CAPÍTULO 16

—ALGUIEN me ha tendido una trampa, maldita sea! —le grito a mi habitación vacía en Kowloon.

El coronel Lambert, Frances Coen y Anna Grimsdottir están todos en línea a través de mis implantes. Les he dado un informe completo sobre lo que pasó en el almacén y estoy muy cabreado.

—Cálmate, Sam —dice Lambert—, ¿por qué crees que era una trampa?

—Porque sabían que iba a estar allí. Se trajeron un cacharro que trasteó con mis implantes con ese fin. El gánster que interrogué en el callejón me lo confirmó. Alguien les había dicho que estaría allí. Sabían que soy un Splinter Cell y que tenía esos implantes. ¡Era una trampa!

Habla Grimsdottir.

—Ese aparato, Sam, ¿qué aspecto tenía? —tiene una voz dulce pero se puede notar la inteligencia que tiene detrás.

—Como un radiocassette. Tenía una parabólica diminuta que sacaron de él y plantaron en el suelo.

—Creo que entiendo cómo lo hicieron —dice—. Tendrían que comprender la tecnología que hay detrás de los implantes y cómo funcionan. Si tienes razón, han debido de tener información desde dentro de Third Echelon. Es la única manera.

—¿Mike Chan otra vez? —pregunta Lambert.

—Es posible. Si es que él era el traidor.

—Por supuesto que es el traidor —digo—. Mató a Carly, ¿no? ¿Habéis pillado ya a ese bastardo?

—No, el FBI está tras su rastro —replica Lambert.

—Bueno, eso sigue sin explicar cómo sabían que iba a estar en el edificio. La única persona que sabía lo que estaba haciendo era Mason Hen...

Tiene que ser él. Hendricks.

—Eh, creo que tengo que hacerle una visita a Hendricks, coronel —miro mi reloj. Tengo unas pocas horas antes ir al puerto de contenedores Kwai Chung.

—Mason Hendricks ha sido uno de nuestros agentes de campo más de fiar, Sam —dice Lambert—, su historial es impecable.

—Entonces quizá sepa cómo han podido saberlo. Su fuente era mala o algo así. Merece la pena investigarlo. Además, le di una prueba que tiene que ir al laboratorio. Sangre que encontré en el club de la Tríada. Quién sabe, podría pertenecer a Jeinsen.

—Muy bien, Sam.

—¿Algo más, coronel?

—Sí. Hemos terminado el análisis de los materiales que encontraste en casa del general Prokofiev.

—¿Y?

—¿Recuerdas la lista de bombas nucleares desaparecidas? ¿Las notas que había garrapateado al lado de alguna de ellas?

—Aja.

Frances Coen continúa.

—Sí, es un código. Y muy raro.

—¿Y bien?

—Cuando se descifra el código, es una receta para hacer borscht ruso.

—¿Cómo?

—Bueno, es una suposición. Una vez descodificadas, las palabras son 'Remolacha cilíndrica Formanova, ternera, agua, vinagre, mantequilla, repollo y salsa de tomate'. Esos son los ingredientes del borscht. Se deja algunas especias y quizá otras hortalizas, pero eso es lo que es.

—¿Qué demonios tiene que ver el borscht con bombas nucleares?

—No lo sabemos. Eso es lo que dice el código al descifrarlo.

—Creo que os habéis vuelto locos —digo.

—Esperábamos que tú supieras lo que significa —dice Lambert—. ¿Había algo en casa de Prokofiev que pudiera darnos una pista acerca de esto?

—No se me ocurre nada, a menos que esa bestia de mujer echase plutonio en la comida. Lo que no me extrañaría viniendo de ella. Mire, voy a casa de Hendricks antes de que salga el sol. Le contaré lo que me diga.

—Hablamos luego, Sam —dice Lambert, y cortamos la comunicación.

Vestido con el chándal y con mi uniforme en una bolsa de deporte, tomo el ferry a la isla, me subo a un taxi y regreso a los Mid-Levels al tiempo que empieza a salir el sol. Pero el conductor no puede atravesar la calle de Hendricks. Un policía nos dice que solo permiten el tráfico local.

—¿Qué ocurre, agente? —pregunto en chino.

—Un incendio —me contesta.

Pago al taxista y me bajo. Una vez en la calle veo una columna de humo negro delante de mí. Un par de camiones de bomberos, una ambulancia y dos coches de policía bloquean la calle. Y están delante de la pequeña casa de Hendricks.

Subo por la calle y echo un vistazo. Efectivamente, la casa está negra, todavía humeando a causa de lo que parece haber sido un gran incendio. Me acerco a los policías que están hablando con el bombero jefe. Aunque hablan en chino, capto algunas palabras y frases.

«Bomba incendiaria... a través de la ventana... otra por detrás... quizá provocado por las Tríadas... dos cuerpos...».

Observo fascinado a los bomberos que sacan dos cadáveres tapados en unas camillas. Un brazo calcinado, negro y rojo, sobresale por debajo de una sábana. Oigo las palabras 'hombre y mujer en dormitorio' antes de que carguen los cuerpos en la ambulancia.

Hendricks había fanfarroneado de que esperaba compañía femenina aquella noche. Bueno, sí que tuvo suerte. Los Lucky Dragons. Y supongo que su amiga también se llevó más de lo que esperaba. Es una lástima.

Ahora no tengo ni idea de cómo me tendieron la trampa en el almacén. Parece que a Hendricks también lo traicionaron. La Tríada debe de haber descubierto qué tramaba, interceptando la información que sacó de su fuente. Quizá fuese la fuente quien los avisó.

Y adiós a la prueba que había cogido del club. Probablemente ya ha desaparecido.

Me alejo, dándome cuenta de que debo ignorar a Hendricks y acabar lo que vine a hacer a Hong Kong y largarme en cuanto pueda. Mientras el sol naciente baña de calor la isla, vuelvo al ferry para poder llegar a tiempo a mi cita en el puerto de contenedores.