Capítulo 11
Se acercaba la famosa Noche de Brujas en Edimburgo. Habían pasado varias semanas desde que le había visto por última vez. Era lo mejor para su salud mental. No volver a verlo. Pero por alguna incomprensible razón, en ocasiones lo sentía cerca. Como si estuviese vigilándola. Era una bobada, pero a veces, cuando iba por la calle, su cuerpo vibraba y miraba a su alrededor por si acaso se encontraba con él. Después, se sentía idiota al pensar que él pudiese estar pensando en hacer algo tan infantil como eso.
Estaba tumbada en la cama, y Clara a su lado dormida como un tronco. Era domingo y no le apetecía hacer nada salvo holgazanear. Además, Clara había tomado la rutina de salir todas y cada una de las noches desde que había llegado, y menos estudiar, estaba haciendo cualquier otra cosa. Apenas se veían durante el día porque Marta sí acudía a la universidad, pero es que en la noche menos.
Clara llevaba días acosándola con que la llevase a un local “de esos que a ella le gustaban”, pero para Marta eso era un tema mucho más profundo que algo como dar unos azotitos. Se lo trató de hacer entender a Clara, pero ella solo veía lo sórdido y pornográfico en ello, pero aún así, le dijo que sentía curiosidad por ello.
Se levantó de la cama y se acercó a la ventana desde donde tenía unas estupendas vistas al parque real de Holyrood. Se subió a la mesa que estaba pegada al ventanal y se quedó pensativa un rato, hasta que el ruido proveniente del servicio de mensajes de su teléfono móvil la sacó de sus pensamientos.
“¿Preparada para la noche de Brujas? Tenemos un plan estupendo”
Sonrió al ver al remitente del mensaje. Dan seguía insistiendo en volver a quedar desde aquella primera cita. Pero Marta tenía claro que el cándido Dan no era para ella. Además, cada vez lo veía más como un amigo que como alguien por quien albergar otro tipo de sentimientos. Aun así, seguía quedando con él y sus amigos casi todos los días después de clase. Iban a tomar algo y en ocasiones, la llevaban de turismo a conocer la ciudad embrujada. La noche de Brujas se planteaba interesante.
Un segundo mensaje le llegó, pensando que era Dan, a punto estuvo de responderle con un “no seas pesado que sí que me apunto”, hasta que comprobó de quien provenía.
“Tú y yo tenemos una cita pendiente, ¿nos vemos hoy?”
Cuando se vieron en el Elephant House e intercambiaron los teléfonos, pensó que Henar lo habría hecho por compromiso, pero parecía ser que no. De todos modos, le apetecía conocer mejor a la chica que robó el corazón y el alma de Declan Grayson, y de paso sacarle algo de información sobre su imperfecto caballero, o mejor... ¿No?.
Pero eso no quitaba para conocerla mejor. Tal vez, hasta podrían hacerse amigas.
“Perfecto, ¿dónde nos vemos?”
“¿Sabes dónde está el Café Andaluz?”
“No, pero lo busco, tranquila”
“Tranquila, es fácil es en George St”
Maldita sea, era la calle donde vio a Alec por última vez. ¿Y si se tropezaba con él?. No le apetecía lo más mínimo. O... ¿ sí?.
¿Y si era cerca de la casa donde le vio entrar?
Agitó su cabeza para eliminar todos sus absurdos pensamientos adolescentes y contestó el mensaje de Henar.
“Genial, entonces allí nos vemos. Por cierto, ¿puedo llevar a mi amiga conmigo?”
La respuesta tardó en llegar un poco más que las anteriores.
“Pues entonces, noche de chicas, nos vemos allí a las 8”
“¡¡¡A las 8 nos vemos!!!!”
Clara se estaba desperezando cuando Marta acabó la conversación.
Tal y como Marta vaticinó, el día se pasó volando. Llegaron al conocido café español un poco tarde, pero listas para verse con Henar.
Entrar en él le causó curiosidad, porque era un local con una decoración muy del sur de España. Tenía dos niveles, el superior parecía un balcón típico andaluz, paredes rodeadas de botijos de porcelana y azulejo. Una bóveda enorme de cristal permitía que hubiese luz natural, lo que le daba al café mucha luminosidad. Clara, también mirando todo alrededor, se acercó con ella a uno de los preciosos bancos de madera tallada donde las esperaba una Henar ansiosa.
Pidieron el tan ansiado manjar y estuvieron hablando de cuestiones triviales durante un rato. Se notaba la química que había entre Marta y Henar, y que a ambas les unían muchas cosas a parte de su gusto por un tipo de sexo en particular. La música, cine, o la lectura formaba parte de sus aficiones en común. Por lo que, tal y como vaticinó en su momento Henar, podrían llegar a ser grandes amigas. Clara no fue menos, era la guinda del pastel de aquel trío de mujeres, y además era la que menos vergüenza tenía a la hora de poner las cartas sobre la mesa en determinados asuntos.
Henar soltó una carcajada por la ocurrencia de Clara, pero lo que vio en Marta no fue precisamente lo mismo.
Marta le devolvió la sonrisa y el ambiente se volvió a relajar.
Henar se llevó las manos a la cabeza en señal de agobio.
Henar agitó su mano derecha en el aire intentando quitar importancia a sus palabras.
Marta la miró con amargura en sus ojos al recordar las palabras de la policía.
Las tres empezaron a reírse a carcajadas por la ocurrencia de Clara.
Justo durante ese silencio, sonó le móvil de Henar que, imaginando quién era, respondió al instante.
Henar se levantó para responder la llamada y dejó a Clara y a Marta solas.
Marta se quedó pensativa ante la afirmación de Clara.
En ese instante, Henar volvió de su conversación y se juntó de nuevo con ellas.
Se las quedó mirando a ambas, y entonces una idea se le pasó por la cabeza.
Las chicas la miraron con asombro.
Se levantaron del asiento, pagaron la cuenta y se dirigieron al Club. La Maison y la Ama Marilyn las recibieron con los brazos abiertos. Marta y Henar entraron con un gesto ya reconocido por ambas, expectación. Pero Clara estaba alucinada por lo que veía a su alrededor. Todo lo que se había imaginado o Marta le había contado, se quedaba a la altura del barro después de tenerlo frente a sus ojos. Todo lo que imaginó, nada tenía que ver con la realidad
Henar les dio un beso y se despidió de ellas temporalmente. Una más que inolvidable sesión con su Amo le esperaba en una de las salas privadas. Pero no se fue sin antes haberlas dejado en las manos de Héctor para protegerlas.
La cara de Clara era un poema cuando vio a Héctor. Alto, moreno, unos cuarenta años, músculos que ni siquiera sabía que hubiesen salido en los libros de anatomía, unos ojos marrones que parecía que se la comía con la mirada y unas manos, que Clara solo pensar en lo que esas manos podrían hacer en su diminuto cuerpo...
“Que me proteja de mi misma” pensó Clara.
No habían acabado de llegar al bar cuando una mano agarró por detrás a Marta y la giró, dándola un susto de muerte.
Y las palabras se quedaron a medias cuando comprobó de quién eran esas manos que con firmeza la sujetaban y que derritieron sus sentidos en cuanto sus ojos se encontraron.
No le dio tiempo a rebatir su respuesta, porque Alec tomó sus labios como una fiera salvaje agarrándola del cuello con una suavidad y posesión que la cortó la respiración. Se apoderó de su boca e introdujo su lengua violentamente. Arrebato que Marta aceptó con gusto y le devolvió con la misma vehemencia. Una batalla que fue fulminante para los dos. Alec la apretó más contra él hasta que sus cuerpos se fundieron en uno. Una mano en sus nalgas y otra en la cintura. Marta solo tuvo que acercar las suyas a la cara de Alec y le acarició con pasión. Ni se habían dado cuenta que les estaban observando. Como si no les importase que el mundo seguía girando a su alrededor. Estaban desatados. No respiraban por sí mismos. El aire que compartían en ese instante les bastaba para respirar. En ningún momento habían cerrado los ojos. Se miraban el uno al otro como si quisieran aprenderse. Aunque posiblemente se conocían mucho más de lo que ninguno de los dos pudiese imaginar. Alec seguía apretándola con saña como si tuviese miedo de dejarla ir y Marta lo aceptó sin remilgos. Era su Amo y estaba dispuesta a entregarle su alma si fuese necesario.
Pero en un impulso de estúpida locura, porque eso es lo que era. Alec se apartó, dejándola en absoluto desamparo.
Marta no lo preguntaba precisamente para obtener esa respuesta. Ella quería más.
Cogió el collar del bolsillo de la chaqueta donde lo llevaba guardado desde que Alec se lo había ofrecido y se lo tiró a la cara.
En esta ocasión fue ella la que se marchó dejando a un atónito Alec tirado en medio de la sala y a Clara persiguiéndola preocupación.
Alec le dejó con la palabra en la boca y se fue. Pensaba que iba a estar deshecho, pero se sentía más vivo que nunca.
Marta atravesó la calle a toda velocidad para desaparecer de la vista de Alec, pero Clara la había perseguido lo más rápido que pudo hasta alcanzarla.
Esta vez Marta si supo a lo que Clara se refería y sonrió.
Agarró a Clara del hombro para llevársela consigo y se fue sonriendo. Ese órdago lo iba a pagar caro, muy caro.
Varias noches sin dormir para ninguno de los dos, pensando en cuándo y cómo.
Pero lo que Marta no sabía es que Alec ya empezaba a tenerlo más claro.