CAPÍTULO IX El mito de la Esfinge

Antes de exponer nuestras hipótesis personales, consideramos oportuno confrontar las opiniones de aquellos que han considerado la cuestión.

Los autores que se han volcado sobre el enigma de la Esfinge son realmente escasos. Ninguno de ellos, por así decirlo, ha osado escudriñarla a fondo. La mayoría de ellos se han conformado con emitir puntos de vista superficiales. Otros, y entre ellos algunos ocultistas y algunos místicos (como Eliphas Lévi, Edouard Schuré, el doctor Curtiss, Ch. Lancelin, etc.) confundieron la esfinge griega con la esfinge egipcia.

Tan sólo nos detendremos ante las opiniones más características. Probablemente, todas contienen un ápice de la verdad.

Apoyándose en el relato del autor griego Jamblique, del siglo II de nuestra era, Ch. Lancelin hizo62 una descripción detallada de la iniciación a los misterios de Isis.

La Esfinge de Gizeh, señala entre otras cosas, era la única entrada reservada a los postulantes acompañados. Esta entrada, actualmente obstruida por la arena y los escombros, toda vía se dibuja entre las patas delanteras del coloso arrodillado.63 Antiguamente estaba cerrada por una puerta de bronce cuyo resorte secreto tan sólo lo conocían los sacerdotes... Tanto dentro como por debajo de la Esfinge se cruzaban pasadizos que comunicaban con la parte subterránea de la Gran Pirámide y se entrecortaban de tal forma, que si se penetraba en ella sin un guía, se llegaba a esta salida... o a la de la que hablaremos más adelante.»

Los dos primeros iniciados por rango de edad, o Thesmo-thétes, hacían bajar al postulante una escalera en forma de espiral que contaba con 22 grados64 y llegaba hasta la sala circular donde empezaban las pruebas. Consideramos inútil insistir sobre el carácter de estas pruebas, las cuales estaban dirigidas sucesivamente a demostrar el valor, la continencia, la resistencia, la lucidez de mente, etc. Tan sólo diremos que, tras haber atravesado una multitud de obstáculos y subido algunas escaleras, el candidato a la iniciación era encomendado a los doce Neocoros, sacerdotes de Osiris, conservadores del santuario, que lo introducían en presencia del Hierofante, sumo sacerdote del último escalafón.

Aquí es donde se detendrían las revelaciones de Jamblique, pero otros han conducido el Misto a través de la Gran Pirámide y sus pasadizos subterráneos. Entonces, el neófito tenía que llegar hasta la Gruta de la Locura, donde se abría una salida en dirección al Pasadizo Ascendente para todos aquellos que eran admitidos a la iniciación final, y otra que desembocaba en el Nilo para aquellos que habían fracasado.

El Libro de los Muertos egipcio compara los pasadizos y las cámaras elevadas con los últimos ritos de iniciación superior, incluyendo la postura horizontal de tres días en el Cofre, de lo cual ya hemos hablado antes.

Pero la utilización aquí arriba mencionada no le atribuye a la Gran Esfinge más que el papel de una puerta monumental y no nos revela nada en absoluto con respecto a su profundo hermetismo.

La interpretación del doctor Mardrus en Toute Puissance de l'Adepte» (Todo el poder del adepto),65 que desvela explícitamente66 la identidad de la Gran Esfinge, va mucho más allá y es mucho más pertinente.

«El Inefable es su nombre. El Oculto de los Ocultos es su nombre. El Amón de los Amenes es su nombre. Phré Harmakhis Képhra Toum es su nombre. Todo lo que ha sido, todo lo que es, y todo lo que será es su nombre.»

Él también hace alusión al día triple de la tumba. Pues, durante tres días y tres noches, el espíritu del adepto era considerado como admitido a la conversación de los dioses en el Amento mientras que el cuerpo inerte reposaba en el sarcófago de la Cámara Alta.

«Khépra Toum, Señor de la Renovación, Señor de las Transformaciones...

»Oh, Amón de los Amenes, Misterio de los Misterios, Oculto de los Ocultos, resplandeciendo y ocultándote, oh Phré

Harmakhis Khéphra Toum, vuelve la cara hacia tu hijo osirio, el hijo de tus huesos, el justificado...

»Oh Phré Harmakhis, vuelve la cara hacia el osirio de tus huesos. Entra en él. Que te absorba en tu esencia. Que comulgue de ti...

»Oh formas de Eternidad, heme aquí.

»Soy una parcela de las parcelas de la Gran Alma Incandescente, una parcela de las parcelas de la divinidad.

»Antes de cualquier creación, ya existía. Antes de cualquier forma, ya existía.

»Cuando no había nada, Ella ya estaba. Cuando la Nada todavía no había sido nombrada, Ella ya estaba...»

El autor bretón, Kaledvoulc'h, en su libro Sous le chéne des Druides (Bajo el roble de los druidas)67 considera una teoría que nos resulta familiar:

«Jean Le Fustec —afirma él— que fue el espíritu celta más auténtico de nuestros días, encontraba un cierto parecido entre los monumentos de piedra del antiguo Egipto y los megalitos prehistóricos. Para él, el obelisco estaría emparejado con el menhir, la pirámide con el cromlech y el templo de Tebas con el dolmen. ¿Quién puede decir si los egipcios que habían creado estos monumentos simbólicos pertenecían a la misma raza que los hombres desconocidos y sin nombre que levantaron, más o menos por todas partes, un gran número de piedras sin forma? De acuerdo con mi opinión, Jean Le Fustec es el único que ha dado una explicación verosímil de la Esfinge.

»Las de las Tríadas bárdicas que se relacionan con los tres círculos de la Existencia hablan de un estado de Gobren, el cual está entre el estado de Announ y el de Kenmil (Announ es la profundidad oscura donde empieza la vida en el seno de una dura fermentación; Kenmil es el grado que corresponde a la coanimalidad).

»La Esfinge, de acuerdo con Le Fustec, sería el símbolo de Kenmil...

»Sería conveniente saber si resultaría oportuno establecer una diferencia entre el estado de coanimalidad y el estado de humanidad. Según las Tríadas bárdicas, el hombre, por su crueldad, vuelve por su camino a lo largo de Kenmil (coanimalidad) para seguir remontando hasta la humanidad. ¿Quién puede afirmar que no existe similitud entre los dos estados? ¿Quién puede decir si Kenmil empieza en el grado inferior de la humanidad o, mejor aún, si los estados vinculados a Ken no se hallan entremezclados con los estado de humanidad, el uno después del otro?»

Aunque presentada con un poco de timidez, la proposición anteriormente expuesta se asemeja bastante al mito antiguo. El centauro de la mitología griega, con cabeza y torso de hombre sobre un cuerpo de caballo es una alegoría de la doble naturaleza humana que, durante la vida terrestre, une el cuerpo y el espíritu.

El hombre de carne y hueso es el tipo objetivo de la coanimalidad, es decir, de la coexistencia (en el mismo conjunto) del ángel y de la bestia, con todo cuanto implica esto, tanto de fealdad como de grosería, de derrota y de debilidad, pero también de fuerza, de victoria, de sutilidad y de esplendor.

En cierto aspecto, F. Warrain se adhirió a esta opinión en Le Mythe de Sphinx (El mito de la Esfinge)68 dónde estudia el símbolo y sus correspondencias ocultas:

[...] Entre los símbolos, algunos responden a la preocupación de conceder a la cosmología y a la psicología lo objetivo y lo subjetivo, el universo y el hombre. Son las imágenes mitad humanas, mitad animales.

La cabeza de animal coronando un cuerpo humano parece indicar una función cósmica específica, llevada a cabo por la actividad inteligente. Es la impresión en forma de imagen que corresponde a la ley científica. La cabeza humana situada sobre un cuerpo de animal evoca la subordinación del movimiento y de la vida a la síntesis mental. Es la expresión en forma de imagen que corresponde al principio metafísico.

»La Esfinge aparece como el símbolo antiguo que resume este último orden de ideas. Según parece, es el jeroglífico de esta definición: El hombre es un animal razonable.

»¿Cómo se compaginan la animalidad y la razón en el ser humano? ¿Cómo se relaciona esta unión con el destino del hombre? Éstos son los problemas que resume el símbolo de la Esfinge...

»Cabeza de hombre y cuerpo de león, la Esfinge egipcia parece indicar que la razón domina el impulso del deseo. Este binario le es propuesto al hombre como modelo: es el principio individual, pero en presencia del principio universal que representan las Pirámides.

»[...] Mientras que las Pirámides, con su base cuadrada, representan la construcción del universo como reposando sobre un cuaternario estático, la Esfinge, con sus cuatro patas, indica el cuaternario dinámico.»

Ahora bien, al autor le parece que este dinamismo corresponde a un mundo de tres dimensiones.

«La quinta raza —dice la Doctrine Secrete (La doctrina secreta

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