Introducción
Si se han saltado ustedes los volúmenes 1 y 2, queridos lectores, salgan y cómprenlos, léanlos, y luego acudan de nuevo a éste. Si hacen eso, obtendrán dos tercios de una obra hecha con amor y se liberarán de la cárcel de la moribunda literatura general. (Supongo que han ido ustedes a hacer lo que les he dicho, y ya están de vuelta.)
Hola.
Estamos en mayo de 1969 cuando escribo esto. Don Bensen, de la editorial Berkley, me dice que los primeros dos volúmenes de estas viviseccionadas Visiones peligrosas se están vendiendo bien, gracias. Nadie dudaba que sería así. Todo lo que uno tiene que hacer para asegurarse el éxito es reunir a treinta y dos de los mejores escritores en la cúspide de su carrera, darles libertad absoluta, dejar que los Dillon los ilustren, rodearlos con adorables y copiosas introducciones y apéndices, y esperar a que la buena gente descubra las joyas que contienen.
Para que el descubrimiento de estas joyas sea total, déjenme decirles que estoy preparando un volumen compañero de estas Visiones peligrosas. Llevo trabajando en él casi un año cuando escribo esto. Su título será Again Dangerous Visions (Nuevas visiones peligrosas).
Más escritores, y distintos escritores. Ninguno de ellos está representado en este primer libro. Y algo extraño y maravilloso en el nuevo libro. Nuevos escritores. Gente de la que es probable que usted no haya oído hablar nunca. Nombres como Hank Davis, Josephine Saxton, Greg Benford, Evelyn Lief y Ed Bryant.
Oh, habrá también nombres que ustedes podrán reconocer.
Nombres como Piers Anthony, Ben Bova, Terry Carr, Kate Wilhelm y Bernard Wolfe. Pero hay historias escritas para este nuevo libro que le harán sentir que Visiones peligrosas fue solamente un ensayo general, un precalentamiento.
Treinta mil palabras de Richard Lupoff tituladas Con los Retumbantes Muchachos de Bentfin en la Pequeña Vieja Nueva Alabama, relatos cortos completamente frescos y distintos como el Viaje temporal para peatones de Ray Nelson, o el hermoso El funeral de Kate Wilhelm, o En la granja, un relato de Piers Anthony capaz de retorcerle a uno las tripas. Y voces firmes y originales como Graham Hall, N. John Harrison, James Sallis.
Porque Visiones peligrosas hizo bien su trabajo, amigos. Inició una corriente. Malditas sean las «olas» de la vieja o de la nueva ciencia ficción; ésta es la ola, muchachos, la oleada, el oleaje, toda la corriente. Una marea ascendente de jóvenes escritores demostrándoles a sus viejos maestros que están aquí. Porque cuando Visiones peligrosas estaba en su estadio preparatorio, demasiados escritores no creían en su publicidad. No creían que realmente se pudieran echar a un lado todos los impedimentos y que la cosa funcionara. Pero Fritz Leiber sí lo creyó, y lo mismo hicieron Phil Farmer, y Phil Dick, y Sonya Dormán, y Carol Emshwiller, y Chip Delany. Pudieron burlarse del proyecto, y en cambio trabajaron duramente. Ahora todo el mundo cree en él, y les aconsejo que no se pierdan el volumen compañero de estos tres. Un libro más grande, más voluminoso que Visiones peligrosas con escritores que no están representados aquí. Porque Visiones peligrosas nos ha enseñado una gran lección.
La próxima vez no vamos a ir en busca de una simple revolución: vamos a cambiar el rostro entero del género.
¡Vamos a utilizar las estrellas como escalones para subir!
Los Ángeles
HARLAN ELLISON