Capítulo 28
Royal Infirmary Hospital, Edimburgo. Dos días después
Una enfermera se acercó a ella al verla así, pero no comprendía nada de lo que decía.
La enfermera le dijo que debía hablar con el cirujano que la estaba tratando, y que él le explicaría la situación en su despacho.
En la caída, Marta había sufrido un fuerte traumatismo en la cabeza provocándole un coágulo que si no se disolvía por sí solo, habría que operarla, pero ese mismo proceso la había inducido al coma. Con lo cual, había que esperar.
Regina tuvo un ataque de ansiedad al saberlo. No podía creer que la historia se volviese a repetir. No podía ser que ahora fuese su nieta la que se fuese antes que ella.
Las enfermeras le administraron un calmante, y cuando reaccionó, le acompañaron de nuevo a la sala de espera.
Una vez se sentó en la sala, miró a su alrededor y vio, como personas que no conocía, la miraban apenados. Allí se encontraban, Dan, Henar, Declan, un compungido Alec y hasta el mismísimo Héctor. Ella les devolvió una mirada de desprecio.
Alec que la escuchó, se acercó a ella para explicarle cómo había sucedido todo y en qué situación estaban las cosas. Regina, al ver que se acercaba levantó la cabeza para mirarle. Pero según se aproximaba a ella, reconoció el rostro de un hombre que había visto años atrás.
Al sentirse descubierto, Alec intentó calmarla para poder explicarse.
Regina volvió a mirar a su alrededor y entró en cólera.
Alec intervino para intentar calmar los ánimos, unos que ni el mismo tenía.
Él se quedó mirando a Regina y aspiró aire para soltar su respuesta.
Esas palabras le calaron duro a Regina porque en el fondo sabía que tenía razón.
La confesión de Alec la tomó por sorpresa, se quedó sin palabras. Se acababa de dar cuenta que su nieta le había escondido una parte de su vida, y en parte entendía por qué, aunque de ningún modo lo aceptase.
Alec dio media vuelta y se sentó en una silla al lado de Declan. Miró hacia el techo y estiró el cuello. Estaba allí desde que ingresaron a Marta y el cansancio comenzaba a hacer mella en él.
Declan le miró mal y Alec se disculpó en silencio.
No hubo más intercambios de palabras entre Alec y Regina. No se soportaban el uno al otro, pero por Marta, toleraban su presencia mutua en el hospital.
Los días iban pasando y Marta no despertaba. Los médicos se agarraban a que el coágulo se disolviese con medicación y así ella despertara, pero no les daban demasiadas esperanzas.
Alec estuvo pegado a su habitación durante casi dos semanas, y pudo entrar a verla casi a escondidas de Regina, hasta que por fin le convencieron de que fuese a su casa a descansar. No lo hizo por ganas, fue casi forzado por Declan que amenazó con sacarle con seguridad si no lo hacía.
De vez en cuando, la policía aparecía por el hospital para informar de las últimas noticias sobre Alejandro, que había desaparecido aquella aciaga tarde y se encontraba en paradero desconocido y en búsqueda y captura.
Nadie se atrevía a nombrarla, pero la sombra de Charo, pululaba por allí inconscientemente. La policía ya la había interrogado, y ella alegaba que no tenía nada qué decir al respecto, que bastante cruz llevaba a cuesta con su condena.
Alec estaba desesperado, el dolor le estaba consumiendo poco a poco, y su aspecto era poco más o menos que el de un indigente que deambulaba por el hospital.
Llegó a su casa y empezó a recorrerla palmo a palmo, buscando restos del olor de ella para impregnarlos en su memoria. ¿Resignación? Tal vez. Ella seguía en coma y no daba señales de volver a despertar. Le atenazó el miedo y sintió cómo se le revolvía el estómago.
Su salón, la habitación, la cama dónde sintió su clímax en varias ocasiones. el pasillo. Sintió su olor al pasar por él. Lo aspiró de igual forma que cuando rozaba su piel. La quería grabar a fuego. Se detuvo en el baño y le vino a la mente la última noche que la tuvo en sus brazos, la mini ducha en la residencia, dónde la recordó de nuevo que era suya, aunque más que eso, sintió a Marta como una prolongación de él mismo.
Buscó su perfume en cada recuerdo. Tomó aire y caminó hacia el salón de nuevo, pero al entrar en él, se dio de frente con la guitarra acústica que tenía apoyada en la pared. No estaba seguro de lo que se le pasaba por la cabeza. Se acercó a ella y la cogió.
“Una idiotez”, pensó.
Pero tenía que hacerlo para, al menos despedirse de ella. O tal vez como el último resquicio de esperanza usando esa supuesta magia que todos decía que había entre ellos.
No lo pensó más, y con el paso ligero se dirigió al hospital. Estaba nervioso, titubeante, pero dejando a un lado la vergüenza a la que estaba dispuesto a exponerse por ella.
“Nena, si esto hace que te despiertes, valdrá la pena”
Entró por urgencias para llegar más rápido a cuidados intensivos, y en la sala de espera seguían tanto Henar, como Clara, Declan, y el pesado del tutor. Por supuesto Regina estaba al acecho.
Le vieron cómo entraba y pasaba de largo casi sin mirarles, por lo que sus amigos, salieron tras él. Regina se levantó de asiento y le fulminó con la mirada.
No respondió. Siguió su camino como si nadie se hubiese dirigido a él.
Alec se detuvo y le miró.
Al llegar a la puerta de la habitación de Marta, tomó el pomo y se giró de nuevo hacia su amigo.
Declan y Henar se acercaron a la ventana que daba a la habitación y observaron a Alec mientras tomaba una silla y se sentaba al lado de Marta. Regina, en un silencio impropio en ella, hizo lo mismo.
Alec cogió el estuche de la guitarra y lo abrió. Miró el instrumento con una media sonrisa y volvió la cabeza hacia la cama donde yacía su hechicera dormida.
Tomó la guitarra entre sus manos y rozó las cuerdas con suavidad, haciéndola sonar.
No la tocaba desde aquella noche de borrachera, algo que le hubiese gustado enseñarle a ella.
“Lo haré cuando despiertes, preciosa”.
Empezó a tocar los acordes de una melodía que conocía muy bien y que tanto significaba para él. Paró un momento para carraspear e intentar afinar su ronca voz y empezó de nuevo.
Vacilante y lento sonaba “More than words” de Extreme en sus labios, y con cada estrofa, poco a poco se le iba rompiendo el corazón y las lágrimas amenazaron con escaparse.
Saying I love you
Is not the word I want to hear from you
It's not that I want you
Not to say, but, if you only knew
How easy, it would be to show me how you feel
More than words, is all you have to do to make it real
Then you wouldn't have to say, that you love me
Cos I'd already know
Tragando con dificultad, intentaba entonar la canción que tanto significaba para él. El valor real de sus sentimientos, porque un te quiero para ellos siempre serían solo palabras, cuando en realidad, lo suyo era mágico, era más que amor.
Mientras, a través de la ventanilla de la habitación, todos, incluida una sorprendida Regina, observaban su dolor y comprendían perfectamente lo que estaba sucediendo ahí dentro. El ruido de la guitarra llenaba toda la planta al son de una melodía de amor, de toda una declaración de amor.
Nadie se atrevió a entrar a interrumpirle, incluso las enfermeras, que alertadas por el revuelo se acercaron, fueron capaces de romper el momento.
Acabó la canción y se levantó. Se acercó a la cama para decirle algo al oído a su niña.
La dio un beso en la frente y otro en sus labios. Cogió de nuevo la guitarra y salió de la habitación sin mirar atrás. Salió del hospital y se subió en la moto y se largó de allí. Necesitaba pensar en todo lo que había sucedido y reflexionar.
Condujo varias horas su Harley sin ninguna dirección aparente, pero el destino quiso que volviera a Aberdeen, el lugar donde se supone que iba a empezar todo, pero que al final fue donde se masticó la tragedia.
Pidió permiso a los dueños del Ma Cameron´s para subir a la habitación que había compartido con ella.
Cogió una botella de su whisky favorito y acabó con ella en unas pocas horas. De madrugada, estaba tirado en la cama y con la mayor borrachera que jamás había tenido.
Sumergido en su propia desdicha y en los litros de alcohol que llevaba dentro, tardó en escuchar los pitidos de su teléfono móvil. Se arrastró como pudo hasta él y comprobó quién le llamaba. Cómo no, era Declan, que preocupado por su repentina desaparición, comenzó a buscarle.
A Alec se le bajó la borrachera de repente. Sacudió su cabeza cerrando los ojos porque no estaba seguro de lo que acababa de escuchar.
Como era habitual en él, colgó el teléfono sin decir adiós. Sacudió de nuevo su cabeza y se fue a la ducha.
Quería ir volando a Edimburgo para averiguar qué demonios había sucedido con Alejandro, ¿suicidio? No entendía nada, pero lo averiguaría.