Capítulo 12
PREFIERES tomar el desayuno en el restaurante o que nos lo traigan?
-En el restaurante -dijo Michelle-. Si nos quedamos, puede ser peligroso.
-¿Para quién?
-Para ti, por supuesto -dijo ella Puedo acabar tentándote -¡Tiemblo de pavor ante la idea!
-Haces bien, porque puedo llegar a ser realmente irresistible -lo amenazó ella, con una seductora sonrisa a la vez que salía de la cama.
-¿ Tienes algún plan para hoy? -le preguntó él con una sonrisa burlona y ella agarró los cojines y se los lanzó-o Si de verdad no quieres jugar, será mejor que te metas en la ducha, o no voy a ser capaz de resistirme.
Se duchó y se puso unos pantalones y una camiseta de color esmeralda.
Bajaron al restaurante y, después de un estupendo desayuno, pasaron casi dos horas en el acuario, viendo la inmensa variedad de peces que allí tenían.
Era una maravillosa mañana de verano, el sol brillaba intensamente y sólo había unas pequeñas nubes en el cielo y una leve brisa que aplacaba el calor.
Comieron en un maravilloso restaurante a la orilla del mar y tomaron un catamarán que los llevó en un pequeño crucero por la costa de Sidney.
Las mansiones construidas en los acantilados gozaban sin duda de unas vistas excepcionales. El guía destacó dos de ellas por su notable arquitectura.
Sidney era, además, conocido por su Teatro de la Ópera, una notable pieza de arquitectura, reconocible en todo el mundo, y por el Puente del Puerto.
El trayecto fue muy agradable y Nikos parecía cómodo y feliz en su compañía.
Había sustituido su habitual traje de chaqueta por unos pantalones y un polo, que remarcaba su musculatura y enfatizaba la anchura de sus hombros.
Michelle no podía desviar su atención de él, de la calidez de su sonrisa, del leve roce de su mano cuando la tocaba...
Estaban a miles de kilómetros de distancia de la costa dorada y de Jeremy. Tampoco debía olvidarse de Saska.
Allí no había necesidad alguna de fingir. Entonces, ¿por qué Nikos seguía tomándola de la mano haciendo el papel de enamorado?
¿Sólo por sexo?
Michelle pensó que, tal vez, debería haber insistido en tener habitaciones separadas. ¿Por qué no lo había hecho, entonces?
La respuesta era demasiado sencilla: lo deseaba quería estar con él.
Eran casi las cinco cuando regresaron al embarcadero. Pasearon un rato por el puerto y, finalmente se sentaron en uno de los cafés del paseo.-Podríamos comer algo aquí -sugirió Michelle. Aquella era una zona popular. A Michelle le gustaba.
-¿No quieres que volvamos al hotel, nos cambiemos de ropa y vayamos a algún carísimo restaurante?
-No -respondió ella Comieron una gran mariscada con ensalada. Pronto empezó a anochecer y el paisaje fue cambiando y pasó a ser habitado por las sombras.
-Podríamos ir a ver una película, o al teatro, o ir al casino -sugirió Nikos.
Michelle lo miró sonriente.
-¿Me estás dando a elegir?
-Por supuesto. Anoche era una cuestión de negocios, no teníamos opciones.
Michelle se rió.
-Bueno, no toda la noche -rió seductoramente. Nikos le agarró la mano y enlazó sus dedos con los de ella.
-Compórtate.
-Me comportaré durante un par de horas en el casino, pero luego.onrió insinuante Luego voy a tentarte hasta hacerte pecar.
-¿Dos horas?
-Dos horas para pensar en lo que vendrá después....
Nikos pensó que había valido la pena esperar, cuando ya la tenía dormida en sus brazos.
En aquella ocasión, había sido ella la que había tomado las riendas y la que se había ocupado de darle todo el placer.
La agarró con más fuerza y ella murmuró una adormilada protesta, que el acalló con una caricia. Besó dulcemente sus cabellos, hasta que, poco a poco, se durmió con ella.
-Quiero ir a The Rocks -dijo Michelle cuando Nikos le preguntó qué quería hacer. Su vuelo no salía hasta la tarde y podían aprovechar unas cuantas horas.
-Cafés de moda, tiendas...
-Ya sabes... -dijo ella con una sonrisa traviesa.
Tomaron un taxi y pasaron unas cuantas horas paseando. Estuvieron en el mercado callejero, y eligieron un café para comer. Luego, regresaron al hotel, recogieron su equipaje y se encaminaron al aeropuerto.
Cada hora que pasaba, se sentía más triste y más tensa. El fin de semana estaba a punto de concluir, y presentía que allí se acababa un capítulo importante.
-Gracias -le dijo ella, mientras esperaban a las maletas-. Ha sido un fin de semana estupendo.
Nikos captó que algo le estaba sucediendo, y pensó que el motivo podía ser Jeremy. Su comportamiento era impredecible, no se sabía hasta dónde podía llegar, y sus padres no parecían capaces de hacer nada al respecto.
Durante una semana, Nikos había abandonado parte de sus compromisos de trabajo y se había limitado a tratar la mayor parte de sus asuntos por ordenador, en lugar de ir a la oficina.
Nikos tomó las maletas y las puso en el carrito. Cinco minutos después, ya estaban en el BMW, de camino a casa.
-¿Te importaría que hiciera una llamada? -preguntó Michelle, en cuanto entró en el apartamento de Nikos.
-Claro que no, estás en tu casa. Yo necesito trabajar durante una hora. Estaré en mi estudio.
Llamó a su madre y a Emilio. Luego, deshizo las maletas.
Michelle se marchó a primera hora de la mañana a la galería y para mediodía ya había conseguido ponerse al día con todos los papeles.
A la hora de la comida, se tomó un sándwich con un poco de agua mineral y comió en su oficina. Aquella misma noche, tenía una fiesta en el Sheraton con un algunos de los socios de su padre.
Ya eran más de las cinco cuando llegó al apartamento de Nikos. Se dio una ducha, se maquilló, se peinó con una trenza y se puso un vestido de color azul cobalto, y unos zapatos de tacón a juego Salió al salón.
-Ya estoy. .
-Hay algo que me gustaría contarte antes de salir.
La sonrisa de Michelle se desvaneció.
-¿Son malas noticias? -Jeremy ya no está en Australia. Se ha marchado esta mañana. Han puesto la casa en venta y la oficina que la empresa Emerson tenía aquí ha cerrado.
-¡Gracias a Dios! -dijo ella, con la respiración entrecortada.
-Según dicen, se han ido a vivir a Mallorca. Así que todo había acabado. No podía creérselo.
Ya no tendría que estar continuamente alerta, temerosa de cada sombra, aterrada cada vez que el teléfono sonaba. Por fin podría volver a su vida normal.
Nikos la observó con detenimiento y captó cada uno de sus pensamientos.
Pero, de pronto, la expresión de Michelle se volvió triste. Acababa de entender algo más. Ya no necesitaba la protección de Nikos. ¿Qué quería decir eso? ¿Tenía que darle las gracias y desaparecer, como si nada hubiera sucedido?
-Las noticias han levantado un río de especulaciones -dijo Nikos-. Quería contártelo yo, antes de que oyeras una versión ajena.
-Gracias -dijo ella.
Nikos sintió que ella se alejaba, y notó su incertidumbre.
-Será mejor que nos vayamos -continuó Michelle-. Mi madre nos pidió que estuviéramos allí a las seis y media.
Hacía una noche estupenda, pero a Michelle le daba igual. No se sentía capaz de disfrutar de nada. , Nikos detuvo el coche frente al hotel y dejó que el conserje se ocupara del aparcamiento.
Michelle suspiró. Una vez dentro, tendría que actuar como si la vida fuera maravillosa... y en aquel momento, no lo era.
No la ayudó en absoluto descubrir que Saska estaba allí, en compañía de uno de los socios de su padre.
El champán no era un buen aliado con el estómago vacío. Tampoco tenía hambre, a pesar de que el buffet tenía un aspecto exquisito. Pero, mientras todos se llenaban los platos, ella sólo pudo llevarse a la boca un par de bocados de ensalada y dos gambas.
Trató de mantener una agradable conversación con otros comensales, pero su cabeza estaba centrada en Nikos y se sentía incapaz de escuchar y contestar.
Ausente y pensativa, agarró una copa de champán.
-¿Michelle?
¡Cielo santo! Tenía que concentrarse o acabaría por ser maleducada con alguien.
Miró al otro lado de la mesa y vio a Saska. -Perdona, ¿qué decías?
-Me marcho a Sidney mañana, a pasar un par de semanas allí con unos amigos antes de volver a Atenas.
¿Sidney, Atenas...? ¿Qué quería decir aquello?
¿Acaso se había dado por vencida?
-Estoy segura de que Sidney te encantara –dijo Michelle-. Hay muchísimas cosas que ver..
-¡La verdad es que estoy ansiosa por hacer ese viaje!
Michelle consiguió sobrevivir al resto de la velada, pero no tenía muy claro cómo lo logró. Además, consiguió comer algo, tomarse varios vasos de agua y dos cafés.
Ya eran más de las once cuando Etienne pagó la cuenta y dio por concluida la velada.
Se despidieron todos en el recibidor del hotel.
El conserje llevó el coche de Nikos y partieron hacia su casa. Michelle estuvo en silencio durante todo el trayecto.
Al llegar al apartamento de Nikos, tuvo una extraña sensación de vacío al pensar que aquella sería la última vez que dormiría allí.
Michelle tenía la sensación de estar a punto de romperse en miles de pedazos. «Mañana...», pensó. ¡Dios santo! No quería pensar en lo que sucedería al día siguiente.
Nikos se aproximó a ella y le acarició la mejilla. Luego, deslizó la mano por su nuca y le sujetó la cabeza para imprimir sobre sus labios un amoroso beso.
Michelle se dejó llevar. Todo su cuerpo se entregó a él.
Hicieron el amor apasionadamente, con un deseo salvaje y primitivo.
Después, Michelle reposó en brazos de su amado, sus dos corazones latiendo al unísono.
Esperó a que él se hubiera dormido para levantarse.
Se fue a la cocina y se bebió dos vasos de agua para apaciguar el efecto de la cafeína.
Pero no estaba dispuesta a pasarse horas en vela tumbada en la cama.
Fue al salón, se sentó junto al mirador y se acurrucó en un rincón. Desde allí podía ver el cielo y el océano.