Capítulo Cuatro

 

«Qué romántico», pensó después de que la palabra satisfacerme abandonara sus labios. Jared incluso se sorprendió a sí mismo diciéndola, respiró hondo y por un momento se sintió confundido, estaba rodeado por un fresco aroma frutal y, definitivamente, éste era el último lugar donde pensó que iba a terminar este día de mierda.

Claro, encabronar a Zoey y a su padre tampoco estaba en sus planes, de hecho no pensaba haber recibido golpes ni tampoco darlos… pero nuevamente, debajo de él estaba la prueba de que el día no había acabado. Mirándolo con grandes ojos mientras él tenía las manos enredadas en su suave cabello y su olor como jodido sándalo, rodeándolo.

—En la cocina dejé la comida. Puede satisfacerse —aseguró la castaña. Jared parpadeó procesando sus palabras, estaba drogado, pero en serio ella tenía que estar jodidamente bromeando.

—Estoy viendo a mi comida justo aquí. —Odió el tono ronco de su voz, pero tener esos malditos pechos suaves y redondeados presionados contra su pecho, le hacía cosas jodidas a su revolucionado cuerpo.

—Dijo que no me mordería.

—¿Siempre estás enumerando lo que digo?

—Yo no lo llamaría enumerar, sino recordar. —Ella intentó empujar su pecho, por lo que Jared la presionó más contra el colchón, colándose entre sus piernas.

—Bueno, entonces dime, ¿qué más recuerdas que te he dicho?

—Mejor hablemos de lo que no me ha dicho —respondió malhumorada, sus mejillas estaban arreboladas y tenía que darle crédito, no estaba jodidamente gritando ni aventando cosas como Zoey… aunque claro, tampoco era como si pudiera hacerlo.

—¿Qué quieres saber?

—¿De dónde viene? —El joven elevó una ceja, ella estaba hablando muy en serio. Por instinto o por placer, se acercó a ella aún más, disfrutando del puñetero y ridículo rubor en sus mejillas, disfrutando de su respiración entrecortada. Deslizó los labios cerca de su oreja para murmurar:

—Vengo de cogerme a mi novia. —No pudo evitar sonreír al sentir todo el cuerpo de la chica tensarse.

—Es un idiota. —Comenzó a revolverse bajo su cuerpo como si fuera un ratón asustado.

—Te estoy diciendo lo que malditamente querías escuchar, ¿no es así? —espetó molesto, sujetándole las manos, llevándolas por encima de su cabeza. ¿Por qué las mujeres hacían preguntas cuyas putas respuestas no querían escuchar?

—Suélteme. —Se arqueó debajo de él en un intento por zafarse, logrando un efecto por demás contrario.

—Deja de moverte. —Puso un poco más de peso sobre ella para intentar contenerla.

—Usted se queja de mí porque no le cuento la verdad, cuando claramente usted tampoco lo hace… —renegó tirando de su cabello.

Buen punto, salvo por que él no le debía ninguna puta explicación. Ella no le gustaba, de hecho, la parte donde la odiaba quedaba corta para todo lo que sentía cada vez que pensaba en ella. Pero su cuerpo... a ese cabrón no le importaba nada, no sabía de orgullo ni de prejuicios. Brielle era una mujer, aunque su mente se negara a aceptarlo, una que además llevaba a su hijo.

—¿Crees que no estuve con mi novia?

—Sí lo creo, y también creo que estuvo en una jaula luchando con algún animal salvaje… —jadeó, tirando con más fuerza de su cabello despertando con eso aún más su deseo por poseerla.

—¿Alguna vez fuiste a las bodegas?

—¿Bodegas? No sé de qué está hablando. —El cabello castaño le enmarcaba su rostro blanco y angelical, sus ojos grandes del color de la miel lo miraban enojados. Jared se preguntó si de nuevo le estaría mintiendo, o si tan solo adivinó lo que realmente había estado haciendo.

—Es un lugar donde peleo, porque para tu jodida información, me gusta pelear, es como una droga para mí.

—¿Y después de que pelea se siente mejor?

—Sí, mucho mejor. —En un movimiento deliberado se onduló contra ella, pelear siempre lo dejaba excitado.

El jadeo ahogado que soltó la mocosa le hizo sonreír. Al principio le gustaba cuando Zoey lo recibía con los brazos abiertos. Él ganaba una pelea y ella lo recibía frenética, tenían sexo descontrolado y carnal como si ambos celebraran que había ganado, mientras ella le gemía —literalmente— que estaba orgullosa de él. Y por primera vez en su miserable vida sintió que le importaba a alguien. Sí, como un jodido marica, pero se sintió tan malditamente bien que fue así que se involucró de otra forma con ella.

—Pues no se ve mejor. —Brie le enterró las uñas sobre los hombros y eso le mandó una descarga de placer directamente a su entrepierna.

—¿Y a ti qué más te da? —gruñó.

Ella mordió su labio de nuevo, luciendo toda niña de diecisiete. ¿Qué diablos le estaba pasando?, ¿por qué no solo la dejaba ir y ya? Era insano cómo le soltó las manos para tocarle el rostro, era estúpido cómo liberó el labio de entre sus dientes con el pulgar para luego dejar los dedos ahí, sintiendo su suavidad. Fue de lo más jodido evocar su sabor y desear probarlo de nuevo.

Llevó una mano a su cuello donde pudo sentir lo desbocado de su respiración, incluso el latir de su corazón. Podría rompérselo justo aquí y ahora, y si no estuviera embarazada quizás se lo habría pensado, porque la odiaba hasta la muerte. ¿Entonces por qué mierda en lugar de eso, bajó más la cabeza y rozó sus labios con los suyos?

Y para colmo, no lo hizo de forma brusca ni violenta como solía hacerlo con Zoey, de hecho, se sentía estúpido como si le estuviera dando un beso a una criatura por demás inocente e inexperta… precisamente toda la mierda que no era Brielle. Ella se tensó, todo su cuerpo se volvió rígido lo que le mandó una descarga de placer, quería que le tuviera miedo. Así que lo hizo de nuevo, tiró de su labio inferior y luego profundizó el beso, pero para su puta sorpresa en lugar de miedo, fue recompensado con un gemido.

Ella jodidamente gimió.

Y no fue uno de esos gemidos temblorosos del estilo: ¿qué mierda me estás haciendo? No. Más bien fue un jodido gemido del estilo: hagámoslo lento y concienzudamente. Puta mierda. El sonido fue directo a su pene que se endureció al instante. El deseo lo recorrió como una descarga y se encontró explorando su boca con ardor, su lengua saqueando todo lo que encontraba a su paso y esta vez no con la intención de hacerla enojar, lo estaba malditamente haciendo por necesidad, y aunque una parte de su cerebro le estaba gritando que era un pendejo, la otra quería más.

El cuerpo de ella era suave, pequeño pero hecho a la medida. Aunque muchas adolescentes de diecisiete años ni siquiera tenían pechos, Brielle tenía dos majestuosidades. Sus caderas pronunciadas y suntuosas lograrían soportarlo en el frenesí que lo poseía después de cada pelea en las bodegas, el puro pensamiento logró que toda clase de posturas indecentes se pasearan por su retorcida mente. Los rasgos de su pequeño rostro eran finos, delicados con una nariz diminuta y respingona, ligeras pecas bañaban sus mejillas y esos labios…

La droga le estaba matando neuronas y no le había dado la importancia debida hasta hoy.

Porque no había justificación en el mundo para sentir lo que estaba sintiendo. Y de hecho, se asustó con el camino de mierda que estaban tomando sus pensamientos. No iban a hacerlo, no la tocaría jamás de esa forma, y no porque la respetara, claro que no… Aunque de hecho, debería tomarla las veces que quisiera porque había pagado por ella, era su perra después de todo.

Pero no lo haría porque al parecer a ella le gustaba esto. ¿O cómo mierda explicaba los delicados dedos de ella paseando por su cabello, a veces tirando a veces acariciando? ¿O por qué cuando se onduló contra ella simulando el acto, ella dejó escapar otro gemido necesitado? Frustrado hasta la mierda, comenzó a besarla de forma ruda, cruel, castigadora y brutal, mordisqueándole los labios y clavándole las manos con fuerza en la cintura, porque después de todo, ella era la única culpable de que su vida de mierda increíblemente empeorara.

Sin embargo, los pensamientos comenzaron a acumularse uno tras otro en su mente logrando retirarlo de esos labios infernales, también hubiera querido retirarse de ese cálido cuerpo que realmente lo hacía sentirse como si estuviera en llamas, pero por el contrario se encontró besándola a lo largo de la mandíbula, totalmente poseído por su puñetero aroma. Olía tan malditamente bien, a lavanda, a sándalo… estaba jodido.

Humillado, se retiró de encima de ella haciéndolo con torpeza, puesto que aún se sentía algo grogui, y como pudo rodó hacia un costado, oficialmente convertido en el ganador de los pendejos. Estaba respirando como si hubiera corrido un jodido maratón cuando se levantó de nuevo decidido a marcharse, necesitaba volver a su cuerpo, necesitaba controlar su respiración a su estado "antes-de-querer-cogerse-al-enemigo".

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Brielle observó la enorme figura del joven dando tumbos mientras salía de la habitación, e inmediatamente después contuvo las lágrimas.

¿Y a ti qué más te da?

Eso había preguntado el ogro, y exacto, ¿a ella qué más le daba? Que lo golpearan hasta matarlo, que se hiciera daño con sus estúpidas peleas, de verdad nada de eso debería importarle, incluso debería alegrarle. Dios, lo odiaba tanto. Si él desaparecía, por fin ella sería libre… pero desgraciadamente muy en el fondo le importaba. Por un lado lo detestaba, y mucho, pero por el otro estaba siempre esa sensación de querer proteger a los demás, tal como lo había hecho con su propia madre. Jared se veía tan abatido como Natalie, así que no podía odiarlo completamente aunque lo intentara.

Se permitió incluso por un momento pensar qué le habría pasado para que fuera así.

Respirando aún el olor de él impregnado en las sábanas, la castaña se tocó los hinchados labios mientras miraba por la ventana, la noche era como él: fría y oscura. Trató de dormir pero su mente estuvo viajando de un pensamiento a otro, mandándola hacia una espiral de pesadillas interminables. Todas relacionadas con profundos ojos azules.

Por la mañana se sentía tan cansada que no podía abrir los ojos. Las sienes le pulsaban como el día que había bebido de aquel horroroso trago que le había dado Spencer, e inmediatamente el recuerdo del sabor del líquido hizo que las náuseas aparecieran. Salió disparada hacia el baño, por poco se cae antes de llegar al inodoro y vomitar la cena de la noche anterior… y un poco más.

—¿Brielle? ¿Qué mierda? —Muy en la distancia escuchaba esa voz aterciopelada. Se sentía tan débil que no creía que pudiera ponerse de pie—. ¿Qué te pasa?

—Estoy embarazada, tonto —comentó con odio entre arcadas. Él no le respondió, por el contrario, la sorprendió luciendo alarmado mientras le retiraba el cabello de la cara—. N-No… —Peleó contra sus manos, no quería verlo ni que la ayudara pero, ¿a quién quería engañar? Se sentía tan débil que no podía ni siquiera moverse, así que cerró los ojos derrotada.

De pronto, fuertes y tatuados brazos la levantaron con un cuidado desconcertante, haciéndola sentir como si fuera una muñeca de trapo. La loción de Jared se coló por su nariz mientras la llevaba a su alcoba donde la recostó, al sentir las frías mantas Brie no pudo evitar suspirar, diablos, le dolía la cabeza y el estómago. ¿Cuándo se iban a terminar las náuseas?

—Llamaré a Nicole…

—No es necesario —dijo con voz ronca—, todas las mañanas me pasa lo mismo… estoy cansada, es todo. —Él se quedó ahí, luciendo inseguro, abriendo y cerrando las manos en puños.

—Lamento haberte jodido la noche… es decir, yo… lamento haberte desvelado. —Lo miró, extrañada de que estuviera balbuceando y pudo distinguir... ¿culpa?

Grandes círculos oscuros surcaban sus ojos azules, el golpe en su pómulo se había puesto peor y tenía el cuerpo tenso.

—Tengo que vestirme para ir a la escuela…

—Preferiría que no fueras.

—Yo tampoco quisiera ir, pero es mi último semestre en la preparatoria…, necesito ir. —Por un momento pensó que dado que era un ogro, le diría que ya no fuera, pero por el contrario la sorprendió diciendo:

—Te traeré agua… avísame si necesitas algo más.

Dicho eso salió como alma que lleva el diablo, como si ser "normal" le costara la misma vida. Brie contuvo una sonrisa, cerrando los ojos pensó que cada día lo entendía un poco más. Jared era un ogro, pero no uno consumado, la vida lo había vuelto así, era muy claro. Incluso ella le había hecho daño y estaba segura de que bajo todas esas capas de maldad que él fingía tener, había más que eso. Suspirando, se duchó rápidamente, el agua caliente relajó sus músculos y se llevó los mareos. Se vistió atropelladamente tratando de no demorarse y bajó hacia el comedor donde se detuvo en seco al encontrarse con Jared.

—Pensé que querrías algo… pero no sé hacer otra mierda más que cereal —comentó, mirando la despensa y dándole la espalda.

Brie parpadeó confundida y, cuando él se giró para mirarla, volvió a parpadear, esta vez deslumbrada. Estaba increíble justo en ese lugar, con el sol bañándole el rostro y robando increíbles destellos a su cabello negro.

—Está bien, yo… haré el desayuno. —Aún asombrada de su extraño acto de generosidad, así como de su belleza absurda decidió prepararle un buen desayuno.

Cocinó un omelette con jamón, queso y champiñones. En una copa agregó un poco de fruta y sirvió jugo, no podía hacerle algo más elaborado porque llegarían tarde, y cuando puso el platillo frente a él, para su deleite, dejó a Jared con la boca abierta.

—Esto se ve delicioso —murmuró, para después esbozar una sonrisa torcida. Brie intentó no ruborizarse ni tampoco devolverle la sonrisa, por más contagioso que fuera.

—Espero le guste.

Dicho eso, también intentó no observar los modales con los que comía, bastante refinados para un cuerpo tan grande y una fachada tan ruda. Trató de dejar de mirar esos largos dedos, o los tatuajes en su antebrazo y se enfocó en su vaso con fruta, incapaz de comer nada más por el momento.

—De nuevo estás desayunando muy poco.

—Es tarde, ¿podemos irnos? —Él profirió un par de maldiciones antes de levantarse y tomar su chaqueta.

Brie lo siguió en silencio, lamentando un poco el haber arruinado su buen humor y cuando subieron al elevador, cerró los ojos odiando su delicioso olor o la corriente eléctrica que sentía atravesarle el cuerpo. La chaqueta de cuero negra resaltaba su pálida piel, marcando cada uno de sus rasgos, desde la marcada mandíbula cubierta por una incipiente barba, hasta las ridículas y pronunciadas pestañas. Lo habían golpeado y, aun así, lejos de restarle belleza se veía increíblemente guapo y… muy bien, tenía que cambiar el rumbo de sus pensamientos ahora mismo.

—¿A qué hora sales? —preguntó el joven, deteniéndose al lado de una enorme motocicleta. Brie vio la máquina con horror.

—¿M-Me llevará en eso?

—¿Tú qué crees?

—Nunca me he subido a una, además llevo falda.

—¿Ahora resultaste pudorosa? ¿En serio, ? Por favor no me vengas con esas mierdas, igualmente nadie te verá porque irás detrás de mí. —Le tendió el casco—. Súbete.

Brie se quedó callada pensando en un ingenioso comentario, si no perspicaz, esperaba que al menos rayara en lo sarcástico; elevó el mentón, abrió la boca para soltarle un par de cosas pero, cuando encontró sus ojos, todo sarcasmo, odio, hilo de pensamientos, quedó de lado. Incluso, por un momento le pareció que la veía de forma hambrienta, sembrándola justo donde estaba. A Brie se le atascó la respiración en la garganta y no pudo desviar la mirada, incluso cuando el joven le sonrió ladinamente. Todo en él despertaba algo en Brie que nunca había sentido: miedo, deseo incluso curiosidad. Desde su descontrolado cabello hasta sus tormentosos y fríos ojos.

—Interesante —comentó mirándola de arriba abajo. Brie sacudió la cabeza saliendo del estupor, no quería preguntarle a qué se refería, y sin buscarse más problemas, se puso el casco.

Lo rodeó con precaución de la cintura puesto que sabía que estaba golpeado, pero entonces… el rugido de la moto fue estruendoso cuando aceleró. Brie sintió que el corazón se le trasladaba a la garganta y se abrazó a él con más fuerza, entre sus manos el joven se estremeció, seguro le dolía, pero por ningún motivo iba a dejar de sujetarlo.

Y conforme fueron desplazándose entre las calles, Brie se encontró realmente aterrada, incapaz de cerrar los ojos y aunque el aire frío le escocía, no pudo siquiera moverse. Se concentró en no vomitar, no podía hacerlo otra vez. Así que recurrió a la única cosa que por alguna ridícula razón lograba calmarla, enterró el rostro en esa musculosa espalda. Jared se deslizaba con facilidad entre los autos, como si él y la motocicleta fueran una misma persona; iban demasiado rápido, cada vez a mayor velocidad, y cuando pensó que ya no podía contenerse más, finalmente se estacionó en la esquina del instituto.

—¿Entonces, a qué hora vengo? —preguntó sobre su hombro. Pero ella no podía responder ni moverse—. ¿Brielle?

—C-Creo que necesito sentarme.

—¿Otra vez te sientes mal?, ¿es el bebé?

—Estoy mareada… —Él se bajó rápidamente y la ayudó a bajar con cuidado. Brie literalmente se desplomó en el suelo y enterró el rostro en las rodillas.

—Lo lamento, no pensé que fuera a ocasionarte esto…

—Es que por todo tengo náuseas.

—La próxima vez cierra los ojos, será más fácil.

—La próxima vez le vomitaré en la espalda, hice un esfuerzo hercúleo para no vomitarle el desayuno, no tendrá tanta suerte otra vez —gimió molesta, pero entonces lo escuchó.

Una risa, una verdadera risa masculina y retumbante brotó de su pecho. Desconcertada, dejó su postura para mirarlo y lo encontró a pocos centímetros de su rostro, la dejó aturdida, incapaz de desviar la mirada, justo así se veía extremadamente joven y guapo.

—Entonces… ¿a qué hora vengo por ti? —indagó sonando divertido.

—¿Vendrá en la moto?

—Pues… —Se pasó una mano por el cabello—. Veré si puedo pedirle el auto a Adam.

—A las dos y media.

—Entonces nos vemos a esa hora, y creo que ya sabes…, no se te vaya a ocurrir largarte a ninguna otra parte. —Brie puso los ojos en blanco mientras se ponía de pie.

—Ya debería de darse cuenta que no me pienso escapar, puede confiar en mí —gruñó molesta sacudiendo su falda.

—¿Confiar en ti? Dime por favor que es una de tus puñeteras ocurrencias —murmuró burlonamente. Ella se contuvo de ponerle los ojos en blanco de nuevo, y por el contrario se ajustó la mochila apresurando el paso.

—Lo veré a esa hora.

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—Solo a un imbécil se le ocurre llevar a su novia embarazada en motocicleta. ¿Qué clase de retraso tienes, en serio?

—Esa mujer no es nada mío. —Jared abrió y cerró las manos en puños tratando de relajarse. Nicole Hudson no iba a lograr su cometido, no la golpearía aunque al parecer estuviera rogando por ello.

—Nicole, no le hables así a mi hermano. Ya vio que hizo mal y por eso me está pidiendo el auto, y el tuyo es perfecto.

—¿Y por qué tiene que ser mi auto? —preguntó molesta.

—Porque no tengo otro puto remedio, lo último que quisiera es algo de ti, pero al parecer esa niña se desmaya por todo —la interrumpió encabronado.

—Está embarazada, Jared —comentó Adam, tratándolo también como si tuviera un retraso, lo que naturalmente lo encabronó a grados descomunales—. Te prestaré el Mazda de Nicole porque será más fácil para ustedes, estoy seguro… y a ti, amor… —Deslizó un brazo entre la cintura de su esposa y la acercó a sus labios—, creo que podemos ver ese BMW que hace tiempo has querido.

—¿En serio? —Ahora sonaba contenta, malditas mujeres.

—Sí, lo prometo. De hecho, hermano… —Lo miró con una sonrisa—. ¿Por qué no te compras un auto con el dinero en tu cuenta?

—No voy a tocar dinero que no es mío —siseó.

—Ya déjate de estupideces, necesitas comenzar a utilizarlo, ver las cosas del bebé, llevarla al doctor, decorar la habitación de tu futuro hijo… a menos claro, que hayas pensando bien lo que te ofrecí —comentó de forma seria, y el aire en la habitación bajó algunos grados. Jared parpadeó sintiéndose muy abrumado.

Detestaba usar el dinero que su papá le había dado, siempre había sentido que no pertenecía a los Brown y tomar de ese dinero lo hacía sentir como si les debiera algo. Y estar en puñetera deuda con las personas siempre implicaba muchas cosas. Justo ahora, quería gritar de frustración.

—¿Por qué estás todo golpeado, Jared? Está claro que no vas a poder cuidar de nadie si sigues así.

Efectivamente, tenía que cambiar muchas cosas por ese bebé, tendría que llevar a esa niña a consulta, no le gustaban nada esos jodidos desmayos, y estaba demasiado delgada y pálida, además tendría que dejar la moto y conducir el estúpido auto de Nicole, pero lo peor, tendría que tomar de ese dinero porque:

—No hay manera de que te dé a mi hijo, ni en ésta, ni en ninguna otra vida, Adam.

—Cálmate, hermano, no todo lo que hago es con afán de molestarte. No me quiero quedar con tu hijo como si fuese un maldito roba niños, te lo estoy diciendo porque también existe la policía, ¿cómo vas a explicarles que te dedicas a golpear personas ilegalmente? ¿Cómo vas a educar a una criatura de ese modo? —Suspiró sacudiendo la cabeza—. Mira, tan solo… llévate el auto, puedes guardar tu motocicleta en el estacionamiento subterráneo, le diré a Frederic que la vigile.

«La verdad no peca pero incomoda, ¿no?», murmuró su estúpida voz interior. Enojado, iba a decirle a su hermano que no quería su jodido auto cuando en sus bolsillos su celular vibró. Frunció el ceño al ver el número.

—¿Qué quieres tan temprano? —preguntó al tiempo que se despedía con un gesto de mano de su hermano y su fastidiosa esposa.

Te quiero en el Cooper's, ya.

—¿Y si no quiero ir?

No estoy de humor, Frío, trae tu culo para acá inmediatamente.

Se hubiera molestado más, de verdad que lo habría hecho, pero la llamada parecía importante viniendo de Jeffl Cooper. Minutos después se seguía sintiendo extraño, el auto había resultado más cómodo y veloz de lo que había pensado, malditamente veloz. ¿Qué tenía que hacer una fastidiosa mujer como Nicole con un auto así? Quizás se lo compraría después de todo.

En cuanto descendió del automóvil, el olor a tabaco que seguía brotando a raudales por debajo de la puerta del Cooper's le golpeó en el rostro, se preguntó si alguna vez ese olor se iría del todo aunque no estuviera abierto el lugar.

Frío, ¿qué haces aquí tan temprano? —preguntó Owen dejándolo pasar.

—Jeff me llamó.

—Entonces supongo que debes darte prisa.

Claro, cuando alguno de los hermanos llamaba, todos corrían como mariquitas asustadas, no dijo nada mientras se aproximaba hacia la oficina. El Cooper's de día lucía ridículamente plastificado, y qué decir de las grotescas bolas de discoteca. Parecía una ironía que lo que por la noche fuera todo un espectáculo, de día era tan solo un enorme salón decorado en tonos chillones. Pero para ironías, la oficina de Spencer. La alfombra roja marcaba el camino hacia su despacho personal, todo el camino estaba decorado por pinturas abstractas que Zoey había colgado. Peor al entrar a la oficina, donde se podían ver los cuadros de lo que parecían siglos de antigüedad y una enorme barra de bebidas, Spencer se encontraba detrás de un enorme escritorio de caoba, como si fuera el maldito rey de alguna parte.

—Bienvenido, Jared, ¿te ofrezco algo? —preguntó con su tono amable y cándido.

—¿Qué mierda quieres?

—Ah, siempre tan respetuoso —exclamó Spencer sonriendo mientras negaba con la cabeza. Jeff solo puso los ojos en blanco.

—Estoy ocupado y no tengo mucho tiempo, ¿para qué me llamaron? —Los miró con recelo.

—Bueno… ¿conoces el nuevo club que abrieron?, ¿el Red’s?

—Me la vivo recorriendo jodidos clubs para bailar un poco, claro —escupió con sarcasmo. Spencer dejó pasar su comentario y siguió hablando.

—Pues resulta que al igual que el Cooper's, esconde todo un campo de lucha bajo su escaparate.

—Qué novedad.

—El problema no es otro antro compitiendo por peleas clandestinas, Frío. El problema es el dinero que invirtieron para crearlo y quién está detrás de eso. ¿Te suena el apellido Douglas? —suspiró dando un sorbo a su bebida—. Esos cabrones… por eso mandaban a James, para que se diera una idea de nuestro lugar y hacer uno igual. Jeff fue anoche a visitar el lugar.

—¿Y lo amaron?

—Tiene dos túneles subterráneos —interrumpió Jeff—, uno de entrada y otro de salida, alumbrado por antorchas bastante separadas, lo que te da la sensación de ir hacia un lugar antiguo y tenebroso, como si ahí se efectuaran peleas contra gladiadores. El campo de ring es un pequeño estadio, con gradas incluso.

—¿Y qué tiene que ver todo eso conmigo? —De verdad al joven se le estaba acabando la paciencia.

—Estamos perdiendo clientes, necesitamos una remodelación y para eso se necesita dinero.

—¿Y me estás pidiendo prestado? —Se soltó riendo.

—Algo así, vamos a aumentar el número de peleas por día y la brutalidad en ellas, necesitamos llamar la atención, ¿y sabes qué? —Sus ojos negros brillaron llenos de codicia, como si estuviera viendo un filete—. Tú eres el platillo principal.

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Jared definitivamente la hacía sentir como si su papá le estuviera gritoneando. Involuntariamente, un suspiro abandonó su pecho al recordar a su papá, lo extrañaba tanto…

—¿Qué tal el descanso?, ¿estuvo muy interesante… Brie? —La susodicha cerró los ojos mientras presionaba los cuadernos contra su pecho.

—¿Eso es un sí? —canturreó acercándose más.

—No sé de qué hablan. —La joven trató de abrirse paso entre la pared humana que habían hecho, nada más y nada menos que Madison Harris y Evelyn Green.

—Carter dijo que escuchó a unos amigos que dijeron que unos compañeros les contaron que tú… estás embarazada —aseguró Madison con una petulante sonrisa.

La castaña hubiera puesto los ojos en blanco ante su sosa explicación… si al final no hubiera concluido con la verdad. Cuando tienes diecisiete años y estás en una estúpida escuela donde no importa qué tan grande sea la ciudad, al final todos son unos chismosos, lo último que quieres es que se sepa que estás embarazada.

Y embarazada no de otro compañero, ni siquiera de alguien de tu edad o de un chico agradable… no. Embarazada y secuestrada por un tipo que tenía de loco lo que tenía de guapo, bastante mayor que ella y sin una pizca de compasión por nadie. Brielle no sabía el reglamento escolar, no creía que expulsaran a alguna alumna por resultar embarazada, faltaban solo un par de meses para la graduación y no podía arriesgarse…

—No tengo idea de qué están hablando y necesito llegar a Biología, ¿podrían dejarme pasar? —pidió la castaña intentando que su voz no sonara temblorosa. Odiaba la preparatoria, de verdad que sí.

—¿Es cierto que tu novio te trajo en su motocicleta? —insistió Madison cerrándole el paso. Brie mordió su labio buscando inventar un pretexto, rápido.

—Ese es mi primo…

—¿Tu primo?

—Déjala, Madison. No creo que mienta, además ¿quién podría hacerle el favor a semejante fenómeno? —Sonrió Evelyn burlonamente, mirándola de arriba abajo.

Oh, el bullying, bendito fuera aquí y en China.

—Tienes razón, y supongo que la motocicleta de su primo es de repartidor de pizzas, seguro es igual de estúpido que ella.

—Hola, Brie. —La cálida voz de Alyssa llegó detrás de su espalda, haciéndola sentirse aliviada.

—Mira, pero si es su amigui, la ñoña número dos, ¿pero qué le pasa al mundo?

Evelyn se soltó riendo dándose la vuelta, Madison la siguió sonriendo y ambas chicas desaparecieron, especialmente contoneándose por el pasillo hacia la clase. Brie sabía que esto solo sería el comienzo del interminable cuchicheo de cosas que le esperaban, ni siquiera quería pensar en la hora del receso, quizás hasta se lo saltaría.

—Gracias por ayudarme con ese par, Aly —susurró, regalándole a su compañera una tímida sonrisa.

—No me agradezcas nada, esas locas solo andan inventando chismes. Es todo en lo que pueden pensar. Sé que eres una excelente chica y no estás embarazada. —Se rio de forma incrédula—. Ni novio tienes, ¿o sí?

La imagen del musculoso y tatuado cuerpo de Jared cubierto de golpes la hizo respirar entrecortadamente, tuvo que acudir a cada retazo de cordura que tuviera para evitar sonrojarse.

—No, yo… no tengo novio. —Y ciertamente no estaba mintiendo, él era su captor, un ogro, un salvaje, todo menos su novio.

—¿Ves? Los chismes están a la orden del día —aseguró su amiga empujando ligeramente sus lentes por el puente de la nariz.

Brie solo sonrió mientras se encaminaban a clase. Al llegar a Biología se encontró con dos cosas desagradables: la primera; tendrían que abrir una lagartija, la segunda; Jordan Sanders, el mariscal del equipo, nuevamente le había guardado un lugar a su lado.

—¡Brie, por aquí! —gritó con entusiasmo, haciendo que algunas chicas bufaran, entre esas Madison, que parecía tener una seria obsesión con él.

La castaña nunca había entendido al chico. Jordan podía tener a toda la escuela a sus pies, las chicas babeaban y trataban a toda costa de acercársele, pero desde que se había matriculado, el rubio había puesto sus ojos en ella. Primero pensó que se trataba de alguna estúpida apuesta o algo, pero con el tiempo descubrió que Jordan verdaderamente tenía interés en ella.

Lástima por él. Brie ni siquiera podía tener amigos, no cuando llegas un día con las mejillas moradas, marcas en los brazos y demás cosas desagradables, eso siempre alejaba a las personas, y por ella mejor, odiaba dar explicaciones. Además Hank se lo tenía prohibido.

—Jordan, hola, yo… no sé si pueda quedarme…

—¿Es cierto que estás embarazada? —preguntó, sus ojos azules escaneándole el vientre. Brie suspiró de forma mortificada.

—No, Jordan, es solo que yo…

—Ya sabía yo que eran chismes estúpidos —aseguró, sonriendo abiertamente.

—Sí, chismes… bueno, quería pedirte…

—¿Una cita? —Movió las dos cejas—. Claro, además estaba esperando que me pidieras que sea tu compañero en el baile.

La castaña cerró los ojos, maldición. Ni siquiera se acordaba del baile, mucho menos pensaba ir y ¿por qué tenía que interrumpirla con todo?

—No, yo… ¿solo encárgate de la práctica, quieres? Te prometo hacer tu tarea de Literatura si tú te encargas de todo eso de disecar a la lagartija, por favor…

—¿Qué te parece si mejor nos vemos saliendo de clases y me explicas la tarea en lugar de hacerla? Así entenderé y tendré un pretexto para verte.

—No puedo.

—¿Por qué no?

—Ya sabes… tengo que ir a la cafetería de mi mamá —murmuró, sintiéndose nerviosa.

—Pues diles que tienes tarea, Brie, vamos, no seas tan correcta, estoy seguro de que puedes inventarte algo, piénsalo mientras yo me encargo de esta lagartija. —A la castaña no le quedó otro remedio que asentir, Jared se volvería loco si tenía que esperarla, por lo que decidió disuadir a su compañero.

—Sí puedo inventarme algo, pero para mañana, por favor, Jordan…

—Está bien, mañana entonces.

Sonriendo, la castaña se puso de pie y salió disparada al tocador. Se sentía bastante acalorada y casi creía que podía oler a la lagartija muerta. No que le diera asco la sangre ni esas cosas, pero su estómago estaba de un humor que ni para qué provocarlo. Tomó un poco de agua del lavamanos y se refrescó el rostro.

Ya que se sintió mejor, caminó fuera de la escuela hacia los jardines que estaban en la parte de atrás, asegurándose en todo momento de que nadie la viera. Se sentó debajo de un árbol y sacó de su bolsillo una barrita de fruta que había guardado, comenzó a comérsela con una sonrisa, saboreando excesivamente lo que antes le parecía un sabor horrendo. El sol calentaba su piel y se sentía bastante cómoda mirando el paisaje luminoso.

Sacó su celular y comenzó a juguetear con las teclas, había alguien a quien quería llamar, y explicarle todo lo sucedido no era nada fácil. Casi le temblaban los dedos cuando marcó el número, tomó largas respiraciones tratando de calmarse.

¿Diga? —saludó esa dulce voz.

—¿Matt? Soy yo, Brie. —Hubo un largo silencio antes de que él se aclarara la garganta.

Mierda, lo siento, yo… Brie, ¿dónde rayos estás? Estaba tan preocupado por ti, Dios mío, me temí lo peor, nadie me dice nada, nadie sabe nada…

—Lo sé y lo siento, Matt, estoy bien, estoy en clases…

¿Y si estás en clases cómo es que me estás llamando? —preguntó, y por su tono se lo imaginó sonriendo.

—Me salí de clase de Biología, me dio asco.

¿Cómo estás, cómo está el bebé?

—Mi angelito y yo estamos bien —canturreó, frotándose su inexistente pancita—, ¿y tú?

Estaré bien cuando te vea.

—De hecho… —Brie mordió su labio, era sumamente estúpido lo que estaba por pedirle a Matt, pero de verdad necesitaba aclarar un par de cosas—. ¿Podríamos vernos hoy? Necesito pedirte un favor.

El que sea, Brie, solo dímelo.

—Necesito que me lleves al Cooper's.

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—Estás jodido —escupió el joven mirando con odio a Spencer.

—No siempre he sido un ciudadano modelo y lo sabes —sonrió, fingiendo inocencia—, y ahora de verdad te necesito más tiempo en las bodegas.

—¿Piensas que soy una máquina de mierda, que puede golpearle el culo a todos sin descanso?

—Para serte sincero, sí —sonrió—, esa impresión me das. Además de pelear, enseñarás a un montón de pendejos que Gary convenció para participar, necesitamos más personas luchando.

—¿Y qué pasaría si te digo que no quiero?

—Trataré de convencerte.

—¿Y si no lo logras?

—Bueno… —Spencer sonrió esta vez de forma perversa—. Diré que traté de convencerte de no morir… pero no pude.

—Pues lamento decepcionarte, no me convencerás ni de morir ni de ayudarte.

—¿Por qué? ¿Estás muy ocupado con tu pequeña zorra?, ¿probando su seguramente estrecho calor? O no me digas que tan solo te estás aprovechando de su ingenuidad. —Sus ojos brillaron como si supiera que eso iba a molestarlo.

Lo cual no debería hacerlo, el que hablaran de Brielle no debería molestarlo, pero por alguna jodida razón, lo hizo. Le emputó que hablaran de la que sería la madre de su hijo, y se encontró dando grandes zancadas hasta donde se encontraba parado Spencer, sin segundos pensamientos, lo sujetó de la garganta y lo estrelló con brusquedad contra la pared.

—Vete a la mierda —siseó a centímetros de su rostro.

—¡Esto es nuevo, Frío! —medio canturreó con dificultad—, te estás interesando por ella, perfecto, cuanto antes te olvides de mi hija, mejor. —Nuevamente estaba desprevenido, lo supo cuando recibió un puñetazo a la altura del tórax, donde ya lo había golpeado anteriormente James.

Gruñendo soltó al bastardo y trastabilló hacia atrás, eso solo lo hizo enfurecerse más. Nadie lo golpeaba sin recibir algo a cambio, plantó firmemente los pies en el suelo, y los ojos de Spencer se dilataron con un poco de miedo al intuir sus intenciones. Lo iba a golpear hasta la mierda.

—¿Qué está ocurriendo? —Esa voz, esa suave voz lo recorrió como una caricia y no pudo más que girar en redondo para ver a Zoey.

Su largo cabello estaba recogido en una jodidamente hermosa trenza que caía hacia enfrente hasta sus generosos pechos, llevaba unos vaqueros desgastados y sus inseparables tacones de infarto.

—Nada, cariño, ¿qué te trae por aquí? —Spencer lo quitó de su camino, apresurándose hacia ella.

—Supe que Jared había venido, quería saber qué estaba haciendo aquí tan temprano, yo… me preocupé —murmuró mirando al suelo, negándose a enfrentarse con su mirada, lo que lo hizo sentirse mal. Diablos, no quería lastimarla de nuevo.

—¿Quién te avisó? Jared solo vino a hacer negocios con nosotros, nena —concilió Jeff quien había permanecido en una esquina, observando la disputa entre él y Spencer con una sonrisa.

—¿Negocios? ¿Vas a seguir peleando? —Sus preciosos ojos verdes inmediatamente se llenaron de lágrimas, robando bufidos entre sus familiares.

—Ahora entrenará a un montón de gente, es mejor que solo pelear, ¿no lo crees, princesa?

—No quiero que él siga peleando. —Sacudió su cabeza y Jared odió escuchar lo rota que sonaba su voz.

—Lo dejará de hacer gradualmente, por lo mismo se ofreció a ayudarnos con personas nuevas, las entrenará y después se saldrá de todo esto, ¿no es así, Jared?

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—Sí, definitivamente lo que sea que te haya pasado en estos días debió volverte loca —aseguró Matt mientras negaba con la cabeza.

Brie solo sonrió terminando de maquillarse como le había enseñado Katie. Después de que Jared fuera por ella, gracias a Dios en un auto, le comentó que no regresaría quizás ni a dormir. Lucía ligeramente abatido y distraído, así que aprovecharía la oportunidad para escaparse a arreglar sus propios asuntos. Tenía que ser hoy, con Jared nunca se sabía.

—Después de que te dijera todo el infierno por el que me ha hecho pasar ese señor, deberías comprenderme —reclamó, girándose para mirarlo—. ¿Ya parezco de veintiuno?

Matt suspiró mirándola de arriba abajo.

—Diablos, sí.

—Entonces andando, no quiero que se haga más tarde.

Aunque enojado, su amigo no dijo nada más y la llevó hasta ese lugar que se encontraba en los límites de la ciudad, en ese barrio feo al que tanto le temía. Era ridículo que el club luciera como un edificio común por fuera, para lo que en realidad se desarrollaba dentro. Tan solo ver las letras en neón del lugar se sintió un manojo de nervios, pero armándose de valor entró con Matt pisándole los talones. El olor a sexo y tabaco era espeso en el ambiente y la golpeó con fuerza, Brielle tuvo que comenzar a respirar por la boca para tratar de controlarse.

La música era tan fuerte que hacía que su pecho vibrara, los recuerdos de todo lo que había tenido que hacer en este lugar le llenaron los ojos de lágrimas. Las deslumbrantes luces de colores brillando en la oscuridad dejaban ver a gente bailando, o teniendo sexo en algunas esquinas, se prohibió rotundamente mirar hacia el fondo donde alguna vez había tenido que bailar casi desnuda, y se apresuró al pasillo donde sabía que estaba la oficina de Spencer, detrás de ella escuchó a Matt resoplar.

—¿Estás segura de que te dejarán hablar con él? —preguntó mirando hacia el enorme gorila que estaba en la entrada. Brie sonrió dando un paso adelante.

—Owen, ¿cómo estás? —El susodicho la miró de arriba abajo antes de esbozar increíblemente una pequeña sonrisa.

—Me da gusto que estés bien, te ves mucho mejor que la última vez.

—Gracias, ¿crees que pueda ver a Spencer?

—Ha estado un poco ocupado… lo llamaré a ver qué dice, espera aquí. —Caminó unos cuantos pasos hacia otro lado mientras sacaba su radio.

—No puedo creer la familiaridad con la que te manejas aquí —cuchicheó Matt sonando asombrado.

—Por favor, no me juzgues, no soy así —pidió la castaña. Ya bastante vergüenza le daba que su amigo supiera su profesión como para tener que lidiar con su cara de asombro.

—No lo hago, estoy aquí para protegerte no para juzgarte.

—Puedes pasar —los interrumpió Owen

—Él viene conmigo y…

—Solo tú. Spencer no acepta verse con extraños.

—Pero es que…

—¡Brie! —Una voz familiar le gritó desde atrás. Vestida con una minifalda y un top de cuero, Katie corrió hacia ella con gracia incluso sobre esos enormes tacones y se estampó literalmente con ella.

—Katie —susurró dejándose abrazar, disfrutando de la calidez que la embargaba cada vez que ella la abrazaba de esa manera. No importaba cuántas cosas malas pasaran, Katie siempre la hacía sentir mejor, como en casa.

—Te vi desde las plataformas, te grité pero no me escuchaste, así que vine a verte y…

—Spencer está esperando, ¿quieres dejarlo para otra ocasión? Sabes lo que le molesta esperar —dijo el guarura.

—No, yo… —Se giró para mirar a una sonriente Katie y a un muy confundido Matt—. ¿Podrías hacerme un enorme favor?

—Los que quieras, amiga.

—Este es mi amigo Matt, viene acompañándome, ¿podrías quedarte con él en lo que hablo con Spencer?

—Pero, Brie, no quiero que entres sola en ese lugar... —El rubio sujetó su mano mirándola con algo de aprensión.

—No le va a pasar nada, ella ha lidiado con cosas peores. ¿Por qué no vamos por un trago?

Matt no pudo decir mucho más, ya que Katie tiró de su mano y Owen condujo a Brie hacia las oficinas, iban caminando por el largo pasillo decorado con una ostentosa alfombra roja, cuando se toparon con un tipo vestido todo en cuero negro.

—¿Dónde están las bodegas? —le preguntó a Owen—. Estoy listo para pelear.

Brie lo miró y se preguntó si las puntas fijadas con gel de su cabello castaño eran tan afiladas como parecían. Con su pelo a la moda, sus piercing, y su ropa de cuero negro, el chico daba un aspecto extraño, aunque muy acorde con el resto del lugar.

—¿Eres Derek, no? —El hombre asintió—. El Frío te está esperando desde hace un buen rato, está emputado.

—Ese "Frío" no puede hacerme nada —comentó riéndose mientras enfatizaba las palabras.

—No te recomiendo que lo hagas enojar, créeme. No quisiera sacar tu culo ensangrentado de las bodegas.

—Es bueno saber que te caigo bien, te veo al rato. —Luego la miró—. Preciosa, ¿quizás también nos veamos en un rato? —preguntó con voz seductora, Brie parpadeó sintiendo el rubor acudir a sus mejillas.

—A ella ni se te ocurra mirarla —advirtió Owen con voz ligeramente siniestra.

—¿Por qué?, ¿es tuya? —De nuevo el chico parecía divertido con la situación.

—Digamos que… de nuevo tiene que ver algo con el Frío.

—¿Es su novia? —Ahora sonaba alarmado.

—No precisamente y déjanos pasar de una vez, te veo en unos minutos.

¿Qué tendría que ver Jared con ese chico? Y un momento… ¿las bodegas? Repentinamente recordó al joven mencionándolas, entonces trabajaban en unas bodegas, ¿pero haciendo qué? Sus preguntas tendrían que esperar porque Spencer la recibió con una enorme sonrisa, y por primera vez, estaba solo. Jeff no se veía por ningún lado.

—¡Brielle! —canturreó, llegando a su lado y estrechándola más de lo necesario—. Me moría por saber de ti, Porcelana. Después de toda la mierda que pasó entre tú y el Frío te perdimos el rastro.

—Lo siento —balbuceó ruborizándose—, las cosas se salieron de control.

—Pero mantuviste tu palabra, ¿no es así? No le has dicho nada sobre nuestro pequeño trato, ¿verdad?

Spencer caminó hasta una barra de bebidas y se sirvió una copa con un líquido de color tan espeso que simulaba sangre. Su cabello era ridículamente brillante, le caía en una cortina recta hasta los hombros, y Brie comenzó a odiar que a los hombres se les viera el cabello mejor que a ella.

—No le he explicado nada.

—Perfecto, sería una lástima tener que visitar a Natalie. —La castaña sintió su mandíbula caer al suelo.

—Creí que nuestra deuda estaba saldada en cuanto me acosté con él, me lo prometiste —medio gritó, sintiéndose furiosa.

—Te prometí tu libertad y lo cumplí, pero la deuda que tiene Hank con nosotros sigue y lo sabes.

—¿Por qué? Tú…

—No aclaramos eso. —Se encogió de hombros—. Debiste pensar bien lo que querías a la hora de hacer un trato conmigo, si mal no recuerdo solo dijiste “quiero mi libertad”, nunca agregaste “y saldar la cuenta de mi padrastro”.

Brie se abrazó a sí misma sintiendo la bilis subir como la espuma por su garganta. Quería llorar, gritar por la frustración, sin embargo se encontró diciendo algo completamente distinto:

—Ese hombre está seguro de que le tendiste una trampa para separarlo de tu hija, ¿qué es lo que tengo que ocultar si ya lo sabe?

—Sí, en eso tienes razón. —Bebió un poco de su copa—. De cualquier manera no quiero que hables con él de nuestro trato, ni que le expliques nada. Quiero las cosas tal como están, tú sigues en deuda conmigo y necesito otros favores.

—¿Más? —balbuceó nerviosa.

—¿Qué has pensado del Frío?, ¿te trata bien?

—¿Jared? —Parpadeó, tratando de salir del estupor que le había producido las palabras de Spencer, él la miró aguardando con paciencia su respuesta—. Sí… él me trata más o menos bien.

—Y tú lo tratas más o menos bien también, al parecer. —La castaña lo miró confundida, ¿cómo podría él saberlo?—. Quiero que sigas como vas, será tu obligación enamorarlo o alguna mierda. Ya lo embaucaste con el niño, pero no ha sido suficiente para mantenerlo lejos de mi hija, lo quiero malditamente fuera del camino, ¿entiendes eso, Brielle? —De pronto sonaba molesto, sus ojos negros taladrándola con ira.

—Pero es que, yo…

—Escúchame bien, Porcelana. Si no consigues esa mierda, me veré en la obligación de apoderarme de esa mugrienta cafetería, puedo traer a tu madre a trabajar aquí, como puta, ¿te gustaría eso?, puedo conseguir que la golpeen cada puto día que no consigas lo que te he pedido, ¿entiendes? —rugió a centímetros de su rostro.

—S-Sí —gimió sacudiéndose y conteniendo las lágrimas.

—Entonces tienes que darte prisa, pero no llores… —Tomó su rostro entre sus manos limpiándole las lágrimas—. De alguna manera lograste que te llevara a vivir con él, ¿qué tan difícil puede ser lograr quitarlo del futuro de mi hija? Ustedes están jodidos, nena, muy jodidos. No quiero lo mismo para mi princesa.

Brie contuvo el deseo de sacudirse de su toque y lo miró por primera vez con odio. Era como una sensación prohibida para ella, por lo general esos deseos nunca la habían asaltado, no era partidaria de la violencia, de alguna manera había logrado sobrevivir los últimos cuatro años sin siquiera molestarse, pero entonces, Spencer lograba sacarla de todo juicio.

—Lo haré si después de esto prometes dejarnos en paz. Quiero que esta vez des por saldada la cuenta de Hank.

—¿Cuántas veces te he dicho que tú no me dices qué hacer? —La miró irritado, la castaña mordió su labio y se abrazó a sí misma sintiendo más lágrimas acumularse en sus ojos, finalmente respiró hondo—. En fin, niña, ya no llores, daré nuestro trato por cumplido.

Brie suspiró sin albergar esperanzas. Estaba tan cansada de luchar contra todo que en ese momento, aunque entre el miedo y las dudas, tomó una decisión, de cualquier manera no tenía muchas opciones.

—¿Qué hace Jared para que lo odies tanto?

—No tienes idea, niña —contestó Spencer sonando mortificado.

—Entonces ayúdame a entenderlo, quiero que me lleves a las bodegas.