Capítulo 1
La forma es lo que importa
En este capítulo
Aprende a ser el centro de atención
La
importancia de tu parloteo
Unos
cuantos trucos fáciles para entrar en calor
Si te has leído la introducción de este libro (cosa que recomiendo), ya sabrás que apenas un mínimo porcentaje de la gracia de un truco de magia está en lo que uno hace. El resto tiene que ver con cómo se hace el truco: el sentido del humor, la sincronía y el parloteo. Lamento decirlo de manera tan directa pero, tras bambalinas, muchos de los mejores trucos del mundo parecen muy tontos. Ante el público parecen geniales, pero es importante sobreponerse a cierta timidez al hacerlos.
¿Cómo puedo explicar la importancia de la personalidad en la magia? ¿Cómo puedo quitarte la preocupación de que te pillen haciendo algo tonto? ¿Cómo puedo entusiasmarte con la idea de entretener a la gente, incluso aunque te haya gustado llamar la atención ajena?
¡Ya sé! Empezaré el libro con trucos que no son más que un despliegue de histrionismo, o sea, de actuación y teatralidad. Ni siquiera son trucos de verdad. Son ilusiones ópticas, divertidas bromas visuales para reírse. No pretenden engañar a los espectadores sino entretenerlos, cosa que viene a ser el objetivo último de la magia. Como no hay ningún secreto que el público pueda adivinar, no sufrirás ese tipo de pánico escénico.
Estos trucos te ayudarán a crear el hábito de hacer funciones de magia. Inténtalos y podrás hacerte una idea de cómo reacciona la gente. Practica para sentir que estás en un escenario. Imagínate lo que es hablar mientras ejecutas un truco (consulta el recuadro gris “La importancia del parloteo”, si quieres más información sobre el tema). Cuando domines estos trucos, estarás preparado para el reto de entretener y sorprender al público, y de eso tratará el resto de este libro.
El lápiz que desafía la gravedad
Para este truco no es necesario tener un lápiz. Richard Robinson, el consejero que lo recomendó, utiliza su varita mágica. Pero también puedes hacer tu propia versión con un cuchillo de mesa, un abrecartas, una regla, una pajita o cualquier otro objeto de forma similar.
El efecto: Haciendo uso de una enorme concentración y frunciendo el ceño, coges un lápiz (u otro objeto semejante) con la mano cerrada. Lo elevas por encima de tu cabeza y allí vas abriendo los dedos, uno a uno, sin que se caiga el lápiz. Se mantendrá allí, por sí mismo, desafiando la gravedad.
El secreto: Lo único que realmente desafía la gravedad es el dedo índice de tu otra mano. Como ya he dicho antes, este truco no engaña a nadie que tenga más de 9 años (aunque puede sorprender). Pero sale muy bien y es un buen ejercicio para sobreponerse al síndrome de “este truco es tan tonto que no lo voy a hacer”.
1. Frota el lápiz (u otro objeto semejante) en tu ropa, como si quisieras cargarlo de electricidad estática.
Puedes
decir: “De niños, ¿alguna vez han jugado con la electricidad
estática? Yo solía frotar globos contra el mantel y, cuando se
cargaban, se adherían a las paredes”.
2. Pon el lápiz sobre la palma de tu mano izquierda, completamente abierta (foto A, figura 1-1).
Para exagerar el efecto, puedes alejarlo de tu piel un par de veces, como si estuvieras probando el campo de acción de la estática.
3. Forma un puño alrededor del lápiz. Con la otra mano, agarra la muñeca de la que sostiene el lápiz, tal como muestra la foto A. Gira el puño, de manera que el público vea el dorso de esa mano. Al hacerlo, estira el dedo índice derecho (que quedará oculto tras la muñeca izquierda), que será el encargado de mantener el lápiz en su lugar, contra la palma de la mano izquierda (fotos B y C).
Tendrás que abrir brevemente dos de los dedos que forman el puño para permitir que el índice derecho se meta bajo ellos.
Figura 1-1: Al principio, la situación parece muy sencilla (A). En este caso, se usó una varita mágica. Después de cerrar tu mano izquierda (B), a tu mano derecha (que en C se ve desde tu punto de vista) le falta un dedo pero nadie lo notará. Y de repente, ¡el triunfo sobre la gravedad! (D)
Sí, ya sé que te preocupa que el público vea ese movimiento, pero no lo verá. Primero, tu muñeca oculta el índice. Segundo, el público aún no está del todo atento pues, tal como ve las cosas, todavía no has empezado el truco. Si te comportas como si no hubiera pasado nada importante hasta el momento, los espectadores creerán eso.
Sin
embargo, una vez que estés “en posición”, tu actitud debe cambiar.
Ahora ya estás en el terreno de la ciencia. El público cae en el
silencio. Haz todos tus movimientos de forma lenta, deliberada, con
mística. Ha llegado la hora de actuar.
“Lo curioso es que… cuando la humedad es la adecuada…” (no te preocupes por dejar las frases incompletas, pues debes dar la impresión de estar muy concentrado). “He descubierto que incluso algunos de los objetos más pesados a veces... A ver...”.
4. Levanta las manos al nivel de tu cabeza, y fija la vista en ellas. Haz un gran despliegue de esfuerzo, equilibrio y riesgo mientras vas abriendo los dedos, uno por uno, de manera que el público crea que el truco requiere gran concentración (foto D).
Haz que el pulgar sea el último dedo en abrirse, pues quieres que el público piense que es con ese dedo con el cual mantienes el lápiz en posición. Por eso, cuando finalmente abres el pulgar (y el lápiz no se cae), hay un instante de genuina sorpresa o de risa, según la seriedad con la que te estén mirando los espectadores.
En este momento, estira bien los dedos de la mano izquierda. Puedes moverla un poco, o sacudirla. Incluso puedes hacer rodar el lápiz misteriosamente por tu palma (con el dedo índice, claro), si bien al hacerlo sabrán de inmediato cuál es el secreto (lo cual no está mal si tu intención es hacer reír o si estás ante un público infantil).
5. Por último, cierra los dedos nuevamente y baja las manos. Mantén los nudillos de la mano izquierda hacia arriba, para seguir ocultando el dedo índice derecho, que debes retirar y situar junto a los demás dedos de esa mano, alrededor de la muñeca izquierda.
Acabas de invertir el movimiento que hiciste al principio. Al público no le queda nada más para ver que los dedos de tu mano izquierda que se abren, descubriendo un lápiz común que ya parece haber perdido la estática.
Si alguno de los espectadores parece verdaderamente sorprendido, puedes entregarle el lápiz y decirle: “¿Quieres probar? ¡Es increíble!”.
La desaparición de cualquier objeto
Es imposible llegar muy lejos en el estudio de la magia sin enterarte del concepto de distracción, o sea, el momento en que uno hace que el público mire hacia otro lado para que así no se dé cuenta de la acción central del truco.
A lo mejor piensas que lograr que la gente mire hacia otro lado es difícil, y más cuando estás rodeado de público. Sin embargo, es terriblemente fácil, gracias a esta pequeña clave psicológica: la gente mira hacia donde tú miras.
Si me llevas a una fiesta y miro fijamente algo detrás de ti, acabarás por darte vuelta para mirar también. Si te miro directamente a los ojos mientras hablamos, también debes mirarme a los ojos. Es inevitable. Nuestro ADN está programado para que miremos a los ojos a quien nos habla y es algo que se nos refuerza día a día.
Puede que te parezca que es una estrategia demasiado novedosa, pero la usamos todos los días, en todo momento, en circunstancias que nada tienen que ver con la magia. Por ejemplo, si un niño pequeño se cae y se da un golpe, lo que hacemos es distraerlo de lo que acaba de suceder, llamándole la atención hacia otra cosa. Sucede también en política, cuando se distrae la atención de los problemas internos, inventando una guerra en el exterior.
Estás a punto de ver un truco que depende única y exclusivamente de poder distraer a los espectadores. Lograr hacerlo exigirá cierto trabajo mental por tu parte (porque te costará creer que algo tan sencillo pueda funcionar), pero es muy fácil y parece truco mágico de verdad. En resumen, te mostraré cómo hacer desaparecer cualquier cosa. Bueno, al menos cualquier cosa pequeña.
El efecto: Coge un objeto que no sea muy grande (un panecillo, un billete, un corcho, una tarjeta, una ostra, un reloj de cocina) y lo tiras por el aire, donde luego desaparece en un instante.
El secreto: Todo se apoya en la distracción. Miras en la dirección hacia la que debería volar el objeto y todos los espectadores siguen la trayectoria. Pero el objeto no está ahí. El truco ya ha acabado cuando el público empieza a prestar atención.
El tiro fingido es más fácil de aprender en un restaurante, porque uno está sentado frente a una mesa que sirve para ocultar parte de tu cuerpo. Por ejemplo, supongamos que vas a hacer desaparecer un panecillo.
1. Sostén el objeto con la mano derecha.
Puedes decir: “Supongo que conocen las propiedades aerodinámicas del pan, ¿no? Vamos a ver cómo funcionan”.
La foto A de la figura 1-2 muestra el panecillo en la posición previa al lanzamiento.
2. Baja la mano, llevándola hacia atrás, como si fueras a lanzar un disco volador.
Todo esto debe suceder en un solo movimiento rápido.
3. Simultáneamente, vuelve la cabeza hacia la derecha y
mira al punto hacia el cual volaría el pan si realmente lo
tirases.
Esto también es lo mismo que harías si fueras a lanzar un disco volador.
4. Deja caer el pan en tu regazo (la mesa lo mantendrá oculto) y completa el ademán de tiro en la dirección hacia donde miras.
Figura 1-2: (A) Muestra la primera etapa del movimiento. Miras hacia dónde vas a “lanzar” el objeto. Y luego (B), ya ha pasado todo
Una vez más, tu mano debe moverse como si acabaras de tirar un disco volador (foto B).
Gracias al poder de tu mirada y tu violento movimiento con la mano, nadie podrá evitar seguir la trayectoria del panecillo por el aire. Después de un instante, se darán cuenta de que el pan ha desaparecido y de inmediato mirarán tus manos que, por supuesto, están vacías.
Todo el movimiento dura menos de un segundo.
No te
pongas nervioso, no hagas los movimientos lentamente y por ningún
motivo mires el panecillo cuando hayas comenzado el ademán de
lanzamiento. Sólo es necesario dejar caer el pan. Si puedes
grabarte en vídeo, verás lo convincente que resulta esta
ilusión.
La pata coja
Éste es otro truco que no logrará engañar a nadie, pero con el cual todo el mundo se divertirá.
El efecto: Sostienes una chaqueta o una toalla frente a tus piernas por un instante, mientras tarareas música de circo. Cuando levantas la chaqueta, una de tus piernas ha desaparecido, ¡y sólo ha quedado el zapato!
El secreto: Saca el talón del zapato antes de empezar el truco, de manera que puedas quitártelo sin esfuerzo. Luego, bastará con levantar la pierna tras la chaqueta.
Para
prepararte, consigue una chaqueta, toalla, alfombra o algún otro
trozo de tela opaco y lo suficientemente grande como para cubrir
tus piernas de la rodilla hacia abajo. Los resultados serán mejores
si te aflojas el zapato antes de comenzar.
1. Ponte de pie, con los pies juntos. Sostén la chaqueta por las esquinas y bájala, de forma que sólo se vean las puntas de tus zapatos.
Puedes decir: “Toda mi vida he querido hacer magia, pero la gente siempre me decía: ‘¿Por qué no te haces desaparecer?’, y estallaba en carcajadas”.
2. Mientras hablas, quítate el zapato que te has aflojado antes. Si necesitas recuperar el equilibrio, mantén el dedo gordo del pie sobre el fondo del zapato.
La foto A de la figura 1-3, muestra la posición inicial.
“Lo divertido es que me tomé en serio su consejo. Estoy trabajando en la manera de hacer que todo mi cuerpo desaparezca. ¿Quieren ver hasta dónde he progresado?”
3. Oculto por la chaqueta, levanta el pie descalzo y sostente en el otro, al estilo “pata coja”.
Figura 1-3: Los preparativos (A); la ilusión (B); el secreto (C); y el gran final (D)
Mira hacia abajo al hacer eso (no olvides que el público mirará hacia donde tú mires).
4. Levanta lentamente la chaqueta, cerca de medio metro o lo suficiente para que el público se dé cuenta de que una de tus piernas ha desaparecido.
Es una imagen muy graciosa. No llega a ser impresionante, pero sí extraña (foto B). (Claro, resultaría menos extraña si la gente pudiera verte por detrás, como se muestra en la foto C).
Para llenar el tiempo mientras mantienes esta posición unos momentos, puedes tararear alguna canción conocida, de un programa de TV o una tonada de circo.
5. Baja la chaqueta nuevamente, despacio, hasta que sólo se vean las puntas de los zapatos. Desliza el pie levantado de nuevo en el zapato, y retira la chaqueta para mostrar que tu pierna desaparecida ya está en su lugar (foto D).
Cómo volverse flexible como la goma
Probablemente nunca llegarán a llamarte para participar en un programa de TV por trucos como estos, pero conseguirás dejar boquiabiertos a quienes se sientan en la mesa de al lado en el restaurante, o entretener a los niños en el avión (sobre todo a esos que están sentados una fila delante de ti y que insisten en pasarse el viaje mirándote, apoyados en el respaldo de sus asientos).
A continuación, encontrarás tres formas de estirar partes del cuerpo de maneras que parecen increíblemente reales. Si aprendes a hacer estos estiramientos sin alterar tu expresión, lograrás verdaderos trucos de magia sin pestañear.
El pulgar más flexible del mundo
El efecto: Logras estirar tu pulgar hasta que mida unos 20 cm.
El secreto: El secreto está en los movimientos.
1. Extiende la mano izquierda. Mueve todos los dedos como si los desperezaras.
Flexiona los dedos un par de veces, como si estuvieras rascando el cogote a un perro invisible o te pusieras un guante muy ajustado.
Es importante que aprendas a hacer este movimiento porque deberás repetirlo varias veces a lo largo del truco.
Puedes decir: “¿Saben por qué soy tan bueno para la magia? Porque tengo articulaciones de goma”.
2. Sujeta el pulgar izquierdo con la mano derecha y cúbrelo con el puño. Y aquí está el truco: introduce el pulgar derecho entre el índice y el dedo medio de la misma mano.
Cuando cierres la mano derecha alrededor del pulgar izquierdo, el pulgar derecho va a parecerse a tu pulgar izquierdo, que sobresale entre los dedos índice y medio de la mano derecha (las fotos A y B de la figura 1-4 te lo muestran de manera clara).
Cuando estés en posición, flexiona los dedos de la mano izquierda y, obviamente, el pulgar derecho debe moverse en sincronía con ellos.
3. Finge que tiras con fuerza del pulgar izquierdo. Lentamente, sube la mano derecha, de manera que parezca que estás estirando el pulgar izquierdo.
Actúa
como si te estuvieras exigiendo mucho. Jadea. En realidad, el puño
derecho simplemente se desliza sobre el pulgar izquierdo (foto C).
Cada vez que avances un par de centímetros, detente para flexionar
de nuevo las puntas de los dedos. Esas flexiones son muy
convincentes a la hora de mostrar que el pulgar izquierdo es el que
se estira.
“¿Lo ven? Nací con un cartílago extra, que me permite estirar los dedos de maneras increíbles”.
4. Al tirar, gira y tuerce el “pulgar izquierdo” de maneras que resulten poco naturales.
A mí
me gusta girar mi pulgar lentamente, 180 grados, de manera que,
cuando flexiono las puntas de los dedos, éste apunte hacia mi
hombro. También puedes intentar doblar el “pulgar” hacia la muñeca,
de manera que la toque. Eso es realmente impresionante.
Si sigues estirando y flexionando, al final sólo la punta del pulgar izquierdo quedará oculta dentro del puño derecho.
5. Termina el truco “desestirando” el dedo, o sea, encogiéndolo hasta su longitud normal, para luego separar las dos manos y mostrar la izquierda ya dentro de sus proporciones normales.
Figura 1-4: Desde tu punto de vista, las manos se ven como en (B); desde el punto de vista del público, se ven como (A). Con una buena cantidad de muecas y jadeos, estira el pulgar (C). Puedes concluir el truco, si quieres, estirando el dedo alrededor de tu cintura (D)
O puedes fingir una especie de espasmo repentino, deslizando rápidamente las manos a los lados del abdomen, como se ve en la foto D (el pulgar izquierdo debe desaparecer tras tu espalda). Haz una pausa, y luego una flexión de los dedos. De manera muy convincente, parece que estés estirando el pulgar hasta darle la vuelta a tu cintura. ¡Tremendo!
El índice más elástico del mundo
Si acabas de estirar tu pulgar, aquí hay un buen truco para seguir con este tema, sobre todo si estás presentándote ante niños.
El efecto: Invita a un niño para que tire de tu dedo índice, que duplicará su longitud a medida que el niño tire.
El secreto: No es más que una ilusión óptica, pues el dedo en realidad no se estira.
1. Coloca el índice derecho entre dos dedos de la mano izquierda, tal como se muestra en la foto A, de la figura 1-5.
Debes girar la mano derecha de manera que el pulgar toque la palma izquierda y que la uña del índice apunte a la derecha.
Sostén ambas manos a poca altura, de modo que un niño pueda cogerte uno de los dedos. Las manos deben quedar al nivel de la barbilla del niño.
“A ver, tú. El de rizos. ¿Cómo te llamas? ¿Juanito? Bien, Juanito, ¿quieres ver lo flexible que soy? Mira bien. Coge mi dedo. Éste que estoy moviendo”.
2. Mueve la punta del índice derecho. Cuando Juanito la coja, dile que tire.
“Bien, tira, sigue tirando. Así, así. Sigue, sigue... ¡Aaaaaaaay!”.
3. A medida que tira del dedo, deja que tu mano derecha se deslice hacia adelante, por debajo de la mano izquierda. No abras mucho los dedos de la mano izquierda.
Como puedes ver en la foto B, el efecto es que parece como si tu dedo índice creciera hasta tener el doble de su extensión (en realidad lo que ves es el borde superior de la mano derecha. Pero en todo caso parece bastante real).
Figura 1-5: Dos fotos desde el punto de vista del espectador. El dedo índice derecho está de lado (A). Deja que tu ayudante tire del dedo hasta donde quieras (B)
4. Por último, cuando Juanito haya llegado suficientemente lejos, finge que tu dolor obliga a que el truco acabe ahí.
“Bueno, ya está. Rápido, empújalo hasta su tamaño original. Lentamente, despacio”.
5. Concluye invirtiendo el proceso: desliza la mano derecha hacia atrás, hasta que el índice tenga la longitud apropiada.
Separa las manos. Sacude vigorosamente la mano derecha en el aire, como si quisieras deshacerte de gotas de agua. “¡Caramba! ¡Lo has hecho muy bien!”, y puedes dar las gracias a tu asistente: “¡Gracias por tu ayuda!”.
El brazo más elástico del mundo
Para concluir esta parte de tu presentación con este truco, debes llevar puesto algún tipo de americana o chaqueta, y no una prenda con goma en los puños.
El efecto: Muestra al público que la americana que llevas te queda grande; las mangas te cuelgan. Pero eso no es un problema: con la otra mano te dislocas el hombro, coges el brazo (ya sin trabas) y lo estiras hasta alargarlo unos 20 o 30 cm.
El secreto: En realidad, el truco es más un asunto de deslizar el brazo que de estirarlo, pero en todo caso se ve increíblemente real.
Antes
de empezar, tira de la manga derecha hacia abajo todo lo que
puedas. Ajusta la hombrera hacia adelante, llevando tu hombro hacia
atrás, para así conseguir que tu brazo parezca muy corto.
Si todo va como tiene que salir, por la manga no deben asomarse más que las puntas de tus dedos. La foto A de la figura 1-6 muestra la posición inicial.
“A veces me preguntan de dónde saco el dinero para conseguir lo que necesito para mis trucos de magia. La respuesta es muy sencilla: no gasto casi nada en ropa. Como verán, sin importar la talla de las prendas, ya sean grandes o pequeñas, puedo estirar mi cuerpo para que me queden bien. Primero, me disloco el hombro…”.
1. Usa tu mano izquierda para dar una especie de golpe de karateca en tu hombro derecho (y grita: “¡Iaaaaa!”).
La idea, obviamente, es que estás tratando de dislocarte el brazo.
2. Sujeta los dedos de la mano derecha con la mano
izquierda. Empieza a dar pequeños tirones, como si estuvieras
sacando el brazo de su lugar.
Haz lo posible por facilitar que el brazo derecho se deslice, permitiendo que se “alargue” con los tirones de la mano izquierda. La ilusión óptica se produce en la manga. El público verá que el brazo avanza en ese preciso punto, y se sorprenderá.
Como el brazo derecho se desliza con cada tirón, el punto de agarre de la mano izquierda debe cambiar. Los dos primeros tirones se producen en la punta de los dedos, los siguientes hacia la parte media de la mano, y al final estarás tirando de la muñeca. En este punto, echa el hombro derecho hacia delante, para contribuir con la ilusión de la longitud extra. Yo suelo tardar ocho tirones para llegar hasta el final de mi brazo, pero tengo las extremidades muy largas.
Después de haber llegado al máximo que te permite el brazo, mantente en esa posición unos instantes (foto B).
3. Deja caer el brazo y sacúdelo junto con el otro, a ambos lados del cuerpo, como si acabaras de correr una maratón.
Figura 1-6: Comienza con el brazo lo más atrás y encogido posible (A). Empieza a tirar. Detente cuando el brazo ya parezca bastante largo (B)
“Las cosas que soy capaz de hacer por la moda”, puedes decir en voz baja mientras terminas.
Magia con las paredes
Para la siguiente serie de trucos ingeniosos, no necesitas más que un objeto común que se encuentra en casas, colegios y oficinas en todo el mundo: una pared.
En realidad, necesitas una pared que termine en una abertura, como una puerta. Y además, necesitas que el público esté al otro lado de la pared.
Es un pájaro… No, es un avión...
El efecto: Ya están todos reunidos, con sus bebidas en la mano, hablando de cosas serias en una reunión. Llegas tarde, avergonzado. Quieres que tu llegada sea inolvidable. ¿Qué haces? Entra volando en el cuarto, planeando a medio metro del suelo. Te asomas, y luego te vas volando.
El secreto: No hay secreto. La figura 1-7 lo explica todo.
1. Sitúate cerca del umbral de la puerta. Inclínate hacia delante todo lo que puedas. Mantén el equilibrio con ayuda de la pierna que lanzas hacia atrás (foto B).
Te sorprenderá lo mucho que logras inclinarte, mostrando una buena parte de tu cuerpo. También puedes apoyarte en la pared para no perder el equilibrio.
Figura 1-7: (A): Es un pájaro... No, es un avión... (B): En realidad, es una persona que se sostiene en una sola pierna
2. Muévete poco a poco hasta llegar a la posición de “vuelo”, con los brazos extendidos y la cabeza hacia abajo (foto A).
Mientras “vuelas”, mira hacia el interior del cuarto. Si nadie te ha visto, carraspea un poco para llamar la atención.
3. Cuando creas que ya ha habido suficiente, ponte recto y desaparece.
Escalada de paredes
El efecto: Este truco forma una secuencia perfecta con el anterior, según Looy Simonoff, uno de los miembros de nuestro panteón de consejeros. Esta vez, la entrada en el cuarto será escalando la pared, como si hubieras trepado por ella en sentido horizontal.
El secreto: Te sostienes en una sola pierna, como cuando volaste como si fueras un superhéroe.
Comienza el efecto al situarte a más o menos un metro de la puerta. Sostente en la pierna izquierda (la pared debe estar a tu derecha). Inclínate al frente hasta que tu torso quede horizontal. Ya puedes aparecer.
1. Asoma una mano “por encima” de la pared… Tantea hasta encontrar un punto de apoyo y luego lanza la otra mano (foto A de la figura 1-8).
En este momento, sólo un par de personas habrán notado tu presencia.
2. Finge que te apoyas en las dos manos para asomar la cabeza.
Exagera un poco. Los gestos ayudan a hacer creíble esta ilusión. En
este punto, alguien en el cuarto habrá oído tus jadeos y esfuerzos,
y estará llamando la atención del resto del grupo hacia ti.
3. Sube un codo, y luego el otro. Interrumpe tu jadeo para alcanzar a decir algo así como “Perdón… Hola”.
La foto B muestra este feliz momento. Pero la pared es muy resbaladiza.
Figura 1-8: ¿Quién viene trepando por la pared (A)? Poco a poco, apareces (B). Qué bien que nadie se da cuenta de lo sencillo que se ve todo desde tu lado de la pared
4. De repente, retrocede tras la pared con una exclamación, y sostente sólo con las manos en la puerta.
Con gran esfuerzo, como si estuvieras desfalleciendo, intenta encontrar un lugar de sujeción para ambas manos. Pero al final, no lo consigues y retrocedes hacia tu lado de la pared como si cayeras. Lo último que deben ver al otro lado son tus manos. (Puedes “aterrizar” en algún mueble un momento después, como toque final.)
El asaltante que no fue invitado
El efecto: Bien, ya has logrado divertirte. El grupo estará riéndose y disfrutando de tus monerías. Ahora viene el momento de ponerse serios, disculparse por interrumpir la conversación y recobrar tu personalidad de costumbre. Te quedas en el umbral de la puerta, sonriendo, mientras les aseguras a todos que lo peor ya pasó, y de repente, una mano te agarra por el cuello y tira de ti, hasta llevarte lejos de la puerta, sin importar cuántos intentos hagas por volver.
El secreto: Una vez más, quien lo hace todo eres tú mismo.
1. Detente en el umbral de la puerta, con el hombro derecho levemente apoyado contra el marco. Extiende la mano derecha y llévala luego hacia tu cuello hasta cogértelo.
Este último efecto no funciona si el público puede ver lo que
sucede entre tu hombro y tu codo, de manera que debes estar tan
cerca como puedas del marco de la puerta, para ocultar tu brazo
(ver figura 1-9).
Figura 1-9: ¡Me han cogido!
La teatralidad es fundamental. Debes parecer preocupado y aterrado.
2. Lucha con el asaltante y resiste a sus tirones.
Después de que esa mano “ajena” consigue llevarte lejos de la vista de todos, reaparece un poco nervioso pero a salvo, y haz que la mano te coja de nuevo por la cara o por el pelo, o por el cuello de la camisa, y que intente arrastrarte. Con un poco de imaginación, alimentada por las reacciones alborotadas del público, es posible continuar con este juego durante unos 20 segundos.
¿Y tu recompensa? Cuando te hayas deshecho del asaltante, puedes fingir que has sido víctima de otro tipo de ataque: uno amoroso. La mano te alcanza desde detrás de la pared, y recorre lenta y seductora tu cara y cuello, y por último te sujeta por la cintura.
Esta vez puedes fingir que no tienes el menor inconveniente en abandonar el umbral.