Capítulo Dos

 

Brie se sentía como un trapo mientras Jared tiraba de su mano.

—Por favor… no haga esto… —suplicó de nuevo mirando el lugar al que se dirigían. Dios, le parecía sumamente aterrador y solo podía esperarse lo peor. Brie nunca rogaría por su vida, pero la vida del bebé era otra cosa.

—¿Qué se siente ser vulnerable? ¿Jodido, no? —Él la estaba taladrando con esos fríos ojos azules—. Ahora deja de puñeteramente quejarte.

Volvió a su camino sin decir otra palabra. El edificio frente a ellos era enorme, de al menos quince pisos y amenazaba con caerse en pedazos. Sin soltarla, el joven comenzó a subir unas escaleras en forma de caracol, que rechinaban peligrosamente con cada paso que daban. Las paredes de lo que algún día fuera blanco, ahora lucían amarillentas y en ruinas. Pudo ver como la ropa estaba tendida en los diferentes balcones y de banda sonora, los acompañaban los gritos de una señora que estaba regañando a su hijo. ¿Por qué diablos vivía Jared aquí?

«Seguro que vende droga, quizás es un narcotraficante, con esos atuendos negros, con todos esos tatuajes, seguro que era…» Como si escuchara sus pensamientos, repentinamente él se giró para mirarla. Como siempre sus ojos helados la analizaron de arriba abajo, pero curiosamente, disminuyó un poco la velocidad de sus grandes zancadas. Quizás, después de todo, no la odiaba tanto. «Quizás es porque llevas en tu vientre a su hijo. Recuérdalo», dijo su vocecilla interna.

Llegaron al cuarto piso donde el joven se detuvo frente a una descolorida puerta de madera, deslizó sus suaves y largos dedos hacia el bolsillo de su chaqueta para sacar una llave. Quizás éste sería el lugar donde la iba a tener viviendo y luego se iría.

—Espérame aquí —pidió con voz árida. Sin embargo en sus ojos pudo ver un atisbo de duda. Como si de pronto este lugar tampoco le pareciera seguro—. Entraré primero.

La puerta rechinó sonoramente cuando la empujó para abrirla, entró con paso seguro e inmediatamente después la oscuridad se lo tragó. Brie se quedó paralizada, llena de miedo por estar en un lugar que no conocía. Pasaron algunos minutos sin que él volviera y el estruendo que hizo un auto al rechinar las llantas la hizo dar un respingo. Quería ir tras él porque le daba pavor continuar sola, pero luego recordó sus palabras:

«Si quiero coger, estarás lista».

Ah sí, eso. ¿Cómo se le había olvidado ese pequeño detalle? Lo mejor sería que se lo tragara la oscuridad. Se abrazó a sí misma intentando calmarse, aunque la ira de nuevo la estaba invadiendo. De pronto, el pequeño departamento se iluminó y Jared apareció frente a ella. Era tan alto e imponente que le robó un escalofrío.

—Entra —ordenó.

Odiaba obedecerlo, en realidad odiaba todo de él, pero diecisiete años obedeciendo no se iban a ir en un dos por tres, así que entró al departamento. El lugar era muy pequeño, de una sola planta. Un sofá de lo más austero decoraba la sala, casi en seguida de él había un comedor con solo tres sillas. Las cortinas en las ventanas eran de un percudido blanco, y de pronto a Brie la asaltó una imperiosa y compulsiva necesidad de ponerse a lavar todo. Quizás solo la había traído a limpiar. Su mirada se topó con la de Jared, él estaba contemplándola como absorto, una ligera sonrisa torcida curvaba sus labios, la miraba como si estuviera disfrutando de un regalo de Navidad.

—¿Por qué está tan divertido?

—Me llamo Jared, no me hables con tanto formalismo… cariño —se burló.

—Y yo le dije que me llamo Brielle y a usted no le importó, así que le hablaré como el señor que es —aseguró, pero inmediatamente se arrepintió al ver el gesto crispado en sus finas facciones.

—Estoy puñeteramente divertido porque me entretiene ver tu cara de asco. Se nota que ya amas nuestro hogar. —Ella frunció el ceño.

—Yo no… yo no hago caras de asco… —Él puso los ojos en blanco.

—Ven —dijo dándose la media vuelta y guiándola por un feo pasillo hacia… la única habitación.

La cama era muy pequeña, un desabrido edredón gris la cubría, y dos almohadas. Al fondo, una ventana lucía tan sucia que ni siquiera se podía ver hacia afuera, de nuevo la necesidad de limpiar se intensificó y estuvo a punto de preguntarle dónde estaban los productos de limpieza, pero se encontró preguntando otra cosa:

—¿No hay espejos? —Jared se encontraba apoyado en el marco de la puerta viéndola, con su figura cubría casi toda la salida, y la castaña contuvo un escalofrío cuando él elevó una negra ceja.

—¿Quieres vernos cuando te esté cogiendo? —preguntó sutilmente.

Brie boqueó como un pez fuera del agua. Era tan estúpido que le daban ganas de abofetearlo. Mordió su labio tratando inútilmente de controlar el calor que estaba subiendo por su cuello. No quería que él la viera tan vulnerable, por lo que bajó la mirada hacia sus Converse, respiró hondo antes de hablar de nuevo.

—Lo digo para saber dónde podré arreglarme. «Idiota», pensó internamente.

—En el baño.

Trató de relajarse mientras se giraba de nuevo hacia la cama, tocó delicadamente con los dedos el borde del edredón gris y no pudo evitar un suspiro. Aquel lugar era tan deprimente que la hacía sentir más vacía, si es que eso era posible. Se abrazó a sí misma pensando lo que seguiría de ahora en adelante. Jared la había secuestrado y… bueno, si por secuestrado estamos hablando de pagar setenta mil dólares, entonces sí, más bien, Hank la había vendido por segunda vez en el año. Se estremeció pensando en Spencer, a quien había sido vendida primero, y en cuanto los Cooper se enteraran de que ahora estaba con Jared… seguro se volverían locos.

Tenía que avisarle de alguna manera a Spencer, le aseguraría que nunca le contaría lo que él había tramado para perjudicar a Jared.

Estaba perdida en pensamientos cuando escuchó el cierre de una cazadora, Jared se quitó lentamente la chaqueta negra que parecía de un motociclista, lanzándola de forma despreocupada sobre el sofá. Brie se giró extrañada para mirarlo y ahogó un grito cuando vio cómo iba desabotonándose la oscura camisa.

Su pecho fue quedando al descubierto, dejándola ver que era enorme, y por supuesto también estaba tatuado, cerca de las costillas tenía una leyenda en forma horizontal, flanqueado por más líneas de músculos que se deslizaban por su esculpido abdomen. Tragó en seco, no lo recordaba así. Porque bueno, ¿a quién quería engañar? Se lo había imaginado un montón de veces para ser sincera. Cuando recreaba esa fatídica noche, no podía ir más allá en sus estúpidas fantasías ya que él nunca se quitó por completo una sola prenda.

De pronto, un pequeño clic sonó en su cerebro. ¿Piensa que vamos a estar juntos… ahora? Aterrada, lo miró directo a los ojos y se quedó sin aliento al ver que estaban más oscurecidos de lo normal y centrados únicamente en ella. Sin pensarlo dos veces, salió disparada rumbo al baño.

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Jared andaba deambulando por su antiguo departamento.

¿De verdad iba a hacer esto? Aún no se explicaba por qué mierda se había apropiado de Sophia… o Brie, como sea, y mucho menos tenía cabeza para ir al departamento que compartía con Zoey.

¿Qué jodidos le iba a decir? En cuanto la castaña desapareció de su vista, aprovechó para revisar una y otra vez las ventanas y puertas, el departamento estaba ubicado en un barrio bajo de Las Vegas, lo había comprado con mucho esfuerzo y orgullosamente sin la ayuda de la familia Brown, pero ahora simplemente ya no le parecía apropiado para… nadie. Lo había dejado al juntarse con Zoey, y hablando de placeres… «Fuiste un poquito exagerado en traer a la chica, ¿no crees? Capaz que ni es tu hijo y tú ya te ofreciste como el padre, ¡felicidades!»

Pero entonces recordó otra vez lo que le dijo el tal Matt aquel día: Ella me dijo que es de un tal Jared… bla, bla… eso.

Así que no pensaba ser un puto cobarde dejándola sola sin hacerse responsable, porque si ese niño resultaba suyo, no iba a permitir que ni por error fuera a caer en el puñetero infierno de un orfanato. Diablos no. Nadie de su sangre pasaría por ahí… otra vez.

La mantendría oculta aquí el resto del embarazo, luego haría un examen de paternidad al niño, y cuando tuviera los jodidos resultados sabría qué hacer. Tenía varios meses para pensar, y mientras tanto Zoey… no tenía por qué saber. Así de sencillo y maduro.

¡Ahhhh! —Un horrible grito provino del baño. Mierda, asustado corrió como un huracán, podía haber algún delincuente.

Casi entró derrapando al pequeño lugar pero no encontró nada, ni tampoco a Brie. Esa niña, ¿estaba haciéndolo jodidamente a propósito? Lo último que necesitaba era otra bipolar.

—¿¡Qué jodidos te pasa!? —ladró furioso entrando a la habitación—. ¿Por qué andas por ahí corriendo y gritando como loca? Los vecinos seguramente te escucharon —regañó y frunció el ceño al ver que ella jadeaba.

—Es que… allí en el baño… hay… hay una… una cucaracha. —Hundió el rostro en las rodillas, se veía muy pequeña en el centro de la cama.

Ay por Dios. Jared no le dijo nada, en cambio, abrió el closet donde tenía sus cosas, desde que Zoey y él habían discutido, había tenido que regresar a este lugar. Sacó unos pantalones de deporte azules y una camiseta gris. Lentamente comenzó a desabrocharse el cinturón cuando la escuchó hablar otra vez.

—¿No la va a matar? —inquirió con voz amortiguada al hablar contra las rodillas.

—Ella no le está haciendo daño a nadie… ¿por qué habría de matarla? —comentó sarcásticamente mientras se quitaba los vaqueros seguido de los calcetines.

—Por… favor… señor, es que las odio… por favor. —Elevó el rostro y sus ojos se encontraron. Ella se ahogó y comenzó a toser escandalosamente—. ¿Por qué está desnudo? Vístase, por favor… —medio gritó cubriéndose el rostro con las manos.

Señor. Le había dicho señor. Jared intentó con todas sus fuerzas no emputarse ni por eso, ni porque fingiera que era una inocentona. Respiró hondo al tiempo que terminaba de vestirse.

—Ahora resulta que te asustan los hombres desnudos, sí, claro. Hazte para un lado —exigió, hundiendo una rodilla en el colchón.

—¿Qué… qué va a hacer? —preguntó, sus ojos estaban llenos de cautela.

—Una fiesta. —Ella se quedó mirándolo fijamente y tuvo que contener el impulso de poner los ojos en blanco—. Me voy a dormir.

—Pe-Pero… pensé que se iría…

—Te dije que aquí viviríamos. Ahora duérmete. —Se dio la vuelta dándole la espalda.

—¿Y dónde voy a dormir yo?

—Naturalmente aquí, o en el sofá, como quieras. —De verdad esperaba que no quisiera el puto sofá, o iba a tener que dejarle la cama. No era tan estúpido como para mandarla a dormir allá.

—No traje mi pijama, no traje nada. —El joven contuvo una sonrisa mientras se giraba para verla. El cabello oscuro enmarcaba ese delicado rostro, la joven se mordisqueaba su carnoso labio inferior.

—Puedes dormir desnuda, así estarás lista por si decido cogerte más tarde —ronroneó. El rostro de ella enrojeció, pudo verlo incluso en la oscuridad y aquello le provocó mucha satisfacción.

Le haría la vida una-mierda, claro que sí.

—Además, pensé que si usted quería dormir, yo tenía que irme —contraatacó socarronamente.

—¿Piensas mucho, no es así? —preguntó encabronado, solo eso faltaba, una comediante más en la casa. Enojado la miró de arriba abajo, era muy frágil y blanca, parecía una muñeca quebradiza—. Desvístete.

—Le dije que no traje mi pijama.

—Y yo te dije que te-quiero-desnuda.

—Eso no dijo y no… no puede obligarme… —balbuceó, encogiéndose más si fuera posible.

—¿Me estás retando? —cuestionó en tono juguetón, en realidad dentro de todo el caos por el que estaba pasando, encontraba interesante molestarla, así que se apoyó en un codo para verla. Sin embargo ella abrió los ojos como platos y se puso lívida.

—No lo estoy retando, señor… es solo que aquí hace frío, no quiero enfermarme porque no puedo tomar medicamentos… al bebé le harían daño.

Entonces Jared sintió la habitación muy helada, de hecho todo el cuerpo se le entumeció, excepto su corazón que comenzó a palpitar dolorosamente contra sus costillas. El bebé. El joven se estremeció al procesar esa palabra, y sin pensar, desvió la mirada hacia el vientre plano de la chica. Mierda, ahora se sentía como todo un pendejo. La castaña llevaba una desgastada camiseta y unos pantalones de mezclilla demasiado gastados y sin duda muy poco abrigadores.

¿Qué tal que le daba hipotermia?

No que le importara una mierda, claro, pero el bebé era otra cosa.

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Señor ogro= Cero. Brielle= Uno.

La castaña de verdad tuvo que contener una sonrisa. La sencilla palabra: “bebé” había puesto a Jared más blanco que una hoja de papel. Cabrón, se lo tenía bien merecido si pensaba chantajearla y portarse como un tonto, ya tenía que irse formando en la fila de idiotas.

—Esto es para ti, vístete y ya no quiero escucharte más. —Ella abrió la boca para protestar cuando él le arrojó bruscamente una enorme camiseta, pero entonces, de nuevo Jared le leyó el pensamiento—: No me interesa si te queda grande, mañana veremos qué comprarte.

—Mañana tengo que ir a la escuela y al trabajo.

—Me importa una mierda tus actividades, iremos a comprar algunas cosas para nuestro departamento, me harás comida y por la noche puedes alistar tus cosas, además ya no vas a trabajar en esa cafetería. —Brie abrió los ojos como platos, Hank se volvería loco y su mamá pagaría el precio.

—No puedo hacer eso —respiró agitada—, por favor, es importante…

—También te embarazaste y pareció no importarte mucho, ¿o sí? Así que no me vengas con pendejadas y acuéstate de una puta vez —espetó con crueldad.

Brie sintió aquello como una patada, y cerró los ojos tratando de controlarse porque estaba a nada de llorar y odiaría hacerlo frente a él. Si pudiera le gritaría, pero ahora con su bebé en camino, permanecer en este lugar era mejor que con Hank. Se vistió rápidamente y suspiró resignada mientras se acostaba lo más lejos que podía del ogro. Sin embargo en cuanto levantó las cobijas, un delicioso olor a fresco se coló por su nariz haciéndola estremecer. Se quedaron en silencio un par de minutos… u horas, ella podía sentir su calor a través de las mantas y aunque no quería, le gustó la sensación.

—¿Cuánto tiempo me va a tener aquí? —musitó en medio de la noche.

—Hasta que nazca el bebé, ¿crees que te dejaré al lado de ese pendejo que te ha estado maltratando? No voy a permitirme correr ese riesgo. —Brie contuvo el aire.

—¿A… a qué se refiere?

—Te encanta fingir, ¿no? Es como tu jodida segunda naturaleza, pero si piensas que puedes seguir jodiendo conmigo, desde ahora te digo que no se te da. Pude ver algunas marcas en tu piel, incluso en tu mejilla, no volverá a tocarte si quiere seguir respirando —aseguró con una nota de furia en la voz. La castaña respiró hondo, quizás él no era tan malo, quizás podían entablar una conversación más racional…

—Mire… sobre lo que pasó, sé que querrá hablar y yo…

—¿Hablar, sobre qué? ¿Sobre tu color favorito, sobre tu puta comida preferida? Oh, espera… ¿te refieres al bebé?

—Escuche…

—¿Cómo nunca se te ocurrió decírmelo? Ya sabes, "oye, fíjate que además de violarte me embaracé de ti… felicidades, vas a ser papá". Hubiera sido bueno saberlo —expuso con el mismo sarcasmo.

—¿Y qué ganaba diciéndoselo? Al parecer no se toma para bien las noticias.

—¿Pensabas ocultármelo siempre? —Sonaba bastante malhumorado, la temperatura bajó algunos grados, por lo que Brie se acurrucó aún más entre las mantas—. Es mi hijo también, tú no me conoces y no tienes ningún puto derecho a negármelo por anticipado.

Brie frunció el ceño, durante estos meses nunca se había puesto a pensar que quizás a Jared podría… importarle. De hecho, durante este tiempo, para ella solo había una cosa importante: mantener al bebé a salvo. Sin embargo, ahora estaba viendo cuánto había afectado a Jared. Cuando aceptó aquel trato se encontraba en uno de los más horrendos episodios de su vida, sin saber qué hacer, sin poder decidir. Hank les debía la vida a los Cooper, así que la había entregado a cambio de saldar sus cuentas. Ahora ella tenía que quedarse a trabajar en el club hasta que resultara inservible o se hiciera vieja, por eso cuando Spencer le ofreció otra salida… De pronto las náuseas la recorrieron de arriba abajo y se tuvo que sentar conteniendo un jadeo.

—¿Q-Qué te pasa? —preguntó el joven acercándose a través de las cobijas como si fuera a tocarla, pero deteniéndose en el último momento.

—No es nada, solo son náuseas. —De nuevo se quedaron en silencio, sin embargo él no dejó de verla y aquel escrutinio la tenía al borde de una crisis nerviosa, odiaba que la mirara fijamente.

—Dime una cosa… —murmuró, al fin volviéndose de espaldas, contemplando el techo—, ¿planeaste esto con Spencer? —Brie mordió su labio.

—No, yo...

—¿Cuánto te pagó? ¿O es que en realidad no te pagó una mierda y solo estabas tan desesperada por un pene que te ofreciste gratuitamente? ¿A cuántos hombres te has jodido? —inquirió, sin moverse de su sitio y sin siquiera inmutarse.

Brie contuvo un gemido, él no sabía sus verdaderas razones, quizás tampoco eran justificables, de ninguna manera era justificable lo que le había hecho, pero estaba harta de que le hablara así.

—Usted no sabe nada. —Pretendió levantarse de la cama, pero en un súbito movimiento que la tomó desprevenida, él se giró sujetándole las muñecas por encima de la cabeza y la presionó con su enorme cuerpo contra el colchón, no obstante seguía moderando su fuerza, Brie no pudo contener un grito.

—No te vas a ir a ninguna jodida parte, no me vengas con esas pendejadas de santurrona, me drogaste, prácticamente me violaste, te embarazaste, me lo ocultaste y todas las mierdas que terminen con aste —enumeró.

—Yo no lo obligué nunca, usted estaba ahí esperándome, ya estaba mal desde que llegué. —Intentó empujarlo.

—Tú-me-drogaste.

—Ah, claro y ¿también estaba drogado cuando le ofrecí la copa?, ¿o cuando me quise ir? —Lo miró con odio, él parpadeó frunciendo el ceño ligeramente.

—Te veías asustada, solo quería molestarte…

—Ah, pues mire las consecuencias —renegó, empujándolo ligeramente, pero claro, no pudo moverlo.

Se quedaron mirando fijamente y con odio hasta que ambos controlaron sus respiraciones. Jared le soltó las manos pero no se quitó de encima, se apoyó con ambos codos a un lado de su cabeza. Brie tenía muchísimo miedo de lo que él pudiera hacer, era muy voluble, sin embargo no pudo evitar pensar lo bien que se sentía tenerlo encima, no estaba colocando ni un gramo de su peso sobre ella y era cuidadoso en no lastimarla. Su cuerpo enorme parecía protegerla, como una gigantesca manta.

—Spencer me tendió una trampa —comenzó el joven a decir, interrumpiendo el silencio—. Su hija es mi novia y nunca le ha parecido que salgamos. Desde entonces se la ha vivido buscando un pretexto para separarnos, haciendo cuanta mierda puede y tú fuiste la gota que derramó el vaso —murmuró en tono oscuro.

Brie mordió su labio, en realidad no se informó de nada, solo pensaba en una cosa: su libertad.

—Yo no sabía nada de eso… —Sacudió la cabeza, lo último que hubiera querido era destrozar una feliz relación o lo que fuera—. Yo solo… olvídelo.

—No voy a olvidar una mierda, destruiste lo poco que tenía, pero no te preocupes que ahora vas a remediarlo. —Sonrió torcidamente antes de deslizar la nariz por su cuello—. Cada vez que yo quiera.

De nuevo Brie se quedó sin aliento, lo aborrecía muchísimo, no veía la manera de poder quitárselo de encima, sin embargo, su cuerpo al parecer tenía otra idea de ese ogro. Un cosquilleo que nada tenía que ver con que estuviera embarazada se alojó en su vientre y entre sus piernas, e incluso hasta se sintió acalorada. Se removió incómoda pero solo logró que él se acunara perfectamente entre sus caderas demostrándole lo bien que embonaban, y tuvo que contener un jadeo cuando algo duro presionó contra ella.

—Yo no… no pienso que esta sea la…

—Tú no piensas. Efectivamente no sabes una mierda —dijo con voz ronca, y después de decir eso, se levantó ágilmente dejándola sola… y extrañamente vacía.

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Jared tenía cada músculo de su jodido cuerpo tenso.

Frustrado, se pasó ambas manos por el cabello en un intento de relajarse, Brie lo ponía al puto límite, al borde de sí mismo y esa era la razón por la que se había tenido que alejar. Ella era como un puto detonador, sacaba lo peor de sí mismo, y además estar peleando todo el tiempo con ella le despertaba un instinto muy ridículo: el de la caza. No ayudó el hecho de que lejos de tenerle asco, su maldito pene seguía duro como una roca después de haber estado en el lugar preciso entre sus piernas. Puta mierda, todo su cuerpo se sacudió ante el recuerdo. Se moría por hundirse en ella otra vez y Dios, ¿qué rayos pasaba con ese bastardo de su pene traidor? Mientras se lo reacomodaba entre los pantalones, el deseo de pelear o esnifarse algo comenzó a hacerlo sudar.

Salió para intentar relajarse, encendió un cigarro para inmediatamente después darle una dura calada. Trató de no pensar en esa chica, ni en cómo de suave era su piel, ni en cómo sus grandes ojos parecían honestos, ni en cómo olía. Mientras fumaba con furia contenida, estaba tan absorto en sus propios pensamientos de mierda que no vio la sombra que se acercó a él hasta que la tuvo casi enfrente, lo que, naturalmente, lo hizo enfurecerse.

Nunca estaba desconcentrado, nadie nunca lo había tomado con la jodida guardia baja, pero claro, últimamente toda su concentración se había ido a la mierda, y el que no se lo creyera que se lo preguntara a Brielle.

—Hermano, ¿eres tú? —Genial, simplemente genial.

—¿Qué rayos quieres aquí, Adam? ¿A qué has venido?

El enorme cuerpo de su hermano apareció de entre las sombras. Adam podía intimidar fácilmente a cualquiera, incluso a él. Con esa estatura de más de un metro noventa o esos bíceps como si consumiera esteroides, era difícil que pasara desapercibido.

—Quiero saber si es cierto lo que me dijo papá, ¿de verdad te trajiste a vivir a la chica… aquí? —Ah claro, en su familia se portaban como viejas chismosas, no soportaban que nadie pudiera tener un secreto.

—¿A ti qué más te da?

—Maldita sea, Jared. —Su hermano suspiró visiblemente frustrado—. Parece que estoy hablando con un animal que solo puede reaccionar, siempre que trato de hablar contigo terminamos peleando, solo Dios sabe qué estaba pasando por tu cabeza cuando decidiste traerla a este lugar.

—Gracias por los dos cumplidos, hermano. Me llamaste animal y pocilga a mi hogar, eres tan jodidamente dulce. —Dio una última calada al cigarro—. Ahora, si no te molesta…

—Quiero conocerla —pidió Adam, su tono fue duro y exigente.

—¿Como para qué?

—Para que se sienta segura. Estoy convencido que contigo no ha de haber tenido la mejor de las bienvenidas. —Jared rechinó los dientes.

—¿Crees que me interesa darle una bienvenida?

—Al menos que se sienta segura.

—¿Qué quieres decir?, ¿que conmigo no se siente segura, que no puedo protegerla?

—Tienes un temperamento de mierda, hermanito, no dudo que puedas protegerla, pero tampoco dudo que puedas herirla con tu constantes cambios de humor.

—¡Sé perfectamente controlarme! —Síp, ese rugido era prueba de ello, Adam pareció pensar lo mismo, porque su estúpida boca se curvó ligeramente en una sonrisa.

—Y hablando de situaciones que sabes controlar…

—Ni lo intentes, Adam, no voy a hablar de eso.

—Ah, pero claro que vamos a hablar de eso —gruñó acercándose más—, ¿qué va a pasar con Zoey? ¿Sigues drogándote? ¿Sigues peleando?

—Solo te diré que necesito hablar con Zoey, y de lo otro, solo sé que Brie me drogó.

—¿Así se llama? ¿También consume drogas? ¿Aun estando embarazada? —Su hermano elevaba cada segundo más la voz y parecía estar a punto de tener un puto derrame cerebral.

—Ya basta, Adam, ¿por qué no pasas de una puta vez y la conoces?

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Brie se limpió las lágrimas con furia.

Cerró los ojos con fuerza y se obligó a respirar, por supuesto que no estaba llorando por el inútil ese, claro que no, estaba llorando porque odiaba estar sola en un lugar que no conocía y con una condenada cucaracha acosadora que no la dejaba ir al baño.

Quería tomarse algún calmante o aspirina, pero no podía tomar ningún medicamento. No quería perjudicar al bebé de ninguna manera. Escuchó la puerta principal abrirse y se permitió respirar aliviada, no que le diera gusto que ese ogro inútil volviera, pero para ser completamente honestos, estaba aterrada de pensar que se quedaría sola en ese departamento. Pero cuando escuchó más pasos, se le quedó la respiración a medio latido. No venía solo.

—Alguien quiere conocerte, Brielle. —Su voz sonó fuerte y clara, pero encolerizada como siempre.

—Hola… —Una enorme silueta apareció en el umbral de la puerta, dio unos pasos en su dirección y la habitación se hizo realmente pequeña con semejantes hombres—. Soy hermano de este cavernícola, mi nombre es Adam.

Brie tuvo que parpadear, no una, sino dos veces. ¿Hermanos? El hombre frente a ella era inmenso, incluso más que Jared, su cabello no era como el del ogro, que parecía la piel de un cuervo. Por el contrario, este hombre era rubio y la única similitud con su hermano era el color de los ojos.

—Sé cómo de loco se puede poner mi hermano, por eso vengo a presentarme como la otra cara de la familia, no todos los Brown somos así —aseguró con una radiante sonrisa que por alguna extraña razón la tranquilizó.

—No soy un Brown —escupió el joven con desdén, su hermano puso los ojos en blanco.

—Ya vas otra vez con esa mierda, supéralo de una vez, hermano. —Jared gruñó algo que no pudo entender pero Adam lo ignoró—. Vengo a proponerles algo a los dos.

—¿Qué? —Ahora el joven parecía realmente confundido.

—Bueno… primero, ¿Brie? ¿Te puedo decir así?

—Sí… señor —murmuró tirando un poco más de las cobijas para taparse.

—¡Por Dios! Soy un par de años mayor que este inútil pero no me llames así, nunca me ha gustado ser un señor. —Le guiñó un ojo—. Bueno, sé que eres menor de edad —suspiró de forma reprobatoria—, no puedo imaginarme cómo es que acabaste teniendo un hijo de mi hermano, pero te tengo una salida, a los dos de hecho.

—¿De qué rayos estás hablando, Adam?

—Sencillo, hermano. Estoy enterado de tus actividades extrañas con las que te ganas la vida, estoy seguro de que no te ves con un hijo ni a corto ni a largo plazo, tienes una chica a la que según tú amas, ¿no? —El joven se quedó mirándolo fijamente, pero Jared solo desvió la mirada y por ridículo que fuera, aquello la ofendió, no quería compartir a Jared y sí, oficialmente se estaba volviendo loca—. ¿Qué piensas decirle ahora a Zoey? ¿Y tú, Brie? Seguro que tenías otros planes, otros sueños que se verán truncados al ser una adolescente y madre soltera, seguro querrás ir a la universidad, estoy seguro que tienes un futuro por delante… así que esta es mi propuesta.

—No quiero escucharla —refunfuñó Jared cruzándose de brazos pero su hermano le restó importancia.

—Mi esposa y yo no podemos tener hijos, hemos intentado durante años y no hemos obtenido resultados favorables. Tramitamos la adopción sin respuesta alguna hasta el momento, y de pronto me entero que mi pequeño hermano sin proponérselo tendrá lo que más deseo en el mundo. Entonces lo que quiero decir, es que Nicole y yo podemos adoptar a su hijo.

La habitación se quedó completamente en silencio después de aquello. Brielle se sacudió antes de mirar hacia su regazo, intentando digerir aquello. Dar en adopción al bebé. Nunca en todo este largo proceso había pensado en eso, tampoco había pensado bien en las consecuencias de ser mamá, de hecho no había pensado en nada de esto para no abrumarse. Su cabeza rebotaba de Hank pidiéndole dinero, hasta Spencer exigiéndole silencio. ¿Qué iba a hacer ella con un bebé?, ¿qué había de sus sueños, de un futuro?

—De-ninguna-jodida-manera —explotó el ogro.

—Bien, esa es tu respuesta, hermano… ¿qué me dices tú, Brie?

Ella se mordisqueó el labio, insegura sobre qué decir, justo ahora se sentía más pequeña de lo que era. ¿Regalar a su bebé? Simplemente le resultaba inconcebible… pero, ¿cómo lo iba a mantener?, ¿cómo iba a sacarlo adelante? No podía llevarlo a vivir con Hank, no podría soportar que ese bastardo le pusiera una mano encima, tampoco podía conseguir trabajo por su edad…

—Es más, no tienes que responderme ahora, ¿por qué no se mudan a uno de mis departamentos, Jared? Nicole podría estar al pendiente de ella cuando tú no estés y de esta forma no estaría sola… ¿por qué no lo piensan los dos?

—¡No tenemos nada que pensar! —rugió furioso, Brie dio un respingo y ahogó un gemido al ver una vena marcada en su perfecto rostro, decir que estaba enojado era poco—. El niño es mío lo quiera ella o no, y ésta es su puta casa de ahora en adelante.

—Sí, sí. Éste es mi número, Brie. Puedes llamarme a cualquier hora y vendré, ahora tengo que irme… Jared, ¿puedes venir un segundo?

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Jared ni siquiera pudo dormir un puto segundo toda la noche.

Primero por la extraña sensación de otro cuerpo que no fuera el de Zoey, luego por la estúpida y jodida conversación de Adam queriendo quedarse con su hijo, luego por… todo lo demás. Incapaz de permanecer un solo minuto fingiendo que dormía, se levantó y se fue directo al baño.

Se dio una larga ducha intentando relajarse, dejó que el agua cayera por su inerte cuerpo como si de alguna manera pudiera lavar toda la mierda que sentía encima antes de que el agua se pusiera helada. Finalmente salió y enrolló una toalla en sus caderas. Cuando entró en la habitación, se sorprendió al ver a Brie sentada al borde de la cama. El largo cabello le cubría parte del rostro y la camiseta que le había prestado se veía enorme en su pequeño cuerpo. Ella elevó la vista abruptamente, y en cuanto sus ojos se cruzaron, pudo apreciar ese enrojecimiento como jodido rubor cubrir su rostro y cuello.

El joven no pudo evitar el suspiro puñeteramente mortificado que abandonó sus labios, ¿de verdad iba a seguir fingiendo no haber visto nunca un hombre? Oh, espera. Podía hacerla emputar aún más, así que sonriendo cerró la puerta. Los enormes ojos de Brielle se abrieron como platos cuando dejó caer la toalla, se ruborizó aún más antes de desviar la mirada.

—Tiene un serio fetiche con andar desnudo por ahí, ¿no? —Él se encogió de hombros restándole importancia—. Yo creo… creo que si vamos a vivir juntos deberíamos de poner algunas reglas, ¿no cree? —refunfuñó, desviando la mirada hacia la sucia ventana. Sus mejillas estaban sumamente sonrosadas.

—Claro, empecemos. Regla número uno: te quiero desnuda todo el jodido tiempo.

—Deje de portarse así, mire, si lo que quiere es fastidiarme… —De pronto el color abandonó su rostro—. Ángel, ahora no… —susurró haciendo una mueca.

—¿Ángel? —preguntó Jared frunciendo el ceño… ¿Quién jodidos era ese?

No alcanzó a terminar de preguntarle, porque ella se precipitó sin importarle chocar contra él al correr directo al baño. Ni siquiera alcanzó a cerrar la puerta, de hecho a duras penas llegó al inodoro. Jared la miró atónito mientras su pequeño cuerpo se sacudía presa de las arcadas y se sintió ridículo al no saber qué hacer.

Algunos minutos después ella se incorporó lentamente, no se atrevió a mirarlo antes de cerrar la puerta y acto seguido escuchó la regadera. Suspiró con vacilación mientras se vestía, recreando lo que había pasado una y otra vez. Había tenido que jodidamente controlarse cuando la vio precipitarse hacia el baño, un ligero remordimiento… bueno, ¿a quién demonios engañaba? Se había asustado hasta la mierda cuando la vio correr y vomitar todo.

Pasó sus dedos por el cabello aún húmedo en un intento de aplacarlo, pero como siempre, era imposible. Y mientras lo hacía, se preguntó cómo mierda iba a ser… papá. Brielle salió unos minutos después, vestía la misma ropa desgastada del día anterior, salvo que más que asustada lucía como un fantasma. Su largo cabello húmedo cayendo por su espalda, y su rostro surcado por grandes y oscuras ojeras que resaltaban demasiado en su piel blanquecina. No que le importara. Más bien… estaba preocupado, por el bebé.

—¿Estás bien?

—Sí —susurró un tanto cohibida, mientras pasaba los dedos por su cabello en un intento de peinarlo—. Es solo que no he desayunado.

Jared apretó los labios. Dios, de verdad quería hacerla sufrir pero no así, había olvidado comprarle un puto cepillo, alimentarla, darle cosas de ese jodido tipo. Anoche no le había llevado cena y ahora tampoco le había dado algo para desayunar. ¿Qué clase de pendejo era? Sin duda se estaba convirtiendo en un negligente de mierda, y las palabras de Adam se sintieron más duras que antes.

—Yo… —murmuró avergonzado—, me cambiaré rápido para ir a desayunar algo.

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Brie cerró los ojos mientras disfrutaba del delicioso sabor de las patatas.

—Haces jodidos ruidos cuando comes —dijo de nuevo esa maldita voz, estremeciéndola.

Jared se encontraba frente a ella, y para variar estaba vestido todo de negro, llevaba una camiseta con un logo que decía Led Zeppelin, unos vaqueros oscuros de talle bajo, y esas condenadas botas que temía en un arranque usara contra ella. Su cabello negro se había secado por completo y se había asentado caóticamente, era ridículo que fuera tan brillante, por algún motivo que no lograba entender, se moría por pasar lo dedos a través de él tan solo para comprobar si era tan suave como parecía.

—No me esté escuchando —refunfuñó desviando la mirada de aquellos penetrantes ojos azules.

—¿Estás satisfecha?

—Sí —confirmó, regalándole una verdadera sonrisa—. No me vendría mal algún postre.

Por un segundo le pareció que el joven le iba a devolver la sonrisa, pero no, claro que no. Rápidamente fue sustituida por su habitual línea en los labios y su ceño fruncido, el cual ya estaba marcado permanentemente en medio de su frente. De hecho, era su única arruga. ¿Cuantos años tendría?

—Qué bueno, ahora vámonos, tenemos que comprarte ropa y esas mierdas. —Ahora fue el turno de ella de fruncir el ceño.

—Tengo ropa, ¿sabe? Necesito ir a mi casa por mis apuntes y mi uniforme. —Jared estiró la mano y tomó una de las patatas, en un suave movimiento se la llevó a los labios. ¿Por qué todo lo que hacía era tan terriblemente elegante?

—Mandaré a Adam por tus cosas —murmuró tomando otra patata—, ahora vámonos.

—¿Nos mudaremos con él?

—Me lo estoy pensando; ahora, ¿podemos irnos, cariño? ¿O quizás quieras parlotear hasta el anochecer?

Era un amargado, un ogro. En cuanto salieron, Jared suspiró mortificado y ella se preguntó ahora por qué, ¿estaría recordando a la hija de Spencer? El frío viento logró sacudir su cabello robándole un escalofrío, de la nada unas tormentosas nubes cubrieron por completo el cielo. Dios, ¿por qué tenía celos?

—Apresurémonos —indicó, el viento previo a la lluvia se colaba por su largo cabello en ondas, moviéndolo—. No querrá que nos alcance la lluvia y pesque un resfriado… ya sabe, no puedo tomar medicamentos.

Tal como lo había pensado, Jared volvió a ponerse lívido al mencionar implícitamente al bebé. Brielle se permitió sonreír internamente, no solo él podía molestarla. Ni siquiera pudo hacer mentalmente el baile de la victoria, porque un segundo después él le estaba sujetando la muñeca, de nuevo como si darle la mano fuera tanto problema.

El autobús olía espantoso.

No es que Brielle se fuera a quejar en voz alta, pero la mezcla de diferentes perfumes le estaba provocando náuseas. Comenzó a sentirse mareada, su cuerpo se perló de sudor, estallando en un incómodo calor. Cerró los ojos aunque claro que no sirvió de nada, respiró por la boca pero aquello le dio asco, Dios iba a vomitar y el autobús venía repleto. Les había tocado ir de pie y Jared estaba a su lado, mirando fijamente al frente como si su mente estuviera a años luz de ahí. Brie volvió a sacudirse presa de un escalofrío y entonces, tomó una decisión.

Si iba a vomitar, lo haría encima de él.

Después de todo, ese ogro se merecía al menos eso, ¿no?, lo odiaba demasiado. Así que en un movimiento rápido, soltó la barandilla de la que venía sujetándose y se abrazó de la estrecha cintura del joven. Sin segundos pensamientos, enterró el rostro en su pecho, amplio y bastante duro. Entonces pasó algo por demás inesperado, aquel olor que él desprendía era embriagador, resultaba ser un gran distractor sobre el resto de los aromas.

—¿Qué mierda te pasa? —espetó con voz dura, sujetándola de los hombros en un intento por quitarla.

—Estoy muy mareada, me siento terrible, señor, solo… por favor… —pidió con la voz entrecortada, se sentía mejor que antes de abrazarlo, pero débil mientras intentaba aferrarse a él con más fuerza.

Dios, si la quitaba estaría perdida. Cerró los ojos esperando lo inevitable, sin embargo, solo escuchó algo como un gruñido, y para su asombro, un fuerte y tatuado brazo le rodeó la cintura pegándola a su cuerpo, Brie se quedó de piedra cuando una corriente eléctrica la atravesó, incluso tuvo que contener otro escalofrío. Nunca jamás admitiría lo ridículamente segura que se estaba sintiendo entre esos fuertes brazos.

Cada vez que más gente subía, Jared la estrechaba de forma protectora, impidiendo que nadie la tocara. Por un momento se dejó de odios hacia él, no le importó que parecieran la pareja feliz que no eran, tampoco las miradas inquisitivas de algunas señoras, no le importó que todo mundo lo viera como un delincuente lleno de tatuajes, o a ella como una adolescente promiscua que debería estar en la escuela. Tan solo se concentró en ese masculino aroma, en la sensación de su tonificado brazo rodeándola, en la forma en la que él la protegía a ella y a la vida que ambos habían creado.

Al abrirse las puertas llegando a su destino, inmediatamente la burbuja se reventó. Él la soltó como si hubiera estado agarrando ácido haciéndola perder el equilibrio, para luego con un bufido mortificado al verla tambalearse, volver a sujetarla por la cintura. Caminaron fuera del autobús y luego hacia una zona comercial, cuando ella se sintió mejor, no se lo dijo, así que continuó dejándose abrazar. «Cristo, después de todo soy una masoquista», pensó cuando finalmente llegaron a Macy’s.

—Voy a comprar algunas cosas… puedes ir viendo qué llevar. —Comenzó a alejarse de ella, pero unos pasos más adelante se giró para mirarla, sus ojos azules la taladraron—. Ni se te ocurra intentar huir, sabes bien lo que pasará si haces esa mierda. —Ella frunció el ceño y le sacó la lengua.

El joven puso los ojos en blanco y caminó deprisa, sus grandes zancadas pronto lograron que su amenazadora silueta se perdiera de vista. Así que sin saber muy bien qué hacer, Brielle se abrazó a sí misma mientras caminaba distraídamente hacia la ropa. Frunció el ceño al ver los precios de la ropa interior. Diablos, un sostén costaba veinte dólares y ¡sin las bragas!

Puso en el pequeño carrito cinco cambios, así al menos tendría uno de lunes a viernes y ya el fin de semana podría lavar. Suspiró al ver los vaqueros tan caros, solo se llevó tres, de sus labios escapó un gruñido de nuevo cuando vio el precio de más de veinte dólares de la blusa más barata.

Faltaba el pijama, pero ya era demasiado dinero, podría dormir con la sudadera que Jared le había ofrecido.

—¿Por qué llevas tan pocas cosas? —susurró una seductora voz sobre su hombro, la joven ahogó un grito dando un respingo.

—¿Es otro más de sus sarcasmos? —Se giró para encararlo y se quedó sin aliento al ver por primera vez sus ojos brillando… divertidos.

—No. —Miró hacia el carrito—. Solo que como no traje nada de tu jodida ropa pensé que llevarías más cosas, con eso que llevas no te alcanzará ni para dos semanas. —Ella se encogió de hombros.

—Así está bien.

Jared bufó y colocó la ropa que al parecer había escogido para él, e inmediatamente después, se puso a curiosear removiendo todo y sacando uno de los sostenes que ella había elegido. Elevó una ceja mirándola, y de nuevo, Brie no pudo evitar ruborizarse.

—¿No se te hacen jodidamente anticuados? —preguntó, su voz era cálida. Ella tragó en seco mientras negaba—. Te escogeré unos cuantos. —Abrió los ojos sorprendida mientras lo veía colocar nueva ropa en el carrito.

—No me los pondré. —Cruzó los brazos en su pecho.

—No estamos negociando, Brielle, lo sabes —dijo sin dejar de poner ropa, el colmo fue cuando comenzó a guardar baby dolls.

—No gaste en vano, ¡no me pondré nunca eso! —gritó enfurecida, provocando que varias vendedoras se giraran a mirarlos.

—Eres como un pequeño tigre enfurecido cuando quieres, ¿no? —La miró sobre su hombro al tiempo que lanzaba nuevos sostenes.

Eso la hizo enfurecer más, esta vez no iba a ceder en eso. Podría en pleno siglo XXI pertenecerle, pero no se vestiría con lo que él dijera, eso sí que no. Enfurecida, se giró sobre los talones y salió disparada sin rumbo fijo.

—Stephany, tienes que mirar a la derecha.

—¡Oh mi Dios! Qué guapísimo, ese es mío —cuchicheó una de las vendedoras entre risas, sus miradas lascivas dirigidas hacia Jared.

«Todo tuyo», pensó Brie, mientras daba grandes zancadas para desaparecer de ahí. Sin quererlo, llegó hasta el departamento de bebés. Eso la hizo sentir mejor, sonriendo tocó la imperceptible pancita que pronto empezaría a crecer.

—Yo siempre te voy a querer, ángel.

Deslizó los dedos sobre la fina sábana en color azul con animalitos estampados y no pudo evitar preguntarse por trillonésima ves si sería niño o niña… si se parecería a él. Sonrió de pronto ante el pensamiento, un pequeño bebé con el ceño fruncido permanentemente y cabello negro, solo que ojalá no heredara esos fríos ojos azules… quizás si se pareciera a ella tendría los ojos de color miel, serían cálidos y bonitos. De cualquier forma que se viera, estaba segura de que sería hermoso. Continuó caminando sin poder evitar sonreír al ver los diminutos pijamas, eran tan lindos y suaves que los pasó por su rostro, disfrutando de la suave tela.

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—¿Es para su hermanita? —preguntó un intento de voz seductora detrás de él.

—No es mi hermana. —Se giró molesto para mirarla. La pequeña perra de estatura media lo veía como si nunca hubiera visto el sol, parpadeando como si le dolieran los ojos y sonriéndole de forma asquerosamente tonta.

—Um, en ese caso, quizás le gusten estos modelos de por acá… para adolescentes. Acompáñeme.

La siguió, pero luego se preocupó al no ver a Brielle por ningún lado. ¿Habría huido? Puta mierda, esperaba que no, abrió y cerró los puños nerviosamente. El parloteo de la vendedora debería molestarlo, pero estaba más preocupado pensando en la estúpida chiquilla. ¿Habría huido? ¿A dónde podía ir sola? ¿Ya estaba lloviendo?

Sin decir una sola palabra, dejó a la vendedora hablando y salió disparado en busca de Brielle, el corazón le latía con violencia de solo pensar en no encontrarla, en imaginarla jodidamente huyendo de él, volviendo al lado de Hank, ¿y si no volvía con ese bastardo?

Detuvo su paso abruptamente cuando la vio, ella estaba sonriendo mientras se restregaba cual gato sobre una pequeña manta. Su cuerpo entero se relajó al verla, la castaña caminó deslizando los dedos por una cuna, estuvo un rato viendo diferentes zapatos. Y no, mierda no. No sé permitiría enternecerse con esa engañosa imagen.

—Brielle —masculló con una voz ligeramente más alta de lo normal, ella dio un respingo al escucharlo y de sus manos se resbalaron aquellos diminutos zapatos—. Vámonos, aún nos faltan las cosas de la cocina.

Ella asintió dejando todo en su lugar, caminó hacia él y por poco resbaló con unos juguetes tirados. Jared suspiró, de verdad parecía tener dos putos pies izquierdos, ¿cómo diablos era tan torpe?

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Adam pensó que su hermano ya no podía sorprenderlo más… hasta que volvió a estacionarse afuera del departamento donde vivía con la pequeña Brielle. De verdad pensaba mantenerla viviendo en este detestable lugar, era un hecho.

Tocó la puerta, y naturalmente fue Jared el que atendió. Su hermano ahora tenía la masa muscular de un luchador profesional, pero era tan alto que el peso se repartía a lo largo de sus huesos, era de complexión elegante y fibrosa. La camiseta negra se le pegaba al cuerpo como una segunda piel. Uno de sus muchos tatuajes era de un eclipse en el hombro derecho, del cual podía ver las llamas del sol sobresaliendo por debajo del pliegue de la camiseta, otro tatuaje en la cara interna del brazo izquierdo en un idioma que Adam definitivamente no conocía, y claro, seguro tenía más tatuajes que no le interesaba ver.

—Estás de broma si piensas seguir aquí —aseguró rompiendo el silencio.

—Hola, hermano, como siempre un gusto verte, pasa a mi pocilga. —Se hizo a un lado para dejarlo pasar.

—¿En dónde está Brie?

—En el cuarto, cambiándose.

—Entonces… —Dio un paso mirando de reojo el lugar—. ¿Qué decidiste?

Cristo, aquel lugar era tan espantoso y deprimente que ni siquiera le daba confianza el sofá que estaba en… bueno, la sala comedor.

—Deja de joder con eso, no voy a darte a mi hijo —aseveró, pasando nerviosamente una mano por su cabello en ese gesto que, aunque no quisiera, había adquirido de su padre.

—No eso, me refería a lo de mudarte a uno de mis departamentos, y hablando de cosas, ¿qué has sabido de Zoey?

—Quedé en verla mañana —confirmó con una estúpida sonrisa torcida, a Adam le daba náuseas esa mujer, pero se ahorró sus comentarios. Si quería que su hermano le hiciera caso, decir que su novia estaba loca era un mal comienzo, así que se decidió por decir otra cosa.

—Otra razón más para que se muden cerca de nosotros, ¿acaso dejarás sola a Brie aquí? ¿Qué pasa si se mete algún delincuente? ¿Qué pasa si alguien la deja herida? ¿Si necesita ver a un médico por el bebé? No tiene manera de comunicarse con nadie, de pedir ayuda… por una puta vez en tu vida, Jared, sé ra-zo-na-ble. —Su hermano cerró los ojos mientras se pellizcaba el puente de la nariz.

—Yo… es solo que yo… estoy tan emputado con ella que quiero verla sufriendo aquí, quiero hacerla tan miserable como me hizo a mí. —Su voz era como una afilada daga.

—Está embarazada, no la hagas pasar malos ratos.

—Ella me ha hecho pasar los peores ratos en mi vida, que se joda —siseó.

Adam elevó la mirada incrédulo hacia él, donde pudo apreciar los círculos negros que se formaban debajo de sus ojos, reforzando su apariencia de matón. Una apariencia terrible por cierto. Pero Jared no había sido siempre este ser frío y despiadado, no. De hecho había cambiado mucho a lo largo de los años. La vida le había golpeado con dureza cuando tan solo era un niño, y después, en lugar de andar lloriqueando por el mundo, se encerró en sí mismo. Así que a estas alturas ya no quedaba nada del introvertido niño que Adam había conocido alguna vez. No solo cambió su cuerpo, su mente y su personalidad también lo hicieron… pero para mal, lo que realmente era una pena.

—Nadie te obligó a embarazarla… —dijo con voz suave, sabiendo que eso tranquilizaría a su hermano.

—Me drogó, Adam.

—Bueno, ya. Lo hecho, hecho está. De nada sirve que le hagas la vida miserable.

—Quizás no gane nada, pero definitivamente no tengo nada que perder. —Sonrió torcidamente y no era una sonrisa feliz—. Sabes que estoy jodido.

—Solo múdate al departamento, déjanos cuidarla y tú sigue haciendo lo que quieras. —Jared suspiró, se quedó callado por una eternidad hasta que finalmente gruñó.

—Está bien —farfulló entre dientes. Adam quería saltar de felicidad, pero en cambio solo asintió restándole importancia, frente a su hermano había que actuar así.

—Jared, ¿quiere que también guarde…? —Brielle salió de la habitación, lucía demasiado delgada y pálida. La noche anterior no había tenido la oportunidad de apreciarla realmente ya que se había estado ocultando bajo las mantas. Su cabello castaño enmarcaba su rostro destacando sus muy afilados rasgos. Frunció el ceño, el estúpido de su hermano la iba a matar de hambre. Furioso, lanzó una mirada envenenada hacia Jared—. Lo siento no sabía que estaba aquí, señ… digo… perdón, Adam, hola…

Él no pudo evitar ponerse de pie e ir hacia ella. No la odiaba, de hecho le caía muy bien. Nunca entendería por qué la dulce chica había drogado a su hermano, pero no le importaba, era difícil de creer eso, y más viniendo de la boca de su muy retorcido hermanito.

—¿Qué tal, Brie? —Llegó hasta ella y besó suavemente su mejilla. No pudo evitar sonreír  al ver a la chica sonrojarse, ¿cómo alguien seguía sonrojándose a estas alturas?

—¿Te ofrezco algo de tomar? —susurró ella de forma cálida.

—No, de hecho venía por ustedes, Jared accedió a mudarse a uno de mis departamentos…

—Oigan, par de jodidas amigas, dejen las pláticas para otro día. —Adam cerró los ojos, su hermano podía ser un cabronazo cuando se lo proponía, justamente como ahora—. Brielle, tengo hambre, quiero que prepares algo antes de irnos.

Adam fulminó nuevamente a su hermano con la mirada, iba a protestar, pero temía terminar en algún altercado y que Jared decidiera no mudarse, así que se apresuró a decir:

—Mandaré a Frederic por sus cosas. Cuanto antes estén en el departamento, mejor.

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Sándwiches.

Haría sándwiches y solo haría tres, de los cuales se comería dos ella solita. Jared, el Frío para todos, el ogro para ella, estaba muy equivocado si pensaba que estaba haciendo la cena porque él se lo hubiera pedido, lo estaba haciendo porque también tenía demasiada hambre. Por supuesto que Brie sabía cocinar, pobre de ella donde no supiera, teniendo una cafetería que atender y con un padrastro loco para exigírselo, pero no pensaba cocinarle nada más elaborado a ese loco ogro de lo peor.

Así que mal cortó la lechuga, no le puso mayonesa a un pan y tampoco queso, le sirvió agua en lugar de refresco y casi le aventó el plato. El joven abrió la boca como si fuera a decir algo, pero finalmente solo parpadeó, en un gesto que le pareció a la castaña distinguir como incredulidad.

—¿Por qué dos para ti y para mí uno solo?

—Porque sí —farfulló, sin prestarle más atención, él mordió ligeramente su labio mientras negaba con la cabeza.

Mientras cenaban, la mente de la joven voló a su mamá. Se preguntó qué estaría haciendo y en lo que seguramente estaría sufriendo al no saber nada de ella, pensó en el regreso a la escuela después del descanso, pensó en todo lo que la rodeaba… particularmente ese extraño hombre que estaba frente a ella. Por Dios, era tan abrumador que la mirara con esos ojos de hielo, que preferiría ser enterrada viva antes que sentarse de nuevo sola en la cocina con él. Se sentía tan devastada que ni siquiera tocó el segundo sándwich.

—Has comido muy poco. —Jared, quien al parecer no tenía otra cosa mejor que hacer que estar ladrando órdenes y viéndola comer, ahora molestaba con que no había comido lo suficiente.

—Estoy satisfecha.

—Debes de alimentarte bien para que mi hijo sea fuerte y sano. —No pudo evitar sonreír al escucharle decir mi hijo—. Cuando te vayas, conseguiré una fórmula suficientemente nutritiva para que esté bien sin ti.

La castaña cerró los ojos, su corazón se oprimió incluso. ¿Cuando te vayas? Ella nunca dejaría a su pequeño angelito con nadie, era suyo.

—No lo dejaré.

—Sí que lo harás —gruñó—, él no tiene que saber que su madre es una cualquiera, no tiene que saber que se concibió en un mugriento antro, no tiene por qué saber que existes. —Brielle apretó los puños furiosamente poniéndose de pie.

—Es mi hijo también. —Durante toda su vida se había visto privada de muchas cosas, entre ellas la libertad para opinar, pero por su pequeño angelito haría cualquier cosa—. Estaré a su lado siempre.

—No tienes madera para ser madre, Brielle, tan solo eres una niña —murmuró él mientras daba un sorbo a su agua.

—Usted tampoco es un padre modelo, es un repulsivo drogadicto.

Los ojos de él llamearon con una ira que la hizo estremecer, pero justo en ese momento alguien llamó a la puerta. Era Frederic, el señor que había mandado Adam para ayudar con la mudanza.

Cuando Adam les había pedido mudarse cerca de él, casi quiso abrazarlo de felicidad, era un hombre muy amable. Pero ahora, mientras veía a Jared empacando luciendo realmente furioso, pensó que no importaba a dónde fuera, mientras siguiera con el ogro, su vida sería un infierno.