LA MESA
FISCAL, 34-40 años
GRUMBACH, 50 años
MUJER I, 45 años
ZACHWACKI, 60 años
MUJER II, 35 años
El escenario está oscuro y vacío. La luz ilumina únicamente al testigo, sentado en la silla, y al fiscal sentado detrás del escritorio. El fiscal habla en tono amable y oficial, jamás levanta la voz.
I
FISCAL: ¿Ha descansado ya, señor Grumbach? ¿Podemos volver a nuestros asuntos? ¿Dónde nos quedamos? (Un momento después). Ah, sí… De modo que usted recuerda bien que allí había una mesa.
GRUMBACH: Sí. Una mesita pequeña.
FISCAL: ¿Mesita, no mesa? ¿Cuántas personas pueden sentarse alrededor de una mesa de ese tamaño?
GRUMBACH: ¡Qué sé yo! Hoy me resulta difícil decirlo.
FISCAL: ¿De qué tamaño era? ¿Un metro? ¿Ochenta centímetros? ¿Cincuenta?
GRUMBACH: Una mesa pequeña. Hace tantos años… Además, en un momento como aquél, quién se hubiera fijado en una mesa…
FISCAL: Lo comprendo, lo comprendo, por supuesto, pero también debe usted comprenderme, señor Grumbach: cada detalle es extremadamente importante. Debe comprender que sólo por el bien de la causa lo molesto con tantos detalles.
GRUMBACH: (Resignado). Que sean ochenta centímetros. Quizá noventa…
FISCAL: ¿En qué sitio estaba esta mesa, o mesita? ¿Por el lado derecho o izquierdo de la plaza, mirando desde el ayuntamiento?
GRUMBACH: Por el lado derecho de la plaza del mercado mirando desde las oficinas del ayuntamiento. Así es.
FISCAL: ¿Está seguro?
GRUMBACH: Sí. (Después de un momento). Vi cuándo la trajeron.
FISCAL: Quiere decir que, en el momento en que usted llegó a la plaza, la mesa aún no estaba allí.
GRUMBACH: No. (Pasado un instante). O quizá sí estaba allí… Sabe usted… no me acuerdo. Quizá viese cómo la trasladaban de un sitio a otro. ¿Pero, señor fiscal, es importante si la traían o la llevaban…?
FISCAL: Por favor, piense.
GRUMBACH: ¿Cuántos años ha? Veinticinco. Y usted me pide que recuerde tales pequeñeces. A lo largo de veinticinco años no pensé ni una sola vez en esa mesa.
FISCAL: Sin embargo, hoy, durante su relato, usted, por propia iniciativa, y no inducido por ninguna pregunta, dijo: «Estaba sentado detrás de la mesa». Piénselo y dígame lo que vio al entrar en la plaza.
GRUMBACH: ¿Qué vi? Yo llegué desde el lado de la calle Różana, de modo que del otro lado, porque Różana está por la parte opuesta de la plaza del mercado. Me chocó el silencio… Fue mi primer pensamiento: tanta gente y tanto silencio. Avisté un grupo de conocidos, entre otros el boticario Weidl, así que me acerqué y pregunté a Weidl: «¿Qué cree, licenciado, que harán con nosotros?». Y él me contestó: «Querido señor Grumbach…».
FISCAL: Ya lo ha mencionado; no nos alejemos del tema. ¿Qué es lo que vio en la plaza?
GRUMBACH: La plaza parecía negra de tanta gente como había.
FISCAL: Antes dijo que la gente reunida en la plaza se hallaba al fondo de la misma, enfrente del ayuntamiento, y que entre los reunidos y el edificio había espacio libre, vacío.
GRUMBACH: Conforme.
FISCAL: De modo que la definición «la plaza parecía negra de tanta gente como había» no es del todo exacta. Este espacio libre, vacío, diferenciándolo del espacio ocupado por la multitud, digamos que era blanco. Sobre todo porque, como mencionó, por la noche había nevado.
GRUMBACH: Conforme, señor fiscal.
FISCAL: Ahora, señor Grumbach, piense si en ese espacio libre, blanco, vio a alguien o algo.
GRUMBACH:… Kiper sentado en la silla golpeaba sus botas con la fusta.
FISCAL: Quisiera llamar su atención sobre el hecho de que ninguno de los testigos hasta ahora ha mencionado que Kiper anduviese con una fusta. ¿Está seguro de que Kiper se golpeaba las botas con dicha fusta?
GRUMBACH: A lo mejor era un palo o una ramita, en cualquier caso sí que se golpeaba las botas con algo. Eso lo recuerdo bien. A veces uno recuerda pequeñeces… Junto a él estaban Hamke y Bondtke, y fumaban. Alrededor de la plaza había gendarmes y ucranianos. Muchos, hombro con hombro.
FISCAL: Sí, eso ya lo tenemos. De modo que usted recuerda que Kiper estaba sentado en una silla.
GRUMBACH: Con toda seguridad.
FISCAL: Asumiendo que en la plaza había una silla, ¿debemos suponer que había una mesa también?
GRUMBACH: Mesa… Un momento… mesa… No. Porque precisamente esta silla me pareció tan… Un momento… No, no había mesa allí. Sacaron la mesita después. Ahora lo recuerdo bien. Dos gendarmes sacaron la mesita de las oficinas del ayuntamiento.
FISCAL: (Aliviado). Vamos, por fin algo concreto. ¿Qué hora podía ser?
GRUMBACH: (Con tono de reproche). Señor fiscal…
FISCAL: Piénselo.
GRUMBACH: ¿La hora? Por Dios, no lo sé. Salí de casa a las seis y cuarto, eso lo sé. Pasé por la casa de mi tía en la calle Poprzeczna; esto me llevó diez minutos, luego seguí por la calle Miodna, luego Krótka, Okólna y Mickiewicz. En Mickiewicz me escondí unos minutos en el portal de una de las casas porque había oído disparos. Mi trayecto duró alrededor de media hora.
FISCAL: ¿Cuánto tiempo pasó desde su llegada a la plaza hasta el momento en que vio usted a los gendarmes sacando una mesita del ayuntamiento?
GRUMBACH: No mucho. Digamos media hora.
FISCAL: Es decir, que alrededor de las siete y cuarto los gendarmes sacaron a la plaza una mesa. Una mesita.
GRUMBACH: Así es. Ahora recuerdo que Kiper les indicó con la fusta dónde tenían que poner la mesita.
FISCAL: Marque en el plano que acaba de confeccionar el lugar donde los gendarmes depositaron la mesa. Con una cruz o un círculo. Gracias. (Satisfecho). Perfecto. Kiper está sentado en la silla, los gendarmes traen la mesa. El largo de la mesa: probablemente ochenta centímetros. ¿En qué dirección orientaron la mesa? Digamos, ¿en qué posición con referencia a Kiper sentado en la silla? ¿Delante de él? ¿A su lado?
GRUMBACH: No lo sé. No pude verlo.
FISCAL: Verlo, pudo haberlo visto, si vio cuando traían la mesa; quizá no se acuerde. ¿Se acordará de en qué lugar estaba sentado Kiper? ¿Detrás de la mesa? ¿Al lado? ¿Delante?
GRUMBACH: Por supuesto que detrás de la mesa. Se trae una mesa para que la persona que la está esperando se siente detrás. Se sentó detrás de la mesa. Normal.
FISCAL: ¿Solo?
GRUMBACH: Cómo fue al principio, no lo sé. No estaba mirando en esa dirección incesantemente. Pero después, y eso lo sé, ya estaban todos presentes: Kiper, Hamke, Bondtke, Rossel, Kuntz y Wittelman.
FISCAL: (Lentamente). Kiper, Hamke, Bondtke, Rossel, Kuntz y Wittelman. En su declaración de hace un año no mencionó usted ni a Rossel ni a Wittelman.
GRUMBACH: Puede ser que me hubiese olvidado de ellos. Ahora recuerdo que también estuvieron allí.
FISCAL: ¿Estaban todos sentados detrás de la mesa?
GRUMBACH: No, no todos. Algunos estaban de pie, al lado.
FISCAL: ¿Quién estaba sentado?
GRUMBACH: Yo vi sentados a Kiper, Hamke, Bondtke y Kuntz. Los otros se quedaron de pie. Eran más de una decena: no recuerdo los nombres.
FISCAL: ¿Cómo estaban sentados, uno junto al otro?
GRUMBACH: Sí.
FISCAL: ¿Pueden sentarse cuatro hombres adultos, uno junto al otro, a una mesa de ochenta centímetros de largo?
GRUMBACH: No lo sé. Quizá la mesa fuese más larga, quizá no fuese suficiente para todos. En cualquier caso sé que estaban sentados en una sola fila.
FISCAL: ¿Quién leía los nombres de la lista?
GRUMBACH: Hamke o Bondtke.
FISCAL: ¿Cómo se hizo?
GRUMBACH: La gente se acercaba a la mesa, sacaba sus Arbeitskartas[42].
FISCAL: ¿Era Kiper quien realizaba la selección?
GRUMBACH: Sí, con toda seguridad.
FISCAL: ¿Durante toda la operación de lectura de los nombres, Kiper no se movió de su sitio? ¿No se levantó de la mesa?
GRUMBACH: No lo sé. Quizá se levantase. No le estuve mirando sin cesar. Duró mucho. Y además… ¿qué importancia tiene?
FISCAL: Siento molestarle con detalles aparentemente sin importancia. Es decir, que es posible que Kiper se hubiese levantado y alejado de la mesa, y que eventualmente abandonase la plaza.
GRUMBACH: No puedo darle una respuesta concreta. No estuve mirando todo el tiempo a Kiper. Puede ser que se hubiese levantado de la mesa. No se puede descartar. Sin embargo, era él quien mandaba en la plaza del mercado. Él y nadie más. Y fue él quien mató a la madre con el niño.
FISCAL: ¿Lo vio con sus propios ojos?
GRUMBACH: Sí.
FISCAL: Describa, por favor, ese incidente.
GRUMBACH: La mujer no era de nuestra ciudad, así que no sé ni su nombre ni su apellido. Era joven, trabajaba en la fábrica de ladrillos. Tenía una niña de diez años, se llamaba Mala. Recuerdo el nombre de la niña, era una niña muy mona. Cuando leyeron el nombre de la mujer se acercó a la mesa con su hija cogida de la mano. Kiper le devolvió la Arbeitskarta y la mandó a la derecha, pero a la niña le ordenó ir a la izquierda. La madre empezó a implorar para que la dejara con ella: se negó. Entonces ella dejó su Arbeitskarta sobre la mesa y se fue con la niña a la izquierda. Kiper la llamó y preguntó si sabía qué consecuencias traía el no cumplimiento de la orden, y primero disparó a la niña y luego a la madre.
FISCAL: ¿Vio usted el momento del disparo?
GRUMBACH: Vi a la mujer cuando se acercaba con la niña a la mesa. Vi cómo estaban de pie delante de Kiper. Un momento después oí dos disparos.
FISCAL: ¿Dónde estaba en ese momento? Por favor, indíquelo en el plano. Con una cruz o un círculo. Gracias. Estaba usted cerca de la farmacia. ¿Cuánta distancia podía haber entre la mesa y la farmacia?
GRUMBACH: Treinta metros, a lo mejor cincuenta…
FISCAL: En tal caso, no pudo haber oído la conversación entre la madre y Kiper.
GRUMBACH: Es cierto. No oía lo que estaban diciendo, pero veía que la madre estaba intercambiando algunas frases con Kiper. Era perfectamente claro que estaban hablando. La situación estaba completamente clara. Cualquiera podía comprender sin palabras lo que pedía la madre. Vi después cómo la madre depositó su Arbeitskarta sobre la mesa y se dirigió con la niña a la izquierda. Oí cómo Kiper las llamó. Se dieron la vuelta.
FISCAL: Volvieron y se detuvieron delante de la mesa, ¿sí?
GRUMBACH: Así es.
FISCAL: Eso quiere decir que tapaban a aquellos sentados detrás de la mesa, o al menos a algunos de los que estaban sentados detrás de la mesa.
GRUMBACH: Es posible. No me acuerdo muy bien de eso. En cualquier caso, vi cómo se acercaron otra vez a la mesa, un momento después hubo dos disparos, las vi caídas en el suelo. La gente que estaba cerca oyó claramente que Kiper preguntaba si conocía las consecuencias del no cumplimiento de una orden.
FISCAL: En aquel momento, ¿Kiper estaba sentado o de pie?
GRUMBACH: No me acuerdo…
FISCAL: Así que usted no le vio en el momento de los disparos. ¿Vio un arma en su mano? ¿Qué tipo de arma era? ¿Una pistola? ¿Una metralleta?
GRUMBACH: Disparó con una pistola. Eran disparos de pistola.
FISCAL: ¿Vio la pistola en la mano de Kiper?
GRUMBACH: No. Quizá la madre y la hija lo tapaban con sus cuerpos, o quizá yo estuviese mirando a las víctimas y no al asesino. No lo sé. Pero vi algo que, además de otros indicios, confirma que disparó Kiper, y no otro.
FISCAL: ¿Qué ocurrió entonces?
GRUMBACH:… Entonces, inmediatamente después de los disparos, cuando la madre y la hija yacían en el suelo, vi con mis propios ojos cómo Kiper se frotaba las manos, como si quisiese limpiarlas de la suciedad, las sacudió con un gesto de repulsión. Jamás olvidaré ese gesto.
FISCAL: (Resumiendo). De modo que usted, señor Grumbach, vio a Kiper sentado detrás de la mesa en compañía de Hamke, Bondtke, Rossel y Kuntz. Seguidamente, vio a Kiper haciendo selección y a Kiper sacudiéndose las manos justo después de los disparos que habían terminado con la vida de la madre y la hija. En cambio, no vio arma en la mano de Kiper ni el momento del disparo. ¿Es así?
GRUMBACH: Sea como fuere, afirmo con total convicción que el asesino de la madre y la hija es Kiper.
FISCAL: ¿Estaba Kiper sentado detrás de la mesa cuando leyeron su apellido?
GRUMBACH: (Dudando). Fui uno de los últimos en ser llamado. Mi Arbeitskarta la recogió, y luego devolvió, Bondtke. No recuerdo si Kiper estaba presente. Yo estaba medio muerto en aquel momento.
FISCAL: Por supuesto. ¿Qué hora podía ser cuando pronunciaron su nombre?
GRUMBACH: ¿Hora? Por Dios… no lo sé… Fue ya después del mediodía.
FISCAL: ¿Fue testigo de otros asesinatos cometidos ese día?
GRUMBACH: El número de fusilados en la ciudad ascendía a cuatrocientas personas. El grupo de no trabajadores fusilados en el cementerio, a ochocientos.
FISCAL: ¿Vio usted que alguno de los funcionarios de la Gestapo matase a alguien de un disparo?
GRUMBACH: No.
FISCAL: ¿Estuvo en el grupo encargado de enterrar a las víctimas en el cementerio?
GRUMBACH: No.
FISCAL: ¿Quiere añadir algo más con referencia a aquel día?
GRUMBACH: Sí.
FISCAL: Por favor.
GRUMBACH: Era un día soleado y frío. Había nieve en las calles. La nieve estaba roja.
II
MUJER I: Era domingo. Lo recuerdo con exactitud. Cuando iba hacia la plaza tañían las campanas de la iglesia. Era domingo. El domingo negro.
FISCAL: ¿Así llamaban después a aquel día?
MUJER I: Sí.
FISCAL: Algunos de los testigos afirman que el nombre era «domingo sangriento».
MUJER I: (Secamente). El nombre no tiene importancia, creo. Sangriento lo fue, sin duda, sin sombra de duda. Después decían: cuatrocientos muertos sólo en la ciudad… Las calles estaban cubiertas de nieve dura, aplastada: estaba roja de sangre. El peor de todos era Kiper…
FISCAL: Vaya despacio. Presente por orden los acontecimientos que ocurrieron en la plaza.
MUJER I: A las seis nos ordenaron salir de las casas y dirigirnos a la plaza del mercado. Primero decidí no ir y corrí al desván. Allí había una ventanita: miré por ella. Vi cómo, por las calles Różana, Kwiatowa, Piękna y Mickiewicz, la gente caminaba en dirección a la plaza. Mientras estaba mirando por la ventanilla, de repente vi a dos SS saliendo de la casa vecina. Habían permanecido en ella un momento, luego salieron. Sacaron a rastras al matrimonio de ancianos Weintal. La señora Weintal estaba llorando. Lo veía perfectamente. Era gente muy mayor. Tenían una papelería. Aquellos dos SS les ordenaron ponerse de cara a la pared de la casa, y a continuación les dispararon.
FISCAL: ¿Sabe usted cómo se llamaban aquellos dos SS?
MUJER I: No. Uno era flaco y alto. Tenía una cara horrible. Quizá le reconociera en una foto. Una cara así no se olvida. Pero eran SS locales, porque aquel día no había en la ciudad ninguno de fuera. Era su obra, de los locales. Cuatrocientos asesinados en la calle, otros tantos en el cementerio.
FISCAL: Despacio. De modo que usted vio cómo los dos SS sacaron al matrimonio Weintal y lo pusieron contra la pared. Usted vivía en la calle Kwiatowa. ¿Aquella casa estaba situada también en la misma calle Kwiatowa?
MUJER I: Yo vivía en la calle Kwiatowa número 1, la casa de la esquina. Los Weintal vivían en una casa situada en la calle Różana.
FISCAL: ¿Qué número?
MUJER I: Eso no lo sé, no me acuerdo.
FISCAL: ¿Vio usted cuál de los SS les disparó? ¿El alto o el otro?
MUJER I: Eso no lo pude ver porque cuando les ordenaron ponerse de cara a la pared ya supe qué iba a pasar y no pude mirarlo. También tenía miedo. Me aparté de la ventanilla. Tenía mucho miedo.
FISCAL: ¿Vio después al matrimonio Weintal en el suelo, muertos?
MUJER I: Les dispararon desde dos metros de distancia, supongo que sabían disparar.
FISCAL: ¿Vio después los cuerpos de esta gente?
MUJER I: No. Bajé corriendo desde el desván porque temí, y con razón, que buscaran por las casas a quienes se hubiesen escondido, pero no salí a la calle sino, por la salida trasera, al jardín y, de allí, dando un rodeo, llegué a la plaza del mercado.
FISCAL: ¿Reconocería a aquellos dos SS en las fotos?
MUJER I: Puede que sí. A ese alto y flaco creo que sí. Una cara así no se olvida…
FISCAL: Mire este álbum. Contiene fotos de funcionarios de la Gestapo en su ciudad, pero también fotos de personas que nunca habían estado allí.
MUJER I: (Hojea, y un momento más tarde). Aquí, ése…
FISCAL: ¿Es uno de aquellos que vio por la ventanilla?
MUJER I: No, éste es ese terrible asesino… Es Kiper. Sí, a éste lo recuerdo, es él, con toda seguridad.
FISCAL: Vea todas las fotos.
MUJER I: (Hojea. Añade). No, no encuentro esa cara. Lo siento.
FISCAL: Dijo usted «terrible asesino». ¿Fue testigo del asesinato cometido por Kiper?
MUJER I: (Se ríe). ¿Testigo? Bromea. Los testigos de sus asesinatos están muertos.
FISCAL: Sin embargo, hay quien le vio disparar.
MUJER I: Yo también. Por ejemplo, en la plaza. Disparando a la multitud, así de simple.
FISCAL: ¿Sabe usted a quién mató entonces?
MUJER I: No lo sé. Éramos más de mil personas en la plaza. Pero le vi: corría como enajenado y disparaba. Él y también los otros. Por ejemplo, Bendtke.
FISCAL: ¿Cuándo fue?
MUJER I: Por la mañana. Antes de la selección. Y posiblemente durante la selección también. No me acuerdo. Sé que disparaban a la multitud, sin más.
FISCAL: ¿Quién leía los nombres de la lista?
MUJER I: Uno de los SS. No sé cómo se llamaba.
FISCAL: ¿Cómo se realizó la operación?
MUJER I: Simplemente leían los nombres y la gente iba a la derecha o a la izquierda. A la izquierda significaba la muerte.
FISCAL: ¿Quién hizo la selección?
MUJER I: Estaban todos ellos: Kiper, Bendtke, Hamm, Rossel…
FISCAL: ¿Cuál de ellos revisaba las Arbeitskartas?
MUJER I: No me acuerdo.
FISCAL: ¿Quién le ordenó ir a la derecha? ¿Kiper? ¿Bendtke? ¿Hamm? ¿Rossel?
MUJER I: No me acuerdo. En un momento así… ya sabe… En un momento así, cuando no se sabe… si cara o cruz… No miraba sus caras. Todos tenían la misma cara para mí. ¡Todos! ¿Qué más da si Kiper o Bendtke, si Hamm o Rossel? ¡Estaban todos allí! Eran diez, o quizá hasta quince asesinos. Estaban de pie formando un círculo, con las metralletas colgadas del cuello. ¿Qué más da cuál de ellos? ¡Todos daban órdenes, todos disparaban! ¡Todos!
FISCAL: Por favor, tranquilícese. Siento muchísimo tener que molestarla con tantas preguntas detalladas. Pero ¿sabe usted? Tan sólo podemos condenar a aquel de quien probemos el crimen. Usted dice: todos los de la Gestapo local. Pero pudo haber ocurrido que uno hubiera estado de vacaciones precisamente aquel día, o, digamos, que tuviera guardia en la Dienststelle[43]. Y que no disparara.
MUJER I: Todos disparaban. Si no aquel día, otros. Durante la segunda o la tercera Aktion, durante la liquidación…
FISCAL: La ley exige pruebas. Y yo, en calidad de fiscal, se las solicito. Le pido los nombres de los asesinos, los de las víctimas, las circunstancias de los asesinatos cometidos. De lo contrario, estaré impotente.
MUJER I: (En voz baja, aterrada). Dios mío…
FISCAL: ¿Perdón?
MUJER I: Nada, nada.
FISCAL: Piense, por favor, cuál de ellos dirigía la selección en la plaza.
MUJER I: Todos participaron en la selección. Kiper, Bendtke, Hamm, Rossel. Formaban un semicírculo…
FISCAL: ¿De pie? ¿Todos de pie? ¿O quizá alguno estaba sentado?
MUJER I: No señor, estaban de pie. Además, ¿es eso importante?
FISCAL: Muy importante. ¿Recuerda que en la plaza había una mesa con algunos gestapos sentados detrás? Los demás estaban de pie junto a la mesa.
MUJER I: ¡¿Mesa?! No la recuerdo. No había ninguna mesa allí.
III
ZACHWACKI: He aquí el plano. La plaza del mercado tenía forma de trapecio. En su parte superior estaban las oficinas del ayuntamiento, un bello edificio antiguo, fundado por un magnate polaco en el siglo XVIII. El orgullo de la ciudad. La plaza era inclinada, descendía hacia la verdadera plaza del mercado, donde se hallaban las tiendas. Parecía que el edificio del ayuntamiento reinaba sobre la ciudad. A la izquierda, restos de muralla defensiva; es allí donde estaban todos aquellos despojados de su tarjeta de trabajo, eventualmente aquellos que no la tenían. Fíjense, las calles se expanden en forma de estrella. Aquí la Różana, aquí Sienkiewicz, después Piękna, después Male Targi, después Nadrzeczna —aunque no había río en la ciudad, puede ser que en el pasado por allí hubiera fluido alguno— y Zamkowa. Todas las calles que he marcado pertenecieron después al gueto, con la excepción de Piękna. Detrás de la calle Male Targi se hallaba el cementerio. Así fue. Allí los fusilaron. La calle Nadrzeczna, que lindaba con el cementerio, era en realidad una calle habitada por la población polaca, no obstante, fue anexionada al gueto, y precisamente por el cementerio. Porque el cementerio desempeñaba un papel de importancia en nuestras vidas de entonces. Entre Różana y Sienkiewicz se encontraban los comercios. Primero la farmacia de Weidl, a quien mataron en el campo, después la ferretería de Rosenzweig, asesinado de un tiro durante la segunda Aktion. Después el almacén de telas de Kreitz, el restaurante y hotel de los Hauber —eran los más ricos de la ciudad y su hija vivía en Canadá—, Różana y otras dos tiendas coloniales, una pegada a la otra: Blumental y Hochwald. Toda su vida compitieron entre ellos y ahora descansan en la misma tumba. Así es, señor fiscal… Puedo dibujarle cada piedra, describir a cada persona… ¿Sabe cuántos quedamos con vida?
FISCAL: Cuarenta.
ZACHWACKI: ¿Cómo lo sabe?
FISCAL: Son mis testigos.
ZACHWACKI: ¿Los encontró a todos? ¿Los interrogó a todos?
FISCAL: A casi todos, pero todavía no a todos. Y no interrogaré a todos. Algunos de los testigos viven en los EE UU; éstos serán interrogados por las autoridades consulares y, llegado el caso, serán llamados al juicio. Dos viven en Australia, uno en Venezuela. Quisiera pedirle detalles sobre la selección durante la primera Aktion. ¿Se acuerda de cuándo fue?
ZACHWACKI: Por supuesto. Fue un domingo, en diciembre, a finales del mes. Era un día soleado y gélido. La naturaleza, señor fiscal, también estaba en contra de nosotros. Se burlaba de nosotros. Sí, así es. Si hubiera habido lluvia, o viento fuerte, quizá no hubieran estado disparando de la mañana a la noche. Ya estaba oscureciendo cuando llevaron a aquéllos al cementerio. Ah… Usted pide pruebas… La nieve en las calles de la ciudad estaba roja. ¡Roja! ¿No le basta con eso?
FISCAL: Lamentablemente, señor Zachwacki, la nieve no es prueba para los jueces, sobre todo una nieve que se derritió hace veinticinco años.
ZACHWACKI: La nieve estaba roja… El domingo sangriento… Cuatrocientos cincuenta cadáveres en las calles. ¿¡No es una prueba!? Vaya allí, ordene abrir las fosas comunes…
FISCAL: Estoy hablando de la selección. ¿Quién la hacía?
ZACHWACKI: Kiper… Criminal, asesino. Era el peor. No soy capaz de mantenerme tranquilo… No… Permítame que encienda un cigarrillo… Son asuntos… Tengo sesenta años, la tensión alta… Ese criminal.
FISCAL: ¿Cómo sabe que era Kiper quien hacía la selección?
ZACHWACKI: ¿Cómo? Yo mismo le entregué mi Arbeitskarta. Me miró de reojo y chilló: Rechts! Me mandó a la derecha, lo que quería decir que estaba salvado. Salvado hasta la próxima.
FISCAL: Describa, por favor, esta escena con más detalle.
ZACHWACKI: Estaba lejos de él, ya que cualquiera de nosotros procuraba estar lo más lejos posible de él, como si eso pudiera servir de ayuda. Yo estaba junto al hotel de los Hauber. Era la una de la tarde. La campana de la iglesia sonó una vez: ¡dong!, y como en la plaza reinaba el silencio, las campanas se oían nítidamente, aunque la iglesia se halla en otra parte de la ciudad, junto a Wały Książece. Llevaban ya una hora leyendo nombres. De repente oigo: ¡Zachwacki!
FISCAL: ¿Quién pronunció su nombre?
ZACHWACKI: Uno de los gestapos, pero no sé cuál de ellos.
FISCAL: ¿No vio quién sujetaba la lista en las manos?
ZACHWACKI: Señor fiscal, me exige demasiado. Hubo lista porque de ella leían los nombres, pero no la vi. Si uno viera una escena como ésa en el teatro quizá podría describirla con todo detalle. Eso, aquello, lo otro. ¿Pero cuando la tragedia ocurre en la vida? ¿Tengo que mirar una lista cuando mi vida pende de un hilo? Estaba allí, de pie, con mi mujer. Ella tenía la Arbeitskarta de la serrería, era un buen sitio; yo de la cementera. Tampoco malo. Cuando pronunciaron mi nombre, mi mujer me agarró de la mano: «¡No nos separemos!», gritó. A nuestro lado estaba el doctor Gluck, un buen médico, ya viejo. Le dijo a mi mujer: «Señora Zachwacka, tranquilícese, su marido tiene una buena Arbeitskarta, relájese…». Y ella repetía lo suyo: «No quiero separarme», dijo, «porque ya no nos veremos más», dijo, «tengo miedo…». Tuve que arrancarme de sus manos, literalmente, me agarraba con tanta fuerza… Lo que es el instinto, la intuición. Ya no volví a verla. A todas las mujeres que trabajaban en la serrería las mandaron a la izquierda… (Carraspea).
FISCAL: (Tras un breve silencio). ¿Qué pasó después?
ZACHWACKI: Salí apresuradamente de la multitud. Entre nosotros y ellos había un espacio, unos treinta metros, y había que atravesar la plaza vacía. Primero, lo recuerdo, me propinaron una patada; me encogí y corrí para llegar cuanto antes a la puerta de la oficina del ayuntamiento. Cuando saqué mi Arbeitskarta, la mano me temblaba como la hoja de un chopo temblón, aunque no soy cobarde. ¡Eso no!
FISCAL: ¿A quién le dio su Arbeitskarta?
ZACHWACKI: Ya se lo he dicho: a Kiper. La abrió, la leyó, me la devolvió y chilló: Rechts! Yo era joven, grande y fuerte. Me concedió la condicional.
FISCAL: ¿En el momento de entregar la Arbeitskarta Kiper estaba sentado o de pie?
ZACHWACKI: De pie, con las piernas muy separadas, la metralleta en el pecho, la cara abotargada, roja…
FISCAL: ¿Y el resto de ellos?
ZACHWACKI: No les veía. No recuerdo si alguno de ellos estaba cerca de Kiper.
FISCAL: ¿Veía la mesa?
ZACHWACKI: Por supuesto que sí. Pero la mesa estaba un poco más lejos, a la derecha, como apartada de todo aquello que estaba ocurriendo allí.
FISCAL: ¿Una mesa pequeña?
ZACHWACKI: Todo lo contrario. Era una gran mesa alargada de madera de roble, como las que podemos encontrar, digamos, en los monasterios. Es muy posible que fuese una de las antiguas mesas que pertenecían al mobiliario del ayuntamiento.
FISCAL: Larga, dice usted. ¿Qué tamaño, más o menos, podría tener?
ZACHWACKI: Qué sé yo… dos, tres metros… Los de la Gestapo estaban sentados detrás de ella hombro con hombro, era un grupito bastante numeroso. Bendtke estaba sentado, Rossel estaba sentado: me acuerdo de esos dos. Y había por lo menos seis más.
FISCAL: ¿No se fijó en que también Kiper había estado sentado detrás de la mesa y el procedimiento de revisar las Arbeitskartas se desarrolló en la mesa?
ZACHWACKI: No me fijé. Cuando me llamaron a mí, Kiper estaba de pie, a unos metros de distancia de la mesa.
FISCAL: ¿Quién, según usted, dirigía la operación?
ZACHWACKI: Kuntze. Era de mayor rango.
FISCAL: ¿Le vio en la plaza? ¿Dónde?
ZACHWACKI: No recuerdo si vi a Kuntze. Probablemente estaba sentado detrás de la mesa. Pero yo recuerdo sólo a Bendtke y Rossel.
FISCAL: Cuando llegó usted a la plaza ¿la mesa ya estaba allí?
ZACHWACKI: Sí.
FISCAL: ¿Quién estaba sentado detrás?
ZACHWACKI: Nadie.
FISCAL: Algunos afirman que Kiper estaba sentado en una silla incluso antes de que hubiesen traído la mesa, y que después estaba sentado detrás de la mesa en el sitio central. Recogía las Arbeitskartas sentado.
ZACHWACKI: Es posible. Todo es posible. Cuando me llamaron, Kiper estaba de pie.
FISCAL: Señor Zachwacki, ¿recuerda usted el incidente con la madre e hija muertas de un disparo en la plaza?
ZACHWACKI: Afirmativo. Eran Rosa Rubinstein y su hijita Mala. Procedían de otra ciudad, se instalaron en la nuestra ya después del estallido de la guerra. Las conocía.
FISCAL: ¿Quién las mató y en qué circunstancias?
ZACHWACKI: Yo estaba ya en el grupo de los que iban a trabajar, por el lado derecho de la plaza, al lado del pozo.
FISCAL: Marque el sitio en el plano, por favor. Con una cruz o un circulito. Gracias. En este punto estaba el pozo, dice usted. Hasta ahora nadie ha mencionado ese pozo…
ZACHWACKI: Era un viejo pozo, de madera, con una cerca también de madera. Alrededor, en semicírculo, crecían los árboles. De repente oí un disparo, los que estaban más cerca dijeron que acababan de matar a Rosa Rubinstein y a su hijita. Al parecer, las mandaron a las dos al lado izquierdo, pero fueron al derecho. Decían que Kiper corrió detrás de ellas y disparó.
FISCAL: Usted se expresó: oí un disparo. ¿Oyó un único disparo?
ZACHWACKI: Eso dije. Pero si era un disparo, o dos, o tres, me cuesta afirmarlo. Seguro que disparó al menos dos veces…
FISCAL: ¿Vio usted con sus propios ojos el momento del disparo?
ZACHWACKI: No. Vi los cuerpos en el suelo. Yacían una junto a otra. Después el Ordnungsdienst se las llevó. Quedó una mancha roja en la nieve.
FISCAL: ¿Usted perteneció al grupo que después ayudaba a enterrar a las víctimas?
ZACHWACKI: Así es. Hubo tantas víctimas que el Ordnungsdienst tuvo que coger a veinte hombres para ayudar. Cuatrocientas cincuenta personas de la ciudad fueron asesinadas durante los registros de casas y en la plaza. A ochocientas cuarenta las fusilaron en el cementerio. Entre ellos, a mi mujer, señor fiscal…
FISCAL: (Pasado un momento). Pero ¿no vio usted con sus propios ojos ningún asesinato? ¿Puede decir: vi con mis propios ojos cuando éste mató a tal?
ZACHWACKI: Vi mil trescientas víctimas. La fosa tenía treinta metros de largo, tres de alto, cinco de profundidad.
IV
MUJER II: No, no estuve en la plaza. Porque yo trabajaba como limpiadora en la Gestapo, y cuando todos se dirigían a la plaza, mi madre me dijo: «Inténtalo, quizá te dejen quedarte en el trabajo». Cogí el cubo, el trapo y el cepillo y me despedí de mis padres en la esquina de las calles Mickiewicz y Różana. Nosotros vivíamos en la de Mickiewicz. Mis padres siguieron su camino, yo doblé en Różana, di unos pasos cuando, de repente, vi a Rossel y Hamke delante. Me asusté, de un salto me metí en el primer portal, ellos pasaron sin haberme visto. Después los vi entrar en la casa número 13. Yo seguí.
FISCAL: ¿Quién vivía en esa casa?
MUJER II: No lo sé; era muy joven, tenía trece años, aunque había dicho tener dieciséis para que me cogieran para el trabajo. Era una suerte. Entonces la Gestapo andaba por las casas buscando a quienes no habían salido a la plaza, y cuando encontraban a alguien disparaban en casa, o en la calle…
FISCAL: ¿En la casa del 13 vivía la familia Weintal?
MUJER II: ¿Weintal? No, no he oído hablar de los Weintal. Me pasé todo el día en la Gestapo, es decir, escondida: conocía el edificio y sabía dónde podía esconderme. Se puede decir que tuve suerte.
FISCAL: ¿Qué gestapos estaban ese día en el edificio?
MUJER II: Eso no lo sé. Me escondí en el trastero junto a la escalera que conducía al sótano, al final del pasillo, donde estaba la puerta de salida al patio. Una vez me pareció oír la voz de Wittelman, creo que estaba hablando con alguien por teléfono y gritaba muchísimo.
FISCAL: ¿En el periodo de su trabajo en la Gestapo fue testigo de ejecuciones?
MUJER II: Sabía que las había y sabía dónde. Pero nunca vi cómo fusilaban: tenía miedo y, en cuanto traían a alguien, me escondía, me quitaba de su vista; tenía miedo de que me fusilaran a mí también. Los mataban junto a la cerca.
FISCAL: ¿Qué cerca?
MUJER II: Detrás del edificio había un patio rodeado de una cerca, y detrás de la cerca había un foso. Allí les disparaban, y luego venía el Ordnungsdienst y se llevaba los cuerpos de los asesinados. Sólo una vez vi cómo se llevaban al médico muerto. Se llamaba Gluck. Pero eso fue después de la primera Aktion, en primavera. En otra ocasión vi a un grupo de gestapos saliendo al patio e inmediatamente después oí una serie de metralletas.
FISCAL: ¿A quién vio entonces?
MUJER II: Eran Bondtke, Rossel, Hamke y Wittelman.
FISCAL: ¿Todos juntos?
MUJER II: Sí, todos juntos. Yo estaba entonces fregando la escalera que conducía al sótano.
FISCAL: ¿La serie de disparos que oyó procedía de una sola metralleta o de varias?
MUJER II: Eso no lo sé. No pensé en ello. No supuse que alguien algún día me lo preguntaría. Puede ser que disparase uno, puede ser que dos… Puede ser que se turnasen… qué sé yo…
FISCAL: ¿Cuándo fue?
MUJER II: Fue antes de la primera operación, en otoño, creo…
FISCAL: ¿Sabe a cuántas personas fusilaron entonces? ¿Conoce los nombres de ellos?
MUJER II: No lo sé. No vi cómo se llevaban sus cuerpos, sólo una, o dos veces, por casualidad, llegué a ver cómo se llevaban a los muertos… No sé a quién mataron entonces…
FISCAL: ¿Y no le sucedió nunca ver a un gestapo disparando?
MUJER II: No. Trabajé allí solamente hasta la segunda Aktion, no aguanté más, preferí ir al campo… Los días normales eran buenos conmigo, no me hacían daño. Una vez Bondtke me dio cigarrillos. El más educado era Kiper. Era un hombre inteligente, igual que Kuntze. Porque el resto, para nada. Kiper tenía muchos libros en la habitación. Exigía flores frescas en el florero cada día. Una vez no traje flores: me gritó. Una vez rompió el florero y sólo porque las flores estaban marchitas. Sobre el escritorio de su cuarto había una foto de una elegante mujer con un perro. Pero el que tenía perro era Hamke. Yo preparaba la comida para ese perro. Se llamaba Roosevelt. Un perro lobo, adiestrado. Despedazó al niño del boticario Weidl. Oí cómo se jactaba Hamke: Roosevelt hat ein Jüdlein zum Frühstück bekommen[44]. Se lo dijo a Kiper. Kiper hizo una mueca de disgusto. Kiper no soportaba a Hamke y se peleaba con Bondtke. En general, se mantenía apartado. No bebía. Aquel domingo volvió el primero…
FISCAL: ¿Cómo sabe que era Kiper? ¿Le vio?
MUJER II: Oí su voz.
FISCAL: ¿Con quién hablaba?
MUJER II: Se hablaba a sí mismo. Parecía como si recitara un poema. Al menos sonaba así. Después se dirigió a su cuarto y se puso a tocar el violín. Se me olvidó decir que era músico de profesión. Bondtke se reía de él y le llamaba Gestapogeiger[45]. No entiendo de música, pero me parecía que tocaba muy bien. Le oí algunas veces. Siempre lo mismo. No sé qué melodía era, no entiendo de música.
FISCAL: ¿Lo vio aquel día?
MUJER II: No, sólo oí cómo tocaba.
FISCAL: ¿Qué hora era?
MUJER II: No sé. Estaba anocheciendo.
FISCAL: ¿En el edificio de la Gestapo se oían disparos procedentes del cementerio?
MUJER II: No sé. Quizá no. El cementerio está en la calle Male Targi y la Gestapo en la plaza de Święty Jerzy. Lejos. Pero en silencio, en aire puro…
FISCAL: Cuando Kiper volvió, ¿oía usted disparos?
MUJER II: No se lo puedo decir. Porque me ocurrió que aquel domingo, y también algunos días después, oía disparos sin parar y mis padres pensaban que me había vuelto loca. Decía sin cesar: «¿Oís? Están disparando…», y corría a esconderme. Mamá me llevó a Gluck, que me dio unos polvos, pero no surtieron efecto. Sólo pasada una semana dejé de oír disparos. Eran nervios.
FISCAL: ¿Cuándo volvieron los otros gestapos?
MUJER II: Eso no lo sé. Cuando oscureció salí a hurtadillas por el patio y volví a casa. La ciudad estaba vacía como si no quedara nadie vivo en ella. Me sorprendió que la nieve estuviese negra. Era sangre. Donde más sangre había era en las calles Sienkiewicz, Piękna y Różana. En la plaza del mercado tampoco encontré a nadie. Estaba vacía. En medio de la plaza había una pequeña mesa rota, patas arriba, tirada.