Prólogo
Tenía el pelo grasiento hasta los hombros y una manchada camiseta blanca que se estiraba apretadamente por su enorme barriga, redonda. Mientras él T se acercaba a la estación de enfermeras, cerca de un extremo de la abarrotada área de espera, el olor de fruta podrida le precedió. Algo en la fiereza de sus ojos y el temblor de su barbilla me pusieron nerviosa. Miré hacia mi Abuela, pero ella estaba fascinada en una conversación con un hombre casi tan viejo y ciego como ella.
"Tú la mataste. Todos ustedes la mataron". La voz del hombre comenzó como un susurro bajo, nervioso, para después crecer con fuerza. Abrió una mugrienta mochila y sacó un arma de fuego.
Me congelé. Mi abuela se quedó a media frase y se quedó boquiabierta mirando hacia la brillante arma, que ahora apuntaba en nuestra dirección. Un silbido comenzó en mis oídos, ahogando por completo algún otro sonido. Mientras lograba ponerme de pie rápidamente, un familiar hormigueo llegó desde mis pies hasta la punta de mis dedos...