Capítulo 5
MICHELLE se despertó con el sonido de unas voces masculinas que la sobresaltaron. Al abrir los ojos se dio cuenta de que se trataba del televisor. Era la voz del actor Don Johnson, en el papel de Sonny, en una reposición de Miami Vice.
Se estiró para desentumecer los músculos.
Miró el reloj. Era la hora de darse un baño en la piscina cubierta del edificio. Luego se daría una ducha, se tomaría un buen desayuno y se pondría de camino a la galería.
Eran cerca de las nueve cuando llegó allí. -Buon giorno.
-Hola -saludó a Emilio con una inmensa sonrisa, al ver toda la galería resplandeciendo de limpia-. Eres un ángel.
-Viniendo de ti, eso es todo un cumplido.
-Lo dijo en serio.
Emilio sonrió malignamente y la miró de soslayo.
-Lo sé.
-Ya que tú has limpiado, yo me pondré con el trabajo de oficina. Haré unas cuantas llamadas y todo el papeleo.
-Pero, antes de nada, una café -se acercó hacia ella, la agarró de los hombros y la miró fijamente-o ¿Dolor de cabeza, falta de sueño o una tercera cosa sin diagnosticar?
-Un poco de cada una.
Emilio se quedó pensativo.
-Háblame acerca de la tercera, Michelle. Emilio la llamaba muchas cosas: «querida, cariño, cara...», pero nunca la llamaba «Michelle». -Fue una noche realmente espléndida.
-Sí, eso ya lo sé -respondió él-o Hemos tenido otras muchas noches espléndidas y ninguna te provocó palidez y ojeras.
Michelle decidió contar una verdad a medias. -Me dormí viendo la tele y me he despertado hecha un cuadro, toda entumecida y sobresaltada
. por la voz de Don Johnson.
Emilio no dijo nada durante unos segundos. Se limitó a mirarla fijamente.
-¡Un buen intento, cara! Pero nada creíble. -¿No habías dicho algo de un café?
Emilio preparó una humeante taza y Michelle se la llevó a la oficina.
Puso al día todas las cuentas, listó los clientes que habían comprado obras la noche anterior, e hizo todos los papeles de ingreso de los cheques.
Organizó el embalaje y envío de las obras y consultó con cada cliente si el día previsto era conveniente.
El intercomunicador sonó.
-Dime, Emilio.
-Jeremy Bateson-Burrows está aquí. ¿Quieres que lo mande para allá?
-No -la negativa fue rotunda No quiero verlo Unos minutos más tarde, el intercomunicador volvió a sonar.
-Dice que lo que tiene que decirte es de vital importancia.
Decidió atender a tan desagradable visitante. -Jeremy -le dijo con frialdad.
-Quería disculparme en persona.
Algo le decía que tenía que ser precavida. -Creo que es un poco tarde para eso. Tengo mucho trabajo, así que te rogaría...
-Necesito hablar contigo, explicarte lo sucedido. Por favor, come conmigo -su tono y sus motivos eran muy convincentes... demasiado convincentes-o No sé qué fue lo que me pasó...
-Quiero que te vayas, Jeremy. Ahora -dijo Michelle con calma, pero tajantemente.
Jeremy trató de tocarla, pero ella se apartó como si se tratara de un apestado.
-Michelle -la interrupción de Emilio vino como caída del cielo-. Perdona, pero estoy en mitad de una llamada internacional y no puedo atender a Nikos Alessandros. Ha venido a pagar y a recoger el cuadro. Atiéndele tú, por favor.
Llevaba el móvil en la mano y ella creyó, en principio, que la excusa era real. Pronto, se dio cuenta de que era una táctica.
-Sí, claro que sí -respondió ella.
Nikos la observó fijamente mientras se aproximaba a él. Tenía un aspecto tan frágil como un jarrón de cristal de Bohemia.
-Buenos días -dijo ella..
La mirada del griego era fría, analítica, oscura.
Sin mediar palabra, se inclinó sobre ella y la besó en los labios. Michelle sintió un escalofrío que la recorrió de arriba abajo.
-¿Qué pasa aquí, Michelle? -dijo Jeremy con rabia.
Nikos hizo el abrazo aún más patente.
-Creo que no tiene sentido que sigamos manteniendo el secreto -dijo Alessandros y miró a Emilio, que se encontraba allí también-o Michelle y yo salimos juntos. Es oficial y queremos que todo el mundo lo sepa.
Michelle tuvo la extraña sensación de estar entre
la espada y la pared y optó por seguirle el juego.
Jéremy esperó unos segundos, por si Michelle desmentía lo que su acompañante acababa de decir. Pero no lo hizo.
Jeremy salió enfurecido.
Emilio cerró la puerta y puso el cartel de «Cerrado».
-¡No puedes hacer eso!
-Pues acabo de hacerlo. ¿Vas a denunciarme? Michelle miró primero a uno y luego al otro. Se dirigió a Nikos.
-¿Te das cuenta de lo que acabas de hacer? La noticia no tardará ni dos horas en llegar a oídos de mis padres.
Sin duda, su madre estaría encantada con la noticia.
-Esto solucionará todos tus problemas con Saska, ¿verdad?
-¿Quién es Saska? -preguntó Emilio.
-La viuda reciente de un gran amigo mío.
-Nikos me pidió que colaborara con él para desengañar a la mujer. _ -Ya -dijo Emilio y asintió la cabeza-o Pero tú te negaste.
.sí, se negó.
Emilio sonrió y en sus ojos apareció un brillo de complicidad.
-Yo creo que deberías jugar, cara -le dijo-. Te hará bien.
-Emilio -le advirtió Michelle-, no encuentro nada de esto divertido.
-Lo sé, querida, no esperaba que lo hicieras. Pero me vais a perdonar si os digo que me voy a divertir mucho con la función -continuó sin dejar que respondieran Conmigo, vuestro secreto está a salvo. ¿Por qué no os vais a comer juntos para perfilar vuestra estrategia?
-Sí, es una excelente idea.
Michelle abrió la boca para protestar, pero no lo hizo.
-De acuerdo. Iré por mi bolso.
Antes de salir, Emilio estaba hablando por teléfono y ella le indicó en gestos que volvería a las dos.
-Sugeriría algún lugar cerrado con aire acondicionado -dijo Nikos.
-Bien, me parece bien -respondió ella mientras se ponía las gafas de sol.
Diez minutos más tarde, ya estaban sentados.
-Tus padres han invitado a Saska al cóctel de esta noche.
Michelle lo miró fijamente. Parecía relajado cómodo.
-Mi madre es una experta anfitriona. Estoy segura de que os divertiréis -dejó sobre la mesa el vaso que llevaba en la mano.
-Te recogeré a las seis menos cinco.
-Tengo otros planes.
-Cancélalos.
-No quiero hacerle eso a mis amigos.
La miró intensamente.
-Estoy seguro de que lo entenderán si se lo explicas.
Sí, claro que sí. Pero no se trataba de eso. Michelle agarró el tenedor y pinchó un poco de
lechuga..
-La farsa no tiene que dar comienzo hoy. -Emerson y Antonia Bateson-Burrows estarán
entre los invitados. ¿No crees que va a ser un poco -extraño que no vengas conmigo? Saska vendrá entonces como mi acompañante.
No tenía más remedio que admitir que tenía razón.
-Supongo que es así. De acuerdo, iré contigo.
De pronto, sintió que acababa de tomar una decisión que podría cambiar su vida.
¿ y cuánto duraría aquella relación ficticia? ¿Días, semanas, meses? Tampoco tenían que asistir a todas las fiestas de la ciudad. Sólo tendría que vedo un par de noches a la semana.
Pero algo dentro de ella la advertía de que debía mantenerse alerta, de que procurara que nada de aquello afectara a sus emociones.
Dio un sorbo de agua mineral y se metió otro bocado de ensalada. Pero, aunque estaba deliciosa, su apetito disminuía progresivamente.
¿ Qué iba a hacer con la química, con lo que sentía cada vez que la tocaba?
Había experimentado más emociones en los últimos dos días, que... que en toda su vida. Tenía que admitido.
Nikos la observaba con detenimiento. Su mirada intensa le hacía sentir cómo si aquel hombre fuera capaz de adivinar lo que estaba pensando.
-Supongo que tendremos que establecer una serie de reglas de juego.
-Como por ejemplo...
Michelle trató de leer en su rostro algún signo, alguna intención, algún sentimiento. Pero su máscara era impenetrable.
-Lo primero es que jamás tomarás decisiones por mí, ni viceversa -dijo-. Tenemos que consultarnos siempre.
-Me parece razonable.
Eso era sólo el principio.
-No debe haber innecesaria... -iba a decir intimidad, pero la palabra sonaba demasiado personal-. No debe haber innecesaria proximidad.
-Trataré de controlarme -dijo él con una sonrisa burlona.
-No tiene gracia -dijo ella.
-Siento que no te guste mi sentido del humor. Es lo mejor de mí.
-¿Quieres poner un tiempo a esto?
Nikos levantó una ceja.
-¿A la comida?
-¡No! A nuestra supuesta relación.
-¡Ah! -sonrió-. Creo que de no. Debe durar el tiempo necesario.
Por supuesto, ese era el objetivo de aquella farsa.
Ya había comido suficiente ensalada, así que apartó el plato y se apoyó en el respaldo de la silla.
-Hay algo que me intriga -dijo ella ¿Cómo sabías que había estudiado en la Sorbona?
Nikos la miró fijamente.
-Me gusta conocer todos los detalles de la gente con la que tengo intenciones de hacer negocios. Es una medida de precaución.
Eso suponía que tenía que tenía acceso a información confidencial, lo que no. era de extrañar en un hombre tan poderoso como él.
-Desde que inicié mis negocios con Emerson Bateson-Burrows, todo y todos los que se relacionan con ellos son motivo de investigación para mí.
Eso significaba que los padres de Michelle también estaban bajo la atenta vigilancia de aquel hombre.
-No nos conocimos en París.
-Sí, si lo hicimos.
-¿Dónde? Creo que me acordaría si así hubiera sido.
-En una fiesta.
Sí, eso era posible. Había asistido a varias fiestas durante su estancia en París. Pero no recordaba haber visto a Nikos Alessandros.
-No nos presentaron, ¿verdad?
-No -dijo Nikos-. Había demasiada gente y yo estaba con otra persona.
¿Por qué un comentario como aquél hacía que sintiera celos?
-No estaría de más que me dieras tu teléfono,
¿no crees? -continuó él-o Así podría llamarte.
-¿Quieres decir que todavía no lo tienes? -Prefiero que me lo des tú voluntariamente.
Lo miró durante unos segundos. Después, buscó en el bolso y encontró una tarjeta. Se la dio, sin decir nada.
-¿Quieres café o postre?
¿ Cuánto tiempo llevaban allí? No lo sabía, había perdido la noción del tiempo.
-No quiero nada, gracias. Tengo unas cuantas cosas que hacer antes de volver a la galería –mintió ella.
Nikos llamó al camarero.
-Te acompañaré.
Michelle iba a decir que no, pero pensó que lo mejor era no decir nada.
Nikos pagó y salieron del restaurante.
No era difícil encontrar cosas que hacer. Lo primero fue la panadería. Allí, compró un par de empanadas y una lata de bebida.
-Es para Emilio -le aclaró innecesariamente a Nikos.
Luego, fueron a comprar sellos, lo que parecía perfectamente razonable.
¿Se estaría dando cuenta Nikos de que se estaba inventando todas aquellas tareas? Seguramente, sí.
-¿ Ya has terminado?
El sonido de su voz, siempre tan varonil, siempre tan segura, la incitó a continuar con las falsas obligaciones.
Entró en la farmacia y compró un antiséptico.
Luego, fue a la frutería.
-Después de trabajar, no voy a tener tiempo de comprar nada.
Dos minutos después, llegaron a la galería. Durante el camino, Michelle había sentido en más de una ocasión, la necesidad de decir algo, de iniciar una conversación. Por no había encontrado ningún tema que la pudiera mantener a salvo.
Al llegar a la galería, le dio las gracias por la comida y se despidió.
-Lo cierto es que he venido hasta aquí contigo, porque, si no recuerdo mal, todavía tenemos un asunto pendiente. Tengo que pagar el cuadro y organizar el transporte.
Michelle lo atendió con eficiencia profesional.
Solucionaron el asunto y lo despidió lo antes que .pudo. ¿Qué hay aquí? -preguntó Emilio.
-Te he traído algo para picar -respondió ella.
-¡Qué amabilidad! -dijo complacido-. ¿Ha empezado ya la diversión?
-Está sólo en el prólogo.
-Esta noche puede resultar francamente interesante.
Michelle se limitó a sonreír y se metió en su oficina.
Eran bien pasadas las cinco cuando Michelle llegó a su casa.
En el contestador, había un mensaje de Jeremy. Le rogaba que lo llamase. Michelle se lo pensó durante escasamente cinco segundos y, acto seguido, optó por borrar el mensaje.
Su comportamiento empezaba a ser obsesivo y Michelle se sentía ciertamente incómoda con su comportamiento. Nunca le había dado motivos para pensar que ella pudiera estar interesada en él.
Miró al reloj. Le quedaba escasamente media hora para ducharse y prepararse antes de que llegara Nikos a recogerla.
Michelle ya estaba en el portal cuando él llegó..
La miró de arriba abajo, complacido. Se había sujetado en el pelo en un moño alto y tirante. El maquillaje era discreto, pero resaltaba 10 mejor de sus rasgos.
Se había puesto un vestido negro muy corto, con cuello de barco y manga corta, acompañado de unos zapatos de tacón alto y fino.
Estaba perfecta.
Michelle se metió en el coche y sonrió ligeramente.
Nikos parecía relajado, tranquilo. Ojala ella pudiera sentirse así también, pero, en el fondo, la idea de estar engañando a sus padres le desagradaba.
-Tenemos que ir a recoger a Saska a su hotel. En pocos minutos, llegaron a su primer destino. Nikos salió del coche y entró en el hotel.
Poco después, salió acompañado de una mujer
pelirroja, muy diferente a 10 que Michelle se había imaginado. La imagen que ella se había hecho de Saska era la de una viuda desesperada y triste. Lo que realmente se encontró fue una joven mujer, atractiva y vital.
Conversaron amigablemente durante los diez minutos que duró el trayecto a las Islas Sovereign, un grupo de pequeñas islas situadas a tres kilómetros en dirección norte, que se habían convertido en zonas residenciales.
La casa de Chantelle y de Etienne Gerard era una construcción de moderno diseño arquitectónico, con tres niveles, de los que dos, se habían dedicado única y exclusivamente al entretenimiento.
Había varios coches aparcados a la puerta. Antes de entrar, Michelle sintió cierto cosquilleo
en el estómago ante la idea de tener que hacerlo junto a Nikos. Para Michelle no era fácil mentir de aquel modo.
Nikos la agarró de la mano, la miró y le lanzó una cálida e irresistible sonrisa. Michelle acusó los efectos.
Su corazón bombeaba sangre a una velocidad inaudita y respiraba con dificultad.
. Una vez más, sus sentidos actuaban por sí mismos, guiados sólo por el efecto que aquel hombre provocaba en ella. y una vez más, se preguntó, preocupada, dónde se había metido.