18 de mayo de 2008, domingo.
Se celebró la Asamblea del Real Madrid. La del cambio de estatutos. Posiblemente la más importante de los últimos años. Pero antes de empezar, los compromisarios desayunaron con un artículo mío en el diario Marca llamado «Si yo fuera compromisario (II)»:
Hoy se celebra la Asamblea Extraordinaria de socios-dueños del Real Madrid, y hoy, como hace ocho meses, exactamente el 15 de septiembre del año pasado y con motivo de la Asamblea Ordinaria, me gustaría hacerle a Ramón Calderón algunas preguntas.
Curiosamente, ya entonces, en el «Si yo fuera compromisario (I)», entre otras muchas escribí en esta misma columna que me hubiera gustado preguntarle al presidente del Real Madrid por Alfonso Carrascosa. Ya entonces creí que había que preguntarle por cuál era la responsabilidad del señor Carrascosa en el Real Madrid y qué deuda tenía el presidente Calderón con él, con Legálitas, y con Tramitalia.
Hoy, ocho meses después, aquella pregunta ha dejado de tener importancia para mí porque ya sé cuáles fueron sus responsabilidades y cuál es la deuda aproximada que tiene el presidente con Carrascosa. Hoy, si yo fuera compromisario, me interesaría saber otras cosas. Me interesaría conocer, por ejemplo, las verdaderas razones por las que Alfonso Carrascosa se ha retirado de esa segunda o tercera línea en la escala de mando del Real Madrid donde tan divinamente se encontraba. ¿Cuáles son las razones reales? Porque eso de que se ha retirado para no perjudicar a su familia y a sus empresas es falso de toda falsedad. Y Ramón Calderón lo sabe. Como lo sé yo. Los dos sabemos que Alfonso Carrascosa se ha retirado para coger carrerilla. Para reflexionar. Para volver. Porque un hombre como él no se retira de ninguna guerra sin haberla ganado. Ahora la va perdiendo porque Ramón Calderón, para lavarse la cara, le está acusando de todo. De todo. Pero eso no es más que una batalla. La guerra es mucho más y mucho más importante. Calderón le está acusando ahora de ser el culpable de todos los trapicheos, intrigas y maquinaciones llevadas a cabo por él y todos sus adláteres desde que pensó en asaltar la presidencia del Real Madrid. Para él, todos esos enredos han sido tramados por Carrascosa.
Y es cierto. Carrascosa siempre fue el cerebro de todas las operaciones que llevaron a Calderón a la presidencia, pero no de todas las alcantarillas del Real Madrid.
Por eso, si yo fuera compromisario, hoy le preguntaría a Ramón Calderón por los listos de su Junta Directiva que han trapicheado y trapichean con su consentimiento y participación directa, por poner otro ejemplo, en el reparto discriminado de abonos a socios-dueños y peñas concretas para pagar favores. Para pagar incluso denuncias en los juzgados cuando Carrascosa apenas cuenta con cuatro. Abonos que, por otra parte, esas peñas agraciadas revendían en una cafetería cercana al Estadio Santiago Bernabéu. Le preguntaría por una agencia de viajes, apalabrada por Carrascosa, que ayudó generosamente en la campaña electoral de Calderón con la promesa de hacerse cargo de los viajes del Real Madrid y, una vez ganadas las elecciones, se quedó sin nada porque otra agencia vino y sin poner un euro se llevó la exclusiva.
O le preguntaría por el contrato de derechos televisivos del Madrid que Carrascosa ya tenía cerrado con Telemadrid e incomprensiblemente se lo quedó Mediapro. O por el nombre de esos directivos que, insaciables, se han quedado con palcos de la UEFA en el Estadio Santiago Bernabéu. Y para terminar le preguntaría si no cree que todos esos abusos han sido la verdadera razón de Carrascosa para retirarse. Yo creo que sí.
Pero sobre todo le preguntaría por qué hay que votar los nuevos estatutos del Real Madrid, su nueva Constitución, en una sola votación y por qué no se puede votar artículo a artículo. ¿Qué trata de ocultar Ramón Calderón queriendo que algo tan importante como son los nuevos estatutos de la entidad, en los que se cambia hasta el nombre del propio club, se vote en bloque? Porque eso, se mire por donde se mire, es una chapuza. Una gran chapuza, ya que el Real Madrid se juega mucho y habría que matizar hasta las comas de las frases. Yo, desde luego, no me dejaría engañar por cantos de sirena.
Viendo que nadie iba a retransmitir la asamblea, ni siquiera Real Madrid Televisión, ordené que se diese por Rock and Gol, una emisora del Grupo COPE.
Aquella mañana recuerdo que yo venía de El Tiemblo camino de Madrid y, mientras, escuchaba la retransmisión de la asamblea en el coche. No obstante, durante el trayecto me fueron llamando Florentino y algunos de mis confidentes desde dentro del Real Madrid y me iban contando sus previsiones. En todas había unanimidad: Calderón perdería la votación.
Cuando ya estaba en el garaje de mi casa, y escasamente un minuto después de la votación, volvió a sonar el teléfono. Era de nuevo Florentino. Me daba la noticia sonriente: Calderón había perdido. Yo le pregunté, un poco mosca, que cuántos compromisarios tenía en aquella asamblea. Sin dejar de reír me comunicó que menos de los que yo pensaba, pero no los había necesitado, porque el madridismo sabía lo que tenía que votar y había votado. Lógicamente no me lo creí.
La Asamblea General Extraordinaria del Real Madrid rechazó la propuesta de nuevos estatutos de la Junta Directiva por 682 votos en contra, 150 a favor y 34 abstenciones, después de unas intervenciones en las que los socios-dueños compromisarios llegaron a pedir a gritos la dimisión de Ramón Calderón. Fue un auténtico escándalo.
Momentos antes de votar, algunos de los 896 asambleístas presentes reclamaron el uso de urnas para emitir los votos, petición que fue rechazada por la mesa, al tratarse de una votación ordinaria. Se hizo a mano alzada como cierre de una tensa asamblea que se prolongó tres horas y media. Durante el turno de ruegos y preguntas, los treintaiún socios-dueños que tomaron la palabra se pronunciaron mayoritariamente en contra del nuevo texto, y solamente ocho expresaron su respaldo a Calderón y pidieron el voto a favor, algunos de ellos en medio de abucheos y entre acusaciones de «vendido». Además de recibir críticas por su comportamiento en las elecciones de 2006 a la Presidencia, Ramón Calderón tuvo que escuchar cómo algunos socios-dueños le invitaban a seguir «el espíritu de Santiago Bernabéu».
«Tengo una situación de estupor. En mis cincuenta y tres años de fidelidad, la Junta Directiva es quien controla al controlador que somos nosotros. Es increíble», señaló el socio-dueño 2.723. El socio-dueño 55.476 recriminó al presidente «haber dejado sin votar a diez mil socios» en las últimas elecciones y llevar al club reiteradamente a los juzgados, y se dedicó a enumerarlos uno a uno. Calderón no contestó a ninguno de los dos. No me imagino que una cosa así pudiera pasar en ninguna gran empresa de España.
En la asamblea se puso de manifiesto también la razón por la que Calderón montó la operación Recuenco. Ramón sabía que tenía la asamblea en contra y quería cambiarla. Por eso encargó a Carrascosa que colocase a compromisarios suyos. En cualquier caso, no la había preparado y se le escapó de las manos. No le volvería a pasar. El Real Madrid tras aquella asamblea quedó paralizado. No podían convocarse elecciones por el voto por correo y tampoco podía haber nuevos compromisarios, ya que la Junta Directiva había detenido el proceso.
Por la tarde acabó la Liga. El partido final fue Real Madrid-Levante en el Santiago Bernabéu. Ganó el Madrid 5-2.
Al finalizar el último partido el club organizó una fiesta para celebrar el triunfo de su 31º título de Liga. «Una fiesta —según la web del Real Madrid— innovadora y espectacular donde se homenajeó tanto al público madridista como a unos jugadores y técnicos que siguen con la filosofía impuesta la pasada temporada de recuperación de los valores tradicionales del madridismo. Una fiesta única, inolvidable e irrepetible». La realidad fue una fiesta estrambótica y hortera, donde lo único que quedó claro fue que costó una cantidad de dinero importante. Yo estaba seguro de que alguien había puesto el cazo con ella. Y estaba seguro también de que era alguien cercano a la Junta Directiva.
Lo averiguaría.