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Pues desde hace mucho era demasiado grande para ser señor del tiempo

y lejos se extendía su campo, ¿mas cuándo éste lo agotó?

Pero una vez puede elegir un dios también una jornada,

igual que los mortales, y compartir todo destino.

Ley del destino es ésta, que todos se compenetren,

que, cuando vuelva la quietud, haya también un lenguaje.

Mas allí donde obra el espíritu, estamos también y disputamos,

que será por cierto lo mejor. Así ahora me parece lo mejor,

cuando su imagen está plenificada y dispuesto el maestro,

y transfigurado por ello sale de su taller

el sosegado dios del tiempo y sólo la ley del amor,

la que bellamente armonizando vale desde aquí hasta el cielo.