Capítulo 4
EL sonido de un fuerte golpe invadió el cráneo de Nick. Parecía como si el puño de Dios hubiera caído sobre la tierra, amenazándole con sacarle los ojos de las órbitas.
Se giró con un gruñido y sintió una barrera de piel cálida contra la rodilla desnuda. Alzó una mano para cubrirse los párpados todavía cerrados, y rozó una vez más con el codo aquella piel que tenía cerca del hombro.
Cuando los golpes comenzaron de nuevo, abrió un ojo y gimió. No podía ser que ya estuviera amaneciendo…
Escuchó un suave maullido a la derecha y giró cautelosamente la cabeza para encontrarse con el rostro dormido y de ceño fruncido de una atractiva mujer rubia. Al parecer, Nick no era el único ocupante de la cama que se había mostrado impávido ante el tremendo ruido.
—Por todos los diablos, ¿qué es eso? —inquirió una voz adormilada, esta vez a su izquierda. Nick giró suavemente la cabeza. Una morena con gesto torcido que estaba descansando boca abajo se había incorporado apoyándose sobre un codo. Sus oscuros mechones rizados sólo le cubrían a medias los senos desnudos.
—Sh —la reprendió Nick, estremeciéndose. Escuchar el sonido de su voz tan cerca del oído fue como si le clavaran agujas en la cabeza. Las bulliciosas voces de las dos muchachas le habían complacido la noche anterior durante sus juegos, pero ahora Nick pensó que sería capaz de vender su alma por un momento de silencio.
—No te preocupes —comenzó a decir apretando los dientes. Cada sílaba aumentaba el tamaño de la grieta imaginaria que tenía en el cráneo.
Pero sus palabras resultaron innecesarias, porque la muchacha había vuelto a tumbarse boca abajo y estaba roncando suavemente.
—¡Nicholas! ¡Abre la puerta!
Tristan.
"¿Por qué tengo que tener un hermano?", se preguntó Nicholas autocompadeciéndose mientras hacía un esfuerzo por incorporarse. "Sólo sirve para regañarme y pisotearme". Y desde luego, no había ayudado a Nick en la apremiante situación en la que se vio ante el rey dos noches atrás.
Los golpes en la puerta comenzaron otra vez con renovada fuerza.
"Tiene que parar", eso fue lo único en lo que fue capaz de pensar Nicholas. Cualquier cosa con tal de que cesara aquel estruendo infernal. Atisbó una jarra de barro entre las mantas arrugadas y la atrajo hacia sí con el pie. Tras cogerla cuidadosamente con una de sus largas manos, la lanzó contra la puerta, donde se hizo añicos.
Siguió un completo silencio… bendito y vacío silencio. Nick suspiró y se recostó de nuevo en el colchón, subiéndose mucho las mantas para taparse los doloridos ojos.
El sonido que escuchó a continuación resultó apenas audible, pero el agudizado oído de Nick registró claramente cada clic y cada rozadura de una cerradura al abrirse.
No podía haber conseguido una llave…
El chirriar de los goznes inundó la habitación, y luego se escuchó un agudo y femenino jadeo ultrajado. Nick se apartó las mantas de la cara y miró a través de la longitud de su cuerpo para descubrir no sólo a Tristan, sino también a Haith, observándole desde los pies de la cama.
—Largo. Fuera de aquí —gruñó Nick, echándoles a los dos y alzando una vez más las mantas.
Unos pasos menudos repiquetearon alrededor de la cama, y entonces Haith habló en algún lugar por encima de su cabeza.
—Una gran idea, lord Nicholas.
Una sonora bofetada y un grito de mujer siguieron a sus palabras, y Nick miró a regañadientes al otro lado de su cálido y silencioso refugio para ver cómo sacaban a rastras de la cama a su amiga la morena. Lady Haith la tenía sujeta del pelo de un modo más bien poco educado.
—Lárgate de aquí, prostituta —le ordenó empujando a la mujer hacia la puerta abierta.
—¡Ay! —gritó la mujer—. ¿Quién te crees que eres, zorra estúpida, para despertarme de mi sueño?
—Soy la mujer que te romperá encantada el cuello si no desapareces de mi vista en este instante —le advirtió Haith rodeando la cama una vez más.
La morena debió leer en los ojos de Haith que hablaba en serio, porque no dijo ni una palabra más, sólo le lanzó una mirada mohína. Luego miró hacia Tristan mientras se inclinaba para recoger su ropa tirada.
—Buenos días, milord —dijo en un arrullo arrastrando su arrugado vestido por el suelo.
Si Nick hubiera estado de su habitual buen humor, se habría reído en voz alta ante la expresión de pánico que cruzó por el rostro de su hermano. Tristan miraba alternativamente a la muchacha desnuda que avanzaba hacia él y a Haith, que estaba ocupada en aquel momento levantando a la rubia de la cama de Nick.
—Y tú también, fulana indigna —dijo despachando a la joven de la misma manera que a su amiga.
—Lady Haith —intervino Nick—, creo que tu esposo necesita de tu ayuda.
Haith se giró sobre sus talones y se encontró con la morena acariciando la pechera de la túnica de Tristan. Él tenía las manos alzadas a los costados y una expresión de auténtico horror en el rostro.
—¡Dulce Corra! —maldijo Haith dando un fuerte pisotón al suelo. Dirigió una mano hacia la puerta, y de pronto las dos mujeres se precipitaron a través de ella. Haith chasqueó los dedos y la puerta se cerró de golpe frente a sus indignados gritos de asombro.
Haith se volvió hacia Nicholas con los brazos cruzados firmemente sobre el pecho.
—¡Lord Nicholas, debería darte vergüenza acostarte con esas… esas… putas —le espetó sacudiendo la cabeza—, el mismo día de tu boda!
Sonó una tímida llamada a la puerta, y una de las mujeres expulsadas —Nicholas pensó que podría tratarse de la rubia—, dijo desde el otro lado:
—Señora, por favor, necesitamos nuestra ropa.
Haith no se dio la vuelta en ningún momento, pero tras exhalar un agitado suspiro, la puerta se abrió sola de golpe y una pila de prendas se deslizó por el suelo y a través del umbral hasta ir a parar a los pies de las mujeres. Nick sólo acertó a ver sus expresiones de asombro antes de que la puerta se cerrara de golpe una vez más.
—¿Y bien? —inquirió Haith mirándole.
—Tristan, te lo suplico —dijo Nick cubriéndose el cuerpo desnudo con las mantas—, controla a tu esposa. Si se le permite seguir con esta tiranía, me temo que no me quedarán amigas con la suficiente valentía como para querer divertirse conmigo.
—No, Haith tiene razón —Tristan se acercó hasta colocarse al lado de su esposa, y ambos miraron fijamente a Nick—. Hoy te casas, ¿o acaso lo has olvidado ya?
Nick gruñó. Por supuesto que no lo había olvidado. ¿Cómo iba a hacerlo? Esa descarada de ojos verdes, Simone du Roche, había mentido con su hermosa boquita mientras lo seducía con sus labios dispuestos y sus manos cálidas. Le había jurado que estaba conforme con casarse con Halbrook… justo antes de que su padre los pillara in fraganti en lo que Nick había considerado un rincón suficientemente oculto.
La muchacha era increíblemente inteligente, tuvo que admitir Nick. Le había tendido una trampa prácticamente indetectable, y Nick se había entregado como un becerro camino al matadero. Ahora se veía absolutamente obligado por el propio Guillermo a casarse con la joven para aplacar así a su padre y evitar otro escándalo en la corte.
—Sigo sin ver que mi inminente boda os de derecho a los dos a irrumpir en mis aposentos como vulgares ladrones —Nick miró a su hermano con expresión acusadora—. ¿Y cómo has conseguido la llave de mi puerta?
Tristan sacudió la cabeza con gesto irónico.
—No he sido yo, hermano. Yo traté de echar la puerta abajo. —Tristan alzó las cejas y señaló hacia Haith, que ahora estaba revoloteando por la habitación murmurando enfadada para sus adentros mientras recogía prendas de ropa y jarras vacías del suelo.
—Por supuesto —gimió Nick—. ¿Cómo he podido olvidarme de la astuta fuga de lady Haith de la mazmorra de Greanly? —recordó al instante la historia de cómo su cuñada había utilizado su mágico talento escocés para abrir la puerta de su celda y escapar de Tristan… un acto que había estado a punto de conducir al desastre.
—No pienses en eso ahora —dijo Haith con brusquedad. Un sonrojo le tiñó las mejillas. Se inclinó para recoger un trozo desgarrado de tela bordada—. Si no hubiéramos entrado en tus aposentos, seguramente te hubieras perdido tu propia… ¡Oh, Nicholas!
Nick dio un respingo cuando vio la túnica destrozada que Haith tenía en la mano. La noche anterior debía estar más borracho de lo que pensaba. Haith giró sus heridos ojos azules hacia él.
—Tu madre y yo cosimos esta prenda mientras yo estaba embarazada de Isabella… debías llevarla cuando te casaras. ¡Y ahora mírala! —Blandió la túnica hacia él, las manchas de vino y el dobladillo desgarrado resultaban claramente visibles.
—Lo siento, lady Haith —dijo Nick levantándose de la cama con piernas temblorosas y colocándose una manta alrededor de la cintura—. De verdad, no sé en qué estaba pensando. No tenía otra cosa que ponerme anoche, y… —se quedó sin voz al ver las lágrimas de sus ojos—. No era mi intención hacerte daño.
—Ya es suficiente —dijo Tristan con voz dura. Nick se giró para mirarle, y el movimiento de la mandíbula de su hermano le indicó que estaba haciendo un esfuerzo por controlar la ira.
—Hermano, yo…
—No, cállate la boca. —Tristan se acercó a su esposa y la guió suavemente hacia la puerta—. Espérame en nuestros aposentos, mi amor. Tengo que decirle unas palabras a Nick.
El sumiso asentir de cabeza de Haith provocó una punzada en el corazón de Nick, y cuando habló, la forma de arrastrar las palabras hizo que se sintiera como un auténtico imbécil.
—Veré qué podemos hacer para arreglar esto antes de la ceremonia.
Mientras su hermano acompañaba a Haith a cruzar el umbral de la puerta, Nick se puso rápidamente las calzas… un ejercicio que multiplicó por diez el martilleo de su cráneo. Estaba intentando concentrarse en los intrincados cordones cuando escuchó el agudo clic de la cerradura al echarse. Nick se rió entre dientes sin muchas ganas.
—Resulta más bien inútil intentar cerrarle la puerta de mi habitación a tu esposa, Tristan. Si desea entrar, no tiene más que…
El golpe de Tristan le dio directamente en la boca, lanzándole de espaldas y provocando una explosión delante de sus ojos. La realidad se tambaleó cuando Nick se levantó apoyándose en un codo y miró fijamente a su hermano. Tristan estaba de pie delante de él, era la imagen de la serenidad, exceptuando el músculo que se le movía en la mejilla.
—Eres un niño mimado y egoísta. —La voz de Tristan rezumaba indignación—. Levántate otra vez para que pueda tener el placer de volver a hacerte caer sobre tu mimado trasero.
Nick escupió a un lado para limpiarse la boca del sabor metálico de la sangre, no fuera a provocar turbulencias en su ya revuelto estómago. Se puso muy despacio de pie, estirándose con sumo cuidado.
—Hermano, no tengo ganas de pelear contigo, pero no toleraré que…
Tristan estaba al instante de nuevo encima de él, lanzándole un fuerte puñetazo primero al estómago y luego a las costillas. Nick gimió y se dobló antes de lanzarse de cabeza contra el centro de su cuerpo, provocando que ambos hombres cayeran al suelo.
Nicholas sacó fuerzas de algún lugar oculto de su maltrecho y sumergido en vino cuerpo y devolvió uno a uno los puñetazos de su hermano. Los dos hombres rodaron por toda la habitación, aplastando los trozos de barro rotos, volcando una mesa y lanzando astillas de madera por los aires. Cuando toparon con una pared, Tristan estaba encima de Nick y apretó uno de sus impresionantes antebrazos contra el cuello de su hermano, mirándolo a través de un ojo que se estaba cerrando rápidamente por la hinchazón.
—¿Qué te pasa? —preguntó Nick con voz estrangulada empujando el cuerpo de Tristan.
—Escúchame, Nicholas —gruñó Tristan, obligando a Nicholas a mantener su posición—, te vas a casar hoy, tanto si quieres como si no. Está claro que estas infantiles muestras de rebelión de los dos últimos días no te han hecho ningún bien.
Nick se retorció contra la figura de su hermano, tratando de no admitir que ahora se estaba comportando realmente como un niño pequeño.
—¡Suéltame! ¡Déjame!
—¡Silencio! —Tristan golpeó sonoramente la cabeza de Nick contra la pared—. Cuando te hayas casado con lady du Roche, debes olvidarte de Evelyn. Ella no va a volver a ti.
—Evelyn no tiene nada que ver con esto —aseguró Nick con voz ronca, maldiciendo en silencio la gran cantidad de vino que había consumido la noche anterior… eso le había robado la fuerza, y lo dejaba de hecho a merced de Tristan.
—Eres un mentiroso. Y ahora levántate, escúrrete el vino de tu embotado cerebro lo mejor que puedas, y prepárate para la ceremonia —la voz de Tristan no daba lugar a discusiones. Se inclinó para acercarse todavía más al rostro de Nick—. Y si alguna vez, alguna vez —enfatizó la palabra dándole otro golpe en la cabeza—, te atreves a volver a hacer llorar a mi esposa, no tendrás que preocuparte de con quién te has casado, porque te juro que convertiré al instante a lady du Roche en una viuda casadera.
Tras decir aquellas palabras, Tristan soltó a Nick y lo puso de pie. Nick jadeó sofocado cuando el aire volvió a entrar en sus pulmones, y miró a su hermano.
—Debería matarte por esto —resolló—. Aunque seas mi hermano, no tenías derecho. —Volvió a escupir una vez más al suelo.
Tristan se acercó pausadamente al lavamanos que había en una esquina de la habitación y se echó agua en el rostro hinchado.
—Tengo todo el derecho… y además, la obligación. —Tristan se incorporó del lavabo y le lanzó un paño húmedo a Nick—. Te darás cuenta de ello cuando emerjas de esta nebulosa de autocompasión que te has creado.
Nick se llevó una esquina del trapo al labio y dio un respingo. ¿Estaba en una nebulosa? Tal vez se hubiera precipitado un tanto en sus últimas acciones, pero…
Todo había sido culpa de Simone du Roche. Si ella no hubiera intrigado para atrapar a un barón como marido, no habría habido motivo para disgustarse por una simple túnica, y Tristan no hubiera sentido la necesidad de reprenderle por algo que formaba parte del comportamiento típico de Nick.
"Sí", se reafirmó Nick para sus adentros, "la culpa hay que arrojarla ante los delicados pies de mi prometida". Si no hubiera mostrado aquel cuerpo tan torneado y suave bajo el vestido de terciopelo verde que casaba a la perfección con sus ojos. Si no hubiera olido a lavanda fresca y no lo hubiera acariciado de aquel modo que hizo latir apresuradamente su corazón y le llevó a olvidarse de su buen juicio…
—Nicholas, ¿te he hecho demasiado daño? —preguntó Tristan arrugando la frente.
Nick alzó la cabeza, lo que le provocó un zumbido en los oídos, y dio un respingo.
—No, hermano. Apenas noto tus cariñosos rasguños. —Nick decidió restarle importancia al altercado, aunque sentía el orgullo herido ante el arrebato de Tristan. Nick ya había tenido un padre… no necesitaba otro—. Sin embargo, tú estás muy guapo. Ese tono violeta realza el color de tus ojos.
Tristan se rió, pero tras un instante, volvió a ponerse serio.
—Esta es la elección correcta, Nick. Es hora de que te cases, y si te hubiéramos dejado a tu libre albedrío, nunca hubieras sentado la cabeza con una mujer. Madre estará complacida.
—Si, supongo que sí —respondió Nick por decir algo, pero para sus adentros, vituperó:
"Igual que lady Simone, lord du Roche, el rey Guillermo, Haith y Tristan. Tal vez incluso Evelyn se alegre de saber que voy a casarme… ella, desde luego, no me quería".
—Vendré a buscarte cuando sea la hora de salir —dijo Tristan saliendo de la habitación.
Nick se quitó el trapo del labio herido y observó la sangre roja y brillante que lo manchaba.
—Sin duda todos estarán contentos, excepto yo.
Nick se alegraba de contar con su hermano en su vida tras años de separación, pero no permitiría que lo intimidara… después de todo, Nick lo aventajaba en varios grados en la escala social. Aunque se viera obligado a casarse con Simone du Roche, no tenía por qué fingir que la idea le hacía feliz, ni se rompería la espalda tratando de complacer a su esposa como hacía su hermano con Haith.
Si Simone du Roche quería que el barón de Crane fuera su amo y señor, entonces lo sería… pero a su manera.
Nick sonrió para sus adentros.