Capítulo 2
DÓNDE se supone que estamos?
-En mi edificio -dijo Nikos-. Resulta que está muy cerca del tuyo Nada más decir esto, salió del coche. Michelle rozo lo mismo Se quedó de pie, mirándolo por encima del techo del BMW durante unos segundos. Pero pronto decidió que lo mejor que podía hacer era marcharse.
Sin mediar palabra, se encaminó a la puerta de entrada del garaje.
-Es una puerta que sólo se activa con un código secreto le dijo. Lo mismo le ocurre al ascensor.
Se volvió hacia él con rabia. Estaba furiosa.
-El secuestro es un delito. Si no quieres que te denuncie a la policía, déjame salir ahora mismo de aquí -lo amenazó, con tanta furia que de haber estado cerca posiblemente lo habría golpeado.
Nikos la miró intrigado. Su cuerpo resultaba frágil excesivamente delgado para la fuerza y la entereza que mostraba. Aparentemente no tenía miedo. Tal vez sabía alguna técnica de autodefensa. Pero él también había sido adiestrado en letales formas de lucha.
. -Lo único que necesito son quince o veinte minutos de tu tiempo.
El aparcamiento estaba bien iluminado, y había varios coches. Pero no había gente, nadie que pudiera socorrerla en caso de necesidad.
Michelle agarró su móvil del bolso y dejó preparado el número de emergencias por si lo necesitaba.
-No tienes nada que temer.
Su voz era calmada controlada tal vez demasiado controlada.
-Te aseguro... -comenzó a decir ella, pero el eco de su propia voz en el silencio absoluto, la sobresaltó-. No creo que este lugar sea en absoluto divertido.
-Yo te he propuesto un sitio más adecuado pero te has negado Michelle se indignó.
-Perdone su excelencia por haber rechazado su invitación.
Nikos no podía evitarlo. Aquella mujer lo intrigaba, la vehemencia de sus actos, el modo directo y algo irrespetuoso con que lo trataba. La mayoría de las mujeres que se cruzaban en su camino se mostraban extremadamente amables. Su status y su riqueza eran siempre un maravilloso reclamo para las mujeres que lo rodeaban.
Sin embargo, Michelle Gerard había reaccionado con una pasión sincera y limpia, sin tapujos. Había dejado que sus instintos la llevaran a donde él quería. Por otro lado, no ocultaba su desagrado hacia aquella situación.
-Según tú mismo has dicho, querías hablar conmigo -dijo ella con ira contenida.
Necesitó unos segundos para recobrar la entereza. No podía perder el control, no podía mostrar su miedo. Nikos Alessandros no tenía intención alguna de hacerle daño... Al menos no un daño físico. Pero, ¿y sus emociones? Aquello era otro tema muy diferente. ¿Cómo podría luchar contra un hombre como aquél?
- -Sugiero que condenses en dos minutos lo que tengas que decir -le mostró el teléfono móvil-o Te advierto de que un movimiento en falso y este aparatito te meterá en un grave problema con la policía.
Nikos se apoyó sobre su coche y la miró pensativo. -Quiero que seas mi acompañante durante unas cuantas semanas -le pidió sin introducción alguna.
. Michelle lo miró fijamente, respiró profundamente y soltó el aire poco a poco. Aquello era lo último que se esperaba. Nikos Alessandros sólo tenía que dar un par de palmadas para que un montón de mujeres se rindieran a sus pies.
-¿Es una broma?
-No. Hablo completamente en serio.
-¿Por qué?
-Por las mismas razones por las que creo que a ti también podría interesarte.
. -¿Qué te hace pensar eso?
-Para mí, es evidente -respondió Nikos.
-Puedo manejar a Jeremy, si es a eso a lo que te refieres. .
-No me cabe duda de que puedes. La cuestión es si quieres hacerlo.
-No necesito que nadie pelee por mí. Así que, ¿por qué no dejas de perseguirme?
-Pensé que la persecución había terminado -respondió él.
Michelle inclinó la cabeza y lo miró con una ligera sonrisa en los labios.
-¿Tratas de decirme que hay una mujer de quien no sabes cómo librarte?
-La viuda de un gran amigo -dijo Nikos-. Su marido se mató en un accidente de esquí hace unos meses.
-y está en un estado emocional algo delicado -dijo ella-o ¿Ha malinterpretado tu apoyo o tu amistad? ¿O ha echado cuentas de cuánto capital tienes en tus cuentas bancarias?
La expresión de Nikos se endureció.
-Te permites demasiadas licencias, Michelle. De modo que había conseguido tocar la fibra
sensible del inalterable Alessandros.
-Te sientes obligado a no herir a -Saska.
-Saska -continuó ella-o ¿Ha habido alguna situación embarazos a durante lo que se supone es el período de duelo?
-Sí -respondió él.
-Ya -dijo ella con cierto desprecio-. Así que eso te ha dado el impulso necesario para que, en aras de una suposición, te hayas permitido secuestrarme y hacerme una propuesta absurda. ¿Es que das por hecho que no tengo cosas mejores que hacer.
-El trato te reportaría ciertos beneficios Sus vivaces ojos verdes se clavaron en él cómodos arpones.
-Dime sólo uno.
-Todo el placer sin ninguna atadura y una gratificación en caso de hacer bien mi papel.
Nikos esbozó una sonrisa burlona.
-Seguro que podemos llegar a algún tipo de trato Toda la velada había sido sorprendente, empezando por el comportamiento de Jeremy y concluyendo con aquella propuesta. Nikos Alessandros era, sencillamente, imposible.
-¿Quién demonios te has creído que eres?
Su expresión varonil se endureció. Su mirada tenía la cualidad del acero.
. -Un hombre que sabe reconocer una oportunidad cuando se le pone delante.
Todavía podía sentir, en el recuerdo, el tacto sublime de sus labios excitantes. De pronto, sintió el impulso de apartarse, como si su sola presencia, aun en la distancia, pudiera afectada.
, La miraba con indolencia.
Michelle sintió indignación.
. -Vete a buscar a otra mujer -le dijo-. No tengo ninguna intención de participar en tu juego.
-¿No hay nada que pueda hacer para convencerte?
Su mirada no se alteró.
-No, nada.
Sus ojos se oscurecieron y un músculo de su mandíbula se tensó.
-En ese caso, vamos arriba. Te acompañaré a casa.
Michelle sintió unos deseos irrefrenables de ponerse a discutir con él, pero se contuvo.
Se dirigieron al ascensor y el estómago se le contrajo al entrar en el pequeño cubículo con él. Aquel hombre ejercía una especie de poder hipnótico sobre ella. Su cuerpo la atraía como un imán.
Pronto llegaron al portal y salieron a la calle A unos pocos metros de allí, había varios cafés con terrazas al aire libre El edificio de Michelle estaba a cincuenta metros de el de Nikos.
Al llegar a la entrada, ella se volvió y le ofreció una sonrisa, que fue más una concesión que un gesto de sincera complacencia. Por supuesto, no iba a darle las gracias por acompañarla. No tenía motivos para hacerlo.
-Creo que te olvidas de algo -dijo él. Segundos antes de que sus manos se posaran sobre su rostro, Michelle ya había leído en sus ojos a qué se refería. Pero no hizo nada por evitar lo inevitable.
Nikos se acercó lentamente, hasta que su boca cubrió los labios Michelle y su lengua se introdujo con inigualable maestría en los recovecos más profundos.
La abrazó con fuerza, hasta que sus cuerpos estuvieron completamente juntos. Quería que notara su sexo endurecido.
Un calor repentino, potente, se despertó en el centro mismo de su feminidad y sintió que sus pezones se endurecían como piedras.
Aquellas sensaciones eran hijas de una divina locura, sin base alguna en ninguna parte.
Con la misma lentitud con que había iniciado el beso, lo concluyó, hasta que sólo quedó un leve y sugerente roce y, después, nada.
La soltó y se apartó sutilmente.
-Felices sueños -le dijo.
Su mirada era ardiente y apasionada y lo suficientemente profunda como para poder ahogarse en ella.
Michelle se dio media vuelta, activó el código de seguridad y se metió en el portal.
¡Maldito hombre! Era arrogante y devastador.
Era peligroso, muy peligroso.
Pulsó el botón del ascensor y esperó a que llegara,. En cuanto se abrieron las puertas, entró, pulsó el botón de su piso y contuvo un escalofrío.
Segundos más tarde ya estaba en su apartamento.
Encendió la luz, cerró la puerta con llave y se dirigió a la cocina.
Un café no era buena idea. La cafeína no era un buen aliado del sueño. Así que optó por un vaso de agua.
, Se fue a la cama y se envolvió entre las sábanas con la intención de conciliar en sueño.
. Sus intentos fueron vanos. Continuamente la asaltaban imágenes de aquel griego alto, de voz sensual, ligeramente matizada con un acento sugerente.
La sensación que sus manos habían dejado sobre su cuerpo, el sabor de sus besos, eran motivo suficiente para el insomnio. Todo en él era intenso.
Casi podía oler aún su colonia, el olor a limpio de su camisa recién planchada. Y, debajo de todo eso, su olor tan personal y particular...
¡Maldición! ¡No necesitaba nada de aquello! No necesitaba que ningún extraño alterara sus sentidos de aquel modo.
Había conocido a cientos de hombres. Había sentido afecto por algunos de ellos, y amor por ninguno. Al menos, no había experimentado ese sentimiento arrebatador que salía en las películas.
En cuanto a lo que era atracci6n, todavía estaba esperando a que la tierra se removiese...
Aunque, algo le había sucedido aquella noche en brazos de un extraño.
¿Durante cuánto tiempo? ¿Un minuto o dos?
Sí, durante un minuto o dos, pero había llegado a perder toda noci6n del espacio y el tiempo. S6lo existía el hombre, el deseo y una pasi6n única.
Su cuerpo se había acoplado al de él de un modo magistral. Su boca se había aposentado en sus labios y se había dejado poseer.
Sí, había sido una posesi6n. Sus besos habían sido exigentes y sensuales, una promesa salvaje y libidinosa.
Debería haberla atemorizado. Pero, en lugar de eso, la había cautivado. Había hecho que se sintiera viva y feliz.
Había sido tan consciente de cada pulso de su coraz6n, de cada milímetro de su piel, que todo su cuerpo había experimentado una convulsi6n.
Si podía provocar semejante efecto con solo un beso, ¿qué podría provocar en la cama?
Era intenso, pasional, sensual y salvaje....
¿En qué demonios estaba pensando?
Nikos Alessandros era el último hombre sobre la Tierra con el que querría tener algo que ver.
Meti6 la cabeza debajo de la almohada, ansiosa por espantar las odiosas imágenes que inundaban su mente. Ofuscaban su capacidad de ver las cosas con claridad y le hacían perder la objetividad.
Lo que tenía que hacer era tratar de dormir. Por la mañana, descansada, el torbellino que atonentaba su cabeza desaparecería.