CAPÍTULO 15
Al día siguiente, tanto era el tiempo que hacía que no dormía en su propia cama que Duncan se despertó desorientado. Encendió la lámpara que había sobre la mesilla y se frotó los ojos. Sentía algo de frío así que se apretujó con las sábanas y a solas, se hizo el remolón. Era domingo, no tenía ninguna prisa. De pronto recordó, y sus ojos tan adormecidos en un principio, se abrieron alejando el sueño y la pereza.
Salió de la cama, se puso el batín azul y verde heredado de su hermana Beth y salió de la habitación. Ni siquiera pasó por el baño para lavarse la cara con agua fría y así despejarse. Llamó a la habitación de su hermana mayor con suavidad. Escuchó risas. Abrió y se asomó intranquilo.
Allí estaban las dos. Beth sentada sobre la cama, con la espalda apoyada en la cabecera de madera blanca de su cama y Holly arrodillada frente a ella. Ambas miraron a Duncan y este avanzó sin darse cuenta hacia ellas.
No podía apartar la mirada del rostro de Beth. Era imposible lo que sus ojos le mostraban.
― ¿Cómo puede ser?― preguntó pasmado.
Holly estaba rebosante de alegría, Beth presentaba un aspecto increíble. Completamente curada. En su rostro tan sólo quedaban magulladuras de lo que el día anterior habían sido enormes hinchazones y derrames por toda la cara. Sus ojos lo miraban con la ilusión pintada en ellos, algo que Duncan supuso que tardaría mucho en volver a ver. Beth le sonrió. Él rodeó la cama como lo hizo anoche, cuando la vió respirar con tanta dificultad que llegó a temer por su vida. Rozó la piel del rostro de su hermosa hermana mayor y las lágrimas afloraron en ambos. Ella parecía radiante y feliz. Duncan sentía un alivio tan grande que pensó que sus ojos jamás dejarían de llorar.
― No puede ser― dijo con un hilo de voz.
Miró a Holly.
― ¿Ha sido tu… amigo?
La niña asintió.
― ¿Es médico?
Holly negó burlándose de él. Beth no hablaba, tan sólo sonreía.
Duncan la miró. Seguro que ella podría explicárselo todo.
― Cuéntame qué ha ocurrido esta noche. ¿Te encuentras bien?
Beth asintió.
― Estoy muy bien, Duncan. No siento ningún dolor físico― entonces cambió su expresión―. Otra cosa es el recuerdo, no sé si algún día conseguiré pasar página.
― ¿Papá te ha visto?
― No. Ni quiero que me vea. No voy a salir de la habitación mientras él esté en la casa.
― Beth, ¿qué sucedió anoche?
Ella lo miró y volvió a sonreír.
― Lo siento. No pude ver nada.
― ¿Qué?― la decepción se pintó en el rostro de Duncan.
Beth se explicó, sabiendo que su hermano llevaba tiempo persiguiendo pruebas que lo ayudaran a descubrir lo que estaba sucediendo con Holly y su misterioso amigo.
― Oí a Holly caminar hacia la ventana— comenzó a contar—. Estuvo unos minutos susurrando palabras que ni siquiera recuerdo.
― ¿Qué palabras, Holly?— Duncan miró a la pequeña.
La niña bajó la cabeza y comenzó a canturrear la enigmática canción.
―… Entonces la ventana se abrió, pude escuchar cómo la hoja se deslizaba por el marco. El frío entró junto al desconocido.
― ¿Y no lo viste?
Beth negó.
― ¿Acaso no recuerdas la hinchazón que rodeaba mis ojos?
Duncan no tuvo más remedio que asentir. La noche anterior parecía que su hermana se había quedado sin ojos, de lo escondidos que los tenía por culpa de de su rostro inflamado.
― De lo que sí estoy segura es que alguien entró por la ventana. No habló en ningún momento, aunque sí lo hizo Holly. Le dijo que yo era su hermana y que necesitaba ayuda. Sentí cómo el desconocido se situaba frente a mí. Tras mis párpados cerrados un aura oscura se interpuso entre mí y la luz de la noche que se deslizaba por la habitación. Sentí su tacto, suave y cuidadoso. Olí el bosque, las flores y la miel de estas. Sobre mi piel se posó una frescura sanadora que entró en mi cuerpo y lo colmó de energía. Fue algo mágico, Duncan. Nada que una droga pueda llegar a producir. Era paz y bondad.
Los ojos de Beth se sumían en el recuerdo, y ella misma parecía estar sintiendo de nuevo las sensaciones que describía. Tales eran las buenas vibraciones que transmitían sus palabras, que Duncan pensó en la posibilidad de que a la próxima vez su padre le pegase a él. Aunque al instante rechazó aquella macabra ocurrencia.
― Y cuando sanaste, ¿tampoco pudiste verlo?
Cuando mis ojos por fin se abrieron, en la habitación tan sólo estábamos Holly y yo.
Beth agarró la mano de su hermana y esta sonrió dichosa.
Duncan miró a la pequeña, preguntándose porque diablos no le contaba lo que sucedía exactamente con aquel amigo.
A pesar de haber escuchado la versión de Beth, Duncan se sintió decepcionado, había entrado en la habitación con la esperanza de que por fin todo se aclarase de una vez. Ahora todavía tenía más dudas sobre la naturaleza del misterioso hombre, porque…
― Es un hombre, ¿verdad Holly?
La niña negó.
Duncan miró a Beth, y esta pareció tan descolocada como él.
― ¿Es una mujer entonces?― quiso aclarar Duncan.
Holly rió y volvió a negar.