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Una ligera capa de sudor cubría la frente de Caballo Loco, pero cuando la toqué comprobé que no tenía fiebre. Era un hombre tan condenadamente sano que matarle tenía que ser, por fuerza, difícil. Presioné uno de sus bíceps con el dedo y el músculo reaccionó igual que el de un adolescente. Toda su musculatura se destacaba en relieve. A menudo me pregunto cuántas veces habrían estirado esos brazos la cuerda de un arco, cuántos ciervos y alces habrían matado. Todavía pienso en estas cosas; el mugido de los búfalos ensartados desde un caballo y el retumbar de sus pezuñas aún me hace temblar. Casi puedo rescatar la visión de aquellos guerreros cabalgando a pelo, pegados al pescuezo del caballo, y precipitándose sobre nuestra desconcertada columna cuando finalmente nos arriesgamos a salir al descubierto.
Me retrepé en el asiento y paseé la mirada desde mi paciente a Toca las Nubes.
- Cuéntame cómo peleó -pedí en mal lakota-. Cuéntame cómo ocurrió todo.
Johnny acudió en mi ayuda:
- Tasanka witko toske wica kiza hwo?
Una débil sonrisa iluminó de nuevo la cara del jefe como si también él oyera la carga de los caballos sin herrar.
- ¿Era tan excepcional como dicen algunos? -pregunté.
Toca las Nubes dudó como hacen los sioux y yo me pregunté si habría captado el significado de la pregunta. Johnny me indicó con un gesto que así era.
- Nunca le ataba la cola a su caballo -explicó tras pensar un rato. Luego asintió con la cabeza como si la imagen de su amigo estuviera clara ante sus ojos-. No le importaban adornos ni plumas. Pensaba que un caballo tenía que tener la cola libre para equilibrar sus saltos y para matar moscas.
Se produjo una pausa; imagino que los tres teníamos mucho afecto a los caballos.
- ¿Qué clase de hombre es, en realidad?
- La visión que tuvo de niño le marcó para siempre -dijo Toca las Nubes. La pausa que siguió a sus palabras fue desesperante. No pude aguardar más.
- ¿Una visión?
Caballo Loco nunca había hablado de nada semejante, pero yo conocía bien su costumbre de prever el futuro mediante los sueños. Era una idea maravillosa; ojalá los presbiterianos tuvieran una magia similar en su doctrina. Yo le habría encontrado antes un sentido a la vida.
- Fue un niño poco corriente. Siempre estaba solo, sabía tratar a los caballos, y era muy callado. Era muy diestro en los juegos, siempre de guerra, por supuesto.
A los muchachos sioux se les daba muy bien montar a caballo, disparar flechas, robar carne de la que estaba puesta a secar. Yo mismo los había visto en sus campamentos y sabía que Toca las Nubes estaba en lo cierto: todo era un entrenamiento para la guerra: el robo de caballos, la resistencia, el coraje.
- Woihambli ki tuku bwo? -dije. ¿Y el sueño?
- Woihambli ki tuku hwo? -repitió Johnny acentuando las silabas correctas.
Toca las Nubes mostró una expresión distante y yo lamenté mi insistencia. De repente temí que dejara de hablar. Pero el jefe sólo estaba recapacitando. Tal vez recordaba la época en que él y Caballo Loco, chicos los dos, habían ido a las colinas buscando sabiduría y profecías en el mundo de los espíritus. Todo aquello era nuevo para mí, pero desde entonces he visto muchos místicos y visionarios entre los sioux. Danzas del Sol y Danzas de los Fantasmas. Visiones que en general son una mezcla de embaucamiento y postración que conduce a tener alucinaciones. Como toda religión, es una tontería, sólo que a veces funciona.
- Oso Conquistador estaba agonizando -dijo Toca las Nubes.
Aquello me pilló desprevenido y hube de hacer un esfuerzo para recordar que Oso Conquistador fue el primer caudillo elegido por el ejército como jefe de toda la nación sioux; en cierto sentido era el progenitor de Nube Roja. Se le dio poder absoluto sobre los artículos que anualmente entregaba Estados Unidos a cambio de la paz. Los indios no comprendían el concepto de «jefe supremo», pero los militares insistieron, pensando que de este modo honraban a Oso Conquistador. Le hicieron un flaco favor al jefe sioux. Fue mortalmente herido por una descarga de treinta mosquetones disparados a quemarropa. Minutos después de que éste hubiera sido abatido, todos los fusileros y sus oficiales murieron a manos de los guerreros de Oso Conquistador. Fue el choque inicial de la primera guerra sioux. Y como en cada encuentro importante, Caballo Loco -pese a ser sólo un muchacho- estuvo allí.
- Caballo Loco ayunó durante tres días, y la tercera noche de las profundidades del lago surgió un hombre ataviado con una sencilla camisa y unas polainas. Montaba un buen caballo, pero ni él ni el animal iban pintados. El hombre llevaba una solitaria pluma de águila en el pelo, y detrás de la oreja una pequeña piedra marrón.
Todos miramos a Caballo Loco. La piedra del sueño era la misma que Fanny había tocado hacía sólo unos minutos.
- ¿Era el hombre en que se convertiría después?
- Era el hombre que es, pero también era un maestro. -Toca las Nubes dudó de nuevo, y me dieron ganas de apremiarle a que siguiera. Pero no sabia cómo hacerlo, de modo que tuve que callarme.
- Le enseñó a Caballo Loco a cubrirse de polvo, y a cubrir también al caballo, antes de la batalla. Para que ninguna bala enemiga pudiera matarle en combate. Enseñó a Caballo Loco a pasar cabalgando entre sus enemigos, a mantener fresca su montura. Le dijo que su propio pueblo trataría de hacerlo caer de su caballo, pero que él siempre debería ser bondadoso con los indefensos. Le prohibió cortar cabelleras. Todo lo que ganara en sus batallas lo daría a los demás. Cazaría para su pueblo y sería el último en comer. -Toca las Nubes había estado mirando al vacio como si viera algo que Johnny y yo no podíamos ver. Dejó que el silencio perdurara y luego me miró a mí-. Todas estas cosas las ha hecho -dijo-. Sólo queda una profecía.
- ¿De qué se trata?
- He taku hwo? -preguntó Johnny.
- Cuando finalmente le maten -dijo Toca las Nubes-, sus amigos se ocuparán de tomar sus armas.
- Siempre será recordado como un guerrero -dije yo-, muera como muera.
- Sí, siempre ha sido un guerrero. Mató a muchos hombres. Crow, shoshones, omahas, pawnees.
- ¿Y blancos? -pregunté-. Wasicun?
- Han -respondió Toca las Nubes-. Ska wica sa otapiyelo.
Miré a Johnny esperando una traducción.
- Sí -dijo-. Muchos. Muchos hombres blancos.