Capítulo Once

 

—¿Me prometes que no está Matt?

—No, ya te dije que está en la universidad. Regresa como hasta dentro de dos horas.

Brie suspiró mientras miraba a Katie. El cabello negro y lacio parecía siempre estar bien, como si nunca estuviera despeinada. Hoy llevaba unos ajustados vaqueros y una blusa morada llena de lentejuelas, sus ojos azules lucían cansados, haciéndola parecer más grande de lo que en realidad era.

Ambas estaban comiendo en la cafetería de Hank, ahora que la castaña había regresado a casa, también habían regresado sus obligaciones. Al menos su padrastro la había puesto de cajera, así que no hacía muchos esfuerzos. Katie estaba comiendo una hamburguesa con patatas fritas y Brie… simplemente no tenía hambre.

—Está bien, bueno, yo venía a comentarte que el Frío está actuando peor que un lunático, y eso ya es mucho decir. —La castaña mordió su labio mientras desviaba la mirada hacia una pareja de edad avanzada, ambos estaban comiendo un poco de pastel.

—Lo que él haga ya no me interesa. Lo único que puede preocuparme… es que me encuentre. Eso sí me roba el sueño.

—Lamento decirte que eso justo está por hacer, nena. No sé si comprendas lo que es ser un lunático, pero yo sí, y de primera mano. Ese hombre me tiene alucinando con todas las preguntas que me hace sobre tu paradero y no solo a mí, estoy segura de que Spencer lo va a ayudar. —Brie la miró nerviosamente.

—Yo… yo le dije a Adam que le pidiera que me dejara en paz, no quiero volver con él al departamento. No quiero volver a verlo, ni… a su novia. —Incluso pensar en aquello le revolvía el estómago al punto de las náuseas. Tan solo pensaba en esos dos, e inmediatamente la embargaban aquellos sonidos, las risas… Sacudiendo la cabeza decidió no ir a ese lugar otra vez—. Solo te pido que me avises en caso de que sepa mi nueva dirección, tengo otro lugar a donde ir en caso de emergencias.

—Te prometo que nunca le diré al Frío de tu paradero, pero creo que el siguiente paso es que vaya a buscarte a la escuela.

—No sé cuánto tiempo más pueda saltarme la última clase… —suspiró preocupada.

—Ese lugar de emergencia que tienes, ¿involucra a ese insolente? —preguntó, mientras se llevaba a los labios una patata.

—¿Cuál insolente?

—Zack o como se llame. —La castaña se soltó riendo.

—¿Por qué te cae tan mal?

—Es solo que no quisiera que te relacionaras con ningún hombre que hayas conocido en el Cooper's. ¿Quién te garantiza que no esté metido también en drogas? Todas las personas que van a ese lugar están podridas. Antes de que se volvieran amigos, yo misma llegué a verlo en un privado con una tal Vanesa, no es ningún santo, Brie.

—Zack me ha ayudado mucho, lo que haga con su vida… sexual, no es de mi incumbencia, solo es mi amigo —aseguró con las mejillas encendidas.

—No existen los amigos —farfulló Katie en tono molesto.

—¿Lo dices por Matt? —Su amiga desvió la mirada mientras negaba.

—No solo por él, los hombres no saben diferenciar la mayoría de las veces esa delgada línea.

—Bueno… en eso te doy un poco de razón, no me gustaría que Zack malinterprete mi comportamiento… es solo que me siento muy segura con él, es de las pocas personas con las que puedo contar. Y sí, fue quien me pidió que dejara la casa de Hank, que viviera con él.

—Estás consciente que si el Frío se entera lo va a matar, ¿verdad?

—Lo… lo que yo haga no debe importarle.

—Por favor, Brie. No puedes pensar así, desde que vas a tener un hijo suyo, todo lo que hagas tiene que ver con él, además, ese hombre lunático desgraciadamente está loco por ti, solo que no lo quiere aceptar… Supongo que como parte de su locura, no lo sé…

Mientras Katie seguía balbuceando, el corazón de la castaña dio un vuelco, haciéndola ruborizar. Rápidamente se obligó a centrarse en el presente, sentir algo por él solo la había dejado herida y con un dolor intenso en el pecho. Había sido definitivamente una tonta al pensar que… ese ogro pudiera sentir aunque sea un poco de lo que ella sentía por él, nunca más volvería a albergar esa esperanza, furiosa con ella misma y con toda la sarta de tonterías que estaba asegurando Katie, decidió arremeter contra ella:

—Pues entonces padece del mismo mal que tú, ¿hasta cuándo vas a darle la vuelta a Matt? —Katie parpadeó sorprendida ante el giro de la conversación. A Brie le dolía lastimar a su amiga, pero también Matt era su amigo, y el sentimiento de amor no correspondido era algo que compartía con él.

—Solo quiero que sea feliz, quiero que se gradúe, que tenga una novia bonita y de clase, será un gran doctor. ¿Qué papel crees que puedo jugar yo en ese tipo de vida?

—Pero a Matt no le importa…

—Lo hará, créeme que le va a importar. No quiero que un día mire hacia atrás y vea que pudo tener algo mejor, mucho mejor que yo.

—Pero, Katie…

—Imagina el día en que sus "colegas" le digan que tiene una puta por novia, ¿te imaginas que uno de sus amigos haya sido mi cliente?

—Estás exagerando…

—¿Crees tú de verdad que me lo perdonaría? —exclamó frustrada, con los ojos llenos de lágrimas.

—Katie…

—¿Podemos hablar de otra cosa?

—No, no estoy de acuerdo en que pienses así de ti misma, ni tampoco que te adelantes al futuro. Si quieres disfrutar un tiempo con Matt, entonces disfrútalo, no permitas que nadie decida por ti, mucho menos tus complejos, no te prives de cosas cuando tienes total libertad para hacerlas —susurró lo último desviando sus grandes ojos claros hacia la ventana.

Katie suspiró mientras miraba a su amiga frotar inconscientemente su pronunciado vientre. Entonces, sin previo aviso, tuvo lo que hace mucho tiempo no tenía: un recuerdo de su pasado.

—¿Estás bien, Katie? —preguntó la castaña preocupada mientras sacudía su hombro.

—Claro, claro, solo pediré más refresco. —Y sin decir más, se levantó a buscar al mesero.

Todavía estaba temblando mientras recordaba que cuando era niña, después de la muerte de sus padres en aquel fatal accidente, su depresión y autoflagelación solo habían logrado que su abuela la internara en un psiquiátrico. A sus dieciocho años, cuando por fin pudo salir de ahí y alegar que era mayor de edad para decidir qué hacer con su vida, se encontró sola y sin dinero. También se encontró con el ojo observador de las personas al conocer su historial médico, y solo en el Cooper's había encontrado trabajo.

La vida le había golpeado, pero en lugar de acobardarse por ello se había vuelto más dura. A estas alturas, aunque tan solo tenía veinticuatro años, no podía permitirse soñar con un futuro diferente al que conocía. De la chica frágil y temerosa que había sido, ya no quedaba nada. Sin embargo, mientras miraba a Brie sonriendo al tiempo que acariciaba su vientre, pensó en sus palabras. Pensó en la inocencia y la fragilidad, le pareció en ese momento que la vida se la pasaba cometiendo crímenes. Entonces la comparación de sí misma con el Frío, como había apuntado su amiga, de pronto no le pareció tan descabellada, y por extraño que pareciera, entendió un poco a Jared.

—Tienes razón —murmuró tomando asiento de nuevo—. Pensaré en darle una oportunidad a Matt.

—¿De verdad?

—Creo que sí, ¿sabes? Cuando vives tantos años manejándote en un mundo lleno de violencia y depravaciones, es difícil entender que pueda haber cosas mejores. Que de verdad exista la felicidad. —Brie sonrió tomándole la mano.

—Matt se pondrá feliz.

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Mientras atravesaba la manada humana, Jared tenía la mirada salvaje, los músculos tensos y avanzaba con paso feroz intentando salir de ahí cuanto antes, sin preocuparse una mierda de no dar codazos a los que se atravesaban. En realidad casi alojaba la esperanza de que alguno se quejara de eso para poder darle una patada en el culo.

Pero no.

La mayoría de las personas, aunque drogadas, tenían el instinto de supervivencia activado y saltaban literalmente de su camino. Llevaba la camiseta salpicada de sangre ya que acababa de pelear contra un jodido  bastardo cuyo nombre ni siquiera recordaba, pero no había sido suficiente. Sus puños dolían placenteramente, tenía la mejilla cortada y un dolor punzante en las costillas. Sin embargo, la necesidad de violencia, de descargar adrenalina y sobre todo, de esnifarse algo, lo estaba llevando a cotas de desesperación impensables.

Hacía ya muchos años había pasado por aquí, había golpeado hasta matar, había despertado en alguna jodida cama con una o dos mujeres desconocidas, otras había despertado en hospitales o algún callejón sucio y vacío, por eso odiaba estar cayendo otra vez en los putos excesos. Pero más odiaba que Spencer manipulara su puta y miserable vida a su antojo, haciéndolo pelear por más de una maldita semana como prueba a su fidelidad.

Los Cooper lo habían hecho pelear todos y cada uno de los días para sentirse satisfechos, solo para alimentar su ego o quizás solo por verlo sangrar, pero eso iba a terminarse hoy mismo. El fuerte pisar de sus botas de combate ya hacía el suficiente ruido como para avisar su llegada, por lo que simplemente abrió la puerta y se encontró a una joven de ojos oscuros hincada entre las piernas de Spencer, su larga cabellera negra caía por su espalda desnuda mientras le hacía una mamada a su jefe. La chiquilla se asustó al verse descubierta e intentó retroceder y cubrirse, pero Spencer sujetó con fuerza su cabeza, forzándola a quedarse justo donde estaba.

Aquello normalmente no le habría causado ni repulsión ni asombro, pero ahora, al ver a esa mujer tan joven, pensó en ella. Nunca le había preguntado qué le habían hecho los Cooper, nunca le preguntó si la habían jodidamente forzado, si su padrastro incluso la habría violado, solo le había preocupado saber con cuántos hombres se había acostado, imaginándose siempre lo peor de ella, nunca imaginándose aquella niña angelical que Katie se empeñaba en meter en su cabeza.

—Continúa con tu trabajo, Giovanna…, si me agrada lo que haces te quedas esta misma noche. —La joven asintió torpemente al tener la boca llena y continuó con su trabajo, haciendo que Jared cerrara las manos en puños—. ¿Cuándo vas aprender a tocar, hijo de perra?

La voz de Spencer era afilada y sus ojos lo miraron de forma sombría y helada. No que le importara una soberana mierda. ¿Habría tenido que hacer ella lo mismo? Dios, el puro pensamiento rugió en sus venas y se encontró abriendo y cerrando las manos en puños. Un ruido sordo comenzó en su pecho subiendo por su garganta, constriñéndola, haciendo difícil tragar saliva. Un ruido con el que si no controlaba su temperamento, resultaría en un bramido. Si se enteraba de algo, cualquier vejación, él mismo mataría a los Cooper, de eso ni siquiera quedaban dudas. Spencer elevó una ceja, estaba a punto de echarlo de ahí, así que trató de recomponerse.

—¿Y si hubiera sido Zoey la que entrara?

—Ni Zoey, ni Anna están en la ciudad. No tengo de qué preocuparme, además, Owen me habría advertido.

—Eres un puto degenerado.

—Y tú un cabrón imprudente, ahora, si solo viniste a fungir como voyerista toma asiento, si no, ¿qué esperas para largarte a la mierda de mi vista?

—Dame la maldita dirección de Brielle. —Incluso pronunciar el nombre en voz alta le retorció las entrañas.

—Ya te dije que eso no es negociable, te la diré cuando yo crea conveniente. —Sonrió sin mirarlo mientras le marcaba a la chica con una mano el ritmo que quería sentir sobre su erección.

—Hoy es más que conveniente para que me lo digas, Spencer. Si no me la dices, me largaré a la mierda efectivamente y contrataré a un puto detective, haré cualquier cosa por encontrarlos. —Spencer puso los ojos en blanco y no supo si de mortificación o de placer.

Pasaron unos incómodos minutos donde solo se escuchaba el rozar de los labios de esa chica sobre Spencer, era desagradable y ya tenía suficiente de eso. Dio la media vuelta y estaba a punto de salir cuando escuchó:

—Está bien, pero ya te dije lo que pasará si no regresas. Iré tras Brie y tu hijo, ya sabes que nosotros no amenazamos en vano.

No necesitaba recordárselo, con las manos cerradas en puños y la mandíbula tensa, asintió solo una vez. Spencer esbozó una sonrisa de suficiencia antes de volver toda su atención a Giovanna.

Una hora y media más tarde, oculto entre los árboles como algún puto delincuente, mientras el frío viento le calaba hondo en los huesos, la lluvia fresca resbalaba por su chaqueta de cuero, deslizándose por las heridas en su rostro y manos, Jared se encontraba mirando la enorme casa en medio de la nada. ¿De verdad vivía aquí?

Todas las luces estaban apagadas y, salvo un viejo Toyota destartalado, no había ningún otro auto… Si Spencer le había mentido… Tratando por primera vez en su jodida vida de ser positivo, comenzó acercarse a la casa, sus botas crujían contra el suelo irregular a cada paso que daba. Se asomó con cuidado por las ventanas, observando la cocina y después la estancia. Suspiró mortificado al no ver nada, forzar la puerta le pareció para nada adecuado, por lo que más que enojado miró hacia arriba, donde estaban las habitaciones. Había una ventana con balcón en el segundo piso, tendría que subirse como un maldito simio por los árboles para poder ver aunque fuera a los habitantes en la primera habitación.

Mientras escalaba, definitivamente se dijo que como detective privado se habría muerto de hambre. Sus pesadas botas de combate lograron aferrarse a cada rama que escalaba y el dolor en sus manos fue agradecido, era mínimo, comparado con todos los golpes que había dado y recibido esa misma noche. Finalmente llegó a la puta ventana, donde se balanceó cayendo en un sonido pesado y sordo que fue cubierto apenas por el estruendo de un trueno. Se quedó agazapado maldiciendo todo, quizás alguien lo habría escuchado, pero después de unos minutos en la misma posición resolvió que no, así que cuando intentó abrir la puerta corrediza y ésta cedió, agradeció la inesperada suerte.

No necesitó de luz ni de más investigaciones. El olor cálido y abrumadoramente tranquilizador, lo abrazó con fuerza colándose por cada uno de sus muertos poros haciendo que perdiera el balance, sus huesos traquetearon de placer ante el aroma a flores y sándalo. Puta mierda, estaba en la habitación de ella. Paralizado y con el corazón en una loca carrera, intentó divisarla en la cama, no quería asustarla, era malo para el bebé, por lo que trató de ser cuidadoso…, pero en cuanto logró distinguirla se quedó sin aliento, en sus vaqueros su miembro inmediatamente se endureció.

Parecía una princesa, realmente una belleza de los jodidos cuentos que nunca leyó. Su cabello largo y abundante estaba esparcido por la almohada y parte de su rostro, impidiendo que pudiera verla bien. Llevaba puesta su camiseta negra, lo que por alguna jodida razón lo hizo sonreír por primera vez en lo que parecía una puta eternidad. Una mano acunaba protectoramente su vientre, mientras que la otra medio caía por el borde de la cama, sus pechos se veían majestuosos aún tras la camiseta, invitándolo a acercarse. Las piernas largas y cremosas, enredadas en las sábanas.

Desvió la mirada sintiéndose un puto enfermo. Antes de tomar alguna decisión se paseó por aquella habitación con las manos enterradas en su cabello húmedo. Observó la vieja mochila roja que estaba en una esquina junto a un escritorio. Se acercó para ver qué había, pero solo encontró un montón de libros apilados y papeles esparcidos, no era una habitación sucia, solo desordenada… Diablos, ¿pero qué mierda estaba esperando? Tenía que llevársela de ahí de una maldita vez, se giró en redondo justo al tiempo que un rayo iluminaba la habitación, iluminándola a ella.

Entonces, ahí encerrado en ese aroma, en esa noche de tormenta, la vio de verdad. Dormida de forma pacífica y casi angelical, Brielle le pareció hermosa. Una parte de su mente le gritó que la tomara en brazos y la sacara a rastras, incluso una pizca de regocijo brotó en su pecho. La había encontrado, ella-era-suya.

Sin embargo, así como vino, el mero pensamiento lo asqueó.

Verla ahí, con su mano sobre ese vientre donde habitaba su bebé, evaporó todo el odio, la desesperación y la rabia que lo había contaminado durante todos estos días. Para colmo de males, su olor concentrado en aquella habitación causaba estragos en sus hormonas, se la imaginó debajo suyo, desnuda. Besándolo. Lamiéndolo. Poniendo esos carnosos labios en cada punto sensible de su cuerpo.

Saber que ella iba a tener a su bebé le hacía cosas, y quería estar con ella. Era sexy como el infierno y su cuerpo la anhelaba. Se repitió que venía por ella solo porque pretendía negarle ver a su bebé crecer. Sin embargo, mientras se acercaba a la cama y pensando de forma racional, llevársela ahora solo sería un acto de capricho, un peligro para la salud de su bebé y, definitivamente, Jared no sería como su madre: caprichoso y pensando solo en él mismo.

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—Segura que nada de mareos.

—Nada, Adam. Estoy bien.

Las costuras de su traje se veían visiblemente a prueba con tantos músculos. Si no supiera que era sumamente tierno y agradable, Brie correría despavorida lejos de él. A su lado, Nicole parecía una modelo sacada de alguna revista, con su cabello rubio cayendo en suaves ondas por sus hombros y su traje oscuro de marca, era simplemente impresionante. Ahí, entre esos dos, Brie se sentía como una tonta niña.

—Y… ¿tu familia te trata bien? —indagó el joven mientras daba un sorbo a su café.

—Sí… ¿por qué? —contestó con aquella seguridad que había adquirido a base a mentir.

Brie mentía tanto que por alguna razón aquellas mentiras comenzaron a volverse realidad. Mentir como experta había logrado que hasta ella misma se las creyera.

—Por las marcas en tu muñeca. —Apuntó sutilmente con un gesto de mano. Brie ni siquiera parpadeó, no desvió la mirada, no dejó que sus dientes presionaran su labio. Los ojos azules de Adam analizaban cada movimiento que hiciera, ejerciendo claramente su función como abogado en busca de culpables.

—Fue en Educación Física. Estoy pensando que necesito un justificante urgentemente.

—¡No puedo creer que sigas yendo a Educación Física! —chilló Nicole, quien había permanecido callada hasta este momento.

—Lo sé, ¿pero qué se supone que diga? No tengo manera de saltarme esa clase —cuchicheó nerviosa.

—Buscaré a un cliente mío que es doctor. Le pediré un justificante —murmuró Adam, tomando la mano de una alterada Nicole.

—Gracias, eso será genial. En la escuela no saben de mi embarazo, no quiero ocasionar un revuelo y un justificante solucionaría todo, te lo agradecería infinitamente.

—¿No has visto a mi hermano? —interrogó abruptamente. Nicole puso los ojos en blanco y Brie se removió incómoda en su silla.

—No.

—No has contestado sus llamadas y la verdad creo que está… en una situación complicada. Tengo miedo de que vaya a buscarte a la escuela y todo mundo se entere que estás embarazada por él y no por ninguna clase. —Brie mordió nerviosamente su labio, Adam le estaba diciendo las mismas palabras que Katie.

—Es que no quiero hablarle, me odia. Me dijo que Nicole estaría siempre cuidándome, ¿qué lo hizo cambiar de opinión?

—Que es un maldito bipolar como su novia, ese hermano tuyo está enfermo —masculló la rubia en tono severo.

—No seas tan ruda con mi hermano, solo está asustado, por favor…

—¿Asustado? ¿De qué va a estar asustado ese hombre?, por Dios, Adam. Jared está mal de la cabeza, no quiere a nadie, ni siquiera a tu padre, no te quiere a ti o no te haría pasar por todo esto y…

—Nicole —la interrumpió—. No conoces a mi hermano, no es que Jared no quiera a nadie, es que no sabe cómo. Además, ¿cómo va a saberlo si ha tenido una vida de mierda?

—Solo quiero que me deje tranquila —susurró la castaña, sintiéndose abrumada y confundida.

—Brie, por favor. ¿Serviría de algo si te explico por qué mi hermano parece siempre tan lleno de odio?

La castaña mordió su labio. No quería saber. ¿Pensaría lo mismo de su hermano si le decía que llevó a Zoey a casa?, ¿que se acostó con ella con la intención de herirla? Así que no, de verdad no quería explicaciones, no quería saber nada del ogro. Elevó la vista donde se encontró con aquellos expresivos ojos de Adam, parecía dolido, lleno de nostalgia, podía ver ahí un profundo amor hacia su hermano. ¿Cómo destruir la confianza de la única persona —al parecer— que creía en Jared? Seguro que si decía lo que le había hecho, perdería también a su hermano, además, Adam siempre la había respetado y cuidado, no quería herirlo.

—Quizás… si me lo explicas… Debbie me contó que llevó una vida difícil al lado de sus padres adoptivos…

—¿Difícil? No, Jared estuvo en el infierno, calcinándose por ocho largos años.

—¿A qué te refieres con eso? —cuestionó extrañada Nicole, apartando la taza de café que se había estado tomando.

—Cuando yo conocí a Jared, era un niño pequeño, tímido, de ojos expresivos y mejillas rojas, estaba más que feliz de tener un hermano, un verdadero hermano…, pero mi papá no estaba seguro de que fuera su hijo.

—Tu mamá me comentó que perdieron tiempo en la adopción y eso cambió las cosas —murmuró la castaña. Adam se aflojó un poco la corbata.

—Efectivamente, cuando volvimos a ver a Jared no fue en la casa de adopciones del señor Aaron. A mi hermano acababan de transferirlo de la Correccional de Attica hacia la Correccional Clinton, en el estado de Nueva York.

—No me extraña que a Jared lo hayan tenido preso, está loco. —Adam ignoró olímpicamente a Nicole y continuó hablando.

—Caleb, como se llamaba su padrastro, le enseñó a pelear desde que tenía diez años o algo así... en realidad, Jared nunca me ha querido contar sobre eso, ni tampoco por qué estaba en la cárcel cuando papá lo encontró.

—Y tan terco como es, en lugar de agradecerle a William su ayuda, lo odia como a nada —farfulló la rubia.

—No es que lo odie, mi papá pidió su custodia para sacarlo de la correccional y a su vez sacarlo de Nueva York, sin embargo Jared le tiene resentimiento por haber engañado a Debbie con Samantha.

—Pero… Debbie me explicó que eran muy jóvenes cuando ocurrió eso… yo… yo asumí que fue antes de conocer a tu mamá —susurró confundida, Adam solo puso los ojos en blanco.

—A mi mamá no le gusta dar muchas explicaciones de eso, a mí me tuvieron cuando tenían apenas diecinueve, mi papá no estaba muy en control de su persona a esa edad, así que… en resumidas cuentas, mi papá ya estaba casado cuando engañó a mi mamá. Claro que, cuando llegó esa tal Samantha diciendo que tenía un hijo, yo aún era un niño y no entendí otra cosa, salvo que tenía por ahí un hermano perdido, un hermano al que me moría por conocer. Sin embargo, el que Debbie sea para Jared como la mamá que no tuvo, hace que odie a William por engañarla, por eso se llevan tan mal.

Brie respiró hondo, recordando aquel día cuando Jared le había contado sobre el tatuaje de los Brown. El cariño que Adam expresaba por su hermano era muy grande, lo que la hacía sentirse vacía y sola al no tener ni siquiera un hermano en quien apoyarse. Además, el pasado del joven parecía haber sido mucho peor que el suyo, complicado y oscuro. Sin embargo… eso no cambiaba nada.

—Ahora bien, quiero que entiendas que no estoy excusando su mala educación. Solo te estoy contando quién es, lo amo pero no me ciego —dijo Adam rompiendo el silencio—. Estoy seguro de que no sabrá manejar esto de la paternidad, de verdad no quiero que mi sobrino pase por el infierno que inconscientemente Jared está forjando para ustedes.

—Nuestra propuesta sigue en pie, Brie. Si sientes que no puedes más, realmente nosotros estaríamos encantados de poder ser padres.

Y cuando Brie miró a Nicole, se preguntó realmente si su bebé no estaría mejor con ellos, eran una pareja sólida y con posibilidades de darle un futuro mejor que el que se vislumbraba para ella. Y ahora que entendía por qué Adam le había ofrecido la posibilidad de adoptarlo, contuvo las lágrimas mientras se abrazaba a sí misma. ¿Acaso estaba siendo egoísta? ¿De verdad podía ella darle algo diferente al infierno a su ángel?

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I am, little bit of loneliness, a little bit of disregard, a handful of complaints, but I can´t help the fact, that everyone can see these scars...

Sus puños ardían, sus pies dolían, el sudor recorría su frente y bajaba por su cuello. Mientras Jared golpeaba con furia el saco de boxeo, escuchaba la canción de Faint de Linkin Park, permitiendo que la melodía lo consumiera, era eso o ahogarse con sus jodidos pensamientos. Siguió golpeando y entrenando cuando por el rabillo del ojo vio pasar una pequeña silueta, era ella, esa enana.

—¡Katie! —gritó al tiempo que se quitaba los audífonos. La aludida no detuvo su paso—. Escúchenme, pendejos, sigan entrenando, no me tardo —ladró a los mocosos que tenía por "estudiantes" y salió apresuradamente por el pasillo, era increíble como esa enana parecía flotar con aquellas enormes plataformas—. Que te detengas, con una mierda. —Tiró de su brazo.

—Suéltame, idiota. —Se sacudió de su agarre—. ¿Qué quieres?

—¿De dónde vienes? —Ella elevó una ceja.

—¡¿Qué?! ¿Ahora eres mi padre?

—Ganas no me faltan de nalguearte —escupió con desdén—. ¿Estabas con ella?

¡Frío! —gritó Allison desde el otro lado del pasillo, sus tacones repiqueteando mientras corría hacia ellos—. Me alegra encontrarte. —Katie le lanzó una mirada turbia y envenenada en cuanto lo abrazó.

—¿Para qué, Allison?, ¿querías comprobar de primera mano que Zoey sí dio con el departamento de Jared? —La rubia abrió los ojos desmesuradamente.

—No… no sé de qué hablas —susurró colgada aún de su brazo. Jared sintió cómo algo se desconectaba de él y la furia se apoderaba gradualmente de su cuerpo.

—¿Fuiste tú? —siseó entre dientes.

—No, claro que no… Frío… déjame explicarte…

—¡Fuiste tú, maldita puta de mierda! —rugió furioso, acorralándola contra la pared.

Allison retrocedió aterrada, su espalda chocó violentamente contra la pared sin dejarle espacio para escapar, tenía los ojos llenos de pánico. ¡Había sido ella! La maldita causante de que Zoey se hubiera ido de la ciudad, la maldita razón por la que Brielle había huido. Cegado por la furia, Jared estampó un puño con rudeza contra la pared haciendo que la rubia dejara escapar un alarido, asustada al casi recibir ella el impacto.

—Te diré dónde está Brie, pero por favor ¡no la mates! —gritó la enana. Jared parpadeó atónito ante aquellos gritos exagerados. Dios, las mujeres siempre hacían un puto drama.

—¡Ma-Maldito imbécil! —sollozó una asustada Allison mientras se dejaba caer al suelo. Jared se puso en cuclillas, justo frente a la rubia. Sujetó su mentón con fuerza, obligándola a mirarlo.

—¿Qué ganaste con eso, perra? —La rubia sollozó mientras las lágrimas corrían por sus mejillas estropeándole el maquillaje y dejando surcos negros en su rostro.

—S-Solo quería que volviéramos a e-estar juntos. Fuiste muy cruel conmigo… —lloriqueó intentando tocarlo. Jared empujó su cabeza hacia atrás sintiéndose asqueado.

—Eres una pendeja de mierda, dale gracias a la enana que "salvó tu vida". Espero que ya estés satisfecha, no quiero que te me vuelvas a acercar nunca. No creo que tengas tanta suerte la próxima puta vez. —Se incorporó encarando a Katie quien tenía sus grandes ojos azules abiertos de par en par, incluso retrocedió tropezando con sus pies de bailarina.

—Lo siento… si te asusté. —Elevó las manos tratando de calmarla—. ¿Sabes lo que me costó que esta puta le dijera a Zoey dónde encontrarme?

—L-Lo sé. —Tosió aclarándose la garganta—. Solo que… no debiste ser tan brusco. —Jared suspiró mortificado, ¿brusco? Por Dios—. Sígueme. —La siguió como un maldito perro hasta su camerino donde se sentó de nuevo en aquella fea cama y se quitó las plataformas. Y sin poder soportarlo más, soltó lo que estaba pensando decirle desde hacía unos minutos.

—De cualquier manera, ya sé dónde está Brielle. —El rostro de la joven palideció aún más.

—No le hagas daño, te lo suplico…

—¿Daño? —inquirió extrañado—. Jamás tocaría a Brielle, de ninguna manera. He decidido que… voy a dejarla tranquila, como me lo pidió. Lo intentaré… siempre y cuando tú me mantengas al tanto.

—¿Estás diciendo que no la forzarás a estar contigo? —Elevó una perfecta ceja.

—Es una promesa. Solo… la seguiré viendo aunque sea a la distancia, no puedo evitarlo. Pero no le hablaré, ni me acercaré, no si eso es lo que desea.

—No entiendo muy bien por qué haces esto.

—No tienes que entenderlo, tan solo quiero lo mejor para… mi bebé —balbuceó como idiota. Katie entrecerró los ojos, no la iba a dejar imaginarse cosas estúpidas donde no las había, por lo que desvió el tema—. ¿Cómo supiste que Allison le dijo a Zoey dónde encontrarme?

—Supe que la dejaste muy dolida una vez, la rechazaste. Juró que se vengaría de ti, no hay que ser muy listos para adivinarlo. En realidad solo solté una mentira y salió con una verdad, le pusiste un buen susto.

—Eso no es nada —masculló poniendo los ojos en blanco.

—¿Pensabas ahorcarla o algo peor?

—Es un buen comienzo, la hubiera ahorcado y luego habría aventado su cadáver a las afueras de Las Vegas… cerca de la casa de Brie. —Katie palideció de nuevo—. Solo estoy bromeando, por Dios.

—Que… raro humor el tuyo.

—¿De qué hablaron? —Se sentó en el suelo—. ¿Está bien? Es decir… ¿mi bebé?

—Conmigo no necesitas fingir, Frío.

—No me digas ese puto apodo.

—Pensé que te gustaba, que era como tu marca registrada, a los hombres les encantan los apodos…

—Mataría al imbécil que me lo puso, casi creo que fue Spencer.

—Estaría encantada con esa muerte —susurró con una sonrisa tímida, por extraño que pareciera, Jared le devolvió la sonrisa. Aunque ¿quién no sonreiría al imaginar muerto a ese Cooper?

—Y… ella… ¿sigue yendo a la escuela?

—Sí.

—¿No sabes si Hank la ha… tocado? —preguntó, tratando de sonar controlado mientras abría y cerraba los puños.

—¿Sabes que su padrastro la golpeaba?

—Sí. —Pasó una mano por su cabello—. Odio que esté ahí, tengo que sacarla de ese lugar, es por eso que te necesito.

—¿A mí? —Katie sonaba demasiado extrañada, como si no pudiera creerle nada.

—Me iré del departamento. —De su bolsillo sacó las llaves del departamento en Insignia—. Dale esto, dile que me iré de ahí. Que por favor regrese, Nicole estará siempre al tanto de ella… —Respiró un tanto agitado—. Si Hank la toca, lo voy a matar, Katie. Necesito saber que mi bebé estará a salvo. —La joven estiró la mano aceptando las llaves—. No me apareceré por ese lugar, ya saqué mi ropa. Solo… dile que necesito saber que lo hará. —La joven le regaló una extraña e indescifrable mirada antes de asentir.

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La clase de Biología nunca sería de sus favoritas. Brie suspiró mientras veía en el pizarrón la siguiente práctica que harían en el microscopio.

—Hola, pareja. —Jordan se deslizó rápidamente a su lado.

—Hola, ¿de verdad no quisieras otra compañera?

—Nop, ni para la práctica, ni para el baile —aseguró, sonriendo mientras ajustaba el microscopio, la castaña suspiró.

—De verdad deberías ir con alguien más, alguien como Madison, ella se muere porque tú la invites, te lo juro.

Los ojos de Jordan chispearon sorprendidos con la nueva información, desvió su atención hacia donde Madison estaba lanzándole esas miradas fulminantes, que mágicamente cambiaron a tiernas y amables en cuanto vio que él la miraba. Él le sonrió de vuelta, pero inmediatamente después regresó su atención a Brie.

—Pero ella no me interesa. Quiero ir contigo, ¿por qué te niegas? Dime la verdad, ¿es que vas a ir con alguien más? Acaso… ¿es ese señor que vino por ti el otro día? Tiene que ser una broma… —expresó con el ceño fruncido. Brie trató de poner sus emociones a raya.

—Estás sacando todo de quicio —susurró mientras hacía falsas anotaciones en su cuaderno—. ¿Podemos hablar de esto más tarde?

—Definitivamente más tarde, jovencitos, cuando salgan de mi clase —regañó Thompson, el profesor de Biología.

—Sí… lo siento —murmuró ruborizada. Jordan solo sonrió antes de guiñarle un ojo.

—Seguiré insistiendo —cuchicheó divertido.

Brie mordió su labio mientras pensaba ¿por qué todo mundo hacía tanto alboroto por un baile? Ella nunca había asistido a uno, cuando estaba en secundaria y comenzaban las fiestas, Hank se encargó de matar cualquier ilusión que pudiera tener de ir. En la preparatoria, todos estos años había sido exactamente igual… Así que por primera vez en su vida, mientras Jordan canturreaba un montón de cosas de la práctica y hacía anotaciones, se permitió desvariar, transportándose a otro lado, se imaginó vestida con algún vaporoso atuendo de graduación, sostenida firmemente por unos musculosos brazos, llenos de tatuajes, de cicatrices de… combate.

Jared la sostenía firmemente contra su duro cuerpo, su loción peculiar a limpio, a lilas en primavera, rodeándola como una manta. Cerró los ojos recostando la cabeza en ese amplio pecho, sintiéndose pequeña mientras él arrastraba los labios por su cuello hasta llegar al lóbulo de su oreja donde lo succionó suavemente antes de susurrar: «Si quiero coger estarás lista… siempre que yo quiera». Su voz sensualmente áspera retumbó por todo su cuerpo y, aunque era una fantasía, en la realidad se sacudió ante el recuerdo.

Abrió los ojos sintiendo la respiración desbocada, los sonidos llegaron a sus oídos otra vez: el murmullo de sus compañeros, el hojeo de los libros, Jordan diciendo cosas como “fiesta después del baile”, la voz del señor Thompson… ¿Qué estaría haciendo Jared? Seguro durmiendo con Zoey, por lo que semejante escena imaginaria le pareció tan ridícula y graciosa que tuvo que apelar a todas sus fuerzas para no dejar escapar la risa histérica que amenazaba con soltar, definitivamente se estaba volviendo loca.

—¿Brie?, ¿me estás escuchando? —La aludida parpadeó e inmediatamente notó que los profundos ojos de Jordan estaban clavados en ella… otra vez. La verdad es que no acababa de acostumbrarse a ser el objeto de tanta atención, así que inquieta se abrazó a sí misma.

—Perdón, Jordan. ¿Qué decías?

—Que creo que ésta es una bacteria, no me estás poniendo atención.

—Es que… estoy un tanto desvelada, es todo. Necesito tomar un poco de aire o me quedaré dormida.

—Terminemos pronto para salir de una vez —sugirió antes de poner los ojos en blanco.

Efectivamente, cuando por fin pudo poner a sus neuronas a trabajar y a sus hormonas a dormir, fueron los primeros en salir de clases. Y en el estacionamiento, Jordan estuvo bromeando como siempre con ella. A su lado estaba Aly y los demás chicos. Todos estaban hablando sobre el baile y la fiesta que se haría al terminar el evento. Brielle de verdad quería poner atención, sonreír ante las ocurrencias de sus amigos, pero se sentía… acechada. Miró hacia el final del estacionamiento, donde las sombras de los árboles no dejaban ver nada más que oscuridad. Frunció el ceño, percibía una mirada intensa clavada en su figura.

Una mirada que había advertido hacía mucho tiempo en el Cooper's, de alguien de quien definitivamente no quería saber nada. Un escalofrío la recorrió lentamente y no supo si de miedo o de otra sensación a la que no le quería poner nombre. Como en un trance, comenzó a caminar hacia ese lugar.

—¿Qué dices, Brie? ¿Irás entonces conmigo? —Jordan interrumpió su camino, se plantó delante de ella y deslizó un mechón de su cabello detrás de la oreja, trayéndola abruptamente de vuelta a la realidad.

—No… yo no creo que me dejen ir. Además mamá quiere ir a Álamo.

—¿Qué no pueden ir otro día?

—Haz el esfuerzo, Brie. ¡Será inolvidable! —canturreó Javier, justo al momento que una fuerte lluvia se abría paso cayendo sobre ellos, haciendo que todo mundo saliera despavorido a refugiarse.

Jordan dio un paso decidido hacia ella.

—¿Quieres que te lle…?

—¡Brie! —gritó una voz familiar.

Varias chicas desviaron la mirada, riéndose nerviosamente entre ellas mientras lo veían trotar. Zack era una obra de arte, con su cuerpo tonificado y su amplia sonrisa, se lo imaginó como la luz en aquel turbio lugar. Jordan se interpuso ligeramente entre ellos.

—¿Y éste quién es? —inquirió, mirándolo de arriba abajo. Zack elevó una ceja, era absurdo comparar el físico del capitán de americano contra el de su amigo. Un boxeador sacado del ring.

—Me llamo Zack, imbécil. ¿Y tu nombre es?

—Jordan. —Su amigo puso los ojos en blanco.

—El nombre perfecto para el chico —escupió socarronamente. Brie sonrió acercándose a Zack.

—¿Qué haces aquí?

—Vine por ti, no quería que fueras a mojarte.

—¿Sí? —balbuceó como tonta. La verdad era que le encantaba aquella voz.

—Eh… sí. ¿Nos vamos? —La joven asintió torpemente.

Jordan soltó un resoplido mascullando entre dientes un "te veré mañana" mientras Zack le abría la puerta del auto. Éste arrancó rápidamente fuera del colegio. El único ruido que los acompañaba era la leve pero incesante lluvia, así como el sonido del limpiaparabrisas. Brie respiró hondo, dejando que el aroma fresco de su amigo la inundara. Rebuscó en su mente algo con que matar el tiempo mientras avanzaban, pero solo se le venían estupideces respecto al clima, al final optó por la verdad. Esa que cuando estaba con Zack, afloraba naturalmente.

—Me alegra que vinieras, ese Jordan me tiene alucinada.

—¿Te gusta? —exclamó horrorizado, haciéndola reír.

—No, qué va. Solo que es muy insistente, quiere que vaya con él a un estúpido baile.

—Dile que se vaya a la mierda, que si vas a ir algún lado solo será conmigo. —Brie volvió a reírse, y cuando su estómago rugió, se ruborizó a grados insospechados. Zack se echó a reír—. Seguro no has comido, ¿hace cuánto no te invitan a algún lado? —La joven parpadeó mirando el rostro de su amigo.

—¿Invitar?

—Como-una-cita —lo repitió haciéndolo sonar como si tuviera algún retraso.

—Yo… —Se ruborizó desviando la mirada.

—Eso es un nunca. Es por eso que detesto a Jared, toda la puta posesión territorial en lo que a ti respecta me enerva la sangre.

—¿Piensas que… que él no me llevaba a ningún lado para que nadie me viera? —indagó asombrada.

—Claro —aseguró como si no fuera obvio, Brie soltó una carcajada.

—Pero es que nunca salimos, no porque a él le diera miedo que alguien me viera, simplemente es que yo no era su novia. Nunca… él no me quería de esa manera.

—Mejor para mí, estaba pensando en llevarte a mi taller. No precisamente para que conozcas de herramientas y automóviles, yo… cocinaré algo.

—¿En serio cocinas? —cuestionó con una sonrisa.

—Claro, soy el mejor cocinando y arreglando automóviles... y de verdad me alegra ser el primero que te lleva a una cita. —Su tono era alegre y en sus ojos oscuros brillaba el verdadero afecto.

Brie mordió su labio al pensar en lo que había dicho. Una cita. Una cita de verdad. Miró hacia su vientre, donde acarició la tela que lo cubría y pensó en las palabras de Zack, se dijo que ya tenía que dejar de arrastrarse por un amor no correspondido.

—¿Cómo sabías que no le había llamado a nadie para recogerme en el colegio?

—No lo sabía, tenía la esperanza de encontrarte y salvarte. —Brie se echó a reír.

—Como siempre haces.

Y mientras Zack continuó hablando pestes de Jordan, le contaba vivencias de su juventud en la escuela y demás, la joven pensó que esto en realidad ya era una cita. Un diálogo mediante mensajes ocultos, gestos malentendidos y comentarios que decían una cosa cuando en realidad querían decir otra.

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.

.

La sensación de picor que producía la aguja sobre su piel era un placer.

Jared cerró los ojos mientras sentía aquel instrumento deslizarse detrás de su nuca. Necesitaba de nuevo esto. Cada tatuaje le recordaba cómo había llegado a donde estaba y porqué. Los tatuajes eran el símbolo de que las cosas habían llegado ahí por alguna jodida razón y así debían quedarse: permanentemente. Mirarlos era crucial en su vida, sobre todo cuando sentía que estaba caminando sin razón entre las demás personas.

—¿Qué dicen esos símbolos? —preguntó una vez que salieron, el más-molesto-que-una-mosca, Gary.

—Dicen: vete a la mierda.

Gary suspiró conteniendo el deseo de mandarlo a la mierda también. El joven tenía la espalda amplia y atlética, así como el resto de su constitución. Su cuerpo al ser grande, distribuía adecuadamente sus músculos, repartiéndolo a lo largo de sus huesos de manera que aunque era un luchador, tenía la apariencia más bien fibrosa pero igual de imponente. Los círculos negros que ahora habitaban permanentemente bajo sus ojos le daban la apariencia de un asesino en serie. Así que no, decidió mejor contestar otra cosa.

—Y… ¿qué vas a comprar aquí? —Jared se encogió de hombros mientras miraba a su alrededor.

Habían salido ya de la tienda de tatuajes y continuaban vagando por la gran plaza, quizás una parada en la tienda de Steve Madden, Dios sabía que nunca era suficiente con un par de botas…

¿Qué estaría haciendo ahora Brielle? Mierda. El que decidiera dejarla tranquila no significaba que dejara de verla. Jared necesitaba saber de ella, necesitaba ver aunque fuera a la distancia el progreso de su embarazo, asegurarse de que estaba bien. Así que la espiaba todos los putos días, incluso visitándola por las noches en su alcoba. De hecho, ya la había visto varias veces en la semana sonriendo y conviviendo fuera de la escuela. Hoy se había quedado paralizado cuando ella lo miró, Brielle miró directamente a sus ojos aunque ella no lo supiera, y cuando comenzó a caminar hacia él, se encontró a su vez caminando a su encuentro… hasta que el puto de Jordan se interpuso.

Ese chico ponía a prueba todos los días su autocontrol, hoy por ejemplo se había abstenido de romperle el puto cráneo a ese imbécil cuando deslizó un mechón detrás de su oreja, en ese momento, se había obligado a marcharse. No quería más escenas con drama, se fue repitiéndose como un mantra que ella merecía eso: ser feliz, convivir con personas de su edad, divertirse y no pasar malos ratos todo el tiempo y por su culpa. Dios, no estaba familiarizado con esos jodidos sentimientos… un golpe en su hombro lo hizo despabilarse.

—¿Qué? —preguntó irritado.

—Eso mismo te iba a preguntar yo a ti —murmuró Gary con una ceja levantada—. Llevas parado aquí como veinte minutos.

Jared miró a su alrededor con el ceño fruncido, y entonces el estómago se le fue al suelo. Había ropa de bebés, cunas, biberones, toallitas, zapatos, caballitos y… mierda, ¡extractores de leche! Aterrado, retrocedió torpemente.

—Estaba distraído. —Dio la vuelta solo para chocar con una gran carriola.

—¡Oye! —gritoneó la señora que venía empujándola.

—Vámonos de una puta vez —siseó para Gary, aunque en realidad sonó para sí mismo.

En cuanto llegaron al Cooper's, los hermanos los estaban esperando en la oficina de Spencer. Jeff le informó que el Red’s había contratado a un nuevo chico muy bueno y ya conocido por matar a sus contrincantes: Lucas Young.

—Esos pendejos se la viven buscando nuevos adversarios, pero ese mentado Lucas parece ser todo un descubrimiento, esta semana mató a dos a golpes —aseguró Jeff—. Si pelea contra ti quizás debas matarlo, ¿por qué nunca has matado a nadie, Frío? —preguntó tan casual que le robó un escalofrío.

Jamás he matado a nadie.

—Por eso te lo pregunto, aquí han ocurrido incidentes, lo sabes. No te pasaría nada, los accidentes pasan y si lo hicieras mataríamos dos pájaros de un tiro. Con Lucas muerto, el Red’s cerraría sus puertas, es su única estrella.

—¿Y qué beneficio obtengo yo?

—Reconocimiento por parte de todos, serías una puta leyenda.

—Por favor, Jeff. Ya no veas tantas películas de Disney, te están friendo el puto cerebro —bufó con sarcasmo, el hermano Cooper no respondió nada, solo lo miró de aquella forma ilegible que lo caracterizaba.

—Entonces asegúrate de al menos darle la paliza de su vida, tenemos que demostrar que somos mejores que ellos.

Jared suspiró con cansancio, como si no entrenara todos y cada uno de los putos días. Así que eran ya las tres de la madrugada cuando salió de aquel lugar, por primera vez en mucho tiempo, condujo despacio hasta su antiguo y desgastado departamento. Aquel lugar realmente se estaba cayendo a pedazos, y si no tuviera la reputación de matón, seguro que ya le habrían robado su preciosa Harley.

Lanzó las llaves despreocupadamente sobre la mesa y anduvo deambulando por el pequeño espacio. No tenía hambre así que se tumbó en aquella jodida cama fría y vieja, de su bolsillo sacó dos cosas: un cigarrillo y un dibujo. Mientras daba una fuerte calada, pensó que la nicotina ya no servía para calmar sus nervios. Luego su atención se posó en aquel dibujo, en realidad era como una fotografía, una de su reflejo.

Soltó el humo lentamente mientras observaba la imagen, ella lo había plasmado a la perfección, dibujado hasta el más mínimo detalle. ¿Por qué? La verdad no podía entenderlo, había encontrado en su habitación aquel dibujo arrugado y lanzado hacia cualquier lado. Seguramente la habría hecho enfurecer para que arremetiera contra el pobre trozo de papel, y por primera vez se permitió sonreír mientras se la imaginaba haciéndole vudú o alguna mierda. Brie siempre le había parecido un tigre oculto detrás de su imagen de gatito. Guardó el dibujo y sacó su celular, necesitaba hacer una llamada.

Deja. De. Acosarme. —La voz de la chica intentó sonar molesta, pero en estos días que llevaba tratándola, percibió por su tono que seguro estaba sonriendo.

—Solo quiero saber si ya le entregaste las llaves.

No, Jared. No todos los días puedo verla, pero te prometo que lo haré pronto. Ella está bien, te lo aseguro. —El joven suspiró ante lo que Katie decía, quería confiar en ella, de verdad que sí… pero no podía confiar en Hank.

—Bien, te veo mañana. —Colgó.

Volvió a quedarse en silencio y se removió con incomodidad, no podía estarse en paz. Ni siquiera porque había entrenado todo el día, o porque además ya la había espiado temprano, éste jodido lugar ya no era su hogar. No lo era desde hacía años, cuando se había mudado con Zoey, pero ahora se sentía diferente. No olía… a frutas. Respiró profundo y en su chaqueta crujió algo, lo que lo hizo abrir y cerrar los puños al recordar qué era. Llevaba un poco de cocaína y la piel le picó de ansiedad. Lo de drogarse se le estaba saliendo de las manos. Estaba tratando de no hacerlo desde aquel día, donde por culpa de esa mierda había hecho puras pendejadas.

Así que, sin detenerse a pensar qué mierdas estaba haciendo, se levantó y tomó sus llaves. El camino largo y fresco no logró despejar su mente, ni siquiera se detuvo a pensar sus actos de mierda mientras trepaba ese estúpido árbol. Y cuando por fin llegó a donde quería estar, recordó sus palabras: "…creo que soy la droga con la que te torturas últimamente". Sí, ella debía tener razón, porque esto, el olor y la calidez de su presencia, era su nueva droga.

Se sentó como siempre en una vieja mecedora cerca de ella y se dedicó a observarla, la verdad le resultaba fascinante, la miraba largo rato pensando cuánto había cambiado desde que la había conocido, lo que resultaba tan jodidamente raro. Quizás por su edad era que se notaba más cómo poco a poco iba transformándose. Desde el pronunciado vientre hasta los rasgos en su rostro. Un rayo iluminó la habitación, proyectando sombras oscuras e indefinidas, haciéndole recordar aquellas noches oscuras y llenas de tormentas en el condado de Clark.

Cuando vivía en el orfanatorio, Aaron cada domingo después de llevarlos a la iglesia organizaba un día de campo en el Jardín Botánico Alan Bible. Los huérfanos se reunían y jugaban al fútbol, montaban en unos hermosos caballos siempre supervisados bajo el ojo de Aaron. Comían ricos bocadillos y grandes cantidades de golosinas.

Y mientras todos se reían y la pasaban bien, Jared siempre acababa llorando y con raspones al finalizar el día. Daba igual la cantidad puñetera de veces que le explicaran las cosas, nunca podía. Era demasiado pequeño y torpe. Su piel, a diferencia de los demás chicos de la comunidad en su mayoría conformados por hispanoamericanos, era demasiado pálida por lo que se ponía morada con facilidad ante los golpes. Aaron regañaba a los que se metían con él, de modo que finalmente los demás niños decidieron relegarlo, dejándolo a la sombra de un frondoso árbol. Obligado a ver el juego desde lejos, el joven observaba cómo jugaban los otros niños y niñas. Oía sus risas traídas por la brisa mientras a él le llevaban sándwiches para que comiera solo.

El único que se quedaba con él la mayoría de las veces era Zack Miller.

Su amigo siempre sonreía y hacía bromas, era feliz. ¿Cómo no iba a serlo si a él su papá sí lo quería? Jared siempre había deseado que su mamá regresara, y en momentos de soledad como aquéllos, ese deseo lo consumía. Incluso más que dejar de ser un puto llorón para poder jugar con los otros pequeños, deseaba una familia, deseaba que Samantha volviera, con todas sus fuerzas. Ella era su mamá, y desde que lo dejó le parecía vivir eternamente en una pesadilla. Cerraba los ojos anhelando pertenecer a alguien.

Quería que alguien le dijera: Eres mío.

Pero claro, Jared nunca se caracterizó por ser de esos cabrones que tenían suerte en la vida, y cuando perteneció a alguien, resultó ser un demente. Por eso ahora, mientras veía a Brielle dormir con tanta tranquilidad, se dijo que nunca la obligaría de nuevo a ser suya. Y dejando de lado todas las putas razones que tenía para odiarla, se repitió que ella merecía lo que él no pudo tener. Una vida normal.

Alejarla de sus amigos, de sus seres queridos no era opción. Se estaba volviendo como Samantha, y ponerla en peligro con su temperamento, con sus adicciones o su forma de vida, era igual que ponerla a vivir con el hijo de perra de Caleb. Entonces ahí, bañado en la oscuridad y rodeado por el aroma frutal, se devanó los sesos tomando una decisión, y al final, cuando emergió de aquella terrible indecisión, se dio cuenta de que de alguna manera, ya nunca sería el mismo.