Capítulo 24
Carlos llegó a casa, eran casi las nueve y media de la noche.
Luces en el interior de la casa indicaban que Lucía estaría allí. Carlos suspiró antes de entrar, se sentía nervioso y eufórico, sabía que ella le había ocultado muchas cosas y una importante conversación estaba pendiente, de hecho, Lucía ya le había comentado que tenían que hablar.
Carlos abrió la puerta y entró en el recibidor, la luz de la cocina y el salón iluminaban toda la planta baja. En principió Carlos no vio a su madre, aquello le alarmó momentáneamente hasta que una entrecortada respiración llamó su atención, entró con sigilo en el salón y allí estaba Lucía, dormida sobre el sofá con la ropa y zapatos de calle, la botella de whisky anunciaba un sueño profundo pero inestable. Carlos pudo comprobar que su aspecto no era alentador, aquella iniciativa por beber no era propio de ella, algo le ocurría, no reconoció la caja de madera que reposaba en sus brazos pero decidió no comprobar que contenía. Estuvo a punto de despertarla, pero algo le contuvo, sintió una profunda lástima por ella, no sabía por qué, pero estaba convencido de que su madre sufría.
La observó durante unos minutos impasivo hasta que decidió dejarla dormir un poco más. Quería pensar y relajarse, prepararse para la dura conversación que esperaba.
Regresó a la cocina para beber algo, por el camino se topó con la montaña de documentos sobre la barra americana, carpetas y papeles sueltos, algo que no pasó desapercibido ya que las fotos que presidían aquel papeleo le provocaron un vuelco en el corazón. Cogió una de ella para observarla con más detenimiento, sus manos empezaron a temblar, reconoció aquel rostro de inmediato, era la chica que acababa de conocer en Gargallo 49 antes de la explosión, buscó el colgante pero en la imagen su cuello se hallaba desnudo, en cualquier caso, no había duda, era ella, la persona que le había obligado a huir de aquel lugar salvándole de una muerte horrible y despiadada.
No entendía que tenía que ver con su madre, leyó las notas que había en el pie de foto, en cuestión de segundos se hizo una idea de la situación, había sido detenida por Iván. Carlos le conocía, de vez en cuando venía a casa a recoger a su madre, parecía un buen tipo, siempre fue amable con él. Entonces recordó algo, sacó su móvil y comprobó la agenda de contactos y..., allí estaba, el número de Iván, su madre se lo había proporcionado por si alguna vez ella no contestaba, era su compañero en el trabajo de campo y pasaban mucho tiempo juntos.
Carlos dejó las fotos y regresó al salón, su madre seguía exactamente igual, sueño profundo y a su vez entrecortado acompañado de ronquidos irregulares. Volvió a sentirse tentado a despertarla, pero sin saber exactamente por qué, no lo hizo.
Con extremo cuidado volvió a salir de casa cerrando la puerta tras él con la maña de un ladrón de guante blanco. Marcó el número de Iván y esperó.
—(Carlos, ¿eres tú?, ¿estás bien, ¿te ocurre algo?).
Carlos carraspeó antes de hablar, no estaba seguro de qué decir ni cómo.
—Sí, sí, hola Iván, no te preocupes, estoy bien, verás..., no sé cómo decirte esto.
Iván le interrumpió.
—(¿Es por tú madre?, está pasando un mal momento).
Carlos aprovechó la situación.
—¿Mi madre?, ¿qué ocurre?
—(¿Cómo, no sabes nada?, bueno..., tal vez no debería decírtelo, pero Lucía es muy orgullosa y aunque no quiera le vendrá bien la ayuda de su hijo. Pues verás, tú madre ha sido suspendida de empleo y sueldo temporalmente).
Carlos no podría creer lo que oía, ¿su madre?, una de las mejores policías de la ciudad.
—¿Mi madre?, ¿cómo es posible?, ¿qué ha pasado?
—(Entiendo que te extrañe, desde luego es una gran injusticia y estoy seguro de que pronto todo volverá a la normalidad, verás Carlos..., estamos investigando unos casos algo complicados, la comisaría está en tela de juicio, demasiados palos de ciego sin resultados consistentes, y el alcalde necesitaba una cabeza de turco para demostrar que hace algo al respecto).
Carlos negaba con la cabeza, sentía como su sangre hervía por segundos.
—Es increíble, maldito cabrón.
—(Entiendo tu enfado, pero tranquilo, todo volverá a ser como antes muy pronto, estoy seguro de ello, te lo prometo. Por cierto, ¿necesitas algo?).
Carlos recobró cierta tranquilidad y volvió a lo que tenía en mente hacía unos instantes.
—Pues la verdad es que si Iván, acabo de llegar a casa, mi madre está dormida, así que aún no he hablado con ella, pero he preferido dejarla descansar, la cuestión es que he visto unas fotografías que había en la cocina, sobre una chica que has detenido hoy y bueno..., te he llamado porque conozco a esa mujer.
—(Un momento Carlos).
Carlos dedujo que Iván se dirigía a un lugar más tranquilo, debía estar en la comisaría.
—(Ya, estoy en mi despacho, dime, ¿de qué conoces a esa chica?).
—Bueno, la verdad es que casi de nada, hoy estaba en la inauguración de Gargallo 49...
—(¿Cómo?, ¿Gargallo 49?, pero..., dios mío, ¿sabes lo qué ha ocurrido hoy allí?).
—Claro que lo sé Iván, estaba allí y por eso conozco a esa chica, ella me salvó, me obligó a salir justo antes.
Iván no daba crédito.
—(Es increíble, así que también ha estado allí. A ver Carlos, Lola, que por cierto es su nombre, ha estado presente en varios casos sin resolver en los que tú madre y yo hemos estado trabajando, algunos de ellos con cargos de asesinato, ¿sabes algo de ella?
—No, no sé nada, pero tuve la sensación de que me conocía, o que me quería decir algo, no sé, creo que no estaba allí por casualidad, intenté buscarla, pero tras la explosión desapareció. Iván, te he llamado porque necesito hablar con ella.
Iván no respondió.
—Sé que puede no estar permitido, también sé que mi madre no lo aceptaría, pero si es importante para vosotros, creo que puede decirme algo, además, lo necesito, es importante, por favor...
Carlos percibió algo de nerviosismo en Iván, sus respiraciones le delataban.
—(Pero Carlos, hemos hablado con ella y nada, no articula palabra, tu madre... me mataría).
—No se enterará, está profundamente dormida, puedo llegar en quince minutos y volveré antes de que se despierte.
Iván volvió a esperar unos instantes.
—(Está bien Carlos, solo espero no arrepentirme de esto, aprecio mucho a tu madre y no quiero que me odie para siempre, eres lo más importante que hay en su vida).
—Gracias Iván, no pasará nada, te lo prometo, nos vemos ahora, gracias...gracias.
Carlos recorrió toda su calle hasta llegar a la avenida principal perpendicular a la misma, allí cogió un taxi rumbo a la comisaría.