Fotolia_74227001_Subscription_Monthly_XL.jpgCapítulo 18

 

 

 

 

Carlos acaba de llegar a casa, no había nadie.

Cerró la puerta tras él y se sentó abatido en el sofá, consternado y desconcertado. Para aquello no estaba preparado, una muerte así, tan inesperada, además, y él especialmente, sentía que necesitaba aunque solo fuese un momento hablar con José Luis por última vez...

Pasó una hora y no se movió de allí, tenía la mirada perdida en un punto fijo, su cuerpo estaba, pero su mente volaba en muchas direcciones hasta que algo físico y real le hizo regresar al lugar donde realmente estaba, el salón. Observó la pared, ahora desnuda, donde solo quedaba una alcayata, inmediatamente recordó lo de la orla que se había caído y hecho añicos hacía tan solo un rato, se acercó de nuevo a la pared, intentó mirar en el hueco que se formaba entre el mueble y la pared, pero nada, solo oscuridad.

Se puso manos a la obra, necesitaba distraerse con algo, y además, debía hacer aquello antes de que lo viese su madre.

Levantó la televisión y la dejó apoyada con sumo cuidado sobre el suelo, hizo lo mismo con el resto de objetos que había en el mueble, mayoritariamente de decoración. Se colocó en un extremo y empezó a moverlo con cuidado, era bastante pesado pero pronto empezó a ceder y moverse, Carlos tuvo la sensación que arrastraba algo tras el mueble, solo esperaba que no fuese un trozo de cristal, la marca sería muy visible. Finalmente lo consiguió separar lo suficiente como para arreglar aquello. Cogió una escoba y recogedor y se dispuso a barrer los cristales, una vez terminó recogió la orla se miró asimismo en la foto y la guardó en el cajón. Se dispuso volver a colocarlo todo como estaba cuando volvió a escuchar el sonido de rozamiento bajo la madera, arrastraba algo, se agachó hasta casi tocar su cara con el suelo y entonces pudo ver, algo se había quedado atrapado, intentó sacarlo con cuidado, tuvo que hacer acopio de todas sus fuerzas hasta que finalmente empezó a moverse, se trataba de un libro que rápidamente reconoció, le produjo una sensación extraña, termino de extraerlo, se puso en pié y volvió al sofá para admirarlo con más detenimiento. Se trataba del anuario de la facultad, editado durante ese mismo curso hacía ya unos meses pero..., lo había olvidado por completo, Carlos no entendía qué demonios hacía allí, tuvo la sensación de no ser una simple curiosidad. Lo abrió y echó un vistazo, pudo ver decenas de rostros, algunos conocidos y otros no, se buscó asimismo, no fue tarea complicada, su foto se encontraba en las primeras páginas, allí estaba, Carlos Álvarez, tuvo la sensación de no reconocerse, era él, sin duda, pero su expresión mostraba algo diferente, más desenfadado, liberado, parecía otro. Siguió mirando, encontró a Leo y otros compañeros hasta que llegó al final y cerró el libro. Observó la portada durante unos segundos y volvió a abrirlo por la primera página, entonces encontró algo que no recordaba, una dedicatoria bajó los créditos de impresión.

Y aquí, algo que mostrar a nuestros nietos, eso espero. Nuestro primer vínculo inmortalizado para siempre. Te quiero.

Carlos dejó caer el libro al suelo, su cabeza empezó a nadar sobre un mar de pensamientos y sensaciones. Aquella dedicatoria no la recordaba en absoluto, en apariencia parecía de alguien muy cercano desde luego, alguien ajeno diría que era obra de su novia, pero eso era imposible, no tenía. Tal vez podría tratarse de una broma, pero de nuevo la pregunta más recurrente que llegaba a su mente una y otra vez en los últimos días, ¿por qué no lo recordaba?, entonces y de forma repentina, otro pensamiento en forma de flash fugaz pasó frente a él. No lo dudó, se puso en pie y corrió hacia su habitación escaleras arriba, fue a la estantería, retiró el trofeo de ajedrez, al cual había cogido algo de manía y volvió a comprobar el hueco entre los libros, sujetó con firmeza el anuario, suspiró y se dispuso a colocarlo, entró a la perfección, no cabía la menor de las dudas, ese libro debía estar allí, ese era su sitio, pero alguien lo había escondido. Carlos sacó de nuevo el ejemplar y se dejó caer en la cama. Deseaba con todas sus fuerzas que su madre estuviese allí, tenía la fuerte sensación de que ella sabía algo, estuvo tentado de llamarla, pero sabía que no debía hacerlo durante horas de trabajo, exceptuando casos de emergencia y desde luego aquello no lo parecía, aunque tal vez si para él.

Pensando en el anuario, intentó recordar el día en que se hizo las fotos, o incluso el lugar, pero nada, eran como carpetas de ordenador con nombre pero vacías en su interior. Se incorporó y abrió el libro, busco el nombre y dirección de la casa de fotografía:

FotoEventos... Calle Ares Nº23

No sabía si serviría de algo, pero necesitaba ir, tal vez así podría recordar, sentía una gran impotencia ante aquellas lagunas.

Lo había decidido, comprobó el número de teléfono y llamó para preguntar por el horario, pero por desgracia, su visita tendría que esperar al menos un día, un contestador automático anunciaba que aquel día estaba cerrado por vacaciones, a la mañana siguiente abriría en horario comercial.

Carlos soltó el teléfono decepcionado y algo hastiado.

Una llamada le sobresaltó, miró la pantalla, era Leo, en principio le incomodó tener que contestar, pero pensó que tal vez él le pudiese ayudar a arrojar algo de luz sobre el asunto.

—Hola Leo.

—(Hola tío, ¿cómo estás?, te vi antes, en la facultad, te llamé pero me dio la sensación de que pasaste de mi).

Carlos esperó unos segundos.

—Sí, lo siento, pero necesitaba estar solo, me impacto muchísimo lo de José Luis.

—(Ya lo supuse, no te preocupes. La verdad es que es una desgracia, quién lo diría, con lo bien que se le veía).

—Gracias tío, ¿querías decirme algo?

Leo alteró su tono de voz al tener la oportunidad de cambiar de tema, era lo que buscaba.

—(Pues sí..., oye, no te lo vas a creer, cuando volvía a casa me han parado por la calle, eran unos comerciales que estaban promocionando un nuevo bar cerca de la facultad, se llama Gargallo 49, me han hecho unas preguntas, como una especie de concurso y  he ganados dos vales para consumir todo lo que quiera gratis y hoy hay comida de inauguración, es ahora Carlos, ¿lo has oído?, ¡gratis!

Leo estaba eufórico, aunque en principio le molestó algo su frialdad, le consiguió sacar una sonrisa.

—Vamos Carlos, responde joder, ¡gratis!, ¿vienes?, te vendrá bien hombre.

Carlos rió esta vez.

—A pesado no te gana nadie, tú sí que valdrías de comercial, no lo sé tío, tengo la cabeza en mil sitios, además quería hablar contigo de algo.

—(Pues mejor, hablamos con el estómago lleno, ¿qué más se puede pedir?).

Carlos se dejó convencer.

—De acuerdo, tal vez me venga bien.

—(Genial, estoy en casa, salgo en cinco minutos, en quince estoy allí)

—Ok, nos vemos.

Carlos colgó y se incorporó, fue al baño y se cambió de ropa, bajó al salón a esperar a Leo, antes, terminó de colocar el mueble, la tele y demás objetos, ya llegaría el momento de hablar con su madre. El móvil vibró, era un SMS de Leo diciéndole que saliese ya, no había aparcamiento. Antes de hacerlo envió otro mensaje a su madre para decirle que no comería en casa, le dejó escrito donde estaría, era la primera vez que hacía algo así, pero le salió de forma instintiva.

Carlos y Leo pusieron rumbo a Gargallo 49.