CAPÍTULO III El 15-16 de septiembre de 1936
La mayoría de aquellos que han estudiado El secreto de la Gran Pirámide10 esperaban que un acontecimiento humano, realmente considerable, tuviese lugar el 15-16 de septiembre de 1936.
Incluso la prensa, por medio de numerosos periódicos, había subrayado la inminencia de esta fecha profética y algunos, deseosos de conferir un carácter más dramático a sus artículos, no dudaron en presentar el 15 de septiembre como anunciando el inminente fin del mundo.
Unos días antes, nos sublevamos contra esta falsa interpretación y la carta que incluimos a continuación fue reproducida durante la primera quincena de septiembre por diversas organizaciones, entre las que podemos citar Paris-Midi y Comoedia. Escribíamos lo siguiente:
El 15-16 de septiembre de 1936 no constituye más que una de las fechas (principales, es cierto) profetizadas geométricamente por la Gran Pirámide hasta el año 2000. Tan sólo afínales de este siglo, o sea, del siglo XX, podremos empezar a plantearnos el «Fin del mundo adámico», es decir, de la humanidad bíblica que dura desde hace 5.936 años.
La conclusión de nuestro estudio es la siguiente: «El año 2000 después de Jesucristo representa el último año de la edad adámica y anuncia el milenio. En ningún caso, este final de los 6.000 años adámicos o piramidales deberla relacionarse con el fin del mundo. Antes de la edad adámica, el mundo conoció otras edades y, antes de su fin, conocerá otros nuevos inicios».
En cuanto a lo que se refiere a la fecha del 15-16 de septiembre, es difícil situar el acontecimiento. Lo único que podemos señalar es que el 15 de septiembre coincide con la luna de equinoccio a las 5 h 41 min de la noche.
Esto no significa que ese día, a las 17 h 41 min tenga por qué producirse un acontecimiento escabroso, aunque también podría darse esta posibilidad. Más bien debemos considerar el septiembre de 1936 como el principio de una nueva era espiritual y el inicio de grandes desórdenes mundiales. Estos nuevos tiempos pueden empezar sin brillo, por medio de un acontecimiento aparentemente insignificante.
Cuando Jesús nació, en una pequeña aldea oriental, en el mundo romano nadie se dio cuenta. Sin embargo, el futuro destino de la humanidad durante 2.000 años, iba a derivarse en gran parte de esa noche, que se parecía a todas las demás, pero fue mucho tiempo después cuando esta historia atrajo la atención de los historiadores.
Entonces, también escribíamos:
No nos alegremos con excesiva rapidez por haber dado por finalizados los Pasadizos Bajos y el período del caos. Sin duda alguna, en la Cámara del Rey, podemos escapar a la sensación de ahogo y se nos brinda una nueva esperanza, pero todavía nos quedan por experimentar muchos sobresaltos. Tal vez, si nos lo merecemos, podremos reducirlos o modificarlos en la medida de nuestro perfeccionamiento moral. Sin embargo, no olvidemos que el Libro de los Muertos egipcio llama a la Cámara del Rey: «Sala del juicio y DE LA PURIFICACIÓN DE LAS NACIONES».
Las conclusiones de Aldersmith tan sólo tendían a presentar a 1936 como una especie de año de enlace que separaba los tiempos antiguos de los nuevos.11 En resumen, el 15 de septiembre de 1936 anunciaba mucho menos la brusca entrada en la claridad que el principio de una época que iba del caos hacia la claridad.
Por otra parte, la palabra «claridad», de la que se ha adueñado la opinión pública, no puede asumir más que un significado extremadamente espiritual, puesto que la Cámara del Rey está prácticamente situada en el corazón de la Pirámide y bajo una sombra sepulcral.
Sin embargo, el alcance del significado del 15-16 de septiembre de 1936 es realmente incalculable. Es el resultado de la inmensa ruptura moral y espiritual que tuvo lugar entre la sociedad de ayer y la sociedad de hoy. Todos los métodos puramente intelectuales o mentales fracasaron durante el transcurso de la anterior década. La ciencia industrial había adquirido grandes compromisos ante el hombre que no pudo cumplir. Las esperanzas creadas por la mecanización de la humanidad se desvanecieron, una tras otra, porque la humanidad se dio cuenta de que lejos de liberarse del trabajo por medio de las máquinas, lo único que hizo fue encadenar su libertad al motor.
En la actualidad podemos apreciar perfectamente las numerosas catástrofes provocadas por la industrialización, tanto sobre el individuo en particular como sobre el mundo en general, sin embargo, ni siquiera podemos entrever la era de reconciliación general de las razas y de los pueblos que, supuestamente, nos iba a proporcionar el maquinismo.
¿Y, de hecho, acaso no podemos ver que todas las anteriores teorías de la civilización están caducas y que incluso los antiguos fundamentos de la lógica y de la razón se tambalean cada vez más? El hombre, al escapar de la tutela divina, ha creído poder emanciparse de forma definitiva. Ha convertido a la ciencia intelectual, es decir a la ciencia del razonamiento y de la deducción, en el único instrumento de su progreso. Y he aquí que esta ciencia, puramente intelectual, se vuelve contra él en forma de nuevas plagas y de enfermedades desconocidas. La guerra y las revoluciones cuentan con una nueva base.
Las nociones abstractas sobre el Honor y el Deber, tal y como fueron enseñadas hacia finales del siglo XIX, se muestran como otras muchas fórmulas puramente humanas, incapaces de sustituir la sustancia esencial de las relaciones de los hombres entre ellos o, dicho de otra forma, lo divino.
Por ello, los individuos y los pueblos sometidos rompen estas anticuadas y frágiles barreras y sustituyen las nociones artificiales que les estorban por otras nociones igual de artificiales, pero que les resultan de utilidad para alcanzar sus objetivos.
En la actualidad, Europa y el mundo entero están viviendo toda una serie de fenómenos internacionales realmente turbadores y de los que la historia, desde las grandes invasiones, no había vuelto a hacerse una idea: confiscación de países, de propiedades, de materias primas, persecuciones raciales, traslado de poblaciones enteras, etc.
Aparecen las alianzas más inesperadas. Los divorcios menos previstos entre naciones se perfilan. El mapa del mundo cambia de un mes a otro. La humanidad busca una nueva dirección.
Nadie puede prever con detalle el futuro, pero lo que sí es cierto es que la humanidad jamás volverá a encontrar su antiguo cauce. Irá de inestabilidad en inestabilidad hasta encontrar un nuevo equilibrio.
No debemos olvidar que, ya sólo bajo el punto de vista piramidal, la era cristiana tocó a su fin con el techo de la Gran Galería, es decir, a partir del 27-28 de octubre de 1912. La elevación espiritual que corresponde a la elevación de la bóveda y la ascensión espiritual que corresponde a la ascensión de la rampa han desembocado en la reptación horizontal en los Pasadizos Bajos.
Y esto parece dar a entender que la gran influencia moral de las Iglesias cristianas está en vías de debilitarse, tal y como se deduce del hundimiento sucesivo de las siete hileras terminales que representan a las siete iglesias del Nuevo Testamento.
¿Debemos llegar a la conclusión, a través de esto, de que la acción de Cristo ha llegado a su fin? Nada más lejos de ello. Pero las primitivas enseñanzas de Jesús fueron deformadas inconscientemente y sometidas a unas necesidades materiales. Las Iglesias se fueron volviendo cada vez más mentales y formales a medida que iban perdiendo de vista el puro concepto espiritual.
Por otra parte, ninguna Iglesia escapó a la tentación de participar en la autoridad material y, por justa reciprocidad, todas las Iglesias vieron disminuir su supremacía espiritual.
Esta muerte progresiva del religioso social12 favoreció poderosamente el despertar de la conciencia individual.
Por unidades, por hogares, progresivamente, va teniendo lugar la iluminación interior. Los individuos nacen, poco a poco, al amor esencial y, esta vez, tampoco en virtud de una orden externa, sino como consecuencia de una iniciación procedente de lo más profundo de ellos mismos.
Bajo diferentes formas —y que no son sólo de apariencia religiosa— el individuo toma conciencia de su autonomía espiritual al mismo tiempo que de su solidaridad espiritual.
Cada vez resultan más y más numerosos los descubrimientos individuales de lo divino, por lo que el hombre se siente incómodo en la uniformidad colectiva y se hace su propio traje a medida.
Innumerables corrientes sociales lo demuestran; todos se esfuerzan por canalizar el despertar individual del espíritu hacia el beneficio material de una comunidad.
De ahí las excesivas y nuevas formas de gobierno: bolchevismo, fascismo, nazismo, todas con una estructura externa diferente, pero igualmente orientadas, muy a pesar suyo, hacia un comunismo ideal.
Así, el mundo actual se halla dividido entre la antigua humanidad que no quiere morir y la nueva humanidad que quiere nacer. Los dos conceptos de la sociedad chocan entre ellos y de su incesante fricción, por fin, surgirá el individuo.
Ninguna autoridad piensa en la realización del individuo sino que, por el contrario, más bien tiende a imponerle una autoridad establecida. Así pues, cualquier esfuerzo que tienda a reprimirle exaspera al individuo y hace que surjan en él poderosos fermentos de expansión.
Cuanto mayor es la represión material de la autoridad, más considerable es la liberalización espiritual del individuo.
Precisamente, en la Pirámide, esta doble acción, externa e interna es la que simbolizan los dos Pasadizos Bajos.
Una vez finalizada la era cristiana, se inician los tiempos de opresión. Y, los hombres, exceptuando la tregua provisional que va de 1918 a 1928, se ven sometidos, por tumos, a la prueba de la guerra mundial, a la lucha económica con respecto a los mercados universales, así como a la segunda guerra mundial.
Pero, a partir del año 1909, es decir a partir de la arista del Gran Grado, nace el individuo. Durante el transcurso de las últimas pruebas, ha tomado conciencia de sí mismo. Y por fin lleva a cabo su emancipación espiritual en septiembre de 1936.
¿Acaso no resulta sorprendente que, tras haber desembocado en la Cámara del Rey, en dirección hacia el muro sur, el individuo, al igual que Cristo al principio de su ministerio, haya alcanzado su mayoría treinta años después de su nacimiento místico, es decir, en 1939?