Prueba para la destrucción

(Keith Laumer)

He dicho tantas cosas acerca de quién y qué es Keith Laumer (de las que una de las menores es una verbosa y sentenciosa introducción a su recopilación de relatos para la editorial Doubleday, Nine by Laumer) que, francamente, no sé qué decir que no haya dicho ya. Pero ahí va…

Laumer es un hombre alto, rudo, más bien apuesto, si admiran ustedes ese tipo de boca cruel y esos pequeños ojos penetrantes como los de un tití. Ha escrito varios volúmenes de historias acerca de un diplomático profesional en un futuro galáctico, un tipo llamado Retief. No es mera coincidencia que Laumer haya sido diplomático, en el servicio diplomático y consular de los Estados Unidos. Pero las historias de Retief son alegres, y muchos lectores no han reparado (como señalé con bastante extensión en la citada introducción) en la obra seria de Laumer. Sus muchas alegorías del mundo en que vivimos, historias que echan una mirada dura y a veces angustiada a lo que nos hacemos los unos a los otros. Sus historias con sus inherentes advertencias sobre la era de los ordenadores. Sus aventuras de persecuciones en el seno de la sociedad estructurada, donde el hombre es condenado desde el principio pero sigue el juego pese a todo porque es un hombre. Esas historias son el auténtico Laumer, y es una lástima que venda tan fácilmente sus historias de Retief, porque eso le hace ir a buscar lo fácil, le hace dedicarse a contar largos chistes cuando debería dedicarse a temas más complejos, como el que ofrece en la historia que están a punto de leer.

Laumer es un hombre singular. Es una masa de contradicciones, un talento ofensivo, un pilar de fortaleza, un hombre que valora y comprende la ética y la moralidad casi a un nivel celular. Eso lo demuestra en su obra. Es un escritor que se niega a ignorar la realidad, ni siquiera cuando escribe sus fantasías interestelares. Hay unas leyes básicas en el universo que son inmutables para Laumer. No puedo descubrir en mi corazón nada en lo que esté en desacuerdo con él. El amor, el valor y la determinación son cosas buenas; la guerra, la pereza y la hipocresía son cosas malas. Si pudiera citar a un hombre al que conociera y que me pareciera incorruptible, ése sería Laumer. (De todos modos, soy cauteloso a la hora de hacer esos juicios de valor. Demasiado a menudo he alzado a simples mortales sobre un pedestal, sólo para descubrir que son tan fuertes y débiles como todos los demás simples mortales, incluido yo mismo. Puede que Laumer sea una excepción.)

Las notas biográficas de Keith son bastante interesantes. Las incluyo aquí simplemente porque me han sido enviadas, y porque creo que reflejan la veracidad de lo que acabo de decir sobre él. En sus propias palabras:

Nací en el estado de Nueva York, y viví allí hasta la edad de doce años, y luego en Florida. De modo que puedo ver la guerra civil desde los dos lados. Quizás ésta sea en el fondo la causa de mi incapacidad de creer verdaderamente en una causa popular. (He descubierto que los seres humanos sólo pueden ser divididos en dos categorías significativas: los Humanos Decentes y los Hijos de Puta; ambos tipos parecen estar distribuidos equitativamente entre todas las formas, colores, tamaños y nacionalidades.)

En 1943, a la edad de dieciocho años, entré en el ejército. Vi Texas, Georgia, Alemania, Francia, Bélgica, Holanda, Luxemburgo, y otros extraños lugares. Todos ellos parecían estar poblados por la misma clase de amables/detestables individuos mugrientos y ávidos que había conocido allá en casa. En 1946 me encontré en el campus de la Universidad de Illinois, estudiando arquitectura. Cinco años más tarde tenía una esposa, dos chicos y dos diplomas. Mientras tanto había puesto punto final a las conclusiones de mis teorías acerca de la gente después de encontrar a bribones tanto blancos como negros, a buenos cristianos y a buenos judíos. Ninguno de ellos parecía tener la exclusiva de la virtud o de la villanía.

En 1953 engañé a las autoridades alistándome en las fuerzas aéreas como subteniente antes de que pudieran alistarme para la tercera guerra mundial, por aquel entonces inminente. Ellos, en venganza, me engañaron a mí saltándose la guerra. Pasé un año en solitario sobre un peñón en el Labrador. En 1956 abandoné las fuerzas aéreas para entrar en el servicio diplomático y consular. Allí descubrí una leve preponderancia de Hijos de Puta. Me pasé dos años en Birmania rascándome las pulgas y descubrí (¡sorpresa!) que era un escritor. Volví a las fuerzas aéreas en 1960, fui destinado a Londres, abandoné mi trabajo en 1965 para dedicarme a escribir a tiempo completo, y nunca he intentado volver a cambiar de trabajo.

Laumer olvida mencionar libros tales como Embassy (Embajada), Catastrophe Planet (Planeta catástrofe), Envoy to New Worlds (Envío a nuevos mundos), Worlds of the Imperium (Mundos de Imperio), Retiefs War (La guerra de Retief) y Earthblood (La sangre de la Tierra), escrita en colaboración con Rosel G. Brown. También olvida mencionar que es uno de los pocos nuevos talentos importantes que han surgido en el campo de la ficción especulativa en los últimos cinco años. Pero podemos atribuir todo esto a la increíble modestia de Keith.

Antes comenté la naturaleza seria de lo mejor de la obra de Laumer. La historia que sigue, Prueba para la destrucción, es indicativa de esta seriedad. Pero Laumer no es un mero Edgar Guest de la ciencia ficción, un desgranador de trivialidades… La vida es real, la vida es seria, y por eso nos ofrece una visión peligrosa acerca de la naturaleza básica del hombre. Y el hecho de que este relato de moralidad esté redactado en la forma inmemorial de la aventura de acción y persecución constituye un apoyo a su necesidad de convertirse en un contador de historias completo.

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1

La helada lluvia de octubre castigaba el rostro de Mallory, mientras esperaba oculto entre las sombras que daban acceso a un estrecho callejón.

—Esto es ridículo, Johnny —murmuró el hombre pequeño y adusto que lo acompañaba—. Tú, el hombre que esta noche tendría que haber sido nombrado Presidente Mundial, ocultándote al amparo de la noche mientras Koslo y sus matones beben champaña en el palacio ejecutivo.

—Es cierto, Paul —convino Mallory—. Es posible que esté demasiado ocupado con la celebración de su victoria para preocuparse de mí.

—Y también puede que ocurra lo contrario —observó el hombre pequeño—. Que no permanezca tranquilo mientras sepa que tú sigues vivo y puedes oponerte a él.

—Sólo faltan unas pocas horas, Paul. Para el desayuno Koslo ya sabrá que su elección fraudulenta fracasó.

—Pero si da contigo antes, éste será el fin, Johnny. Sin ti el golpe se desbaratará como una pompa de jabón.

—No pienso abandonar la ciudad —anunció llanamente Mallory—. Es verdad que existe cierto riesgo, pero no se puede derrocar a un dictador sin correr algunos albures.

—Pues éste de entrevistarte con Grandall no era precisamente necesario.

—Será útil que me vea; ya sabe que estoy involucrado en este asunto.

En silencio, los dos hombres aguardaban la llegada de su camarada conspirador.

2

A bordo del acorazado intersideral que navegaba a medio parsec de distancia de la Tierra, el cerebro autónomo combinado observaba el lejano sistema solar.

Radiación en múltiples longitudes de onda desde el tercer cuerpo; las células Perceptoras dirigían el impulso de las seis mil novecientas treinta y cuatro unidades que componían el cerebro segmentado que guiaba a la nave. Modulaciones desde el espectro de mentalización número cuarenta y nueve hasta el noventa y uno.

Parte del esquema es característico de una inteligencia manipuladora exocósmica, dedujeron los Analizadores a partir de los datos. Otros indicios muestran una complejidad que oscila entre los niveles uno a veintiséis.

Ésta es una situación anómala, observaron los Recolectores. Es el fin esencial de una Inteligencia Superior destruir toda formación mental inferior rival, del mismo modo que yo/nosotros sistemáticamente aniquilamos a aquellos que encontramos en el curso de mi/nuestra exploración a lo largo del Brazo Galáctico.

Antes de proceder, es indispensable procurar una clarificación del fenómeno, indicaron los Intérpretes. Será necesaria una aproximación a un margen no mayor de una radiación/segundo para la extracción y análisis de una unidad mental estimable.

En este caso el nivel de riesgo se eleva a la Categoría Última, anunciaron fríamente los analizadores.

LOS NIVELES DE RIESGO YA HAN DEJADO DE ACTUAR; el poderoso impulso mental del Egon puso fin a la discusión. AHORA NUESTRAS NAVES NAVEGAN POR UN ESPACIO INEXPLORADO, EN BUSCA DE LUGAR DE EXPANSIÓN PARA LA RAZA SUPERIOR. LA ORDEN INAPELABLE DE AQUEL QUE ES GRANDE REQUIERE QUE MI/NUESTRA BÚSQUEDA PROSIGA HASTA El LÍMITE DE LAS POSIBILIDADES DEl REE, COMPROBANDO MI/NUESTRA CAPACIDAD DE SUPERVIVENCIA Y DOMINIO. NO PUEDE HABER IRRESOLUCIONES O FRACASOS. EMPRENDAMOS YA UNA ÓRBITA DE ESTRECHA VIGILANCIA.

En el mayor silencio y a una velocidad de una fracción de kilómetro por debajo de la velocidad de la luz, el acorazado Ree se aproximó a la Tierra.

3

Mallory se puso tenso al ver que la fuerte luz del poliarco de la otra manzana iluminaba una oscura silueta.

—Ahí está Grandall —susurró el hombre pequeño—. Me alegro…

Lo interrumpió el rugido de un poderoso motor a turbina que se acercaba velozmente por la desierta avenida. Un patrullero apareció de pronto desde una calle lateral y dobló la esquina haciendo chirriar los neumáticos. El hombre que estaba bajo el farol se dispuso a salir corriendo, en el preciso momento en que el vivido resplandor azul de un rifle SURF relumbraba desde el coche. La andanada dio de lleno en la espalda del hombre, lo proyectó contra la pared de ladrillo, lo arrojó al suelo y lo hizo rodar, antes de que el ruido causado por los disparos llegara a los oídos de Mallory.

—¡Dios mío! ¡Han matado a Tony! —profirió el hombre pequeño—. ¡Tenemos que escapar de aquí!

Mallory comenzó a dar unos pasos para introducirse en el callejón, pero se detuvo al ver unas luces que se encendían en el extremo más distante del mismo. Escuchó el taconeo de unas botas y una voz gruesa que emitía una orden.

—Estamos atrapados —dijo.

A pocos metros vio una tosca puerta de madera. De un salto llegó hasta ella y empujó con todas sus fuerzas. No cedió. Retrocedió unos pasos y la abrió de un puntapié. Empujando a su compañero delante de él, entraron en una habitación oscura que apestaba a encierro y excrementos de rata. A tientas y tropezando en la oscuridad, Mallory se abrió camino entre la basura que cubría el piso y tanteando la pared encontró una puerta que colgaba de un solo gozne. La empujó y se encontró en un pasillo con suelo de linóleo, apenas iluminado por la débil luz que atravesaba el montante que coronaba una maciza puerta asegurada por una tranca. Cambió de dirección y corrió hacia la puerta más pequeña que se veía en el otro extremo del corredor. Cuando le faltaban tres metros para llegar, el panel central voló de pronto en pedazos con una violencia que le hizo tambalearse. A sus espaldas el hombre pequeño lanzó un gemido ahogado; Mallory giró rápidamente para verlo desplomarse con el pecho y el estómago despedazados por el tremendo impacto producido por la descarga de mil disparos provenientes del rifle SURF de la policía.

Un brazo asomó por la improvisada abertura. Mallory se adelantó un paso, aferró la muñeca y tiró hacia atrás con todas sus fuerzas hasta que sintió crujir la articulación del codo. El alarido del policía fue sofocado por una segunda descarga de la mortífera arma, pero ya Mallory había saltado por encima de la barandilla de la escalera poniéndose a salvo. Subió de cinco en cinco los escalones, atravesó un rellano repleto de vidrios rotos y botellas vacías, siguió corriendo y se encontró en un pasillo semidestruido y cubierto de telarañas. Abajo podía oír el ruido de pisadas y voces que increpaban furiosas. Mallory se introdujo por la primera puerta que encontró y se quedó parado de espaldas a la pared. Fuertes pisadas resonaron en la escalera, se detuvieron un momento y se fueron acercando…

Mallory se preparó y en el momento en que el policía pasaba frente a la puerta salió y le asestó un poderoso golpe en la nuca con el canto de la mano. El hombre cayó hacia delante, y Mallory atrapó el revólver en el aire. Se asomó por la barandilla y vació el contenido del arma por el hueco de la escalera. Al volverse para escapar hacia el otro extremo del pasadizo, devolvieron el fuego desde abajo.

Un mazazo descargado por un gigante lo golpeó en el costado, cortándole el aliento y arrojándolo con fuerza contra la pared. Se recuperó y siguió corriendo; su mano tanteó una herida que sangraba abundantemente. La bala apenas lo había rozado.

Llegó a la puerta de la escalera de servicio y reculó violentamente ante una sucia sombra grisácea que se abalanzó sobre él con un fuerte aullido desde la oscuridad; en ese preciso instante se oyó el estampido de un disparo y un trozo de mampostería de la pared voló en pedazos. Un hombre corpulento con el uniforme oscuro de la Policía de Seguridad empezó a subir corriendo la escalera y se detuvo por un instante al ver el revólver en la mano de Mallory; pero antes de que tuviera tiempo de reaccionar, éste lo golpeó con el arma vacía y lo envió rodando escalera abajo. El gato que le había salvado la vida —un enorme gato de albañal lleno de cicatrices— yacía en el piso, con media cabeza volada por la descarga que había interceptado. Su único ojo amarillo lo miraba fijamente, y las zarpas aferraban el suelo como si aun después de muerto estuviera pronto para el ataque. Mallory saltó por encima del animal y trepó la escalera.

Ésta se acabó tres pisos más arriba, al llegar a un altillo atiborrado de paquetes de diarios y cartones podridos, de los cuales se escabulleron varios ratones al oír el ruido de sus pasos. Había una única ventana, oscurecida por la mugre. Mallory arrojó a un lado el arma inútil y escrutó el cielorraso en busca de alguna posible abertura, pero no encontró ninguna. El costado le dolía atrozmente.

Afuera resonaron pasos implacables. Mallory se refugió en un rincón del cuarto, y entonces nuevamente se oyó el ensordecedor estampido del rifle SURF, que hizo volar por los aires la endeble puerta. Por un instante se produjo un absoluto silencio. Luego:

—¡Salga con las manos en alto, Mallory! —ordenó una voz metálica.

En la penumbra comenzaron a aparecer pálidas llamas que abrasaban los fardos de papeles encendidos por los proyectiles. El humo empezó a llenar la habitación.

—Salga antes de morir calcinado —volvió a decir la voz.

—¡Escapemos de aquí! —exclamó otro—. ¡Esto va a arder como yesca!

—¡Su última oportunidad, Mallory! —gritó el primero de los hombres, en el momento en que las llamas, alimentadas por el papel seco, alcanzaban el techo con un aterrador rugido.

Mallory se deslizó pegado a la pared hasta la ventana, arrancó la rota persiana enrollable y tiró del bastidor de la ventana. Éste no se movió. Rompió el vidrio de un puntapié, pasó una pierna por encima del marco y saltó a la oxidada escalera de incendios. Cinco pisos más abajo lo esperaban unos rostros expectantes y media docena de coches patrulleros que bloqueaban la calle mojada por la lluvia. De espaldas a la barandilla, levantó la vista hacia arriba. La escalera de incendios se prolongaba tres o quizá cuatro pisos más. Se cubrió el rostro con el brazo para protegerse del calor de las llamas y subió los escalones metálicos de tres en tres.

El último rellano se encontraba debajo de una cornisa saliente. Mallory se paró en la barandilla, se asió con ambas manos a la moldura de piedra y quedó meciéndose en el aire. Por un instante se balanceó a treinta metros de la calle; luego se izó, logró sujetarse con una pierna de la albardilla y cayó rodando sobre el techo.

Tendido de espaldas, escudriñó la oscuridad que lo rodeaba. El piso de la azotea estaba únicamente interrumpido por una chimenea de ventilador y un cuartucho para albergar la parte terminal de una escalera o un ascensor.

Exploró el lugar y descubrió que el edificio ocupaba una esquina, con un aparcamiento al pie. Del lado del callejón, el techo más próximo estaba tres metros más abajo, separado por un espacio de cinco metros. Mientras Mallory estaba considerándolo, oyó un ruido sordo acompañado de un fuerte temblor bajo sus pies: era uno de los pisos del viejo edificio que se derrumbaba carcomido por el fuego.

El humo lo rodeaba ya por todas partes. Del lado del aparcamiento se elevaban sórdidas llamas que dejaban caer una lluvia de chispas en el húmedo cielo nocturno. Se encaminó a la parte superior de la escalera y comprobó que la puerta metálica estaba cerrada con llave. Contra la pared estaba sujeta una escalera de mano oxidada. La arrancó con fuerza y la llevó hacia el lado del callejón. Tuvo que aplicar toda su energía para soltar las trabas herrumbradas y estirar la escalera en toda su longitud. Calculó que tendría unos seis metros. Quizá sería suficiente…

La empujó hacia fuera y la hizo descansar sobre el otro techo más bajo. El débil puente se tambaleó bajo su peso cuando trepó sobre él. Empezó a atravesarlo, haciendo caso omiso del balanceo que sentía bajo su cuerpo. Estaba a casi dos metros del otro techo, cuando sintió que el metal corroído cedía bajo su peso; haciendo un esfuerzo desesperado, se arrojó hacia delante. Solamente el hecho de que el tejado estaba a menor altura logró salvarlo. Se aferró al canalón de metal mientras la escalera se estrellaba en el pavimento del callejón en medio de los gritos de los que esperaban abajo.

«Mala suerte —pensó—. Ahora saben dónde estoy…»

En medio de la azotea vio un pesado escotillón. Lo levantó, bajó unos escalones de hierro en plena oscuridad y siguió por un corredor hasta encontrar una escalera. Débiles ruidos provenían de abajo. Comenzó a descender.

Al llegar al cuarto piso vio luces debajo de una puerta; oyó el sonido de voces y pisadas. En el tercer piso se apartó de la escalera, atravesó un hall y penetró en una oficina abandonada. Desde la calle los haces de las linternas dibujaban sombras oblicuas en las paredes descoloridas.

Siguió caminando, dobló por un pasillo y entró en una habitación que daba al callejón. Una bocanada de humo penetró por la ventana sin cristales. Abajo, el estrecho pasaje parecía estar desierto. El cadáver de Paul había desaparecido. La escalera estaba tirada en el lugar en que había caído. Habría unos seis metros de altura hasta la calle; aunque se descolgara primero por la ventana y luego se dejara caer, una pierna rota…

Algo se movió allá abajo. Un policía uniformado estaba parado justo debajo de la ventana, de espaldas a la pared. Una sonrisa perversa iluminó el rostro de Mallory. Sin vacilar, se asomó a la ventana, se descolgó por fuera sosteniéndose un instante del marco, mientras el rostro del hombre lo miraba sorprendido, listo para gritar…

Se dejó caer; sus pies chocaron con la espalda del policía, amortiguando su caída. Rodó a un lado y se sentó en el suelo, algo atontado. El hombre estaba tirado boca abajo, con la columna quebrada.

Mallory se puso de pie y un punzante dolor le atravesó el tobillo derecho. Dislocado, o roto. Apretó los dientes y comenzó a deslizarse a lo largo de la pared. La lluvia helada que caía por los desagües se arremolinaba en sus pies. Resbaló y estuvo a punto de caer sobre los adoquines mojados. Más allá podía divisar la débil claridad del aparcamiento. Si lograba llegar y atravesarlo, quizá podría salvarse. Tenía que hacerlo, por Mónica, por el niño, por el futuro de un mundo.

Un paso y luego otro. Era como si un dolor acuciante lo envolviera a cada respiración. La camisa empapada en sangre y los pantalones se le adherían al cuerpo helado. Unos metros más y llegaría a la salvación.

Dos hombres con el uniforme negro de la Policía de Seguridad Estatal se interpusieron en su camino apuntándole con sus rifles de explosión. Mallory se separó de la pared y se preparó para recibir la descarga que acabaría con su vida. En lugar de ello, se sintió de pronto deslumbrado por un potente haz de luz.

—Acompáñenos, señor Mallory.

4

Aún no hemos establecido contacto, informaron los Perceptores.

Las mentes singulares de allá abajo se ven faltas de cohesión; fluctúan y se escabullen apenas yo/nosotros entramos en contacto con ellas.

Los Iniciadores hicieron una propuesta: Mediante el uso de armonías apropiadas se podría crear un campo de resonancia para reforzar cualquier mente natural que funcionara a un ritmo análogo.

Consideramos que un esquema de las siguientes características podría resultar muy adecuado… Se expuso un complejo simbolismo.

CONTINÚEN CON LA LÍNEA ADOPTADA, ordenó el Egon. TODAS LAS FUNCIONES EXTRAÑAS SERÁN SUSPENDIDAS HASTA LOGRAR El ÉXITO.

Tendiendo a un objetivo unificado, los sensores Ree se pusieron a explorar el espacio desde la oscura y silenciosa nave, en busca de una mente humana receptiva.

5

La Sala de Interrogatorios era un desnudo y cuadrado recinto esmaltado de blanco. En su centro geométrico, debajo de un potente foco de luz, había una sólida silla de acero.

Transcurrió un largo y silencioso minuto; luego se oyó ruido de pasos en el corredor. Un hombre alto ataviado con un sencillo y oscuro uniforme militar penetró por la puerta abierta y se detuvo para estudiar a su prisionero. Su ancho rostro se mostraba sombrío e inexpresivo como una tumba.

—Se lo previne, Mallory —dijo con voz grave.

—Está cometiendo un error, Koslo —le respondió éste.

—Al arrestar abiertamente al gran héroe popular, ¿eh? —La expresión de Koslo se iluminó en una amplia y sarcástica sonrisa—. No se engañe. Los descontentos no harán nada sin su líder.

—¿Está seguro de que ya quiere poner su régimen a prueba?

—En caso contrario sólo me queda esperar, mientras su partido se afianza. Prefiero el camino más rápido. Yo no tengo tanta paciencia como usted, Mallory.

—Y bien…, mañana lo sabrá.

—Tan pronto, ¿eh? —Los ojos de Koslo se entrecerraron ante la intensidad de la luz. Lanzó un gruñido—. Para mañana sabré muchas cosas. ¿Se da usted cuenta de que su situación personal es desesperada?

Lo miró fijamente.

—En otras palabras, ¿pretende que me venda a usted a cambio de qué? ¿Otra de sus promesas?

—La alternativa es la silla —respondió Koslo sencillamente.

—Tiene mucha confianza en la mecánica, Koslo…, más que en sus hombres. En eso consiste su debilidad.

Koslo extendió una mano para acariciar el metal rectilíneo de la silla.

—Éste es un aparato científico concebido para realizar una tarea específica de la manera más simple para mí. Está destinado a crear condiciones dentro del sistema nervioso del individuo tendentes a una evocación total, al mismo tiempo que amplifica las subvocalizaciones que acompañan a toda actividad altamente cerebral. Además, el sujeto se vuelve susceptible a la menor insinuación verbal. —Hizo una pausa—. Si se resiste, podrá destruir su mente, pero no antes de que me lo haya dicho todo: nombres, lugares, fechas, organización, planes operativos, todo. Será más sencillo para ambos si se aviene a lo inevitable y me cuenta voluntariamente lo que necesito saber.

—¿Y una vez que tenga la información?

—Usted sabe que mi régimen no soporta la oposición. Cuanto más completos sean los informes, menor será el derramamiento de sangre.

Mallory sacudió la cabeza.

—No —dijo rotundamente.

—No sea insensato, Mallory. Aquí no se trata de probar su hombría.

—Quizás haya algo de eso, Koslo: el hombre contra la máquina. Koslo lo escrutó con la mirada. Luego hizo un gesto rápido con la mano.

—Átenlo.

Sentado en la silla, Mallory sintió que el frío del metal le absorbía el calor del cuerpo. Tenía las piernas, brazos y torso sujetos mediante ligaduras. Una ancha faja de alambre tejido y plástico le aseguraba la cabeza contra un soporte cóncavo. Desde el otro extremo de la habitación, Fey Koslo observaba.

—Listo, Excelencia —dijo uno de los técnicos.

—Procedan.

Mallory se puso rígido. Sentía una extraña perturbación en la boca del estómago. Había oído hablar de la silla y de su poder para lavar a fondo el cerebro de un hombre y dejarlo convertido en un guiñapo incoherente.

«Solamente una sociedad libre es capaz de producir la tecnología que haga posible la tiranía…», pensó.

Observó cómo un operario de guardapolvo blanco se disponía a manipular el panel de control. Sólo le quedaba una esperanza: lograr oponerse al poder de la máquina, alargar el interrogatorio, demorar a Koslo hasta el amanecer…

Mil agujas le comprimieron las sienes. Instantáneamente su mente se llenó de un torbellino de imágenes febriles. Sintió que la garganta se le apretaba en un grito ahogado. Dedos como garras hurgaban dentro de su cerebro, desenterrando viejos recuerdos y reabriendo las viejas heridas cicatrizadas por el tiempo. De alguna parte le llegaban los ecos de una voz interrogándolo. Las palabras temblaban en sus labios, pugnando por salir a borbotones.

«¡Tengo que resistir!» La idea pasó como un destello por su mente y se fue, arrastrada por un aluvión de impulsos exploratorios que atravesaron su cerebro como un torbellino. «Tengo que aguantar… lo suficiente… para dar tiempo a los demás…»

6

A bordo de la nave Ree, las pequeñas luces de colores brillaban y parpadeaban en el tablero que estaba en el centro de control.

Percibo/imos una nueva mente, transmisora de un gran poder, anunciaron de pronto los Perceptores. Pero las imágenes son confusas. Yo/nosotros advertimos lucha, resistencia…

ORDENAMOS ESTRICTO CONTROL, mandó el Egon. ESTRECHE El FOCO Y OBTENGA UNA FRACCIÓN DE PERSONALIDAD REPRESENTATIVA.

Es difícil; yo/nosotros captamos poderosas corrientes nerviosas, opuestas a los ritmos cerebrales básicos.

¡COMBÁTANLAS!

De nuevo la mente Ree intentó insinuarse dentro de la sustancia intercelular del cerebro de Mallory y comenzó laboriosamente a delinear y fortalecer sus simetrías originales, permitiendo el florecimiento del egomosaico original, libre de contraimpulsos perturbadores.

7

El rostro del técnico se puso lívido al ver la rigidez que adquiría el cuerpo de Mallory.

—¡Cuidado! —sonó como un latigazo la voz de Koslo—. Si llega a morir antes de hablar…

—Es que… lucha con todas sus fuerzas, excelencia. —La mirada del hombre estudió atentamente lo que indicaban los instrumentos—. Los ritmos alfa delta son normales, aunque exagerados, índice metabólico, 0,99…

El cuerpo de Mallory pegó un brinco. Sus ojos se abrieron y cerraron. Movió la boca.

—¿Por qué no habla? —gritó Koslo.

—Puede que lleve unos instantes ajustar la corriente de energía a una resonancia de diez puntos, excelencia…

—¡Pues apúrese, hombre! ¡He arriesgado demasiado arrestando a este sujeto para perderlo ahora!

8

Mallory sintió como si unos dedos de acero candente pasaran de la silla a su cerebro a través de los conductos nerviosos, encontrándose con la infranqueable resistencia de la sonda Ree. En la confrontación que sobrevino, lo que restaba de la mente consciente de Mallory resultó sacudido como una hoja en medio de una tormenta.

«¡Lucha!» Los últimos vestigios de su conciencia trataron de hacerse fuertes…

…y fueron atrapados, encapsulados y arrebatados hacia el infinito. Tuvo la vaga noción de verse llevado por un torbellino de luz muy brillante atravesado por destellos rojos, azules y violeta. Tenía la sensación de que fuerzas poderosas lo empujaban, sacudiéndolo de un lado a otro, e iban extrayendo su mente como un dúctil alambre hasta hacerla llegar a la galaxia. El filamento se ensanchaba y se expandía bajo la forma de un diafragma que dividía en dos el universo. El plano crecía en grosor y se distendía hasta abarcar la totalidad del espacio/tiempo. En forma muy débil y lejana sintió el torrente tumultuoso de las energías que pugnaban por atravesar la membrana impenetrable de fuerza…

La esfera que lo aprisionaba se estrechó, haciendo que su conciencia agudizara su profundidad de foco. Sin saber cómo, supo que se hallaba encerrado en una cámara hermética y sin aire, que le inspiraba claustrofobia y lo aislaba de todo sonido y sensación. Tomó aire para gritar…

El aliento no le llegó. Sólo un débil aleteo de terror que en seguida se esfumó, como sofocado por una mano inhibidora. Solo en la oscuridad, Mallory aguardó con todos los sentidos alerta, tratando de penetrar el vacío que lo rodeaba.

9

¡Yo/nosotros lo atrapamos!, pulsaron los Perceptores, y se callaron.

En el centro del recinto, la trampa mental vibró con las corrientes de energía que confinaban y controlaban los esquemas del cerebro cautivo.

LAS PRUEBAS COMENZARÁN DE INMEDIATO. El Egon descartó impulsos interrogatorios de los segmentos mentales relacionados con la especulación. APLICAR LOS ESTÍMULOS INICIALES Y ANOTAR LOS RESULTADOS, ¡YA!

10

… Y tuvo conciencia de un débil resplandor en el otro extremo de la habitación: el contorno de una ventana. Entornó los ojos y se incorporó, apoyándose en un codo. Sintió crujir los muelles de una cama bajo su peso. Al mismo tiempo su olfato percibió un penetrante olor a humo que amenazaba ahogarlo. Le parecía hallarse en un cuarto barato de hotel. Echó hacia atrás la burda manta que lo cubría y sus pies descalzos se apoyaron en un tosco suelo de madera. No recordaba cómo había ido a parar allí…

El suelo estaba caliente.

Saltó de la cama y corrió hacia la puerta, aferró el picaporte… y lo soltó de golpe. El metal le había quemado la mano.

Se abalanzó hacia la ventana, arrancó las cortinas, rígidas a causa de la mugre, tiró del pestillo y trató de abrir la ventana. No se movió. Dio un paso atrás y rompió el vidrio de un puntapié. Inmediatamente entró una bocanada de humo por la abertura. Protegiéndose la mano con la cortina, apartó los fragmentos de vidrio, se subió al marco y salió a la escalera de incendio. El metal herrumbrado le lastimó los pies desnudos. A tientas logró bajar media docena de escalones, y se detuvo ante unas crepitantes lenguas de fuego que parecían ser empujadas desde abajo.

Asomándose a la barandilla pudo ver la calle diez pisos más abajo, los faros de los coches y los pálidos rostros que miraban hacia arriba. Unos treinta metros más allá se balanceaba una escalera extensible, tratando de aproximarse a otra ala del edificio en llamas e ignorando completamente su situación. Estaba perdido, abandonado. Nada podía salvarlo. La escalera de hierro debajo de él era un infierno.

«Sería mucho más fácil y rápido saltar por encima de la barandilla, para evitar el dolor y morir pronto»; la idea le pasó por la cabeza con una terrible claridad.

Se oyó ruido de vidrios rotos y una ventana arriba de él hizo explosión. Sobre su espalda cayeron chispas ardientes. El hierro de la escalera le abrasaba la planta de los pies. Respiró hondo, se protegió la cara con un brazo y se zambulló en medio de las llamas…

Anduvo a tientas, cayendo por los filosos peldaños. El dolor que sentía en el rostro, la espalda, los hombros y el brazo era semejante a un hierro candente que le hubieran aplicado y luego olvidado allí. Tuvo una fugaz visión de su brazo, en carne viva y con los bordes ennegrecidos…

Sus pies y sus manos ya no le pertenecían. Utilizando codos y rodillas fue dando tumbos por encima de otra barandilla y llegó a otro descansillo. Los rostros se veían ahora más cerca; además había manos extendidas hacia él. Tanteó, se puso de pie y sintió cómo el último tramo se desmoronaba bajo su peso. Su visión era una confusa mancha roja. Sentía que la piel ampollada se desprendía de sus muslos. Una mujer gritó.

—¡Dios mío, todo quemado y todavía camina! —exclamó una voz ronca.

—¡Pobre diablo!

—… Sus manos… sin dedos…

Algo se elevó y cayó sobre él, un golpe fantasmal antes de que las tinieblas lo envolvieran…

11

La respuesta del ente ha sido anómala, informaron los Analizadores. ¡Su apego a la vida es extraordinario! Enfrentado con una probable e inminente destrucción física, ha preferido el sufrimiento y la mutilación con tal de prolongar su vida por un breve período.

Existe la posibilidad de que una respuesta semejante represente un mecanismo puramente instintivo de características poco usuales, destacaron los Analizadores.

En tal caso, podría resultar peligroso. Se requieren más informes al respecto.

YO/NOSOTROS REESTIMULAREMOS AL SUJETO, dictaminó el Egon. LOS PARÁMETROS DEl INCENTIVO DE SUPERVIVENCIA DEBEN ESTAR ESTABLECIDOS CON PRECISIÓN. REANUDEN LAS PRUEBAS.

12

Mallory se revolvió en la silla y luego quedó inerte.

—¿Está…?

—¡Vive, excelencia! Pero hay algo que no funciona. No puedo lograr el nivel de vocalización. Me está combatiendo con una especie de complejo imaginario fabricado por él mismo.

—¡Pues trate de liberarlo!

—Excelencia, lo he intentado, pero no puedo llegar a él. Es como si hubiese hecho derivar las corrientes de energía de la silla para reforzar mediante ellas su propio mecanismo de defensa.

—¡Sobrepáselo!

—Trataré de hacerlo, ¡pero su poder es increíble!

—¡Entonces emplearemos más potencia!

—Eso es… peligroso, excelencia.

—No más peligroso que el fracaso.

Con gesto preocupado, el técnico reajustó el tablero para aumentar el flujo de energía a través del cerebro de Mallory.

13

¡El sujeto se agita!, prorrumpieron los Perceptores. ¡Fluyen nuevas energías masivas dentro del campo mental! Mi/nuestro influjo se debilita…

¡RETENGA AL SUJETO! ¡REESTIMULE DE INMEDIATO, EMPLEANDO LA MÁXIMA FUERZA DE EMERGENCIA!

Mientras el cautivo luchaba y se debatía contra la sujeción, la mente segmentada del ser extraterrestre concentraba sus fuerzas y enviaba un nuevo estímulo dentro de su debilitado campo mental.

14

…El sol le abrasaba la espalda. Una suave brisa hacía ondular los altos pastos de la colina donde se había refugiado el león herido. Oscuras y delatoras gotas de sangre adheridas a los tallos señalaban el rastro del enorme felino. Seguramente estaba allá arriba, echado bajo una mata de arbustos, con sus ojos amarillos entrecerrados por el dolor de la herida que la bala 0375 le había producido en el pecho, aguardando la llegada de su agresor…

El corazón le golpeaba la húmeda camisa caqui. El pesado rifle parecía un juguete entre sus manos, una fruslería inútil contra la furia instintiva de la fiera. Dio un paso y su boca se torció en un gesto irónico. ¿Qué pretendía demostrar? Nadie se iba a enterar si decidía volver atrás, sentarse bajo un árbol para tomar un buen trago de su cantimplora, dejar transcurrir una o dos horas —mientras el animal se desangraba— y luego ir en busca del cadáver. Dio otro paso. De pronto se encontró caminando a paso firme. La brisa le refrescaba el rostro, y sentía las piernas livianas y fuertes. Respiró hondo y se llenó con el aroma de aire primaveral. La vida nunca le había parecido más preciosa.

Sintió una especie de estertor asmático y de pronto la enorme bestia salió de su escondite mostrando los colmillos, con los músculos en tensión y la sangre manándole del costado…

Se afirmó en el suelo, levantó el rifle y lo apoyó firmemente contra su hombro mientras el león bajaba a toda velocidad por la barranca. «Según las reglas —pensó sarcástico—. Darle justo por encima del esternón y estar alerta hasta estar seguro…» Cuando lo tuvo a treinta metros disparó, justo cuando el animal giraba hacia la izquierda. La bala se le metió entre las costillas. La fiera titubeó y prosiguió su carrera. Un nuevo disparo y el feroz rostro se convirtió en una máscara roja. Y con todo, la fiera enfurecida siguió avanzando. El hombre se limpió el sudor de los ojos y apuntó cuidadosamente al punto exacto…

El gatillo se atascó. Al instante comprobó que el cartucho usado había trabado el mecanismo del arma. Trató vanamente de arreglarlo. En el segundo final se arrojó a un lado y el monstruo, lanzándose por encima de él, cayó muerto en tierra. En ese momento cruzó por su mente la idea de que si Mónica lo hubiera estado contemplando desde el coche al pie de la colina, esta vez no se habría reído de él…

15

Nuevamente el síndrome de reacción no concuerda con ningún concepto de racionalidad dentro de mil nuestra experiencia; las células Recolectoras expresaron la paradoja que la mente cautiva había presentado a la inteligencia Ree. He aquí un ente que se aferró a la supervivencia de su personalidad con una ferocidad sin precedentes, y a pesar de todo afronta los riesgos de la Categoría última sin necesidad, respondiendo a un código extraño de simetría de conducta.

Yo/nosotros postulamos que el segmento de personalidad elegido no representa la verdadera analogía Egon del sujeto, sugirieron los Especuladores. Es evidentemente incompleto y no viable.

Intentemos un retiro selectivo de control sobre las regiones periféricas del campo mental, propusieron los Perceptores. Eso permitirá una mayor concentración de estímulos en la sustancia intercelular central.

Si equiparamos energías con la mente cautiva, será posible comprobar sus ritmos y extraer la clave para su control total, determinaron rápidamente los Calculadores.

Esa alternativa ofrece el riesgo de hacer estallar la sustancia intercelular, con la consiguiente destrucción del sujeto.

HAY QUE CORRER El RIESGO.

Con infinita precisión, la mente Ree afinó el alcance de su sonda, adaptando su forma a los vericuetos del cerebro conflictuado de Mallory y manteniendo una estrecha correspondencia con el considerable flujo de energía proveniente de la silla de Interrogatorios.

Equilibrio, informaron finalmente los Perceptores, aunque algo precario.

La próxima prueba deberá servir para mostrar nuevos aspectos del síndrome de supervivencia del sujeto, señalaron los Analizadores.

Se propuso y fue aceptado un plan a base de estímulos. Desde la nave en su órbita sublunar, nuevamente el rayo mental Ree se proyectó para contactar con el receptivo cerebro de Mallory…

…Las tinieblas se trocaron en una débil claridad. Un rumor sordo hizo trepidar las rocas bajo sus pies. A través del remolino de gotas suspendidas en el aire pudo divisar la balsa y la pequeña figura que se aferraba a ella: una criatura, una niña de unos nueve años que, arrodillada, y con las manos apoyadas en el suelo de le embarcación, lo miraba.

—¡Papaíto! —gritó la niña con una vocecita estrangulada por el pánico.

La balsa corcoveaba y se sacudía en medio de la corriente embravecida. Dio un paso, resbaló y estuvo a punto de caer sobre las rocas limosas. El agua helada se arremolinaba a la altura de sus rodillas. Treinta metros río abajo, el torrente se precipitaba como una cortina grisácea, velada por la bruma que provocaba su tempestuosa caída. Volvió a trepar hacia arriba y corrió a lo largo de la orilla. Allá, más adelante, se veía sobresalir un peñasco. Quizás…

La balsa se agitó y giró sobre sí misma, cincuenta metros más allá. Demasiado lejos. Desde donde se encontraba podía divisar el pequeño rostro lívido y los ojos implorantes. El miedo se apoderó de él hasta producirle náuseas.

Se le aparecieron visiones de muerte: su cuerpo deshecho al pie de la cascada, yaciendo inerte sobre una losa, dormido, empolvado y ficticio dentro de un féretro tapizado de seda, pudriéndose en la oscuridad bajo la hierba indiferente…

Dio un paso tembloroso hacia atrás.

Por un instante se sintió invadido por una extraña sensación de irrealidad. Recordó cierta oscuridad, una impresión de absoluta claustrofobia, y un cuarto blanco, un rostro que lo observaba de cerca…

Parpadeó, y a través de la fina llovizna levantada por el torrente, sus ojos se encontraron con los de la niña que iba en camino a su destrucción. Se sintió invadido por la compasión. En su interior surgió la limpia y blanca llama de indignación contra sí mismo, de repugnancia frente a su temor. Cerró los ojos y saltó lo más lejos que pudo; se sumergió en el agua y salió a la superficie jadeando. En varias brazadas se fue acercando a la balsa. Sintió un fuerte golpe al ser arrojado por la corriente contra una piedra, y lo ahogó la fuerte salpicadura de agua contra su rostro. Pensó que ya no importaban las costillas rotas ni la falta de aire para respirar. Sólo llegar a la embarcación antes de que ésta alcanzara el borde, para que ese pequeño ser asustado no descendiera solo, para perderse en la profunda oscuridad…

Sus manos se aferraron a la rústica madera. Logró subirse a la balsa y se abrazó al pequeño cuerpo en el momento en que el mundo desaparecía bajo ellos y el terrible estruendo subía a su encuentro…

—¡Excelencia! ¡Necesito ayuda! —El técnico se dirigió al dictador de mirada torva—. Estoy dotando su cerebro de energía suficiente para matar a dos hombres corrientes, y sigue luchando. Hace un instante juraría que abrió los ojos una fracción de segundo y me atravesó con la mirada. No puedo asumir la responsabilidad…

—¡Entonces interrumpa la energía, pedazo de idiota!

—No me atrevo, el contragolpe podría matarlo.

—¡Él… debe… hablar! —tartamudeó Koslo—. ¡Reténgalo! ¡Doblegúelo! ¡O si no prepárese para una muerte lenta y despiadada!

Temblando, el técnico ajustó los controles. Mallory permanecía rígido en su silla; había dejado de luchar contra las correas que lo aprisionaban. Parecía un hombre perdido en sus pensamientos. La transpiración le brotaba en las sienes y le caía por la cara.

16

Nuevamente se perciben corrientes dentro del cautivo, anunciaron los Perceptores en tono de alarma. ¡Los recursos de esta mente son prodigiosos!

¡IGUÁLELA!, ordenó el Egon.

Mis nuestros recursos de energía ya se han extralimitado, interpusieron los Calculadores.

¡EXTRAIGA ENERGÍA DE TODAS LAS FUNCIONES PERIFÉRICAS! ¡BAJE LA PROTECCIÓN! ¡HA LLEGADO El MOMENTO DE LA PRUEBA FINAL!

Rápidamente la mente Ree obedeció.

El cautivo está bajo control, anunció el Calculador. Pero yo/nosotros señalamos que esta conexión presenta ahora un canal de vulnerabilidad para el ataque.

HAY QUE CORRER El RIESGO.

Aun en este momento la mente se debate contra mi/nuestro control.

¡RETÉNGALA!

Ásperamente, la mente Ree luchó para mantener su control sobre el cerebro de Mallory.

17

Por un momento, la nada. Luego, repentinamente, existió. «Mallory —pensó—. Ese símbolo me/nos representa a mí/nosotros…»

El pensamiento extraño desapareció. Él lo atrapó y conservó el símbolo Mallory. Recordó la forma de su cuerpo, la sensación de su cráneo encerrando su cerebro, la impresión de la luz, el sonido, el calor, pero allí no había sonido, no había luz. Estaba circundado por tinieblas impenetrables, eternas, inmutables…

¿Pero dónde era allí?

Recordaba la habitación blanca, la voz dura de Koslo, la silla de acero…

Y el poderoso rugido de las aguas que se abalanzaban sobre él.

Y las garras amenazantes de un inmenso felino.

Y el ardor insoportable de las llamas que envolvían su cuerpo…

Pero ahora no existía dolor, ni incomodidad, ninguna clase de sensación. ¿Sería eso la muerte? De inmediato rechazó aquella idea como insensata.

«Cogito ergo sum. Estoy prisionero, ¿dónde?»

Trató de aguzar los sentidos, indagando aquella sensación de vacío y de insensibilidad. Se esforzó por salir, y oyó sonidos, voces que interrogaban y apremiaban. Se hicieron cada vez más fuertes, resonando en la vastedad del recinto:

—… ¡Hable, maldito! ¿Quiénes son sus principales cómplices? ¿Qué apoyo espera de las Fuerzas Armadas? ¿Qué generales están con usted? ¿Armamentos…? ¿Organización…? ¿Puntos iniciales de ataque…?

La estática que centelleaba en cada palabra lo encegueció, llenó el universo y volvió a apagarse. Por un instante, Mallory tuvo conciencia de las correas que se le incrustaban en los tensos músculos del antebrazo, el dolor provocado por la banda que le sujetaba la cabeza, el tormento de sus músculos agarrotados…

…Tuvo conciencia de estar flotando, ingrávido, en un mar de energías palpitantes y fugaces. Se sintió presa del vértigo; desesperadamente, trató de luchar por la estabilidad en un mundo invadido por el caos. Atravesando un torbellino de oscuridad llegó, encontró una sustancia de dirección pura e intangible, que contra un fondo de flujos de energía cambiantes le proporcionó un esquema orientador. Se aferró a él…

18

¡Descarga de emergencia máxima!, ordenaron los Receptores a través de las seis mil novecientas treinta y cuatro unidades de la mente Ree, y se replegaron casi de inmediato. ¡La mente cautiva se adhiere al contacto! ¡No podemos desprendernos de ella!

Pulsando a consecuencia del fuerte shock provocado por la repentina liberación del prisionero, el extraño se mantuvo inactivo durante la fracción de nanosegundo requerida para restablecer el equilibrio intersegmental.

El poder del enemigo, aunque de una fuerza sin precedentes, no es suficiente para minar la integridad de mi/nuestro campo existencial, manifestaron escuetamente los Analizadores. Pero yo/nosotros debemos retiramos de inmediato.

¡NO! YO/NOSOTROS CARECEMOS DE INFORMACIÓN SUFICIENTE PARA JUSTIFICAR El RETIRO DE LA FASE UNO, contraordenó el Egon. AQUÍ TENEMOS UNA MENTE REGIDA POR IMPULSOS ENCONTRADOS DE GRAN POTENCIA. AHÍ RADICA LA CLAVE DE SU DERROTA.

YO/NOSOTROS DEBEMOS DISCURRIR UN COMPLEJO DE ESTÍMULOS QUE COLOQUE A AMBOS IMPULSOS EN MORTAL OPOSICIÓN.

Transcurrieron preciosos microsegundos mientras la mente compuesta hurgaba en el cerebro de Mallory en busca de símbolos con los cuales poder armar la necesaria estructura gestáltica.

Listo, anunciaron los Perceptores. Pero es necesario destacar que no hay mente que pueda sobrevivir intacta por mucho tiempo a la confrontación directa de estos imperativos antagónicos. ¿Se deberá llevar el estímulo hasta el punto de no-recuperación?

AFIRMATIVO, contestó el Egon en forma terminante. PROBAR HASTA LA DESTRUCCIÓN.

19

«Ilusión —se dijo Mallory a sí mismo—. Me están bombardeando con ilusiones…» Sintió la proximidad de un nuevo muro de agua que descendía sobre él como una enorme rompiente del Pacífico. Confusamente trató de aferrarse a su vaga orientación. Pero el brutal impacto lo arrojó en un remolino de tinieblas. A lo lejos vio un inquisidor enmascarado.

—El dolor no ha servido de nada contra usted —dijo una voz apagada—. La perspectiva de la muerte no le ha impresionado. Pero con todo existe un medio…

Se abrió una cortina y apareció Mónica, alta, delgada, palpitante de vida, hermosa como una gacela. Y a su lado, la niña.

—¡No! —exclamó, y se lanzó hacia delante, pero las cadenas lo retuvieron.

Contempló impotente cómo unas manos salvajes asían a la mujer y la manoseaban de arriba abajo. Otras manos atraparon a la niña. Vio aparecer el terror en el pequeño rostro, el espanto en su mirada…

Espanto que ya había contemplado antes…

Por supuesto que la había visto antes. La niña era su hija, el adorado retoño de él y la frágil mujer…

Mónica, se corrigió.

Había visto esos ojos, a través de la bruma arremolinada, al borde de una catarata…

No. Eso había sido un sueño. Un sueño en el que él había encontrado la muerte violentamente. Y recordaba otro sueño en el que un león herido se abalanzaba sobre él…

—No sufrirá usted ningún daño —prosiguió la voz del inquisidor, como viniendo de muy lejos—. Pero llevará consigo para siempre el recuerdo de cómo fueron desmembrados en vida.

De golpe su atención retornó a la mujer y la niña. Vio cómo desnudaban el cuerpo grácil y bronceado de Mónica, que aun así se negó a dejarse intimidar. Pero ¿de qué le servía ya el coraje? Las esposas que aprisionaban sus muñecas estaban sujetas a una anilla de hierro incrustada en la húmeda pared de piedra. El hierro candente se aproximó a su carne. Vio cómo la piel se oscurecía y ampollaba. El hierro penetró hondo. Ella se puso rígida y lanzó un alarido…

Una mujer gritó.

—¡Dios mío, todo quemado y todavía camina! —exclamó una voz ronca.

Miró su cuerpo. No se veía ninguna herida ni cicatriz. La piel estaba intacta. Pero le vino como una fugaz reminiscencia de unas llamas crepitantes que lo rodeaban y atormentaban…

—Un sueño —murmuró en voz alta—. Estoy soñando. ¡Tengo que despertarme!

Cerró los ojos y sacudió la cabeza.

20

—¡Ha sacudido la cabeza! —exclamó atónito el técnico—. ¡Excelencia, esto es imposible, pero le juro que el hombre está desprendiéndose del control del aparato!

Koslo lo empujó a un lado con brusquedad. Asió la palanca de control y la empujó hacia delante. En su silla, Mallory se puso rígido. Su respiración se hizo ronca y entrecortada.

—Excelencia, ¡va a morir…!

—¡Que se muera! ¡Nadie me va a desafiar con impunidad!

21

¡Estrechen el foco! Los Perceptores despacharon la orden a los seis mil novecientos treinta y cuatro segmentos creadores de energía de la mente Ree. ¡La batalla no puede continuar mucho más! Casi perdimos al prisionero cuando…

El rayo explorador se afinó, penetrando en el corazón del cerebro de Mallory, imponiendo sus esquemas preconcebidos…

22

…La niña gimió al ver el enorme puñal que se aproximaba a su frágil pecho. La mano crispada que sostenía el cuchillo lo hizo acariciar casi con cariño la tierna piel. La sangre brotó al instante de la superficie herida.

—Si me revela los secretos de la hermandad, no cabe duda de que sus compañeros de armas morirán —retumbó la voz sin rostro del inquisidor—. Pero si usted sigue negándose a hablar, su mujer y su hija padecerán todo aquello que mi imaginación me dicte.

Tiró con todas sus fuerzas de las cadenas.

—¡No se lo diré! —gritó con voz enronquecida—. ¿No comprende que nada es digno del horror? Nada…

No hubiera podido hacer nada para salvarla. Estaba acurrucada en la balsa, condenada. Sin embargo, podía reunirse con ella.

Pero no esta vez. Esta vez cadenas de acero se lo impedían. Trató con todas sus fuerzas de desprenderse de ellas, y las lágrimas asomaron a sus ojos…

El humo le ardía en los ojos. Miró hacia abajo y vio los rostros vueltos hacia arriba. Sin duda era preferible una muerte rápida a una inmolación en vida. Pero, cubriéndose la cara con los brazos, comenzó a descender…

«¡Nunca traiciones a quienes confían en ti!», resonó claramente una voz de mujer en la estrecha celda.

«¡Papá!», gritó una voz infantil.

«Sólo morimos una vez», exclamó la mujer.

La balsa se precipitó en un caos turbulento…

—¡Hable, maldito! —La voz del inquisidor había variado de timbre—. ¡Quiero los nombres, los lugares! ¿Quiénes son sus cómplices? ¿Cuáles son sus planes? ¿Cuándo se producirá el levantamiento? ¿Cuál es la señal que están esperando? ¿Dónde…? ¿Cuándo…?

Mallory abrió los ojos. Lo cegó una intensa luz y vio un rostro de expresión convulsa que se inclinaba sobre él.

—¡Excelencia! ¡Está despierto! Ha superado el trance…

—¡Aplíquele toda la potencia! ¡Oblíguelo, pues! ¡Oblíguelo a hablar!

—Es que… tengo miedo, excelencia. Estamos manipulando el instrumento más poderoso del universo: ¡el cerebro humano! Quién sabe qué podemos engendrar…

Koslo empujó al hombre a un lado y accionó la palanca de control.

23

…La oscuridad se trocó en un brillo fulgurante que delineó los contornos de una habitación. Frente a él vio a un hombre transparente que identificó como Koslo. Vio que el dictador se volvía hacia él, con el rostro contorsionado por la ira.

—¡Ahora hablará, maldito!

Su voz tenía una cualidad curiosa y casi espectral, como si representara sólo un aspecto de la realidad.

—Sí —contestó Mallory serenamente—. Hablaré.

—Y si me miente… —Koslo extrajo una amenazadora pistola automática del bolsillo de su sencilla túnica—, yo mismo le meteré una bala en la cabeza.

—Mis principales asociados en la conspiración son… —empezó a decir Mallory.

Mientras hablaba se fue desligando —ésa fue la palabra que se le ocurrió— de la escena que lo rodeaba. Tuvo conciencia de que uní plano de su voz estaba hablando, relatando los hechos que el otro; anhelaba tan desesperadamente. Se proyectó hacia afuera, canalizando la energía que le llegaba desde la silla…, y se puso a recorrer vastas distancias, semejante a un avión adimensional. Con cautela siguió indagando y entró en un curioso estado de energía no viva. Presionó, encontró puntos débiles y absorbió más energía.

De pronto se hizo vagamente visible una habitación circular. A su alrededor se veían luces que brillaban y parpadeaban. Del interior de miles de células ordenadas en hileras, unas blancas figuras vermiformes asomaban sus cabezas romas y sin ojos…

¡ESTÁ AQUÍ!; el Egon chilló la advertencia y lanzó una descarga de fuerza mental pura por el canal de contacto, la cual se encontró con una contradescarga de energía que penetró como un rayo en su interior, ennegreciéndolo y carbonizando el intrincado circuito orgánico de su cerebro, y dejando un hoyo humeante frente a la hilera de células.

Mallory descansó un instante, mientras sentía la sorpresa y el asombro que invadían los segmentos mentales Ree carentes de mando. Notó la ansiedad mortal que se apoderó inmediatamente de ellos al darse cuenta de que el ultrapoder conductor del Egon había desaparecido. Mientras observaba, una de las unidades se contrajo y expiró. Luego otra…

«¡Basta! —ordenó Mallory—. Yo asumiré ahora el control del complejo mental. ¡Que los segmentos se encadenen conmigo!»

Dócilmente, los fragmentos sin voluntad de la mente Ree obedecieron.

«Cambien el curso», mandó Mallory.

Impartió las instrucciones necesarias y luego se retiró por el canal de contacto.

24

—Conque… el gran Mallory se ha dado por vencido. —Koslo se balanceó sobre los talones frente al cuerpo cautivo de su enemigo. Lanzó una carcajada—. Le ha costado empezar, pero luego ha cantado como una alondra. Ahora daré mis órdenes y para el amanecer sólo quedará de su estúpida revuelta un montón de cadáveres calcinados hacinados en la plaza pública como escarmiento para los demás.

Levantó el revólver.

—Todavía no he terminado —dijo Mallory—. Las raíces del complot son mucho más profundas de lo que usted cree, Koslo.

El dictador se pasó una mano por el rostro cetrino. Sus ojos denotaban la terrible tensión de las horas transcurridas.

—Hable, entonces —gruñó—. ¡Y rápido!

Mientras hablaba, Mallory volvió a transferir su discernimiento primario, poniéndolo en resonancia con la sometida inteligencia Ree. Valiéndose de los sensores de la nave, pudo ver allí cerca el contorno del blanco planeta. Aminoró la marcha de la nave, llevándola a una larga trayectoria parabólica que rozó la estratosfera. Al llegar a cien kilómetros por encima del Atlántico penetró en una capa alta de niebla y volvió a disminuir la velocidad al sentir que el casco se recalentaba.

Una vez bajo las nubes, dirigió la nave hacia la costa. Descendió hasta quedar a la altura de las copas de los árboles y examinó el panorama…

Permaneció unos instantes contemplando la vista que se ofrecía allí abajo. Y de pronto comprendió…

25

—¿Por qué sonríe, Mallory? —preguntó Koslo en tono áspero, mientras seguía apuntando con la pistola a su cabeza—. Cuénteme el chiste que es capaz de hacer reír a un hombre en el asiento de los condenados reservado a los traidores.

—Dentro de un momento lo sabrá…

Se interrumpió al oírse un estallido dentro del cuarto. El piso se sacudió y tembló, haciendo tambalear a Koslo. Siguió un estampido y la puerta se abrió de par en par.

—¡Excelencia! ¡La capital está siendo atacada!

El hombre se desplomó de bruces dejando ver una enorme herida en su espalda. Koslo se volvió rápidamente hacia Mallory.

Con un ensordecedor estruendo, un lado de la habitación se combó y se derrumbó hacia el interior. Por la abertura de la pared apareció un objeto brillante con forma de torpedo, cuyas formas pulidas se apoyaban sobre finos haces de luz. La pistola de la mano del dictador refulgió y la detonación atronó el reducido espacio. De la proa del invasor salió un rayo de luz rosada. Koslo giró sobre sí mismo y cayó pesadamente boca abajo.

El acorazado Ree de setenta centímetros se detuvo frente a Mallory. De su interior surgió un rayo que redujo a cenizas el panel de control de la silla. Las ligaduras cayeron al suelo.

Yo/nosotros esperamos su próxima orden. La mente Ree se expresó sin quebrar el aterrador silencio.

26

Tres meses habían transcurrido desde el referéndum que había llevado a John Mallory a la cabeza de la Primera República Planetaria. Estaba en una habitación del espacioso departamento que poseía en el palacio ejecutivo, y miraba con el ceño adusto a una mujer menuda y de pelo negro que le hablaba con intensidad.

—John, me da miedo esa…, esa máquina infernal, rondando permanentemente a la espera de tus órdenes.

—Pero ¿por qué, Mónica? Esa máquina infernal, como tú la llamas, fue la que hizo posible una elección libre, y aun ahora es la que mantiene a raya a la antigua organización de Koslo.

—John… —le aferró el brazo—. Con esa cosa siempre a tu disposición puedes controlar todo lo que existe sobre la Tierra. Nadie se te puede oponer, —Lo miró a los ojos—. Nadie puede! tener semejante poder, John. Ni siquiera tú. ¡Ningún ser humano debería ser sometido a una prueba como ésa!

La miró con expresión repentinamente seria.

—¿Acaso he hecho uso indebido de ese poder?

—Aún no. Por eso…

—¿Quieres decir que lo haré?

—Eres un hombre, con los fallos de un hombre.

—Propongo únicamente lo que es bueno para la gente de la Tierra —dijo él secamente—. ¿Quieres que me desprenda voluntariamente de la única arma capaz de proteger nuestra libertad tan arduamente ganada?

—Pero, John, ¿quién eres tú para ser el único arbitro de lo que conviene a los habitantes de la Tierra?

—Soy el Presidente de la República…

—Pero sigues siendo humano. Detente, mientras seas humano. La estudió detenidamente.

—Te molesta mi éxito, ¿no es cierto? ¿Y qué quieres que haga? ¿Que renuncie?

—Quiero que te deshagas de la máquina, que la mandes al lugar de donde vino.

Mallory lanzó una breve carcajada.

—¿Estás en tu sano juicio? Todavía no he empezado a extraer los secretos tecnológicos que la nave Ree representa.

—Aún no estamos listos para esos secretos, John. La raza humana no está lista. Tú ya has cambiado. En última instancia, lo único que hará será destruirte como hombre.

—Tonterías. Tengo pleno control sobre ella. Es como una prolongación de mi propia mente…

—John, te lo suplico. No solamente por ti o por mí, sino por Dian.

—¿Qué tiene que ver la niña con esto?

—Es tu hija. Apenas te ve una vez por semana.

—Ése es el precio que tiene que pagar por ser la heredera del hombre más grande… quiero decir, maldición, Mónica, mis responsabilidades no me permiten entregarme a los placeres suburbanos.

—John… —Su voz se convirtió en un susurro doloroso por su intensidad—. Échala de aquí.

—No. No la echaré. Estaba pálida.

—Muy bien, John. Como tú quieras.

—Sí. Como yo quiera.

Cuando hubo abandonado el cuarto, Mallory permaneció un largo rato contemplando desde la ventana la pequeña nave que flotaba en el aire, aguardando sus órdenes en silencio.

Luego envió el mandato: «Mente Ree, sondee los aposentos de la mujer, Mónica. Tengo motivos para sospechar que proyecta una traición contra el estado…»

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El proceso de escribir una historia es a menudo tan revelador para mí como pueda serlo, espero, para el lector.

Empecé ésta con la idea básica de someter a un ser humano a una prueba definitiva, del mismo modo que un ingeniero sobrecargará una viga hasta que ceda, probándola hasta su destrucción. Es en las situaciones emocionales cuando afrontamos nuestras más severas pruebas: miedo, amor, cólera nos conducen a nuestros mayores esfuerzos. Así, la estructura de la historia queda sugerida en sí misma.

A medida que se desarrollaba el relato, se hizo evidente que cualquier poder tendente a poner a prueba a la humanidad —como lo hacen Koslo y el Ree— pone su propio destino en la balanza.

Al final, Mallory revela la auténtica fuerza del hombre que logra que el poder de sus enemigos se vuelva contra ellos. Consigue no sólo su libertad y su cordura…, sino también un inmenso y nuevo poder sobre los demás hombres.

Sólo entonces se hace evidente el peligro de una victoria tan total. La prueba definitiva del hombre en su habilidad para dominarse a sí mismo.

Es una prueba en la que hasta ahora siempre hemos fallado.