Capítulo 6

Hay sentimientos que uno no puede controlar, y a Alec, los suyos, le estaban llevando a terrenos más profundos de los que él hubiera imaginado.

En el fondo tenía miedo de plantearse lo que realmente sentía y aferrarse a ello le daba un pavor espantoso, solo él sabía por qué.

Todos esos planteamientos se los hacía yendo camino al bar dónde había quedado con Declan, pero quedarían relegados en lo más hondo de su mente en cuanto entrara por la puerta, o al menos, lo intentaría.

Abrió el portón marrón de entrada al famoso local, vio a Declan sentado en uno de los taburetes que daban a la pared, y se dirigió hacia él con una de sus letales sonrisas que derritieron la ropa interior de más de una de las mujeres que estaban allí tranquilamente tomando su café.

¡Qué asco das! – le saludó Declan con un deje de humor.
Me encantan tus recibimientos…yo también te quiero…te quiero ver atado por Henar y que te azote hasta que yo me parta de risa.
Joder tío, es que quedar contigo, e ir con la fregona por detrás para recoger el rastro de babas que todas las tías van dejando al pasar su lado.

La carcajada de Alec se oyó por todo el establecimiento, y si ya antes, las mujeres miraban, al escuchar su risa, el lugar se convirtió en un derroche de hormonas femeninas descontroladas que clamaban por su atención.

¿Ves a la pelirroja que está en la ventana? – preguntó Alec señalando sin disimulo a la chica – Acaba de tener un orgasmo con solo verte. Si Henar la ve, pon barro en el centro de la cafetería, tendrás una pelea por la que pagaría cualquiera.

Esta vez la risa de Declan fue la que provocó el suspiro de las mujeres.

Así era siempre.

Bueno, cuéntame todo – dijo Alec acercando uno de los taburetes libres y sentándose.
Ha llegado una orden del juzgado para ir a declarar, otra vez – afirmó Declan con pesar – Espero que esta pesadilla acabe pronto y que podamos volver a nuestras vidas.
¿Y lo de Alejandro? – preguntó Alec curioso – me has dejado alucinando, no pensé que, con todo lo que ha pasado, tendría ganas de acercarse a ella.
Mira, no lo sé — Declan, se llevó la mano a la mejilla y se refregó en ella con preocupación – a lo mejor le ha pagado una pasta por el asesoramiento. Alejandro pertenece a uno de los mejores bufetes de Madrid, yo qué sé…
Y Henar, ¿ya lo sabe? inquirió con inquietud Alec.
Sabes que a mi chica ya no le puedo ocultar nada aunque quisiera – respondió mirando hacia la puerta de entrada, reaccionando como si hubiese saltado un alarma emocional en su interior que adivinase que Henar entraba por la puerta – Con todo lo que ha pasado entre nosotros, me cortaría la mano derecha antes de no decirle las cosas a la primera.
Hablando de la reina de Roma…— dijo Alec girándose también hacia la puerta – ahí viene la mujer de tu vida, y casi de la mía, de no ser porque tuviste la suerte de que ella se enamorase de ti.

Alec se levantó como un resorte de la silla y se acercó galante a Henar para darla la bienvenida.

Hola, cielo – la dio un beso en la mejilla y varias mujeres suspiraron resignadas a su alrededor.
Ahora mismo, soy la mujer más envidiada de todo Edimburgo – afirmó Henar en forma de saludo, solícita con Alec pero mirando con fervor a Declan.
Si miras a ese petardo mientras me saludas, me pondré muy celoso — bromeó Alec tomando a Henar entre sus brazos y dándola un fuerte abrazo.

Declan se levantó de su asiento, se acercó a Henar para besarla, de una forma tan sutil, dulce y a la vez posesiva, que despertó todas las terminaciones nerviosas de ella y se produjo ese halo irrespirable de atracción, que se producía siempre que estaban juntos.

¿Vamos a sentarnos antes de que necesitéis un hotel? – dijo Alec con sorna para intentar romperles el momento, pero sabía que eso era algo imposible entre ellos.

No les dio tiempo a responder, cuando unas risas desde el exterior llegaron a sus oídos. En ese instante, el imán que se había percibido entre Henar y Declan, se activó por instinto en Alec. Su corazón empezó a martillearle en el pecho, su respiración más pesarosa. El aire se cargó de adrenalina, pero esta vez era la suya.

Alec se paró en seco mirando hacia la puerta. Henar y Declan, al ver su repentina reacción hicieron lo mismo, y entonces comprobaron por qué.

Marta entraba en el Elephant House acompañada de un grupo de chicas y chicos riendo desenfadadamente, y pudieron comprobar con sus propios ojos el respingo de ella al encontrarse a Alec allí.

Si el aire estaba cargado de sensualidad con la llegada de Henar, Marta lo había transformado en irrespirable. Una electrizante aureola invisible se había situado en torno a ellos dos. Los corazones de ambos latían desbocados. Se tocaban sin hacerlo, se besaban sin rozarse, estaban a punto de saltar el uno sobre el otro y llevar a cabo sus más íntimas fantasías. Aquellas que recorrían sus mentes noche tras noche y que estaban solo eso, en sueños, expectantes y latentes. A la espera de un chasquido de sus dedos, para romper con todo, salir de sus pensamientos y convertirse en hechos. Una burbuja les aisló de todo y, de repente, nadie estaba a su alrededor, solo ellos, solo sus ojos enfrentándose a un deseo que ninguno deseaba controlar, una sensación que les mantenía atrapados en un mar de sensaciones infinitas y que flotaban entre sus cuerpos. Era total y absoluta magia.

Habían pasado cuanto, ¿dos minutos desde la llegada de Marta? ¿Cinco? Parecían horas porque ninguno de los dos era capaz de quitar la mirada del otro. Marta en la puerta y él, al fondo, tan cerca y tan lejos como su imaginación lo quiso en ese momento.

Un instante que Declan se encargó de romper.

Ahora entiendo lo que hacías tú en la zona universitaria… – sus palabras le valieron un codazo en el estómago por parte de Henar, que entendía a la perfección lo que estaba sucediendo en ese momento.

Las palabras de Declan provocaron el respingo de de Alec que, sin quererlo, deshizo el intercambio de miradas con ella. Le devolvió a su amigo una mirada furiosa por haberle sacado de su particular trance.

Me gustaría que tú vieses lo mismo que yo desde este lado, Alec — le dijo Henar tocándole el brazo compresiva – te recordaría algunas de las cosas que me dijiste sobre Declan en su momento.
No tiene nada que ver, querida amiga – respondió a la defensiva – esto no tiene nada que ver, sigamos con lo que habíamos venido a hablar – y se giró brusco de nuevo para sentarse de espaldas a Marta.
Ya, claro replicó Henar con sorna – si no te importa, voy a saludar, yo sí reconozco que me hace ilusión encontrarme con Marta aquí.

Henar se alejó de los chicos para acercarse donde Marta que se había quedado parada en la puerta y con cara de decepción al comprobar que Alec, con solo una mirada, la había vuelto a rechazar.

Marta, cielo, ¿qué haces por Edimburgo? – Henar se acercó más a ella para darle dos besos.

Marta estaba en ese momento tan alterada que no era capaz de reaccionar a las palabras de Henar.

Ho..hola Henar, esto…estoy haciendo un Postgrado aquí – agachó sus ojos al comprobar que Alec ya no la miraba, se revolvió sobre sí misma e intentó recuperar la seguridad en sí misma que con el encuentro con su impertinente caballero escocés, se había volatilizado. Llevó su mano a la mejilla para intentar relajarse y continuó hablando — ¿cómo estás? ¿Cómo os va todo? Ya veo que las cosas con Declan van sobre ruedas. Supe lo que pasó con Charo, ya lo siento – decía frase sobre frase atropelladamente, de lo nerviosa que se había puesto, mientras le lanzaba miradas furtivas a Alec.
Gracias cielo – Henar le tocó el brazo para intentar calmarla al comprobar su estado de nervios – todo acabará pronto con el tema de Charo, y así ese hombretón que está allí y yo podremos retomar nuestras vidas.
Ojalá, y que sea pronto – volvió a mirar a Alec y después le devolvió la mirada a Henar con una dulce sonrisa que derritió el alma del hombre que estaba a tan solo unos metros más allá y que de vez en cuando la miraba de reojo para desesperación de Declan – Espero que nos podamos encontrar en Edimburgo alguna vez para tomar algo.
¿Hasta cuando estás? – le preguntó Henar en un vano intento de ser discreta en sus averiguaciones.
Si todo sale como espero, este semestre.
Espero que todo salga como deseas, de veras – le animó Henar utilizando el doble sentido de lo que decía al darse cuenta de que no hacía más que mirar a Alec disimuladamente – además vienes en una excelente época. Llámame, por favor, algún día y quedamos – abrió su bolso y le dio una tarjeta con su teléfono y se dispuso a darle un abrazo para despedirse de ella cuando Marta se apartó.
Un momento, que te hago una perdida y así grabas mi número – Marta sacó su teléfono y le hizo una llamada perdida al número de la tarjeta – ya está. Ahora sí, para que no quede en un compromiso.
No quedará, te lo aseguro – la miró arqueando las cejas para enfatizar bien su doble intención.

Se despidieron con un abrazo final y con una promesa dada. Más para Henar, que tenía una idea rondándole la cabeza, pero primero quiso asegurarse de que no se equivocaba en sus elucubraciones.

Se alejó de Marta al tiempo que ella se sentó con los amigos con los que había venido al local. Cogió una silla y se sentó de espaldas a Alec, mejor, porque el ambiente estaba ya lo suficientemente cargado estando ambos en un mismo sitio, como para que encima lo tuviese de frente y no pudiese evitar mirarle una y otra vez como una estúpida adolescente enamorada.

Y a pesar de eso, la electricidad fluía en el entorno. Eran como dos imanes que atraían el uno al otro sin remedio. Notaban la presencia del otro sin mirarse, los movimientos inquietos en sus sillas de cada uno. Nunca antes habían sentido algo similar por alguien. Una irresistible atracción que les quitaba el aliento, pero que les hacía sentir más vivos que nunca.

Conversaciones que se daban a su alrededor y que ellos no escuchaban, solo se buscaban.

¿Has escuchado Alec? – se dirigió directamente Declan a él, que se había percatado de su ausencia.
Alec está a unos metros de aquí, cariño, no nos escucharía ni aunque le pusieras un altavoz en la oreja – contestó Henar irónica al percatarse también de lo mismo.

Alec les miró con falso desdén y les prestó la atención que sus amigos le reclamaban.

Os he escuchado perfectamente, además seguramente que yo también tenga una citación del juzgado para acudir a declarar – giró por un segundo su cabeza para observarla. Era innegable que no podía evitarlo.
¿Por qué no vas a saludarla? – le incitó Henar – seguro que le hace ilusión.
A ver, Celestina, que ya la vi ayer y la saludé – se giró de nuevo pero esa vez sin disimulo – me pregunto qué coño hace ella aquí sola, ¿no ve que la puede pasar algo?
Joder Alec, el protector. ¡Qué no es ninguna niña! ¡sabe cuidarse solita! Te recuerdo que vive en Madrid, una ciudad mucho más grande que esta. Y ha venido con una amiga — replicó Henar provocándole todavía más.
Sí claro, la loca esa – no tardó ni un segundo más en levantarse de su asiento y acercarse a ella, hostigado por las palabras de una embaucadora Henar.
Déjale, no le provoques… — la sermoneó Declan.
Necesita un empujoncito y además, se lo debemos.
Alec no es como yo – Henar le miró interrogante – joder, nena. No es tan visceral.
Me gusta mi hombre visceral – Henar se acercó peligrosamente a Declan incitándole.
Nena…él es más sentimental.
Será que tú eres un bloque de hielo, no te digo.
Henar, va en serio, él tiene no sé qué rollos emocionales en su cabeza. No cederá a lo que sienta por esa chica, solo busca una Sumisa y ella busca otra cosa.
Eso ya lo veremos…

Y ambos dirigieron sus miradas a los pasos de Alec.

¿No crees que es mejor que te sientes como una adulta en la silla? – actuar como un padre le valía como defensa a lo que en ese momento veían sus ojos, y es que Marta estaba sentada a horcajadas apoyada en el respaldo de la silla, en una posición aparentemente inocente para el resto del mundo, pero de lo más insinuante para él.

Marta se giró y le miró a la cara desde abajo. Trató de ser fría, pero de poco le valió cuando le tuvo de frente. Respiró, se levantó y le plantó cara.

Alec, no necesito un padre – le dijo casi susurrando para que solo él la oyese – busco otra cosa, cuando te decidas me avisas.

Se iba a dar la vuelta y volver a sentarse, pero Alec le agarró del codo y la retuvo.

¿Es que no ves que todos los hombres te miran?
¿Tú también?
No digas idioteces, yo solo quiero protegerte.
No necesito que me protejas, yo solo quiero una cosa y lo sabes – dijo ella enardecida
Pues yo no te la puedo dar – la miró a los ojos y sin darse cuenta se acercó a sus labios, casi apenas se rozaban, pero en su mente ya se estaban comiendo los labios – Eres una cría y no sabes lo que dices cuando hablas de eso. Te crees que porque trabajas en el Darkness sabes de lo que hablas, pero haber ido a una fiesta con famosos, todo es glamuroso y divertido, pero no entiendes que eso es mucho más.
Lo llamas eso como si te diese vergüenza reconocer lo que haces – Alec la miró desconcertado – porque a mí ninguna…
No es vergüenza, niña, es discreción, cosa que por lo que veo tú no sabes lo que es – en su cara mostraba enfado, pero lo que en el fondo contenía su gesto era una increíble contención, hasta casi miedo, pavor a lo que estaba sintiendo en ese momento.
Mira guapo, por si no lo sabías te lo explico, antes de conocerte ya tenía vida y todo, y te puedo asegurar que conozco tu mundo mejor de lo que crees.

Alec no pudo evitar sentir una punzada de celos al escucharla, ¿qué ya conocía el mundo del BDSM antes de conocerla? Tragó saliva para aguantar la rabia que de repente le sobrevino, la bilis se le subió a la garganta, sus ojos estaban encendidos en una mezcla de deseo incontrolado y furia desmedida. La acercó más a él en actitud posesiva. El Amo de repente salió a la luz, pero también algo que no supo reconocer, el alma, o tal vez, no se paró a pensarlo. Abrió un poco la boca, pegó sus labios a los de ella y la mordió el labio inferior. Marta podía sentir los dientes de Alec en su carne y su lengua rozándoselos. Un mordisco delirante que despertó un deseo desbordante en ella. Cerró los ojos y solo pudo sentir. El roce llegaba a fibras más sensibles de su cuerpo, más allá de la boca. Alec tiraba despacio y ella se limitó a disfrutar ese leve dolor que le causó un instintivo placer. Un suave gemido se escapó de su boca y las llamas prendieron en sus entrañas.

Alec abrió los ojos, que sin darse cuenta tenía cerrados y la miró. Sus miradas se encontraron y se vio reflejado en los ojos de ella. Se asustó y súbitamente la soltó.

Se recompuso como pudo, carraspeando, se puso la mano en la frente y miró a su alrededor para comprobar cómo todo el mundo les miraba expectantes, impresionados por lo acababan de ver, y no era el espectáculo en sí, fue lo que sin querer habrían desprendido en torno a ellos. Por cómo la gente les miraba, no pudo evitar sino sentir otra cosa que vergüenza. Estaba a punto de darse la vuelta e irse, cuando esa vez fue ella quién le retuvo.

¿Hablabas de esta discreción? — preguntó Marta con ironía.

Alec negó con la cabeza dándose la vuelta y se alejó hacia sus amigos, dejándola plantada.

¿Podemos ir a hablar a otro sitio? – Pidió Alec sin mirarles mientras recogía su abrigo.
¿Qué coño ha sido eso? – preguntó Declan atónito por lo que acababa de presenciar.
Nada — contestó Alec intentando no reflejar lo que estaba sintiendo en ese instante
Hostias, Alec, ¿me tomas el pelo? Eso ha sido…
¡Vámonos ya, joder! – tiró de su abrigo tan fuerte que el taburete se tambaleó y casi cae al suelo.

Alec se apresuró hacia la puerta dejando a sus amigos atrás, mientras Declan y Henar se miraban el uno al otro desconcertados. Marta, desde su distancia también lo miraba perpleja, pero consciente de que le estaba ganando una batalla. Se sentó con sus compañeros que la miraban interrogantes. Preguntas que ella no iba a responder.

Dime que has sentido eso – dijo Declan a Henar todavía conmocionado.
El qué, ¿la tensión sexual? ¿La atracción? La sensación de que el resto de los que estábamos aquí ¿sobrábamos? – respondió ella admitiendo lo que había percibido.
Nena, era algo más, era conexión pura — la agarró de la mano y tiró de ella para alcanzar a Alec en la calle – todavía no lo entiendes, porque llevas poco tiempo en esto, pero ¿recuerdas lo que sentiste cuando viste en el columpio a aquella pareja en la fiesta del Torture Garden?

Ella asintió perpleja.

Pues, era eso elevado a la enésima potencia – se paró en la puerta y le agarró los hombros con la devoción que siempre le caracterizaba hacia ella – pero no entiendo por qué se lo niega. Si Alec no es capaz de ver lo que una cafetería llena de gente ha percibido, es porque hay algo más, no es tan estúpido.
Pues habrá que ayudarlo, se lo debemos – contestó Henar arqueando las cejas risueña.
¡Vais a tardar mucho en daros un puto arrumaco! ¡hace frío!— las palabras de Alec apremiándoles desde el exterior les puso en guardia y salieron del local.
Ay chico que sensible estás, cualquiera diría que has visto un ángel.
¡Que te den, Deco! Ahora vamos a mi apartamento y veamos si yo tengo la citación, porque si esto es en unos días, tendremos que preparar nuestra declaración para dejar entre rejas durante muchos años a la zorra de Charo – estaba claro que estaba eludiendo totalmente lo que había sucedido dentro del Elephant House, y sus amigos le darían una tregua, pero no demasiado larga.
Lo que no logro comprender es la intervención de Alejandro en todo esto – manifestó Henar desconcertada.
Yo tampoco, pero bueno, quién sabe, a lo mejor le ha pagado una buena suma por el asesoramiento legal a sus abogados escoceses, él cree conocerla muy bien y eso es un punto a su favor para poder reducir la condena – alegó Declan, sabedor de la situación que rodeaba a Charo.
No sé, quién sabe – pensó Henar en alto – no me preocupa que esté rodeada de un buen equipo legal, sé dónde va a acabar. Lo que me preocupa – se quedó parada entre los dos y lanzó un fuerte suspiro – es la repercusión pública que ella le quiere dar a todo esto, buscando notoriedad y con ello airear nuestras vidas. No me gusta, no quiero que nadie sepa nada de mí.
Haremos todo lo que esté en nuestras manos para que eso no suceda, ¿de acuerdo, cielo? – Alec la miró mostrando todo el cariño que sentía por ella. La acarició la mejilla y la sonrió.
¡Quitaaaaaaaaaaaaa, que es mi mujer!!!!!! – bromeó Declan dándole un suave empujón con la mano – eso se lo debo de decir yo, tú ya tienes a la de la cafetería para ti solo, y ya sabes que yo no comparto.
Serás gilipollas…

Henar les tomó a los dos por el brazo y los tres comenzaron a andar riéndose a carcajadas, mientras Marta les observaba a través del cristal de la cafetería, con una idea rondándole en su cabeza.


Pura magia
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