras es un gran profesional, sobre todo lo que es, es un tío honrado, profesional bueno, honesto, que no quiere... trata bien a todo el mundo. Estos son unos sectarios de la hostia, los del grupo PRISA. Bueno, a parte que yo los odio, para que te voy a engañar».

En lo deportivo, Florentino nos dijo que no se podía cambiar al equipo entero. Que lo ideal era Valdano como director de fútbol y portavoz. Arsène Wenger como director deportivo y Ancelotti de entrenador. Aunque eso era casi imposible. Después nos contó que sabía que el año pasado Calderón pensaba pedir setenta millones a tres bancos para traer a Cristiano Ronaldo y tanteó el terreno. Y ni les dieron el dinero ni lo trajeron. Y que habían fichado a Huntelaar por veintisiete millones de euros, y cobraba tres y medio netos. Lo que ganaba Roberto Carlos.

Al hablar de Roberto Carlos, le propuse que intentara recuperarlo, pero me dijo que tenía tan poco dinero que necesitaba jugar unos cuantos años. Lo mismo que Figo, que por lo visto metió el dinero en dos bancos portugueses para que le dieran el ocho por ciento en lugar del cinco por ciento y lo perdió todo. Y ya lanzado, nos reveló que su delantera soñada era Cristiano Ronaldo, Kaká, Benzemá y Messi.

Aquella comida con Florentino debo reconocer que fue distinta, y tuvo el setenta por ciento de información.

Otro día comí con Boluda y más tarde lo llevé al programa. Aunque no dijo nada digno de reseñar, posiblemente fue una de las entrevistas con más repercusión que hice en aquella época. Fue la entrevista del «chorreo». Y mira que le pregunté cosas y dijo cosas, pero la frase «allí se van a abrir y les vamos a chorrear» (sobre la eliminatoria de Champions League que iba a jugar el Real Madrid contra el Liverpool) tuvo una difusión inusitada.

«Aquí ganamos 3-0», dijo un eufórico y recuperado Boluda. Y en Anfield, el Madrid repetiría triunfo «por 1-2». «Allí se van a abrir y les vamos a chorrear». La frase, que sólo fue una boutade de forofo, fue repicada por cientos de medios de una manera abrumadora.

Sin embargo, de los temas que le planteé, solo buenas palabras y falsas promesas. No pensaba hacer nada de nada. Ni lo hizo. Por cierto, el Liverpool de Benítez ganó 0-1 en el Bernabéu. Y para tapar el primer ridículo, Boluda anunció que, pasada la eliminatoria con el Liverpool, la Comisión de Disciplina Social del Real Madrid llamaría a declarar a Ramón Calderón por la denuncia presentada por el grupo Regeneración del Real Madrid, que solicitaba que se le expulsase de socio-dueño del club como consecuencia de su implicación en la fraudulenta asamblea de la vergüenza. En el partido de vuelta el Liverpool, en Anfield, ganó 4-0. Otra vez el Real Madrid quedó eliminado en octavos de Champions League.

Recuerdo también, por aquellos días, que la FAPE me condenó. Otra broma. No se enteraban de nada. Me condenaron por infringir los siguientes artículos del Código Deontológico de la FAPE en mis denuncias sobre Ramón Calderón: «El Artículo 2 (respeto a la verdad) y el Artículo 13 en sus dos apartados: a) el deber de contrastar las fuentes, y b) el deber de rectificación». Sin duda los de la FAPE eran de otro mundo o tenían mucho tiempo libre. Creo que lo primero.

Pero la vida seguía. Y a mí todo el mundo continuaba ofreciéndome cosas que yo ya tenía descatalogadas. Otros, los menos, llamaban para felicitarme. Y otros, algunos locos, para decirme que siguiera investigando el fútbol español o que me pasase a la política.

Recuerdo que un mediodía comí con Juan Miguel Villar Mir y por la noche cené con su hijo, Juan Villar Mir. Los dos querían mi opinión sobre sus posibilidades de ser presidentes del Real Madrid, en caso de presentarse a las elecciones y siempre que no se presentase Florentino. Al padre le respondí que si yo estuviera donde él, social, económica, política y familiarmente, y después de la experiencia mala de la otra vez y con los años que tenía, ya no me metía en ese embolado. A su hijo, en cambio, le dije que con un buen equipo sería muy interesante que se presentase, pero para perder. Porque, aunque perdiera, se daría a conocer y ganaría experiencia para las próximas. Es más, opiné que lo mejor que le podía pasar era quedar segundo, a tres mil votos del primero. Que era bueno que un tío de cuarenta y pico años se posicionase con una imagen limpia, con una campaña bonita, con una campaña moderna, con una campaña acorde a los tiempos, pero para las siguientes.

La verdad es que ese tema ya me cansaba. Me daba la sensación de que todo era lo mismo. El colmo de la locura. Escuché hablar a Calderón en la SER, y como si no hubiera pasado nada, le echó la culpa de aquella asamblea a Amador Suárez, y por supuesto, me puso a parir, llamándome, incluso, asesino de reputaciones. Pero no sólo era eso lo que me dolía. No sé si fue aquel día o al siguiente, me contaron que habían visto a Nanín con un Lamborghini por la mañana y con un Rolls Royce por la tarde, paseándose por Miami Beach. Todo empezaba a estar al revés o quizá es que allí no había pasado nada.

Un día, por cierto, entrevisté a Eduardo Fernández de Blas. Para morirse. El representante de Ética Madridista pretendía que, celebradas las elecciones, se realizase una auditoría y a los juzgados se les exigiría responsabilidades, que se levantaran las alfombras. Quique Guasch, desde Barcelona, sonrió en antena. Yo, en cambio, sonreí cuando me comunicó que acababa de decidir que jamás iría en una candidatura. Ante mi incredulidad, llegó a prometerlo. Para más choteo, Calderón anunció en el As que quería presentarse a las elecciones. Lo del As era de aurora boreal.

Tengo apuntado en mi diario que el domingo 29 de marzo de 2009 se celebró la asamblea blanqueadora. En ella se arreglaron los desaguisados de la asamblea de la vergüenza y todo volvió a su ser. Florentino volvió a ganarla para la causa. Para su causa. La gran novedad fue que por primera vez, y última, se votó electrónicamente y todo se realizó con gran seriedad y mesura.

También tengo anotado que el 15 de abril de 2009 se supo que las elecciones presidenciales del Real Madrid serían el 14 de junio. Pero todos sabíamos que no se llegaría a esa fecha. Al menos, yo lo sabía. El día 31 de mayo terminaba el plazo para presentar candidaturas. Pero como sólo se presentaba Florentino, ese día o al siguiente sería proclamado de nuevo presidente del Real Madrid.

Otra fecha imborrable fue el 6 de mayo de 2009. Después de dos años y medio la Justicia me daba la razón, otra vez. Tras muchos juicios ganados por mi parte y tras muchas denuncias hechas desde el micrófono de El Tirachinas, el juez del Juzgado de Instrucción número 25, D. Valentín Sanz Altozano, entró en juego e imputó a Ramón Calderón por el asunto del voto por correo. El auto, de cuarenta y dos páginas, era un guión de todo lo acontecido en el programa durante los últimos años, lo cual significaba un aval de las investigaciones que se habían ido haciendo a lo largo de todo este tiempo.

Pero no sólo eso, el juez Santiago Torres, titular del Juzgado de Instrucción número 32 de Madrid, también imputaba a Calderón por las irregularidades que hubo en el también famoso «robo» de la Asamblea de Socios-dueños Compromisarios del 7 de diciembre.

Por fin, tras dos años y diez meses de denuncias y sinsabores, la justicia se disponía a hacer justicia con los que habían usado y abusado de la ley en su propio beneficio durante el periodo más negro que ha tenido el Real Madrid en su centenaria historia. El cazador cazado. Como en el viejo romance castellano. Calderón, que vivía para imputarme delitos con el dinero del Real Madrid, resultaba imputado por dos jueces, dos, gracias a las investigaciones de la COPE. Investigaciones que en su día fueron descalificadas, denigradas e injuriadas por una serie de periodistas comprados, manipulados y serviles que curiosamente ahora se rendían ante la evidencia. La veleta siempre se mueve según sopla el viento, y ahora iba de cara para los tramposos.

Aquel día las televisiones, las radios y las versiones de los más importantes diarios en Internet hicieron justicia reconociendo el trabajo realizado en El Tirachinas. Si tuviera que titular ese programa dudaría entre «La trama», como aquella grandiosa película de Alfred Hitchcock, o «El informe Pelícano», como el thriller judicial que protagonizara Julia Roberts. Aquel día, paso a paso y renglón a renglón, desmenucé la trama que el juez del Juzgado de Instrucción número 25 había desgranado en un auto ejemplar. Imputaba a Ramón Calderón y a su tropa de «nanines, Bárcenas y carrascosas» de la supuesta comisión de delitos de falsificación en el famoso caso del voto por correo. Insisto, un auto ejemplar fantásticamente redactado y siguiendo un orden cronológico en el que era imposible perder el hilo de la delirante trama. Porque eso fue lo que hizo Calderón para llegar a la presidencia, una trama en el más estricto sentido de la palabra: trama como complot, conspiración o confabulación mediante la cual se intenta perjudicar a alguien o sacar ventaja de algo.

Y es que Ramón Calderón diseñó un plan con alevosía, usando todos los medios necesarios para llevarlo a cabo sin correr el menor riesgo. En ese plan perfecto estaban calculados los pasos desde el momento en que dimitió Florentino Pérez hasta llegar a la presidencia del club. Para ello mintió, falsificó, exageró y jugó con la ley hasta límites insospechados. Y lo hizo antes, durante y después de las elecciones presidenciales. Ciertamente, también podría haber titulado aquel programa «Asalto al poder». Ramón Calderón, acompañado del espíritu Nanín, que lo invadía todo y le hacía creerse un semidios, como el protagonista de Crimen y Castigo, la famosa novela de Fedor Dostoievski, actuó durante aquella etapa desde una impunidad que asustaba. El problema surgió cuando yo aparecí y comencé a realizar mi informe pelícano particular; cuando fui descubriendo los hilos que movía Carrascosa desde la oscuridad y cuando me lancé a denunciarlos en este programa. Porque al principio poca gente me creyó. Ni siquiera los socios-dueños. Calderón contaba con el forofismo. Sabía que ese tipo de denuncias no le importaban al socio-dueño mientras el equipo ganase partidos. Pan y circo.

En su fantástica trama también figuraba un apartado muy especial dedicado al fondo de reptiles: la compra descarada de voluntades de periódicos y periodistas. Todo estaba diseñado para la gloria, y quien se sublevaba, le machacaban. O estás conmigo o estás contra mí, y en ese caso, atente a las consecuencias.

Aquel día estaba muy satisfecho pese a las penalidades sufridas. Y más que nunca creí en la justicia, aunque hubiesen pasado dos años y diez meses. «El criminal nunca gana», como aquella Radionovela, curiosamente de la Cadena SER.

Aquel día quise que muchos periodistas, encabezados por Tomas Roncero, y todos los directivos y exdirectivos del Real Madrid, encabezados por Melchor Miralles, volviesen a tener presente lo que sucedió en los días del oprobio y la vergüenza. Con aquel recuerdo quise cerrar un capítulo de una lucha que había mantenido por dignificar al Real Madrid. Porque, por muchos ataques que hubiese recibido y se hubieran dicho muchas barbaridades de mí, lo único que había intentado, desde el primer día, había sido defender el prestigio de una entidad ejemplar, patrimonio de todos los españoles, que unos cuantos estaban dilapidando en su propio beneficio sin ninguna piedad.

Aunque, como anuncié en el prólogo, cuando el 19 de diciembre de 2011 leí el auto del Ilustrísimo Sr. D. Valentín Sanz Altozano, magistrado-Juez titular del Juzgado de Instrucción 25 de los de Madrid que ordenaba abrir un juicio oral sobre aquello, me sentí defraudado.

Como era de esperar, el 14 de mayo de 2009 Florentino Pérez anunció que se presentaba a las elecciones del Real Madrid, en rueda de prensa y rompiendo un largo silencio que —en sus palabras— «había mantenido durante tres años para no incomodar a nadie». Y a continuación prosiguió: «Pero a las puertas de un nuevo proceso electoral derivado de una mala gestión, anuncio mi intención de presentarme a las elecciones del Real Madrid». En este sentido dijo que lo que realmente le movía era «la necesidad urgente de sentar las bases de un modo de organización y estabilidad». Afirmó también que suponía un desafío complejo «pero tenemos las ideas y el proyecto para volver a situar al Madrid en el lugar que le corresponde». Y siguió: «Tengo que reconocer que la decisión que tomé hace tres años fue equivocada. Creía que mi marcha sería buena para el club, porque creí que la estabilidad estaba garantizada». Además, habló sobre sus tres años de ausencia en el club: «El Madrid ha vivido tres años de actuaciones impropias y convulsión institucional». Y se refirió al escándalo del voto por correo y la asamblea del 7 de diciembre: «La Justicia pondrá a cada uno donde se merece. Se ha instalado en los últimos años una forma de gestionar, ser y entender el Real Madrid que no se corresponde con la historia y el prestigio del club. Una triste etapa que conviene superar cuanto antes».

Florentino Pérez aseguró que regresaba con más ilusión y pasión que nunca: «Volvemos con un proyecto capaz de devolver al Madrid la estabilidad institucional, ganadora, que genere confianza e ilusión. Frente al desencanto, ideas e ilusión». Y aseguró que se necesitaba «un proyecto que le devuelva al Madrid el liderazgo que nunca debió perder».

Cuando terminó la rueda de prensa me llamó El Rubio. Florentino quería comer conmigo el lunes 18.

Resultó ser la comida resumen de todas las que había tenido con Florentino Pérez a lo largo de dos años y medio. Pero sobre todo fue la comida de las promesas para lograr ser presidente del Real Madrid. Porque cuando le conté que le pedí a Elortegui el auto del 32 y me contestó que lo tenía confiscado Javier Calderón y que ni a Boluda le dejaba verlo, Florentino me dijo que quedaba poco. Que cuando entrasen ellos, lo iban a dar todo. Que no me preocupase, porque cuando entrasen, yo iba a ganar todos los pleitos, ya que se iban a poner de mi lado.

Después de esa primera promesa recuerdo que hablamos de su candidatura. De que no llevaría a nadie de Sacyr, ni a ninguno de los Villar Mir, pero sí a Fernández de Blas. Y que podría fichar a Ancelotti, Wenger o Pellegrini… Que Mourinho le daba un poco de miedo pero era un buen entrenador. Valdano no le gustaba. Según él, tenía mucho ego. De Benítez dijo que no supo o no pudo esperar y había renovado por el Liverpool. También hablamos de José Ángel Sánchez. Que se quedaba porque era muy bueno, muy listo y había aprendido mucho. Y eso que a José Ángel le llamaban «el palmero». Me dijo: «Tapias no lo puede ni ver. Eduardo Fernández de Blas no lo puede ni ver. Manolo no lo puede ni ver. Ferreras no lo puede ni ver. Mi hermano y ese grupo, tampoco. Es decir, estoy yo solo defendiéndole».

Y pasamos a la segunda promesa. Creo recordar que dijo: «Ahora el Madrid defiende a Calderón, pero cuando nosotros entremos se le acabó el chollo, porque el Madrid irá contra él. Ahora mismo va contra Abellán y a favor de Calderón. Hasta que entremos nosotros. Le quedan cinco minutos».

Y después hablamos de Kaká. De Cristiano Ronaldo y su precontrato por ochenta millones de libras, que terminarían siendo cien millones de euros con la comisión, lo cual era una estupidez. Cien millones era mucho dinero. Y de Ribery. Dijo que él prefería antes a Cristiano Ronaldo que a Ribery, pero si Cristiano eran cien y Ribery eran cuarenta, pues seguro que ficharía a Ribery. Que Cesc no iba a fichar por el Madrid, pero iba a hacer un esfuerzo por Xabi y por Silva. Y por Villa, a lo mejor. Aunque creía que Villa era más ruido que nueces. Y que Raúl se tenía que quedar en el Real Madrid porque no le quería nadie. Y que Casillas tenía la cabeza con Eva González…

Recuerdo que dijo que lo peor que le había pasado a Calderón era que a mí me empezaran a dar la razón en los juzgados y que él volviera a la presidencia. Sus dos enemigos eran Abellán y Florentino, pero al final lo echaron los socios-dueños, por golfo. Las palabras de Florentino fueron: «No va a dar abasto en los juzgados».

Yo le conté que Fernández de Blas me había confesado que quería echarle del club, a lo que el candidato a la presidencia del Real Madrid contestó, categóricamente: «Yo creo que con lo que hay es suficiente para echarle». Incluso que le iban a quitar el cuadro que tenía en la galería de presidentes. Que había que echar a Carrascosa y a Juan Mendoza: «Ya está el expediente. Hemos cogido a Garrigues de asesor, pero no digáis nada. Y ya está la primera fase. Por el tema del voto por correo sale Calderón. Carrascosa, que es el artífice de la operación, también. ¿Quién más sale? Miguel Ángel Arroyo. El hermano de Calderón, que hace todos los contratos con los chavales… Y en esa primera fase, así, conocidos, luego salen todos los chavales. Ah, y Nanín, que también participa en el voto por correo, que yo creí que no había participado. Y en el otro lado vuelve a salir Nanín, de la asamblea. Vuelve a salir Bárcena, más todos los que se cuelan, ya te digo, de los conocidos esos. Y van de una tacada todos a la puta calle. A partir de ahí que se vayan a donde quieran, a los juzgados, a protestar…».

También dijo que Alfredo Duro no era una buena persona. Que con Matallanas se llevaba bien pero a Miguélez no lo tenía controlado. También que Inda estaba loco, aunque había salvado a Marca, «Esta como una cabra. Me lo dicen todos. Porque está como una cabra. Es que no hila bien. Va diciendo por ahí en la redacción, dice: "he tenido que arreglar el Marca y ahora tengo que arreglar el Madrid" Me llaman y me dicen se ha vuelto tolili. Esta crecido y está mal de la cabeza, en una palabra. Eso no se dice, si es verdad te lo callas, joder».

En aquel tiempo yo ya tenía muchos problemas en la COPE y le comuniqué que me iba porque me estaban haciendo la vida imposible. Pero él no se dio por enterado y derivó la conversación hacia los medios de comunicación en general: «A Radio Marca no voy a ir nunca en mi vida. Eso lo tengo más claro que el agua. No voy a ir nunca. A Onda Cero fui una vez y ya no voy más, porque si tú me invitas a tu casa y me dan de hostias, pues me invitas una vez, a la siguiente no voy. Pero bueno. Lo que yo tengo que intentar es, primero, no salir. Es mi opinión. Cuando me decías: “Tienes que salir y tal…”. Vamos a ver, tú hazme caso. Mi estrategia es que no hablar es mi mejor activo. Y se ha demostrado que es mejor. Pero no te equivoques. Tú estás en el lado de mis amigos, y Relaño está en el de mis enemigos. Relaño a mí me odia. Por lo que quiera, por lo civil o por lo militar… porque soy presidente por segunda vez en contra de su voluntad… Eso es así. Yo los respeto a todos, porque creo que en el Madrid se tiene que ganar el respeto de todo el mundo. Pero ese es un enemigo declarado mío, total. Y Matallanas también, no te equivoques».

De aquella comida salí muy contento. Por fin con Florentino Pérez el Real Madrid iba a tomar partido contra las golferías de Calderón. Después… mi gozo en un pozo.

El día 1 de junio de 2009, miércoles, Florentino Pérez fue investido en el Santiago Bernabéu como nuevo presidente del club blanco por segunda vez. Fue el único candidato. Los otros socios-dueños del club que mostraron su deseo de concurrir a los comicios fueron abandonando la carrera electoral, principalmente a causa del problema que suponía el aval y por otras circunstancias.

En sus primeras palabras públicas como presidente, Florentino pidió «apoyo, ánimo y complicidad» a aficionados y trabajadores de la entidad blanca. Sus primera palabras conmigo fueron para contestarme qué iba a hacer de manera inmediata con el dinero que se llevaron de la venta de las entradas «No aptas» y me juró: «Vamos a recuperar hasta el último euro y además lo haremos público».

De esta forma, aunque ya ocupó el sillón presidencial durante casi seis años, entre 2000 y 2006, regresaba para liderar un proyecto que el madridismo ansiaba tras una temporada para olvidar.

Al comienzo del acto, el ya expresidente Vicente Boluda mostró su apoyo y ayuda al nuevo presidente blanco en un discurso de despedida lleno de autobombo. Para morirse. Por su parte, Florentino reiteró su idea de recuperar la ilusión y los valores del madridismo: «Nuestro club ha sido y es esencial en la historia del fútbol y por eso debe ser ejemplar».

También desveló los nombres de los miembros de la que sería su Junta Directiva: Fernando Fernández Tapias, Enrique Sánchez, Eduardo Fernández de Blas, Santiago Aguado García, Luis Gómez Montejano, Jerónimo Farré y Enrique Pérez Rodríguez (su hermano) fueron anunciados como integrantes de la Junta.

Terminado el acto, y durante la primera reunión de la Junta Directiva, se hicieron efectivos los siguientes nombramientos:

—Vicepresidente 1º: Fernando Fernández Tapias.

—Vicepresidente 2º y portavoz de la Directiva: Eduardo Fernández de Blas.

—Secretario de la Junta Directiva: Enrique Sánchez.

—Director general y adjunto al presidente: Jorge Valdano.

—Director Deportivo: Miguel Pardeza.

—Director general de Presidencia: Manuel Redondo.

—Director del Área Social: José Luis Sánchez

—Director de la Asesoría Jurídica: Javier López Farré.

—Consejero del presidente: Zinedine Zidane.

Ese mismo día y cumpliendo con su promesa, Florentino asistió, en medio de una gran expectación y una gran campaña de promoción, como invitado a 59 Segundos, un programa de debate de la 1 de TVE muy de moda en aquella época. Luego la realidad fue otra. Porque tan sólo el diez por ciento de los espectadores escucharon al presidente del Real Madrid decir muchas cosas pero sin decir realmente nada.

Florentino Pérez acudió a aquel debate, dirigido y presentado por Ana Pastor, con seis periodistas invitados: Alfredo Relaño (As), Eduardo Inda (Marca), Chema Abad (RNE), María Escario (TVE), José Antonio Abellán (COPE) y John Carlin (columnista de El País y As). Durante toda la entrevista jugó a echar balones fuera. Y a una pregunta mía sobre «la cláusula de la vergüenza» que mantenía el Real Madrid en los contratos de los jugadores que vendía-cedía con trampa a otros clubes, el señor presidente dijo que esa cláusula no era digna del Real Madrid. Pero lo asumió después de intentar regatearme, regatear a la audiencia e incluso hacer algún chiste fácil. Pero al final, insisto, dijo que «esa cláusula no era digna del Real Madrid».

Como en otros temas, no cumplió. Ni esa ni ninguna de sus promesas. Al menos, conmigo.

Al final gané todas y cada una de las causas judiciales que me había puesto Ramón Calderón con el dinero del Real Madrid. Lo que yo me gasté de mi patrimonio en aquellas causas no lo cuento porque me da vergüenza y mi familia me mataría. Todos los casos contra Ramón Calderón y sus cuarenta nanines fueron cayendo poco a poco por «defectos de forma». Mucho me temo que todos pactaron gritando al unísono, cual brindis: «¡Por el bien del Madrid!».

¡Ay, si don Santiago levantara la cabeza…!

Asalto al Real Madrid
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