IV. La callada respuesta

1. En la quietud todas las cosas reciben respuesta y todo problema queda resuelto serenamente. 2Pero en medio del conflicto no puede haber respuesta ni se puede resolver nada, pues su propósito es asegurarse de que no haya solución y de que ninguna respuesta sea simple. 3Ningún problema puede resolverse dentro del conflicto, pues se le ve de diferentes maneras. 4Y lo que sería una solución desde un punto de vista, no lo es desde otro. 5estás en conflicto. 6Por lo tanto, es evidente que no puedes resolver nada en absoluto, pues los efectos del conflicto no son parciales. 7No obstante, si Dios dio una solución, de alguna manera tus problemas tienen que haberse resuelto, pues lo que Su Voluntad dispone ya se ha realizado.

2. Por eso es por lo que el tiempo no tiene nada que ver con la solución de ningún problema, ya que cualquiera de ellos puede ser resuelto ahora mismo. 2Y por eso es también por lo que, en tu estado mental, ninguna solución es posible. 3Dios tiene que haberte dado, por lo tanto, una manera de alcanzar otro estado mental en el que se encuentra la solución. 4Tal es el instante santo. 5Ahí es donde debes llevar y dejar todos tus problemas. 6Ahí es donde les corresponde estar, pues ahí se encuentra su solución. 7Y si su solución se encuentra ahí, el problema tiene que ser simple y fácil de resolver. 8No tiene objeto tratar de resolver un problema donde es imposible que se encuentre su solución. 9Mas es igualmente seguro que se resolverá si se lleva donde se encuentra la solución.

3. No intentes resolver ningún problema excepto desde de la seguridad del instante santo. 2Pues ahí el problema sí tiene solución y queda resuelto. 3Fuera de él no habrá solución, pues fuera de él no puede hallarse respuesta alguna. 4No hay lugar fuera de él donde jamás se pueda plantear una sola pregunta sencilla. 5El mundo sólo puede hacer preguntas que se componen de dos partes. 6Una pregunta con muchas respuestas no tiene respuesta. 7Ninguna de ellas sería válida. 8El mundo no hace preguntas con la intención de que sean contestadas, sino sólo para reiterar su propio punto de vista.

4. Todas las preguntas que se hacen en este mundo no son realmente preguntas, sino tan sólo una manera de ver las cosas. 2Ninguna pregunta que se haga con odio puede ser contestada porque de por sí ya es una respuesta. 3Una pregunta que se compone de dos partes, pregunta y responde simultáneamente, y ambas cosas dan testimonio de lo mismo aunque en forma diferente. 4El mundo tan sólo hace una pregunta 5y es ésta: "De todas estas ilusiones, ¿cuál es verdad? 6¿Cuáles inspiran paz y ofrecen dicha? 7¿Y cuáles pueden ayudarte a escapar de todo el dolor del que este mundo se compone?" 8Independientemente de la forma que adopte la pregunta, su propósito es siempre el mismo: 9pregunta para establecer que el pecado es real, y las contestaciones que te ofrece requieren que expreses tus preferencias. 10"¿Qué pecado prefieres? 11Éste es el que debes elegir. 12Los otros no son verdad. 13¿Qué quieres que te consiga el cuerpo que tú desees por encima de todas las cosas? 14Él es tu siervo y también tu amigo 15Dile simplemente lo que quieres y te servirá amorosa y diligentemente." 16Esto no es una pregunta; pues te dice lo que quieres y adónde debes ir para encontrarlo. 17No da lugar a que sus creencias se puedan poner en tela de juicio. aLo único que hace es exponer lo que afirma en forma de pregunta.

5. Una pseudo-pregunta carece de respuesta, 2pues dicta la respuesta al mismo tiempo que hace la pregunta. 3Toda pregunta que se hace en el mundo es, por lo tanto, una forma de propaganda a favor de éste. 4De la misma manera en que los testigos del cuerpo son sus propios sentidos, así también las respuestas a las preguntas que el mundo hace están implícitas en las preguntas. 5Cuando la respuesta es lo mismo que la pregunta, no aporta nada nuevo ni se aprende nada de ella. 6Una pregunta honesta es un medio de aprendizaje que pregunta algo que tú no sabes. 7No establece los parámetros a los que se debe ajustar la respuesta, sino que simplemente pregunta cuál es la respuesta. 8Mas nadie que se encuentre en un estado conflictivo es libre para hacer esta clase de pregunta, pues no desea una respuesta honesta que ponga fin a su conflicto.

6. Sólo dentro del instante santo se puede plantear honestamente una pregunta honesta. 2Y del significado de la pregunta se derivará todo el significado que pueda tener la respuesta. 3Es posible entonces separar tus deseos de la respuesta, para que ésta se te pueda dar y también para que la puedas aceptar. 4La respuesta se ofrece en todas partes. 5Mas sólo se puede oír en el instante santo. 6Una respuesta honesta no exige sacrificios porque sólo contesta preguntas verdaderas. 7Las preguntas que hace el mundo tan sólo quieren saber a quién se le debe exigir sacrificio y no si el sacrificio tiene sentido o no. 8Y así, a menos que la respuesta indique "a quién", no se reconocerá ni será escuchada, y de este modo la pregunta seguirá en pie, ya que se contestó a sí misma. 9El instante santo es aquel en el que la mente está lo suficientemente serena como para poder escuchar una respuesta que no está implícita en la pregunta, 10que ofrece algo nuevo y distinto. 11¿Cómo iba a poderse contestar una pregunta que no hace sino repetirse a sí misma?

7. No trates, por lo tanto, de solventar problemas en un mundo del que se ha excluido la solución. 2Lleva más bien el problema al único lugar en el que se halla la respuesta y en el que se te ofrece amorosamente. 3En él se encuentran las respuestas que solventarán tus problemas, pues no forman parte de ellos y toman en cuenta lo que puede ser contestado: lo que la pregunta realmente es. 4Las respuestas que el mundo ofrece no hacen sino suscitar otra pregunta, si bien dejan la primera sin contestar. 5En el instante santo puedes llevar la pregunta a la respuesta y recibir la respuesta que fue formulada expresamente para ti.

Un curso de milagros 1. Libro de texto
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