Capítulo 24
Eres mía
Derek se acercó por detrás de la muchacha y la alzó en el aire tomándola por las caderas, Elena soltó gritos de sorpresa y diversión mientras veía cómo todo giraba a su alrededor. Él la depositó nuevamente en el suelo y le mordisqueó el lóbulo de la oreja.
—Me has dejado mareada —se quejó Elena viendo como los árboles de su alrededor se movían. Derek soltó una risa entre dientes y rodeó con sus brazos la cintura de la chica.
—Eso te pasa por haberme ganado —le susurró en el oído.
La vista de Elena volvió a la normalidad y giró para mirarlo con una sonrisa abierta en los labios.
—Me has dejado ganar, ¿verdad? —arrugó la nariz.
Derek negó aún sorprendido.
—No, en verdad. Al parecer eres muy peligrosa en una moto —se burló él tomándole la mano comenzando a introducirse entre los árboles, donde estaba la cabaña.
—Entonces, me la creeré —sonríó Elena admirando la naturaleza de su alrededor. Los grandes árboles mecían sus copas acompañando al viento y los únicos sonidos que se escuchaban eran los cantares de los pájaros; algunas ardillas que se habían dejado ver y hasta mariposas ya había atrapado Elena.
A unos cincuenta metros de la cabaña se encontraba la cascada donde habían ido a remojarse hacía un rato. Y también, donde su pasión se había desatado y la muchacha había agradecido que las demás cabañas estuvieran separadas a una buena distancia.
Derek abrió la puerta de madera para dejar pasar primero a Elena. Cerró la puerta tras de sí y acto seguido tomó a su amada entre sus brazos, cargándola como a un bebé.
La muchacha sorprendida le rodeó el cuello con los brazos.
—¿Quieres darte una ducha conmigo? —preguntó él con las pupilas dilatadas de deseo.
Elena sintió su boca secarse. Era la primera vez que se metería con Derek bajo la regadera.
—Sí —aceptó sintiendo un cosquilleo en la nuca.
Derek sonrió y unió sus labios con los de ella. Se sentía en la misma gloria; junto a Elena, todo dejaba de importar.
Sin más, entraron al gran baño entre risas y besos. Derek depositó a la castaña en el piso antes de cerrar la puerta. Abrió el grifo de la regadera y esperó a que esta se calentara un poco, para luego meterse y sentir cómo el agua comenzaba a empapar su cuerpo. Derek extendió su mano hacia Elena, que lo miraba con admiración y un brillo intenso en los ojos. Ella sonrió y apretó su mano, para después adentrarse con él bajo el agua.
Sus ropas se empaparon rápidamente con el agua templada cuando, de pronto, sintió cómo Derek comenzaba a quitarle la blusa, Elena captando sus deseos lo ayudó con la tarea. Bajo el agua que escurría por sus cuerpos, se quitaron sus ropas uno a otro. Elena sentía todo, cada fibra de su ser latente de deseo y amor, como nunca antes.
Cuando ninguna tela les estorbó, él comenzó a acariciar su cuerpo con el jabón, haciendo suspirar de placer a la muchacha. La rodeó con los brazos y así fue pasando el jabón por todo su cuerpo, hasta llegar a la parte de su cabello, donde tomó un poco de espuma para esparcirlo por este. Elena sonrió mientras él le acariciaba la cabeza con los dedos, lavando su cabello. Una vez terminado, Elena comenzó con el mismo proceso deleitándose una vez más con el glorioso físico de él. Finalmente, cuando ningún rastro de jabón cubría sus cuerpos, Derek cerró la regadera dando fin a su ducha. Tomó una toalla con la cual cubrió a Elena que seguía sumergida en un estado de paz y felicidad, y una para él, para cubrirse la cintura.
Salieron del baño y, antes de que Elena pudiera hacer otra cosa, él se acercó a ella para secar su cuerpo con la misma toalla. Los colores de Elena subieron a sus mejillas, la estaba tratando como a una niña pequeña, le encantaba que a veces fuera tan tierno y otras, tan descarado. Sus diferentes facetas la tomaban siempre desprevenida.
—¿Cómo lo haces? —preguntó ella mientras él comenzaba a secar su cabellera después de haber terminado con todo su cuerpo.
—¿Qué cosa? —preguntó él terminando su tarea.
Derek se acercó al armario para sacar dos prendas perfectas para dormir. Era un conjunto de pijama de color rosa pálido.
—Esto —se refirió Elena a cómo él la hacía levantar los brazos para que la playera de algodón entrara por su cabeza.
Derek sonrió y negó con la cabeza. Cuando estaba a punto también de ayudarla con su ropa interior, la muchacha se la quitó avergonzada.
—Al menos deja que esto me lo ponga yo —decidió con el cuello acalorado.
Él rio y esperó a que Elena terminara de vestirse. Después Derek la tomó por la cintura y la acercó a su cuerpo, que aún seguía húmedo por la ducha, ya que no se había secado ni cambiado, solo la toalla le cubría desde la cintura.
Delineó con su dedo sus labios carnosos y la miró a los ojos desde arriba, la veía tan perfecta que se sentía capaz de hasta dar la vida por ella, cualquier cosa.
—Respondiendo a tu pregunta de por qué hago esto, es... porque tú sacas lo mejor de mí, Elena —confesó Derek mientras seguía acariciando su mejilla—. Haces que me desconozca a a veces..., en realidad esto es nuevo para mí.
La muchacha sintió su corazón palpitar fuerte dentro de su pecho. ¿En verdad provocaba todo eso tan solo con su presencia? ¿Qué había hecho de bueno para merecer a alguien así?
—Nunca he amado a alguien tanto como a ti, Derek —respondió Elena poniéndose de puntillas para acariciar sus labios—. Definitivamente tú eres el último en mi vida.
Derek esbozó una sonrisa y la tomó de la cintura para depositarla sobre la cama. Elena bostezó una vez que su cuerpo sintió la suavidad de las sábanas. No se había dado cuenta del sueño que tenía.
—Este día ha sido pesado, solo duerme. ¿De acuerdo? —indicó él mientras se cambiaba rápidamente para dormir. Una vez que acabó se acurrucó junto a la muchacha.
Elena esbozó una mueca aunque sus ojos luchaban por mantenerse abiertos. Sintió como los brazos de Derek la rodeaban por la cintura transmitiéndole calma.
—Y si mejor dejamos el sueño para después, y... —comenzó a decir Elena pegando más su cuerpo al del muchacho.
—Me muero de ganas, pero no deseo que te conviertas en un zombi por la mañana —susurró Derek en su oído haciéndola estremecer.
Elena soltó un suspiro de derrota al mismo tiempo que sus ojos se cerraban desobedeciendo a sus deseos.
—Pero...
—Duerme, princesa —la acalló él respirando el aroma de su cabello. Sintió como el cuerpo de su amada se relajaba por fin sumergiéndose en el sueño. Derek la apretó contra su pecho cerrando los ojos.
—Nunca me dejes, Elena, nunca —rogó casi con dolor antes de dejarse llevar al igual que la muchacha.
Por la mañana, Derek puso sobre la mesa el platillo que preparó para su Elena, que lo miraba con un brillo de diversión en los ojos. En realidad le provocaba gracia a la muchacha que el que cocinara mejor fuera él.
—¿Puedo saber por qué sonríes tanto? —preguntó Derek sentándose en la mesa frente a ella. Tomó la jarra de agua y sirvió dos vasos llenos.
—Te ves muy sexy en la cocina —admitió Elena masticando la comida.
Derek soltó una carcajada.
—Gracias, si te parezco sexy así, entonces, cocinaré todos los días para ti —decidió él guiñándole el ojo.
La chica asintió con emoción.
—Esto está muy bueno, te felicito —confesó Elena relamiéndose los labios—. ¿Quién te enseñó a cocinar?
Derek suspiró rascándose la nuca.
—Mi hermana Caroline es amante de la gastronomía, por lo que a veces la ayudaba en sus experimentos —Derek se encogió de hombros.
Elena esbozó una gran sonrisa.
—Le doy las gracias por ello y... Por cierto —Elena tomó un trago de agua antes de proseguir—, quiero conocerla.
—Me dijo que llegará hoy por la noche, así que pronto la conocerás —le respondió él con una sonrisa imaginándose a su hermana y a Elena juntas. Seguramente se llevarían muy bien.
—¿Crees que le guste? —le preguntó Elena de pronto arrugando la frente.
Todavía no había conocido a la familia de Derek, por lo que la idea le provocaba un poco de nerviosismo. ¿Y si no les agradaba? ¿Y si preferirían a Candice antes que a ella?
—Es imposible que no les gustes, eres hermosa, chiquilla —se levantó de la silla y puso los platos sucios en el lavadero. Elena por igual se levantó y se acercó a él. Derek la abrazó acariciando su rostro.
—Muy hermosa —sonrió él dejando besos por su cuello.
Elena sintió el cosquilleo recorrer su piel, la misma corriente eléctrica que emanaban sus cuerpos cada vez que se tocaban, cuando el sonido del teléfono de Derek los hizo desconcentrarse.
Él suspiró apretando los dientes tomando su celular. Elena se quedó ahí frunciendo el ceño, nunca lo llamaban por la mañana y no podría ser del hospital, ya que Derek había tenido unos días de descanso que estaban aprovechando.
Él arrugó la frente al leer quién lo llamaba. Era la madre de Elena.
—¿Sí?
—Derek, te llamo a ti porque mi hija se alteraría mucho si...
—¿Qué pasa, señora? —pregunto él mirando a Elena, que mantenía una expresión de preocupación.
—Mi esposo acaba de sufrir un accidente en la carretera, iba en su camioneta. Los médicos han dicho que no es tan grave, pero por ahora necesita reposo.
—¿Está en casa? —pregunto él con preocupación.
—Sí, aunque no deja de llamar a Elena. ¿Le podrías decir sin que se altere? Por favor, muchacho, por eso te he llamado. No quería decirle directamente a ella.
Derek miró de refilón a la castaña, que mantenía la atención en él, por lo que trató de esbozar una sonrisa para calmarla.
—Sí, claro. Iremos para allá —terminó Derek para después colgar la llamada.
Si el señor se encontraba en casa estaba seguro de que no era nada grave, aun así, el hombre quería ver a su hija, por lo que su paraíso personal había acabado.
—¿Qué sucede? —preguntó alarmada Elena. Derek la tomó de la cintura y la miró a los ojos.
—Tu padre sufrió un accidente, pero tranquila, no ha sido nada grave —le confesó él con calma. Elena abrió los ojos como platos.
—¿Cómo ha pasado?
—No sé bien, solo que iba en su camioneta.
—¿Está en el hospital? —cuestionó ella palideciendo. Derek le acarició la espalda dedicándole una sonrisa.
—Está en casa, no te preocupes. En realidad no fue nada grave, aunque quiere verte ahora —le informó Derek dándole un beso en la frente.
Elena asintió y relajó los hombros.
—¿Por qué mi madre no me ha llamado a mí? —preguntó extrañada la muchacha. Derek se encogió de hombros.
—Porque tal vez tú te hubieras alarmado —contestó Derek.
—Vamos, preciosa. Tenemos que equipar todo para estar lo antes posible allá —dijo él tomándole de la mano hasta llegar a su habitación.
Elena esbozó una mueca.
—Está bien, pero antes de irnos podríamos comenzar con lo que te sugerí por la noche ayer, ¿no crees? —preguntó Elena con una sonrisa en los labios.
Derek la miró alzando una ceja para después atraerla a su cuerpo besando sus labios.
—Tú vas a terminar por matarme —gruñó divertido antes de besarla con más desesperación.
Elena abrió los ojos justo cuando Derek aparcaba la furgoneta frente a la casa de sus padres. Se pasó los dedos por el cabello alborotado y bajó de la camioneta. Tomó la mano de Derek entrelazando sus dedos y juntos avanzaron hacia la puerta principal.
No tuvieron que tocar el timbre, su madre ya había escuchado el motor de la camioneta y les abrió antes de que llegaran al balcón.
—Mamá, ¿papá está bien? —preguntó Elena abrazando a su madre.
Derek saludó a la señora educadamente dedicándole una sonrisa. Julia pasó a los muchachos a la sala.
—Nada grave, mi amor —respondió su madre —Tu padre está en su habitación, hija, quiere verte —dijo Julia, indicándole que subiera. Derek tomó asiento en uno de los sofás de la sala.
—Aquí espero —señaló Derek dándole su espacio a Elena.
La muchacha asintió, esperando que en su ausencia su madre no le hiciera preguntas incómodas a él. Subió las escaleras, donde se había caído numerosas veces en su infancia, y llegó hasta la habitación de sus padres.
Abrió la puerta y encontró a su padre recostado en su cama con los ojos cerrados. Conforme se fue acercando a él, su padre abrió los ojos dedicándole una sonrisa. Elena tomó asiento en el borde de la cama acariciando el cabello gris de él.
—¿Cómo te sientes? —preguntó ella mirándole a los ojos café. El señor tosió antes de contestar.
—Solo se fracturó el brazo este viejo, pero han dicho que necesito estar descansando —dijo la voz ronca de su padre.
Elena asintió con dulzura.
—Ya veo, me alegro que no haya sido tan fuerte el accidente. ¿Pero cómo pasó? —quiso saber su hija.
El viejo arrugó la frente con vergüenza. Elena se dio cuenta de que siempre su padre se avergonzaba al confesar una torpeza de parte de él.
—No descansé bien por la noche y, bueno, fue un descuido lamentable. Cerré los ojos por unos segundos cuando sentí el impacto contra un árbol. Lo bueno es que iba muy despacio —confesó con una mueca.
Elena asintió.
—Ahora ten más cuidado, papá. Ya no tienes las mismas energías de antes —le recordó Elena. Su padre frunció las cejas.
—¿Me estás diciendo viejo? —preguntó con un matiz de molestia y preocupación.
Elena rio ante su expresión.
—Claro que no, aún estás muy joven —lo animó guiñándole el ojo.
Su padre asintió malhumorado.
—¿Jordan ya sabe? —preguntó Elena recordando a su hermano.
Él era un poco paranoico por lo que se preocupaba más por todo.
—Tu madre no le ha dicho todavía, no quiere desconcentrarlo de la universidad, ya que el aún no sale de vacaciones —dijo el señor.
Elena asintió con un dedo en la barbilla, a su hermano todavía le quedaban algunas semanas de clases.
—Muy bien, sabemos cómo es Jordan cuando se preocupa —se rieron Elena y su padre.
Él después de unos minutitos comenzó a cerrar los ojos de cansancio.
—Te dejo dormir, ¿vale?
El señor asintió.
—¿Te irás? —preguntó su padre con tristeza.
Elena le tomó la mano con cariño.
—No, estaré por aquí hasta que te recuperes —se levantó de la cama y, antes de salir del cuarto, se volvió hacia él que ya había cerrado los ojos—. Estaré abajo, papá.
La muchacha encontró a su madre y a Derek platicando en la sala. Dejaron de murmurar cuando ella estuvo frente a ellos.
—Él está bien, solo necesita descansar —explicó Elena sentándose junto a Derek que la abrazó por la cintura. Su madre les dedicó una sonrisa llena de emoción.
—Sí, hija, pero, por favor, disculpa el haberlos hecho venir tan deprisa —comentó Julia avergonzada.
Elena negó con la cabeza mientras tomaba la mano de Derek entrelazando sus dedos.
—No es nada, mamá, ya hacía tiempo que no estaba aquí —suspiró Elena mirando hacia la mecedora que había en una esquina de la sala. Fue siempre su lugar favorito cuando era una niña.
—Bueno, yo prepararé la comida, les encantará lo que haré. Ustedes son libres mientras tanto —anunció su madre levantándose del sofá para dejarlos solos.
Elena suspiró y apoyó su cabeza en el hombro de él. Sabía que tenía solo la tarde para estar juntos, ya que Derek tenía esa cena con los padres de Candice; por alguna razón se sentía mareada al pensarlo.
—¿Qué quieres hacer? —preguntó Derek acariciando la espalda de su chica.
Elena se mordió el labio pensando.
—Por mí haría muchas cosas, pero… —él susurro en su oído con una sonrisa traviesa—. Tus padres me sacarían de su casa.
Elena soltó una carcajada al captar el doble sentido de sus palabras. Un calor comenzó a nacer en su vientre, por lo que respiro profundo. ¿Por qué era tan fácil encenderla de ese modo con tan solo una insinuación? No solo intervenían los profundos sentimientos, también la química en sus cuerpos era extrema.
—Mejor miremos una película —aconsejó Elena.
—Con tal de que no sea la primera película que vimos juntos, es suficiente —se rio con burla.
Elena lo fulminó con la mirada mientras se levantaba para encender el DVD y la tele.
—No critiques mi película favorita o soy capaz de que la veamos otra vez —desafió Elena apretando los labios.
—Está bien, ya no la criticaré —se rindió ocultando una sonrisa.
La muchacha terminó de ponerla, para después acurrucarse en el sofá junto a Derek.
—Te amo tanto que comienza a doler, Elena —susurró él besando su mentón, respirando el aroma de su piel—. Ya no me imagino una vida sin ti.
La muchacha miró sus pozos azules fijamente.
—Si por alguna razón no estuviéramos juntos...
Derek frunció el ceño.
—No digas...
—Espera, no digo que vaya a suceder, ni siquiera puedo imaginar algo como eso. Solo quiero saber qué harías si no estuviera contigo —dijo ella acariciando su rostro maravillada de su belleza.
—No lo sé a ciencia cierta, solo sé que nada tendría sentido. Tú eres la razón de mi existencia, Elena, te has convertido en mis ganas de vivir.
Elena sonrío sintiéndose aliviada.
—Pero no harías nada estúpido ¿verdad?
—¿A qué te refieres?
Elena suspiró para después agitar la cabeza.
—Olvídalo, nada de lo que estoy diciendo tiene sentido.
—Ya sé a qué te refieres —Derek cuchicheó acunando el rostro de su chica en su pecho—. Si te lo preguntas, tal vez si haría algo estúpido. Pero por eso nunca me dejes.
—¿Me estás amenazando para que nunca te deje? —preguntó Elena con una sonrisa divertida.
Derek soltó una carcajada.
—No, porque estoy seguro de que no lo harás jamás. ¿O sí?
Elena negó como si fuera una pregunta absurda.
—Nunca, lo prometo.
El día pasó rápido para ellos; Elena disfrutó mucho esa tarde, fue casi el mejor día que había pasado junto con él, porque definitivamente el mejor había sido cuando lo conoció por primera vez. Desde ese momento, transformó su mundo, lo cambió por completo, sin siquiera sospecharlo.
Cuando la noche comenzaba a entrar, Derek se levantó del sofá. Elena esbozó una mueca involuntaria, sabía a dónde iría.
—¿Ya te vas?
—Será rápido, te lo prometo, Elena... —dijo Derek pasándose la mano por el cabello. Elena negó y le tomó la mano.
—No puedo evitar sentirme de esta manera...
—No deberías preocuparte, bonita. Soy tuyo, por completo.
—Trataré. ¿Vendrás hoy o mañana temprano? —preguntó Elena desanimada pasando el umbral de la casa.
—Trataré de que no sea mañana.
Elena sonrió más tranquila.
—Te amo, Derek, te estaré esperando.
—Descansa, bonita —él se acercó para abrazarla y darle un beso casto en los labios—. Sabes que soy tuyo.
Después de haberse marchado Derek, Elena no podía dejar de ir de un lado para otro, sentía una opresión en el estómago cada vez más grande. Estaba conteniéndose para no tomar las llaves e ir al departamento de Derek.
Su madre entró a la cocina con el bolso en la mano.
—¿Y tu novio, mi amor? —preguntó ella.
Elena sonrío para sus adentros por cómo su madre se refirió a Derek, cuando aún no estaba divorciado. Esbozó una mueca, pero se sintió aliviada al recordar que en cuanto se terminara aquella cena, Derek se haría cargo del divorcio para concluirlo.
—Salió por unos pendientes —anunció Elena.
Su madre asintió.
—Jordan me acaba de llamar, está borracho y estoy preocupada, sabes lo poco responsable que es él.
Elena se alarmó, ella más que nadie sabía que eran problemas con Chloe, que seguramente habían comenzado desde su confrontación. No pudo evitar sentirse culpable.
—¿Logró decirte dónde estaba?
—Que en el lugar de siempre. Dios mío, estoy muy preocupada pero no puedo salir, por tu padre.
—Yo iré mamá, no puedo dejar a Jordan así —anunció Elena tomando su chaqueta del perchero y las llaves del auto de su madre. La culpa que sentía la castaña la impulsaba a hacerlo.
—No hija, no es necesario...
—Iré, mamá, vendré por la mañana, ¿de acuerdo? Te llamaré cuando tenga a mi hermano conmigo; por favor, no te preocupes.
Y sin esperar respuesta, Elena salió casi corriendo de su casa.
—¿Sí?
—Elena, soy Manón.
La joven mantenía el teléfono en su oreja, sin dejar de prestar atención a la carretera. La voz de su amiga sonaba extraña.
—¿Qué sucede?
—Bueno, el viaje a Francia se adelantará para mañana —escuchó a su amiga suspirar rendida—. Me voy a las seis de la mañana, había esperado que fuera por la tarde para despedirme, pero ya está decidido.
Elena casi suelta el teléfono por la noticia, inmediatamente su vista se tornó borrosa por las lágrimas que querían salir de sus ojos. ¿Por qué estaba muy sentimental?
—¿Ya mañana? —preguntó con la voz quebrada.
—Sí... Los extrañaré mucho, Elena, pero tienes que prometerme que al menos estaremos en contacto —contestó la voz de Manón que se escuchaba entrecortada.
Elena asintió limpiándose las mejillas.
—Sí, está bien. Estaremos en contacto, trataré de que así sea —dijo Elena.
—Ahora mi tío me está llamando para platicar conmigo. Te dejo Elena, perdóname por decirte esto así, pero no podía esperar.
—Está bien, Manón, no te preocupes. Te quiero y me llamas cuando estés en Francia —la joven colgó la llamada.
Después de una hora, Elena había encontrado a su hermano en un bar conocido de la ciudad, que para su suerte estaba todavía en sus cinco sentidos, por lo que no le dio mucho problema ir a dejarlo al que antes también había sido su departamento, y se aseguró de que su hermano no intentara salir de nuevo de juerga. Elena arrancó el coche para dirigirse hacia el departamento de Derek, ya que regresar con su madre sería peligroso entrada la noche.
El sentimiento incómodo de saber que Derek estaba con Candice le seguía produciendo náuseas. Elena había intentado dormir; incluso ya en pijama y recostada en la cama, no podía pegar ojo. Y no dormiría hasta que viera con sus propios ojos que Derek hubiera traspasado el umbral con buenas noticias.