24 de junio de 2008, martes.
El directivo de Willis me dio los datos que le había solicitado. No eran muchos, pero suficientes para aparentar que controlaba el asunto. Sirviéndome de ellos, ni corto ni perezoso llamé a Amador Suárez.
Amador no tenía muchas ganas de hablar pero al final se soltó. Sólo le pedí que me contase por qué el Real Madrid no había renovado a la aseguradora Willis después de llevar diecisiete años con el equipo, desde 1991. Le puse el palito de que en Willis estaban muy cabreados por ello, y que ese cabreo empezó cuando ni siquiera les invitaron al concurso de este año, porque por lo visto querían probar otras alternativas, como si ellos no fueran lo suficientemente buenos.
Y ahí se enganchó Amador. Me aclaró que al final le invitaron junto a Marsh y a Aon. Que se presentaron las ofertas en sobre cerrado ante notario un viernes antes de las cinco de la tarde, con el compromiso —o eso se dijo a las compañías— de que el lunes por la mañana el notario llevaría las ofertas cerradas a la Junta y a la Comisión. Pero resulta que aquel lunes no hubo ni Junta ni Comisión, así que él creía que el notario entregó los sobres a algún responsable del club.
Yo le interrumpí para matizar que sí se habían abierto los sobres en ese intervalo. Él también lo creía: al parecer se abrieron los sobres y soplaron a Marsh las condiciones de Willis, Marsh las igualó, y en la Junta, celebrada el jueves, se lo adjudicaron a Marsh. Me confirmó que el montante eran tres millones y medio de euros y que la comisión de la operación era del quince por ciento. Horas después me decía alguien que parecía saberlo todo sobre el caso: «Este tío (Ramón Calderón) cobrará al año setenta y cinco millones de pesetas mientras dure el seguro en el Madrid. Pero la comisión que está establecida en los seguros es un porcentaje sobre el quince por ciento de no se qué. O sea, si dura veinte años, veinte años lo estará cobrando. Que digo yo: no creo que vaya a cobrar mucho este hijo de puta ahí».
«Y entonces —recuerdo que me dijo Amador— fue cuando Rivero, que estaba en esa comisión de adjudicación, se enfadó y dijo que aquello no se podía hacer, que era poco ético. Entonces Calderón saltó y dijo que le daba igual porque Willis era de Jaime Castellanos, un tío que le complicó la vida con el Marca en la campaña electoral y que, entre él y Borja Prado, uno de sus consejeros que iba en la candidatura de Villar Mir, le perjudicaron seriamente».
Era suficiente. Ya tenía muchas pistas para investigar el nuevo escándalo de Calderón.