Capítulo 19

Por ti

No podía creer lo que sus ojos estaban viendo. Se escondió, aunque su mirada seguía fija en ellos. El dolor en su pecho se hacía cada vez más prominente, pero las dudas asaltaban su cabeza.

No, ella no era así. Jamás haría algo como eso.

Sin embargo, lo estaba viendo con sus propios ojos.

Una lágrima escurrió por su mejilla que dejó recorrer hasta el inicio de sus labios. No lo entendía, no lograba comprender esa escena. ¿Por qué Elena estaba besando al esposo de Candice? Esa era la razón por la que Elena siempre lo evadía. Sintió como ácido en su propia sangre. ¿Por qué no lo eligió a él? ¿Por qué a Derek? Él estaba casado con Candice. Era inconcebible que Elena estuviera traicionando a su propia amiga.

Dejó de mirar y volvió por donde había venido, antes de que las heridas se abrieran más por dentro. No sabía qué hacer, era claro que no tenía ni idea; se sentía tan confundido. Aunque tendría que hablar con Elena y esperaba con toda su fuerza que ese beso fuera solo producto del licor que seguramente tenían en sus cuerpos. Si no, estaría desconociéndola por completo.

Elena posó las manos sobre el pecho de él y lo miró a los ojos conteniendo las ganas de llorar. Ya había decidido, no había marcha atrás. Aunque un miedo muy grande la mantenía con el corazón congelado.

—No puedo creer... —susurró con la voz ronca de la excitación—. ¿Qué me has hecho? Diablos, te amo pero...

Derek tomó las manos de Elena y las apretó con seguridad. Nunca se había sentido más decidido en su vida. Elena era la mujer con la que quería estar, con la que quería compartir su vida, y nadie lo detendría. Sabía que estaba siendo egoísta al sentirse feliz porque Elena lo hubiera elegido a él, pero no podía contenerlo. Y ahora que Elena había decidido, él se encargaría de que ella pudiera ver que esa elección valdría la pena.

—Elena, te amo... Y sé que estoy siendo egoísta sin pensar en lo que tú tendrás que enfrentar por mi culpa... Pero yo no puedo imaginarme lejos de ti, ya no, ni nunca. Tú me has cambiado por completo y no me importaría enfrentarme a lo que sea por ti —alzó la mano y acarició una de sus mejillas—. Te amo y no bastan las palabras, pero si tú... no puedes hacer esto, lo comprenderé.

—Es demasiado, sí, pero... ahora mismo no lo siento así —contestó Elena con los sentimientos revueltos en su interior. Euforia, amor, pasión; aunque también, mucho miedo y culpa por la traición—. Tengo ganas de desaparecer contigo.

—Voy a luchar por nosotros, Elena, te lo juro —la acerco a él y le dio un beso en la frente con ternura—. Voy a hacer lo que sea necesario para que pueda estar contigo y... Después nos iremos lejos si es que no lo pueden aceptar. Pero una cosa es segura, estaremos juntos.

Elena tembló y lo rodeó con los brazos. La culpa en su interior era inminente, pero el amor que sentía por Derek era mucho más grande que cualquier remordimiento que pudiera sentir. Lo amaba con desesperación y locura y ahora le importaba un comino todo. Poco interesaba si todos se oponían a ella, ya no le interesaba. Solo sabía de su amor por él y eso era lo más importante. Después de todo, creía que no estaban haciendo nada malo, solo se habían enamorado. Nada más.

—No me importa lo que pueda pasar, Derek, ya no —Elena lo miró con la fuerza de un volcán—. Solo promete que te quedaras conmigo. Promételo.

—Lo prometo —Derek se sentía rebosante de felicidad. Por fin Elena le había correspondido, pero comprendió que aún faltaba mucho por hacer para poder estar junto a ella; en ese momento lo vio como lo más fácil del mundo—. Ahora... es mejor que nos separemos, tal vez alguien nos vea.

Elena asintió y dejó de abrazarlo.

—De todos modos se tendrán que enterar y, aunque sea difícil, estaremos juntos en esto. ¿Verdad? —cuestionó Elena con las manos sudorosas. Pensó que lo más probable era que todos dejaran de hablarle y pasaran a odiarla, aunque ella les explicara sus razones. En ese momento no le interesó. Ni con todo el mundo en contra se detendría.

—Eso es seguro, Dios, Elena, te amo —no pudo contenerse y le robó un beso más, después se separó sonriendo—. Te veré adentro.

Elena asintió y Derek volvió a hacer el ademán de acercarse, mas Elena lo regañó con la mirada. Le encantaban sus arrebatos, la derretían. Lucía terriblemente atractivo y le fue un esfuerzo colosal rechazarlo, aunque era lo mejor. Ahora no era el momento de que todos se enteraran, se haría un alboroto.

—Compórtate.

—Trataré —le guiñó un ojo de esos magníficos pozos azules y comenzó a alejarse de ella.

Elena suspiró y dejó que Derek desapareciera de su vista para comenzar a caminar sin levantar sospechas. Sentía su corazón grande, como si hubiera crecido a causa de la felicidad que sentía, a pesar de todos los problemas que, con toda seguridad, su decisión acarrearía.

En su cabeza ya comenzaba a maquinar un plan. Derek pronto se estaría divorciando, mientras tanto, mantendría en secreto su relación y, cuando él estuviera libre y sin oposiciones, lo confesaría todo. Así recibiera el odio y la incomprensión de algunos, la recompensa sería una vida junto al único hombre que amaba y amaría, y eso era mucho más. Valía la pena el sacrificio. Respiró profundo y avanzó decidida.

Derek volvió al hospital ya que había olvidado la chaqueta al salir. Rodrigo, uno de sus compañeros de trabajo lo miró con detenimiento.

—Has estado extraño todo el día. ¿Sucede algo? —quiso saber el joven rubio con el que trabajaba.

Derek negó fingiendo indiferencia. Tomó la chaqueta de uno de los percheros que había en la recepción y volvió a dirigir su atención hacia su compañero.

—No, solo estoy un poco cansado.

El rubio asintió no muy convencido.

—Por cierto, tu amigo Mike pasó a buscarte —mencionó Rodrigo—. Te buscó por todo el hospital, pero no apareciste. ¿Saliste a algún lado?

Derek puso los ojos en blanco con fastidio. No le gustaba que su compañero fuera tan chismoso. Durante el tiempo libre se había escapado a recoger a Elena de la universidad para ir a dejarla a su departamento. Lo suyo por el momento era secreto y, por lo tanto, tenían mucho cuidado sobre el tema.

—Salí por un pendiente. Bueno, me voy. Me llamas si hay alguna emergencia —cortó la conversación antes de que volviera a abrir la boca.

Derek se metió en su auto y condujo hasta donde había acordado encontrarse con Elena.

Elena estaba sentada en una banca a dos cuadras del edificio, ya que no quería levantar ninguna sospecha y los chicos se extrañarían al ver a Derek cerca de ahí. La chica todavía no podía creer que de verdad estuviera haciendo eso, aunque su determinación ya estaba bien firme. Ya les había confesado la verdad a Manón y a Ian, a ellos les tenía una confianza inigualable; en cambio con Chloe no podría hacerlo, ya que Candice también era la amiga de la rubia. Para milagro de Elena, sus dos amigos no habían reaccionado como esperaba.

—Eso es...

—¿Absurdo? ¿Incomprensible? Ya lo sé, estoy traicionando a una de mis amigas. Me siento la peor persona del mundo pero al mismo tiempo...

—Elena, yo creo que tal vez ya no sientes a Candice como tu amiga, sino, no le harías algo como esto, te conozco. Y sinceramente me he dado cuenta de que ella ya no es la misma —destacó Ian.

Él nunca había tenido buena relación con la pelirroja, pero ahora parecía una persona diferente. Elena agachó la mirada, lo cierto es que ella también sentía a Candice distinta y, tal vez, por eso ya no le dolía tanto pensar en traicionarla, aunque aun así no tenía justificación.

—Yo no la conocí antes, pero de ella yo no me fío. Y en cambio Derek, si te dieras cuenta de la manera en que te mira... Ya te lo había dicho. Parecen imanes y su amor se nota incluso desde lejos —apoyó Manón.

Elena esbozó una mueca.

—Pero eso no es justificación para lo que quiero hacer; y eso, eso me mata por dentro. Aunque más, al pensar que en realidad no me importa el dolor que pueda causarle a Candice; Dios —se llevó las manos a la cabeza con desesperación—.

Ya perdí la cabeza. Y no saben cómo les agradezco que ustedes, al parecer, sigan aquí conmigo; cualquiera se apartaría.

Manón negó con la cabeza.

—Elena, este tiempo que te he conocido me he dado cuenta del tipo de persona que eres. Aunque así parezca, esto no es tu culpa. Simplemente así lo decidió el destino... Piensa en la forma en que se conocieron, es obvio que nacieron para estar juntos. Tú solo te enamoraste, Elena, no creo que por eso merezcas un castigo de muerte. Y, si soy sincera, no creo que Candice esté en verdad enamorada de Derek.

—Lo dicen porque son mis amigos; soy alguien horrible —susurró con rendición. Elena besó la madera de la mesa con la frente y deseó que las cosas fueran más sencillas. Deseó haber conocido a Derek antes que Candice. ¿Por qué en estas circunstancias se habían enamorado? ¿Por qué así? Si tan solo hubiera encontrado a Derek antes...

—Vamos, Elena, ustedes se aman; ese hombre está loco por ti, me di cuenta el día del campamento. Y que esté casado con Candice es una coincidencia horrible, pero piénsalo de otra manera. Tal vez esto es solo una prueba del destino, que sé yo...

Elena levantó la cabeza abruptamente.

—¿Destino?

Ian era muy creyente en que todos tenían la vida marcada. Elena prefería pensar que eran las desiciones de cada quien, quienes eran responsables del futuro, por lo que este mismo, podía cambiar cada segundo.

—Sí —se encogió de hombros escondiendo una sonrisa—. Pero deja de martillarte sola, las cosas no van a cambiar por muy culpable que te sientas. Y si todos se oponen a ti, nosotros no lo haremos. Soy tu mejor amigo, Elena, siempre estaré de tu lado.

Manón le dedicó una sonrisa.

—Sabía que esto pasaría, ustedes no pueden estar separados, se nota muchísimo. Y por Candice, lo siento, pero no siento ninguna pena. ¿Ya te dije que me cae mal?

Elena logró sentirse un poco mejor, mas aun así, esa sensación de culpa no se iba del todo. No entendía qué era, pero algo en su interior le decía que no tendría que sentirse culpable. Sacudió la cabeza. Derek la había vuelto loca, ya ni sabía qué pensar.

El coche de Derek apareció ante ella y salió de sus cavilaciones. Él bajó del auto rodeándolo para abrirle la puerta del copiloto. Elena no pudo evitar dejar salir un suspiro. Se veía increíblemente bien y, como siempre, lograba dejarla embobada con la boca seca. Derek tenía un increíble efecto en ella que no podía controlar. Se acercó a él con una sonrisa olvidando todo lo demás.

—Hola, bonita —saludó tomándola de la cintura con ansiedad.

Elena se sentía en un sueño, en una burbuja donde los problemas no tenían cabida. Así entre sus brazos, desearía sentirse siempre y estaba segura de que así sería pronto. Tenía que serlo.

—Nunca me has llamado así —susurró Elena entre sus labios.

Le encantaba sentir su fresco aliento en sus labios carnosos y también cómo sus brazos grandes la rodeaban. Se dio cuenta de que parecía un ovillo junto a él en realidad. Era alto e imponente.

—Comenzaré a hacerlo —contestó él presionando una vez más sus labios contra los de ella.

—¿Cuánto mides? —preguntó curiosa Elena alzando el mentón.

Derek sonrió con burla.

—Mmm me parece que un metro noventa... Algo así —Elena sonrió y quiso besarlo de nuevo. Se puso de puntillas, y ni siquiera así podía alcanzar sus labios. Necesitaba que él encorvará su espalda. Derek soltó una risita y con sorpresa la tomó de la cintura para depositarla sobre el capó del coche. Elena rodeó con sus piernas la cintura de Derek y lo atrajo hacia ella tomándolo del cabello de la nuca. Lo besó con desesperación.

Él rio entre dientes cuando pudo separarse de Elena; ambos estaban con las respiraciones agitadas. La enloquecía por completo, era increíble lo que sentía por ese hombre. Derek acarició la mejilla de Elena, que se había calentado por la vergüenza. Elena no deseaba dejarse llevar de esa manera con él; la culpa aún la carcomía pero, aun así, lo deseaba con desenfreno. Hacía meses nunca hubiera imaginado estar en esa situación. Se sentía otra persona.

—Mmm... No sabes cómo te deseo, Elena —admitió Derek en el lóbulo de su oreja.

Elena sonrió encantada por lo que provocaba en él—. Aunque ahora mismo, será mejor que mantenga mis manos alejadas de ti.

Los dos se echaron a reír y subieron al Mercedes de Derek. Decidieron ir a ver una película, aunque esa ocasión fue diferente a la primera vez. Ahora ya no tenían miedo de demostrar lo que sentían. Elena era consciente del tamaño de su decisión y de lo que estaba haciendo, sin embargo, a su lado, poco importaban las consecuencias. Era mágico y por su felicidad, pagaría cualquier precio.

Se apagaron las luces de la sala y Elena volvió a tener esa sensación de cosquilleo en el cuerpo, al tener tan cerca a Derek en medio de la oscuridad; ponía a mil sus hormonas. Se mordió el labio esperando controlar el loco impulso de besarlo y siguió mirando la pantalla. Se atrevió a espiarlo por debajo de las pestañas y, con una sonrisa, comprobó que Derek estaba igual o peor que ella. De pronto, sin previo aviso sintió el brazo de Derek rodearle los hombros para después buscar sus labios. Elena encantada le correspondió, aunque tenerlo así aún no era suficiente.

Su cuerpo se relajó finalmente cuando la película terminó. Saliendo de la plaza, Derek volvió a pasar el brazo por su cintura marcando su territorio. Le encantaba tenerla cerca. Una sonrisa pintó los labios de Elena durante todo el trayecto. Se sentía justamente donde quería estar, nada importaba a su lado, tan solo existían ellos dos. También comprendió que él era mucho más que el amor de su vida, también era su mejor amigo y la persona con la que más se sentía segura. Llegaron hasta un parque y se sentaron en una de las bancas.

Derek pasó un mechón de cabello rebelde de Elena acomodándolo por detrás de su oreja, mientras la otra mano la sostenía de la cintura. Elena estaba sentada en las piernas de Derek, había acomodado su cabeza en su pecho duro y podía percibir su respiración tranquila y acompasada. Se sentía feliz.

—Todavía pienso que esto es un sueño —susurró Derek rompiendo el silencio. Elena alzó el mentón y miró su rostro, donde su quijada firme la llamaba a acariciarlo. Tenía las facciones relajadas, aunque con los ojos ligeramente temerosos—. Gracias por hacer esto Elena, pensé que no podrías hacer una elección.

Elena bajó la mirada y tragó saliva.

—No voy a mentir que no me duele hacer esto, pero... Te amo demasiado y eso provoca que no me importe nada —Elena se relamió los labios con nerviosismo—. Yo tampoco imaginé... que yo pudiera...

El remordimiento la quemaba por dentro, y más le dolía saber que no haría nada por alejarse de Derek, que era lo que debería hacer. Lo que la Elena sensata haría. Él acarició su mejilla con suavidad.

—Para mí también es difícil; Candice es una gran amiga y me duele hacerle esto, en realidad, no lo merece. Pero... Le haríamos más daño al estar mintiéndole, Elena, y aunque duela, así son las cosas. Estoy seguro; no me importaría ganarme el odio de quien fuera, con tal de tenerte a mi lado.

Derek miró los ojos café de la muchacha con admiración.

—Te amo, Elena y se que tú también me amas. Soy consciente de lo que provocaremos con esto pero... no estoy dispuesto a renunciar a ti por nadie. Eres lo más maravilloso que me ha pasado en la vida y... aunque sea difícil, lo vamos a lograr. Por ti, estoy dispuesto a todo.

—Jamás me perdonará —dijo Elena afligida.

Una parte de ella quería mandar a volar todo, pero en cuanto pensaba en esa opción, todo su cuerpo y sus sentimientos reaccionaban. Prefería mil veces hacerle daño a Candice que alejarse de Derek para siempre. Se sentía miserable.

—Soy una persona horrible, ¿verdad? El que...

—Elena, no voy a dejar que cargues con toda la culpa. También no me querrá ver a mí, pero entiende que es lo mejor. No soportaría que te alejaras de mí y tampoco podría estar con una mujer que no amo. Si pudiera hacer algo para evitar que ella sufra, lo haría, pero...

—Es inevitable..., Dios, qué me has hecho —musitó Elena tomándole el rostro sin despegar sus miradas—. Tienes que saber que... siempre te elegiré a ti, por sobre todo. Y no me importa lo que pueda pasar si tú estás a mi lado. Derek, esto es una locura pero aun así... estoy dispuesta a cometerla, por nosotros.

Derek apretó los dientes. Odiaba ver sufrir a Elena por su culpa. Ella tendría que dejar parte de su vida a causa de él, y aquello lo hacía sentir impotente. Pero incluso así, preferiría que pasara todo eso para tenerla a su lado. Era egoísta, mas no podía evitarlo.

—Es mi culpa —dijo con un hilo de voz. Elena lo miró confundida—. Debería alejarme de aquí y así no tendrías que elegir entre tus amigos y yo... Elena, y si esto no funciona...

Elena negó desesperada y deseó borrar la mirada ausente de Derek.

—Derek, no importa de quien se la culpa. Nuestro amor creció y eso no podemos cambiarlo. Y los dos sabemos que esto es más fuerte que cualquier cosa y solo por esa razón, debemos luchar. Porque si no te amara demasiado, no estaría haciendo algo como esto...

Derek no la dejó terminar y se lanzó a devorar sus labios. Elena se acomodó a horcajadas sobre él y después lo besó ansiosa, con desenfreno. Derek pasó una de sus manos por la cintura de Elena, mientras la otra sostenía su cabeza acercándola más a él. Al parecer no tenía suficiente, el muchacho quería recorrer cada centímetro de su piel.

Elena sabía que haberlo elegido acarrearía dolor aunque también, en cuanto probó sus besos, supo que no podría vivir más sin estos. Elena se separó un poco para recuperar aire, pero aun así, Derek no separaba los labios de la piel de su cuello que enviaba escalofríos por su cuerpo. Elena no pudo evitar soltar un respiro.

—Derek... Estamos en un parque —rio Elena tratando de separarse de él.

Derek sonrió y la besó una vez más antes de soltarla. Elena aprovechó para bajar de sus piernas y sentarse a su lado.

—Tendrás que recordármelo seguido, lo siento. Pero cuando te beso, haces que pierda la razón —se disculpó él conteniendo las ganas de volver a besarla. No quería que ella pensara que un demente posesivo.

Elena sonrió de placer al escuchar esas palabras.

—Y tú haces que no pueda dejar de ruborizarme.

Más tarde, Derek estacionó el auto a una cuadra del edificio de su chica. Aún no querían que todos se enteraran. Elena comenzó a abrir la puerta después de darle un beso de despedida, cuando Derek la tomó del brazo.

—Espera... —La miró con seguridad—. Mañana mismo le pediré el divorcio a Candice, no quiero que pienses que estoy demorando por no estar seguro de esto.

Elena negó.

—Derek, claro que no dudo de ti, puedes tomarte el tiempo que...

—No, será mañana. Cuanto más rápido sea, mejor para todos —decidió. Elena asintió con un poco de miedo, no sabía si estaba preparada para ver sufrir a su amiga tan pronto. Tragó saliva.

—Y, Elena, desde... desde que apareciste en mi vida, jamás he vuelto a dormir con Candice.

Elena soltó el aire de golpe y se preguntó si de verdad quería saber eso. Era obvio que Derek y Candice ya habían tenido intimidad, pero aun así imaginarlo besando a Candice, tocándola... la hacia enloquecer de celos.

—No era necesario que me lo dijeras —contestó Elena desviando la vista.

Escuchó que Derek soltó un suspiro tendido. Él tomó su barbilla obligándola a mirarlo.

—Elena, no tienes por qué estar celosa. ¿Sabes algo? Aún no he hecho nada contigo y solo con besarte me haces sentir mucho más... de lo que podría sentir acostándome con cualquier otra mujer, eso es seguro —Elena sintió todo su cuello y su rostro de un rojo intenso.

Ella se moría por tocarlo, pero no quería ir demasiado rápido. También tenía miedo, por alguna razón. Tal vez se sintiera más decidida cuando Derek estuviera ya divorciado.

—Hmmm... Bueno, tengo que hacer muchas cosas —soltó Elena tratando de cortar la incómoda conversación.

Derek esbozó una sonrisa torcida y bajó del coche, lo rodeó caminando hasta abrirle la puerta a Elena.

—Disculpa si te hice sentir incomoda, solo... Tenía que decirlo, no tienes idea de lo que provocas en mí —susurró él entre sus labios.

Inmediatamente sintió como Elena jalaba de su cabello para acercarlo más. Tuvo que hacer uso de toda su fuerza de autocontrol para no perder los estribos, como le pasaba cada vez que la besaba.

—Sí, mejor me iré. Yo tampoco puedo presumir demasiado de mi autocontrol —sonrió divertida Elena.

Derek volvió a besarla por última vez antes de que volviera a soltarla. Miró cómo se alejaba con el corazón palpitando fuerte dentro de su pecho. La amaba como un demonio y, en ese preciso momento, se juró a sí mismo que Elena estaría a su lado para siempre.

—Al parecer no eres muy buena para él, Candice —se burló Thomas—. Te dije que te ibas a arrepentir de acostarte conmigo cuando yo estaba con tu amiga, pero claro. ¿Te gusta lo ajeno, no?

—¡Cállate! —se levantó furiosa Candice del sofá. Rosy la detuvo sujetándole el brazo—. Te recuerdo que tú fuiste el que me buscaste.

—Sí, y eso qué tú fuiste la ofrecida —se carcajeó el hombre.

Candice apretó los puños. Deseaba arrancarle la cabeza. No te importó hacerle eso a tu amiga; si supieran la clase de mujer que eres...

—Cierra la boca o te vas a arrepentir.

Thomas la miró divertido.

—¿Y qué me harás? Tú fuiste la culpable de que terminara con Elena; descubrió que la engañaba, aunque para tu suerte, no supo nunca que fuiste tú...

—Puedo hundirte si quiero, recuerda que ya soy muy poderosa.

—¿Que ya estás con mi primo? Eso se va a acabar, ve bien las fotografías. Te ha olvidado, ahora está enamorado de...

—No lo digas.

Thomas dio una carcajada.

—Es increíble, las vueltas que da la vida y ahora vas a pagar lo que le hiciste, Candice, y mira, con lo que más te duele.

—No seas idiota, si piensas que esa se va a salir con la suya, es que no me conoces... —espetó Candice con odio.

—¿Y qué harás?

—Le diré que el hijo que espero de ti, es suyo. Derek no podrá dudar, ya que nos estuvimos acostando antes de llegar a Detroit y, por supuesto, lo haré elegir entre su hijo o esa tonta.

Thomas se cruzó de brazos divertido. Por esa razón había venido a hablar con Candice después de haber descubierto a Elena y a Derek besándose en la fiesta.

—Y si le digo la verdad a Derek, no quieres eso verdad.

—Por eso quiero hacer un trato contigo, te ayudaré en lo que quieras a cambio de que guardes la verdad.

—¿Qué me darás?

Candice sonrío con suficiencia.

—Creía haber escuchado que estabas en fuertes deudas...

Thomas se acercó interesado.

—Bueno, al menos ganaré algo. Será divertido cómo tratarás de arreglar todo esto para recuperar a mi querido primo.

—¿Es confiable, Candice? —interfirió Rosy mirando con desconfianza a Thomas.

Candice la volteó a ver con una sonrisa.

—Thomas hace cualquier cosa por sus propios intereses —se volvió de nuevo hacia él—. Y sé que también quieres venganza por no tener todo lo que tiene tu primo. ¿Es un buen trato, no? Yo gano, tú ganas.

—¿De cuánta cantidad estamos hablando? —preguntó Thomas cada vez más divertido.

Candice le enseñó una cifra en un pedazo de papel. El chico abrió los ojos con sorpresa.

—Entonces, será un gusto trabajar contigo, además que... existe la posibilidad de recuperar a Elena, si tú te quedas con mi primo.

—No me importa lo que hagas con ella después.

Thomas asintió.

—Eres mala, Candice.

—Y una cosa. No te atrevas a traicionarme, sabes de lo que soy capaz.

Candice ahora se sentía poderosa gracias a la ayuda también de Rosy, que tenía todo el poder de su esposo a su disposición.

—Ten por seguro que no. Tampoco dejaré que el miserable de Derek se quede con mi estrellita. Me parece bastante justo. Tú lo recuperas, yo la recupero y además gano esto —alzó el pequeño papel donde estaba escrita la cantidad de dinero.

Candice sonrió apretando los puños.

—Elena no sabe con quién se ha metido. Lamentará todo esto, juró que lo hará. Tanto, que deseará nunca haberme conocido —terminó de decir la pelirroja.