Capítulo 10
Ruido, música alta, más ruido, gente por todas partes. Risas, gritos…
Dan la miró divertido y agarrándola de la mano la llevó hasta la mesa que había reservado para los dos.
Mientras se sentaba, Marta le miró con curiosidad. Estaba sorprendida porque se dio cuenta de que la había escuchado cuando hablaban entre todos en el almuerzo.
Llegó el camarero con la carta y entonces a Marta se le ocurrió por dónde desviar la conversación y así evitar hablar de por qué estaba ella allí.
“Mierda, conversación errónea”
Dan se percató del motivo del bochorno de Marta e intentó calmarla para que de momento, no adivinase sus verdaderas intenciones. Meterse entre sus piernas.
Sí claro, ya sabía. Dan se pensaba que Marta era una inocente damisela que no sabía cómo reaccionaban los hombres cuando les atraía una chica, bueno no todos.
“Mierda Alec, sal de mi cabeza”
Estaba claro que Dan la había oído hablar sobre sus gustos culinarios, pero desconocía completamente a la verdadera Marta. Una que, a pesar de su juventud, estaba claro que había recorrido un camino mucho más extenso que cualquier otra mujer que Dan hubiese conocido antes. ¿Le podría ofrecer Dan lo que ella necesitaba?
Por un momento lo pensó y prefirió no haberlo hecho, porque el resultado era de lo más desolador.
Optó por desviar de nuevo la conversación.
Dan se rió al escuchar esa extraña descripción de sí misma. ¿Una chica con doble personalidad?
Pues sí, se sentía a gusto en ese pub estilo siglo XIX. Parecía la biblioteca del Doctor Hyde. Dos niveles diferenciaban un área de otra, mesas y reservados con cómodos sofás acolchados. Y todo lleno de libros y extrañas pócimas a su alrededor. Camareros terroríficamente caracterizados y esa ambientación decimonónica que lo mismo embrujaba que asustaba.
Marta se atragantó con la cerveza que estaba bebiendo. Empezó a toser y Dan la empezó a dar pequeños golpecitos en la espalda.
“Bruja, hechicera, joder…”pensó.
Dan al notar su molestia, optó por desviar su atención a otras cuestiones.
Marta tenía intención de hacerlo igualmente con Clara, así que, ¿por qué no hacerlo con todos? Sería una forma de divertirse y ocupar su mente con algo distinto que no fuesen ni libros ni, por supuesto, Alec.
Alec…pensar en él la hizo suspirar, cosa que Dan, ignorándolo, pensó que era por su propuesta.
Marta sacudió sus pensamientos de la cabeza lo justo para responder.
Marta empezó a preguntar a Dan sobre el programa universitario, cómo empezó a ser tutor que le llevó a hacerlo y temas en los que él se sentía muy cómodo. Quería darse la oportunidad a sí misma de conocer a otra persona, intentar olvidar lo que sentía por Alec por un momento, algo bastante difícil.
Poco a poco la conversación la hizo centrarse más en Dan, sin darse cuenta, él de nuevo se había acercado a ella hasta estar pierna con pierna. La charla se hizo más íntima y Dan se envalentonó lo justo para tomarse más confianzas.
No le había dado tiempo a Dan a levantarse cuando Marta ya estaba poniéndose la chaqueta. Dejaron unas libras encima de la mesa y salieron.
Había refrescado bastante, por lo que Marta relacionó su escalofrío con la bajada de temperaturas. Dan, al verla, puso su brazo por encima del hombro para reconfortarla un poco. Algo que ella no rechazó, pero la hizo sentir incómoda.
Volvió a temblar.
Agachó la mirada al comprobar que dan se iba acercando a sus labios peligrosamente. Dan no quiso insistir, pero sí dejó el resto del beso en su mejilla libre, aunque tardó un poco más de lo necesario.
Marta le devolvió el abrazo con mucho cariño. Sabía que con Dan, tal vez podría conseguir la estabilidad que en ese instante no tenía. Él era bueno, amable, cariñoso, dulce, soso, sí un poco soso, pero tal vez era lo que ella necesitaba. Necesitar…
Le abrazó fuerte. Como si necesitase de su fuerza para poder continuar, y Dan, al sentirlo, imprimió más fuerza en ese abrazo. Marta cerró los ojos y entonces sintió que eran otros brazos los que apretaban, otros ojos los que la miraban. Abrió de repente los ojos para salir de ese sueño que, por primera vez parecía como si la atormentase y miró al frente. Y de nuevo pensó que estaba soñando. Porque entre las luces de la noche, pudo vislumbrar una figura masculina que avanzaba por la otra acera de la calle. Había distancia, pero reconocería esa espalda aunque todo estuviese a oscuras, aunque hubiese cientos de personas a su alrededor. Iba encorvado, como si tuviese frío, la cabeza agachada y pensativo, arropado por su abrigo de piloto, que le daba un porte impresionante dada su espectacular altura. Pero iba triste, apagado, a paso lento, casi forzado. Entonces , Marta le apretó más fuerte y al oír el gemido, se dio percató a quien abrazaba y le soltó de repente.
La miró marcharse apremiada pero no pudo evitar darse cuenta que ella partía en dirección contraria a donde vivía.
Lo que Dan no sabía es que Marta no iba a su casa. Salió disparada en dirección contraria buscándolo a él.
Avanzó calle adelante con rapidez, mirando su espalda. Cambió de acera y con las prisas no se había fijado que casi estaba a su altura. Frenó, no supo por qué, y esperó a que él se adelantase un poco.
“¿Le estás siguiendo Marta?”, se preguntó a sí misma sintiéndose gilipollas.
Pero no pudo evitarlo. Debería acercarse a él y saludarle, ¡dios estaba guapísimo con su uniforme de trabajo! Un escalofrío recorrió su cuerpo de arriba abajo. Pero no, optó por actuar como una adolescente y le siguió para saber dónde iba.
Alec avanzaba como si no tuviese rumbo. Marta, al contrario iba directa a su destino. Uno detrás del otro, pero más unidos de lo que nunca hubieran podido imaginar.
Por un segundo, Alec, paró. Sintió algo extraño y miró hacia atrás. Ella tuvo el tiempo suficiente para esconderse detrás de un coche, pero lo hizo tan acelerada, que casi se estampa contra el suelo al tropezarse con el borde de la acera.
Pero continuó siguiendo sus pasos hasta que lo vio entrar en un edificio. Miró de nuevo hacia atrás y sus miradas, esta vez, se encontraron en la penumbra. Alec no la veía, pero sus ojos estaban ahí. Agitó su cabeza para sacudir sus pensamientos y entró, dejando atrás una mujer que por primera vez se sintió derrotada. Una lágrima se resbaló por su mejilla y la devolvió a su realidad.
Se dio la vuelta y se marchó triste, con un deseo enorme por subir esas escaleras y enfrentarle. Decirle que era un cobarde, pedirle que no amara a otra.
Lo que Marta no supo, es que él si la vio. Abrazando a otro, besando a otro. Y que si llevaba la cabeza agachada era para que no se viesen sus propias lágrimas.
Alec subió las escaleras de su casa como si sus pies pesaran dos toneladas.
Acababa de llegar de su turno de ocho horas volando y estaba cansado, pero a pesar de todo, siempre recorría su calle andando, en plan paseo liberador. Lo que no esperaba fue encontrar a ella en brazos de otro.
Las luces de la noche no le permitieron fijar bien la vista, pero juraría que la estaba besando. A ella, a su hechicera.
O tal vez, sí. A lo mejor si podía dárselo. Podía guiarla. Ser su amo, poseer su cuerpo. Hacerla suya, y así, podría desengancharse de ella y seguir su vida. Ella conocería a otro y haría una vida normal. ¿Acaso con él la vida no podía ser normal?
Entró en su casa y se fue directo a por la botella de whisky, cogió su guitarra, la que hacía años que no tocaba, muchos, quizá demasiados, se sentó con ella en el sofá y empezó a entonar los acordes de More than words de Extreme que hacía años tocó para ella.