Capítulo 23

Un zumbido me golpeaba los tímpanos de forma incesante. Rodé en la cama tratando de apagar esa molesta sensación pero no podía. No era un problema de mis oídos, era la cabeza entera la que parecía estar a punto de estallarme. Abrí los ojos violentamente cuando a mi mente acudieron todas las imágenes de lo ocurrido la noche anterior. Di un brinco aterrorizada al encontrar la cama vacía ¿y si a él también le había ocurrido algo? El corazón comenzó latir contra las costillas como si fuera un coche de Fórmula 1 que no llevaba frenos.

Lucas apareció portando una bandeja de madera llena con una jarra de zumo, vasos de cristal, cruasanes y tostadas. También había una taza con leche y lo que parecía ser café descafeinado.

—Huele que alimenta —gemí mientras me destapaba y ponía en cuclillas sobre la cama.

La camiseta de Lucas volvía a tener mensaje «No soy virgen…, pero hago milagros», y su particular fragancia a Hugo Boss llenaba por completo la estancia.

—Buenos días, bonita. No sabía muy bien qué te apetecía y como eres mi invitada de honor te he traído de todo un poco. —Sonrió, pero la felicidad no le llegaba a los ojos.

—No era necesario, podía ir al comedor y desayunar con vosotros. —Estaba segura de que él y Tomás ya habían comido algo antes de que apareciese por su cuarto.

—Bobadas, ¿para qué levantarte pudiéndote quedar aquí repantigada? —Se acercó depositando la bandeja en la cama. Tenía el pelo ligeramente engominado, peinado hacia atrás y se había retocado ligeramente la barba de un par de días.

—Lo voy a manchar todo —me excusé dándole un mordisco al cruasán deteniéndome unos segundos para paladear su sabor. Estaba relleno de chocolate y eso me daba un buen chute de energía.

—Se recoge, no hay problema. —Mi recién adquirido novio nunca veía el lado malo de las cosas. Quizás ese era otro de los motivos por el cual había conseguido quererle tanto en tan poquísimo tiempo que hacía que nos conocíamos.

—Delicioso. —Le di un sorbo al descafeinado y volví a hincarle el diente al dulce.

—Tenemos novedades —espetó al cabo de unos minutos, mientras se cruzaba de brazos. Reconocí esa postura de otras veces y me puse sobre alerta.

—¿Noticias sobre Andrea? —Dejé la taza sobre la bandeja a la espera de una respuesta positiva sobre el tema. En el fondo no estaba muy esperanzada.

—No, más bien algo que ha hecho tu ex. —Arrastró las palabras con restos de rencor. Suerte que no se conocían más allá del encuentro fortuito porque estaba segura de que no se hubiesen soportado. Eran como el día y la noche.

—¿Qué pinta Fernando aquí? —Aquello no cuadraba. Estando involucrado él, no podía querer nada bueno. Ya había dejado atrás la careta y mostraba sus intenciones a pecho descubierto sin importarle si estaban bien o mal.

—Ha presentado cargos contra ti —siseó apretando los puños con fuerza. Lo miré sin verle realmente, pues estaba tratando de asimilar lo que había ocurrido.

—Debes estar bromeando… ¿Por qué no tenía ni idea de esto?

—No quise decirte nada cuando llegamos, pero ahora debes saberlo. No es ninguna broma, no tengo tan mal gusto. Al verte aparecer por la residencia, Fernando tomó la decisión de comunicar a la policía que tú habías amenazado a Cecilia horas antes de que ocurriese su asesinato.

—Es cierto y Matthew es testigo de lo que pasó. Pero jamás llevaría tal amenaza a cabo —me excusé aunque no tenía motivos para hacerlo. Mi conciencia estaba más que limpia.

—Sé que tienes coartada y el inspector que se está encargando de esto también. Es el mismo de siempre, parece que no hay otro en la ciudad —se quejó.

—El inspector es muy bueno en su trabajo, la única pega es que estamos ante alguien escurridizo. Pero Robles es fantástico en lo suyo, espero que pueda establecer una línea de investigación.

—Estás descartada como posible asesina, pero si la policía te estaba vigilando con anterioridad, ahora tiene tres pares de ojos más sobre ti —me explicó con detalle, mientras seguía desayunándome el cruasán. Intenté no prestar mucha atención al hecho de que me estaban acusando para evitar llegar al nivel de afectación de la tarde anterior. Aun así no podía evitar secarme las manos en la camiseta de vez en cuando, porque estaba sudando profusamente por las palmas.

—Lamento la muerte de Cecilia más de lo que nadie puede pensar. Andrea podría ser ella, yo podría ser la que está a punto de ser enterrada en unas horas. —Agaché la cabeza compungida. Dolía demasiado la acusación, aunque en un primer momento no hubiese querido verla.

Me bajé de la cama y fui directa al neceser, para buscar mis ansiolíticos. Era mejor prevenir, que acabar curando una crisis fuerte. Eso ya lo sabía por experiencia aunque a veces perdía el control sobre mí misma. Di un largo trago al descafeinado para eliminar el sabor amargo de los medicamentos de mi garganta.

—Lo mejor será que el día de hoy tengamos cuidado los ratos que pasemos en la calle. No sabemos quién está detrás de todo esto.

—Por suerte es domingo y no tengo que ir a clase. De todos modos, aunque fuese entre semana tampoco hubiese acudido. —Me aproximé hasta él, que estaba sentado dando vueltas en el sillón giratorio del escritorio.

—Ven aquí. —Me tomó de la cintura suavemente, consiguiendo que acabara sobre sus rodillas—. Tengo una sorpresa para ti.

—Nos vamos a caer. —Vi el suelo más próximo de la cuenta, ya que no cabíamos los dos en el mismo sitio.

—No lo haremos, pero si sucediera, nos levantaremos juntos. Mira en el armario —dijo apoyando la cabeza en el hueco de mi cuello y trazando una línea de pequeños besos hasta el omóplato.

Cuando me aproximé hasta el armario empotrado y abrí las puertas de par en par buscando lo que se suponía que me iba a sorprender, me quedé estupefacta: la mitad derecha de las baldas estaba vacía. Me había dejado un hueco en su ropero para meter mis prendas. Me estaba dejando también un espacio en su vida, poco a poco, mediante detalles pequeños como ese.

—¿De dónde has salido y por qué no has aparecido en mi vida antes? —bromeé aproximándome para darle un rápido beso. Se puso de pie para acudir a mi encuentro.

—Eso mismo me pregunto yo todos los días. Puedes deshacer las maletas cuando quieras, mientras tanto tengo que hacer un par de cosas para la facultad y ya estaré disponible para ti lo que queda de tarde.

—¿De verdad piensas que es buen momento para dar un paseo? —pregunté acordándome del plan que tenían previsto para unas horas más tardes—. Después de todo lo que ha ocurrido, no tengo mucho ánimo…

—Precisamente por eso, necesitamos desconectar los dos. Me voy a poner al lío que mientras antes me quede libre mejor. —Me guiñó un ojo y tomando un par de folios en blanco y un portaminas, se puso a trabajar en su mesa.

Aproveché para deshacer el equipaje con tranquilidad. La mayoría de ropa cupo bien en las baldas que me había dejado libre y el resto, casi en su mayoría calcetines de colores, acabaron en los cajones de la mesita de noche del lado en el que me había acostado. Aunque ambos éramos conscientes de que mi permanencia allí era temporal, la idea de convivir con Lucas me maravillaba y asustaba a partes iguales. Me llevé la bandeja con los restos a la cocina, procurando hacer el menor ruido posible para dejarle hacer los trabajos de clase con la mayor calma posible.

—Buenos días, Reverte —le saludé mientras tiraba las sobras al cubo de basura y ponía los cubiertos en el fregadero. Estaba metido en la página web de Facebook, charlando por el chat con alguien, según me dio tiempo a vislumbrar al pasar por su lado.

—Hola Ainara ¿qué tal estás? Olivera me ha contado lo que pasó anoche, siento lo de tu compañera y espero que haya noticias pronto sobre tu mejor amiga —comentó levantando la vista del ordenador para prestar atención a mi respuesta.

—Yo también lo espero. Solo lleva un par de días desaparecida y parece que ha transcurrido más tiempo. —Me dispuse a fregar los platos con un estropajo a la vez que charlaba con él.

—Es extraño. Lo que ha ocurrido, me refiero. ¿De verdad no se te pasa nadie por la cabeza que quisiera hacerte daño y esté haciendo esto?

—Lo cierto es que la única persona que se me viene a la cabeza la volví a ver después de muchos meses, ayer. Y aunque es un cerdo y un capullo con todas las letras, no le veo capaz de hacer esto.

—Por la forma de hablar imagino que te refieres a algún ex. ¿Me equivoco? —cuestionó tecleando sin control. Debía tener una conversación muy interesante.

—Has acertado de lleno. Me puso los cuernos con la muchacha que murió ayer y no contento con eso ha presentado cargos en mi contra alegando que amenacé a la chica.

—¿Lo hiciste? —Ladeo la cabeza prosiguiendo con su interrogatorio.

—Sí, y le rompí el móvil en un arrebato. Pero de ahí a abrirle la cabeza a sangre fría hay un trecho. —Empecé a secar los vasos de cristal y las tazas con dibujo de súper héroes.

Pasé la mañana charlando con Reverte en el comedor. Después de acabar en el ordenador se encargó de preparar el almuerzo. Según había visto en una pizarra, compartían las tareas a medias y como cocinar se le daba muy bien, hizo unos espaguetis a la carbonara que olían de forma espectacular. Puse la mesa y mientras Reverte servía la comida en unos platos de pasta azul yo fui a buscar a Lucas. Al entrar en la habitación, me lo encontré hablando por teléfono entre susurros.

—¿Es seguro entonces? —preguntó. Desde esa distancia no podía escuchar lo que le decía su interlocutor, pero no hubo tiempo, ya que Lucas volvió a hablar—. ¿Solo han encontrado el bolso y el móvil? Sí, vale, me quedo esperando noticias tuyas. Gracias Jota.

—Noticias de Andrea —pregunté exaltada provocando que diese un respingo en el asiento. Se giró en mi dirección con no muy buena cara.

—Han encontrado sus cosas dentro de un contenedor cercano a la residencia. Una señora que iba a tirar la basura escuchó cómo sonaba un teléfono dentro y al recogerlo y encontrarlo manchado de sangre, llamó a la policía.

—¿Pero entonces ella sigue… —No me atrevía a completar la frase. ¿Viva? ¿Muerta? Opté por la otra opción que quedaba—: …desaparecida?

—Sí, y me temo que el objetivo de alguien es mantenerla secuestrada, pero no con fines monetarios. Al menos de momento no han tocado ni un euro de su cartera, ni le han quitado las tarjetas de crédito. —Se puso a recoger el material con el que había estado trabajando, mientras me miraba de reojo.

—¿Un secuestro? —grité horrorizada llevándome una mano a la boca—. ¿Alguien la tiene retenida contra su voluntad?

—Es lo que parece, según el rastro que ha seguido la policía, pero el principal motivo no es hacerle daño a ella o su familia. Según Jota ni a él ni al padre de Andrea, con el que ya se ha encargado de ponerse en contacto, les han pedido rescate —me explicó.

—El objetivo soy yo —murmuré aterrada.

La habitación de repente se volvió lóbrega y asfixiante y deseé salir corriendo de allí sin rumbo fijo, a algún lugar en el que pudiera desconectar.

—¿Cómo dices? No me digas que te vas a culpar de esto porque no pienso dejarte hacerlo.

—Es fácil, Lucas. Si Andrea no fuese mi amiga nada de esto habría ocurrido. Tendría que haberme alejado de todo el mundo cuando ocurrió esto. Así no cargaría con una muerte y un secuestro en mi conciencia. Si hasta han atropellado al gato de las monjas.

Empecé a llorar sin consuelo y era como una especie de tormenta de finales de verano: con lluvia pasajera, pero que caía de golpe en apenas en unos minutos. Me lancé al pecho de Lucas sin importarme mojarle la camiseta y pasé las manos por su cuello buscando refugio. Decir que me encontraba indefensa era quedarme corta.

—No quiero que te pase nada a ti y aunque me agrade la idea de vivir contigo, será mejor que me marche. No puedo arriesgarme a que te pase algo a ti o a Tomás —aseveré, acariciándole una mejilla para forzarle a que mirase en mi dirección.

—Eres una compañera de piso malísima. No llevas ni dos días aquí y ya quieres irte. Pues que sepas, Ainara, que no pienso consentirlo. ¿Crees que no me he dado cuenta? Tu familia no sabe mucho de esto. Matthew me dijo anoche, mientras estabas inconsciente sobre la camilla, que se enteró de lo que ocurría de puro milagro porque no habías querido involucrarlo.

—Y es lo mejor. Mientras estuviese la cosa así, si no me relacionaba con nadie no había peligro.

—No puedes obligar a los demás a que no te cuiden si quieren hacerlo. Andrea siguió a tu lado porque te quería, Jota a su manera parece sentir aprecio por ti y Matthew más de lo mismo. Yo además de querer cuidarte, estoy enamorado de ti hasta el tuétano de los huesos. Sería una cobardía por mi parte dejarte ir solo porque estoy en peligro.

—Pero… —interrumpí intentando buscar una excusa lógica a lo que acababa de decirme. Algún argumento válido con el que rebatirle lo que me estaba contestando. El problema es que no se me ocurría nada lo suficientemente bueno porque tenía razón aunque yo fuese demasiado cabezota para reconocerlo en voz alta.

—No hay peros que valgan, cómprate manzanas. —se burló echándome un capote.

—El almuerzo está en la mesa, venía para avisarte. —Cambié de tema para intentar dejar de sentirme miserable conmigo misma, pero parecía que lo estaba haciendo todo mal.

—No hay tiempo que perder. No sé tú, pero estoy canino. Si me diesen una vaca ahora mismo, no dejaría ni las costillas —exclamó frotándose la barriga.

—Me da la sensación de que en lugar de estómago, tienes un pozo sin fondo ahí dentro. Ten cuidado de sacar la cubeta.