CAPÍTULO XIII El Resucitado

La verdadera clave del enigma de la Cámara del Rey se encuentra en la Tumba Abierta o, dicho de otra manera, en el supuesto sarcófago de granito rojo del que sabemos que jamás albergó ningún cuerpo de faraón.

Para comprenderlo e interpretarlo, deberemos retomar este comentario simbólico de la Pirámide del Libro de los muertos egipcio y abrirlo en este capítulo:

«Salve, a ti, oh Padre mío de Luz, que nos anuncia que el cuerpo del Santo no conocerá la Corrupción. Vengo, con la carne liberada de toda podredumbre. Estoy intacto como mi Padre, el Dios que se engendró a sí mismo y cuya imagen está en un cuerpo incorruptible. Proporcióname la firmeza y la capacidad de realización necesarias, Señor de la Tumba. He aquí el cambio, en el cuerpo, de la vida que nace de la destrucción de la vida.»

El Sol, en apariencia, tan sólo muere para volver a resucitar cada día.

Osiris tan sólo es despedazado para una triunfante reconstrucción.

Jesús agoniza en el Gólgota para evadirse a través de la Ascensión.

El gran mito, eterno, del Liberador mesiánico es el de la Tumba Abierta que ningún poder ha podido volver a cerrar.

«Cuando, de acuerdo con Lucas el evangelista, pasó el sabat, María Magdalena, María, madre de Santiago y Salomé, compraron plantas aromáticas para embalsamar a Jesús. El primer día de la semana, al amanecer, y cuando apenas había salido el Sol, se dirigieron al sepulcro y comentaron entre ellas: “¿Quién apartará la piedra de la entrada del sepulcro?”. Y, alzando los ojos, se dieron cuenta de que la piedra, que era muy grande, había sido retirada. Entraron en el sepulcro y vieron a un hombre joven, sentado a la derecha y vestido de blanco. Se asustaron mucho y él les dijo: “No os asustéis; buscáis a Jesús de Nazaret, que ha sido crucificado; ha resucitado, y ya no está aquí”.»

En la mañana del tercer día, al igual que para el recipiendario egipcio tras su tercera noche de espera en el sarcófago, se llevaba a cabo el misterio de la Resurrección.

Y aquí es donde debemos evaluar el error de las teologías que convirtieron al cristianismo viviente en una religión de crucificado.

En recuerdo a la crucifixión, y bajo el signo del crucifijo, se llevaron a cabo nueva crucifixiones. La Europa cristiana se llenó de la idea de caída y de muerte.

Sin embargo, el clavado en la cruz y la muerte en el Gólgota tan sólo tienen lugar como una preparación para la Liberación y la Vida.

Cristo no es el crucificado. Es el Resucitado.

Vencedor de la muerte y de la tumba, Santo Resurrector e Incorruptible, anuncia el destino final de todos los hombres que, gracias a él, se librarán de la muerte.

Harmakhis, la Gran Esfinge, está de espaldas al Sol poniente, mientras que su rostro de piedra se halla orientado hacia el joven Sol naciente.

Si hacia mediados del siglo Veinte, se ve completamente liberada del sudario de arena, es porque su mensaje es actual.

Quizá unas diez veces, en seis mil años, el inmenso cuerpo del león acostado fue sepultado por la arena y, cada vez que volvió a aparecer, tuvo lugar un renacimiento de la humanidad. A finales del último siglo, la duna todavía enterraba sus flancos y sus patas. El positivismo puede creer que esto ha sido debido a un descenso en el nivel de la arena; pero la Fe no ignora que es la Esfinge la que se exalta.

Los hombres y el tiempo han puesto todo su empeño para ocultar la verdad.

Los primeros constructores no sólo habían encerrado el jeroglífico divino en el espesor de la Pirámide, sino que también habían escondido la entrada bajo el revestimiento.

De esta forma, probablemente durante unos cuatro mil años, Keops no ofreció más que sus líneas superficiales y sus luces a todos aquellos que la contemplaban. La profanación de Al-Mamoun y de los sabios árabes tan sólo buscaban el tesoro material. Después, hacia el año 1400, el sultán Barkouk pensó que la Pirámide era demasiado «expresiva». Mandó derribar el revestimiento de caliza lisa, con la esperanza de que las medidas primitivas escaparían a las futuras generaciones. Los obreros precipitaron de arriba abajo las enormes piedras pulidas y dejaron a la Pirámide despojada de su secreto exterior.

Pero el sacrilegio se había producido sin las admirables proporciones del monumento donde todo coincide y todo funciona. La reconstitución de las medidas ideales fue la obra de las recientes generaciones.

Y el símbolo de la Esfinge y del cofre sigue permaneciendo intacto, pues el monstruo con rostro humano está relacionado con la Última Cámara. Si los labios de roca de la Esfinge están sellados, la voz interior traduce su verbo mudo.

El secreto de la Esfinge está contenido en el último capítulo del Libro de los muertos, en el que el alma de Osiris exclama:

«¡Bendito sea aquel que está en el cofre! Pues todos los muertos, a través de sus mortajas, se abrirán paso hacia Él. Y, entonces, su cuerpo de carne conseguirá la incorruptibilidad.»

Después, cada uno lanza el grito de liberación del antiguo ritual:

«¡Por fin he abierto las puertas!»¿Dónde encontrar, en la Pirámide, el tabique sonoro que revela el pasadizo más secreto, ocultado por ella, y donde esperaré al Santo de los Santos?

Los autores que han tratado el misterio interior de la Gran Pirámide —y éstos son realmente escasos— se han limitado al estudio del sistema conocido de pasadizos y de cámaras y casi todos han concentrado su atención en el lugar terminal de este sistema, es decir, en la Cámara del Rey.

Incluso la propia señora Blavatsky, a pesar de su iluminada teosofía, ha limitado sus investigaciones a este punto preciso del simbolismo piramidal. Lo que nos dice es realmente significativo, al menos si no tenemos en cuenta nuestras observaciones posteriores, y creemos que el iniciado está en el buen camino cuando ésta emite el comentario que aparece a continuación: «Así pues, la Cámara del Rey de la pirámide de Keops es, sin duda, un Santo de los Santos egipcio. Durante la época de los misterios de la iniciación, el candidato, representando al Dios solar, tenía que bajar al sarcófago y representar el rayo vivificador penetrando en la fecunda matriz de la naturaleza. Cuando, a la mañana siguiente, salía del sarcófago, simbolizaba la resurrección de la Vida, tras el cambio al que llamamos Muerte. En los grandes misterios, su muerte figurada duraba dos días, hasta el momento en el que, en la mañana del tercer día, salía el Sol, tras una última noche repleta de las más crueles pruebas.»

«Durante la noche que precedía al tercer día (el cuerpo del futuro adepto) era transportado hasta la entrada de la galería en la que, a una determinada hora, los rayos del Sol naciente iluminaban la cara del candidato, en estado de catalepsia, que se despertaba para ser iniciado por Osiris y Thot, el Dios de la Sabiduría.

«Entonces aparecían los Hierofantes-Iniciadores y las palabras sagradas eran pronunciadas y directamente dirigidas al Sol-Osiris aunque, en realidad, al Espíritu-Sol interno, iluminando al hombre, nacido de nuevo.

»En un fragmento procedente de la Sala de los Antepasados de Thoutmés III, que se encuentra en la Biblioteca Nacional de París, el disco solar está representado iluminando una cruz provista de un asa, y situada ésta misma sobre otra cruz de la que las del Calvario son una réplica exacta. Los manuscritos las mencionan como “duros lechos de aquellos que estaban intentando realizar el acto de darse el nacimiento a sí mismos”. Una cantidad de estos “lechos cruciformes”, sobre los cuales los candidatos eran colocados y fijados, fueron descubiertos en las salas subterráneas de los templos egipcios, tras su destrucción.»

Esta interpretación, probablemente fundada, conlleva una inexactitud. La única entrada de la Pirámide84 está orientada hacia el norte, es decir que la galería se abre sobre la única cara que los rayos del Sol naciente jamás lograrán alcanzar. Sin duda, la posición de Keops es tal que, durante una determinada época del año, los rayos del Sol en el cénit la cubren por completo. Probablemente, debía ser por estas fechas cuando tenía lugar el despertar en el sarcófago y se desarrollaba la última fase de la Gran Iniciación.85

Pero el error de H.P Blavatsky es más considerable cuando ésta compara la Cámara del Rey con el Santo de los Santos de Keops. En efecto, no debemos olvidar que el secreto esencial de la Gran Pirámide se basa en el factor desplazamiento,86 es decir, 286,1022 pulgadas piramidales que separan al eje del sistema de pasadizos y de cámaras del plano vertical-central norte-sur de la Pirámide, llamado por los textos egipcios plano de la armonía divina» y que, efectivamente, no puede ser alcanzado más que en la parte oeste de la Cámara del Rey. Ahora bien, tal y como veremos en un momento, ¿dónde está el verdadero centro del plano de la armonía divina? Pues, allí donde se encuentre este centro, será donde deba estar el verdadero Santo de los Santos.

A este respecto, no podríamos hacer nada mejor que citar la siguiente página de Edouard Schuré87 que resulta realmente anticipadora:

«Sin embargo, un hecho singular tuvo lugar en el templo de Herodes. En el momento en el que Jesús expiraba, el espléndido velo, entretejido con lino, de color púrpura y jacinto, que oculta el tabernáculo, se rompió de arriba abajo. Un levita que pasaba por allí, en el santuario vio el arca de oro adornada con sus querubines de oro macizo, con sus alas levantadas hacia la bóveda. Algo realmente inaudito, unos ojos profanos pudieron contemplar el misterio del Santo de los Santos, al que el propio pontífice tan sólo puede acceder una vez al año. Los sacrificadores aterrorizados echan al pueblo para que no pueda ser testigo del sacrilegio. Este signo posee un sentido: la imagen del querubín, con cuerpo de león, con las alas de águila, con la cabeza de ángel, es igual que la de la Esfinge. Simboliza toda la evolución del alma humana, su descenso hacia la carne y su retorno hacia el espíritu. Gracias a Cristo, el velo del santuario se rasga. El enigma de la Esfinge está resuelto.

»A partir de ahora, el misterio de la vida y de la evolución está abierto para todos aquellos que osen y que quieran penetrarlo.»

A pesar de que el autor inspirado, al igual que el vulgar, haya confundido a la esfinge griega (hermafrodita) con la esfinge egipcia (principio masculino de la vida) no parece ser menos que el problema de la evolución se halle estrechamente vinculado con la alegoría de la Esfinge.

Ya sabemos que la piedra angular de la cabeza (piedra capital del ángulo) es la piedra simbólica del Mesías. Constituye enmisma la Pirámide ausente de siete metros de altura.88

Pirámide invisible ante la mirada humana, al igual que el Mesías al que representa; Pirámide, sin embargo evidente, puesto que el ojo humano la busca aun a pesar suyo. La Gran Pirámide material está mutilada, por lo tanto inacabada. La pequeña Pirámide espiritual está entera. Sin esta última, el monumento ya no tiene punta o ápex. Incompleta, la Pirámide de Keops es humana. Completa, se convierte en divina. Sólo cuando la piedra angular es colocada de nuevo en su lugar, la Pirámide apunta hacia el cielo. No hacia una dirección de no importa qué punto del cielo, sino que, astronómicamente y astrológicamente, lo hace en dirección hacia una parte del sistema solar, que cambia con las generaciones.

Pieza mística, clavada en su parte superior, la Pirámide tiene un eje de objetivo que es el alma y la columna vertebral.

Y esta perpendicular ideal, único eje de la Pirámide, parte del centro del perímetro de base para desembocar en el centro del perímetro de la plataforma y en el ápex desconocido.

En resumen, la geometría mesiánica piramidal gira, tal y como ya hemos visto, alrededor del plano vertical-central.

¿Pero, qué plano? ¿Se trata del plano vertical-central norte-sur, que parte a los dos tercios de la Cámara del Rey? ¿O es el del plano vertical-central este-oeste, que parte la Cámara de la Reina por la mitad?

Ni uno ni otro en particular. Ambos.

El secreto central de la Gran Pirámide está exactamente en el eje vertical de ésta, en la intersección de los dos planos verticales-centrales.

¿A qué altura? Nadie lo sabe.

Si es a la altura del suelo de la Cámara de la Reina, para llegar al eje vertical-central, habría que cavar un túnel de ocho metros en el granito, en el sentido del plano vertical sur-norte.

¿Pero, acaso el lugar último de la Pirámide no se encuentra por encima del circuito de precesión, situado, tal como hemos visto, en la cincuentava hilera? Y como la altura actual de la Pirámide es de 203 hileras, es al nivel de la 101ª hilera, o incluso más arriba, hacia el ápex, puesto que las hileras terminales están ausentes y la reducción ideal, sin duda, ¿debe corresponder al plano ideal?

Todo esto nos muestra hasta qué punto la hipótesis del sistema de pasadizos y de cámaras, anteriormente desconocido, se halla geométrica y simbólicamente vinculada al actualmente conocido sistema de cámaras y de pasadizos.

Probablemente existe otro dintel oculto, cuya caída, en un tiempo determinado y que todavía no sería el de la presente humanidad, desenmascarará la galería definitiva por medio de la cual el hombre accederá finalmente hasta el Santo de los Santos.

Y éste se corresponderá idealmente con el Ungido de los Ungidos, el Cristo de los Cristos, el Mesías de los Mesías, en el eje vertical-central de la Pirámide, justo por debajo de la piedra capital del ángulo y en la intersección de los dos grandes planos maestros.

Figura XII. En busca del sistema de pasadizos desconocido.

El enigma de la Gran Esfinge
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