Capítulo 9

 

CHAMPÁN? -sugirió Saska-. Debería brindar para que nuestra amistad sea duradera. -Sí -dijo Michelle-. Brindemos.

-Nikos y yo nos conocemos desde hace mucho. -Sí, lo sé. Me lo dijo él.

Saska levantó una ceja.

-Supongo que sabes que estuve casada con su

mejor amigo.

-Debes de echado mucho de menos -Michelle realmente la compadecía. La viudez debía de ser algo realmente duro en cualquier edad. Pero quedarse viuda tan joven debía de ser realmente duro.

Su mirada se oscureció.

-Sí, mucho. Pero la vida debe continuar.

Y, por supuesto, en esa vida, contaba con Nikos.

La verdad era que no la podía culpar. No era de extrañar que quisiera a Nikos a su lado. Aparte de su riqueza, de su status y de su posición social, era un amante excelente... No tenía más que recordar lo que había vivido con él la noche anterior.

Nikos pidió una botella de Don Pérignon.

El camarero mostró la botella con todo tipo de florituras y, por fin, quitó el tapón.

El líquido espumoso cayó sobre las copas. -Por los viejos amigos -dijo Saska y brindó directamente con Nikos.

Él sonrió. Luego brindó con Emilio y con ella.

-Por nosotros. .

Sus ojos negros eran increíblemente sensuales y sugerentes y Michelle tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para no perderse en ellos.

Nikos le tomó suavemente la mano y ella se estremeció Aquel hombre había perdido la gran oportunidad de haberse convertido en actor, pues su actuación era tan real, que hasta ella llegaba a dudar de que su caricia no fuera sincera. Si a ello se añadía la calidez de su sonrisa y la ternura de su mirada, el resultado era devastador.

Juntos, decidieron una selección de platos que querían compartir. Brindaron, bebieron y escucharon la innumerables anécdotas que Emilio contaba sobre sus tiempos en París con Michelle.

-¿Te acuerdas, cara? El camarero de aquel pequeño café de la orilla izquierda se enamoró loca

mente de ti. No hacía más que perseguirte.

Saska miró a Emilio y a Michelle. -¿Estudiasteis juntos y vivíais juntos? Michelle encogió la nariz en un gesto involuntariamente sexy.

-Sí, con otras cuatro personas más. Teníamos una cocina común, dormitorios muy pequeños y un solo baño.

-Pero te encantaba -dijo Emilio-. Demasiado café, muy poca comida y muchas discusiones sobre cómo cambiar el mundo.

-¿Compartíais casa? -preguntó Saska, extrañada-o ¿No teníais dinero?

-Sí, claro que sí. Pero yo no quería una bonito apartamento, ni champán ni caviar.

-Michelle cambió todo eso por pan, sardinas y queso.

-¡Y vino! -añadió Michelle con una sonrisa-o Fue muy divertido.

-¿ Vivir como si fueras pobre?

-No, sencillamente prescindir de las trampas de los ricos -la corrigió-. De no haber hecho aquello, el tiempo que pasé en París habría sido muy diferente.

-Y, a pesar de todo, conociste a Nikos -Saska soltó una incrédula carcajada-o Perdonadme, pero no me imagino a Nikos en aquel ambiente.

-Nos conocimos en la casa de un amigo común -le aclaró Nikos.

-Fue una de las raras ocasiones en que nos aventuramos a mezclamos con el sofisticado. Ambiente del París rico -dijo Emilio con cinismo.

-¿Tú también fuiste a la fiesta?

-Yo siempre iba con Michelle a todas partes dijo él y vio cómo Saska hacía un gesto de tácita comprensión sobre la naturaleza de su relación que Emilio se apresuró a desmentir-o Nunca fuimos más que buenos, muy buenos amigos.

-y ahora sois socios.

Emilio asintió.

-Nuestra amistad se basa en la mutua confianza y ese es un buen cimiento para cualquier negocio.

-¡Qué rebuscado! -dijo Saska con un tono aparentemente agradable, pero tremendamente incisivo en el fondo-. Fingir que se es pobre, para luego volver a casa y abrir una galería de arte.

«No entiendes nada, ¿verdad?», inquirió Michelle en silencio. «No entiendes la necesidad de aprender a luchar, de ver lo que es la vida, pues sólo así puede comprenderse el arte, sólo así se puede adquirirse el bagaje necesario para saber dónde hay más que talento. Queríamos tener la capacidad de ver y sentir eso por nosotros mismos, no convertirnos en meros repetidores de los que otros opinan».

Por fin, el camarero llevó la comida, lo que fue, en principio, un respiro para el rumbo que empezaba a tomar la conversación.

Sin embargo, Nikos se dedicó a darle de comer con tal despliegue de medios de seducción que a Michelle le resultaba difícil mantenerse inalterable.

Aparentemente, era relativamente fácil mantener el mismo juego. Sólo tenía que pinchar, de vez en cuando, alguna suculenta gamba y metérsela en la boca, mientras interpretaba el papel de la tentadora empedernida.

Yeso era lo que hacía, pero, eso sí, evitaba la mirada de Emilio, porque sabía que, en el momento en que lo mirara, iba a sufrir el peor de los ataques de risa de toda su historia.

Saska, por su parte, no estaba dispuesta a darse por vencida, aunque sus intentos de captar la atención de Nikos fueron mucho más sutiles. No apartó, ni un momento, la mano de su brazo, y se dedicó a contar anécdotas de tiempos pasados que habían compartido juntos y que no dejaban de recordarle lo larga que había sido su amistad.

A Michelle le resultó muy entretenida la velada

pues le divertía aquel continuo juego de conspiraciones y fingimientos.

Aunque, a decir verdad, ella debía reconocer que no había tenido que fingir en ningún momento, pues sus reacciones habían sido absolutamente sinceras cuando Nikos la había tocado. También era sincero el calor que irradiaba su cuerpo cuando él le sonreía. El roce de sus labios provocaba una espiral de sensaciones en su estómago.

Todo en él llevaba a su mente "el vívido recuerdo de su orgasmo, de la experiencia que habían compartido y que no tenía intención de volver a vivir.

Repetir aquello por segunda vez sería tanto

como firmar una sentencia fatal.

El sexo sólo no valía en sí. Hacer el amor era mucho más que un orgasmo . Era algo en lo que siempre había creído.

Con Nikos había roto esa regla de oro y no estaba dispuesta a repetir el error.

Ninguno de los tres quiso postre, pero sí quesos. Después, tomaron un excelente café. Sorprendentemente, eran casi las once cuando salieron del restaurante.

Allí mismo se despidieron.

Michelle le dio un beso a Emilio en la mejilla y Saska imitó el gesto con Nikos.

-Tenemos que hacer esto otra vez, muy pronto. Nikos sonrió.

-Sí, claro que sí, ¿verdad, cariño? -Nikos tomó la mano de Michelle de modo visible y entrelazó sus dedos con los de ella.

¡Sin duda, era extraordinario en su papel! Michelle sonrió

-Por supuesto. Precisamente, el jueves por la tarde hay una fiesta de caridad en el Marriott. Mi madre está en el comité. Puedo reservar una entrada para Saska.

Saska no tardó ni un segundo en responder. -Me encantaría -dijo.

Nikos esperó a que se quedaran solos para hacer un comentario sobre su invitación.

-Te gusta tentar a la suerte, ¿verdad?

Michelle se volvió hacia él y sonrió.

-¡No es eso, cariño! Es, simplemente, que mi madre estará encantada de vender una entrada más, r Saska estará encantada de venir. ¿Qué más se puede pedir?

-¿Y tú? ¿Qué es lo que vas a sacar de eso? –le preguntó Nikos.

Ella sonrió.

-Verte a ti -respondió dulcemente.

-¿ Ver cómo hago mi papel? ¿No es eso lo que todos hacemos continuamente? Siempre estamos

representando algún papel.

-Pero lo tuyo es verdadero talento.

-Déjame que te devuelva el cumplido. Eres igualmente buena.

-Bueno, tengo que decir que nuestra fingida relación parece cada vez más real. La noche fue todo un éxito.

Nikos no respondió.

En pocos minutos, ya habían llegado al edificio de Michelle.

-No hace falta que te quedes esta noche -le dijo ella mientras subían en el ascensor.

-Ya hemos hablado de esto.

-Anoche era diferente -insistió ella mientras sacaba la llave de su bolso.

-No.

Michelle abrió la puerta.

-¿Que quieres decir con ese no?

-Tu casa o la mía, no hay más elección -reiteró

Nikos-. Me da igual cuál de las dos, pero vamos a estar juntos.

-Dudo de verdad que Jeremy vaya a intentar entrar en el edificio. Además, aunque lo hiciera, no lo dejaría entrar.

Nikos la miró con cinismo.

-¿No se te ha ocurrido pensar que se podría disfrazar, por ejemplo, de mensajero? -continuó antes de que ella tuviera la opción de responder o podría utilizar algún convincente argumento para que el guarda de la puerta lo dejara pasar.

Una semana atrás, no se le habría ocurrido ni por lo más remoto que algo así pudiera suceder. -No estás dispuesto a darte por vencido.

-No -respondió él.

Michelle no dijo nada más. Se limitó a entrar en su casa y se dirigió a la cocina. Necesitaba un poco de té que le ayudara a digerir la espléndida cena y a asimilar el champán.

Puso la tetera eléctrica, sacó una taza, una bolsita de té, el azúcar y la leche y se quedó allí mismo, esperando a que el agua hirviera.

Era absolutamente consciente de la presencia de Nikos, de que la estaba observando en silencio desde la puerta.

Si se quedaba allí, acabaría volviéndose hacia él, y lanzándole algo a la cabeza.

Echó el agua, el azúcar y la leche. Puso la cucharilla en el fregadero, se dio media vuelta y lo miró. Deseó no haberlo hecho.

Su mirada era intensa y penetrante, hipnótica. Ella sólo podía verlo a él, nada existía, sólo sus ojos profundos y peligrosos.

-Pelea conmigo, protesta le dijo con una voz sugerente e implorante Pero por favor nunca te alejes de mÍ... Nunca.

La furia de Michelle se diluyó por completo. -No digas nada -continuó él.

-¿Por qué? -desobedeció ella.

Se inclinó sobre ella y la besó, en respuesta a su pregunta.

Inmediatamente después, continuó con una su gerente exploración de su boca.

Aquella llama incontrolable y feroz se encendió de nuevo dentro de ella y no tuvo modo de detenerla.

Pasaron muchos minutos antes de que sus bocas perdieran contacto. Michelle apenas si podía hablar después de aquello. Durante unos segundos, sólo miró perpleja al hombre que tenía semejante efecto sobre ella.

-No hay nadie aquí, ¿por qué seguir fingiendo?

Nikos le acariciaba delicadamente el cuello y la espalda, ejerciendo sobre ella un efecto hipnótico.

-¿ Quién dice que esto es fingir? -Nikos sonrió seductoramente.

-Por favor, no -le rogó ella.

-¿Tienes miedo? -le preguntó. -Estoy aterrada.

Nikos saboreó la dulzura de su boca y, luego, descendió hasta deleitarse con la turgencia de sus senos. Lentamente, volvió a tomar posesión de sus labios.

-No tengas miedo, por favor.

Michelle sabía que tenía que detenerlo en aquel preciso instante, porque, de no hacerlo, estaría perdida.

-Lo de anoche fue un error -dijo ella con una voz casi desesperada.

-Algo tan delicioso no puede ser jamás un error. Michelle lo intentó por última vez.

-Pues, entonces, fue una locura.

-¿Por qué?

Un notable instinto de conservación la mantenía alerta, a pesar de lo difícil que le estaba resultando.

-Hace sólo una semana que nos conocemos. En los ojos de Nikos había una sonrisa.

-Eso es toda una vida -le aseguró.

-Pero, para mí, tiene que haber algo...

-¿ y no lo hay?

-¡No... bueno... sí...! ¡No sé! -Michelle no podía pensar. Sentía su calor sugerente, atroz, desconcertante.

De pronto, Michelle tuvo la sensación de estar desnuda, de mostrarse abierta y vulnerable.

-Me gusta planificar las cosas, tener un motivo para actuar. No quiero lanzarme de cabeza con alguien....

-¿Alguien a quien sólo hace una semana que conoces?

-¡Sí! -respondió ella con vehemencia-o ¿Adónde nos puede llevar todo esto? En unas semanas, todo se habrá acabado, ya no quedará nada. Y entonces, ¿qué?

Nikos le acarició suavemente la mejilla.

-¿Por qué no esperar y ver lo que sucede?

Porque no quería sufrir, no quería que le hiciera daño.

.' Pero ya era demasiado tarde. Ya estaba metida en aquello hasta el cuello, y en un amor no correspondido.

¿Amor? ¿Realmente pensaba que aquello era amor? Deseo sí, pero amor era una palabra demasiado importante.

Nikos la agarró en sus brazos y ella enroscó las piernas alrededor de su cintura.

Una vez en el dormitorio, él encendió la luz.

Durante unos segundos, Michelle lo observó. Pero muy pronto, su tentadora boca se vio atrapada entre los sensuales labios de su amante.

Se desvistieron lentamente el uno al otro, acariciando cada palmo de piel que quedaba la descubierto.

A Michelle le encantaba aquel cuerpo, suave varonil, perfectamente esculpido...

No había ya nada más que decir, ninguna pregunta que hacer, ninguna respuesta que dar.

Quedaba una larga noche por delante y la emplea ron de lleno. Apenas si durmieron.

Sólo se dedicaron a hacer incansablemente el amor, hasta que Michelle, al fin, cayó exhausta en sus brazos.

Somnolienta y aturdida, se preguntó si aquello era realidad o no era más que un sueño. La respuesta se la daba aquel cuerpo tangible y real que reposaba junto a ella.

 

-Zumo de naranja, una ducha, un buen desayuno y a trabajar -dijo una profunda voz masculina-o Levántate, vamos. Te quedan sólo cuarenta minutos para llegar a la galería.

Michelle levantó la mano y se cubrió la cabeza.

-Si es todavía medianoche.

-Son, exactamente, las ocho y cuarto de una soleada mañana de miércoles -le aseguró Nikos, mientras retiraba las sábanas y dejaba su lánguido y desnudo cuerpo al descubierto.

La miró con creciente interés. Le gustaba, y mucho. Aquel cuerpo de mujer estaba hecho para el amor.

-Te levantas o me meto en la cama y no te dejo salir de casa hasta las cinco de la tarde.

Aquel fue el aviso definitivo.

Abrió los ojos y se incorporó como un rayo. -Te cuento tres -dijo él, con una carcajada-o

Aquí tienes tu zumo de naranja.

Michelle se rascó la cabeza.

-Una ducha -dijo, mecánicamente, y buscó la bata.

-No ocultes tan hermosa visión -le dijo, y ella se ruborizó.

-¡Ya estás vestido! -dijo ella al abrir definitivamente uno de sus ojos.

-Duchado, afeitado y vestido. Además, he preparado el desayuno -le dijo.

-¡Eres una joya! -le aseguró ella Espero que hayas hecho una jarra entera de café.

-Está saliendo.

-¿ Tienes siempre tanta energía a esta hora del día? -le preguntó ella. Nikos esbozó una pícara sonrisa-=. Mejor no me respondas.

Michelle se metió en la ducha y sintió el reconfortante efecto del agua sobre su cuerpo. Después, añadió un poco de agua fría, con la esperanza de que eso la ayudara a despejarse.

Después de unos cereales con plátano y una buena taza de café, ya empezaba a sentirse medianamente humana.

En cinco minutos, estaría en la galería.

Bajaron en el ascensor hasta el garaje.

-Tengo varias reuniones -le dijo Nikos-. Llegaré aquí sobre las seis. Te llamaré.

-¡Maldita sea! -dijo Michelle, y se acercó a su coche.

-¿Qué pasa?

-Una rueda pinchada -dijo ella desconcertada. -Te llevaré a la galería y me ocuparé de que alguien repare tu coche.

Al acercarse más, se dieron cuenta de que la rueda había sido pinchada intencionadamente.

-¿Tú crees que...?

-¿Que ha sido Jeremy? Posiblemente, sí –dijo Nikos, aunque no había ninguna prueba.

Se metieron en el BMW y en pocos minutos ya estaban de camino.

Muy pronto llegaron a la galería.

-Te llamaré a lo largo del día -dijo él. La besó directamente en los labios Michelle se desabrochó el cinturón y salió del coche.

Fue una mañana realmente activa. Michelle se puso al día con todos los papeles, contactó con la empresa que hacía los marcos e hizo un número infinito de llamadas.

Comió allí mismo, en su oficina y se sorprendió al recibir una llamada de Nikos a las tres y media.

-He enviado tu coche a la galería. No te olvides de la cita que tienes a las cuatro con el abogado. Iré a buscarte en quince minutos.

¡No se le había olvidado! Pero el tiempo había pasado más deprisa de lo que ella había pensado.

-Gracias -respondió Michelle.

La firma de la orden la alivió de algún modo. Al menos, el asunto estaba ya en manos oficiales.

Eran casi las cinco cuando Nikos la dejó en la galería. Michelle siguió al BMW hasta el apartamento.

Una vez allí, Michelle escuchó los mensajes que había en su contestador.

-Hola, Michelle. Soy Eloise. No me has llamado. Te recuerdo que esta tarde es la fiesta de Phillipe. Te esperamos a las seis y media.

-¿Phillipe? -preguntó Nikos.

-Mi ahijado -le explicó-. Tiene tres años y hoy tiene la fiesta de Navidad. ¡No sé cómo se me había podido olvidar! Tengo el tiempo justo de ducharme cambiarme y salir para allá..

-:-Voy contigo.

MichelIe lo miró extrañada.

-¿A una fiesta infantil?

-Sí -repitió él con una sonrisa burlona en los labios.

Resultó muy divertida. Padres y familiares se congregaban frente a un colorido escenario, en el que los pequeños, vestidos de las más variadas cosas, interpretaban canciones de navidad.

Michelle se quedó de pie, con Nikos detrás, abrazándola protectoramente.

Después, buscaron a Eloise ya su marido, y pasaron un rato con el pequeño Phillipe, quien se alegró mucho de ver a Michelle y no ocultó su curiosidad por el hombre que iba con ella.

Eran casi las nueve cuando acabó la fiesta. Después de despedirse de Philippe y de sus padres, se dirigieron al coche y se pusieron de camino.

Minutos después, Michelle ya se había dormido.

Al llegar al apartamento, Nikos la observó unos instantes. Estaba muy pálida y tenía unas grandes ojeras bajo los ojos. Suavemente, la empujó hacia la habitación.

-Corre, vete a dormir.

No necesitó que se lo dijera dos veces.

Se desvistió a toda velocidad, se limpió el maquillaje y se metió en la cama.

Se durmió casi al instante y se despertó a la mañana siguiente, sola.

Sin embargo, la forma de la almohada y el olor a colonia varonil le dijeron que Nikos había dormido con ella.

Michelle se levantó y se duchó. Luego se vistió y salió a la cocina.

Allí estaba Nikos, duchado y afeitado, y con el mismo olor que había dejado sobre su cama. Estaba hablando por el móvil, en un idioma que ella no comprendía en absoluto.

Estaba claro que él ya había desayunado. Michelle se tomó un pequeño plato de cereales con fruta antes de que él colgara.

-Buenos días -dijo él, se acercó y la besó en los labios ¿Ya estás lista? Te llevaré a la galería