CAPÍTULO 37

DE nuevo duermo a intervalos. Mis sueños son inquietantes y febriles. Parte del tiempo me creo que estoy de vuelta en Towson, Maryland, entrenando en el gimnasio o practicando Krav Maga con Katia. Luego le estoy enseñando a nadar a una Sarah muy pequeña en la piscina de la base militar en Alemania. Imágenes de Andrei Zdrok e Yvan Putnik interrumpen la serenidad y de repente me encuentro esquivando balas. La parte final es aterradora. Sueño que Third Echelon me ha aplicado el Protocolo Seis y me ha abandonado a mi suerte en una cárcel china. Me veo envejeciendo y adelgazando, consumiéndome hasta que finalmente deja de haber motivo para que siga viviendo.

Y entonces me despierto. Lo primero en lo que enfoco la vista es en la cara del coronel Irving Lambert. Tiene una sonrisa bobalicona y me dice:

—Ya estás aquí. Bienvenido a bordo, Sam. Me pesa la lengua y tengo la boca seca.

—Hola —digo. ¿Qué ha querido decir con 'a bordo'? Entonces soy vagamente consciente de un suave balanceo—. ¿Dónde coño estoy?

—Estás a bordo del USNS Fisher—contesta. ¿El Fisher? Qué apropiado. Recuerdo que es uno los LMSR (Ro-Ro de Velocidad Media-Alta) del Mando de Transporte Marítimo Militar, utilizado sobre todo para el transporte de tropas, equipamientos y vehículos.

—¿Cuánto tiempo llevo aquí? —pregunto.

—Unas ocho horas. Te llevamos en avión a Hawaii ayer por la tarde y te dimos un sedante para ayudarte a dormir. Luego te subimos al Fisher unas horas después y aquí estamos.

—¿Adónde vamos?

—A California. Estamos a tres horas. ¿Cómo te encuentras?

Contemplo mi estado. Me duele todo el cuerpo. Lo peor es el estómago pero no parece tan malo como antes.

—Bien, supongo —intento incorporarme y me doy cuenta de que tengo una intravenosa en la mano y una venda fuertemente apretada en el tronco—. ¿Qué está pasando?

—Estamos haciendo que recuperes fuerzas, Sam. Estabas deshidratado y llevabas sin alimentarte apropiadamente, ¿cuánto? ¿Una semana?

—Más o menos.

—Te alegrará saber que todas tus tripas están bien. Ningún daño grave. Tenías el peritoneo roto pero por algún milagro no desarrollaste peritonitis. El médico dice que deberías haber sufrido un caso muy serio y quizá hasta te hubieses muerto, pero alguien ahí arriba te estaba cuidando, Sam. El rasgado del peritoneo empezó a curarse solo y estás recuperándote. El médico dice que muy probablemente se deba a tu vida sana, al hecho de que tus músculos abdominales estén en perfecto estado y que hagas un millón de flexiones al día o lo que sea. Eres la prueba viviente de que el ejercicio y la dieta te pueden salvar la vida. Además, ¿qué te pasó?

—Andrei Zdrok me golpeó con todas sus fuerzas en el estómago con un puño americano.

Lambert casi suelta una risotada.

—Entiendo que se lo devolviste con intereses.

—¿Sí? ¿Qué le ha pasado?

—Los chinos lo tienen detenido. Está en un hospital en Fuzhou y probablemente no sea uno muy bueno. Le hiciste un buen apaño, Sam. Tiene toda la parte delantera del hueso de la cara roto y la órbita de su ojo derecho se ha desprendido. Si no muere, será juzgado por terrorismo y espionaje en China. El y Eddie Wu. Lo atraparon tratando de huir de la base del general Tun.

—Espere. ¿Qué pasó en la base? La Tríada...

—Parece ser que tu charla con el jefe de los Lucky Dragons sirvió de algo. La Tríada llevó desde Hong Kong un ejército de trescientos hombres y bombardeó aquello con varios misiles Stinger y morteros antes de atacar y hacerse con el control. Por supuesto para entonces la mayoría de los hombres de Tun ya se habían marchado. Los Lucky Dragons no lo sabían, pero el ejército chino estaba a cinco kilómetros de allí, preparados con órdenes de Pekín para hacer algo acerca del general Tun. Esas órdenes no llegaron. Cuando nuestros satélites espía recogieron lo que estaba ocurriendo, la CIA reunió un equipo que se hizo pasar por la Cruz Roja. Pidieron y recibieron permiso de China para hacer un vuelo de reconocimiento sobre la base con el único propósito de localizarte. Sabíamos que seguías vivo. Nos lo decían los implantes.

—¿Por qué no me envió un mensaje? Coronel, creía que me habían... Creía que me habían abandonado.

—Sam, no te voy a mentir —dice Lambert—. Casi activamos el Protocolo Seis. Si Tun hubiese atacado Taiwán y nos hubiese empujado a una escaramuza con China, es lo que habría pasado sin duda. Nunca hubiésemos podido sacarte. No podíamos comunicarnos contigo porque Mason Hendricks monitorizaba nuestras transmisiones. Teníamos que seguir en silencio. Lo siento, Sam.

Asiento y me encojo de hombros.

—¿Y la Tríada?

—La mayoría huyeron. Cuando atacaron el campamento, Pekín dio la orden de que el ejército chino atacara la base. Eso ocurrió poco después de que la CIA te sacara. La Tríada se dispersó porque técnicamente son traidores. Es una situación muy extraña. Creemos que China quiere que el general Tun fracase estrepitosamente antes de atacar Taiwán para no tener que ponerse en evidencia deteniéndolo. Si no mete la pata, tiene que parecer que apoyaban a su general. Los de la línea dura en Pekín están de acuerdo con los motivos de Tun. En cualquier caso, algunos de los miembros de la Tríada fueron detenidos y muy probablemente los juzgarán por traición.

—¿Y qué hay de Jon Ming?

—Por lo que sabemos, se escapó.

—¿Y no ha pasado nada en Taiwán?

—Todavía no. Estamos en tablas desde hace veinticuatro horas. Tun nos ha amenazado con su bomba nuclear en la costa de California. No dice dónde exactamente. Espero que tengas algo que contarnos.

—Ya lo creo —procedo a relatarle todo lo que he averiguado. Que el submarino de Tun ha lanzado tres VSNTR por la costa de Los Ángeles. Uno de ellos está armado con la bomba nuclear. Dado que el panel de control de la base de Fuzhou está destrozado, los VSNTR están siendo manejados solamente desde el submarino. Lambert me confirma que los Estados Unidos sabían del submarino chino cuando se acercó a aguas norteamericanas, pero ahora está en aguas internacionales donde no lo pueden tocar. Sin embargo, el Mando de Sistemas Marítimos de la Armada le ha dado a Anna Grimsdottir todos los detalles del VSNTR del profesor Jeinsen. Ahora mismo está trabajando en cómo poder alterar el sistema de guía si encuentran a la 'barracuda' correcta. Cierta tecnología vía satélite será fundamental para localizarlas en el agua.

—¿Y qué vamos a hacer con esos cabrones cuando los encontremos? —pregunto.

Lambert me guiña un ojo.

—Deja que le pregunte al médico si puedes levantarte de la cama. Tengo que enseñarte una cosa.

El LMSR es la clase más reciente de barco del Mando de Transporte Marítimo Militar. Puede transportar el equipamiento de una brigada pesada y de un cuerpo de combate, además de proporcionar capacidad de despliegue para el equipamiento de una división pesada del ejército de los Estados Unidos. Los LMSR pueden transportar toda una fuerza operacional del ejército norteamericano, incluyendo cincuenta y ocho tanques, cuarenta y ocho vehículos orugas, y más de novecientos camiones y otros vehículos a rueda. El barco lleva vehículos y equipamiento para dar apoyo en misiones humanitarias además de en misiones de combate. Estos nuevos barcos tienen una capacidad de carga de más de 35.000 metros cuadrados, equivalente a casi ocho campos de fútbol americano. Además, los LMSR tienen una rampa pivotante a popa y una rampa desmontable que se usa en dos portas laterales, haciendo que resulte sencillo cargar y descargar vehículos del barco. Las rampas interiores entre cubiertas facilitan el fluir del tráfico una vez se ha cargado el barco. Dos grúas gemelas de 110 toneladas hacen posible la carga y descarga allí donde la infraestructura de tierra es limitada o inexistente. Tiene un helipuerto para aterrizajes diurnos de emergencia, que es como me trajeron a bordo. El Fisher es un ejemplo magnífico de un LMSR.

Después de que el médico me quite la intravenosa y me dé permiso para salir de la enfermería, Lambert me lleva a través de una docena de pasarelas y puertas a una de las cubiertas de almacenamiento. Aparte de variados vehículos militares, veo tres aparatos de aspecto raro que parecen motos de agua del futuro. Lambert habla con un miembro de la tripulación, que enciende unas luces para que podamos observar uno de los cacharros de cerca.

—Esto es lo que la Armada de los Estados Unidos llama una NAREAV, o, para ser más específicos, una Nave de Ataque y Reconocimiento Encubierto de Alta Velocidad. ¿Has oído hablar de ellas?

—Recuerdo vagamente leer algo sobre que estaban trabajando en ellas —digo—. Cuénteme más.

—Lockheed-Martin las diseñó y desarrolló para proteger los navíos de superficie de la armada de embarcaciones y submarinos armados de gran velocidad. Lo ideal sería que el NAREAV supusiera una respuesta letal a algunas de las amenazas emergentes a nuestro litoral a las que se enfrenta nuestra armada a día de hoy, incluyendo ataques multitudinarios de pequeñas embarcaciones y submarinos movidos a diesel o eléctricos. ¿Recuerdas lo que le pasó al USS Colé? La creación de la NAREAV es la respuesta directa a aquel incidente.

—Es impresionante —digo. Y lo es. La NAREAV tiene unos doce metros de larga y consiste en dos niveles de hidroplanos sobre los que se encuentra la embarcación en la que pueden montar uno o dos hombres—. Me imagino que es portátil.

—Así es. El aparato entero se puede meter en una caja de 3,6 por 3,6 por 12 metros y ser transportada en cubierta o en una de las bodegas. Piensa en ella como en un helicóptero de ataque, solo que va por el agua en una plataforma que usa tecnología CGAPF, o de Casco Gemelo con Área Pequeña de Flotación. Es pequeña y discreta y está recubierta con material a prueba de balas. Puede atacar al instante con misiles Hellfire, cañones de veinte milímetros, lanzagranadas de cuarenta milímetros y torpedos. Añadimos minas que se hunden en el fondo del mar y se llevan por delante todo lo que hay a su paso. La armada la usará para rondas de vigilancia, patrullas y ataques en aguas de litoral poco profundas. Lo que está muy bien es que se puede hundir en el agua durante largos periodos de tiempo y luego salir y abalanzarse contra supuestas amenazas cuando se necesite velocidad. Y es rápida.

Paso la mano por el lado de la máquina.

—Muy bonita —digo.

—Y aquí es donde se vuelve interesante —dice Lambert—. Los diseñadores instalaron varias herramientas de recopilación de información que nos resultan muy útiles a nosotros; rastrea y destruye minas según las va encontrando en aguas poco profundas. También puede detectar otros objetos y radiación. El contador Géiger y el equipo de sonar informan al conductor cuándo pasa por encima de material peligroso o incluso vehículos.

—Así que localizaría los VSNTR.

—Efectivamente. Otro detalle fantástico es la señal de localización. El piloto la lleva en el cinturón, de modo que si por algún motivo, como tener que bucear, abandona la NAREAV, esta lo seguirá por la superficie en automático.

—Vaya, es como un perrito. Genial, déjeme una —le digo—. ¿Tienen el manual de manejo?

—Eh, espera, Sam. No estás lo bastante bien para hacer esto. Solo te estaba enseñando...

—¿Cómo que no estoy bastante bien? ¿Se ha vuelto loco? —no puede apartarme de la lucha. No después de lo que he pasado.

—Sam, tenemos varios SEAL de la Armada a bordo. Ellos van a pilotar la NAREAV.

—Yo también soy un SEAL, coronel. Sabe perfectamente que tengo que hacer esto. Necesito hacer esto.

—Han pasado más de veinte años desde que dejaste de ser un SEAL, Sam. Y acabas de salir de la cama de un hospital. ¡Sé realista! Vamos a tener que lanzar esas motos al amanecer. Eso es dentro de solo cuatro horas.

—¡Oh, vamos, coronel! Sabe que puedo hacerlo. Estoy bien. Me siento genial. Ya me conoce —no me siento genial, pero no estaba dispuesto a permitir que otros hicieran el trabajo.

—Sam, si encontramos los VSNTR va a hacer falta que alguien bucee y desarme la bomba. Eso significa llevar el equipo de buceo y todo eso. No estás para estos trotes. No estás curado. La misión es demasiado importante. Lo siento, Sam.

No sé qué decir. Estoy tan furioso que podría darle un puñetazo, pero por supuesto no lo voy a hacer. En el fondo, sé que tiene razón. Si yo estuviese en su posición tomaría la misma decisión. Con un suspiro, asiento y me alejo.

—Sam...

—No pasa nada, coronel. Por favor, que alguien me acompañe a mi camarote, si es que tengo alguno.

Un fuerte golpe en la puerta de mi camarote me despierta. Al principio creo que se está cayendo el mamparo pero entonces mis sentidos me devuelven a la realidad. Enciendo la luz que hay sobre mi camastro y digo «Adelante». El reloj digital me señala que llevo durmiendo dos horas.

El coronel Lambert entra en el pequeño cuarto y dice:

—Siento molestarte, Sam. ¿Puedo pasar?

—Claro —me incorporo y me froto los ojos—. ¿Qué pasa?

Lambert se sienta en el extremo del camastro y contesta:

—He venido a comerme mis palabras. Y a disculparme.

Espero a que continúe.

—Uno de los SEAL... eh... bueno, demonios, tiene una puñetera gastroenteritis. O algo. Está vomitando cada media hora y tiene fiebre. El médico dice que es o gastroenteritis o un virus estomacal. Eso, eh, deja una vacante en una de las NAREAV.

De repente estoy completamente despierto.

—¿Me está diciendo...?

—Que el trabajo es tuyo si todavía lo quieres, Sam.

—Claro que lo quiero.

—Vístete y reúnete conmigo en la misma cubierta que hemos estado antes. Ponte el equipo de buceo y te explicaremos cómo operar la NAREAV. Estamos a una hora de Los Ángeles así que saldremos en cuanto podamos —se pone en pie y se dirige a la puerta—. Solo espero no arrepentirme de esto.

—No se preocupe, coronel —digo—. Y gracias.

Los dos SEAL son jóvenes. Bueno, jóvenes comparados conmigo. Son el teniente de navío Max Carlson y el alférez de navío Ben Stanley. Mientras camino por la cubierta noto su escepticismo. Me miran como si dijesen «¿Quién demonios es este viejo?». Me presento, les estrecho las manos a los dos y me contestan educadamente, pero se ve que no les hace gracia que forme parte del equipo.

El coronel Lambert está de pie, apartado, tratando de molestar lo menos posible mientras el oficial al mando, el teniente Don Van Fleet, me da la bienvenida y se dirige a nosotros tres.

—Señores, no tenemos mucho tiempo. Acabamos de saber que Taiwán ha sido atacada. Nuestras fuerzas están conteniéndose hasta que encontremos esa bomba nuclear y la neutralicemos. Así que por cada minuto que pasa, más taiwaneses mueren. Me dicen que las fuerzas del general Tun han bombardeado Taipei con cargas de advertencia para que el gobierno de Taiwán se rinda. Por supuesto, se han negado. A eso le ha seguido un ataque por mar y ahora el ejército de tierra de Tun está alcanzando las playas de la isla. No es bonito, y menos aún con nuestra armada quietecita con las manos en los bolsillos. Teniente Carlson, le doy cinco minutos para enseñarle al señor Fisher todo lo que necesite saber sobre la NAREAV. Saldremos dos minutos después. Antes de cederle la palabra al coronel Lambert, ¿alguna pregunta?

Sacudimos la cabeza. Lambert da un paso adelante y dice:

—Se les han dado planos de los VSNTR. El sistema de reconocimiento de las NAREAV ha sido programado para detectar metales que tengan la medida aproximada que creemos que tienen los VSNTR. Además, el alcance del Géiger se ha aumentado a quince metros bajo la superficie. Supuestamente esos puñeteros cacharros no están a mayor profundidad porque más allá de quince metros perdemos efectividad. Vuestra mejor herramienta será el sonar, que os señalará cualquier objeto de ese tamaño. Lamentablemente, es probable que también encontréis vida marina: tiburones, quizá algunos delfines, pero esperemos que ballenas no. La NSA está vigilando tres zonas sospechosas de la costa. Según algunas lecturas iniciales de nuestras boyas informativas, hemos estrechado los puntos lógicos de interés a Santa Mónica y Venice, Marina Del Rey y Playa Del Rey. Desde un punto de vista táctico, creemos que esas tres zonas son las que más probablemente puedan ser atacadas. Teniente Carlson, usted patrullará Playa Del Rey. Alférez Stanley, usted cubrirá Marina Del Rey. Fisher, a ti te tocan Santa Mónica y Venice.

»Una vez hayan localizado un posible VSNTR, tendrán que dejar la NAREAV en automático y zambullirse para confirmarlo. Asegúrense de que sus localizadores funcionan. Una vez hayan confirmado que se trata de un VSNTR, informen y les daremos más instrucciones. ¿Alguna pregunta?

Habla Carlson.

—Señor, ¿es posible que la bomba estalle mientras estamos ahí fuera?

Lambert contesta:

—El general Tun ha dicho que hará explotar la bomba solo si sus fuerzas son atacadas por alguien que no sea Taiwán. Pero nunca se sabe. Siempre existe ese riesgo.

Stanley pregunta:

—¿Tendremos que desarmar la bomba?

—Mi equipo en Washington está trabajando en eso. Lo que hagamos cuando encontremos la bomba dependerá de varios factores. Ustedes informen cuando la encuentren.

No hay más preguntas, así que nos ponemos manos a la obra. Carlson me enseña de mala gana los controles de la NAREAV y todo parece bastante claro. Cualquiera que haya llevado una moto de agua debería poder con esto. También me proporcionan un equipo de buceo estándar de los SEAL. Además del traje militar de neopreno, me dan un rebreather mejorado LAR-V (Mod 2) con una bombona de oxígeno grande, un profiindímetro compacto, un reloj G-Shock, una brújula submarina y un portador ajustable de luz química integrado. Me pruebo las nuevas gafas Aqua Sphere de los SEAL que supuestamente son a prueba de entrada de agua y sorprendentemente cómodas; botas AMPHIB, unas botas todoterreno que funcionan bien dentro y fuera del agua; aletas Rocket II diseñadas para llevar encima de las botas y guantes acuáticos HellStorm NaviGunner. Todos llevamos una bombona de oxígeno y un cinturón multiusos con varios objetos que podríamos necesitar cuando encontremos los VSNTR.

Bajan las NAREAV al agua con cada uno de nosotros sentados en nuestros respectivos vehículos. Como los VSNTR, las NAREAV usan tecnología CGAPF para propulsarse. La CGAPF le da a la nave la firmeza de la cubierta de un gran barco y la calidad de navegación de una nave más pequeña, junto con la capacidad de mantener una gran parte de su velocidad normal de crucero en aguas encrespadas. La línea de flotación es la línea horizontal del casco de un barco sobre la superficie del agua. Así, la NAREAV tiene dos cascos bajos completamente sumergidos semejantes a los de los submarinos; por encima de la superficie la NAREAV parece un catamarán con una moto de agua encima. Los movimientos en la nave son provocados por el oleaje, lo que produce fuerzas en el casco que disminuyen rápidamente cuanto más por debajo de la superficie se mueva el casco, como ocurre con los submarinos. Las fuerzas que aumentan el oleaje también se pueden reducir si se reduce el tamaño de la línea de flotación. Sin embargo, el objetivo de la tecnología CGAPF no es minimizar el movimiento de la nave a expensas de la velocidad, la potencia o la capacidad de la nave. Se escogen las proporciones relativas de la rostra de la línea de flotación y de las partes sumergibles, para mantener los movimientos y las aceleraciones muy por debajo de los criterios aceptados para el mareo o cualquier caso de bajo rendimiento del personal o del equipo. Todas las naves con tecnología CGAPF tienen el 50 por ciento menos de zona de flotación que un monocasco que desplace la misma cantidad de agua.

¡Cuando yo era SEAL no teníamos juguetes fantásticos como estos!

El clima es el típico del sur de California... Brisa, sol, nubes desperdigadas. No hace mucho que ha salido el sol y es invierno, así que yendo a gran velocidad pasaría mucho frío si no estuviese protegido de los elementos. El asiento del piloto está dentro de una capota a prueba de balas así que te sientes un poco como un piloto de un caza. Y también está aislada del ruido, así que lo único que oyes es un agradable zumbido que podría fácilmente provocarte sueño de ser proclive a ello. Los controles están iluminados y son intuitivos; un mono podría pilotarla. Y lo mejor de todo es que huele como un coche nuevo. ¡Me encanta!

La NAREAV se pilota tan fácilmente que resulta difícil de creer que estoy sobre la superficie del Pacífico. El agua está embravecida pero la NAREAV parece deslizarse sobre ella. Pronto estoy a menos de un kilómetro del muelle de Santa Mónica y veo la noria y las otras atracciones reluciendo con la primera luz del día. Reduzco la velocidad y me concentro en lo que me dicen los instrumentos. Moviéndose debajo de mí hay bancos de peces. Un gran objeto metálico está en el fondo, muy probablemente una lancha hundida.

—Estoy en posición —digo por el intercomunicador. Los dos SEAL y yo estamos conectados por una línea con origen en el Fisher. Lambert y el equipo de Third Echelon en Washington también observan la misión a través de mis implantes. Supongo que será mejor que no diga tacos.

—Oído —dice Carlson—. Yo estaré en mi posición en unos veinte segundos.

—Lo mismo yo —dice Stanley.

Y así empezamos. La búsqueda es tediosa y pesada. Tras media hora los tres comentamos que esto es como intentar encontrar una aguja en un pajar. Cada una de nuestras secciones cubre de setenta y cinco a cien kilómetros cuadrados de océano.

—Coronel, ¿hay alguna posibilidad de conseguir más hombres y NAREAV para que ayuden en la búsqueda? —pregunto.

—Ya lo hemos intentado, Sam —dice—. Vienen más de camino, pero para cuando lleguen ya será mediodía.

—Me temo que vamos a tardar más que eso solo para localizar algo por lo que merezca la pena zambullirse.

—Seguid buscando.

Anna Grimsdottir aparece en la línea y dice:

—Nuestras boyas de información han localizado un total de dieciséis objetos que podrían ser VSNTR en tres sectores. Os daré a cada uno las coordenadas de vuestros respectivos sectores. En este momento nos resulta difícil determinar si se mueven o no. Tendréis que verlo vosotros.

Nos da a los tres coordenadas para que las comprobemos. Tardo tres minutos en guiar la NAREAV a la primera y descubro que el objeto está inmóvil. Otro barco hundido. Grimsdottir me da la siguiente coordenada, que resulta estar kilómetro y medio más cerca de la orilla. Llego en cuarenta segundos y el descubrimiento vuelve a decepcionarme.

El proceso continúa una hora más hasta que por fin Stanley llama:

—¡Eh! Creo que tengo uno.

Grimsdottir le pregunta por algunas de las lecturas del instrumental y las respuestas que da son prometedoras. El objeto se mueve con la velocidad de una barracuda y es del tamaño y forma correctos.

—Voy a zambullirme —dice. Carlson y yo seguimos nuestra búsqueda mientras esperamos con ansia buenas noticias. Pasan seis minutos y por fin suena la voz de Stanley en nuestros oídos.

—Afirmativo —dice—, es un VSNTR.

Grimsdottir le pregunta por las lecturas del Géiger, pero esta vez las respuestas son negativas. No hay indicación alguna de que ese sea el de la bomba.

—Hágalo volar —ordena el teniente Van Fleet. Stanley confirma la orden y nos dice que está activando las minas de profundidad. Son potentes explosivos, pero no tanto como para que esté en peligro por estar encima de ellos.

—Minas lanzadas —dice, y esperamos el ruido de los fuegos artificiales.

Pero el tremendo ruido que oímos por nuestros auriculares es sorprendente, amplificado y distorsionado. Tras unos segundos no oímos más que estática. Entonces todo el mundo habla a la vez.

—¿Stanley? ¿Alférez Stanley?

—¡Oh, Dios mío!

—¿Qué ha pasado?

—¿Habéis visto eso?

—¡Ese geiser tenía veinte metros!

El teniente Van Fleet hace callar a todo el mundo y dice:

—Me temo que el VSNTR tenía un potente explosivo trampa. Cuando las minas de Stanley lo alcanzaron, el VSNTR hizo pedazos la NAREAV.

Bueno. Supongo que eso va a hacer cambiar nuestra estrategia.