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Y quiero invitar a muchos, pero oh tú,
que con amable gravedad eres devoto de los hombres,
allí bajo la palma siria
donde cerca yace la ciudad, gustoso estaba en la fuente;
el trigal murmullaba en derredor, calladamente respiraba el fresco
de la sombra de la montaña consagrada,
y los amados amigos, la nube fiel,
también te rodeaban de sombra, para que el santamente audaz,
suavizado por el yermo venga tu rayo a los hombres, ¡oh adolescente!
¡Ah!, pero más oscuro te rodea de sombra, en medio de la palabra,
decidiendo terriblemente una mortal fatalidad. Así es velozmente
fugaz todo lo celestial; mas no en vano.