Capítulo 10
NO HABÍA sido, precisamente, el mejor de sus días al menos, eso fue lo que pensó Michelle al llegar a casa, después de las cinco.
Todo lo que podía ir mal, había ido mal Nikos la había llamado para decir que llegaría , tarde. Aunque durante aquellos días había deseado poder estar sola en su apartamento, de pronto, su . ausencia le creaba una terrible sensación de vacío.
Echaba de menos el calor de su brazos, su voz sus besos, el pulso de su corazón.
Se acercó al contestador y pulsó el botón de escucha. Pero lo único que oyó fue tres intentos de
llamada sin mensaje, que le resultaron bastante desconcertantes.
¿Sería Jeremy?
Decidió que una ducha caliente era lo que necesitaba.
Se duchó, se secó y se puso unos vaqueros y una camiseta. Se peinó y salió al salón.
Era demasiado pronto para vestirse para la cena de caridad y no le gustaba pasearse sólo con un albornoz por la casa durante horas.
Al cabo de un rato, sonó el intercomunicador.
Michelle respondió, pero, durante unos segundos, no obtuvo respuesta.
-¿Te lo estás pasando bien con tu amante, Michelle?
Ella sintió que el estómago se le revolvía al oír la familiar voz de Jeremy.
Se quedó callada, hasta que al fin decidió responder.
-No seas necio, Jeremy.
-Ya sabes que la inteligencia no es uno de mis fuertes.
-¿Qué quieres conseguir con esto? ¿Quieres que te arresten?
-¿Todavía no te has dado cuenta? Me gusta la idea de burlar a la justicia.
Colgó el telefonillo y se alejó de él asustada.
Se quedó en un rincón, temblorosa y confusa Cuando a los veinte minutos sonó el telefonillo otra vez, estuvo a punto de no contestar. Pero, al fin, lo hizo.
-Michelle -era la recepcionista Hay un magnífico ramo de flores aquí para ti.
Michelle sonrió.
-Bajaré ahora mismo -agarró la llave y salió. Nada más llegar a recepción vio un gran ramo
de claveles rojos. Lo agarró y buscó la tarjeta.
Una única palabra estaba escrita con desprecio «zorra» .
No le cabía duda de quién las había enviado. -¿Puedes tirar esto a la basura, por favor? -¿Cómo?
- Tíralas, por favor -insistió.
-Pero si son preciosas.
-Sí, pero han sido enviadas con las peores intenciones. .
Al volverse hacia el ascensor, vio, a través de la puerta de cristal, que Jeremy estaba fuera y le hacía una solemne y burlona reverencia.
Era un explícito recordatorio de que la guerra había comenzado y de que a Jeremy le gustaba tentar a la suerte.
-Pues a mí me parece una pena tirarlas.
Michelle se encogió de hombros y se dirigió al ascensor.
Le quedaba una hora para cambiarse, maquillarse y hacer algo con su pelo.
No le apetecía nada tener que asistir a aquella cena benéfica. Las mujeres se pasaban días preparándose para aquel tipo de eventos. Chantelle habría ido al masajista, a la maquilladora, a la manicura y habría pasado horas en la peluquería.
Michelle se quitó los vaqueros,. se puso ropa interior de seda, se cubrió con una bata y se sentó ante el tocador para maquillarse.
Fue en ese momento preciso cuando llegó Nikos.
Se acercó y la besó amorosamente en la mejilla.
Luego, la observó unos segundos y notó las ojeras. -¿Has tenido un mal día?
-Así, así -dijo ella.
-¿Llevas algo debajo de la bata? -preguntó goloso.
Ella lo miró con una sonrisa en los ojos.
-No tenemos tiempo.
Nikos sonrió de tal modo que Michelle sintió un cosquilleo en el estómago.
-Siempre podemos llegar tarde -dijo. Descendió ligeramente y observó la imagen de
ellos dos en el espejo del tocador. Aún agachado, el tamaño y la proporción de su cuerpo hacían que ella pareciera pequeña e indefensa.
Deslizó las manos por dentro de la bata hasta encontrar sus senos turgentes.
Michelle sintió calor, mucho calor. El fuego líquido del deseo corría por sus venas. Observó con fascinación cómo su piel se estremecía. Aquel hombre podía ejercer un efecto devastador sobre ella.
Una de las manos trazó el camino hasta su pubis y encontró lo que buscaba. Muy pronto, su ropa interior dejó de cubrirla. Él la estrechó en sus brazos y depositó un delicado beso en su cuello.
-No estás jugando limpio -le dijo ella. Entonces, la levantó y apretó su cuerpo contra el de ella. El también estaba excitado, muy excitado.
La agarró y la sentó sobre la encimera de mármol. Lentamente, se deleitó con sus pezones y con su cuello.
Michelle tomó entonces su boca y lo besó desesperada. Allí mismo, le hizo el amor, hasta que ella gritó su alivio con él. .
-Supongo que deberíamos preparamos -dijo él después de unos segundos.
Ella no pudo responder nada. Lo miraba encandilada y perdida en sus ojos.
Él le agarró la cara entre las manos y la besó. -Iré a ducharme y a afeitarme -le informó. Michelle se quedó sentada en el tocador, con las dos manos apoyadas sobre le mármol. Se sentía desconcertantemente bien.
Ningún hombre había provocado, jamás, un efecto semejante sobre ella. Su pasión la consumía. Se sentía tan vinculada a él que le daba miedo. ¿ Qué ocurriría cuando todo acabara? ¿Podría ella decir adiós y gracias sin más?
La idea de continuar viviendo sin él le resultaba insoportable.
Estaba atada a él irremediablemente hasta que Saska se diera por vencida y hasta que Jeremy dejara de acosarla.
¿Qué podía hacer, entonces?
Amar y vivir el día a día era la única respuesta que encontraba. Pero eso no era más que una utopía. La realidad era que acabaría con el corazón .roto inevitablemente.
El sonido del agua cayendo en el baño contiguo hizo que volviera en sí. Se bajó del tocador y se miró en el espejo. Tenía que arreglarse el pelo y maquillarse, y vestirse...
Michelle se obligó a sí misma a ponerse manos a la obra.
Se dio forma al pelo con las tenacillas, se maquilló cuidadosamente, enfatizándose los pómulos y los ojos y se perfiló los labios.
Eligió un vestido negro ajustado, con tirantes muy finos y unos zapatos altos de tacón fino, a
juego con un pequeño bolso. Así apareció en el salón.
Nikos ya estaba esperándola. Tenía un aspecto resplandeciente, vestido con un elegante esmoquin negro y una camisa blanca con pajarita negra.
Michelle sintió que el corazón se le paralizaba de la emoción de verlo.
Su mandíbula cuadrada y los pómulos angulosos le daban un aspecto algo primitivo. Los ojos oscuros y penetrantes y la boca bien formada le daban un toque sensual y atractivo.
Era, sin duda, un hombre impresionante y no sólo en lo meramente físico. Había en él una dureza que imponía mucho respeto a quien se atrevía a romper sus reglas. Pero, por otro lado, era increíblemente gentil con quien se proponía serlo.
Sin duda, la mujer que ganara plenamente su corazón sería muy afortunada. Si era inteligente, lo mantendría a buen recaudo y trataría de tenerlo para siempre.
Aquel tipo de pensamientos eran, sin duda, muy
peligrosos, y ella lo sabía.
-¿Nos vamos? -Michelle no sabía cómo se las había arreglado para que su voz sonara fría y clara.
El ascensor bajó sin detenerse hasta la planta
baja, donde entró la recepcionista.
-Michelle -dijo la mujer, nada más verla-. He puesto las flores en la mesita pequeña del portal. Me parecía una verdadera pena desperdiciarlas así. Espero que no te importe.
El ascensor se detuvo en el primer piso del garaje y la mujer se despidió y salió.
-¿De qué flores habla? -preguntó Nikos mientras se dirigían al coche.
-Un ramo de claveles -respondió ella. Nikos la miró fijamente.
-Tendré que volver ha hacer la pregunta. ¿Quién te lo ha mandado? -la agarró del brazo y la obligó a detenerse-o Contesta, Michelle.
Decidió no ocultar nada. No valía la pena. -Jeremy.
La mirada de Nikos se endureció.
~¿Te las trajo en persona?
-Sí.
. -¿Habló contigo? -insistió él.
-Se quedó fuera e hizo una estúpida reverencia. Nikos hizo un gesto de rabia.
-Ese idiota está jugando con fuego.
Michelle casi podía palpar la furia que emanaba de él. .
Abrió las puertas del BMW. Esperó a que ella se sentara para ir a su lado y sentarse al volante.
. -¿Te ha llamado en algún momento? –preguntó indignado.
. -Está tarde, poco después de que llegara a casa por el intercomunicador.
Nikos la miró bruscamente.
-Mañana mismo nos cambiamos a mi casa. Y no se te ocurra protestar -le advirtió-. Sólo se puede acceder a mi casa con el código de seguridad o con una llave especial. Es más segura que la tuya. Al menos, tendré la certeza de que allí estarás segura.
-Me parece que todo esto está yendo demasiado lejos.
-La decisión no es negociable.
-¿Cómo que no es negociable?
-Ya casi hemos llegado.
Habían hecho el recorrido hasta el Marriott en un tiempo récord.
-Hablaremos de ello más tarde -dijo ella mientras él buscaba un sitio en el aparcamiento.
-Como tú quieras -dijo Nikos con escalofriante frialdad.
Estaba furioso y se le notaba. Ella estaba tensa.
Al llegar al ascensor, ya había un grupo de invitados esperando.
Michelle forzó una sonrisa para evitar comentarios.
Desde aquel instante, ambos se pusieron las máscara que requería la ocasión.
Había camareros con bandejas llenas de copas con champán y Michelle agarró una. Dio un sorbo y buscó con la mirada a sus padres.
-¡Hola!
Michelle oyó la voz de Saska y se volvió hacia ella con una amplia y falsa sonrisa. "
-Saska -dijo Michelle en un tono extremadamente cortés-o Me alegro de verte
Era increíble de la cantidad de mentiras que se decían en aquellos eventos sociales.
Emilio se acercó y la besó en la mejilla.
Los invitados comenzaron a salir de la estancia cuando los camareros anunciaron que se iba a servir la cena en el comedor.
Nikos tomó a Michelle del brazo y juntos entraron en el salón. Ella era extremadamente consciente de la proximidad de sus cuerpos.
Se habían dispuesto varias mesas circulares, con manteles blancos, hermosa cubertería, copas y centros de flores.
Cada mesa" tenía un número y lo invitados iban como autómatas cada uno a la suya.
Saska se sentó al Iado de Nikos, lo que irritó tremendamente a Michelle, que empezaba a cansarse de la infatigable persecución de la viuda.
Pero no podía hacer nada para evitarlo, a menos que quisiera montar una escena, y no iba a hacer eso. Saska sabía eso y se valía de su astucia para crear situaciones extremas. La noche sería amenizada por varias actuaciones, que se sucederían, con pequeños intervalos, a lo largo de los cuatro platos que se iban a servir.
Chantelle y Etienne llegaron a la mesa con otras dos parejas más. Hubo una breve rueda de presentaciones y, a continuación, se inició el discurso que Siempre se daba en aquellas cenas de caridad.
Justo después, se sirvió una deliciosa sopa de cebolla.
Un mago, vestido de negro, con el rostro pintado de blanco y los labios negros, hizo una serie de trucos conocidos, en los que hacía aparecer y desaparecer pañuelos, anillos de plata y algunas cosas más.
Después de la sopa, vino una ensalada de mariscos, con cogollos de lechuga, que Michelle acompañó sólo con agua.
Saska no dejaba ni un segundo a Nikos. Había encontrado un tema de conversación que parecía interesarlo realmente.
Michelle miró a Emilio y éste le guiñó el ojo. Ella sonrió. Al parecer era bastante claro que el interés por la conversación no era interés por la mujer.
A Emilio le gustaba averiguar lo que se ocultaba tras la máscara de las buenas maneras en aquellos acontecimientos sociales. Y rara vez se equivocaba.
Los camareros se llevaron los platos vacíos y una exquisita soprano interpretó un aria de una conocida ópera.
Michelle bebió un poco de champán y trató de ignorar el modo en que Saska posó su mano sobre la pierna de Nikos.
No pudo contener una ola de rabia, de celos, pero sí tuvo que contener su impulso de levantarse y abofetearla.
-¡Maravilloso! -dijo Saska, al terminar el con cierto.
La mujer se volvió hacia Nikos, le dijo algo en griego, se rió y le tocó la manga de la chaqueta.
Tal vez, había llegado la hora de que todos se pusieran a jugar.
Junto a ella, se había sentado un joven de su misma edad, cuya acompañante resultó ser su hermana. Se volvió hacia él.
-Una velada encantadora, ¿verdad?
El muchacho se ruborizó.
-Sí, sin duda -respondió, mientras aplaudía animosamente a la soprano-. La verdad es que es maravillosa, ¿ verdad?
-Sí, lo es -dijo Michelle.
-La comida también está muy buena, ¿no crees?
-se animó a decir-o ¿Quieres un poco de vino o de champán?
-Un poco de agua, si no te importa.
Por supuesto que no le importaba lo más mínimo. Habría hecho lo que le hubiera pedido sin importarle un ápice. Le parecía increíble que aquella mujer estuviera hablando con él.
-¿Sueles venir a muchas cenas benéficas?
Era, sin duda, un muchacho muy agradable. -Mis padres colaboran con gran parte de ellas,
así que tengo que asistir con cierta frecuencia.
-Es... bueno... ¿Querrías bailar conmigo luego?
preguntó tímidamente. . -Sí, claro que sí.
Su charla se vio interrumpida por el camarero, que llevaba el plato principal. Michelle sonrió al muchacho y volvió su atención hacia la comida.
De pronto, sintió una leve caricia en la mejilla. Era Nikos. : -No es más que un niño -le advirtió sutilmente.
-¿Me estás diciendo que no puedo hablar con él?
-Te estoy diciendo que no va a entender tu flirteo. Se va a confundir y no va saber salir airoso.
Michelle lo miró incrédula.
-Mientras que tú sí que vas a salir airoso con Saska.
-Te has dado cuenta -dijo él, en una rotunda afirmación.
Michelle estuvo a punto de decide que ella se daba cuenta de absolutamente todo lo que él hacía, pero prefirió no ponerse más en evidencia. No estaba dispuesta a admitir ante él lo que sentía.
Nikos le agarró la mano y se la llevó hasta los labios. Comenzó a besarle, uno a uno, cada dedo.
-Come, cariño.
Aquel hombre era absolutamente letal. Con sólo mirarlo todas sus fuerzas se desvanecían, se perdía inexorablemente. Era como si cada célula de su cuerpo quisiera fusionarse con él. Había una química inexplicable que la hacía sentir sensual y vibrante, que hacía que se abrasara sólo con tenerlo a unos metros de distancia.
-En ese caso, será mejor que me devuelvas mi mano -le respondió ella con toda la calma de que pudo hacer gala.
-No seas tan quisquillosa -respondió él-o Y recuerda que, después de la cena, tienes que venirte conmigo a casa.
-Me pongo a temblar de pensarlo.
-Me aseguraré de que así sea....
-Pues entonces, come -le dijo Michelle-. Vas a necesitar fuerzas.
Nikos levantó una ceja y sonrió.
-Cariño -añadió ella jocosamente.
Al levantar la vista, vio que Emilio la observaba con una sonrisa malévola en los labios. Ella hizo una mueca burlona.
El plato principal consistía en carne y pescado, que fueron servidos alternativamente, junto a una sofisticada guarnición de verduras.
Luego hubo postre y tabla de quesos.
Michelle bebió agua la mayor parte del tiempo y observó a Nikos mientras terminaba con su comida. Parecía disfrutar de cada bocado que daba.
Lo mismo le ocurría cuando daba placer a una mujer.
Michelle lo miraba embobada. Cada bocado despertaba en ella el recuerdo de sus íntimos encuentros La sangre comenzaba a correr por sus venas con rapidez con sólo pensar todo lo que le podía hacer.
Nikos se volvió hacia Michelle, como si hubiera presentido el efecto que estaba provocando en ella.
Durante una milésima de segundo, Michelle dejó escapar por sus ojos un grito de necesidad. Pero pronto acalló ese grito y recobró su máscara de hielo.
Sus ojos se habían encontrado en una mirada intensa. Sentían que estaban solos en aquella habitación abarrotada de gente.
Al fin Nikos había sonreído, una sonrisa carga da de promesas.
Los camareros comenzaron a retirar los platos y el encantamiento se rompió.
, Un comediante había tomado el micrófono y había empezado contar chistes ante los que era imposible no reírse.
Después del café, vino un sofisticado pase de modelos, tras lo cual, algunos comensales aprovecharon para salir al jardín.
-¿Podríamos bailar ahora? -dijo el muchacho que estaba sentado a su lado.
-Sí, claro que sí -dejó la servilleta en la mesa y lo siguió hasta la pista de baile.
Allí lo sorprendió por su habilidad con los pies. La llevó con gracia y facilidad, logrando que elaborara una serie de pasos de los que jamás se habría sentido capaz.
-¡Eres muy bueno! -le dijo, cuando llegó la música más lenta.
-Mi hermana y yo competimos en bailes de salón -le informó. Se nota.
-Supongo que... No, claro que no -se respondió a sí mismo. Lo miró curiosa.
-¿Qué es lo que está claro que no?
-Que no querrías salir conmigo: al cine, conciertos. Esas cosas...
-Si no estuviera saliendo ya con alguien, lo haría -le aseguró.
-¿De verdad? -preguntó él entusiasmado.
-De verdad -le aseguró.
La música terminó. Michelle le dio las gracias y, juntos, volvieron a la mesa.
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