Capítulo 3
EL INSISTENTE sonido del teléfono la despertó sin piedad. Michelle sacó la mano de entre las sábanas y el aparato se le cayó al suelo.
Vaya comienzo de día! .
Agarró el cordón como pudo y consiguió llegar hasta el auricular.
-Michelle.
Instantáneamente reconoció la voz femenina que tan fervientemente la llamaba.
-Mamá... -dijo con resignación. Justo lo que necesitaba.
-¿Todavía estás en la cama? -preguntó la mujer y esperó unos segundos ¿Tienes idea de la hora que es?
Las siete, tal vez las ocho... Miró al reloj que tenía junto a la cama. Eran la nueve.
-¿Estás sola?
. -No, mamá. Tengo junto a mí a dos amantes que me han dado placer durante toda la noche.
-No creo que sea necesario que me contestes así la reprobó Chantelle.
-Lo siento. Es culpa de la falta de sueño.
-Se me ha ocurrido que tal vez podríamos comer juntas -Chantelle nombró un lujoso restaurante. de Miami Beach y colgó antes de que Michelle pudiera responder
Michelle gruñó, con una mezcla de indignación y de resignación. Claro que podía llamar y decide a su madre que no. Pero sabía exactamente cuál sería la respuesta que obtendría. Chantelle era toda un experta en el arte de la persuasión, especialmente en lo que a chantaje sentimental se refería.
Así que colgó y decidió que sería mejor ir a comer con su madre.
Chantelle siempre pedía lo mismo: ensalada César, fruta, un pequeño vaso de vino blanco y dos vasos de agua.
Después, se dedicarían, como siempre, a darse una vuelta por las tiendas más caras de la zona, conducirían hasta Marina Mirage y se tomarían un café. Luego, seguirían de compras por allí.
Aquella tarde seguiría el patrón de otras muchas. Pero, en aquella ocasión, pendía sobre su cabeza la amenaza de un interrogatorio sobre Nikos.
Así que lo que mejor que podía hacer era levantarse.
Necesitaría una hora y media para hacer la compra semanal. Durante el resto del tiempo, se prepararía para encontrarse con su madre a mediodía.
Chantelle pidió una ensalada César y una botella de agua mineral, mientras Michelle optó por algo más sustancioso.
-Antonia y Emerson insisten en que vayamos a su barco a comer mañana.
Las gafas de sol que su madre llevaba le impedían ver la expresión de sus ojos, pero a Michelle no la engañaba ya.
Chantelle se había esmerado en refinar al máximo el arte de la conversación.
Primero, vendría la parte agradable, un par de anécdotas, un poco de humor. Pero pronto aparece
ría el verdadero objeto del encuentro.
-Bien, me parece muy bien -dijo Michelle.
-Por supuesto, estaremos de vuelta para ir a la inauguración de la exposición.
La exposición era sobre obras de jóvenes artistas que habían impresionado a los dueños de la galería.
La preparación de cada exposición y las galas de inauguración se programaban con varios meses d antelación. Decía mucho de la buena reputación de .la galería el que ya tuvieran reservas para el siguiente año de gente que quería asistir.
Emilio tenía un sexto sentido para los nuevos talentos. Solía ver cuándo un artista era bueno y, además, tenía posibilidades de triunfar. Eso había hecho que la galería se hubiera convertido en una de las más prestigiosas de la costa.
Se habían enviado cincuenta invitaciones. El catering también había sido ya concertado. Sólo quedaban los últimos toques.
A eso era, precisamente, a lo que iban a dedicar
. Emilio y ella aquel día por la tarde y el día siguiente por la mañana. .
-¿Qué harás esta noche?
Michelle agarró una porción de fettuccini a la marinera, pero no se lo metió en la boca hasta haber respondido a la pregunta.
Pienso acostarme pronto.
-Ya.
-Tú sabes cuánto esfuerzo ponemos Emilio y yo en cada exposición -dijo Michelle-. Hay muchas cosas que hacer y Emilio es un perfeccionista.
-Lo sé, cariño.
Chantelle había considerado siempre importante la educación de su hija. La había llevado a un colegio privado, a la universidad e, incluso, había realizado cursos en el extranjero, en la Sorbona de París. Pero la realidad era que no había esperado jamás que su hija utilizara sus estudios.
Desde su punto de vista, la galería no había sido más que un frívolo pasatiempo. Pensaba que la sociedad con Emilio Bonanno no sería más que nominal, y que pronto se cansaría del duro trabajo de una galería y se dedicaría a recorrer con ella el circuito social que frecuentaban.
Sin embargo, Michelle pronto hizo patente que tenía otros planes para su vida y su madre tuvo que aceptar la decepción de que su única vástaga no tuviera sus mismos intereses en la vida social.
Eso no impedía que Chantelle continuamente la invitara a eventos de todo tipo, a lo que se añadían sus intentos de buscarle marido.
-Creo que has conseguido poner a Jeremy realmente celoso -Chantelle dio un sorbo a su agua mineral y dejó el vaso sobre la mesa de nuevo-. Se le notaba taciturno anoche, después de que te marcharas con Nikos Alessandros. ¿Te ha llamado esta mañana? .
-No -respondió Michelle-. Y la verdad es que preferiría que no lo hiciera.
-¿ Tiene Nikos Alessandros algo que ver?
-No, por supuesto que no.
-Pues es un buen partido, cariño.
Michelle optó por fingir no saber a quién se refería.
-¿Jeremy?
-Nikos -dijo Chantelle en un tono paciente. -Puesto que no tengo ninguna intención de dedicarme a la pesca de ricos, el que sea o deje de ser un buen partido es irrelevante para mí.
.::.¿ Tienes tiempo para dar una vuelta por las tiendas? Me gustaría comprarme algo.
Michelle sabía bien cuándo debía hacer una retirada a tiempo.
~ -Le prometí a Emilio que estaría en la galería a las dos y media -le concedía a su madre una hora y media
Chantelle saboreó el último bocado de lechuga y dejó el tenedor en el plato.
-En ese caso, termínate la pasta. Ya tomaremos un café más tarde.
Ropa, lencería, zapatos y perfumes eran los motivos favoritos de distracción de Chantelle.
Después de una hora y media, varias bolsas pendían del brazo de su madre. Por supuesto, ya no quedaba tiempo para el café.
-Nos vemos mañana. No trabajes demasiado.
Michelle posó un leve beso en la mejilla de su madre y la vio meterse en su flamante Mercedes.
Eran casi las dos y media cuando llegó a la galería
El lugar era perfecto. Había sido una vieja casa con tres pisos, completamente reformada por los nuevos propietarios.
El suelo era de madera clara, delicadamente barnizado. Las paredes estaban pintadas en tonos pálidos, para dar un fondo apropiado a las obras que se exhibían. Habían abierto varias ventanas en el techo, que permitían que el sol creara un hermoso juego de sombras según iba cambiando de posición.
La responsable del diseño decorativo era Michelle y se sentía francamente orgullosa de su trabajo.
-¿Emilio?
Metió las llaves en el bolso y cerró la puerta. -¡Estoy aquí arriba! -una voz con un fuerte
acento italiano respondió-. Sube, estoy con Brett.
Michelle subió hasta la sala en que iba a ser expuesta la obra de Brett.
-Cara, quédate ahí y dinos que te parece.
Durante las siguientes cuatro horas trabajaron sin
parar. Cuando el artista se marchó, pidieron una pizza, revisaron lo hecho e hicieron algunos pequeños cambios. Quedaron satisfechos con el resultado.
-Está muy nervioso -dijo Michelle, mientras se comía un pequeño trozo de pizza.
-Es su primera exposición -dijo Emilio.
La luz brilló sobre el pequeño brillante que llevaba en la oreja. Emilio era extravagante y provocador. Siempre vestía ropa de diseño y gustaba de una imagen ambigua que confundía a la gente. Sólo sus amigos más íntimos sabían que en realidad era un hombre tremendamente cabal y práctico.
Detrás de aquella imagen frívola, se escondía un gran hombre de negocios, con un instinto casi infalible para los nuevos talentos y para captar lo que a la gente le podría gustar.
Tenía muchas cosas en común con ella, pero su cariño era meramente platónico y su amistad se basaba en el respeto y el afecto.
-Te veo pensativa. ¿Por qué?
Emilio tenía la capacidad de darse cuenta siempre que algo perturbaba a Michelle.
Ella no respondió de inmediato. Prefirió fingir estar ocupada en beber de su lata fría.
-Se trata de un hombre, ¿verdad? ¿Lo conozco? Michelle mordió otro trozo de pizza.
-¿Por qué piensas que es un hombre?
-Porque tienes unas tremendas ojeras -sonrió-.
No has dormido bien. Y sé que no eres de las que te gusta estar de juerga hasta el amanecer. Dudo que la falta de sueño sea por eso.
-Podría estar preocupada por lo de mañana. -No -aseguró él Si no quieres contármelo, no
me lo cuentes.
Michelle lo miró en silencio.
-Era un invitado a la fiesta a la que asistí ayer -hizo una pequeña pausa-o Y no quiero volver a vedo jamás.
-El hombre lleva la palabra «problema» escrita en la frente -dijo Emilio.
-No -lo corrigió ella-o Porque no voy a permitirle que lo sea.
-Cara, me parece que no vas a tener elección -dijo con una leve carcajada.
-¿Por qué dices eso?
-Porque eres una mujer que sabe defenderse con uñas y dientes y, si no lograste deshacerte de él ayer, es que te va a causar problemas -sonrió con sorna ¡Estoy impaciente por conocer al hombre al que no has podido vencer!
-No lo vas a conocer.
-¿Tú crees que no?
-Lo sé -le aseguró ella con vehemencia.
-De acuerdo, si tú lo dices -Emilio levantó las dos manos en un gesto conciliador-o Anda, cómete tu pizza.
-Eso es lo que trato de hacer -se comió el último trozo, agarró una servilleta y se limpió los de dos-o Te ayudaré a limpiar todo esto.
-¿A limpiar qué? No hay nada que limpiar. -Pues entonces, me iré a casa -se puso de pie le dio un beso en la mejilla Ciao.
La galería abrió a las cuatro y, una hora más tarde, ya habían llegado la mayor parte de los invitados, que se movían de un lado a otro, copa en mano.
Una suave selección de música barroca daba la atmósfera perfecta al evento.
Michelle había elegido un elegante vestido negro, con un corte estilo años cincuenta, tacones finos y medias negras. Llevaba el pelo recogido y un maquillaje discreto que enfatizaba sus ojos. Era, sin duda, la imagen viva de la elegancia.
Los del servicio de catering servían deliciosos canapés. Y ya había varias señales de «vendido» . colgadas en diferentes cuadros.
La exposición estaba resultando todo un éxito. Todo era, como diría Emilio, perfecto. Michelle levantó la mirada, vio a su socio y sonrió.
-¡Otro triunfo, querida! -dijo una voz conocida.
Michelle sintió un pinchazo en el estómago. Era Jeremy, con su habitual cinismo.
Ella se volvió y sonrió educadamente.
-No esperaba que vinieras.
-No me habría perdido esto por nada del mundo. Se inclinó lentamente sobre ella, dispuesto a besarla. Pero apartó la cara y sus labios sólo le rozaron la mejilla. La mirada de Jeremy se endureció.
-Es extraño que Nikos Alessandros, el soltero de oto, todavía no haya aparecido por aquí -le acarició sugerentemente el brazo.
Michelle sintió un escalofrío.
-Me parece realmente difícil que venga. No tiene invitación.
: -¡Mi dulce Michelle! Chantelle se ha encargado de entregarle una invitación en la comida que ellos celebrado en el yate. Nikos aseguró que nos honraría con su presencia.
Michelle sintió que el corazón se le aceleraba. -¿De verdad?
Jeremy enarcó una ceja.
-Noto cierta desazón en ti. ¿Es que su actuación de anoche no fue precisamente estelar? Bueno, a veces el cansancio de un largo viaje puede provocar malas jugadas -sonrió malignamente.
«Calma, mantén la calma», se dijo a sí misma. Michelle optó por echar a andar, pero Jeremy la tenía sujeta por el brazo.
Se volvió y lo miró con rabia.
-Esta conversación no va a ninguna parte -Michelle trató de retirar el brazo, pero Jeremy la agarró con más fuerza Con tu permiso, tengo cosas que hacer. Espero que te guste la exposición. Emilio y yo confiamos francamente en el talento de Brett.
-¡Ah, el eminente Emilio! ¿Sabías que es bisexual?
Aquel' malicioso comentario era más de lo que estaba dispuesta a admitir.
-Las preferencias sexuales de mi socio son asunto única y exclusivamente suyo. Por cierto, podría denunciarte por difamación.
-¿Qué te pasa? ¿Eres el hada buena del pobre diablo?
-y tú eres un...
-Michelle.
El marcado acento griego de aquella voz grave le provocó a Michelle un estremecimiento. ¿Cuánto tiempo llevaba Nikos Alessandros allí? ¿Habría oído toda la conversación?
Michelle se volvió hacia él.
-Nikos -lo saludó ella y se tensó al sentir su mano sobre la espalda.
Alessandros no mostraba sentimiento alguno en el rostro, pero sus ojos mostraban cierta fuerza contenida.
-¿Hay algún problema? -preguntó Nikos. ¡Claro que sí! Y no uno, sino dos: Jeremy y él. -Con vuestro permiso, tengo muchos invitados a los que atender.
Michelle se dio la vuelta y se alejó. Sin embargo, para su sorpresa, pronto descubrió que Nikos estaba a su lado.
-¿Qué se supone que estás haciendo? -le preguntó en el momento en que estuvieron a suficiente distancia de Jeremy.
-Te estoy rescatando.
-No necesito que nadie me rescate.
Nikos sonrió con cinismo.
-Especialmente si el rescatador soy yo. -Escucha...
-Guárdate la indignación para un momento y un lugar más apropiados. . .
-¿Para cuándo? -dijo Michelle-. No tengo intenciones de volver a verte en mi vida.
-Teniendo en cuenta que tanto tus padres como los Bateson-Burrows me han invitado a unos cuantos de sus eventos va a ser francamente difícil que no nos veamos.
Michelle quería gritar. ¿Qué diablos les ocurría a los hombres? En las últimas veinticuatro horas, sentía el más atroz de los acosos y, posiblemente, todo fuera culpa de Nikos.
Seguramente, Jeremy no se estaría comportando de aquel modo de no haber sido por lo sucedido en la fiesta. ¿O quizás sí? Empezaba a dudar de todo, pues Jeremy había mostrado una parte de él que desconocía por completo.
-¿Por qué no me muestras el trabajo de vuestro
protegido con más detenimiento?
-¿Por qué iba a hacerlo? -preguntó Michelle.
-Podría ser un comprador potencial y, según dice tu madre, tienes muy buen ojo como buscadora de talentos.
¿Se daba cuenta aquella mujer de lo hermosa que estaba cuando se enfadaba? . -Mi madre tiene una tendencia desmesurada a exaltar mis supuestas virtudes -dijo ella secamente.
-El cinismo no es tu estilo.
En otra ocasión, el comentario la habría hecho reír. Pero, en aquel momento, sólo la enervó más. Sabía perfectamente lo que se proponía Chantelle.
Michelle optó finalmente por darle un punto de vista profesional sobre las obras. Le habló del color, de la excepcional técnica que utilizaba y de la repercusión que podría llegar a tener en el mercado.
Nikos retiró la mano de la espalda de Michelle y ésta sintió un frío desconcertante.
Era absurdo que le sucediese aquello, cuando todos sus instintos le advertían de que Nikos era un hombre realmente peligroso del que debía mantenerse alejada si quería conservar su salud emocional.