CAPÍTULO 19
MIKE Wu llegó a Los Ángeles por la I-40 tras cruzar el Desierto de Mojave por la noche. Tomó la I-15 en Barstow, condujo en dirección al suroeste hacia la metrópolis y siguió las indicaciones para el Aeropuerto Internacional de Los Ángeles. Había sido un viaje agotador y se alegraba de que hubiese terminado. Pronto vería a su hermano Eddie y podría salir a toda prisa de los Estados Unidos en dirección a Hong Kong, donde empezaría una nueva vida con una nueva identidad.
El plan era que llevase la última pieza del puzzle del profesor Jeinsen directamente a los Lucky Dragons. Aparentemente, el aparato podía desarmarse para meterlo en el equipaje a facturar sin despertar sospechas de seguridad. Estaba hecho de partes de maquinaria y un portátil. Eddie se estaba encargando de su nuevo pasaporte y visado y Mike podría despedirse pronto de América. Lo más importante era que Mike recibiese su gran recompensa de manos del propio Jon Ming. Los últimos tres años Mike había trabajado en Third Echelon cobrando su salario normal de funcionario. Su trato con los Lucky Dragons comenzó con el adelanto de una cantidad razonable de dinero. Pero tras la última entrega de los materiales de Jeinsen, Mike tenía que recibir tres millones de dólares. Nunca había entendido por qué tenía que esperar hasta el final para conseguir su dinero, pero así era como lo querían los Lucky Dragons. Mientras tanto, Mike había hecho unos negocios secundarios con la organización conocida como el Taller a cambio de una bonita suma de dinero.
A Mike Wu le gustaba vivir en los Estados Unidos. Su hermano y él habían nacido y crecido en el Chinatown de L.A. Pronto se involucraron con las bandas del vecindario. Mike, siendo el mayor, se unió a una Tríada a los trece años. Eddie había esperado hasta los dieciséis, pero para entonces Mike ya era uno de los más importantes miembros de la banda. Los hermanos Wu se unieron al grupo de California de los Lucky Dragons cuando Mike cumplió los veintiséis. Eddie y él visitaron Hong Kong justo antes de la entrega y conocieron a Jon Ming. Este les dio una gran responsabilidad a los hermanos Wu; dirigir las operaciones de la Costa Oeste norteamericana, tarea que compartieron con los miembros de la Tríada que ya estaban allí. Cuando los Lucky Dragons se asociaron con el Taller, una nueva directiva envió a Mike a la Costa Este con el nombre de 'Mike Chan' y acabó convertido en analista de Third Echelon.
No sabía si le gustaría vivir en un país comunista después del lujo de los Estados Unidos. Pero Mike Wu estaba seguro de que se vería libre de los prejuicios que había sufrido en América. Para los asiáticos no eran tan graves como para otras minorías, pero Mike se los encontraba a diario. Incluso en Third Echelon. Creía que era mucho mejor analista que Carl Bruford, su jefe. Bruford rara vez le daba a Mike los encargos difíciles y aún así Mike fue más allá del deber para trabajar en ellos. Estaba bastante seguro de que el director de Third Echelon, el coronel Lambert, lo tenía en gran consideración.
Pues qué pena. Mike 'Chan' los había jodido pero bien.
Llevó el coche que había robado en Oklahoma hasta el LAX y lo dejó en el aparcamiento de larga estancia, donde se quedaría hasta que las autoridades lo descubriesen días después. Tomó entonces el autobús a la terminal más cercana y buscó teléfonos públicos. Wu había tirado su móvil hacía tiempo, dado que sabía que las autoridades podían rastrear sus movimientos si lo utilizaba. Compró una tarjeta de prepago y la usaba en las cabinas cuando era necesario.
Wu marcó el número que le había dado su hermano y esperó. Sonrió al reconocer la voz de Eddie.
—¡Bienvenido al soleado sur de California, hermano mayor! —dijo Eddie.
Era cierto. El clima era muy agradable para ser invierno. Era un alivio haber dejado atrás la nieve y el hielo de la Costa Este.
—Estoy deseando verte —dijo Mike—, ¿cómo llego hasta allí?
Mike escribió las instrucciones de Eddie y le prometió a su hermano que lo vería en un par de horas. Se dirigió hacia la zona de recogida de equipajes, salió de la terminal y tomó un taxi.
Eddie llevó a su hermano a su despacho en GyroTechnics, le dio un abrazo y le dijo:
—Ha pasado demasiado tiempo. Me alegro de verte.
—Lo mismo digo —dijo Mike—, tienes buen aspecto.
—Y tú pareces cansado. ¿Ha sido un viaje difícil?
—He tenido algunos problemas, pero aquí estoy. Y tienes razón, estoy agotado.
—Iremos a mi casa en cuanto haya terminado unas cositas aquí. ¿Qué has hecho con tu coche? Mike dijo:
—Lo dejé en Oklahoma. Robé otro allí y lo acabo de dejar en el aparcamiento de larga estancia en LAX. Si me rastrean quizá crean que haya tomado un avión.
—Bien pensado. ¿Has venido en taxi hasta aquí?
—Sí.
—¿Tienes hambre? ¿Quieres comer? —preguntó Eddie.
—Eso suena bien. Luego quiero dormir durante una semana. ¡Pero no puedo porque me voy mañana a Hong Kong!
Eddie se rió.
—Mañana no. Espero que te puedas ir en dos o tres días. Cuatro como mucho. Mientras tanto, te quedarás en mi casa a relajarte. ¿Qué te parece?
Mike frunció el ceño.
—¿Qué quieres decir? Creía que lo tenías todo arreglado ya.
Eddie le hizo un gesto con la mano.
—Ha habido algunas complicaciones. No te preocupes, lo tengo controlado.
Eso no era lo que Mike quería oír. Estaba demasiado cansado para insistir, así que miró por el despacho y preguntó:
—¿De verdad trabajas aquí?
—No. Bueno, sí y no. Oficialmente, no estoy en nómina. Soluciono problemas. Ayudo con Inmigración y los visados de trabajo.
—Ah, claro, Eddie Wu, el mago de los visados de trabajo. Ilegales.
Eddie se rió.
—Algo así.
—¿Y qué hacen aquí?
—Es uno de los muchos negocios de Ming. Los Lucky Dragons financian GyroTechnics, pero aquí en América es una empresa legal. Dan trabajo a importantes científicos de Hong Kong y China y los Lucky Dragons los ayudan a venir. Ese es mi trabajo.
—¿Quieres decir que es un medio para que los científicos salgan de China?
—Supongo que se podría decir así. Hasta ahora las autoridades chinas no tienen ni idea de dónde se están yendo sus científicos. Por eso GyroTechnics se va cambiando de sitio y de nombre. De ese modo también vamos por delante de los americanos.
—¿Y dónde está el sistema de guía? He estado esperando mucho tiempo noticias sobre la última pieza del proyecto del profesor Jeinsen.
—Ya. Está hecho, listo para ser enviado.
—¿Y cuál es el problema? Creía que me lo tenía que llevar conmigo a Hong Kong.
Eddie frunció el ceño y apartó la mirada.
—Como te he dicho, hay algunas complicaciones.
A Mike no le apetecía seguir con los juegos.
—¿Qué pasa, hermanito? ¿Qué complicaciones son esas?
—Ming. Ha cancelado la venta del aparato al Taller.
—¿Y por qué coño lo ha hecho? ¿No es para lo que hemos estado trabajando los últimos tres años?
—Sí. Pero Ming teme que el Taller se lo quiera vender a un general chino. El general Tun. ¿Has oído hablar de él?
—Sí. El tipo está decidido a atacar Taiwán. ¿Es él el cliente del Taller?
—Eso creo. No lo sé con certeza. Ming parece creerlo también. Me ha ordenado que no lo envíe y que espere instrucciones.
—Pero... ¡Eso significa que no nos van a pagar! —dijo Mike. Ahora sí que estaba alarmado y se le olvidó lo cansado que estaba—. Este trato tiene que seguir adelante. ¡Estoy deseando empezar mi nueva vida en Hong Kong!
—Vas a irte, no te preocupes. Sencillamente no te vas a llevar el sistema de guía contigo.
—¡Esa era mi tapadera! Se suponía que era uno de vuestros científicos que lo traía desde California. Mierda, ¿todo eso ha cambiado?
—Seguimos trabajando en ello, Mike. ¡No te preocupes! Tenemos unos días para solucionarlo.
Mike Wu estaba furioso. Se puso en pie y gritó:
—¡Maldito Ming! Está jodiendo una maquinaria que funcionaba muy bien. En cuanto empiezas a cambiar cosas es cuando te pillan. ¡Yo digo que sigamos adelante y se lo vendamos al Taller sin contar con Ming!
Eddie miró pasmado a su hermano.
—¿Qué estás diciendo? ¿Te has vuelto loco?
—¡A la mierda Ming! ¿Qué ha hecho él por mí? Me tiré tres años en Washington, suministrando a los Lucky Dragons cosas de Jeinsen sin que me pagasen nada. Se suponía que me darían una gran suma cuando llegase a Hong Kong con el sistema de guía. ¡A la mierda! Tengo mis propios contactos en el Taller. El año pasado les vendí información sobre los agentes de Third Echelon. Puedo tratar con ellos directamente. Vamos a hacerlo, nos hacemos ricos y nos vamos donde queramos. No nos hace falta trabajar para una Tríada, Eddie. Ya no.
—¡Mike, no sabes lo que estás diciendo! Mira, entiendo cómo te sientes, pero no podemos enfrentarnos a los Lucky Dragons. Seríamos hombres muertos. Ming vendría a por nosotros y nos encontraría. Y tiene los medios para hacerlo. Lo estás subestimando.
—¿Sabe Ming lo que es que te busque la policía de Washington D.C., la de Oklahoma, el FBI, la NSA y probablemente también la CIA? ¡Tengo que salir de este país antes de que me encuentren! Si lo hacen sí que seré hombre muerto. El espionaje contra el gobierno de los Estados Unidos es algo que no se toman a la ligera. Por no mencionar el asesinato de funcionarios del gobierno.
Mike recorrió el cuarto.
—Eddie, si no estás conmigo en esto, pienso acudir yo mismo al Taller. Les diré que Ming ha detenido la venta y que si pueden venir aquí les venderé yo mismo el sistema de guía. Y puedo pedir un precio muy alto. Unos cuantos millones de dólares serán muy buena protección contra los Lucky Dragons —señaló a su hermano y añadió—: ¡Y tú me respaldarás!
Eddie miró a su hermano mayor y se rascó la barbilla.
—Quizá —dijo—, deja que me lo piense. Te sugiero que volvamos a mi casa para que descanses un poco. Hablaremos de ello mañana ¿vale? Déjame averiguar qué tiene Ming planeado para ti. ¿De acuerdo? ¿Esperamos un día o dos?
Mike sacudió la cabeza y golpeó la pared.
—Maldita sea, Eddie —tomó aliento y finalmente se resignó—. Muy bien. Pero vámonos ya, estoy cansadísimo.
Jeff Kehoe hubiese jurado que había visto a Mike Wu bajarse del taxi que se había detenido en la puerta de GyroTechnics. El tipo había apretado el botón de llamada y había entrado antes de que Kehoe pudiese verlo bien. Pero el agente del FBI no estaba demasiado preocupado. Lo que entraba acababa por salir. Mientras Kehoe siguiese en el coche vigilando el camino que salía del edificio, podría hacer una identificación positiva.
Uno de los agentes locales había reemplazado a Kehoe por la noche para que el agente del FBI pudiese dormir. Kehoe había reiniciado la vigilancia fuera del piso de Wu en Chinatown aquella mañana. No pasó mucho tiempo antes de que Wu saliese del edificio y se subiese a su BMW. Kehoe siguió a Wu hasta GyroTechnics y se quedó en el Lexus, esperando una señal de que Mike Wu hubiese llegado a la ciudad. Cuando el taxi se detuvo junto a la puerta y un hombre asiático se bajó, Kehoe estaba casi seguro de que había localizado al fugitivo.
Kehoe llamó a la oficina local y le contó sus sospechas a Nudelman. Esperó casi dos horas hasta que por fin apareció el BMW de Wu y abandonó las instalaciones. Según pasaba el coche, Kehoe pudo ver bien a los dos hombres que iban en él.
El conductor era Eddie Wu, por supuesto, y Kehoe no tenía ninguna duda de que el pasajero era su hermano Mike.
—Premio —se dijo Kehoe mientras arrancaba el Lexus y seguía al BMW a una distancia segura.