Capítulo Doce

 

Brie parpadeó ante lo que Katie sostenía para ella: Un par de llaves con el logotipo de Insignia. Miró de vuelta a su amiga, sintiéndose terriblemente confundida.

—¿Qué es eso?

—Unas llaves. —Puso los ojos en blanco.

—Es decir, ¿p-por qué? ¿Por qué… él me mandó esto?, ¿se fue? O… ¡no pienso volver con él! Si eso es lo que pretende enviándome esto…

—No te alebrestes, Brie. Jared ya no está en ese lugar, se fue.

—¿A dónde? —preguntó al tiempo que sentía un pinchazo de dolor. ¿Se habría ido a vivir con Zoey?

—No lo sé, pero me dijo que no quiere que vivas con Hank. Realmente ha jodido mucho con que te dé esto, quiere que estés a salvo. Me dijo que no volverá por allá, solo quiere que no vivas con tu padrastro —comentó Katie, pero Brie no podía dejar de imaginárselo viviendo ya con esa mujer.

—Si necesito irme de mi casa, prefiero irme con Zack antes que con él. —Katie bufó.

—¿Qué has pensado respecto a que te vea con el insolente?

—Nada, no tengo por qué darle explicaciones.

—Creo que estás tentando mucho tu suerte. ¿No dijiste que le pagó a Hank para comprarte? ¿Qué tal que un día cumple sus promesas? Sabes que puede hacerlo, denunciar a tus papás o algo mucho peor. —La joven mordió su labio.

—¿Tú crees?

—No lo sé, solo estoy suponiendo.

—Bueno… —Tomó las llaves—. Pero solo me iré en caso de que sea necesario, de momento Hank solo se ha dedicado a mirarme con odio y gritonearme a veces. Quiero disfrutar de mi mamá todo el tiempo que pueda… antes de… ya sabes. —Ni siquiera pudo seguir, un nudo se había formado ya en su garganta como un alambre de púas doloroso.

—Tómalo con calma, amiga. —Katie se sentó a su lado y le pasó un brazo por los hombros—. Ya no llores, le puede hacer daño al bebé.

—Ni que lo digas, Brie últimamente ha pasado por demasiado estrés. —Matt llegó hasta donde estaban, Katie le sonrió cálidamente mientras Brie se limpiaba las lágrimas.

—Me alegra verlos juntos.

—Así que digas tú que estamos juntos… —empezó Matt, pero Katie lo interrumpió.

—Nos estamos conociendo apenas, ahora déjanos ayudarte, ¿está bien? —Brie asintió devolviéndoles la sonrisa y limpiando sus lágrimas.

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Los días continuaron su curso, Natalie se veía débil y cada vez más enferma. Hank cada día se presentaba menos, quizás perdiendo todo el tiempo y dinero en el Cooper's, de cualquier manera, en cuanto la joven escuchaba la vieja Volkswagen, corría a su habitación donde se encerraba a pensar que tampoco había noticias de… él.

No que quisiera saber algo.

Es solo que, por alguna loca razón, cada vez que estaba en su habitación le parecía percibir su aroma, desde que estaba embarazada sentía como si pudiera oler más los aromas, y sin duda, podía olisquear el de él, como si de alguna manera hubiese estado ahí. Lo que definitivamente la estaba convirtiendo en una loca. En la escuela iba bien en sus notas, justo ahora estaba escuchando en Literatura sobre el amor imposible de Romeo y Julieta. Quizás por eso, inconscientemente dibujaba corazones rotos al final del cuaderno, quizás por eso estaba fantaseando con él… otra vez. «Vaya idiota», le gritó furiosa su voz interna.

Furibunda consigo misma, se dijo que ya no quería escuchar la clase, arrancó la hoja y sin poder soportarlo más se levantó para ir al baño. Una vez ahí, Brie salpicó su rostro con agua fresca a pesar de que hacía demasiado frío, agradeciendo inmediatamente la sensación en su calentada piel. El cabello largo y rizado se coló frente a sus hombros mientras intentaba acomodárselo. La calefacción en el salón de clases le parecía sofocante y sentía bochornos. Las risas estruendosas en el salón, los gritos, la insistencia de Jordan… de pronto todo aquello la tenía abrumada.

Además, Dios, cada vez se sentía más pesada y adormilada. Suspirando, miró hacia abajo, donde pudo ver su vientre ligeramente sobresaliente, asustada se abotonó rápidamente el gastado abrigo naranja. Sabía que nadie sospechaba de su embarazo, no se podía saber a menos que tuviera tontos descuidos como éste. Dio la media vuelta dispuesta a volver al salón cuando el rechinido de la puerta al abrirse dio paso a dos sombras familiares, haciéndola detenerse en seco.

—Aquí está —canturreó Madison, su sonrisa por alguna extraña razón le pareció turbia y escalofriante.

—Te lo dije. —Evelyn venía tras ella, su risa maliciosa solo empeoró el panorama en donde, repentinamente, Brie se encontraba acorralada. Miró hacia la derecha solo para comprobar que estaba sola en el tocador.

—¿Q-Qué necesitan? —preguntó, odiando el tono vulnerable en el que se escuchó su voz.

—Que desaparezcas, ¿qué acaso no te lo pedí por las buenas? Te hubieras quedado en el puto infierno de Los Ángeles.

Madison se acercó un poco más hacia ella, su diminuta falda de porrista ondeando exageradamente por el movimiento de caderas. Evelyn se recargó contra la puerta del baño bloqueando así cualquier intento por escapar que hubiera cruzado su mente.

—Vamos, ya déjense de esto, el semestre está por terminar…

—Exacto, el baile está cada vez más cerca y Jordan no me ha pedido que sea su pareja. Pero no tiene caso que te lo explique, ¿verdad? Tú sabes mejor que nadie por qué no lo ha hecho. Dios, ahora Brie sabía por qué no le gustaba hacer amigos en la escuela, siempre hacían un drama y se morían por nada, haciendo de todo una confusión—. Porque se la vive pidiéndotelo a ti, perra ofrecida.

—Eso no es cierto, además no aceptaré…

Brie retrocedió ligeramente, el aroma de Madison la golpeaba con fuerza, era demasiado dulce y empalagoso, haciendo cosquillas en su nariz y estragos en su estómago. El que Jordan Sanders, mariscal y conquistador del instituto, estuviera malditamente encaprichado con ella le había resultado curioso, incluso halagador al principio. Claramente debió dejarlo de lado, ignorarlo como al resto del mundo y alejarse de él cuando pudo.

Tan distraída en pensamientos como estaba, no vio venir la bofetada que le cruzó violentamente la mejilla. Aún estaba medio atontada y sorprendida cuando la rubia literalmente se abalanzó contra ella provocando que su espalda chocara dolorosamente contra los lavamanos, inmediatamente después le enterró las uñas en los brazos, en las manos, en cualquier parte que Brie intentaba cubrirse. Madison no paraba, incluso comenzó a tirar de su cabello con la intención de tumbarla al suelo.

Protegiéndose únicamente el vientre, Brie estaba aterrada, pero no por el daño que le estaban haciendo a ella, y mientras sentía la piel desgarrarse entre las malditas garras de esa mujer, mientras escuchaba la risa escandalosa de Evelyn, o sentía el cuero cabelludo desprenderse de su cabeza, solo podía pensar en una cosa, una cosa que complicaría de nuevo su vida. No tenía otra opción.

—Suéltame, por favor —gimió, sacudiéndose con violencia.

—¡Defiéndete, perra! —Otra fuerte bofetada—. Te dejaré irreconocible, no solo Jordan dejará de verte, ¡te desfiguraré para que nunca nadie te vuelva a mirar!

—¡Estoy embarazada! ¡Suéltame! —rugió, empujándola ahora con todas sus fuerzas.

Los gritos y las risas cesaron, solo quedó la respiración jadeante de ambas. Los ojos azules de Madison estaban dilatados mientras la veía de forma incrédula.

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—Niño problemático, hay algo que tengo que decirte.

Jared se permitió una media sonrisa otra vez al ver a la enana. Nunca pensó que aquello de la amistad fuera cierto, le parecía un mito, un cuento inventado por gente necesitada de compañía. Pero ahora, mientras veía sus curvas balancearse de un lado a otro, su pequeña falda o su cabello desordenado, realmente no pensó en otra cosa que… amistad.

O si no amistad, al menos era una tregua.

—¿Qué tienes que decirme? ¿Ya le diste las putas llaves? —Katie se soltó riendo.

—Eres tan fino. Sí, ya se las di. —Jared iba a abrir la boca para preguntar algo, pero Katie elevó una mano deteniéndolo—. Y antes de que te pongas como energúmeno, te advierto que no se irá a vivir allá hasta que lo considere necesario.

—¿Por qué mierda es tan testaruda? ¿Qué es lo que quiere?, ¿que la lleve a rastras?, ¿que la obligue?

—Quiere estar con su mamá, entiéndela. Natalie tiene cáncer, no sabemos cuánto le quede de vida, le doy la razón en ese aspecto. Solo quiere tenerla todo el tiempo posible.

Jared se pasó nerviosamente una mano por el cabello.

—Mierda, no lo sabía.

—Te dije que no la conocías. —Y por alguna razón, aquella aseveración lo emputó.

—¿Y cómo se supone que la conozca si se la vive mintiendo? —Katie suspiró.

—Quizás deberían ustedes dos sentarse a platicar, las cosas no son como crees…

—Te tengo noticias de última hora, enana. ¡No sirvió de nada! Ella me dijo que se embarazó para salir de aquí, fin de la puta discusión. Si eso resulta no ser cierto, solo sería una mentira más a su colección, así que prefiero no hablar. —La joven suspiró.

—Tienes un temperamento muy explosivo, si te comportas así con Brielle, no me extraña que saliera corriendo lejos de ti. —Jared desvió la mirada al tiempo que abría y cerraba los puños—. ¿Nunca has pensado en salirte de las peleas? Aquí todo es tan… bestial. Todos se comportan como si fueran unos gladiadores, es absurdo.

—Sé que te resulta difícil de comprender —suspiró mientras la miraba—, pero aunque no lo creas, para mí la violencia ya no es jodidamente nada. Eso pasa cuando se crece viviéndola día a día. Sé que como tú, muchas personas piensan que no tengo sentimientos, que no valoro la vida.

—¿Y lo haces? Porque cuando te veo peleando, parece que ves a tus adversarios como comida rápida y te estuvieras muriendo de hambre.

—¿Me has visto peleando? —preguntó extrañado, Katie se tensó al parecer por ser descubierta.

—Un par de veces. —Se encogió de hombros restándole importancia—. Es por eso que no entiendo tu estilo de vida.

—No, lo que no entiendes es que pelear le da un sentido muy fuerte a mi realidad. No es un estilo de vida. Y ya que soy incapaz de soñar, me enfoco en esto. —Estiró los brazos abarcando el espacio—. Es parte de la naturaleza, o al menos de mi naturaleza.

—Pero es violento —insistió.

—No desde mi punto de vista. —Katie suspiró.

—Al menos haces lo que te gusta —farfulló.

—¿Qué tú no?

—Pues me gusta bailar, pero… —Se ruborizó—. Odio prostituirme —confesó, asombrada incluso de haberlo expresado en voz alta, al instante se arrepintió y miró a Jared horrorizada. No iba a soportar una mirada de lástima, pero lo que encontró ahí no fue eso, fue absoluta comprensión, sin embargo, no lo dejaría abordar este tema. Irguiendo rápidamente sus paredes, preguntó otra cosa—: ¿Y qué has pensado de Zoey?, ¿seguirás con ella?

—Eso no te importa —refunfuñó, un tanto desconcertado por el cambio de tema. Nervioso, tomó una gran bocanada de aire antes de sacar un cigarrillo, lo encendió dando una fuerte calada en cuanto estuvo en sus labios—. Pero ya que estamos en confianzas, ¿estás saliendo con ese rubio de mierda?, ¿el que trabajaba en la cafetería?

—Matt.

—Ese cabrón. —Soltó lentamente el humo a través de sus labios

—Sí. ¿A qué viene eso?

—¿Alguna vez fue novio… de Brie? —Katie lo miró confundida.

—¿Cómo se te ocurre? —chilló, golpeando el suelo con uno de sus impresionantes tacones de plataforma.

—Por la cercanía que tenían cuando los conocí… Yo…

—¿Acaso estás… celoso? —preguntó con una estúpida sonrisilla.

—Limítate a malditamente contestar.

—¿Eres todo un mandón, a que sí? —El joven la miró estoico, Katie bufó—. Nunca han sido más que buenos amigos, Brie es muy dulce, ¿quién no querría ser su amigo? —Jared puso los ojos en blanco—. Claro, todos menos tú.

—No me interesa ser su puñetero amigo.

—Eso es porque lo que te interesa es ser algo más —insinuó, dando unas ridículas piruetas, como si estuvieran en el colegio.

—Ya deja de joder. —Inesperadamente, le puso una enorme mano en la cabeza y le alborotó el cabello. Ella dejó de bailar y lo miró de forma indescifrable.

—Eres todo un estuche de monerías, Jared. No eres tan frío como aparentas.

—Cuando quieras puedo putear a tu noviecito para que vuelvas a odiarme —comentó con una arrogante sonrisa para después darse la vuelta y dejarla sola. Sin embargo, sostuvo la estúpida sonrisa incluso mientras escuchaba los gritos indignados que Katie le aullaba a lo lejos.

—¡Seguro vas a buscarla a la escuela! ¡Eres un puto loco y un acosador! —gritaba irritada a su espalda, Jared elevó la mano mientras caminaba, pero no para despedirse, sino que le mostró el dedo corazón. Síp, era un puto acosador y su mente estaba ya en ese colegio.

—Te espero en la noche en las bodegas, te encantará verme pelear —gritó sobre su hombro.

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—Está mintiendo… —susurró Evelyn—, solo quiere que le tengamos lástima, termina con esto de una vez, Madison.

La rubia cambió su expresión aturdida por su habitual sonrisa de suficiencia, varios mechones se escaparon de su coleta mientras avanzaba hacia ella. Entonces Brie supo que la pelea no había terminado y que seguirían atacándola, así que con manos temblorosas y los ojos llenos de lágrimas, se desabrochó el gastado abrigo naranja.

Su pequeño pero bien formado vientre quedó a la vista de ambas mujeres, y mientras Madison retrocedía como si estuviera viendo al anticristo, Brie frotó con delicadeza su pancita de la que estaba tan orgullosa, prometiéndole a su bebé en silencio que esto no volvería a pasar.

—¿D-De quién estás embarazada? —jadeó la rubia.

—Te aseguro que no es de Tyler, ni de Jordan, ni siquiera está en esta maldita escuela. —Su voz era entrecortada al igual que su respiración—. No estoy desesperada por salir con nadie, ¡nunca! No me interesa ningún hombre de aquí, ni siquiera del mundo. —Comenzó a abotonar su abrigo—. Ya tuve suficiente con uno.

Brielle las miró de forma contúndete dejando a las porristas de piedra, mirándose una a la otra de forma desconcertada. El corazón de Brie estaba tronando ahora contra sus oídos, incluso los objetos ahí presentes comenzaron a verse borrosos, además detestaba la forma en la que las lágrimas furiosas no dejaban de correr por sus mejillas. Por un momento hasta deseó haber devuelto bofetadas, al menos le hubiera gustado no estar llorando.

—Eso te pasa por puta, lo tienes bien merecido —aseguró Madison rompiendo el tenso silencio, sacudiendo las inexistentes arrugas de su falda, una sonrisa cruel llena de suficiencia se dibujó en su rostro—. Ahora, solo te resta explicárselo a Jordan y a toda la escuela antes de que lo hagamos nosotras. —Evelyn de nuevo se soltó riendo antes de darse la vuelta.

La castaña se tambaleó ligeramente al quedarse sola. Como pudo, salió a trompicones de aquel lugar y se dispuso a ir a hacia su refugio detrás del colegio, bajo la sombra de un gran árbol. Solo que, para variar, en Las Vegas el calor era incendiario en el verano, pero el frío demasiado cruel en el invierno, justo como ahora. Suspirando, caminó rápidamente hasta un par de árboles, y aunque estaba demasiado helado, no le importó.

Cuando su celular comenzó a sonar, lo miró con manos temblorosas, era Zack, pero no podía contestarle, si lo hacía seguro su voz la traicionaría diciéndole a su amigo que algo malo había pasado, por lo que puso el celular en silencio. Lo llamaría después cuando se calmase, respirando entrecortadamente, intentó doblar las piernas contra su pecho y abrazarse, pero ya no podía, su vientre se lo impedía. Así que estiró las piernas mientras veía las montañas tratando de tranquilizarse, sorbiendo su nariz miró hacia la izquierda, donde estaba el estacionamiento y… su corazón comenzó a latir deprisa. De nuevo esa sensación de sentirse acechada la invadió. Ahí, en las profundidades del bosque ensombrecido, pudo distinguir una sombra oscura.

Asustada, se levantó de inmediato, temerosa a que fuera algún matón enviado por Spencer y se metió casi corriendo a clases. El resto del día le pareció un borrón, como aquella vez que había sido drogada y, cuando menos pensó, era hora de salida. A esas alturas el rumor estaba expandiéndose como el maldito cáncer por las paredes del colegio, algunas personas comenzaban a mirarla diferente, cuchicheando al verla, ni siquiera quiso pensar en lo que le esperaría al día siguiente.

En el estacionamiento el frío era increíblemente peor, más intenso. ¿O era ella? Suspirando, miró hacia el bosque, no había ninguna sombra, ningún indicio de algún loco enviado por Spencer, se estaba acomodando el gorro de su chaqueta cuando alguien la sujetó del brazo, haciéndola gritar terriblemente asustada.

—Dios mío, Brie, solo soy yo. —La joven parpadeó quitándose el gorro antes de abrazarlo fuertemente por la cintura.

—Gracias por venir, Zack.

El aludido se sorprendió ante la inesperada reacción. Un escalofrío lo recorrió por entero mientras la estrechaba entre sus brazos, deseaba cuidar de ella, protegerla. Su amiga era pequeña y delicada, pero siempre tenía un semblante fuerte y alegre, así que verla triste y hasta asustada lo estaba volviendo loco.

—Te marqué pero no contestabas, y decidí venir por ti… —soltó angustiado desde las alturas. Dios, era tan alto. La castaña a duras penas le llegaba a la altura del pecho. Zack la miró fijamente, luego entrecerró los ojos—. ¿Qué te pasó?

Solo hasta ese momento, Brie recordó que hoy había pasado por demasiadas cosas… como la pelea en el baño. Bajó la mirada mordiendo su labio.

—No es nada, solo una tontería.

—¡Y una mierda! —rugió furioso, sujetándole el mentón para que lo observara—. ¿Quién jodidos te golpeó?

—Por favor. —Con las manos aún temblorosas sujetó las de su amigo—. No me preguntes qué pasó, no volverá a ocurrir.

—¿Fue ese padrastro que tienes? —La joven sacudió la cabeza.

—No, no fue él. ¿Podemos irnos?

Zack se encontraba furioso al tiempo que pisaba con fuerza el acelerador, haciendo que salieran proyectados por la carretera dejando atrás el colegio. Mientras su amigo manejaba a toda velocidad con el gesto visiblemente crispado y todos esos músculos tensos, Brie no sintió miedo ni tampoco ganas de seguir llorando, con un fuerte suspiro estiró la mano y la puso sobre la palanca de velocidades, justo sobre la de Zack.

—Gracias por todo, nunca voy a terminar de agradecer todo lo que haces por mí.

—Como salvador, creo que me estoy volviendo todo un profesional —canturreó con voz un poco más ligera, devolviéndole el apretón en la mano.

Brie suspiró al observar sus manos unidas. Pensó que al tocarlo no fue eléctrico, sino suave y cálido. Todo en Zack era cálido. Hasta su piel.

—Tienes razón, eres muy bueno sacándome de apuros —murmuró con una sonrisa que no llegó a sus ojos.

—¿Quién te hizo eso, Brie? —preguntó retomando el tema.

—¿Podemos no hablar de ello en estos momentos? —Intentó soltarle la mano, pero el joven la sujetó impidiéndoselo.

Zack volvió a mirar hacia el frente. No quería arriesgarse a que Brie se enfadara, la joven ya tenía demasiados problemas como para seguir atormentándola, pero simplemente no podía dejar pasar esto. Así que con mucho cuidado comenzó a trazar círculos en su palma con el pulgar para intentar reconfortarla.

—Podemos, pero insistiré hasta el fin de los tiempos. —La castaña suspiró mirando fijamente por la ventana, pasaron algunos minutos en los que pensó que no le diría nada hasta que balbuceó:

—Fue en la escuela, unas chicas me atacaron porque piensan que les quiero robar a sus novios.

—¿Y te defendiste? —Brie negó mientras se mordía el labio—. ¿Por qué no?

—Porque no soy como ellas, la violencia ya de por sí solo genera más violencia. Además, no quería ponerme a su nivel y hacer de adolescente embarazada hormonalmente enfurecida. —Se estremeció—. Sin embargo, no puedo dejar de asombrarme de que la gente sea tan desagradable, de que realmente exista el bullying.

—Y esa práctica solo termina poniendo un alto, debiste devolver un par de golpes.

—¿Por qué debería ser como ellas? Quiero creer que el silencio puede hacer más daño que los golpes… ¿no crees? Pienso que de esa forma quizás se darán cuenta de lo brutales y despiadadas que están siendo si logran escucharse a sí mismas.

—Eres muy noble —suspiró Zack negando con la cabeza—. Ya sabes que yo lo resolvería en un ring, pero supongo que me veo como un hombre de las cavernas.

—Es diferente —comentó ella encogiéndose de hombros.

—Eso sí, quizás si fuera chica también estaría angustiada, eres malditamente hermosa. Toda una digna rival para un baile de graduación. —Brie se ruborizó mientras sonreía—. Ya en serio, si vuelvo a ver esto…

—Las matarás —sentenció Brie, poniendo los ojos en blanco al recordarlo a… él.

—Pensaba molestarlas o acusarlas con el director, pero si eso quieres… —Ella por fin sonrió mientras negaba con la cabeza—. Y… ¿a dónde quieres que te lleve? ¿Al infinito y más allá? —Volvió a sonreír ante la estupidez que acaba de decir Zack, y por alguna razón, siguió riéndose y riéndose como demente.

Y mientras lo hacía, sentía cómo se transformaba en otra versión de ella misma, esa que afloraba cuando estaba con Zack. Se sentía como la adolescente que era, joven y hasta irresponsable. Alguien que haría algo realmente estúpido, como ir a lanzar huevos contra la casa de Madison, o fingir que iba a atropellar a Evelyn y girar en el último momento, claro, todas esas cosas sugeridas por Zack.

—¿Me vas a decir por qué la risa de histérica? —preguntó, sin poder ocultar su propia sonrisa.

—Solo estoy feliz, ¡qué bien se siente ser libre! Llévame a donde sea.

—Entonces espero que te gusten las cosas dulces, compré helado. Lamento que quizás hoy no podamos pasar mucho tiempo en casa… quedé de ir con los chicos a las bodegas.

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En cuanto llegó al Cooper's, Jared empujó a todo pendejo que se atravesaba en su camino mientras daba largas y grandes zancadas hacia el camerino de Katie, respiraba pesadamente y por sus ojos literalmente lanzaba hielo. Sus botas hacían el suficiente ruido mientras caminaba como para espantar a todo mundo.

—¡Katie! —rugió con la voz ronca. La aludida dio un respingo, se encontraba sentada frente a su tocador y estaba aplicándose maquillaje.

—¡Mierda, Jared! —Se llevó una mano al pecho, como si de esa forma pudiera controlar los latidos de su corazón—. ¿Qué te pasa?, ¿por qué rayos entras así?

—Brie —susurró con la voz jodidamente ronca. Katie palideció un poco abriendo mucho los ojos.

—¿Q-Qué le pasa?

—Estaba llorando, estaba malditamente triste hoy en el colegio. ¿Qué mierda le pasó? ¿Qué le hicieron? ¿Fue Hank? Seguro fue ese bastardo. —Se pasó una mano nerviosa por el cabello caminando de un lado a otro como un león enjaulado—. Voy a matarlo si se atrevió a ponerle una puta mano encima, soy capaz de…

—¡Detente! —gritó Katie frente a él, Jared la miró desconcertado, ¿a qué hora se había levantado para sujetarle los brazos? Sus manos eran pequeñitas y se veían incluso ridículas intentando sostener sus poderosos antebrazos.

—¿Por qué estaba llorando?

—No lo sé, Jared. ¿Cuándo vas a entender que no puedo estar sobre ella todo el tiempo?

—¿Mi bebé estará bien?

—Mira, la llamaré en este momento, ¿quieres eso? —interrogó en tono tranquilizador, la mente del joven zumbaba cargada de furia y nervios, por lo que solo fue capaz de asentir—. ¿Brie? —Pausa—. Bien, oye, nena… ¿y tú estás bien?... Sí, es solo que tuve un presentimiento de que las cosas quizás fueran mal… —Otra pausa—. Ya me conoces, ¿y bien? —Silencio demasiado prolongado para el gusto de Jared—. Esas hijas de perra, es hora de que alguien las ponga en su lugar… —Katie abrió mucho los ojos y caminó en otra dirección, como si no quisiera que Jared escuchara lo que sea que Brie estaba diciendo, unos minutos después colgó.

—¿Qué mierda pasó? —exigió en cuanto Katie volvió a su lado.

—En la escuela unas tipas la molestaron, descubrieron que está embarazada.

Jared sufrió un escalofrío y, por alguna razón de mierda, deseó salir disparado hacia Brie… ¿Para qué?, ¿para reconfortarla y decirle palabras dulces? ¡Y una mierda! Ella se había embarazado porque quiso, ahora que lidiara con las putas consecuencias. En eso estaba pensando cuando unos fuertes golpes llamaron a la puerta, al abrirla se topó con los ojos azules y acuosos de Gary.

—Será mejor que te apresures, Frío, Spencer está buscándote como loco. —Jared puso los ojos en blanco.

—Cuándo no. —Suspiró antes de apuntar amenazadoramente a la enana—. Me contarás el resto más tarde, tengo que irme.

Ella asintió despidiéndose de forma extraña, no con su habitual golpeteo de tacones contra el suelo o gritos porque la había amenazado, más bien lucía como si estuviera malditamente nerviosa, y aquella ansiedad por alguna razón lo recorrió entero, dejándole una sensación amarga en todo el cuerpo. Siguió a Gary y en cuanto entró al centro de entrenamiento, Jared sacó un cigarrillo de su chaqueta y lo encendió. Los hermanos Cooper podían elevar sus niveles de estrés a grados increíbles.

—Se supone que debías entrenar a estos pendejos desde las cuatro —escupió Spencer—. Son ya las seis y media.

—¿En serio? —Soltó el humo despreocupadamente.

—Hice bien en mandar a Zoey lejos de ti, eres un puto irresponsable, como padre seguramente serás la misma mierda.

Aquel comentario no debería haberlo encabronado, ya que sin duda fue lanzado con esa intención. Pero cuando se trataba de cuestionar sus capacidades para ser padre, el efecto era jodidamente inmediato, eso sumado a pensar que unas pendejas de mierda habían insultado a Brie quizás por el mismo motivo… No supo a qué hora se encontró sujetando con violencia el cuello de Spencer y estampándolo contra la pared.

—Nunca hables de mis putas capacidades porque justo ahora estoy seguro de que puedo mandarte directo al infierno —rugió furioso golpeando con fuerza su cabeza contra la pared.

Spencer jadeó intentando quitárselo de encima pero no pudo, justo en ese momento, Jared escuchó el sonido característico de las armas ya cargadas cerca de su cabeza, Jeff estaba listo para matarlo. No que le importara mientras miraba con odio a Spencer, mierda, lo odiaba muchísimo, sin embargo, la fría mirada del Cooper era como una pesadilla de lugares oscuros sin esperanza, como del mismo infierno. Sus ojos eran lo más aterrador de él. Y estaban dilatados, fijos en él como si se estuviera imaginando diferentes escenarios de tortura y lo estuviera disfrutando.

Soltarlo ahora sería un error, no soltarlo sería una muerte segura.

—Estás acabado —aseguró Spencer a través de los dientes apretados.

—¡Suéltalo, ahora! —rugió Jeff, presionando el arma fuertemente contra su sien. Spencer esbozó una forzada pero escalofriante sonrisa. Casi no podía respirar, pero se las ingenió para decir:

—Porque tú estás… —Comenzó a reír con dificultad—. Estás malditamente…

Las vibraciones de su risa se sentían a través de su garganta y contra sus dedos. Aquella risa perturbada lo tomó por sorpresa y aflojó el agarre, oportunidad que tomó Jeff para apartarlo con rudeza, sin embargo no con la suficiente fuerza para lanzarlo hacia ningún lado.

—¿Tanto te faltó el oxígeno al cerebro? —espetó el joven abriendo y cerrando los puños. Spencer siguió riéndose incluso tosiendo, una extraña risa rayando en la histeria. Se calmó un poco antes de tomar aire y mirarlo.

—Comienza a calentar, Steve está por llegar. Quiero que si eres tan marica como para no atreverte a matarlo, al menos hagas un puto espectáculo, ¿entendiste, Frío? —amenazó Spencer aun sonriendo.

—No voy a tolerar este tipo de actitudes, ¿escuchaste, Frío? —amenazó Jeff antes de seguir a su hermano y marcharse del centro de entrenamiento.

Jared parpadeó confundido de que las cosas hubieran dado ese giro, conociendo a Spencer podía esperarse lo peor y a su gusto esto había sido demasiado tranquilo. Seguro que sí le había faltado oxígeno al cerebro, encogiéndose de hombros se giró hacia su casillero y se encontró con miradas perplejas.

—¡Pónganse a entrenar, cabrones! —rugió furioso. Varios dieron un respingo y volvieron a sus actividades.

Jared sacó de la maleta sus vendas de algodón y comenzó a vendarse las manos, eso protegía sus tendones y músculos, dándole a la vez soporte a sus muñecas. Terminó asegurándolas con velcro e inmediatamente después se puso los audífonos. De pie frente al saco de boxeo y con la canción de St. Anger de Metallica tronando en sus oídos, comenzó a golpearlo sin ninguna puta piedad, imaginando que era quienquiera que importunó a Brie, imaginándose al imbécil de Spencer.

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—Ah… yo, sí, me encantan las cosas dulces. No te preocupes, Zack, lo entiendo. —Brie se removió, por alguna extraña razón, incómoda en el asiento—. ¿Quién pelea?

Zack guardó silencio demasiado tiempo como para que la castaña lo mirara, justo estaba pensado que quizás no la había escuchado y pensaba preguntarle de nuevo cuando él respondió:

—Steve Dawson es el que retará. Se ha ido abriendo camino en las peleas clandestinas, escuché que mató incluso a su último contrincante. —Brie se estremeció.

—¿Y alguno de tus amigos va a pelear contra él?

—No, claro que no. Luchará contra la "estrella" de Spencer —farfulló, deteniéndose afuera de su casa. La joven palideció.

—¿T-Te refieres a… a Jared? —El nombre quemó en su lengua, pero la curiosidad había sido más grande.

—A quién más sino a ese imbécil. —Zack no dijo otra palabra y bajó del auto.

Mientras entraban a la casa de Zack, Brie se abrazó a sí misma y no por producto del frío. ¿Él iba a pelear contra un matón? ¿Y si lo vencían?, ¿y si no volvía a verlo jamás? El dolor que le causó aquel pensamiento se abrió paso a través de su pecho como si lo hubieran partido en dos, y jadeó en busca de aire.

—¿Qué pasa, Brie? —Angustiado, Zack le tocó el vientre en busca de algún malestar—. ¿Es el bebé?

—No. —Sacudió la cabeza—. Es solo que… recordé que ahora todos saben que estoy embarazada, y estoy tan nerviosa… —Bueno, en parte era cierto, pero no era por eso que estaba jadeando y con los ojos llenos de lágrimas.

—Todo estará bien. —La estrechó—. Yo te protegeré. —Suspirando, Brie dejó que los largos y musculosos brazos de Zack la reconfortaran.

La levantó delicadamente en brazos y la llevó a su habitación. El departamento de Zack era modesto pero muy acogedor, todo denotaba masculinidad y estaba impregnado de su aroma. Cerró los ojos mientras la depositaba con cuidado en su cama, y se preguntó si no se estaba volviendo loca por lo que estaba a punto de pedir.

—Zack…

—¿Sí? —preguntó mientras le acariciaba con ternura la mano.

—¿Tú… tú me harías un favor?

—Los que quieras. Sabes que sí.

—¿Entonces me llevarías a las bodegas hoy contigo? —indagó, abriendo los ojos y encontrándose con aquellos enormes ojos color miel, él parpadeó sorprendido.

—¿A qué mierda quieres…? —se interrumpió antes de soltarle la mano bruscamente—. ¿Quieres ir a verlo? —Brie mordió su labio, sorprendida por la intensidad del disgusto de su amigo. Podía mentirle y decir que solo quería distraerse un poco, pero sería absurdo.

—¿Solo podrías llevarme?

—Estás embarazada, justo acabas de sentirte mal, ¿por qué quieres ver a ese cabrón que ni siquiera se ha aparecido en todos estos días? —Brie se abrazó a sí misma al tiempo que desviaba la mirada—. Mientras tú estás aquí preocupada, seguro Jared está revolcándose con Zoey…

—Que no te importe por qué quiero ir —lo interrumpió, repentinamente furiosa—. Si no puedes llevarme, llamaré a Katie —aseguró exasperada.

Zack respiró hondo, no quería arriesgarse a que se enfadara más. Con mucha prudencia, se acercó y le volvió a tomar la mano. Tenía miedo de que la apartara en cualquier momento por lo que la miró verdaderamente arrepentido.

—Tienes razón, no tengo por qué meterme en lo que no me importa. —Le dio un casto beso en la mejilla haciendo que se ruborizara, antes de ponerse de pie—. Descansa un poco y vendré a despertarte cuando sea hora de irnos.

Brie habría querido pedirle disculpas a su amigo por semejante arrebato, a veces las hormonas la dominaban, como hoy, pero se encontró con que él tenía razón y estaba demasiado cansada para explicarse. No supo cuánto tiempo se quedó dormida, hasta que escuchó a Zack llamarla.

El camino fue silencioso, como si su amigo aún siguiera un tanto sentido por lo que había pasado, y además, mirando su mandíbula tensa podía ver que no estaba de acuerdo en traerla. Suspiró tratando de remediar esto, no soportaba estar enojada con él.

—Vi las motos en el taller, son preciosas. —Él parpadeó antes de mirarla.

—Gracias, Benjamín y yo tenemos tiempo especializándonos en reparaciones…

Así de fácil era con Zack aligerar el ambiente, él comenzó a parlotear alegremente de sus amigos y ella se encontró a su vez preguntándole cosas, no porque necesitara sacar plática, sino porque realmente le interesaba saber y se sentía curiosa.

—Odio ser tan platicador, te juro que solo me pasa contigo —refunfuñó, después de que le contara cómo Joseph se había conseguido una novia que al parecer no lo quería.

—Qué va. Adoro escuchar las historias que me cuentas, yo no tengo mucho que platicar salvo que hoy me llamaron puta y casi me matan. —Zack frunció el ceño mientras buscaba su mano y le daba un apretoncito.

—Aún puedo ir a recordarles que tienes quien te proteja —amenazó en tono duro, sin embargo su mano seguía siendo cálida contra la suya.

Al llegar al Cooper´s, dos hombres enormes los estaban esperando debajo de un poste de luz. Brie se encogió un poco sintiendo miedo, pero la risa burbujeante de Zack la reconfortó mientras tiraba de su mano. El chico más delgado deslizó interrogante la mirada de Zack hacia ella, mientras que el más musculoso no dejó de verla, una sonrisa lenta y arrogante dibujándose en sus labios.

—No sabía que podíamos traer compañía —censuró el musculoso.

—Joseph, Logan, les presento a Brie. —La joven iba a decir hola, pero se interrumpió al ver la mirada cómplice que estos dos se intercambiaron.

—¿Trabajabas aquí, no? —preguntó el chico más delgado.

—Ya no —susurró, sintiendo un rubor intenso en el rostro.

—Vaya que eres bueno iniciando conversaciones, Joseph —regañó Zack.

—¿Y qué te trae por aquí? —Fue el turno de Logan.

—Me gusta el boxeo, quiero ver la pelea de hoy.

Quizás la palabra boxeo era mágica, porque los chicos comenzaron a hablar de la pelea casi olvidándose de que ella venía con ellos, continuaron hablando mientras entraban, la mayor parte de la charla iba de ganchos a las costillas a patadas certeras en el rostro, la testosterona rebosaba en ellos. Tan inmersos estaban en su conversación, que no vieron cuando Owen la detuvo por el brazo.

—Brie, que gusto que vinieras… pero sabes que tengo que preguntarle a Spencer si te deja pasar.

—Por favor, no… —susurró con el corazón encogido.

—Eres menor de edad, nos podrían clausurar si te ven. —Brie suspiró mientras lo veía alejarse para llamarlo, a los pocos minutos volvió—. ¿Qué crees? Spencer está feliz de que vinieras, me pidió que te diera un lugar en el palco especial en las bodegas, dice que como agradecimiento por cumplir ¿tu parte del trato?

Un escalofrío la recorrió por completo al pensar sobre lo que se refería Spencer, Zack apareció en ese momento, mirando fijamente a Owen.

—¿Ocurre algo?

—Para nada, ¿vienen contigo? —inquirió Owen, mirando a los tres enormes hombres que la rodeaban, Brie asintió—. Entonces síganme, los llevaré a su lugar.

A Brie no le gustó que Spencer se enterara de su visita, mucho menos que le dieran un lugar especial para ver la pelea, pero no dijo nada, tan solo quería verlo… a él. Al entrar a las bodegas, el rugido de la multitud, el olor a droga e incluso sexo le revolvió el estómago en ansiedad. No quería sentirse preocupada, lo había visto pelear antes. Pero según los pronósticos que venía escuchando de Joseph, ese tal Steve tenía grandes posibilidades.

—¿Quieren una jodidamente buena pelea? —rugió Gary por el altavoz, el corazón de Brie se desbocó al saber lo que seguía.

Mientras las personas comenzaban a aventarse unas a otras para acercarse a la bodega donde pelearían, Zack le pasó un brazo por los hombros, protegiéndola como si fuera un poste sólido en aquella marea y guiándola rápidamente hacia donde Owen los conducía. Resultó ser un palco que permitía ver perfectamente la arena, no estaba muy elevado, por lo que daba la impresión de estar con los demás, salvo que tenía mejor vista. De pronto los gritos histéricos de las chicas la alertaron, miró hacia esa dirección… y entonces lo vio.

Esta vez era él, ninguna alucinación, ni tampoco estaba dormida. No importaba que no estuviera cerca, que incluso ni siquiera la viera por lo que era, Brie podía sentir aquella oscuridad, esa violencia y rabia que emanaba de su imponente cuerpo, y desgraciadamente, aún rodeado por todo aquello, Jared le resultaba chocantemente hermoso. Con esa mandíbula tan afilada que podría cortar con facilidad el papel y con esas pestañas ridículamente largas. El joven no llevaba camiseta mostrando todos sus tatuajes, caminaba con paso seguro hasta una esquina del octágono, sus enormes hombros, sus caderas apretadas, y sus poderosas piernas prometían cosas que sin duda todas ahí estaban imaginando.

—Se cree el rey del sexo —escupió Joseph con desdén. Logan soltó una risilla tensa, pero Brie ni siquiera los miró, no podía dejar de ver a Jared.

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El gancho de izquierda llegó por el aire tan rápido como una pelota de béisbol, y Jared no hizo nada para evitarlo. El grueso puño de ese imbécil le golpeó a un lado de la mandíbula y le echó la cabeza hacia atrás. Una punzada de dolor explotó en su cara. Una fina línea de insolente sangre descendió por la comisura de sus labios, rodando libremente hasta caer sobre su pecho desnudo. Jared se limpió el labio con el puño cerrado, y al ver el rojo, sonrió torcidamente antes de escupir la sangre.

La risa de Steve resonó haciendo que el joven lo mirara, frente a él había un tipo mayor que él, quizás rondando por los treinta y cuatro años. Su complexión musculosa era respetable, pero la cicatriz que cruzaba su ojo izquierdo le daba un toque escalofriante. Se rumoreaba que Steve había matado infinidad de veces. A Spencer le había parecido buena idea que se enfrentaran como entrenamiento antes de la pelea con Lucas.

¿Y adivinen qué? Al parecer el cabrón había tenido razón, mientras las personas rugían su puto apodo, "Frío", extasiadas, el aire se iba cargando más y más con violencia y sed de sangre. Las apuestas se movían a su favor y en su contra, el estruendo de la música de Painkiller era ensordecedor, volviendo todo de alguna manera más frenético.

—Desfiguraré tu cara de niño bonito —farfulló Steve mientras movía la cabeza hacia los lados, haciendo que tronaran un par de huesos en su cuello.

Jared no solo tenía una cara bonita, de hecho, Steve sabía que era el mejor combatiente del Cooper's y quizás de todo Nevada. A pesar de ser joven, se estaba convirtiendo rápidamente en una jodida leyenda, todos los chicos que aspiraban a pelear querían ser como él, y era bien sabido que cualquier mujer estaría dispuesta a lamerle más cosas que solo los pies. Y cuando el joven lo buscó con la mirada, contuvo un escalofrío. Sus ojos azules se habían oscurecido, y la tranquilidad en su rostro era más bien una concentración letal, tenía una expresión como si hubiera hecho esto de toda la vida y, aunque sabía que el Frío normalmente no mataba a nadie, por un momento dudó. Sacudiendo la cabeza, Steve resopló concentrándose en su objetivo: hacer una réplica de sí mismo en esa maldita cara, al menos se había propuesto desfigurársela a como diera lugar. Le enervaba ver tanta belleza y poder en un solo lugar, no cuando él tenía que vivir con la cara marcada.

—Contigo como un jodido monstruo tenemos, muchas gracias. —Steve cerró las manos en puños, no iba a caer en sus burlas, elevó una ceja retándolo.

—¿A qué hora te volviste comediante, Frío? —Sabía que Jared odiaba ese apodo y, efectivamente, la sonrisa arrogante desapareció, sustituyéndola por una mueca casi imperceptible.

—Hoy mismo, tu puta cara es mi inspiración.

Sin decir otra jodida palabra, Jared embistió contra el hombre cargando toda la fuerza en su hombro derecho, ambos cayeron en un sonido seco en la arena mientras se liaban a golpes, Steve le dio un fuerte codazo en el abdomen, consiguiendo escapar de su agarre. Aparentando suficiencia se levantó mientras saltaba de un pie a otro, como si estuvieran todavía jodidamente calentando. Por Dios, al joven le encabronaban los preliminares, no le gustaba jugar con su presa...

Estaba llorando.

El pensamiento llegó de ningún lado, sacudiéndole con fuerza y dejándolo plantado en la arena con los puños a la altura del rostro. Brie estaba llorando. Había estado observándola desde las sombras con la esperanza de verla al salir de clases, pero para su sorpresa, ella había salido a mediodía, estaba llorando mientras intentaba recoger sus piernas contra su pecho. Y luego… lo había visto de nuevo. Cuando sus ojos se cruzaron, se imaginó todo menos que ella saliera corriendo aterrada.

Ver esa reacción le había resultado… doloroso. El miedo en su rostro, sus lágrimas… ¿tanto lo odiaba?, ¿realmente lo habría visto? Tendría que preguntarle a la enana si Brie ya estaba enterada de sus visitas a la escuela, o de qué mierda había hablado con ella… Pero eso tendría que esperar, Steve plantó el pie izquierdo en el suelo, elevando su pierna libre con destreza para golpearlo con violencia en la pantorrilla, logrando que se tambaleara. Mierda, Brie era una maldita distracción, lo hacía perder el control de su cuerpo, de su mente, de su concentración.

Steve dio otra patada beneficiándose de la situación, pero esta vez, Jared le sujetó la pierna aprisionándola entre su brazo y costado, y al quedar el joven apenas de pie, aprovechó para arremeter contra él haciendo que ambos cayeran. De vuelta en el suelo, el joven le presionó una pierna con la rodilla, y mientras Steve se revolvía intentando zafarse, comenzó a golpearlo con los puños en el rostro.

Una y otra vez estrelló los puños contra su nariz, contra la ceja ya abierta, sin piedad. La sangre comenzó a salpicar la arena, Steve logró asestarle otro puñetazo en el labio, que lo hizo probar el sabor de la sangre en su lengua al tiempo que un dolor punzante le recorría. Eso solo avivó su ira. Los ojos cafés de su contrincante comenzaron gradualmente a revolotear, estaba por perder el conocimiento, sus anchos brazos cayeron inertes a los lados de su cuerpo, y por más que Jared deseara que saliera de las bodegas en una bolsa de plástico, al final sabía que no era capaz de hacerlo… otra vez.

Le valió una mierda los abucheos de los presentes o los suspiros mortificados de los hermanos Cooper que se morían por ver un encuentro con algún fallecido. Empapado en sudor, la cabeza dándole vueltas, frenético, tomó una bocanada de aire y el olor a sudor y cocaína lo estremeció, el deseo de esnifarse era fuerte, pero en la mente de Jared ahora solo había una cosa, una necesidad apabullante que necesitaba saciar inmediatamente, y no era la droga, necesitaba a Brielle.

La necesitaba bajo su cuerpo, necesitaba de sus gemidos, de sus pequeñas manos, de su cálida risa, necesitaba hundirse en ella y cuanto antes mejor.

—¡Fraude! —rugió… ese puto de Logan. Reconocería a cualquier Ghetto o sus malditas voces en cualquier lado, miró hacia esa dirección que resultó ser la zona VIP, pero lo que vio lo dejó paralizado.

No debería haber sentido nada, ciertamente los odiaba a los dos. El problema es que cada vez que veía a ese jodido hombre, sentía que recibía una patada directa a los huevos. Lo que era otro de sus muy normales casos de locura, Zack no le había hecho en realidad nada malo… hasta hoy.

Debajo de su enorme brazo estaba una hermosa morena, el cabello castaño y largo en ondas caía como cascada por sus pequeños hombros, sus enormes ojos color miel parecían aterrados mientras se encontraban sus miradas. ¿Qué significaba esta mierda? ¿Realmente habría ganado la pelea o lo habrían noqueado y ahora estaba alucinando? Porque no había manera en el jodido mundo para explicar por qué mierda estaban abrazados como si fueran putos amantes. O por qué estaba ella en las bodegas, con él.

Jared era levemente consciente de lo que estaba haciendo, de los ruidos, del nivel que su furia había alcanzado mientras daba largas zancadas hasta esos dos, aventando personas y empujando a otras de su camino. Mierda, su piel se sentía como keroseno.

Puta mierda. —Cuando los ojos de Zack lo encontraron empujó ligeramente a Brie hacia un lado, sacándola de la trayectoria de bala en la que se había convertido Jared.

Al fondo escuchó gritar a Katie su nombre antes de que se desatara el caos, Owen, quien no había visto que estaba ahí, sujetó a Logan por los brazos, otro guardia del equipo de seguridad contuvo a Joseph. No que importara que contuvieran a esos Ghetto, Jared se abalanzó hacia el palco de un salto, el cual por no ser muy alto logró escalar con facilidad, cayendo directamente sobre Zack, atacándolo con una ferocidad sobre la que había oído a los demás mencionar…, pero que en realidad nunca había sido consciente. Una brutalidad que ciertamente nunca había experimentado como hoy.

—¡Jared! —gritaba alguien de forma histérica su nombre.

El choque entre ellos fue como la colisión de dos poderosos trenes, y mientras golpeaba a Zack y recibía golpes por igual, tenía la visión borrosa, los músculos llenos de furia, la mandíbula dura. La energía que producía aquel odio ciego, no lo dejaba pensar ni detenerse, tenía las manos convertidas en puños como el acero, esa energía descendía por toda su espina dorsal hasta convertirse en patadas. Por primera vez en su vida, la mente no dominó sobre la materia.

Hoy no era solamente el Frío, era un terrorífico monstruo infernal.

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Brie no podía dejar de temblar y llorar. En cambio las personas comenzaron a rugir felices ante la inesperada pelea, incluso empezaron a vitorear "Frío". Las lágrimas caían por su rostro mientras veía el peligro que Jared representaba no solo para el mundo, sino para ella y su bebé. Zack sangraba ahora profusamente y sus ojos estaban inyectados de sangre producto de los golpes. Parecía un pequeño cervatillo intentando quitarse de encima a una furiosa bestia.

Su enorme cuerpo, el cual normalmente presumía, se veía diminuto en seguida del de Jared, no porque Zack fuera menos voluminoso que el horrible ogro, el problema es que los movimientos de Jared eran fluidos, certeros… casi mecánicos. Las patadas y los puñetazos hacían un horripilante eco en los oídos de Brielle, los jadeos y los gruñidos le erizaban la piel, gimoteó una vez más pidiendo ayuda, hasta que un fuerte golpe contra el suelo la hizo volver a mirar la escena. Su amigo yacía en el suelo. Iba a morir si ella no hacía algo. Zack estaba respirando entrecortadamente, como si cada vez le fuera más difícil introducir el aire a sus pulmones, la sangre salpicaba todo su rostro y había manchado ya todo el suelo, pero para Jared nada de eso era suficiente, no cuando se dejó caer sobre él con las manos en su garganta, bloqueando su respiración.

Su hermoso rostro lucía salvaje, su cabello húmedo por el sudor, sus enormes y fuertes manos robando la vida de quien se había convertido en su mejor amigo. La castaña empezó a ver todo borroso, como si estuvieran presionando también su garganta comenzó a faltarle el aire, cayó torpemente de rodillas al suelo. Se sentía morir, porque después de todo, esto había sido todo por su culpa, y mientras sollozaba y se abrazaba a sí misma, gritó una vez más por ayuda. Desgraciadamente todo el equipo de seguridad estaba inmerso en la pelea y el escándalo que hacían Logan y Joseph para zafarse, así que nadie la detuvo cuando se arrastró hasta Jared.

—Suéltalo —pidió con voz estrangulada tirando de su enorme brazo, Jared ni siquiera se inmutó, Brie apretó los labios intentando controlarse a sí misma, recolectó sus piezas y sacó un desconocido valor cuando volvió a gritar—. ¡Suéltalo! —rugió, sintiendo renovadas energías al ver a su amigo luchando por su último aliento.

Comenzó a pegarle al joven en los brazos con todas sus fuerzas, aunque fueran mínimas, aunque seguro Jared las sintiera como plumas cayendo por su piel, e incluso comenzó a arañarlo en su histeria.

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Jared estaba inmerso en la batalla, la furia ciega le gritaba que lo matara. Ensuciarse las manos de sangre otra vez no se veía tan descabellado. Sin embargo, algo lo estaba alejando de su objetivo, arañando la superficie de su piel, rugiendo en su cerebro como un maldito zumbido. Jadeando, aflojó un poco el agarre en la garganta, y entonces parpadeó sin noción del tiempo, ni siquiera recordaba qué había hecho o en dónde estaba, el sonido del zumbido se transformó en una voz, una dulce voz suplicante que consiguió penetrar vagamente en la furia que recubría su conciencia, sacudiéndolo, deteniéndolo al fin. Zack tomó aire a grandes bocanadas, su tos era ronca y jadeante. Jared se dejó caer torpemente hacia atrás, sujetándose con fuerza la cabeza. Un buen rato después, años después, quizás una vida, miró hacia ellos tomando una fuerte bocanada de aire.

—¡Casi lo matas! —sollozaba Brie con Zack ahora medio en sus brazos.

Jared parpadeó mirándolos. Grandes lágrimas bajaban por el bello rostro de Brielle mientras sostenía al perro como si la vida se le fuera en ello. Su corazón volvió a latir con fuerza, ella malditamente lo quería. Cerró las manos en puños sintiendo de nuevo la furia cegándolo, se puso de pie sintiendo la violencia apoderándose de él.

—¿Son amantes? —se escuchó decir.

De pronto, un alboroto más estalló al fondo cuando los malditos Ghetto lograron quitarse de encima a los guardias de seguridad. Gary entró a trompicones hasta llegar a su lado, empujándolo ligeramente al estrellarse contra él.

—¡Mierda, Frío!

—Busca mi puta ropa…

—Pero, Spencer dijo…

—¡Trae mi jodida ropa en este momento!

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—¡Déjenme pasar! —Logan había logrado liberarse, y aunque Brie lo miró aterrada pensando que golpearía a Jared, la sorprendió ayudando a Zack a levantarse. Ella se puso de pie de inmediato y comenzó a seguirlos, sin mirar hacia atrás.

Para su asombro, la multitud se quitaba del camino dejándolos pasar, Zack iba jadeando mientras era cargado por sus amigos, quienes ni siquiera la miraron, casi estaban fuera cuando de pronto un impresionante agarre la detuvo. Brielle gritó pero el sonido murió entre la multitud, la sombra la empujó con fuerza pero con cuidado hacia un lado, metiéndola hacia un lugar oscuro. La joven dejó de gritar antes de parpadear confundida, no distinguía nada con la poca luz que había, y además no conocía este lugar, era como  un centro de entrenamiento. El pánico comenzó a trepar por su piel mientras tomaba aire a bocanadas, estaba hiperventilando hasta que él dio un paso hacia ella.

La escasa luz que se colaba por las ventanas, bañó aquel hermoso pero magullado rostro. Jared llevaba ahora una playera sencilla negra. Los vaqueros oscuros terminaban en unas pesadas botas cruzadas de combate. El cabello negro lucía más largo, tenía los hombros tensos y los tatuados brazos cruzados sobre su pecho, una de las comisuras de su labio aún sangraba, hiperventilando, Brie por fin se animó a mirar sus ojos, tenía el ojo derecho cerrado, pero aun así, jadeó retrocediendo al ver el azul ardiente y atormentado.

El rubor que estaba intentando controlar la consumió por completo, dejándola con las mejillas calientes y el corazón desbocado. Era hermoso en su furia. Jared era una criatura salvaje, exótica, algo digno de contemplar incluso cuando bien sabía que éste era su final. Él la había encontrado, como el león encontraría a su presa, la tenía acorralada.

—No hagas esto —pidió Brielle con un hilo de voz. El corazón tronaba con fuerza en sus oídos provocándole un zumbido.

—¿Por qué no? Eres mía, ¿recuerdas? —Su voz sonó como un gruñido—. Pagué por ti, me perteneces. —A Brie se le atascó la respiración mientras la recorría un escalofrío, tenía que tomar control de sus emociones, no podía sentirse así.

—N-No te pertenezco.

—¿Qué mierda estabas haciendo en ese lugar? —escupió cambiando el tema—. Con ese pendejo, además.

—Yo… —Se abrazó a sí misma antes de relamerse los labios repentinamente secos—. Vine con Spencer, él me mandó a llamar… esto no es lo que sea que te estás imaginando… —Jared se acercó a ella, lo suficiente como para hacerla retroceder, sin embargo estaba contra la pared. Sin escapatoria.

—Te quiero lejos de ese imbécil. Voy a hacerle pagar esto. —La joven se llevó una mano a la boca conteniendo un jadeo, Zack no iba a ser otra víctima de sus errores. No.

—No sé de qué estás hablando, pero te odio, ¡eres como un animal! —chilló furiosa—. Te odio…

—¿De dónde mierda lo conoces? —Brie mordió su labio, estaba aterrada ante aquella oscura mirada, pero sentía el cuerpo caliente y la furia bullía por su piel.

—¿A quién?

De pronto, una de sus fuertes manos la sujetó por la nuca, mientras que con la otra empujó sus caderas, presionándola totalmente contra la pared. A Brie se le escapó una exclamación y se le desbocó la respiración al sentir su dura erección presionando contra su vientre. Sin pensarlo, cerró los ojos absorta en las sensaciones, cada centímetro de su cuerpo volviendo a la vida, su temperatura se elevó. Y entonces se odió por reaccionar así ante él. Porque la furia y la lujuria se engarzaran dentro de su sangre mandando escalofríos de placer por todo su cuerpo. De inesperado, suaves labios como el terciopelo tocaron el lóbulo de su oreja.

—No confíes en mí. Ódiame. Me importa una mierda. Pero deja de malditamente mentirme. —Inspiró con fuerza contra su piel húmeda, como si fuera a succionarla.

—Suéltame —pidió esta vez con la voz ronca, débil, cargada de una extraña excitación que se acrecentaba entre sus muslos.

—¿De verdad quieres que te suelte? —Sus labios recorrieron su mandíbula, erizándole la piel—. Porque por el contrario a lo que dices, me da la impresión de que podría meterme bajo tu falda en este momento y tú no me rechazarías, ¿verdad?

No, probablemente no lo haría.

Dios, ¿por qué simplemente no podía odiarlo?, ¿por qué no podía  pelear contra él?, ¿por qué cada vez que sus manos estaban sobre ella se sentía lánguida y débil? Porque era una idiota. Jared la dejaba sin fuerzas, la manipulaba con sus malditos encantos. La boca del joven descendió por un lado de su cuello antes de lamerle ligeramente su calentada piel, continuó torturándola con los labios, enterrando el rostro en su cuello como si quisiera quedarse ahí para siempre, como si la hubiese echado de menos dada la fuerza con la que la estrechaba entre sus brazos, casi dolorosa.

Brie sollozó odiando sentirse así, aborreciendo que jugara así con ella, renegando de todo lo que sentía cuando estaba con él. Tenía que ser firme, tenía que ver más allá. Y aunque pensó que le dolería más, de pronto la realidad de lo que estaba a punto de hacer no le pareció tan insoportable. Era como sumergirse en agua helada. Una vez que pasa el primer impacto, te vas acostumbrando.

—No nos convienes —balbuceó finalmente contra el cabello de Jared, los fuertes músculos de su espalda se tensaron, acto seguido se irguió en toda su gloria para mirarla fijamente, sus ojos azules eran brillantes, cargados de un anhelo que por poco la hace retractarse de lo dicho.

—¿A quiénes? —Bella se relamió los labios.

—A mí y a mi angelito. —Lo miró con los ojos anegados en lágrimas. Él abrió la boca, demasiado sorprendido para decir algo, pero luego la cerró. Brie se removió de entre sus brazos, asombrada de que él no hiciera nada por detenerla, aprovechó para lentamente deslizarse hacia la puerta sin dejar de mirarlo—. Eres peligroso, por favor, tienes que dejarnos.

Jared parpadeó viéndose visiblemente aturdido, su enorme cuerpo de hierro estaba firmemente plantado en el suelo. Los puños cerrados a los lados en ese gesto de ansiedad que lo caracterizaba.

—¿Eso es lo que piensas? —preguntó con la voz ronca. Ella asintió con el corazón en la garganta, pasaron un par de segundos antes que él pudiera volver a hablar, y cuando lo hizo, sus ojos eran duros, fríos—. Tienes razón, soy un peligro.

Brie contuvo el deseo de reconfortarlo que picaba en sus manos, porque justo ahí en ese momento, le pareció un pequeño niño herido. Jared desvió la mirada, clavándola en el suelo, Dios, tenía que hacerlo, tenía que lograr que él la dejara ir.

—Además, tú quieres estar con Zoey… —Él no respondió, ni siquiera la miró. O estaba muy aturdido o simplemente ya no le interesaba escucharla. Brie apoyó la mano en su estómago y frotó con el pulgar hacia atrás y adelante. Esa era justamente la razón por la que necesitaba irse. Tenía que proteger a su bebé, y sabía que su papá no iba a estar presente porque seguiría con Zoey, con su vida, así que dejarlo no debería ser gran cosa—. Yo, hum, si no es mucho pedir, quiero suplicarte algo…

Los ojos de Jared por fin buscaron los suyos, y lo que ahí vio, detuvo sus balbuceos en seco. Eran volcánicos, azules, ardiendo, consumiendo todo el camino hasta su alma. Brie se quedó sin aliento ante aquella mirada. El aire a su alrededor cambió, cargándose de un invisible magnetismo y la temperatura repentinamente descendió volviéndose gélida. La castaña se estremeció mientras se abrazaba a sí misma. Ella sabía que la naturaleza de Jared siempre había sido tema de discusión con todos, le habían dicho una y otra vez, cuán voluble e inestable era pero al menos, nunca había presenciado esto, se veía tan violento justo ahora, que se sentía a punto de ser devorada por un depredador. De nuevo él parecía estarla acechando, cazando.

—¿Qué quieres pedirme? —Su voz fue seca, carente de toda emoción.

—Por favor, ya no busques más problemas, no… no te drogues más. —Por un momento, le pareció ver remordimiento en esos ojos azules antes de que desviara la mirada—. ¿Jared, entiendes lo que te pido? —Él solo asintió sin siquiera parpadear—. A cambio te prometeré algo, te garantizo que podrás ver al bebé, podrás seguir con tu vida adelante.

—¿Solo al bebé? —preguntó elevando una ceja, ella asintió.

—Sí, yo me desapareceré de tu vida para siempre, te lo prometo. Será como si estuviera muerta para ti.