Capítulo 13

 

Entraba en ella con delicadeza, absorbiendo el placer que le estaba consumiendo. Ni en sus mejores sueños pensó que estar dentro de ella sería así.

Se quedó dentro, quieto. Aun sabiendo que se encontraban en un sitio público, decidió ir lentamente. Se propuso volverla tan loca como él lo estaba. Tantos meses imaginando qué se sentiría estar en su interior, y la realidad no solo era mejor que la perspectiva, sino que la estaba superando con creces.

Volvió a salir de ella y volvió a entrar mordiéndose el labio. Mantener el control suponía una deliciosa tortura. Otra vez más, y una sensación compartida les recorrió el cuerpo de tal forma que parecía como si se estuviese transportando a través de los dos. Eran un cúmulo de energía brutal que podría dar luz a una ciudad. Marta se llevó los dedos a la boca y se mordió. No tuvo que decir nada, sus miradas bastaron para saber lo que buscaban del otro.

Joder… — susurró Alec

Marta, con la prohibición de Alec, solo podía cerrar los ojos y aguantarse las ganas de gritar como una loca, aunque estuviese medio Edimburgo mirando. Alec lo adivinó y para atormentarla más, la sujetó de la barbilla y levantó su cabeza.

Mírame a los ojos, hechicera.

Ella los abrió y le miró. Entonces, un cúmulo de sensaciones anhelantes se despertó en ambos y Alec aumentó el ritmo. Arremetió con dureza en su interior, sabedor de que había entrado tanto que ella se quedó sin aliento. Marta abrió sus ojos de la sorpresa por la acometida e intentó en vano agachar la cabeza para digerir el placer, pero Alec no se lo permitió y la volvió a poner frente a él. Mirándola, aprendiendo cada gesto que con su sexo le proporcionaba.

Se acercó a ella lo suficiente como para hablarla al oído. Le puso la mano en la nuca y le lamió el lóbulo de la oreja con la punta de la lengua.

Te voy a quitar el aliento.

“Ya lo has hecho” pensó Marta.

Al fondo se escuchaban voces, pero ellos, cegados a la lujuria del momento, las ignoraron.

Otra dura embestida y Marta se quedó al borde del orgasmo. Alec se detuvo y ella gruñó por la impotencia.

Shhhh, silencio. No desesperes, mi niña. Porque te aseguro que cuando te corras, toda esa contención que te estoy pidiendo, la vas a soltar en tu orgasmo, y me lo acabarás agradeciendo.
Cretino – susurró ella desesperada.
Otro insulto más y te quedas sin postre.
Me las pagarás.
Pero no será hoy. Silencio.

Y con una nueva embestida la llevó de nuevo al borde. Se paró. La volvió a mirar y confirmó la súplica en sus ojos.

Si ella supiera que él estaba igual o peor que ella…

Un movimiento circular de sus caderas, le robó de nuevo el aire a Marta. Se estaba ahogando de placer. No podía más, o se corría o acabaría desmayada de la ansiedad.

Alec paró, Marta resopló desesperada. Se miraron, Marta le agarró de los hombros y le atrajo del todo hacia ella para besarle. Y como si la propia Noche de Brujas se hubiese puesto de acuerdo con ellos en ese momento, se desató la magia y Alec la embistió más y más rápido mientras sus lenguas chocaban entre ellas en sus bocas. Marta le mordió el labio en el mismo instante que él la embistió en una acometida desgarradora. Se podía ver cómo fluía la electricidad desde su boca a sus sexos. El ímpetu de sus movimientos les coordinó de tal forma, que un increíble orgasmo conjunto les asoló, hasta obligar a Alec a ponerse de rodillas con Marta en sus brazos.

Ha sido la hostia nena – Marta le miró y sonrió por la contundencia de sus palabras.
¿Ahora puedo hablar, señor?
Ahora puedes pedirme lo que quieras.
Pues quiero repetirlo.
¿Lo dices en serio?

Marta le miró comprobando cómo su respiración mostraba su agotamiento.

Sí, abuelo.
No estoy cansado
Ya claro – le contestó con ironía

Y era cierto, no estaba cansado. Se sentía más bien desconcertado por todo lo que acababa de suceder, pero su cuerpo también le pedía más.

Tú no sabes, hechicera, de lo que soy capaz.
Vanidoso.

Entonces, Alec la soltó y la dejó en el suelo. Se quitó el preservativo y lo tiró en una de las papeleras que había en la pared. La cogió de la mano y tiró de ella.

¿Qué haces? – preguntó Marta preocupada por su reacción.
Demostrarte que estoy en forma y que la que mañana no podrá andar ni sentarse serás tú.

Y Marta soltó una carcajada llena de felicidad y expectativa por lo que estaba a punto de suceder. Se llevó la mano al cuello para confirmar que el collar seguía ahí, aún no se podía creer que se lo hubiese puesto, y le siguió.

Salieron de las catacumbas deprisa. Alec tiraba de ella ansioso y no se daba cuenta de que la llevaba arrastrando.

¡Alec espera que cada paso tuyo vale por dos míos!

Él miró hacia atrás y se rió. La atrajo hacia él, la cogió en brazos y la cargó al hombro.

¡Espera que no seas cromañón! – se quejó Marta riéndose — ¡puedo andar sola!
Te estoy demostrando lo cansado que estoy.
Idiota – dijo con la risa todavía en su cara.
Sí, idiota, pero te pone, como a mí me pone tener tu culito cerca de mi cara.

Y a carcajadas y contentos se fueron alejando de la zona buscando un taxi, cuando a Marta le sonó el teléfono.

Déjame contestar.
No, que esperen.
Alec, déjame coger el teléfono.
¿Dónde lo llevas?
En el bolsillo que hay en el interior del vestido en el lado derecho, abuelo.
Abuelo,¿ por?
Porque lo tienes casi pegado a tu oreja.

Entonces Alec se detuvo para buscar el teléfono dentro de la falda de Marta, mientras aprovechaba para meterla mano, cosa que provocó que ella se revolviese y que Alec perdiera el equilibrio y casi se caen, por lo que él se tomó la libertad de contestar el teléfono y tomarse la absurda revancha.

¡Alec no, dámelo!

Y le dio a la tecla de responder sin mirar la pantalla.

Marta, ¿dónde estás? ¡Desapareciste! – contestó una voz femenina al otro lado de la línea.

Alec, deduciendo que se trataba de su amiga Clara contestó sin nada de vergüenza.

Está conmigo, me la voy a quedar toda la noche, así que no la esperes despierta.
¡Alec…! – le reprendió Marta
¿Y tú quién eres? – le preguntó la chica al otro lado de la línea
Soy su Amo y ella es mi hechicera — y colgó.
¿Estás loco? ¿Cómo puedes decir eso? – le dijo Marta enfadada, pero emocionada de oír esas palabras de su boca.

Le devolvió el móvil y ella tuvo el tiempo justo de mandar un mensaje a Clara, pero cuando fue a hacerlo recibió uno de ella.

“Puta afortunada, lo conseguiste”

“No lo conseguí todavía, pero lo haré”

Y se guardó el teléfono como pudo hasta que Alec se paró porque habían encontrado un taxi.

Llegaron al apartamento de Alec y a Marta no le dio tiempo ni a mirar la casa. Porque tal y como llegó, la llevó a su habitación y la plantó a los pies de su cama.

¿Quieres ser mi sumisa? Pues hoy te voy a mostrar algo que nunca podrás olvidar.

La tomó por la nuca y la besó con desgarro, con la misma pasión que hacía un momento, pero en esta ocasión el Amo estaba en todo su esplendor.

Mordió su labio inferior salvajemente, con ansiedad. Una vez que la boca de Marta quedó abierta, introdujo su lengua lo suficiente como para hacerla chocar con la de ella. Se la succionó como si fuese un dulce caramelo, para después explorarle la boca con la suya. La saboreó, una y otra vez, hasta que comprobó que estaba rendida a su lascivia. Dejó de besarla, se apartó un poco de ella y la miró, tocándole la mejilla con delicadeza, una caricia totalmente fuera de lugar en una situación como aquella.

Alec se recompuso y el amo volvió a salir.

Desnúdate y quédate solo con las bragas y el collar. Sube a la cama y quédate de rodillas sobre ella.
Sí, Amo.

Esa respuesta le conmovió de una forma que ni él mismo esperaba, pero trató de mantener la compostura de nuevo.

Hazlo. Yo ahora vuelvo.

Alec se dio medio vuelta y desapareció tras una puerta que estaba al fondo de la habitación. Por lo que Marta, comenzó a desnudarse.

Mientras lo hacía se puso a mirar a su alrededor y le echó un vistazo a la habitación.

Paredes claras la rodeaban y frente a ella un enorme espejo gótico en gris plateado reflejaba su cuerpo semi desnudo. Se miró en él tocándose la gargantilla y sonrió. Subió encima de la cama con dosel negro y se le ocurrió desplegar las preciosas cortinas blancas que colgaban de él y cubrir la cama. Quería sorprenderle y lo hizo, vaya si lo hizo. Se colocó de rodillas justo en el instante que Alec volvió a entrar.

De repente, a través de lo que parecía el hilo musical, la voz de Lenny Kravitz comenzó a entonar I belong to you.

 

Pura magia
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