Capítulo 28

 

Royal Infirmary Hospital, Edimburgo. Dos días después

 
¡Mi hija!, ¿dónde está mi hija? – Regina llegaba en un alto estado de alteración acompañada de Clara.

Una enfermera se acercó a ella al verla así, pero no comprendía nada de lo que decía.

Pregunta por su nieta, Marta Santiago – tradujo Clara a la enfermera en un perfecto inglés – ella es su única pariente cercana, dijo mirando a Alec con pena que llevaba allí desde que ingresó, pero sin poder acercarse a ella.

La enfermera le dijo que debía hablar con el cirujano que la estaba tratando, y que él le explicaría la situación en su despacho.

En la caída, Marta había sufrido un fuerte traumatismo en la cabeza provocándole un coágulo que si no se disolvía por sí solo, habría que operarla, pero ese mismo proceso la había inducido al coma. Con lo cual, había que esperar.

Regina tuvo un ataque de ansiedad al saberlo. No podía creer que la historia se volviese a repetir. No podía ser que ahora fuese su nieta la que se fuese antes que ella.

Mi niña, mi hija. ¡Noooo! – se llevó las manos a la cara con desesperación mientras las lágrimas brotaban sin control.

Las enfermeras le administraron un calmante, y cuando reaccionó, le acompañaron de nuevo a la sala de espera.

Una vez se sentó en la sala, miró a su alrededor y vio, como personas que no conocía, la miraban apenados. Allí se encontraban, Dan, Henar, Declan, un compungido Alec y hasta el mismísimo Héctor. Ella les devolvió una mirada de desprecio.

¿Quién es el desgraciado que le ha hecho esto? – preguntó mirando al suelo.

Alec que la escuchó, se acercó a ella para explicarle cómo había sucedido todo y en qué situación estaban las cosas. Regina, al ver que se acercaba levantó la cabeza para mirarle. Pero según se aproximaba a ella, reconoció el rostro de un hombre que había visto años atrás.

¿Tú? ¿Tú, otra vez? – le dijo apuntándole con el dedo acusador — ¿Tú qué hacías con mi nieta, depravado?

Al sentirse descubierto, Alec intentó calmarla para poder explicarse.

Señora, yo…

Regina volvió a mirar a su alrededor y entró en cólera.

Vosotros, panda de depravados, ¿qué le habéis hecho a mi hija? ¡Malditos seáis todos! Me robasteis a mi Teresa y ahora queréis robarme a mi nieta. ¡Fuera todos de aquí, malditos! – la ira de Teresa se escuchó por toda la unidad de cuidados intensivos, de tal forma, que los servicios de seguridad del hospital se acercaron alarmados.
¿Qué sucede aquí?

Alec intervino para intentar calmar los ánimos, unos que ni el mismo tenía.

Nada agente, que la señora está muy preocupada por su nieta y se siente impotente – dijo mirando a Clara para que intentase silenciar a Regina.
No sé qué estarás diciéndole a ese policía, desgraciado, pero te quiero lejos de mi niña inmediatamente.

Él se quedó mirando a Regina y aspiró aire para soltar su respuesta.

No puedo hacer eso, señora.
¿No crees que ya has causado bastante daño a esta familia?
Yo nunca le hice daño a Teresa, yo estuve con ella hasta el final cuando usted la dejó tirada.

Esas palabras le calaron duro a Regina porque en el fondo sabía que tenía razón.

Te quiero lejos de mi nieta – insistió Regina.
Le repito que no puedo hacer eso.
¿Por qué?
Porque la amo, y ni usted ni nadie va a impedir que yo esté aquí cuando despierte.

La confesión de Alec la tomó por sorpresa, se quedó sin palabras. Se acababa de dar cuenta que su nieta le había escondido una parte de su vida, y en parte entendía por qué, aunque de ningún modo lo aceptase.

Alec dio media vuelta y se sentó en una silla al lado de Declan. Miró hacia el techo y estiró el cuello. Estaba allí desde que ingresaron a Marta y el cansancio comenzaba a hacer mella en él.

Cuando Marta se despierte, te va a matar con sus propias manos por tratar así a su abuela – le reprendió Declan.
Cuando mi niña despierte, la voy a llevar lo más lejos que pueda de esa vieja loca – contestó Alec cerrando los ojos esperanzado de que eso se cumpliese.
No te callas ni debajo del agua, guapo – le recriminó Henar.
Si tú no quieres ser la próxima en recibir, te ruego que no digas nada.

Declan le miró mal y Alec se disculpó en silencio.

No hubo más intercambios de palabras entre Alec y Regina. No se soportaban el uno al otro, pero por Marta, toleraban su presencia mutua en el hospital.

Los días iban pasando y Marta no despertaba. Los médicos se agarraban a que el coágulo se disolviese con medicación y así ella despertara, pero no les daban demasiadas esperanzas.

Alec estuvo pegado a su habitación durante casi dos semanas, y pudo entrar a verla casi a escondidas de Regina, hasta que por fin le convencieron de que fuese a su casa a descansar. No lo hizo por ganas, fue casi forzado por Declan que amenazó con sacarle con seguridad si no lo hacía.

De vez en cuando, la policía aparecía por el hospital para informar de las últimas noticias sobre Alejandro, que había desaparecido aquella aciaga tarde y se encontraba en paradero desconocido y en búsqueda y captura.

Nadie se atrevía a nombrarla, pero la sombra de Charo, pululaba por allí inconscientemente. La policía ya la había interrogado, y ella alegaba que no tenía nada qué decir al respecto, que bastante cruz llevaba a cuesta con su condena.

Alec estaba desesperado, el dolor le estaba consumiendo poco a poco, y su aspecto era poco más o menos que el de un indigente que deambulaba por el hospital.

Llegó a su casa y empezó a recorrerla palmo a palmo, buscando restos del olor de ella para impregnarlos en su memoria. ¿Resignación? Tal vez. Ella seguía en coma y no daba señales de volver a despertar. Le atenazó el miedo y sintió cómo se le revolvía el estómago.

Su salón, la habitación, la cama dónde sintió su clímax en varias ocasiones. el pasillo. Sintió su olor al pasar por él. Lo aspiró de igual forma que cuando rozaba su piel. La quería grabar a fuego. Se detuvo en el baño y le vino a la mente la última noche que la tuvo en sus brazos, la mini ducha en la residencia, dónde la recordó de nuevo que era suya, aunque más que eso, sintió a Marta como una prolongación de él mismo.

Buscó su perfume en cada recuerdo. Tomó aire y caminó hacia el salón de nuevo, pero al entrar en él, se dio de frente con la guitarra acústica que tenía apoyada en la pared. No estaba seguro de lo que se le pasaba por la cabeza. Se acercó a ella y la cogió.

“Una idiotez”, pensó.

Pero tenía que hacerlo para, al menos despedirse de ella. O tal vez como el último resquicio de esperanza usando esa supuesta magia que todos decía que había entre ellos.

No lo pensó más, y con el paso ligero se dirigió al hospital. Estaba nervioso, titubeante, pero dejando a un lado la vergüenza a la que estaba dispuesto a exponerse por ella.

“Nena, si esto hace que te despiertes, valdrá la pena”

Entró por urgencias para llegar más rápido a cuidados intensivos, y en la sala de espera seguían tanto Henar, como Clara, Declan, y el pesado del tutor. Por supuesto Regina estaba al acecho.

Le vieron cómo entraba y pasaba de largo casi sin mirarles, por lo que sus amigos, salieron tras él. Regina se levantó de asiento y le fulminó con la mirada.

Alec, ¿qué haces? – le preguntó Declan extrañado al verle con una guitarra en la mano.

No respondió. Siguió su camino como si nadie se hubiese dirigido a él.

Alec, colega – insistió — ¿dónde vas con esa guitarra en la mano?

Alec se detuvo y le miró.

A estamparte con ella en la cabeza si lo vuelves a preguntar — dio media vuelta y continuó con su objetivo.

Al llegar a la puerta de la habitación de Marta, tomó el pomo y se giró de nuevo hacia su amigo.

Solo te voy a pedir una cosa— dijo devolviéndole la mirada de rencor a la abuela de Marta.
Lo que tú quieras amigo – le contestó Declan mirándole compasivo, dado que estaba entendiendo qué era lo que iba a hacer.
Que no nos moleste nadie, y menos la señora esa, mientras esté aquí con ella – Declan asintió con la cabeza, y Alec entró en la habitación cerrando la puerta a sus espaldas.

Declan y Henar se acercaron a la ventana que daba a la habitación y observaron a Alec mientras tomaba una silla y se sentaba al lado de Marta. Regina, en un silencio impropio en ella, hizo lo mismo.

Alec cogió el estuche de la guitarra y lo abrió. Miró el instrumento con una media sonrisa y volvió la cabeza hacia la cama donde yacía su hechicera dormida.

Más te vale que funcione, nena. Porque no pienso hacer el ridículo por ti ni una vez más – y sonrió pensando en las veces que lo repetiría por ella.

Tomó la guitarra entre sus manos y rozó las cuerdas con suavidad, haciéndola sonar.

No la tocaba desde aquella noche de borrachera, algo que le hubiese gustado enseñarle a ella.

“Lo haré cuando despiertes, preciosa”.

Empezó a tocar los acordes de una melodía que conocía muy bien y que tanto significaba para él. Paró un momento para carraspear e intentar afinar su ronca voz y empezó de nuevo.

Vacilante y lento sonaba “More than words” de Extreme en sus labios, y con cada estrofa, poco a poco se le iba rompiendo el corazón y las lágrimas amenazaron con escaparse.

Saying I love you 

Is not the word I want to hear from you 

It's not that I want you 

Not to say, but, if you only knew 

How easy, it would be to show me how you feel 

More than words, is all you have to do to make it real 

Then you wouldn't have to say, that you love me 

Cos I'd already know

Tragando con dificultad, intentaba entonar la canción que tanto significaba para él. El valor real de sus sentimientos, porque un te quiero para ellos siempre serían solo palabras, cuando en realidad, lo suyo era mágico, era más que amor.

Mientras, a través de la ventanilla de la habitación, todos, incluida una sorprendida Regina, observaban su dolor y comprendían perfectamente lo que estaba sucediendo ahí dentro. El ruido de la guitarra llenaba toda la planta al son de una melodía de amor, de toda una declaración de amor.

Nadie se atrevió a entrar a interrumpirle, incluso las enfermeras, que alertadas por el revuelo se acercaron, fueron capaces de romper el momento.

Acabó la canción y se levantó. Se acercó a la cama para decirle algo al oído a su niña.

Ni aun estando a mi lado, dejaré de pensarte, porque solo puedo respirar cuando pienso en ti. Quiero que desnudes todos mis miedos en mi cama, quiero despertarme a tu lado todas las mañanas de mi vida, así que por favor, despierta.

La dio un beso en la frente y otro en sus labios. Cogió de nuevo la guitarra y salió de la habitación sin mirar atrás. Salió del hospital y se subió en la moto y se largó de allí. Necesitaba pensar en todo lo que había sucedido y reflexionar.

Condujo varias horas su Harley sin ninguna dirección aparente, pero el destino quiso que volviera a Aberdeen, el lugar donde se supone que iba a empezar todo, pero que al final fue donde se masticó la tragedia.

Pidió permiso a los dueños del Ma Cameron´s para subir a la habitación que había compartido con ella.

Cogió una botella de su whisky favorito y acabó con ella en unas pocas horas. De madrugada, estaba tirado en la cama y con la mayor borrachera que jamás había tenido.

Hasta en esto me haces perder el control, nena. ¡Eres la hostia! – se rió amargamente de su propia ironía.

Sumergido en su propia desdicha y en los litros de alcohol que llevaba dentro, tardó en escuchar los pitidos de su teléfono móvil. Se arrastró como pudo hasta él y comprobó quién le llamaba. Cómo no, era Declan, que preocupado por su repentina desaparición, comenzó a buscarle.

Joder tío, ¡qué susto nos has dado!¡Has desaparecido de repente! ¿Dónde cojones estás? – le dijo colérico.
Shhhh, no hace falta que grites, vas..a despertarrrr a mi niña – contestó con las palabras aturulladas en la boca, propio de la cogorza que llevaba.
¿Estás borracho? ¿Tú?
No me molestes, tooodaviaaaa noooo he llegadooo al puuunto de la inconsciejnsdoa, de la inconsciencia, coño. Así que no lo estoy. Soloooo estooooy ordenando mis ideasssss.
¿Dónde estás, gilipollas, que paso a buscarte?
Jjjjodido estás, creo que llegueee ayer a Aberdeennnn – contestó con su lengua de trapo.
Pues ya estás haciendo un esquema de tus ideas. Espabila, date una ducha y vuelve. Han encontrado el cuerpo de Alejandro muerto en un hotel cerca de la cárcel de Charo. Parece ser que se ha suicidado.

A Alec se le bajó la borrachera de repente. Sacudió su cabeza cerrando los ojos porque no estaba seguro de lo que acababa de escuchar.

¿Cómo?
Lo que oyes. La policía quiere hablar contigo. Dejó una nota de suicidio grabada en el móvil. Y ha dicho la policía que te nombra. No han dicho más, solo que te presentes en la comisaría de Leonard´s Street lo antes posible.
Está bien, déjame darme una ducha, descansar un poco y voy para allá.
¿De verdad no necesitas que vaya a buscarte?
Dame unas horas, tengo que serenarme, pero no hace falta que vengas.
De acuerdo, amigo, pero ve con cuidado. No quiero teneros a los dos juntos en la misma planta de hospital.
Marta me necesita, no cometeré otra estupidez más.

Como era habitual en él, colgó el teléfono sin decir adiós. Sacudió de nuevo su cabeza y se fue a la ducha.

Quería ir volando a Edimburgo para averiguar qué demonios había sucedido con Alejandro, ¿suicidio? No entendía nada, pero lo averiguaría.


Pura magia
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