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De celestiales, quedamente resonantes

tonos que en sosiego se presentan llena

y aireada está la antigua

sala habitada de dicha; en tomo a verdes tapices huele

la nube de la alegría y brillando a lo lejos,

plenas de madurísimos frutos y cálices coronados de oro,

armónicamente ordenados, una suntuosa fila,

al lado ahí y allá ascendiendo sobre

el suelo allanado, están las mesas.

Pues viniendo de lejos

hasta aquí, a la hora de la tarde,

se han citado amantes huéspedes.