Capítulo 12
Lola no regresó a casa, cada vez se sentía más perdida y no sabía qué hacer, ¿continuar o no?, aunque cada vez que aquella cuestión aparecía en su mente, otra aún más dura se sobreponía, ¿tengo otra opción?
Eran casi las diez cuando el teléfono móvil vibró desde el bolsillo de su pantalón vaquero, era Lorenzo, como siempre.
—Ya.
—(¿Ya?, Vaya, ¿hemos perdido los modales?).
Lola se sentía aún más enfurecida al oír su voz y sobre todo, su tono sarcástico y casi burlón.
—Para ti si, ¿para qué formalismos?, ya sé para qué me llamas, así que ahorremos tiempo. Ya he hecho lo que me pediste, aunque supongo que ya lo sabes.
—(Supones bien querida, la verdad es que no dejas de sorprenderme, eres tremendamente eficaz, me va dar mucha pena dejarte escapar cuando todo esto acabe).
—¿Y cuándo acabará?, siempre dices que queda poco, pero..., ¿cuánto tiempo es eso?, ¿cuántos trabajos más?, ¡por Dios...!
—(Poco es poco y ya está).
Como solía ocurrir en aquellas conversaciones telefónicas siempre llegaba un punto en el que la voz de Lorenzo se tornaba más agresiva y cortante. Ese momento había llegado.
—(Precisamente ahora no puedes venirte abajo, tu trabajo está teniendo sus recompensas y lo has visto).
—Sí, lo he visto, pero todo va tan despacio, joder, estoy harta de tanta sutilidad, ¿no se puede ir más al grano?
Lorenzo rió recuperando algo de dulzura, si es que podía llamarse así.
—(Te entiendo Lola, pero son las reglas de este juego, yo no las dicto, y si piensas un poco, podrás llegar a entender porque no podemos hacerlo de una forma más directa.)
Lola se había tranquilizado un poco, algo más rondaba su mente mientras hablaba por teléfono.
—Bien, dime, ¿qué debo hacer con el sobre?, ¿y cuál es el siguiente trabajo?
—(Así me gusta, eso está mucho mejor. En primer lugar, con el sobre no debes hacer nada de momento, simplemente guárdalo bien hasta que te dé nuevas instrucciones al respecto, en cuanto a la siguiente misión, en esta ocasión, tendrás doble trabajo). Mañana por la tarde debes ir a una discoteca, lo pasarás bien, tienes que estar a las 8 en punto en Gargallo 49, busca la dirección, entrarás y te dirigirás hacia la barra, ya te daré más detalles).
Lola desconfiaba de todo aquello, ¿qué idea macabra andaba detrás de algo tan banal, de nuevo, como aquello?
—Está bien, ¿y qué más?
—(Muy bien, el otro trabajo deberás llevarlo a cabo durante la mañana...)
Lola permaneció allí durante unos cinco minutos más, cuando la conversación terminó reanudó los pasos mientras pensaba.
Había tomado una decisión, Lorenzo hablaba de las reglas, las reglas del juego..., debía intentar algo por su cuenta, tal vez funcionase, no tenía mucho que perder, ya no...
Pidió un taxi, la dirección que debía tomar llegó a su mente junto a recuerdos nostálgicos y tristes.
El destino no estaba lejos de allí, en unos diez minutos llegó, pagó al taxista y se bajó del coche. Ante ella una casa familiar que de hecho, le era muy familiar. Una gran hilera de residencias de similares características la acompañaban en ambas direcciones.
No sabía exactamente cómo actuar o qué hacer, deseaba salir de sí misma, volar, pasar desapercibido para entrar, colarse entre una rendija aparentemente cerrada, deambular entre la oscuridad de la casa, en aquel momento vacía, y llegar a un lugar en concreto para una vez allí, pararse a pensar, y así fue, sin apenas darse cuenta se encontraba en su destino, ahora debía actuar con rapidez...
…
—Joder tío, ¡qué buena está la cerveza?, fría, fría, fría, como a mí me gusta.
Carlos tenía la mente en otra parte, así que decidió cambiar de tema sin miramientos.
—Oye Leo, una pregunta.
—Dime.
—Hace poco me vino un recuerdo a la cabeza, la verdad es que me reí mucho con ello, ¿te acuerdas del día qué nos pillaron con el porro en la facultad?, bueno, que casi nos pillan.
Leo casi se echó media cerveza encima.
—¿Qué si me acuerdo?, llevábamos unos meses en la universidad y casi acabo entre rejas. Claro que me acuerdo.
Carlos tenía una estrategia en mente, tenía serias dudas sobre sus recuerdos, ¿qué era real y qué imaginario?
—¿Recuerdas a aquella chica qué estaba allí?, a ver..., éramos nosotros dos, dos chicas, creo que eran de segundo, Manuel y..., una más, otra de primero, de nuestra clase, ¿la recuerdas?
Leo se mantuvo en silencio mientras se secaba el pantalón, después levantó la mirada.
—No, la verdad es que no recuerdo eso, éramos cinco ¿no?, Manuel, tú, yo y las dos chicas, pero no recuerdo a una tercera, creo que estás mezclando recuerdos.
Leo sonrió, aunque no parecía demasiado convincente.
Carlos no quedó contento ante aquella respuesta.
—No sé, ¿estás seguro?, últimamente tengo la sensación de que he perdido recuerdos, recuerdos importantes, sé que parece una tontería, pero...
Leo le interrumpió.
—A ver tío, a mí también me pasa a veces, haz memoria, ya verás cómo te das cuenta de que allí no había nadie más, es normal, ha pasado mucho tiempo, bueno..., en cualquier caso también puedo estar equivocado yo, mi cabeza no es demasiado fiable últimamente. ¡Brindemos!.
Carlos se sentía algo frustrado.
—¿Por qué brindamos ahora?
Leo sonrió.
—Por una futura reexposición de Los Critters: La re-venganza definitiva y mortalmente terrorífica de Los Critters.
El mismo se rió de su propia broma, Carlos no hizo lo mismo.
—Vale, está bien, pero que sepas que es una mierda de brindis.
Carlos y Leo se quedaron allí una hora más, pidieron la cuenta y se fueron. Tras un breve camino de vuelta en coche Leo le dejó en la puerta de casa.
—Bueno, ¿nos vemos mañana en la facultad no?
—Sí, mañana nos vemos, tengo que estudiar sea como sea.
Carlos se bajó del coche y entró en casa. Todo estaba tranquilo, algo habitual a esa hora, su madre debía estar durmiendo. Fue a la cocina y abrió el frigorífico más como una costumbre que por hambre o sed, con las palomitas había quedado saciado y más aún después de su extraña experiencia en mitad de la película, tenía el estómago lleno, aún así, dio un trago la botella de zumo a medio acabar, cogió un vaso y lo llenó de agua.
Subió a su habitación, estaba cansado y algo preocupado. El extraño sueño no se le había quitado de la cabeza desde que salieron de la sala, volvía a tener la sensación de que debía recordar algo, pero no sabía qué, era como si alguien se estuviese metiendo en su mente para decirle algo, al menos, eso fue lo que pasaba por su cabeza en momentos como ese.
Cerró la puerta con mucho cuidado para hacer el menor ruido posible, sabía que su madre se habría despertado, siempre dormía alerta, deformación profesional, pero no quería darle ningún motivo para que se levantase, dejó el vaso de agua sobre la mesita de noche, junto a su cama, en aquel instante sintió un fuerte escalofrío, aunque no le dio importancia. Se puso el pijama y se tumbó aún con la luz encendida. Siguió sumido en sus pensamientos, a los anteriores se sumó la última conversación con su profesor, no sabía qué pensar.
Entre estos debates interiores decidió que tendría que salir de nuevo de la habitación, la cerveza empezaba a hacer su efecto y necesitaba ir al baño, en un rato las ganas se convertirían en urgencia, así que era preferible hacerlo ya. De nuevo, y con mucho cuidado, volvió a salir, fue al baño y allí aprovechó también para lavarse los dientes, entre el ruido del agua al tirar de la cisterna le pareció oír un golpe seco proveniente de otra habitación, dejó de cepillarse los dientes y escuchó durante unos segundos, pero nada, continuó con su tarea.
Regreso a su habitación, ahora sí con la intención firme de irse a la cama, cerró de nuevo la puerta y volvió a sentarse en la cama, algo llamó su atención, miró hacia su derecha, a la mesita de noche, el vaso de agua ya no estaba, Carlos lo relacionó inmediatamente con el ruido que acababa de escuchar desde el baño. Se levantó y bordeó la cama, entonces lo vio todo claro, el vaso se había caído al suelo derramando todo su contenido y a su vez formando un fino surco de agua, como si de un arroyo se tratase, que se perdía debajo de la cama.
Carlos no entendía cómo había podido suceder, se acercó a la ventana, tal vez una brisa de aire..., pero no, estaba cerrada a cal y canto, recordó el escalofrío, ¿cómo había sucedido?, probablemente en otras circunstancias no le habría dado mayor importancia a algo aislado como aquello, pero dados los últimos acontecimientos empezaba a sospechar de todo, estaba viviendo hechos algo extraños últimamente. Se acercó a la mesita, se agachó y recogió el vaso, que afortunadamente no se había roto, y lo volvió a dejar en el mismo sitio.
Se quedó allí mismo unos instantes observando aquella escena, por un momento, se sintió algo idiota ante aquello, pero algo, un sentimiento irrefrenable le hizo desconfiar y actuar, aquel hilo de agua..., parecía tan llamativo y atrayente, su forma y recorrido parecía obra de cualquier cosa antes que de la casualidad, se agachó aún más para observarlo de cerca, un poco más, su nariz se hallaba ya a escasos centímetros del suelo, decidió mirar debajo de la cama, necesitaba saber hasta dónde llegaba, algo en aquella situación le hipnotizaba. Bajo la cama, el camino del agua terminaba en una de las patas y allí vio algo, algo que no debía estar. Junto a la pata, el suelo perdía su regularidad y se elevaba de forma casi imperceptible a lo largo de unos centímetros sobre una disimulada forma de rectángulo. Carlos alargó el brazo y lo toco, era papel, tal vez cartulina empapada, intentó cogerla, pero inmediatamente fue consciente de que con los dedos podría romperla, la solución apareció de súbito en su mente, volvió a ponerse en pie, fue a su escritorio y abrió uno de los cajones, el de la izquierda, y allí estaba, el abrecartas de plata de su abuelo, tremendamente fino y estilizado, más como objeto de decoración que de uso, pero en aquel caso le venía de perlas. Regresó de nuevo a la cama, se agachó y empezó con la tarea, apoyó el abrecartas en el suelo, junto al papel, intentó clavar la punta bajo éste y empujar hacia delante con mucho cuidado, estaba funcionado, se despegaba lentamente del suelo sin dañarse, siguió con el mismo procedimiento durante unos cinco minutos hasta que se hubo despegado al completo sin sufrir daño alguno. Decidió no mirarlo aún, volvió al escritorio, encendió la lámpara y colocó el papel sobre la mesa, aún estaba mojado pero se mantuvo intacto. Durante unos instantes lo observó con cuidado, no tenía la menor idea de que hacía aquello en su habitación, otro hecho misterioso sin aparente explicación. Se trataba de un diploma al ganador de un concurso de microrrelatos con fecha de dieciséis de noviembre de unos meses antes, su nombre aparecía como el ganador. Increíble, ¿había ganado un concurso de microrrelatos?, ¿cómo podía no recordarlo? Le gustaba escribir, pero hacía bastante tiempo que lo había abandonado y no tenía constancia de haber participado jamás en un concurso literario, sin embargo, aquel diploma ponía lo contrario de manifiesto, bajo su nombre, como ganador, aparecía el relato ganador:
Si pudiese recordarlo no tomaría esta decisión, pero desde luego, no puedo.
Tras tus escasas pero bien escogidas palabras se esconde todo lo demás y nada más necesito para continuar, ni siquiera el apoyo de mis seres más queridos o tal vez solo cercanos, quienes no te conocen como yo, no lo intentan.
Esta noche comenzamos con lo puesto, lo demás me sobra, tu sabes lo que necesito pues mi corazón rebosa de ello. Esta noche comienza todo.
Nada, absolutamente nada le decía lo allí escrito, parecía algo irrefutable que aquellas palabras iban dirigidas a alguien, ficticio o imaginario, no lo sabía.
Carlos se sentía abrumado, se sentó de nuevo en la cama, ¿qué ocurría?, ¿de dónde había salido aquel papel?, ¿era real?. Tantas preguntas sin respuestas, alguien quería decirle algo, cada vez lo veía más claro..., sintió algo en el cuello, Carlos se giró asustado, pero no había nada ni nadie. Se echó las manos a la cara ahogando un grito de rabia y desconcierto.
—¡Me estoy volviendo loco!
Volvió a ponerse en pie, cogió el teléfono móvil que aún estaba en el pantalón que se acababa de quitar y escribió un SMS.
Tío, ¿estás despierto?, si es así dame un toque y te llamo, es urgente.
Carlos se quedó allí paralizado, con el móvil en la mano mirando la pantalla esperando respuesta, finalmente llegó dos minutos más tarde. El teléfono vibró. Leo estaba despierto. Carlos llamó inmediatamente.
—(Dime tío, ¿qué te pasa?, yo estaba aquí en la cama viendo una serie.)
—Leo, creo que hay algo en mi habitación, no sé cómo explicarlo..., una especie de presencia o algo así, además, creo que me sigue..., ni se te ocurra reírte.
Carlos se imaginaba la cara de su amigo y eso le enfurecía, por otra parte, le había llamado él mismo, no podía esperar una respuesta demasiado sería ante aquella frase, y más aún, si era Leo el que la escuchaba.
—(¿Una presencia?, ¿estás bien?, a ver..., espera, no querrás decir un critter, según dicen, son fáciles de confundir).
Carlos no pudo evitar reírse a pesar de lo serio de la situación.
—En serio, ya sé que es difícil no tomarse a broma lo que estoy diciendo pero haya o no haya fantasma, algo está pasando.
Leo intentó dejar de un lado las bromas, algo que realmente le suponía un gran esfuerzo.
—(A ver, ¿qué ha ocurrido?).
Carlos le contó lo del diploma, también aprovechó para recordar lo del trofeo de ajedrez y el sospechoso hueco de la estantería, también, y muy por encima, lo de los sueños. Era curioso que le contase todo aquello por teléfono y no en persona, pero por otra parte, sabía que para hablar de determinados temas con Leo era mejor así, se mostraba algo más serio, si es que podía llamarse así.
Hubo un corto y reflexivo silencio cuando Carlos terminó de hablar.
—(Bueno, pues no sé qué decirte Carlos, la verdad no tengo ni idea, sé que tras el accidente has pasado una mala época, te costaba y te cuesta readaptarte, es normal, ha sido muy duro, creo que..., te sientes raro y no sabes por qué, y eso te atormenta, pero..., creo que simplemente debes darte tiempo, tal vez tú mismo te estés jugando una mala pasada).
—Pero Leo...
Leo le interrumpió.
—(Espera, no estoy diciendo que lo que me cuentas sea mentira, o que al menos no esté ocurriendo algo, a ver..., déjame pensar).
Carlos no esperaba realmente una solución de su amigo, su primera reacción había sido llamarle aunque no sabía exactamente por qué, tal vez necesitaba hablar con alguien y desahogarse, pero Leo entendía que su mejor amigo le necesitaba.
—(Tengo una idea, ¿por qué no dejas una cámara grabando mientras duermes o cuando no estás?, he visto documentales sobre el tema y programas interesantes en la radio, con las grabaciones a veces se sacan..., hazlo esta noche, está muy reciente ¿no?, sea lo que sea, lo del vaso acaba de suceder ¿no?).
—Sí, hace unos minutos, mientras estaba en el baño.
En un principio, ese tipo de experimentos le provocaba bastante rechazo, pero conforme lo analizaba empezó a dejar de parecerle tan descabellado, al fin y al cabo no perdía nada con el intento.
—Bueno, tal vez no esté mal pensado.
—(Claro que no, te lo he dicho yo, ¿qué esperabas?, ¿tienes cámara?
—Sí, mi madre me regaló una hace un par de años, además es muy buena, se la consiguió un compañero de comisaría, tiene un zoom bestial y un muy buen gran angular, podré abarcar la habitación prácticamente al completo en la grabación.
—(Pues perfecto entonces, ya sabes, hazlo esta noche y me cuentas, ojalá encuentres algo).
Carlos no tenía claro si deseaba lo mismo, pero algo debía intentar, su desconcierto era cada vez mayor.
—Ok, gracias tío, mañana hablamos.
—(Ok, hasta mañana Iker Jiménez).
Los dos rieron.
Carlos se puso en marcha, fue otra vez al escritorio y abrió el cajón de la derecha mientras echaba un nuevo vistazo al diploma, nada de nada, a su mente no llegaba nada nuevo. Allí estaba la cámara, en su funda, casi nueva, usada tan solo un par de veces. Cogió un pequeño trípode de mano que tenía en el baúl de plástico del armario y lo colocó todo sobre la mesa, se aseguró de que la perspectiva era la adecuada, colocó el objetivo en posición diez milímetros y comprobó que la imagen abarcaba casi ciento ochenta grados, si algo ocurría en su habitación era prácticamente imposible que no fuese filmado. Dejó la cámara grabando y apagó la lámpara de la habitación, mantuvo encendida la lámpara del escritorio, algo de luz era necesaria; no quería encontrarse al día siguiente con ocho horas de metraje lleno de oscuridad y color negro en pantalla, gigas y gigas de datos absurdos y perfectos para enviar a la papelera de reciclaje. Se fue a la cama, su mente estaba realmente activa, pensamientos y más pensamientos circulaban por ella sin control, sin embargo, en unos minutos cayó en un profundo y algo turbulento sueño, el cansancio había hecho aparición de nuevo y el tiempo hizo el resto.
…
3 horas más tarde
Lola acaba de llegar a casa, nerviosa y algo eufórica; sabía que había hecho algo que no debía, pero la eterna sensación de no tener nada, o casi nada que perder conseguía tranquilizarla de alguna forma. Se sentó en el sofá y se limitó a esperar, los nervios empezaron a confundirse con miedo.
Faltaban todavía algunas horas para el primero de los dos encargos del día cuando, aún de madrugada, el teléfono comenzó a sonar. Lola, con las manos sudorosas y titubeantes lo cogió y respondió.
—Dime, ¿qué quieres?, ¿no me lo has dicho todo ya?
—(Vaya, qué madrugadora eres.)
Lola temía por aquella conversación, ¿a dónde quería llegar Lorenzo?
—Sí, bueno, en realidad no he dormido, no podía...
—(Claro, ¿tienes qué decirme algo?).
Lola lo veía cada vez más claro. Le había descubierto, no podía haber otro motivo para aquella llamada.
—No te entiendo, ¿qué voy a tener que decir?, de hecho hasta dentro de unas horas no habrá cambiado nada, ¿no es así como funciona esto?
—(Si, así es, si hay novedades hablamos, si no, no).
La voz de Lorenzo era diferente a la habitual, mucho más calmada, pero suspicaz a la vez, pretendía algo, eso era evidente y Lola intentaba mostrarse infranqueable, no sabía hasta que momento podría mantenerse firme.
—Entonces, ¿qué ocurre?, ¿qué quieres?, ¿por qué me llamas?
—(¿Dónde has estado esta noche Lola?).
Lorenzo se estaba acercando.
—Ya te lo he dicho, aquí, intentando dormir.
—(Está bien Lola, he de reconocer que a mí también me gusta jugar, pero si nos saltamos las reglas esto deja de ser divertido, ¿por qué demonios crees qué te llamo?, ¿por qué crees que te pregunto dónde has estado?, no seas estúpida, o peor, no pienses que yo lo soy ya que entonces..., todo esto peligra, podría desmoronarse en cuestión de segundos).
Un tenso silencio se hizo entre los dos, Lola no respondió, se limitó a escuchar la regular e hipnótica respiración de Lorenzo, finalmente él mismo continuó.
—(Sé dónde has estado, y lo que has hecho, la verdad es que he de reconocer que eres una chica muy lista y hábil, pero veo que todo este tiempo no has tenido claro con quién y para quién estás trabajando).
Lola sudaba cada vez más, sus temores se habían cumplido, le había descubierto.
—(Pero tranquila, tal vez así se despejen algunas de tus dudas con respecto a mí, tal vez ahora me entiendas un poco mejor, lo que has hecho está mal, te has saltado las reglas, has actuado a mis espaldas, las consecuencias podrían haber sido nefastas y tu futuro realmente oscuro, aún más si cabe, pero..., como te acabo de decir, te perdono, lo pasare esta vez por alto, sin embargo, escucha atentamente, si vuelve a suceder habremos terminado definitivamente, y pon atención, no solo tú estarás acabada..., ¿me has entendido?).
Lola intentó controlarse, regularizar su respiración, asentar su pulso cardíaco, al parecer se había librado por el momento, a pesar de todo...
-Si Lorenzo, te he entendido, y..., gracias, lo siento, no volverá a ocurrir, verás, me sentía muy mal después de lo de esta noche y no sabía qué hacer, lo siento de verdad.
La voz de Lorenzo comenzó a retomar su tono habitual.
—(Está bien, no necesito que me recuerdes como te encuentras, lo sé, y por ello debes seguir con el plan establecido, nada más, te necesito serena y segura, y yo necesito poder confiar en ti, hoy tienes trabajo y debes actuar correcta y eficazmente).
—Sí, así lo haré Lorenzo.
—(Por cierto, antes olvidé decirte algo al respecto de la misión de esta noche, debes encontrarte con un chico).
—Entendido.
—(Y otra cosa, creo que te aliviará, esta noche, debes actuar con completa normalidad con él, ¿me entiendes?, debes ser exactamente como tú eres, en este caso no debes adoptar papel alguno).
—Creo que le entiendo, debo ser como soy, ¿en realidad?
—(Eso es, es precisamente lo que quiero decir, como eres en realidad, y por lo tanto, no alterar el curso natural de los sucesos que puedan desarrollarse, en esta ocasión puedo prometerme que nada macabro y sangriento sucederá).
—Entonces, ¿por qué...
Lorenzo le interrumpió.
—(No preguntes, ya lo sabes, todo tiene un por qué, ¿de acuerdo?).
—Sí, entendido.
—(¡Ah!, y otra cosa, supongo que sigue en tú poder el sobre que entregó Antonio, no?).
Lola se palpó el bolsillo de la chaqueta donde se encontraba éste.
—Sí, lo tengo, ¿qué debo hacer con él?
—(Es tuyo, puedes abrirlo cuando quieras, creo que ya quedado todo claro y podemos dar por finalizada esta conversación, volveré a llamarte más tarde, espero novedades positivas).
—Entendido.
Lorenzo colgó y Lola permaneció allí inmóvil recuperándose lentamente de la tensión que le habían producido aquellos interminables minutos. Sacó el pequeño sobre de su bolsillo y lo contempló durante unos instantes, no dejaba de sorprenderle que aquello fuese para ella, ¿qué sentido tenía?, lo que si veía con algo más claridad es que ni muchísimo menos la entrega del sobre era el objetivo de la reunión.
Lola abrió el sobre y extrajo su contenido, un papel enrollado a modo de canuto, conforme lo desenrollaba pudo comprobar que se trataba de una foto. Contempló la imagen y de nuevo el dolor y la tristeza se apoderó de ella, una fuerte punzada en el corazón sumado a un pasajero pero intenso mareo le hizo perder el equilibrio cayendo al suelo, lágrimas comenzaban a derramarse sobre su pálido rostro que poco a poco se iluminaba a la par que un nuevo día y su crepúsculo asomaban por la ventana del salón. Lola se incorporó mientras contemplaba aquello, le dio la vuelta a la foto, había algo escrito:
Esto podría pasar.
Ahora lo comprendía todo, aquella amabilidad no era gratuita, este era el castigo y tal vez..., no el único, poco a poco comprendía que en absoluto conocía a Lorenzo, empezaba a tener claro que el poder que podía ejercer sobre ella era mucho mayor de lo que imaginaba. Miró su reloj de muñeca, las siete de la mañana, debía ponerse en marcha, tenía unos minutos para prepararse y salir, tenía trabajo por delante en un día que se presentaba duro.