13 de mayo de 2008, martes.
Ramón Calderón daba la patada definitiva a Alfonso Carrascosa. Acudió a su programa de cabecera y allí, en El Larguero, le echó en cara todo lo malo que había pasado en el Real Madrid en el último año y medio. Pero se le olvidó declarar algo importante: que él era un segundón hasta que conoció a Carrascosa; que era un hombre nacido para ir de acompañante de una candidatura y nunca cabeza de cartel; y que sin Carrascosa no hubiera hecho nada en su vida. Carrascosa fue el alma mater de su campaña electoral. Se la diseñó y la puso en marcha. Y Calderón ganó la presidencia del Real Madrid. Pero, como todos los mezquinos, se empezaba a olvidar de quienes le ayudaron en el camino.
Carrascosa se marchó porque aquella Junta Directiva había pagado denuncias en el Juzgado 25 y en el 47 con abonos; porque habían pagado favores a peñas con muchos abonos y ese muerto ahora se lo endosaban sólo a él (peñas, por cierto, que revendían esos abonos en una cafetería cercana al Estadio Santiago Bernabéu). Alfonso se marchó porque un directivo y un ejecutivo trucaron el concurso que perdió la agencia de viajes que les había ayudado a todos los niveles en campaña, adjudicándoselo de repente a otra. Se marchó por el contrato de los derechos audiovisuales con Mediapro, en lugar de permanecer con Telemadrid.
Había muchas razones. Y aunque Carrascosa había hecho muchas barbaridades, no las hizo todas. Además, esas barbaridades las había autorizado Calderón. ¿Entonces?
Aquel día el presidente de la Plataforma Blanca, Eugenio Martínez Bravo, presentó una demanda contra Calderón y Carrascosa en la que pedía depurar las responsabilidades habidas entre el presidente y miembros de su Junta Directiva, con Alfonso Carrascosa y la Sociedad Recuenco 2006, por las actuaciones irregulares habidas en el pasado proceso electoral a socios-dueños compromisarios del club que yo había descubierto. Al parecer, la demanda se llevó a cabo tras los intentos de la Plataforma Blanca de obtener las intervenciones de los propios órganos de la entidad, habiéndoles mandado diferentes escritos por conducto notarial que nunca obtuvieron respuesta. Aquel Madrid nunca contestaba a las peticiones de sus socios-dueños y propietarios.
Los ‘Lunis’ (como empezaba a llamarse, por su candidez, a los de la Plataforma Blanca) pretendían también que el juez demostrase que los cuatro mil socios-dueños que obtuvieron abonos del club sin respetar la lista de espera eran los mismos con los que contactó la empresa de Alfonso Carrascosa para pedirles avales en blanco con el último objetivo de controlar la asamblea. Martínez Bravo se empeñó en que la demanda no era contra el Real Madrid, sino que se trataba de una reclamación por lo civil contra las personas físicas de Calderón y Carrascosa. La Plataforma Blanca sostenía que había habido una violación del derecho de igualdad de los socios-dueños y de información, además de un «uso ilegítimo de las instalaciones del club en beneficio de la empresa Recuenco 2006 y de la captación de cuatro mil nuevos socios» y que se habían saltado la lista de los casi quince mil que aún esperaban.
A mí me pareció muy bien. El problema era que habría que esperar demasiado tiempo para conocer la sentencia y el Madrid de Calderón iba muy deprisa.