Capítulo 2
El capítulo de la reacción satisfactoria inmediata
En este capítulo
El
siguiente paso: trucos sencillísimos pero impresionantes
Un
truco con cartas y éxito garantizado
Un
truco con una cuerda rota y remendada
Una
desaparición doble: primero un lápiz, luego una moneda
La
importancia de la distracción
Los trucos del capítulo 1 sirven como calentamiento, te enseñan a disfrutar del hecho de ser el centro de atención y te ayudan a superar la vergüenza de hacer cosas tontas en público. Puede ser que lleguen a sorprender a algunos pero, más que nada, lo que hacen es divertir.
Este capítulo te ofrece algo aún mejor: verdaderos trucos de magia. Trucos que nadie va a descubrir. Trucos para iniciarte en ese torrente de adrenalina que implica maravillar a otras personas.
Mejor aún, los trucos de este capítulo pertenecen a una rara especie: son prácticamente a prueba de errores, y no por eso resultan menos sorprendentes. Claro, dependen en gran medida de la presentación, al igual que todos los trucos. Si antes los ensayas unas cuantas veces, y acompañas el truco con un buen parloteo, te darás cuenta de que, a pesar de ser tan sencillos, tienen un efecto desproporcionadamente fuerte en el público.
Mientras presentas estos trucos, simula que estás haciendo algo realmente mágico. No olvides el viejo dicho: “La sinceridad lo es todo. Si puedes fingirla, ya has conseguido tu cometido”.
“Prestidigitación” con dos cartas
En este libro no hay trucos que impliquen prestidigitación o juego de manos de verdad. Eso no quiere decir que no puedas fingir que haces movimientos tremendamente difíciles con los dedos.
Este truco sólo tiene una desventaja: después de verlo, nadie querrá jugar al póquer contigo.
El efecto: Pídele a un miembro del público que esconda dos cartas entre la baraja. Después de describir el mucho tiempo de práctica que has dedicado a la magia, anuncias que estás listo para intentar una manipulación muy difícil, por primera vez: vas a localizar las dos cartas escondidas, las vas a sacar de la baraja y a ponerlas en la parte de arriba, con una sola mano y en un segundo. Sobra decir que vas a poder hacerlo.
El secreto: Las dos cartas que el espectador esconde entre la baraja no son las mismas que acaban en la parte superior. Pero gracias a cierta manipulación psicológica, nadie se va a dar cuenta, ni en un millón de años.
1. Consigue un juego de cartas. Barájalo un par de veces.
Empieza contando que has estado aprendiendo magia. Has pasado horas practicando maniobras de prestidigitación frente al espejo del lavabo, hasta que te sangran las yemas de los dedos de tanto coger cartas.
“Me muero de ganas de mostrarles lo que he podido hacer, si es que lo consigo”, puedes decir. “Pero necesito un par de cartas especiales”.
2. Mientras mezclas las cartas, busca cuatro en particular y ponlas en la parte superior: los dos 9 negros y los dos 10 negros.
El orden no importa, mientras las dos cartas superiores no sean del mismo número ni del mismo palo. Por ejemplo, el 9 de tréboles y el 10 de picas son una buena combinación. Los dos 9 o los dos 10 no funcionan, al igual que los dos tréboles o las dos picas. La foto A de la figura 2-1 muestra una buena alineación.
Estás
a punto de sacar cuatro cartas de la baraja, cuando dijiste que
sólo serían dos. ¿Por qué nadie se queja al respecto? Porque lo
haces de manera completamente abierta, frente a la multitud. Por lo
tanto, es obvio que el hecho de que hayas sacado ciertas cartas no
va a formar parte del misterio.
Figura 2-1: Busca las cuatro cartas y ponlas en la parte de arriba de la baraja (A). Luego, comienza el truco, mostrando las cartas sin prisa, pero siempre juntas (B). Cuando el voluntario ha escondido las cartas en la baraja, haz algún tipo de movimiento que implique ruido (C). Revela las cartas que han vuelto a la parte superior de la baraja
Pero todavía no has empezado en serio. No has pasado al centro del escenario. Permite que las demás conversaciones continúen. Deja que la gente siga hablando del clima o del fútbol, para que así todos tengan la impresión de que el truco aún no comienza. No hay nada más aburrido que ver a alguien buscar determinadas cartas entre la baraja. Así, el público se relajará y dejará de mirar. De hecho, el mayor riesgo no es que se den cuenta de que sacaste más cartas, sino que se vayan a hacer otra cosa mientras esperan.
Por otro lado, no hay nada de malo en poner las cuatro cartas especiales en la parte superior de la baraja con anticipación, pero sin que nadie lo sepa, si tienes oportunidad de hacerlo. Lo que quiero decir es que, si estás en medio de una serie de trucos, se vería sospechoso que corrieras al lavabo con la baraja, y más vale organizarlo todo ante el público.
Cuando las cuatro cartas estén en posición, todo estará listo. Asegúrate de estar mirando de frente al público, enderézate y organiza las cartas en una sola pila bien vertical.
3. Toma las dos cartas superiores, juntas, y muéstralas al público, como se ve en la foto B.
“Muy bien. Voy a mostrarles mi truco de prestidigitación. Empezamos con dos cartas: un 9 negro y un 10, también negro”.
¡Ésa
es la clave del truco! En toda la representación, jamás dices con
precisión cuáles son las cartas. Nunca las muestras por separado,
nunca las mencionas una por una. Lo divertido es que todo el mundo
te va a seguir el hilo, van a mirar y a confirmar lo que dices.
Nadie se va a molestar en recordar qué 9 y qué 10 estás
mostrando.
4. Entrégale las cartas, con la cara hacia abajo, a tu ayudante, que será un voluntario del público. Pídele que introduzca esas dos cartas, por separado, en la baraja.
Puedes decir algo así como: “Ahora quiero que introduzcas estos naipes, por separado, en la baraja”.
Cuando haya terminado, empieza a moverte a cámara lenta: ahí es cuando empiezas a actuar.
5. Sostén la baraja con la cara hacia abajo, con la misma delicadeza que emplearías si fuera un vaso de vidrio lleno hasta el borde. Envuelve la baraja con la mano, tal como se muestra en la foto C.
“Entre magos, el pase mágico en el que he estado trabajando se llama ‘la movida del meñique’. Probablemente no lo pueden ver desde allí, pero esas cartas no están escondidas. Sé muy bien dónde están, porque las marqué con un minúsculo trozo de piel de mi meñique en el lugar donde están”.
Sostén la baraja en alto para mostrársela al público. No verán nada, pero harán el intento.
“Bien, lo que voy a tratar de hacer ahora, que no siempre funciona, es llevar esas cartas a la parte superior de la baraja, con una sola mano”.
Hasta
este momento tus movimientos han sido lentos y cautelosos, como los
de una serpiente enroscada. Y aquí viene el golpe.
6. Haz un movimiento veloz y que produzca ruido. Por ejemplo, gira la mano hacia abajo y luego hacia arriba nuevamente (foto C).
Obviamente, esto no sirve de nada, fuera de convencer al público de que hiciste algo, ya que resulta tan rápido y extraño que no puede sino tener un propósito.
Para contribuir con el efecto de la ilusión, haz algún sonido con las cartas. Mientras sostienes la baraja completa fuertemente entre los dedos y la vuelves hacia arriba y hacia abajo, usa el pulgar para hacer un movimiento semejante al de barajar en una de las esquinas de la baraja. El público te vio hacer algo, y además oyó que hacías algo.
Cuando termines esta acción rápida, vuelve al ritmo lento que traías.
7. Saca las dos cartas superiores con la mano derecha, pero antes de mostrarlas al público, debes mirarlas tú.
“Funcionó”, puedes decir, o dejar que tu sonrisa lo dé a entender.
8. Ahora, gira las cartas de manera que el público las vea.
El hecho de que las mires primero tú sirve para poner énfasis en la dificultad del truco. “Y aquí están, de vuelta, en la parte superior”.
Te parecerá increíble, pero apenas una persona entre quinientas notará que las cartas son diferentes. E incluso si lo nota, no podrá afirmarlo con certeza.
¿Por qué la gente no se da cuenta de que no son las mismas cartas? Enumeremos las razones:
Si mantienes la idea de que fue un acto de prestidigitación, la ilusión es irresistible. Cuando termines, desplómate en una silla como si estuvieras agotado por el esfuerzo y sacude la mano, con una sonrisa de satisfacción por haberlo logrado.
Y luego, antes de que los espectadores tengan oportunidad de pensar en lo que acaban de ver, ponte de pie y continúa con el siguiente truco. En el capítulo 8 encontrarás varias ideas para más trucos de cartas.
El cuento del equilibrista y su cuerda floja
Si vamos a hablar de trucos infalibles, éste es tan contundente que podrás andar por las calles de tu ciudad buscando más personas a quienes mostrárselo.
El efecto: Mientras cuentas la historia de un equilibrista con el corazón destrozado, muestras dos trozos de cordel. Le pides a un voluntario que sostenga un extremo de cada una de las cuerdas. Cubres los otros dos extremos con una mano y, como por arte de magia, se funden y con eso vuelves a tener uno sólo. Tus manos están completamente vacías y el público queda boquiabierto.
El secreto: En realidad, nunca tuviste dos trozos de cordel. Pero la gente hoy en día tiende a creer lo que ve (¡qué tonta!) y es cierto que ve dos tramos.
Lo más importante en este truco es el tipo de cordel que utilizas. Consigue cordel de algodón blanco, elaborado con varios hilos enroscados sobre sí mismos, como el que se ve en la foto A de la figura 2-2. El cordel de color café, de fibra vegetal distinta al algodón, no sirve. Tampoco la cuerda plástica ni la seda dental. Si no tienes cordel blanco de algodón, lo puedes encontrar en una ferretería. Compra un ovillo.
Antes
de hacer el truco, corta un trozo de cordel de 1 m. Más o menos en
la mitad del cordel, separa los hilos que lo forman con las uñas,
tal como se ve en la foto A, para formar bucles de 2 cm en cada
lado. Si consigues sacar la misma cantidad de hebras de ambos
lados, mejor aún.
Luego, entorcha estos bucles en la dirección en la que lo hacen de forma natural. Entorcha y aplana con los dedos, hasta que parezcan extremos de cordel (como se ve en la parte inferior de la foto A). Si cubres la unión con la punta de los dedos (foto B), nadie podrá saber que lo que en realidad tienes en la mano es un único cordel.
Ya estás preparado para comenzar.
1. Levanta el “par” de cordeles, ocultando la unión que preparaste entre los dedos índice y pulgar.
“¿Saben lo que pasó en el circo hace unos meses? Fue una cosa triste. Tenían un equilibrista ruso, de mucho talento. Cuentan que el equilibrismo en cuerda floja es la especialidad de su familia desde hace ocho generaciones. Y llega con el circo, la función va a empezar, el público espera, y se dan cuenta de que la cuerda se rompió en el viaje desde la última ciudad en la que se presentaron”.
Mientras cuentas la historia, muestra los cordeles. Si lo prefieres, mantén oculta la unión entre los dedos. Sin embargo, si los preparativos están bien hechos, el punto en el cual entorchaste las hebras debe ser invisible y no necesitas esconderlo. Para mostrar los cordeles, tienes cualquiera de estas tres opciones:
• Deja que la parte media de los cordeles repose sobre la palma de tu mano (los cuatro extremos quedan colgando, tal como sucedería si fueran dos trozos de cordel).
Figura 2-2: Separa las hebras del medio de un cordel y entórchalas nuevamente hasta que parezcan extremos de cordel (A). Si sujetas la unión entre los dedos, parecerá que sostienes dos trozos de cordel (B). Escoge a un voluntario que sostenga los extremos libres (C). Frota mágicamente (D) y el cordel se vuelve a pegar (E)
• Durante unos instantes, sostén los cordeles por los otros extremos, los verdaderos (el público supondrá que se adhieren uno a otro a causa de la electricidad estática).
• Sostén ambos pares de extremos, uno con cada mano, poniendo los dedos a unos dos o tres centímetros de las puntas.
Si haces cualquiera de estos movimientos de manera despreocupada y natural, el público luego tendrá el recuerdo firme de haber visto dos cordeles.
Continúa con tu parloteo: “Pues el día que fui al circo a ver la función del equilibrista llevé a mi hija/sobrinita/primita de cinco años conmigo, y quedó decepcionada por no poder ver al artista en acción. Así que ofrecí mis servicios como mago”.
En este momento, debes estar sosteniendo los cordeles por el punto donde se unen.
2. Con la otra mano, sujeta uno de los extremos colgantes y entrégaselo a alguien del público. Toma el otro extremo y entrégaselo a otra persona.
Si estás haciendo el truco para una sola persona, pídele que sujete un extremo con una mano y el otro con la otra, mientras tú conservas el punto de unión en tu mano con los otros dos “extremos”, como se ve en la foto C.
“Le pedí al director del circo que atara cada uno de los extremos de la cuerda floja rota a las plataformas”.
3. Ahora, muy despacio y con deliberación, cubre con la mano libre los “dos extremos” que conservas (foto D). Lentamente y con aire místico, frota el cordel entre tu puño cerrado.
En el interior de tu puño, debes sentir cómo los “extremos” falsos desaparecen, a medida que las hebras se enderezan. Los movimientos que haces al frotar sirven para realinear los hilos y volverlos a su forma original. Si tu ayudante no mantiene el cordel lo suficientemente tenso, puedes tirar un poco hacia ti, para estirarlo.
“Y ante la mirada del público y con una sola mano, logré unir los dos tramos de cuerda rota”.
4. Despacio, abre la mano con la palma hacia arriba, justo bajo el cordel, de manera que el público pueda confirmar que has hecho lo que decías.
El efecto, tal como lo muestra la foto E, es impactante. El público puede examinar el cordel y también tus manos y nunca va a encontrar algo que le ayude a resolver el misterio.
No podrás reutilizar el mismo punto del cordel para hacer el truco nuevamente, porque las hebras no se comportarán igual y se notará el secreto del truco. Ahora ya sabes por qué te he sugerido que comprases un ovillo de este cordel.
Una desaparición doble: lápiz y moneda
Este truco es uno de los preferidos de Tony Spina, miembro del panteón de consejeros y dueño de la tienda de magia más grande del mundo: la famosa Tannen’s Magic Store de Nueva York.
El truco te encantará por dos razones. La primera es que son dos trucos en uno: primero haces desaparecer un lápiz y luego una moneda. La segunda, el secreto es la distracción (ver capítulo 1), una técnica tan poderosa que ninguna persona en este mundo puede ver el truco. En este acto, una potente explosión detrás de ti no llegaría a ser una distracción tan eficaz como tu mirada.
El efecto: Muestras al público una moneda, y anuncias que vas a hacerla desaparecer. Golpeas la moneda con un lápiz una, dos, tres veces, y lo que desaparece es el lápiz.
Te disculpas por la confusión. Muestras cómo hiciste desaparecer el lápiz: detrás de tu oreja. Tras descubrir tu propio truco, admites que no has cumplido con la promesa de hacer desaparecer la moneda. Así que le das un golpecito, luego otro y otro, y esta vez sí desaparece.
El secreto: Este truco involucra la magia de cerca, y está diseñado para hacerse casi bajo las narices del público. La técnica de distracción de la mirada hace que sea infalible.
1. Muestra la moneda en la palma de tu mano, que debe estar a la altura de la cintura. Señala la moneda con la punta de un lápiz que no esté gastado, y que sostendrás por el extremo de la goma de borrar (foto A, figura 2-3).
“¿Quieren ver cómo hago desaparecer una moneda? En serio, puedo hacerla desaparecer de mi mano, delante de ustedes. A ver, ¿pueden ver el año de esta moneda?”.
(La
última pregunta es opcional. Es un regalo de mi parte, en caso de
que aún no confíes del todo en la distracción de la mirada. El año
de la moneda es irrelevante y no tiene nada qué ver con el truco.
Pero al preguntarlo, algunos van a sospechar que esa fecha tendrá
importancia más adelante. Resultado: las “víctimas” se concentran
más en la moneda. Esta pregunta es como las ruedecitas laterales de
las bicicletas de los niños: cuando te sientas seguro con el truco,
ya no la necesitas).
2. Golpea la moneda con el lápiz, contando en voz alta: “Uno, dos”.
No dejes de mirar la moneda. No mires al público. No levantes la vista.
Antes de cada golpe, levanta el lápiz bien alto, hasta el nivel de tu cabeza, como se ve en la foto B. Luego, bájalo para golpear la moneda y di “Uno”. Levanta el lápiz hasta tu oreja y vuélvelo a bajar hasta la moneda, para decir “Dos”.
3. La tercera vez que levantes el lápiz, colócatelo detrás de tu oreja con un solo movimiento, y baja la mano ya vacía, diciendo “Tres”. Abre la mano en la que tenías el lápiz (foto C).
La
distracción de la mirada es tan poderosa que muchas de las personas
del público no notarán que el lápiz ha desaparecido hasta que tú lo
digas: “¡Caramba! ¡Metí la pata e hice desaparecer el lápiz!”.
Hasta que hayas hecho este truco, puede ser que no llegues a creer que la gente no va a ver que te colocas el lápiz detrás de la oreja. Todos, incluido tú, estaréis mirando hacia abajo, a la moneda que tienes en la mano. El asunto del lápiz se produce fuera del campo de visión de todos, sobre todo si giras el lado correspondiente de la cabeza para que no quede tan a la vista del público.
Vas a obtener una reacción interesante de este primer clímax. La gente mirará tus mangas, el suelo, tus manos. Tarde o temprano, algunos van a darse cuenta de que el lápiz está detrás de tu oreja (a menos que tengas suficiente pelo como para esconderlo), pero eso no importa, pues en algún momento vas a mostrarles dónde está.
“Está bien. Admito que ha sido una broma. Miren, aquí está, detrás de mi oreja”.
4. Gira tu cuerpo hacia un lado, de manera que todo el mundo pueda ver el lápiz. También es útil que lo señales (foto D).
Hay
una forma más poderosa de dirigir la mirada ajena hacia donde uno
quiere, señalar la cosa en lugar de limitarse a apuntar a ella con
la mirada (si a causa de tu pelo o tu forma de peinarlo, el lápiz
queda oculto, no bastará con apuntar hacia él con el dedo, sino que
debes sacarlo de detrás de tu oreja).
5. Como las miradas del público están completamente absortas en la parte lateral de tu cabeza, tienes dos segundos de completa privacidad para dejar caer la moneda en tu bolsillo, aprovechando que la posición de tu cuerpo oculta el lado opuesto al de la oreja con el lápiz.
Todos estarán tan concentrados en el lápiz que ni habrán caído en la cuenta de que el truco prosigue y, por eso, la moneda incluso podría desvanecerse en una nube de humo y nadie lo notaría.
Ahora, vuelve a mirar al público.
Figura 2-3: Golpea la moneda (se ve en A y en B desde un lado), bajando el lápiz desde el nivel de tu cabeza cada vez. El lápiz desaparece (C). Al mostrar dónde está el lápiz (D), tienes la oportunidad de ponerte la moneda en el bolsillo. Y así es como la haces desaparecer (E)
6. Pon la mano que tenía la moneda frente a ti, tal como la tenías antes, sólo que ahora la tienes cerrada. Señálala de nuevo con el lápiz.
“Esperen un momento: prometí que iba a hacer desaparecer una moneda, y eso es lo que voy a hacer. Ante la vista de ustedes, tal como prometí. Uno, dos… ¡tres!”.
7. Golpea tres veces tu puño con el lápiz, tal como hiciste la primera vez. Al tercer golpe, abre la mano como se ve en la foto E.
La moneda desaparece, y tu reputación como mago está garantizada.