Fotolia_74227001_Subscription_Monthly_XL.jpgCapítulo 27

 

 

 

 

Siete meses más tarde

Todo, o casi todo, se había aclarado al fin. Carlos consiguió la paz que ansiaba desde hacía meses, sin embargo, el reencuentro con la verdad fue amargo y triste. Horas y horas de conversaciones, lagrimas y explicaciones consiguieron que Carlos y su madre se uniesen en un abrazo de reconciliación que finalmente dada inicio a un borrón y cuenta nueva definitivos.

Carlos se sobrepuso y consiguió terminar el curso de forma aceptable.

En cualquier caso, todo aquello había sido revelador y sobrenatural, nunca llegaría a comprender lo que parecía haber sucedido. Su concepto de fe se había reconvertido, hasta tal punto de estar convencido de que Lola, aquella chica que solo pudo ver en dos ocasiones era realmente Susana, la mujer de su vida, una reencarnación concebida para hacerle despertar, aunque aquel tema no volvió a salir a la luz hasta mucho después.

Lucía había recuperado su puesto de trabajo, aunque degradada en su cargo, se lo debía todo a Iván que ejerció una gran influencia sobre el comisario.

Aquellos casos sin resolver continuaban en el mismo punto, muy cerca de un carpetazo no oficial, la posible y reveladora vía de investigación que se había abierto con Lola desapareció con su repentina muerte. Lucía contemplaba a menudo la moneda de cinco pesetas que no llegó a asociarse con ningún delito, aquello era lo único que conseguía perturbarla en aquellos momentos de renovada tranquilidad.

...

Carlos y Lucía acaban de celebrar la ansiada graduación, al fin era titulado universitario y ya tenía algunos proyectos en mente con los que iniciar su andadura, algunos de ellos relacionados con el trabajo de su ex-profesor y difunto José Luis.

Cuando se disponían a regresar Leo se cruzó en su camino, había ido a ver la graduación, en esta ocasión como observador no como participante, aún necesitaría un curso más para terminar las asignaturas pendientes.

—Mamá un momento, ve al coche, ahora voy.

Lucía asintió.

—Hola Leo.

Los dos se abrazaron.

—Enhorabuena tío, ¿cómo estás?

—Bien, bueno, al final lo he conseguido, gracias por tus apoyos, deberías aplicarte a ti mismo algunas de las cosas que me decías.

Los dos rieron.

—Sí, es verdad, aunque ya es un poco tarde, bueno..., el año que viene seguro.

Leo cambió su tono de voz, se sentía algo incómodo de repente.

—Oye tío, ¿cómo estás realmente?, lo de Susana...

—Carlos le ayudó a terminar.

—Tranquilo amigo, la verdad es que mal, la hecho muchísimo de menos, ha pasado un tiempo pero la añoro aún más, tal vez por cómo se desarrollaron los acontecimientos, pero..., saber la verdad me ha devuelto a mi ser, he encontrado la paz, y por ella, precisamente por ella, he de seguir adelante, sé que volveré a verla algún día y ella, ella me estará esperando.

Carlos notó que Leo se emocionaba aunque logró contenerse.

—Joder tío, te quiero, todo esto que ha pasado es increíble, te cambia la vida.

Carlos y Leo volvieron a abrazarse.

—Gracias por estar ahí amigo, sé que lo has pasado muy mal.

El silencio se hizo entre los dos momentáneamente hasta que Leo volvió a romper el hielo mientras esbozaba una familiar sonrisa.

—Oye tío, ¿una cerveza esta noche por los viejos tiempos?, en esta ocasión el brindis tendrá una dedicatoria especial.

Carlos sonrió, aquel era su amigo Leo, sin duda.

—Eso está hecho, nos vemos esta noche.

Carlos se despidió y regresó junto a su madre.

Cuando estaban en el coche de vuelta a casa Lucía abrazó a su hijo con un amor inquebrantable.

—Hijo mío, estoy tan orgullosa, has demostrado ser la persona más fuerte que he conocido, te quiero.

Carlos sonrió.

—Gracias mamá, esto me hace pensar que debemos empezar de nuevo, estamos solos, tú y yo y creo que hasta ahora no nos hemos dado cuenta, esta es nuestra familia.

Lucía no pudo evitar dejar caer algunas lágrimas.

—Mamá, me gustaría hacer una visita a la madre de Susana, quiero estar con ella y ayudarle en lo que necesite.

Lucía asintió.

Aquella conmovedora escena fue interrumpida por el sonido del móvil de Lucía, era Iván.

—Hola Iván.

Lucía intentó contener su estado de emoción.

—(Lucía, no te lo vas a creer, tienes que venir ahora mismo, me da igual lo que estés haciendo y si Carlos está contigo que venga también).

Lucía no esperaba aquello, se temió lo peor.

—¿Qué ocurre Iván?, me estás asustando.

—(Tranquila, son buenas noticias, pero tienes que verlo tú misma, mejor dicho, escuchar, vamos ven, ahora lo comprenderás todo).

—De acuerdo, ahora nos vemos.

Lucía y Carlos pusieron rumbo a la comisaría.

...

Llegaron en quince minutos, subieron directamente al despacho de Iván, allí estaba él, sentado en su escritorio con el portátil abierto y un cuaderno de notas junto a éste.

Iván levantó la vista, una sonrisa sospechosa estaba grabada a fuego en su rostro.

—Cuánto me alegro de veros. Hoy es un gran día.

Lucía y Carlosse sentaron frente a él.

—A ver, ¿de qué se trata?, me tienes cardíaca.

Iván carraspeó.

—Muy bien, allá va, esta mañana hemos recibido un paquete anónimo, con la excepción de un nombre sin apellidos ni dirección:

Santiago.

Lucía sintió un vuelco en el corazón, pero no dijo nada.

Iván seguía con su explicación, parecía un niño pequeño hablando de su juguete nuevo.

—El paquete fue inspeccionado primero por los artificieros, por si las moscas, la verdad es que era algo sospechoso, pero después de comprobar que no había peligro lo abrí. En su interior había un cd, y..., bueno, su contenido es una grabación sorprendentemente interesante, pero antes debo decirte algo que creo que aún no sabes, un auténtico bombazo, y nunca mejor dicho, no tengo reparos en decirlo así.

Lucía no aguantó más.

—¿Puedes ir al grano de una vez y dejar de regocijarte en ti mismo?

Iván soltó una carcajada mientras volvía a sentarse en su butaca.

—Está bien, lo siento, estoy algo nervioso, verás, hace dos horas, el cabronazo de Roberto, nuestro querido alcalde, ha muerto en una explosión junto a uno de sus socios, al parecer un tal Lorenzo, no hay demasiados detalles aún, pero todo indica que se trataba de una caja bomba.

Lucía se agarró a la silla, una explosión de sentimiento inundó momentáneamente todo su cuerpo.

—¿Está muerto?, ¿han asesinado a ese hijo de puta?

Iván asentía mientras dibujaba una elocuente sonrisa en su rostro.

—Así es, y aún hay más. Escuchad la grabación.

 

Dos horas antes...

 

Santiago llegó al ayuntamiento, no tenía cita con Roberto, pero insistió en que necesitaba hablar con él, su secretaria insistió en que  estaba reunido, tendría que esperar.

—Señorita, soy un viejo amigo, al menos, entréguele ahora este paquete, es un regalo, yo esperaré aquí.

La secretaria asintió con condescendencia y obedeció, entró en la sala y dejó el paquete sobre la mesa.

En el interior del despacho Roberto conversaba con Lorenzo.

—Joder Roberto, ya te he dicho que te olvides de que existo, nuestra relación y negocios han terminado, es lo único que puede salvarnos.

Roberto estaba a punto de estallar.

—Para ti todo esto es tan  fácil, desapareces y ya está, pero yo no puedo joder, soy el alcalde y cualquier error me puede arruinar la vida, asesinatos, cómplice con mafias, control de servicios públicos, entre otros la policía y..., estás tú, te lo he puesto muy fácil, vas reclutando por ahí a gente para que te haga el trabajo sucio, pero todo en mi nombre, ¿ahora soy el jefe no?, joder, no puedes dejarme así.

Lorenzo negaba desesperado.

—No entiendes nada imbécil, tú y yo no somos nada, yo no recluto a nadie, es él, no yo.

—¿Quién coño es él?, ¿de dónde sacaste a la zorra esa?, ¿Lola?

—Baja la voz idiota, esa Lola no es nadie, no existe ni ha existido.

Lorenzo se levantó de su asiento dispuesto a irse.

—No te diré más, si no, el cuello que estará en juego será el mío.

De repente, la puerta se abrió golpeando violentamente la pared.

Santiago entró sin avisar en el despacho.

Roberto se puso en pie, sacó una pistola de nueve milímetros que escondía bajo su mesa.

—¿Quién coño eres?, ¿cómo te atreves a...?

Santiago no le permitió terminar.

—Baja ese arma, no puedes hacerme nada, vamos Lorenzo díselo, ya sabes que estáis perdidos y vais a pagar.

Lorenzo se volvió a sentar.

Roberto miraba a ambos lados desconcertado.

—Pero..., ¿qué ocurre?, Lorenzo, ¿qué quiere decir este tío?

Lorenzo se había dado por vencido.

—Baja el arma, nos han encontrado, otra vez, este puto entrometido nunca se cansa.

Roberto soltó el arma, quedó petrificado y cayó en estado de shock sobre su sillón, ya no era dueño de su voluntad.

—Bueno Lorenzo, otra vez volvemos a encontrarnos.

Lorenzo sonrió con sarcasmo.

—Es inútil, te has propuesto una cruzada en la que no tienes posibilidades, sabes que esto no acabará nunca.

Santiago se acercó unos pasos.

—Lo sé, precisamente por eso no descansaré jamás, siempre que consiga poner una piedra en vuestro camino lograré mantener el equilibrio, un equilibrio necesario para que nuestro mundo avance, vuestro ansiado caos no llegará jamás.

Lorenzo se mostraba cada vez más furioso.

—Sé que no puedo enfrentarme a ti, pero no importa lo que me hagas, volveré y lo sabes.

Santiago sonrió.

—Y allí estaré para encontrarte, por cierto, va siendo hora de que cambies tu forma de actuar, así es muy fácil dar con tus juegos, te encantan esos patrones, ¿las monedas?, no está mal, lo reconozco, te gusta humanizar tus tretas, distraer a los vivos con asesinos en serie y ese tipo de rompecabezas.

Lorenzo apretó los puños con fuerza, gotas de sangre se colaron entre sus dedos.

—Sé lo que pretendes, pero no lo haré, no puedo hacerte nada, si lo intentó me encerrarás, pero no, no lo conseguirás, acaba con esto de una vez.

Santiago cerró los ojos, el suelo se estremeció bajo sus pies y todo terminó ahí, una potente luz le cegó, después vino la explosión, Roberto murió en el acto, la versión corpórea de Santiago y Lorenzo también.

Parte de la conversación había sido grabada y enviada.

...

Lucía fue al baño de la comisaría, aquello le dejó sin aliento y la garganta seca, ahora sí se sentía libre, al fin la verdad, no solo para ella sino para toda la ciudad. Cerró la puerta con el cerrojo y dejó caerse sobre la fría pared alicatada. Hurgó en uno de los bolsillos de su bolso y encontró lo que buscaba, era una moneda de cinco pesetas, la última en enmarcar:

Año 1993, figura del apóstol Santiago junto a la concha de los peregrinos.

Ahora si había colocado la última pieza, lanzó la moneda al inodoro y tiró de la cadena. Todo había terminado

Aún quedaba un cabo suelto que ni Lucía ni Carlos jamás descubrirían, aunque tal vez era lo mejor.

 

5 años antes

 

Lucía discutía acaloradamente con su marido, afortunadamente Carlos estaba en el instituto.

—No puedes imponerme tus normas, estoy harto, no hables de nuestro hijo, ese niñato es tuyo, no mío.

Lucía tuvo que contenerse para no propinarle un puñetazo.

—Lárgate de esta casa y no vuelvas nunca más.

Él se acercó desafiante.

—¿Estás segura?, en ese caso puede ser que te arrepientas.

Lucía mostró su templanza, no se sintió amedrentada.

—Vete de aquí o te detengo, ya sabes por qué...

Su marido se alejó de ella.

—Muy bien hija de puta, me voy, pero lo lamentarás, no..., mejor dicho, lo lamentará él.

Dio un portazo y salió a la calle.

Cogió su teléfono móvil y marco un número.

—Ya estoy harto Lorenzo, quiero hacerlo ya, le daré donde más le duele.

Lorenzo puso pausa a la conversación desde el otro lado.

—(Espera, aún no es el momento, has de esperar).

—¿Por qué?, no lo entiendo joder.

—(Así es, son las reglas del juego y por supuesto, tendrás que pagar un precio).

 

*El padrastro de Carlos provocó años después el accidente de Carlos, días más tarde desapareció, jamás se volvió a saber de él, la investigación terminó por paralizarse tras dos años al no encontrar ninguna pista que pudiese arrojar algo de luz sobre su paradero.

Él había iniciado la cadena y cinco años después ésta se rompió con la muerte de Roberto y Lorenzo.

Miles de cadenas nacen y mueren todos solos días, luchas opuestas que mantienen nuestro mundo en equilibrio tal y como lo conocemos.

 

 

 

FIN