Capítulo Cinco
Jared se pasó ambas manos revolviéndose el cabello. ¿Qué demonios le estaba pasando con eso de pedir disculpas y mierdas sensibleras?
Se estaba volviendo un puto sensible, y eso lo iba a terminar destruyendo más que las estupideces que Spencer le hiciera. Tan solo unos ojos llorosos y esperanzados lo tenían afligido mientras entrenaba a una bola de pendejos salvajes, que solo Gary sabía de dónde diablos los habían sacado.
Para muestra un botón. Por Dios, ¿qué pasaba con estos mocosos? El individuo que llegó corriendo y derrapando frente a él tenía el cabello en picos con tanto maldito gel que seguro si le enterraba la cabeza al rival lo perforaría. Podría ser una buena técnica, pensándolo bien.
—Escúchame bien, si vuelves a llegar tarde te voy a golpear hasta borrarte esa sonrisa come mierda, ¿te queda claro?
—Sí, señor —comentó, pero por la sonrisa en su boca más bien pareció una burla. El joven se tuvo que obligar a calmarse, abriendo y cerrando los puños ya que estaba listo para saltarle encima.
—Derek, hoy pelearás contra Benjamín. Es un chico bastante fuerte y del mismo grupo de los Ghetto. Si tienes algo de cerebro pondrás atención a lo que te está diciendo Jared —ordenó Jeff, jugando con las ridículas ondas rubias que le caían hasta los hombros—. Ahora te diré las reglas dentro de la bodega… no las hay. Incluso si mueres, lo único que haré será lanzarte a un terreno desierto como si fueras un puto perro —aseguró sonriendo de forma malévola. Derek elevó una ceja, el imbécil seguía sin creerlo, pero se limitó a decir:
—Comprendo.
Jared se ahorró el suspiro cansado que quería abandonar sus labios. Enseñar a las personas a… cualquier cosa, no era una tarea que quisiera hacer. Nunca. Sin embargo, al cabo de un tiempo Jared acabaría diciéndose que uno nunca sabe para quién trabaja, ni lo que le puede deparar el porvenir. Por Dios, él había aprendido a golpear hasta la mierda a muy corta edad, claro mediante la técnica prueba y error, muchas veces quedó inconsciente en algún sucio callejón, otras terminó despertando en algún hospital. Nunca hubo nadie que le dijera cómo subir los puños o cómo agacharse, eso era para afeminados… Como los que justamente tenía enfrente.
—Entonces, si todo quedó claro, muevan su culo directo a las peleas. ¡Esto es para hoy, señoritas, me estoy haciendo viejo viéndolas ahí! —Jeff se dio la media vuelta rumbo a las bodegas, seguido por los mocosos.
Jared dubitativamente miró su celular. Un pensamiento lo tenía inquieto, o más bien, una persona y aunque no quisiera aceptarlo, su jodida mente regresaba a ella una y otra vez.
Brielle.
Después de recogerla en la escuela la había llevado en silencio a casa. Ella le dijo que se sentía bien y de verdad lo parecía, sus mejillas tenían color y no parecía que quisiese vomitar o esas mierdas, se repitió que necesitaba inspeccionarla para asegurarse de que no le mentía hasta con su salud. Quizás no debió verle más tiempo del debido las piernas, tampoco debió imaginársela quitándose ese puto uniforme del demonio en forma seductora mientras caminaba hacia él…
Sacudió la cabeza deseando tener un martillo a la mano y destrozarse el puto cerebro. Definitivamente se estaba volviendo un pervertido loco, y no solo de deseo sino de nervios. ¿Qué si se desmayaba y no estaba ahí para auxiliarla? Verla débil y demacrada era peor que verla enojada y altanera. ¿Se acabaría el mundo si le mandaba un puto mensaje de texto preguntándole si todo estaba bien? Adam le había pasado el número para que la tuviera en los contactos, así que se decidió.
¿Todo bien por allá? Llegaré a las once.
J.
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—No tienes idea de lo que son las bodegas, ¿ah? —preguntó Spencer, mirándola como si fuera la persona más ingenua sobre la faz de la Tierra.
—Yo… hum… —Se humedeció los labios—. Sé que pelean ahí…
—Es más que una “pelea”, niña. Es una carnicería —lo dijo sonriendo como un tiburón, lo que logró robarle un escalofrío.
—Es que yo, bueno, lo que pasa es que Jared tiene un comportamiento muy difícil. Es voluble e irritable, no sé comprenderlo y pensé…
—¿Pensaste que verlo peleando te ayudará a entender? ¿Tienes acaso una visión retorcida de cómo ayudarlo?
—¿A-A qué te refieres?
—Sé manejar mejor de lo que te imaginas a las personas volubles e irritables. Para ejemplo tengo a Zoey —suspiró mirando por una de las enormes ventanas de su oficina—. Mi hija padece bipolaridad, pero el Frío… Bueno, es un ser despiadado, no por nada le hemos puesto ese apodo. No tiene compasión ni sentimientos, está muerto.
Brie parpadeó asombrada ante la nueva información. ¿Zoey era bipolar? Dios mío, no podía imaginarse en un millón de años a una mujer con el carácter similar a Jared, seguro era una bomba de tiempo. Sin embargo el joven no era tan malo como Spencer decía, y por alguna razón eso la molestó. Estaba cansada de que hablaran de las personas como si no fueran otra cosa más que objetos. Jared podía no quererla, pero se preocupaba por ella y por su angelito, definitivamente no estaba muerto. Por eso envalentonada aseguró:
—Salvo cuando está con tu hija, no parece ningún muerto cuando se trata de ella. —El rostro sonriente y burlón de Spencer se transformó por la furia, haciendo que un escalofrío recorriera a la castaña.
Spencer no respondió nada, sino que se dedicó a mirarla. La miró tanto tiempo que comenzaron a sudarle las manos, se abrazó a sí misma intentando no temblar y se arrepintió enormemente de haberle dicho eso. ¿De dónde rayos había sacado el coraje para enfrentarlo? Después de lo que pareció una eternidad, sus ojos negros finalmente dejaron de perforarla y rompió contacto visual. Se dio media vuelta y caminó a grandes zancadas hacia su escritorio donde descolgó el teléfono, realizó una llamada hablando tan bajito que Brie no alcanzó a escuchar nada, así que se temió lo peor, ¿qué si mandaba a matarla?, ¿o si le provocaba daño al bebé?
—Si fueras hombre te diría que tienes bastantes bolas para hablarme de esa manera. —Caminó hacia ella de forma lenta y sinuosa, como las serpientes—. Eres una mocosa impertinente y malagradecida. Te saqué del infierno que vivías con Hank y así me pagas… —sonrió a centímetros de ella—. Sin embargo, supongo que por eso sigues viva al lado del Frío. Ahora lárgate, te dejarán entrar.
¿Sacarla del infierno? ¡Pero si la había condenado a otro! No obstante susurró:
—Gracias. —Tragándose todos los pensamientos, comenzó a retirarse, sin embargo Spencer volvió a hablar:
—El trato entre nosotros no termina hasta que lo quites del camino, y si me da la puta gana, te buscaré para más favores. —Brie contuvo un jadeo mordisqueándose el labio inferior—. Ahora escúchame bien, lo que te pase ahí no será asunto mío, ¿entendiste? Si Jared te llega a ver ahí y se emputa a grados descomunales, será solo contigo, tú tienes la culpa de todo y lo resolverás a como dé lugar. ¿Está claro?
—Sí.
—Ahora vete a la mierda de mi vista.
Brie dio un respingo, pero inmediatamente dio media vuelta y con el corazón latiendo dolorosamente contra sus costillas corrió hacia la pista de baile. Katie, necesitaba encontrarla y pronto. La música retumbaba en sus oídos mientras los buscaba frenéticamente entre las personas, abriéndose paso con dificultad entre la multitud que bailaba extasiada y muy probablemente drogada, a lo lejos, los vio en la barra platicando de forma alegre.
—Entonces le dije que tuviera cuidado, pero finalmente se tropezó con la cubeta —dijo Katie riéndose, Matt se soltó riendo de forma tan sonora, que incluso con el estruendo de la música pudo escucharlo.
Su cabello rubio caía en una melena desordenada, llevaba unos vaqueros que acentuaban sus largas piernas y la camisa azul resaltaba sus enigmáticos ojos. En otro tiempo Brie se hubiera sentido terriblemente feliz de escucharlo, de verlo, e increíblemente celosa de encontrarlo así al lado de… quien fuera. Matt había sido su amor platónico por años, con su encantadora sonrisa o su carácter tranquilo y alegre había logrado robarle el corazón. Sin embargo él nunca había demostrado más que interés de amigos hacia ella. No obstante, ella siguió enamorada de él, pero ahora… Respiró hondo mirándolo fijamente. Ya no sentía aquel cosquilleo al verlo, y la realidad de que los latidos desbocados de su corazón fueran producto de a quien quería ver en las bodegas, la hizo asquearse.
—¡Brie! —Su amiga la vio antes de ir a su encuentro. Sus pasos eran gráciles como de bailarina, y su figura curvilínea dejó boquiabiertos a varios—. ¿Estás bien? Ya estábamos muy preocupados por ti.
—Sí, estoy bien. Pero tengo que pedirles otro favor.
—¿Qué ocurrió? —preguntó el rubio, que también ya se encontraba a su lado.
—Tengo que entrar a las bodegas, ¿podrán acompañarme?
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No era un mensaje muy elaborado ni mucho menos, tampoco preguntaba otra mierda más que lo esencial. ¿Dios, pero qué le estaba pasando?, ¿por qué se sentía tan nervioso? Y lo más jodidamente importante, ¿por qué mierda no contestaba esa pequeña perra? Estaba tentado a marcarle pero no quería verse como un novio celoso… espera, ¿novio?, ¿pero qué mierda…? Enojado, guardó el celular, y dando grandes zancadas se dirigió hacia las bodegas.
El olor a cocaína le llegó a la nariz, seguido del estruendo de la música que le golpeó los oídos, escuchar mierdas como Slipknot solo ponía a las personas más eufóricas, si lo sabía él. A Jared le gustaba pelear escuchando música o… hacer cualquier cosa de hecho. Escuchar música era relajante de alguna manera, era de las otras pocas cosas que le traían un poco de tranquilidad.
Pero ese grupo ponía a los asistentes a aventarse los unos con los otros, eufóricos y puñeteramente irracionales, así que no le extrañó ver a un grupo de sujetos golpeándose, ni tampoco a Owen corriendo de aquí para allá con su equipo de seguridad. Derek estaba en el ring, moviéndose de un lado al otro, saltando como si tuviera jodidas hormigas en los zapatos, Benjamín solo lo miraba como si estuviera loco y síp, con esa mirada de: puedo contra todo el puto mundo yo solo… y definitivamente a Jared, estar únicamente de espectador, le estaba provocando mal genio.
Jared escaneó el lugar como un halcón, seguro como la mierda de que Zack Miller debería estar por ahí, los Ghetto, como se hacían llamar, siempre iban juntos a las peleas, y ésta sin duda no sería la excepción. Benjamín era de sus amigos y David estaba listo para pelear también.
—¡Que comience la pelea! —rugió Jeff por el altavoz.
Benjamín no esperó un segundo y se lanzó con toda su fuerza contra un distraído Derek, golpeándolo con el puño cerrado en la cara. Jared suspiró mirando al chico caer torpemente hacia la lona, ya tenía el labio reventado y los ojos ardiendo en furia. Mierda, ésta iba a ser una noche de lo más jodida.
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—Esto es estúpido.
Matt seguía maldiciendo una y otra vez mientras se abrían camino entre el montón de cuerpos apretujados. Los gritos, la música, los gruñidos y el sonido de carne golpeando carne inundaban el lugar, eso se quedaría grabado en la mente de Brielle para siempre. Trató de calmarse con cada paso, no podía retractarse ahora. A ciencia cierta no sabía qué quería ver en ese lugar, pero no podía detenerse. Era una oscura… necesidad, quería verlo pelear.
—Este lugar es increíble. —La suave voz de Katie sonó muy cerca de su hombro.
La chica se había cambiado la falda por unos vaqueros y una sencilla blusa, tan escotada que no dejaba de llamar la atención de las personas, a Brie le había prestado una chaqueta con gorra, así podría ocultar su rostro. Increíblemente Matt intentaba cubrirlas a ambas, sujetándolas con fuerza por la cintura, protegiéndolas con su cuerpo de los aventones, producto de un extraño baile que parecía más que eso, una danza de golpes.
—¿Estás loca, Katie?, ¿por qué te gusta ver a un montón de hombres portándose como gladiadores? —refunfuñó el rubio.
—Son sexys —respondió encogiéndose de hombros, ganándose una mirada de incredulidad por parte de Matt.
Frente a ellos apareció una especie de ring rodeado por valla metálica en forma de octágono que se encontraba sobre una plataforma, la cual permitía que todo mundo pudiera verlo con mayor claridad. Las paredes de metal alambrado eran tan altas que asemejaban una jaula, la gente rugía eufórica tironeando de las rejas con tal violencia que parecía que en cualquier momento las iban a tirar. Era un espectáculo sin precedentes que la hipnotizó, Brie se deshizo del abrazo de Matt y se encontró caminando como zombi hacia adelante, necesitando ver quiénes estaban peleando, porque le pareció ver un destello de cabello negro en ese lugar. No sin recibir empujones y escuchar un par de maldiciones, se abrió paso entre las personas, aprovechando su cuerpo pequeño y delgado hasta que llegó casi a la jaula.
—¡Quítate, perra! —rugió un hombre cuando chocó contra él, le había tirado la cerveza sin querer—. ¡Mira lo que hiciste!
Enojado, la empujó hacia un lado. Aún sorprendida, la castaña trastabilló con sus pasos y solo entonces se dio cuenta de su estupidez. ¿Qué tenía que estar haciendo en este lugar? Estaba embarazada y no quería que su angelito sufriera ningún daño. ¿Por qué lo había traído a este infierno? Cubrió con las manos su vientre en un intento por protegerlo y cerró los ojos para no ver el impacto, pero en eso sintió unos enormes y fuertes brazos rodeándola, entonces fue arrastrada hacia un cálido pecho.
—Discúlpate, imbécil —rugió al tipo que la había empujado, el cual mejor optó por bajar la mirada.
—L-Lo siento, señorita.
—Ella viene conmigo, si te vuelvo a ver siquiera mirarla, te sacaré el cráneo, ¿te quedó claro? —Brie seguía demasiado conmocionada como para soltarse de su agarre.
—Está claro, lo siento mucho. —El joven solo asintió y bajó la mirada para verla.
—¿Por qué una chica tan bonita como tú se metería a este lugar? —preguntó, empujando la gorra de su chaqueta que se le había caído hacia enfrente y le estaba tapando el rostro. Brie parpadeó aún aturdida y entonces, a través de sus ojos llenos de lágrimas, lo vio—. ¿Te encuentras bien, ese imbécil te hizo daño?
—No, y-yo estoy bien…
Le era familiar su rostro… y en ese momento lo recordó. Era el moreno que la había casi devorado con la mirada en la pista de baile. Al parecer, eso mismo recordó él, porque sus ojos se abrieron como platos.
—Te he visto antes, trabajas aquí.
Como no era una pregunta, no le quedó más que decir:
—Trabajaba, sí.
—¿Y qué te hizo descender al bajo mundo? —Esbozó una sonrisa encantadora para su duro rostro.
Brie respiró entrecortadamente, seguía sintiéndose intimidada por él, su complexión increíblemente grande le daba miedo, qué decir de sus brazos, seguro podrían triturarla fácilmente, y aunque tenía el rostro ligeramente golpeado, no le restaba ninguna belleza.
—Yo… tan solo quería ver.
—Ah, eres una chica curiosa, ¿eh? Pero es un mal lugar para curiosear. —En eso, se escuchó como un cuerpo chocaba contra las jaulas, la multitud rugió llenando de silbidos el lugar, el hombre miró hacia el lugar y sonrió—. Sabía que Benjamín lo conseguiría.
—¿Ese de allá es tu amigo? —preguntó, sintiendo un poco de temor al ver al enorme hombre que estaba sonriendo por su victoria, al tiempo que iba siendo levantado en hombros.
—Sí, y ganó la pelea. —Se escuchaba bastante orgulloso.
—¿Tú también peleas? —indagó, arrepintiéndose inmediatamente de su bastante obvia pregunta, él se soltó riendo antes de tocar las puntadas en su ceja.
—¿Crees que esto me lo hice accidentalmente?
—¿Quién te lo hizo?
—Un bastardo —siseó. Brie se mordió el labio intentando no sonreír, Jared llamaba así a todo mundo.
—Bueno, supongo que te lo merecías —aseguró, encogiéndose de hombros. Él abrió los ojos como platos antes de soltar una sonora carcajada.
—Nadie nunca me había dicho eso —afirmó aun riéndose—. Supongo que tienes razón, ¿cuál es tu nombre? —La castaña lo miró, y por alguna razón, a pesar de que sin duda era peligroso, no le inspiró desconfianza.
—Brie.
—Que nombre tan lindo para una chica tan linda. —La chica solo sonrió intentando no poner los ojos en blanco, ese cumplido estaba más arruinado que la economía mundial—. ¿Estás pensando que soy un pendejo, verdad?
—N-No. —Se ruborizó al verse descubierta y tuvo que toser para aclararse la garganta—. Es que no… es nada, yo…
—Tenía que decírtelo, eres muy bonita y transparente. Pareces realmente dulce y encantadora. —Sonrió, la chica abrió los ojos como platos, si algo había aprendido en su corta vida era a mentir, era la primera vez que alguien le decía eso—. Me llamo Zack Miller, y por cierto, ¿cuántos años tienes? No te ves de veintiuno, disculpa que te lo diga.
—Sí los tengo —se apresuró a decir, y odió cómo su voz sonó como un murmullo. Él elevó una ceja, mirándola con tanta intensidad que se ruborizó de nuevo.
—Sí, y yo soy puro y casto.
—Y yo tengo veintiuno.
—Si no acabara de conocerte, diría que tienes bien practicado esto de las mentiras, eres toda una mentirosilla, ¿eh? Conozco gente como tú. —Brie miró a sus pies mordiendo su labio de forma nerviosa.
—Tenía que decirlo para poder entrar aquí —confirmó derrotada. Odiaba mentir todo el tiempo.
—¿Y por qué en la vida querrías entrar a este infierno? Éste no es lugar para ti, es peligroso y violento. Una cosa son las plataformas, aquí no puedes venir sola, sin protección… —Al tropezar, un borracho los interrumpió haciendo que el cuerpo de la castaña chocara literalmente contra el enorme pecho de Zack—. Aunque bueno, si me lo pides así… puedo cuidarte. —Subió las cejas de arriba abajo mientras la estrechaba entre sus fuertes brazos. Brie no pudo evitar reírse, hacía mucho tiempo que no reía y aquello se sintió bien, realmente muy bien.
—Bueno, Zack Miller, serás como mi guardaespaldas.
—Lo que siempre soñé —masculló entre dientes.
—Y-Yo… no quería ofenderte —balbuceó sintiéndose una tonta, por Dios, no paraba de cometer errores.
—No te preocupes, en serio es lo que siempre quise ser.
—¿En serio? —preguntó asombrada.
—Nah, y ya déjame ver la pelea, ¿sí? —bromeó, Brie no pudo hacer otra cosa más que reírse de nuevo—. Es el turno de mi amigo David, ya le dije yo que el Frío le va a poner una paliza pero no lo cree, voy a disfrutar mucho de ver su culo volar por los aires. —Toda sonrisa desapareció del rostro de la castaña.
—Jar… es decir, ¿el Frío?
—Síp, puedes llamarlo así, o cabrón… —La miró antes de negar con la cabeza—. Lo siento, no quiero sonar, por alguna ridícula razón, tan vulgar contigo a mi lado.
—Está bien. —Se encogió de hombros.
—No, no lo está. Bueno, lo que quería decir es que ese tipo es un salvaje…
—¡Brie! —rugió Katie furiosa detrás de ella, haciéndola dar un respingo—. ¿Se puede saber por qué diablos te separaste?
—Lo siento, me perdí, pero estoy bien…
—Estábamos muy preocupados por ti, no te haces una idea… —reprendió Matt, pero fue interrumpido por Zack.
—Además con lo torpe que es, yo también estaría muy preocupado —agregó guiñándole un ojo.
—¿Quieren ver una pelea de verdad? —gritaron por el altavoz. La multitud rugió extasiada. Brie dejó de prestarles atención y se giró en redondo hacia las jaulas, donde lo vio.
Jared estaba de pie en una esquina, únicamente llevaba unos pantalones de deporte y estaba descalzo. Aunque su postura aparentemente era relajada, Brie pudo notar que tenía los músculos de los hombros tensos y marcados, tenía el abdomen como una deliciosa tabla de chocolate y el cabello negro era tan oscuro como sus ojos en ese momento, el joven tenía la mirada clavada en el amigo de Zack. La joven se estremeció, Jared lucía más peligroso que nunca, como un enorme depredador listo para saltar sobre su presa… parecía fuera de este mundo.
—¡Que comience la pelea!
Jared ni siquiera pestañeó, corrió hacia David como si la vida se le fuera en ello y chocó contra él como un ferrocarril descarriado, comenzando así con una sangrienta batalla. Los golpes iban y venían de forma rápida y certera. Brie apenas y podía creer que las personas se movieran así de rápido.
Y cuando Jared elevó una rodilla y con violencia la estrelló en las costillas del tipo, la castaña se llevó las manos a la boca intentando no gritar, sin perder un segundo, Jared se colocó detrás de David y deslizó uno de sus fuertes brazos por su cuello, Brie pudo ver que lo estaba asfixiando. El rostro del joven se fue tornando morado, y aunque pateaba y lanzaba manotazos, Jared se mantuvo estoico, su rostro reflejaba tensión contenida. Con una escalofriante serenidad letal, estaba plenamente concentrado.
—Mierda, lo va a matar —dijo Zack en un sonido ronco.
Brie parpadeó saliendo de su estupor, verlo pelear finalmente la hizo comprender lo que todos murmuraban: Jared no tenía corazón. Tenía una sonrisa malévola en sus labios mientras le robaba la vida, un brillo de excitación empañaba sus preciosos orbes. A la castaña los ojos se le llenaron de lágrimas y sintió miedo rápido y espeso corriendo por sus venas, de pronto, para el enojo y sorpresa de todos, liberó al moreno. A su lado, Zack dejó escapar un suspiro tembloroso.
—Gracias a Dios —susurró la castaña.
—Ya no sé qué es peor, ahora va a jugar con él… —mencionó Zack sin perder movimiento de la pelea.
Después de que David recuperara el aire, su rostro enrojeció de furia al ver la sonrisa torcida que tenía el joven, así que de forma violenta, elevó el puño y lo estrelló con todas sus fuerzas en la mandíbula de Jared, para después dar un giro y descargar con ímpetu la rodilla, pateándolo además en las costillas. Jared apretó los dientes sin dejar escapar sonido alguno, sin embargo cayó con un sonido seco al suelo.
—¡Oh, no! —Brie jadeó intentando controlar las náuseas al ver un hilillo de sangre correr por la tentadora boca del joven. Tenía que ayudarlo, no podía solo dejarlo ahí…
—Está bien. —Como si intuyera sus pensamientos, Zack le acarició el hombro—. Se necesita mucho más que eso para derribar a Jared —resopló con disgusto. La castaña parpadeó al escuchar el verdadero nombre y no el apodo, ¿se conocerían de algún lado?
David se preparó para dar el último golpe, pero Jared se levantó con demasiada rapidez tomándolo desprevenido, rodaron por el ring engarzándose de nuevo en la pelea, y aunque Zack profería mil maldiciones, la mente de la chica no podía procesar nada más que lo que estaba frente a sus ojos. Brielle se sentía hipnotizada por los movimientos de Jared. Sus relajados saltos, sus golpes certeros, seguros y fuertes, inevitables.
Era como una lluvia de puños sobre su víctima. Inevitable como su sola presencia, y estando ahí, rodeada de violencia, testosterona y droga, fue que vio a Jared como realmente era: mucho más que un peleador, mucho más que un ogro o que un chico malhumorado. Era más de lo que ella había alcanzado a comprender y no tuvo miedo, por el contrario, le resultó devastadoramente glorioso.
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No lo iba a matar.
Aunque ganas no le faltaban de matar a alguien en estos días, pero nuevamente, Jared sería un puto salvaje, no obstante nunca más un asesino. Sus manos no volverían a mancharse con la muerte de nadie, así que cuando David quedó en el piso con la nariz rota y quizás un par de costillas, dejó la pose de combate y escupió hacia un lado.
—¡Tenemos un ganador, señores! Paguen sus malditas apuestas —gritó orgulloso Jeff por medio del altavoz.
De nuevo, al salir de las bodegas, fue absorbido por un montón de mujeres que rugían su nombre, queriendo tocarlo, o bien, ya frotándose contra él mientras le pedían jodidos autógrafos. Cada vez que salía de las bodegas era la misma historia. La mayoría de los hombres que allí se encontraban, intentaban pasar frente a él lo más desapercibido posible o quitarse de su camino. Algo muy inteligente por su parte ya que, teniendo en cuenta lo mucho que le gustaba una buena pelea, las cosas podían ponerse bastante feas.
Las mujeres, sin embargo, solían mostrarse un poco menos… temerosas, por decirlo de una manera. Mientras entrenaba, en el ring, en el campo de entrenamiento, en el puto club o como justo ahora, ellas se pasaban las veinticuatro horas del día intentando ponerle las manos encima, puta mierda, si casi le resultaba imposible caminar entre el mar de personas, con el maldito pene ahora puñeteramente erecto, sin darle a alguna.
En cuanto llegó a lo que pudiera llamarse burdamente "su camerino", revisó su celular y no encontró ningún puto mensaje de Brielle. Esa chiquilla de mierda... Se quitó los pantalones ensangrentados para inmediatamente después meterse a duchar. Estaba saliendo de las regaderas con una toalla envuelta alrededor de las caderas, cuando se abrió la puerta de su camerino, cerrándose casi inmediatamente de forma inaudible.
No necesitaba girarse para saber quién era, su puñetero perfume dulzón y empalagoso le seguía asqueando igual que siempre.
—¿Qué quieres aquí? —gruñó buscando ropa limpia para largarse cuanto antes.
—Estuviste estupendo.
—Qué bueno que te gustó la masacre, ahora, ¿quieres salir de una puta vez, Allison? —Se enfundó en los vaqueros limpios y se sentó para ponerse las botas cuando, inesperadamente, la mano de ella se posó en su muslo.
—¿Cuándo le dirás a tu noviecita tu secreto? —La mano de ella siguió subiendo por su ingle. Jared se tensó inmediatamente con la pregunta, pero obligó a su cuerpo a relajarse.
—¿De qué mierda hablas? —La empujó ligeramente para ponerse de pie. Su más de uno noventa de estatura hicieron que la joven luciera diminuta a su lado, sin embargo eso no logró que ella retrocediera.
—De Sophia, del bebé que están esperando. —Si Jared alguna vez pensó que no tenía corazón, en ese mismo momento descubrió cuán equivocado estaba, porque el muy cabrón se manifestó golpeando con fuerza contra sus costillas, parecía querer salir de su pecho.
—Si le dices algo a Zoey…
—No te preocupes, mi boca está sellada desde hace un par de meses —aseguró seductoramente, mientras delineaba con reverencia los músculos en su abdomen.
—¿Qué quieres decir? —Allison sonrió. Llevaba solamente un corsé blanco y un liguero del mismo color, los senos parecían a punto de estallarle en el rostro con exceso de maquillaje.
—Sé lo que esa chiquilla tuvo que hacer… —Se encogió de hombros. El temperamento de Jared subió de nivel y la sujetó con fuerza del brazo arrastrándola contra él.
—¿Qué mierda tuvo que hacer? —Ella le pasó un dedo por los tendones del cuello antes de relamerse los labios.
—Toda información tiene un costo.
—¿Estás intentando chantajearme? —preguntó, sin poder evitar sonar ligeramente asombrado.
—Todos queremos algo, y yo te deseo… —Intentó besarlo, pero Jared le sujetó la barbilla a pocos centímetros de sus labios, sonriendo al ver sus ojos cargados de lujuria.
—¿Quieres que te coja de nuevo como la puta que eres? —susurró moviendo los labios contra los suyos, ella se estremeció en placer.
—Por favor —suplicó, restregándose contra su cuerpo. Jared estaba condenadamente duro y no por ella, era su maldita naturaleza después de cada pelea.
—No seré delicado —siseó con un puta voz ronca que odió al instante.
—Lo sé —gimió ella cuando Jared le apresó con demasiada fuerza un pecho, para luego tirar de su pezón erguido en forma dolorosa. Allison estaba loca, definitivamente loca.
Y aunque la parte menos noble de su cuerpo le pedía tomar lo que se le ofrecía, empujarla contra la pared y cogérsela hasta partirla en dos, casi en calidad de urgente, la otra parte quería vomitar con el solo olor de su excitación. Arrastró los labios hasta su oreja.
—No me interesa tu información. —La empujó haciendo que trastabillara—. Lárgate de mi vista, puta.
Allison todavía tuvo el descaro de verse ofendida mientras pasaba a su lado. Algo en él se retorcía queriendo saber qué ocultaba Brielle, pero ya tendría otra oportunidad para saberlo. Al salir se tropezó literalmente con Gary, que de nuevo lo veía con su sonrisa tonta.
—Te manda esto Spencer, es muchísimo dinero, Frío. Aunque el pendejo de Derek no dio el ancho, estamos seguros de que lo entrenarás bien. —Jared puso los ojos en blanco mientras le arrebataba el dinero—. ¿No vas a fumar nada hoy?
—No, tengo cosas importantes que hacer.
Y vaya que las tenía, se estaba muriendo por llegar al departamento. Un presentimiento lo recorría de arriba abajo, ojalá que su pequeña presa estuviera donde quería encontrarla, o se arrepentiría el resto de su miserable vida si había huido.
En cuanto se estacionó afuera del Insignia, se bajó literalmente corriendo hacia el ascensor, y mientras abría y cerraba los puños, pensó qué iba a hacer si ella había escapado. No podía privarlo de nuevo de ser padre, no podía huir con su hijo. En cuanto abrió la puerta del departamento, vio un destello en el comedor. Al acercarse, vio que era el celular de ella, parpadeaba con el mensaje no leído que tenía en su bandeja.
—¡Brielle! —la llamó furioso sosteniendo el celular. No hubo respuesta, y un escalofrío de una sensación que pensó que ya nunca más sentiría, se deslizó a lo largo de su columna.
Irrumpió en la habitación casi rompiendo la puerta, pero se congeló al instante al ver la imagen frente a él.
Ella estaba dormida en el centro de la cama, sus ojos cerrados y su pecho subiendo y bajando al ritmo de su respiración. En sus labios había una pequeña sonrisa, lo que lo hizo inmediatamente preguntarse con qué mierda pudiera estar soñando para que se viera tan contenta… Confundido, pateó el pensamiento de su mente, ya que era jodidamente ridículo que le importara una mierda sobre lo que alguien pudiera estar soñando.
La chica ni siquiera lo soportaba, claramente lo odiaba. Así que, ¿por qué habría de importarle qué mierda estaba soñando? Se acercó un poco más a ella y descubrió que llevaba la camiseta que él le había prestado, y aunque le quedaba grande, sabía que debajo de la prenda había un cuerpo curvilíneo, al instante un ramalazo de excitación lo recorrió. Mierda, necesitaba desfogarse cuanto antes, así que se obligó a mover sus ojos de ahí rápidamente, ya que después de todo, sí tenía un poco de remordimiento y se sentía como un jodido pervertido mirón… pero qué mierda. ¿Desde cuándo tenía conciencia? ¡La odiaba!
Así que se obligó a liquidar lo que le quedaba de moralidad y la observó sin pudor. El bóxer negro resaltaba su pálida piel más de lo normal. Lucía tan joven y frágil como una muñeca de porcelana, igual de delicada. Suspirando, se sentó con cuidado a su lado. Tenía marcas muy leves en sus brazos y alrededor de las muñecas, pero eran tantas que le resultó obvio que la golpeaban seguido.
De pronto lo vio todo rojo, quería matar a Hank. Ese bastardo se las iba a pagar, no hoy, porque tenía el cuerpo demasiado cansado para volver al Cooper's, pero pronto, muy pronto ese cabrón se las pagaría. Ella suspiró, moviéndose hacia un lado quedando boca arriba. Jared se quedó paralizado, como si estuviera invadiendo su espacio siendo que todo, inclusive ella, le pertenecía.
Se removió incómodo al sentir su erección pulsar contra sus pantalones, creciendo conforme el aroma natural de ella comenzaba a rodearlo, deseaba enterrarse en ella, la deseaba tanto que dolía. Gruñendo, se levantó de la cama, enojado con su puto cuerpo traidor.
—Jared —dijo ella suavemente. Él se congeló a mitad de un paso, su pene se endureció aún más al escuchar su nombre salir de esos suaves labios.
Era la primera vez que se lo escuchaba decir en Dios sabría cuánto tiempo, y escucharlo hizo que la sangre corriera por sus muertas venas, un jodido sentimiento se alojó en su pecho robándole un escalofrío, por lo que maldijo. Debería irse, cuanto antes mejor, sin embargo, se encontró apretando los dientes con las manos cerradas en puños mientras dejaba que el desconocido placer lo recorriera.
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Brie estaba teniendo unos sueños muy vívidos, porque no había otra explicación para que se sintiera como si Jared estuviera aquí… salvo que sí podía estarlo, éste era su departamento. Entre la penumbra del sueño y el cansancio, se obligó a volver y sus ojos revolotearon abriéndose lentamente.
—¿Señor? —susurró asustada, aunque con voz soñolienta. Él estaba de pie en mitad de la habitación, llevaba unos vaqueros oscuros y una camisa remangada hasta los codos, tenía el cuerpo tenso y sus ojos lucieron sombríos cuando se giró para mirarla.
—No me llames así, por un demonio —ordenó con una voz ronca que curiosamente la recorrió de forma deliciosa.
—Pensé que no llegaría a dormir.
—Si tal vez leyeras tus mensajes… —En un movimiento lento le lanzó el celular que aterrizó sobre su regazo. Asombrada, vio que tenía un mensaje de él, y mientras lo leía su corazón palpitó como una ridícula adolescente con mal de amores, lo cual no era el caso. Ella lo odiaba, así que se repitió que lo desbocado de su corazón era por el susto.
—Lo lamento. —Elevó el rostro para mirarlo y sus ojos se abrieron con sorpresa al recorrer su cuerpo, e inevitablemente lo recordó… peleando. Jared tenía el cuerpo duro y lleno de raspones, su labio cortado y en los nudillos había sangre fresca—. ¿Quiere que le prepare el baño?
Cuando buscó sus ojos, se encontró con que él la estaba mirando fijamente, y tenía una sonrisa torcida y arrogante en sus labios, ¿habría notado su escrutinio?
—¿Te gusto? —preguntó sonriendo. Sí, definitivamente lo había notado. Brie se ruborizó furiosamente mirando hacia sus manos.
—Solo estaba tratando de ser amable.
—¿Al mirarme como si fuera un filete?
—Estaba viendo que tiene raspones… peleó —susurró intentando no delatarse.
—Sí, lo hice. Entonces, ¿te bañarás conmigo?
Ya podía imaginarse trazando los tatuajes en su cuerpo, uno a uno delineando particularmente los de sus abdominales, enjabonándole la espalda y sintiendo cada músculo de su tonificado cuerpo, el rubor la recorrió hasta el cuello y dio un respingo cuando lo escuchó reírse de nuevo.
—No te preocupes, ya me bañé y estas son solo heridas abiertas que necesitan alcohol. —La estudió unos segundos, hasta que finalmente ladeó ligeramente la cabeza—. ¿Por qué finges que no sabes nada de nada? ¿Cómo logras hacer que parezca natural ese rubor de mierda?
—No estoy fingiendo —se apresuró a contestar, pero se estremeció cuando vio fuego azul en su mirada.
—¿Ah, no?
—No.
—Bueno, en ese caso me conviene aprovechar tu momento de sinceridad, ya que no se da con frecuencia.
—Yo no me la vivo mintiéndole.
—Entonces seguro me dirás qué exactamente es lo que le debes a Spencer. —Brie agradeció estarse mirando las manos en ese momento, así él no notó cómo sus ojos se habían abierto llenos de terror.
—No le debo nada. —La absoluta carencia de humor de la carcajada que Jared soltó, heló la sangre en las venas de Brie.
—Ya decía yo que debía apurarme, las mentiras son parte de tu naturaleza. —Sí, y ya se odiaba por ello, pero no podía decirle nada. Desvió la mirada hacia una esquina donde vio un juego de ajedrez que él había desempacado.
—¿Le gusta el ajedrez? —Vaya pregunta estúpida, pero tenía que distraerlo.
—Sí.
—¿Gana seguido? —Otra idiotez, pero tenía embotados los sentidos. Su aroma a lilas inundaba la habitación de una manera placentera.
—Como en todo. —Brie mordió su labio intentando no sonreír ante su arrogancia.
—Recuérdeme no retarlo nunca.
—Lo más sensato es que no me retes con nada; de hecho, por tu propio bien, deberías dejarte de pendejadas y responder mi pregunta.
—¿C-Cuál? —Escuchó un bufido y cerró los ojos.
—¿Cómo llegaste a trabajar con Spencer?, ¿qué es lo que le debes?
La castaña suspiró dejando caer la cabeza entre las almohadas, inconscientemente se llevó un brazo al rostro para ocultarse. El cómo llegó con Spencer era un recuerdo que de verdad no quería evocar, los gritos de Natalie o las súplicas de Hank seguían provocándole pesadillas... pero entonces, ¿cómo rayos iba a seguir fingiendo demencia al lado de Jared?
Lo mejor era contarle la verdad a medias, decirle ciertas cosas, ocultarle otras… La cama se hundió a su lado y no pudo evitar gritar. Jared estaba muy cerca de ella, por lo que aterrada se sentó lo más lejos que pudo de él y tiró de las mantas para cubrirse hasta el cuello.
—No voy a hacerte daño —masculló entre dientes—. Y tampoco me iré hasta que me digas la verdad, podemos pasar toda la puta noche y el resto de los días aquí encerrados, tú escoges.
—Saberlo no hará que las cosas sean más fáciles entre nosotros…
—¿De verdad piensas que no puedo hacerte la vida un puto infierno? Porque no has visto nada, Brielle, nada.
—No me llame Brielle, solo dígame Brie. —Detestaba escuchar su nombre completo, la hacía sentirse como una chiquilla regañada—. Y de todas formas, no creo que usted me crea.
—Pruébame. —Jared esbozó una media sonrisa antes de que sus finos labios se convirtieran en una delgada línea otra vez. No obstante, a Brie le bastó ese único segundo para volver a sentirse atraída por él. Dios, estaba llena de hormonas adolescentes.
—Quería bailar, eso es todo… —Él pellizcó el puente de su nariz en un gesto de molestia.
—Brielle… —advirtió, y su tono duro y amenazador le indicó que no iba a aguantar otra bromita.
—Hank, mi padrastro, tiene un serio problema con las apuestas y los juegos. Estuvo apostando en el Cooper's, primero su dinero, luego el de mi mamá. Después su auto, la casa… Y cuando la deuda lo sobrepasó, amenazaron con quitarle la cafetería.
Permaneció en silencio por un instante, decidiendo si contarle el resto de los detalles o no. Quizás los veía como meras simplezas, quizás él había sufrido más y lo estaba aburriendo, pero cuando elevó la mirada, se encontró con la curiosidad reflejada en sus preciosos ojos. Mordió su labio mirando las mantas, los recuerdos de todo lo que había sufrido al lado de su padrastro o de Spencer la embargaron, recorriéndola en un sudor frío, tuvo que recurrir a toda su concentración para no hiperventilar.
—¿Y qué tienes que ver tú en eso?
—Hank me… bueno… él hizo un trato con Spencer, me dejó ahí a cambio de liquidar su deuda. —Tragó saliva sintiendo un nudo en la garganta.
No se atrevió a mirar a Jared, tan solo bastaba ver que abría y cerraba los puños para saber que estaba enojado. En las últimas semanas Brie había pasado todo tipo de cosas, sin irse tan lejos, tan solo lo que había visto este día. Spencer la había condenado de nuevo, e incluso antes de llegar a dormir, había visto al joven golpear hasta casi la muerte al amigo de Zack. A estas alturas se sentía desfallecer, había perdido su virginidad en una noche, su dignidad, su poca libertad, sus sueños… todo, de pronto se encontró temblando sin control, estaba sufriendo un colapso.
—Cálmate, oye… —Un enorme brazo la rodeó e inmediatamente después sintió el duro pecho contra su mejilla—. No pasa nada, cálmate…
Su voz era baja y aterciopelada, incluso dulce, y se quedó pasmada sin poder dejar de temblar. Pasaron un par de minutos, o quizás horas, para que ella volviera de un semiestado catatónico, y en todo ese tiempo Jared no dejó de abrazarla y mecerla de un lado a otro de una forma por demás desconcertante para su frialdad. Cuando sintió que dejaba de temblar, dejó de arrullarla, mas no de abrazarla.
—¿Dónde está tu papá? Bueno, aunque si prefieres hablar de estas mierdas del divorcio de tus padres después… esperaré.
No es que Brielle no quisiera hablar de eso, es que simplemente se entristecía. Mark había sido todo lo que siempre había querido, un papá modelo. Era cariñoso, tierno y muy comprensivo, como arquitecto además era su ídolo.
—Mis papás no están divorciados, mi papá murió hace seis años, en un accidente de construcción, había asistido a supervisar la obra cuando le cayó una viga encima. —Jared se quedó en silencio un tiempo, hasta que finalmente comentó:
—O sea que si viviera, serías una niña rica y mimada. —Brie sonrió con amargura.
—Sí él viviera esto nunca habría pasado. Nunca nos habríamos ido de Los Ángeles para empezar.
—¿Y por qué mudarse a Las Vegas? —La joven se sorprendió de que por primera vez en todo este tiempo Jared no agregara un: seguro se mudaron para arruinarme la vida.
—Cuando papá murió, mi mamá… se deprimió mucho. Se enfermó gravemente, y al año de fallecido decidió que no iba a poder salir adelante si seguíamos viviendo allá, dijo que necesitaba un cambio radical y fue así que llegamos a Las Vegas. Con el dinero que había recibido por la muerte de papá, estableció una cafetería.
—¿Entonces ahí conoció a tu padrastro?
—Sí.
Hank era un cliente asiduo, las visitaba seguido y Brie pudo apreciar cómo la luz volvía a los ojos de su mamá cada día que las visitaba. En un principio la castaña se alegró de verla así, ese hombre increíblemente era bueno y gracioso. Todo fue que se casaran para que su padrastro sacara su verdadero yo.
—No puedo creer que ese bastardo te vendiera, peor aún, ¿qué mierda estaba pensando Spencer al aceptarte? Eres menor de edad.
En algún momento de su crisis, Brie debió haberle agarrado la mano ya que ahora, e inconscientemente, estaba trazando círculos sobre la palma varonil, con la yema de los dedos. Se ruborizó por el acto, pensó en soltarlo pero el calor de sus palmas era increíblemente agradable, siguió haciéndolo sin detenerse a pensar en nada.
—Yo se lo supliqué —balbuceó, estremeciéndose al sentirlo tensarse—. Spencer no me quería en su club, iba detrás de todo lo que Hank tenía, quería borrarlo del mapa a él y a todos los que lo rodeábamos. Supliqué que me dejara trabajar como bailarina a cambio de que nos permitiera vivir.
Jared cerró los dedos entorno a los de ella y Brie sintió todo su cuerpo calentarse ante el contacto, sus hormonas despertaron del sueño y la sacudieron ligeramente, no se habían tocado así ni siquiera cuando habían tenido relaciones. ¿Y por qué estaba pensando en eso? Sería el cansancio, se sentía muy cansada y seguro se le estaba atrofiando el cerebro.
—¿Por qué…? —El joven dejó a la mitad la pregunta.
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Jared guardó silencio, ¿cómo iba a preguntarle lo siguiente sin sonar como un completo imbécil?, ¿por qué mierda suplicaste?, ¿porque te golpeaban?, ¿te violaron a ti también?, ¿qué mierda hacía mientras tanto tu jodida madre?, ¿por qué lo permitió? Se estremeció de rabia ante el recuerdo de su propia madre, era increíble que viniera a tener esto en común con Brielle. Su mente viajó en el tiempo, trayendo esos recuerdos de mierda que tenía encerrados, amenazando con hundirlo aquí y ahora. Necesitaba un poco de cocaína, y la necesitaba ya.
Pero en eso, la joven tiró de su mano, la cual de alguna jodida manera había acabado sujetando cuando dejó de abrazarla. En un principio cuando ella lo hizo, se quedó estupefacto y con ganas de retirarla lejos como si quemara, pero ella comenzó a temblar y parecía que estaba por jodidamente desmayarse de nuevo, si necesitaba apoyo se lo daría… por esta vez.
—¿Por qué, qué? —Brie se removió entre sus brazos y elevó el rostro, quedando inesperadamente cerca de sus labios.
Olía jodidamente bien, a sándalo. Tenía los parpados ligeramente caídos, seguro estaba cansada y otra vez él estaba jodiéndole el sueño. Pero entonces, había algo más… en su mirada había una especie de brillo, un calor que no había visto antes. Decidió no preguntarle eso sino otra cosa, necesitaba aprovechar esto, solo Dios sabría cuándo podrían hablar como personas civilizadas otra vez.
—¿Qué te dio Spencer a cambio de meterte conmigo? —Ella se tensó, el brillo especial en sus ojos se esfumó.
—Spencer no me dio nada.
—¿Vas a seguir mintiendo?
—No me dio nada, yo… lo vi. Me dijeron que le llevara un trago y después usted me atacó, me besó.
—Sí, omite esa parte, llega hasta donde te pedí que no me cabalgaras y seguiste haciéndolo. —La chica se ruborizó bajando la mirada, así que tomó su barbilla elevando su rostro para que lo enfrentara—. Brielle…
—Pensé… ahí en ese momento, yo… entonces yo pensé que si tenía un bebé podría salir de ese lugar. —Jared frunció el ceño.
—¿Qué estás diciendo?
—Al embarazarme no podría bailar más. Y así fue, Spencer se enfureció, sin embargo no le quedó otro remedio que dejarme ir.
—Brielle… —Pellizcó el puente de su nariz—. Trabajo para Spencer, sé que no te dejaría ir tan fácil, ¿por qué no solo me dices que hiciste un puto trato con él? Spencer te habría matado si hubieras hecho lo que me estás diciendo.
—¿Por qué se empeña en que hubo un trato?, ¿cambiaría en algo si así fuera?
En realidad no, las cosas ya estaban hechas y no cambiaban ni una mierda. Siempre la detestaría, incluso si había participado o no en algún trato, había actuado de forma egoísta, arruinando la poca paz que tenía con Zoey, volteando su puñetero mundo de cabeza.
—Le tengo una propuesta. —La suave voz de la chica lo sacó de sus cavilaciones.
—¿Tú?
—Sí, yo —sonrió mirándolo—. ¿Qué le parece si empezamos de nuevo? Estamos esperando un hijo. Por primera vez tendré algo mío, realmente mío y bueno, no sé si usted tenga muchas cosas, pero el bebé también es suyo. —Jared sintió que se ponía pálido, porque ella estaba expresando justamente lo que él sentía—. Creo que podemos llevarnos mejor.
—Ese bebé es solo mío —gruñó necio.
—Pues yo soy la que lo tiene de momento y tendrá que aguantarse.
—¿Ah, sí, con que mandona? —No pudo evitar sonreír—. ¿No quieres también que comience a traerte postres para tus jodidos antojos?
—Me encantaría un poco de helado de vainilla, del que compró. Podría ponerle nuez y chocolate liquido de Hershey's. A nuestro ángel le encantaría, estoy segura… —canturreó frotándose el vientre.
Jared desvió mecánicamente la mirada hacia sus manos, donde ella se frotaba cálidamente el vientre y contuvo el ridículo impulso de levantarse y traerle un poco del jodido helado. Que se lo llevara el infierno si pensaba que iba a verlo complaciéndole sus antojos, la detestaba y nunca le comentaría lo aturdido que se sentía cada vez que tocaban ese tema, lo ansioso que estaba por tener un bebé, porque por lo general los hijos nunca te abandonan… bueno, si te portas bien, como un padre de verdad.
Y es que desde que supo que sería papá, solo podía pensar en asegurarse de que al bebé no le faltara nada… y bien, tenía que parar. Necesitaba malditamente ayuda con esto… Miró hacia afuera, seguro ya era pasada la medianoche. Perfecto.
—Ya es tarde, duérmete que mañana vas a clases. —Ella resopló haciendo un mohín.
—Está bien, papá, pero no me regañes. —Sonrió de una forma que le cortó la respiración—. Solo es que me siento un poco mal, tengo… náuseas, le agradecería si por esta noche se quedara aquí… por si tengo que ir al baño y eso... me siento, hum... —Mordisqueó nerviosamente su labio, incluso se ruborizó—. Me siento un poco débil. —El joven abrió los ojos como platos, por primera vez en su vida sintió miedo.
—¿Débil?, ¿quieres que te lleve al doctor?
—No, solo… por favor… —¿Qué mierda iba a hacer con ella toda la noche? ¿Pero, y si se caía y se quedaba inconsciente en el baño? Prefería la tortura de dormir con ella.
—Está bien —la interrumpió con un gruñido al tiempo que se tumbaba con torpeza en la cama—. Ya duérmete de una vez. —Ella suspiró cerrando los ojos. Para su asombro, no pasaron dos segundos cuando sintió el cuerpo de la joven relajarse y comenzar a respirar acompasadamente.
Jared se revolvió incómodo por varios minutos sin encontrar un lugar hasta que se quedó medio tumbado de lado sobre las almohadas, lo más lejos posible de ella, pero entonces Brie giró y lo rodeó con su brazo alrededor de la cintura. Sutilmente se acercó a él y enterró el rostro en su pecho. Inmediatamente su aroma fresco lo embriagó y se quedó de piedra. Mierda, sacudiéndose intentó quitarla. Sin embargo la chica estaba como muerta, realmente se veía agotada. Así que, tragándose su odio, por una noche decidió dejarla, y ya que no hallaba dónde poner el brazo, le rodeó la pequeña cintura… y se quedó profundamente dormido.