—¿Vamos a sentarnos antes de que
necesitéis un hotel? – dijo Alec con sorna para intentar romperles el
momento, pero sabía que eso era algo imposible entre
ellos.
No les
dio tiempo a responder, cuando unas risas desde el exterior
llegaron a sus oídos. En ese instante, el imán que se había percibido entre
Henar y Declan, se activó por instinto en Alec. Su corazón empezó a martillearle en el
pecho, su respiración más pesarosa. El aire se cargó de adrenalina, pero esta vez era
la suya.
Alec se
paró en seco mirando hacia la puerta. Henar y Declan, al ver su repentina reacción
hicieron lo mismo, y entonces comprobaron por qué.
Marta
entraba en el Elephant House acompañada de un grupo de chicas y
chicos riendo desenfadadamente, y pudieron comprobar con sus
propios ojos el respingo de ella al encontrarse a Alec
allí.
Si el
aire estaba cargado de sensualidad con la llegada de Henar, Marta
lo había transformado en irrespirable. Una electrizante aureola invisible se
había situado en torno a ellos dos. Los corazones de ambos latían desbocados.
Se tocaban sin hacerlo, se
besaban sin rozarse, estaban a punto de saltar el uno sobre el otro
y llevar a cabo sus más íntimas fantasías. Aquellas que recorrían sus mentes noche
tras noche y que estaban solo eso, en sueños, expectantes y
latentes. A la espera
de un chasquido de sus dedos, para romper con todo, salir de sus
pensamientos y convertirse en hechos. Una burbuja les aisló de todo y, de repente, nadie
estaba a su alrededor, solo ellos, solo sus ojos enfrentándose a un
deseo que ninguno deseaba controlar, una sensación que les mantenía
atrapados en un mar de sensaciones infinitas y que flotaban entre
sus cuerpos. Era
total y absoluta magia.
Habían
pasado cuanto, ¿dos minutos desde la llegada de Marta?
¿Cinco? Parecían horas porque ninguno de los dos
era capaz de quitar la mirada del otro. Marta en la puerta y él, al fondo, tan
cerca y tan lejos como su imaginación lo quiso en ese
momento.
Un
instante que Declan se encargó de romper.
—Ahora entiendo lo que hacías tú en la
zona universitaria… – sus palabras le valieron un codazo en el
estómago por parte de Henar, que entendía a la perfección lo que
estaba sucediendo en ese momento.
Las
palabras de Declan provocaron el respingo de de Alec que, sin
quererlo, deshizo el intercambio de miradas con ella.
Le devolvió a su amigo una
mirada furiosa por haberle sacado de su particular
trance.
—Me gustaría que tú vieses lo mismo que
yo desde este lado, Alec — le dijo Henar tocándole el brazo compresiva – te
recordaría algunas de las cosas que me dijiste sobre Declan en su
momento.
—No tiene nada que ver, querida amiga –
respondió a la defensiva – esto no tiene nada que ver, sigamos con
lo que habíamos venido a hablar – y se giró brusco de nuevo para
sentarse de espaldas a Marta.
—
Ya,
claro —
replicó Henar con
sorna – si no te importa, voy a saludar, yo sí reconozco que
me hace
ilusión encontrarme con Marta aquí.
Henar se
alejó de los chicos para acercarse donde Marta que se había quedado
parada en la puerta y con cara de decepción al comprobar que Alec,
con solo una mirada, la había vuelto a rechazar.
—Marta, cielo, ¿qué haces por
Edimburgo? – Henar se
acercó más a ella para darle dos besos.
Marta
estaba en ese momento tan alterada que no era capaz de reaccionar a
las palabras de Henar.
—Ho..hola
Henar, esto…estoy haciendo un Postgrado aquí – agachó sus ojos al
comprobar que Alec ya no la miraba, se revolvió sobre sí misma e
intentó recuperar la seguridad en sí misma que con el encuentro con
su impertinente caballero escocés, se había volatilizado.
Llevó su mano a la mejilla
para intentar relajarse y continuó hablando — ¿cómo estás?
¿Cómo os va todo?
Ya veo que las cosas con
Declan van sobre ruedas. Supe lo que pasó con Charo, ya lo siento – decía frase
sobre frase atropelladamente, de lo nerviosa que se había puesto,
mientras le lanzaba miradas furtivas a
Alec.
—Gracias cielo – Henar le tocó el brazo
para intentar calmarla al comprobar su estado de nervios – todo
acabará pronto con el tema de Charo, y así ese hombretón que está
allí y yo podremos retomar nuestras vidas.
—Ojalá, y que sea pronto – volvió a mirar
a Alec y después le devolvió la mirada a Henar con una dulce
sonrisa que derritió el alma del hombre que estaba a tan solo unos
metros más allá y que de vez en cuando la miraba de reojo para
desesperación de Declan – Espero que nos podamos encontrar en
Edimburgo alguna vez para tomar algo.
—¿Hasta cuando estás? – le preguntó Henar en un vano intento
de ser discreta en sus averiguaciones.
—Si todo sale como espero, este
semestre.
—Espero que todo salga como deseas, de
veras – le animó Henar utilizando el doble sentido de lo que decía
al darse cuenta de que no hacía más que mirar a Alec
disimuladamente – además vienes en una excelente época.
Llámame, por favor, algún
día y quedamos – abrió su bolso y le dio una tarjeta con su
teléfono y se dispuso a darle un abrazo para despedirse de ella
cuando Marta se apartó.
—Un momento, que te hago una perdida y
así grabas mi número – Marta sacó su teléfono y le hizo una llamada
perdida al número de la tarjeta – ya está. Ahora sí, para que no quede en un
compromiso.
—No quedará, te lo aseguro – la miró
arqueando las cejas para enfatizar bien su doble
intención.
Se
despidieron con un abrazo final y con una promesa dada.
Más para Henar, que tenía
una idea rondándole la cabeza, pero primero quiso asegurarse de que
no se equivocaba en sus elucubraciones.
Se alejó
de Marta al tiempo que ella se sentó con los amigos con los que
había venido al local. Cogió una silla y se sentó de espaldas a Alec, mejor,
porque el ambiente estaba ya lo suficientemente cargado estando
ambos en un mismo sitio, como para que encima lo tuviese de frente
y no pudiese evitar mirarle una y otra vez como una estúpida
adolescente enamorada.
Y a
pesar de eso, la electricidad fluía en el entorno.
Eran como dos imanes que
atraían el uno al otro sin remedio. Notaban la presencia del otro sin mirarse, los
movimientos inquietos en sus sillas de cada uno.
Nunca antes habían sentido
algo similar por alguien. Una irresistible atracción que les quitaba el aliento,
pero que les hacía sentir más vivos que nunca.
Conversaciones que se daban a su alrededor y que ellos
no escuchaban, solo se buscaban.
—¿Has escuchado Alec? – se dirigió directamente Declan a él,
que se había percatado de su ausencia.
—Alec está a unos metros de aquí, cariño,
no nos escucharía ni aunque le pusieras un altavoz en la oreja –
contestó Henar irónica al percatarse también de lo
mismo.
Alec les
miró con falso desdén y les prestó la atención que sus amigos le
reclamaban.
—Os he escuchado perfectamente, además
seguramente que yo también tenga una citación del juzgado para
acudir a declarar – giró por un segundo su cabeza para
observarla. Era
innegable que no podía evitarlo.
—¿Por qué no vas a saludarla?
– le incitó Henar – seguro
que le hace ilusión.
—A ver, Celestina, que ya la vi ayer y la
saludé – se giró de nuevo pero esa vez sin disimulo – me pregunto
qué coño hace ella aquí sola, ¿no ve que la puede pasar
algo?
—Joder Alec, el protector.
¡Qué no es ninguna
niña! ¡sabe cuidarse
solita! Te recuerdo
que vive en Madrid, una ciudad mucho más grande que esta.
Y ha venido con una amiga
— replicó Henar
provocándole todavía más.
—Sí claro, la loca esa – no tardó ni un
segundo más en levantarse de su asiento y acercarse a ella,
hostigado por las palabras de una embaucadora
Henar.
—Déjale, no le provoques… — la sermoneó
Declan.
—Necesita un empujoncito y además, se lo
debemos.
—Alec no es como yo – Henar le miró
interrogante – joder, nena. No es tan visceral.
—Me gusta mi hombre visceral – Henar se
acercó peligrosamente a Declan incitándole.
—Nena…él es más
sentimental.
—Será que tú eres un bloque de hielo, no
te digo.
—Henar, va en serio, él tiene no sé qué
rollos emocionales en su cabeza. No cederá a lo que sienta por esa chica, solo busca
una Sumisa y ella busca otra cosa.
—Eso ya lo veremos…
Y ambos
dirigieron sus miradas a los pasos de Alec.
—¿No crees que es mejor que te sientes
como una adulta en la silla? – actuar como un padre le valía como defensa a lo que
en ese momento veían sus ojos, y es que Marta estaba sentada a
horcajadas apoyada en el respaldo de la silla, en una posición
aparentemente inocente para el resto del mundo, pero de lo más
insinuante para él.
Marta se
giró y le miró a la cara desde abajo. Trató de ser fría, pero de poco le valió cuando le
tuvo de frente. Respiró, se levantó y le plantó cara.
—Alec, no necesito un padre – le dijo
casi susurrando para que solo él la oyese – busco otra cosa, cuando
te decidas me avisas.
Se iba a
dar la vuelta y volver a sentarse, pero Alec le agarró del codo y
la retuvo.
—¿Es que no ves que todos los hombres te
miran?
—¿Tú también?
—No digas idioteces, yo solo quiero
protegerte.
—No necesito que me protejas, yo solo
quiero una cosa y lo sabes – dijo ella
enardecida
—Pues yo no te la puedo dar – la miró a
los ojos y sin darse cuenta se acercó a sus labios, casi apenas se
rozaban, pero en su mente ya se estaban comiendo los labios – Eres
una cría y no sabes lo que dices cuando hablas de eso.
Te crees que porque trabajas
en el Darkness sabes de lo que hablas, pero haber ido a una fiesta
con famosos, todo es glamuroso y divertido, pero no entiendes que eso es
mucho más.
—Lo llamas eso como si te diese vergüenza
reconocer lo que haces – Alec la miró desconcertado – porque a mí
ninguna…
—No es vergüenza, niña, es discreción,
cosa que por lo que veo tú no sabes lo que es – en su cara mostraba
enfado, pero lo que en el fondo contenía su gesto era una increíble
contención, hasta casi miedo, pavor a lo que estaba sintiendo en
ese momento.
—Mira guapo, por si no lo sabías te lo
explico, antes de conocerte ya tenía vida y todo, y te puedo
asegurar que conozco tu mundo mejor de lo que
crees.
Alec no
pudo evitar sentir una punzada de celos al escucharla, ¿qué ya
conocía el mundo del BDSM antes de conocerla? Tragó saliva para aguantar la rabia que
de repente le sobrevino, la bilis se le subió a la garganta, sus
ojos estaban encendidos en una mezcla de deseo incontrolado y furia
desmedida. La acercó
más a él en actitud posesiva. El Amo de repente salió a la luz, pero también algo
que no supo reconocer, el alma, o tal vez, no se paró a pensarlo.
Abrió un poco la boca, pegó
sus labios a los de ella y la mordió el labio inferior.
Marta podía sentir los
dientes de Alec en su carne y su lengua rozándoselos.
Un mordisco delirante que
despertó un deseo desbordante en ella. Cerró los ojos y solo pudo
sentir. El roce
llegaba a fibras más sensibles de su cuerpo, más allá de la boca.
Alec tiraba despacio y ella
se limitó a disfrutar ese leve dolor que le causó un instintivo
placer. Un suave
gemido se escapó de su boca y las llamas prendieron en sus
entrañas.
Alec
abrió los ojos, que sin darse cuenta tenía cerrados y la
miró. Sus miradas se
encontraron y se vio reflejado en los ojos de ella.
Se asustó y súbitamente la
soltó.
Se
recompuso como pudo, carraspeando, se puso la mano en la frente y
miró a su alrededor para comprobar cómo todo el mundo les miraba
expectantes, impresionados por lo acababan de ver, y no era el
espectáculo en sí, fue lo que sin querer habrían desprendido en
torno a ellos. Por
cómo la gente les miraba, no pudo evitar sino sentir otra cosa que
vergüenza. Estaba a
punto de darse la vuelta e irse, cuando esa vez fue ella quién le
retuvo.
—¿Hablabas de esta
discreción? —
preguntó Marta con ironía.
Alec
negó con la cabeza dándose la vuelta y se alejó hacia sus amigos,
dejándola plantada.
—¿Podemos ir a hablar a otro
sitio? – Pidió Alec
sin mirarles mientras recogía su abrigo.
—¿Qué coño ha sido eso?
– preguntó Declan atónito
por lo que acababa de presenciar.
—Nada — contestó Alec intentando no reflejar lo
que estaba sintiendo en ese instante
—Hostias, Alec, ¿me tomas el pelo?
Eso ha
sido…
—¡Vámonos ya, joder! – tiró de su abrigo tan fuerte que el
taburete se tambaleó y casi cae al suelo.
Alec se
apresuró hacia la puerta dejando a sus amigos atrás, mientras
Declan y Henar se miraban el uno al otro desconcertados.
Marta, desde su distancia
también lo miraba perpleja, pero consciente de que le estaba
ganando una batalla. Se sentó con sus compañeros que la miraban
interrogantes. Preguntas que ella no iba a responder.
—Dime que has sentido eso – dijo Declan a
Henar todavía conmocionado.
—El qué, ¿la tensión sexual?
¿La atracción?
La sensación de que el resto
de los que estábamos aquí ¿sobrábamos? – respondió ella admitiendo lo que había
percibido.
—Nena, era algo más, era conexión pura
— la agarró de
la mano y tiró de ella para alcanzar a Alec en la calle – todavía
no lo entiendes, porque llevas poco tiempo en esto, pero ¿recuerdas
lo que sentiste cuando viste en el columpio a aquella pareja en la
fiesta del Torture Garden?
Ella
asintió perpleja.
—Pues, era eso elevado a la enésima
potencia – se paró en la puerta y le agarró los hombros con la
devoción que siempre le caracterizaba hacia ella – pero no entiendo
por qué se lo niega. Si Alec no es capaz de ver lo que una cafetería llena
de gente ha percibido, es porque hay algo más, no es tan
estúpido.
—Pues habrá que ayudarlo, se lo debemos –
contestó Henar arqueando las cejas risueña.
—¡Vais a tardar mucho en daros un puto
arrumaco! ¡hace
frío!— las palabras
de Alec apremiándoles desde el exterior les puso en guardia y
salieron del local.
—Ay chico que sensible estás, cualquiera
diría que has visto un ángel.
—¡Que te den, Deco! Ahora vamos a mi apartamento y veamos si
yo tengo la citación, porque si esto es en unos días, tendremos que
preparar nuestra declaración para dejar entre rejas durante muchos
años a la zorra de Charo – estaba claro que estaba eludiendo
totalmente lo que había sucedido dentro del Elephant House, y sus
amigos le darían una tregua, pero no demasiado
larga.
—Lo que no logro comprender es la
intervención de Alejandro en todo esto – manifestó Henar
desconcertada.
—Yo tampoco, pero bueno, quién sabe, a lo
mejor le ha pagado una buena suma por el asesoramiento legal a sus
abogados escoceses, él cree conocerla muy bien y eso es un punto a
su favor para poder reducir la condena – alegó Declan, sabedor de
la situación que rodeaba a Charo.
—No sé, quién sabe – pensó Henar en alto
– no me preocupa que esté rodeada de un buen equipo legal, sé dónde
va a acabar. Lo que
me preocupa – se quedó parada entre los dos y lanzó un fuerte
suspiro – es la repercusión pública que ella le quiere dar a todo
esto, buscando notoriedad y con ello airear nuestras vidas.
No me gusta, no quiero que
nadie sepa nada de mí.
—Haremos todo lo que esté en nuestras
manos para que eso no suceda, ¿de acuerdo, cielo?
– Alec la miró mostrando
todo el cariño que sentía por ella. La acarició la mejilla y la
sonrió.
—¡Quitaaaaaaaaaaaaa, que es mi
mujer!!!!!! –
bromeó Declan dándole un suave empujón con la mano – eso se lo debo
de decir yo, tú ya tienes a la de la cafetería para ti solo, y ya
sabes que yo no comparto.
—Serás gilipollas…
Henar
les tomó a los dos por el brazo y los tres comenzaron a andar
riéndose a carcajadas, mientras Marta les observaba a través del
cristal de la cafetería, con una idea rondándole en su
cabeza.