III. Héroes del supercerebro
Ahora que hemos desterrado unos cuantos mitos falsos, el camino hacia el supercerebro parece más despejado. No obstante, un nuevo obstáculo bloquea el camino más adelante: la complejidad. La red neuronal de tu cerebro es el ordenador de tu cuerpo, pero también el de tu vida. Absorbe y registra cada experiencia, por pequeña que sea, y la compara con vivencias pasadas antes de almacenarla. Puedes decir: «¿Otra vez espaguetis? La semana pasada los comimos por lo menos dos veces», porque tu cerebro almacena la información comparando una y otra vez el día de hoy con el de ayer. Al mismo tiempo, desarrollas preferencias y aversiones, te aburres, anhelas variedad, y llegas al final de una fase de tu vida, listo para la siguiente. El cerebro permite que todo esto tenga lugar. Conecta constantemente la nueva información con aquella que aprendiste en el pasado. Remodelas y refinas tu red neuronal a cada segundo, pero también lo hace el mundo que experimentas. El superordenador más grande que existe no podría hacer algo semejante, estas cosas que todos damos por sentadas.
El cerebro no se amilana ante su lista interminable de tareas. Cuanto más le exijas, más podrá hacer. Tu cerebro es capaz de establecer un trillón (un millón de billones) de sinapsis. Cada una de ellas es como un teléfono microscópico capaz de conectar con cualquier otro teléfono en línea tan a menudo como desee. El laureado biólogo Gerald Edelman, galardonado con el premio Nobel, señala que el número posible de circuitos neuronales en el cerebro es de 10 seguido de un millón de ceros. ¡Piensa que el número de partículas en el universo conocido se estima en 10 seguido de setenta y nueve ceros!
Quizá pienses que en este momento estás leyendo esta frase, o mirando por la ventana para ver cómo está el tiempo, pero no es así. Lo que estás haciendo en realidad es superar al universo. Es un hecho, no ciencia ficción. De vez en cuando este hecho se cuela en la vida diaria con resultados asombrosos. Cuando lo hace, la complejidad puede ser un amigo o un enemigo, y a veces ambas cosas. Uno de los clubes más exclusivos del mundo está formado por un puñado de personas que comparten una misteriosa enfermedad descubierta hace poco, en 2006, conocida como hipertimesia o hipermnesia. Estas personas lo recuerdan todo. Tienen una memoria total. Cuando se reúnen, pueden plantear juegos mentales del tipo: «¿Cuál es el mejor 4 de abril que habéis vivido jamás?». Cada uno de ellos repasa rápidamente su agenda mental, pero en lugar de anotaciones, ven los sucesos reales ocurridos todos los 4 de abril de sus vidas. En menos de un minuto, alguno dirá: «El de 1983, sin duda. Tenía un vestido nuevo amarillo, y mi madre y yo bebíamos un refresco de naranja en la playa mientras mi padre leía el periódico. Eso fue por la tarde; a las seis fuimos a una marisquería para comer langosta».
Pueden rememorar cualquier día de sus vidas con una absoluta e infalible precisión. (Thymesia en griego significa «recordar», e hiper significa «exceso»). Hasta la fecha, los investigadores han localizado solo siete u ocho estadounidenses con este trastorno, pero no se trata de una enfermedad. Ninguna de estas personas presenta una lesión cerebral, y en algunos casos su capacidad para recordar todos los detalles de sus vidas comienza de forma repentina, en un día específico en el que la memoria normal da un salto cuántico.
Para ser diagnosticada de hipermnesia, una persona debe superar una prueba de memoria que parece imposible. A una mujer le pusieron la música de cabecera de una serie televisiva de la que solo se emitieron dos episodios en la década de los ochenta, pero como había visto uno de ellos, supo inmediatamente el título de la serie. Otra de las candidatas era una fanática del béisbol. Le pidieron que recordara el resultado de cierto partido entre el Pittsburgh y el Cincinnati jugado años antes. «Esa es una pregunta con trampa», replicó ella. «El avión del equipo se averió y el Pittsburgh no llegó al estadio. El partido se suspendió».
Hemos hablado de la memoria en el capítulo anterior de este libro, y la hipermnesia es el ejemplo de una capacidad que todo el mundo comparte llevada a límites sobrehumanos... pero lo cierto es que es muy humana. Cuando le preguntaron a una de las candidatas si le gustaba tener una memoria perfecta, ella suspiró. «Recuerdo todas las veces que mi madre me decía que estaba demasiado gorda». Aquellos con hipertimesia están de acuerdo en que visitar el pasado puede resultar muy doloroso. Evitan pensar demasiado en las peores experiencias de sus vidas; a nadie le gusta recordar este tipo de experiencias, pero para ellos resultan extremadamente vívidas, tanto como si volvieran a vivirlas. La mayor parte del tiempo, su memoria absoluta es incontrolable. La mera mención de una fecha desencadena un repaso visual en su mente que transcurre en paralelo a las imágenes visuales normales. («Es como tener una pantalla dividida; estoy hablando con alguien y viendo otra cosa», dijo uno de los sujetos).
Tú y yo no tenemos hipermnesia, de modo que... ¿qué relación tiene este trastorno con el objetivo del supercerebro? Aquí entra en juego el problema de la complejidad. La ciencia ha estudiado la memoria absoluta y los centros de memoria cerebrales; en la gente con hipertimesia, muchos de estos centros están aumentados. La causa es desconocida. Los investigadores sospechan que tiene relación con el trastorno obsesivo compulsivo (TOC), ya que las personas con hipermnesia a menudo presentan conductas compulsivas o con distintas formas de déficit de atención, ya que los que la padecen son incapaces de detener el flujo de recuerdos una vez que este empieza. Quizá esta gente nunca llegará a desarrollar la capacidad de olvidar. Lo que es indudable es que hay una cosa cierta sobre el cerebro humano: no puedes mirar a un sitio sin mirar a todas partes.
En busca de héroes
La forma de eludir el problema de la complejidad es darle la vuelta. Si tu cerebro está por delante del universo, entonces su potencial oculto debe de ser mayor de lo que todo el mundo cree. Podemos dejarles ese trillón de conexiones a los neurólogos. Quedémonos con las áreas en las que, dentro de un cerebro sano y normal, el rendimiento máximo es algo asequible. En cada región habrá alguien que nos abra camino. Son los héroes del supercerebro, aunque quizá no los hayas visto de esa forma antes.
Héroe 1: Albert Einstein. Por su adaptabilidad
Nuestro primer héroe es el gran físico Albert Einstein, pero no lo hemos elegido por su intelecto. Einstein, al igual que los demás genios en general, es un parangón de éxito. Estas personas son inteligentes y creativas mucho más allá de lo normal. Si conociéramos su secreto, todos podríamos tener más éxito, sin importar cuál sea nuestro objetivo. La gente más exitosa no solo tiene siete hábitos.[1] La clave de su éxito es su forma de utilizar el cerebro. Si te impides usar el cerebro como lo hacía Einstein, estás limitando tus posibilidades de éxito. No es solo una cuestión de tener «buenos genes». Einstein utilizaba su cerebro de una manera que cualquier persona puede aprender.
La clave es la adaptabilidad.
El supercerebro aprovecha tu capacidad innata para adaptarte. Esta capacidad es necesaria para la supervivencia. De todos los seres vivos, los humanos son los únicos que se han adaptado a todos los ambientes del planeta. Nos hemos enfrentado con climas brutales, con las dietas más extrañas, con las peores enfermedades o con las catástrofes naturales más horribles, y nos hemos adaptado. El Homo sapiens se adapta tan increíblemente bien que es algo que damos por sentado, hasta que aparece alguien que lleva la adaptabilidad a un nuevo nivel. Alguien como Einstein.
Einstein se adaptó enfrentándose a lo desconocido y conquistándolo. Su campo era la física, pero todos nos enfrentamos a lo desconocido a diario. La vida está llena de desafíos inesperados. Para adaptarse a lo desconocido, Einstein desarrolló tres fuerzas y evitó tres obstáculos:
Tres fuerzas: dejarlo pasar, ser flexible, tomarlo con calma.
Tres obstáculos: hábitos, condicionamiento, estancamiento.
Puedes calcular la adaptabilidad de una persona observando su capacidad para dejarlo pasar, ser flexible y tomárselo con calma cuando se enfrenta a dificultades. Del mismo modo, puedes saber que las personas se adaptan mal cuando el predominio de las viejas costumbres y el condicionamiento las mantienen estancadas. Los perniciosos recuerdos de adversidades y traumas pasados les dicen una y otra vez lo limitados que están. Einstein fue capaz de ignorar los viejos hábitos de pensamiento que lo rodeaban. Se lo tomó con calma y dejó que las nuevas soluciones llegaran a él a través del sueño y la intuición. Aprendió todo lo que pudo sobre un problema, y luego se rindió a las posibilidades desconocidas.
No es así como la gente ve a Einstein. Se lo imaginan como un genio con el cabello alborotado, llenando la pizarra de ecuaciones matemáticas. Sin embargo, echemos un vistazo a su carrera desde una perspectiva personal. Tal y como él mismo cuenta, la mayor motivación de Einstein era su asombro y admiración por los misterios de la naturaleza. Se trataba de un estado espiritual y, en su opinión, desentrañar los secretos del universo era como leer la mente de Dios. Puesto que consideraba el cosmos un misterio, Einstein rechazó la costumbre de verlo como una máquina gigantesca cuyas partes móviles podían ser calculadas y medidas. Así era como Isaac Newton veía la física. Einstein tomó las nociones básicas del sistema newtoniano, tales como la gravedad y el espacio, y las reinventó.
Y lo hizo, como el resto del mundo pronto descubriría, a través de la teoría de la relatividad y su famosa ecuación e = mc2. Utilizó matemáticas avanzadas, pero eso no es más que una insignificancia. Einstein les dijo una vez a un grupo de jóvenes alumnos: «No os preocupéis por vuestros problemas con las matemáticas. Os aseguro que los míos son mucho mayores». No se trataba de falsa modestia. Su método creativo se parecía mucho más a la ensoñación que a la reflexión. Primero «vio» cómo funcionaban el tiempo y el espacio, y luego, con muchas dificultades, ideó la demostración matemática.
Cuando te enfrentas a un nuevo problema, puedes resolverlo a la antigua usanza o de una nueva forma. Lo primero es sin duda mucho más fácil de hacer. Piensa en un viejo matrimonio que no para de discutir. Se sienten frustrados y atascados. Ninguno quiere ceder un ápice. El resultado es un ritual en el que cada uno de ellos repite las mismas opiniones tercas, insiste en las mismas quejas irritantes, y muestra la misma incapacidad para aceptar el punto de vista del otro. ¿Cuál sería una nueva forma de sacar a este viejo matrimonio de su miseria?
En lugar de permanecer estancados en los viejos comportamientos, que están integrados en su cerebro, podrían utilizar su cerebro de la siguiente manera:
Cómo saber adaptarse
- Deja de repetir lo que no funcionó en un primer momento.
- Párate a pensar y busca una nueva solución.
- Deja de esforzarte al nivel del problema: la respuesta nunca está ahí.
- Esfuérzate por librarte de tu propio estancamiento. No te preocupes de la otra persona.
- Cuando aparezcan las viejas tensiones, aléjate.
- Tómate la furia justificada como lo que es: una ira destructiva disfrazada para parecer algo positivo.
- Reconstruye los vínculos que se han marchitado.
- Acepta más responsabilidad de la que crees merecer.
- Deja de darle tanta importancia a tener razón. En el gran esquema de las cosas, tener razón no es nada comparado con ser feliz.
Seguir estos pasos no es solo algo psicológico: crea un espacio para que tu cerebro pueda cambiar. La repetición graba a fuego las viejas costumbres en el cerebro. Atesorar una emoción negativa es la forma más segura de bloquear las emociones positivas. Así pues, cada vez que un viejo matrimonio recuerda los antiguos resentimientos, los graba con más fuerza en su cerebro. Lo más irónico es que Einstein, un maestro a la hora de aplicar su asombrosa adaptabilidad a la física, se consideraba a sí mismo un fracaso como padre y como marido. Se divorció de su primera esposa, Mileva, en 1919, después de vivir separados durante cinco años. La hija que nació de ese enlace en 1902 ha desaparecido de las páginas de la historia. Uno de sus dos hijos era esquizofrénico y murió en una institución mental; el otro, que sufrió mucho de niño cuando sus padres se separaron, se mantuvo alejado de su padre durante dos décadas. Estos sucesos causaron mucho dolor a Einstein. Pero, incluso para un genio, las emociones son más básicas y apremiantes que los pensamientos racionales. Los pensamientos se mueven a la velocidad del rayo; las emociones son mucho más lentas y, en ocasiones, casi imperceptibles.
Este es un buen momento para señalar que la separación entre emociones y razonamiento es totalmente artificial. Siempre están mezclados. Los escáneres cerebrales demuestran que el sistema límbico, una parte del cerebro inferior que juega un papel principal en las emociones, se ilumina cuando la gente piensa que está tomando decisiones racionales. Esto es inevitable, ya que los circuitos cerebrales están interconectados. Los estudios han demostrado que cuando la gente se siente bien, está dispuesta a pagar precios irrazonables por las cosas. (¿Pagar trescientos dólares por unas zapatillas de correr? ¿Por qué no? ¡Hoy me siento genial!). Sin embargo, también está dispuesta a pagar más cuando se siente deprimida. (¿Seis dólares por una galleta con trocitos de chocolate? ¿Por qué no? Seguro que me anima). La cuestión es que tomamos decisiones en medio de un trasfondo emocional, incluso cuando razonamos que no es así.
Parte de la adaptabilidad consiste en ser consciente del componente emocional en lugar de negarlo. De lo contrario, corres el riesgo de que tu cerebro empiece a utilizarte. El economista Martin Shubik ideó una subasta poco usual en la que el objeto en venta era un billete de un dólar. Podrías pensar que la apuesta ganadora fue de un dólar, pero no fue así, porque en esa subasta el ganador conseguiría el billete de dólar, pero quien hiciera la segunda apuesta más alta tendría que pagarle esa cantidad al subastador. Es decir, si yo gano apostando dos dólares y tú pierdes apostando uno y medio, tendrás que entregar esa cantidad y no conseguirás nada.
Cuando se llevó a cabo el experimento, las apuestas subieron muy por encima de un dólar. Como suele ocurrir, dos chicos estudiantes fueron los últimos postores. Eran competitivos, y ambos querían machacar al otro; ninguno de ellos deseaba perder. Fueran cuales fuesen sus motivos, los factores irracionales elevaron las pujas cada vez más. (Uno se pregunta por qué las pujas no se dispararon y acabaron solo cuando uno de los postores se quedó sin dinero).
Igual de interesante es el hecho de que cuando los diseñadores de los experimentos intentan eliminar el factor emocional de la toma de decisiones, fracasan. Nadie ha conseguido llevar a cabo un estudio en el que los sujetos hayan tomado decisiones puramente racionales. Pagamos un alto precio por apegarnos con testarudez a nuestras opiniones, respaldadas por emociones estancadas, costumbres, recuerdos y creencias.
Conclusión: si quieres conseguir el éxito en cualquier campo, haz lo que hizo Einstein. Maximiza la capacidad de adaptación de tu cerebro.
Puedes adaptarte mejor cuando...
- Eres capaz de reírte de ti mismo.
- Comprendes que hay mucho más en una situación de lo que tú ves.
- Otras personas dejan de parecerte antagonistas por el único motivo de no estar de acuerdo contigo.
- Las negociaciones empiezan a funcionar y tú participas verdaderamente en ellas.
- Compromiso se convierte en una palabra positiva.
- Puedes tomarte las cosas con calma en un estado de alerta relajada.
- Ves las cosas como nunca antes, y eso te encanta.
Héroe 2: un bebé recién nacido. Por su integración
Nuestro segundo héroe no es famoso ni un genio, ni siquiera alguien con un talento extraordinario. Es un bebé recién nacido. Los bebés son el parangón de salud y bienestar. Todas las células de su cuerpo están llenas de vida. Ven el mundo como un lugar de descubrimientos infinitos. Cada día, sino cada minuto, les parece un mundo nuevo. Lo que posibilita su sólido bienestar no es que nazcan de buen humor. Lo que ocurre es que sus cerebros están en constante movimiento y se reconfiguran a medida que el mundo se expande. Tanto si eres un bebé como si no, puedes considerar que hoy es un nuevo mundo si tu experiencia se expande con respecto a ayer.
Los bebés no se cierran en banda ni se quedan estancados en viejos y anticuados condicionamientos. Todo lo que su cerebro absorbió el día anterior permanece en su lugar, pero hay nuevos horizontes abiertos: andar, hablar, aprender a relacionarse y a sentir. Cuando crecemos, echamos de menos la inocencia de la infancia. Sentimos una pérdida. ¿Qué hemos perdido que los bebés tienen en abundancia?
La clave es la integración.
Los humanos somos los únicos seres vivos que absorben toda posible información y la integran; es decir, nos hacemos una composición completa. En este mismo momento, al igual que un recién nacido, estás cribando miles de millones de datos en bruto para formar un mundo coherente. Hablemos aquí del SISP, un término técnico propuesto por el psiquiatra Daniel Siegel y que está compuesto por las siglas:
S: sensación.
I: imagen.
S: sentimiento.
P: pensamiento.
Nada es real si no entra por alguno de esos canales: tanto si lo percibes como una sensación (como el placer o el dolor), como si lo imaginas visualmente, lo sientes emocionalmente o piensas en ello. El SISP ocurre en todo momento, aunque es un absoluto misterio. Imagina una preciosa puesta de sol en tu mente. Ningún fotón de luz ilumina tu retina, como ocurriría si estuvieras observando un verdadero ocaso. No hay luz que ilumine tu corteza visual, que está inmersa en la misma negrura que el resto del cerebro. No obstante, los microvoltios de electricidad bombean iones de un lado a otro en tus neuronas y generan como por arte de magia una imagen llena de luz y de belleza, así como una cascada de asociaciones con cualquier otra puesta de sol que hayas visto. (Uno de los mayores misterios de la conexión mente-cerebro es cómo consigue este último correlacionar la imagen con tu imaginación a través de medios físicos).
La integración de datos en bruto para formar imágenes de realidad es un proceso que llega hasta el nivel celular, porque cualquier cosa que haga el cerebro se comunica al resto del cuerpo. Cuando te sientes deprimido, tienes una idea brillante o piensas que estás en peligro, todas tus células sienten lo mismo, casi literalmente. Desde un punto de vista técnico, lo que se activa es un ciclo de retroalimentación en el que se integran en un único proceso la mente, el cuerpo y el mundo exterior. Los datos recibidos estimulan el sistema nervioso. Se genera una respuesta. El informe de esa respuesta se envía a todas las células y estas, a su vez, cuentan lo que piensan al respecto.
Los bebés son máquinas perfectas de retroalimentación. No tienes más que mirarlos para descubrir lo que significa integrar tu realidad personal con mucho más éxito. Solo hay que hacer de manera consciente lo que la naturaleza insertó en el cerebro del bebé.
Cómo integrar la retroalimentación
- Permanece abierto a la mayor cantidad de información posible.
- No bloquees el ciclo de retroalimentación con valoraciones, creencias rígidas o prejuicios.
- No censures la información mediante la negación.
- Examina otros puntos de vista como si fueran los tuyos.
- Toma posesión de todo en tu vida. Sé autosuficiente.
- Trabaja los bloqueos psicológicos, como la vergüenza o la culpabilidad. Estas cosas falsean el color de tu realidad.
- Libérate a nivel emocional. Ser flexible emocionalmente es la mejor forma de contrarrestar la rigidez.
- No guardes secretos. Los secretos crean lugares oscuros en la psique.
- Muéstrate dispuesto a redefinirte cada día.
- No te arrepientas del pasado ni temas el futuro. Ambas cosas provocan dudas sobre uno mismo y llevan a la infelicidad.
De una forma o de otra, siempre crearás una realidad en torno a tu punto de vista. Nadie integra el mundo sin sesgos. Sin embargo, los bebés nos enseñan cómo crear una realidad más completa. Desde el nacimiento, la naturaleza nos ha diseñado para acercarnos al mundo como un todo, y cuando diseccionamos las experiencias en pequeños pedacitos, la unidad se rompe. Así pues, en lugar de vivir en la realidad, te engañas con un espejismo de esta.
Piensa en un dictador que se ha acostumbrado a que nadie cuestione su poder. Conserva su posición gracias al terror y a la policía secreta. Soborna a sus enemigos o los hace desaparecer en mitad de la noche. Lo normal es que esos dictadores se sorprendan si alguien se opone a ellos, y hasta el momento en que son depuestos o asesinados por una muchedumbre, creen que tienen justificación. Incluso fantasean con la idea de que la gente que sufre la opresión de un estado policial ama a su opresor. Esto es un espejismo de la realidad llevado al extremo.
La caída de los dictadores nos fascina a otro nivel porque sentimos, en algún lugar profundo de nosotros, que el poder ilimitado podría hacernos lo mismo a nosotros. Una magia siniestra parece velar los ojos de los que se engañan a sí mismos. Sin embargo, cuando se trata del espejismo de la realidad en el que todo el mundo vive, no existe magia siniestra. Tan solo un fallo en la integración. Nacemos con la capacidad de crear un todo cohesionado, pero nos decidimos por la negación, la represión, el olvido, la falta de atención, la memoria selectiva, los prejuicios personales y las viejas costumbres. Esas influencias son difíciles de superar. Para empezar, la rutina está de su parte. Sin embargo, no podrás sentirte equilibrado, seguro, feliz y en armonía hasta que recuperes la capacidad de integración que poseen todos los recién nacidos. Esta es la clave del bienestar, además de la salud física.
Ser una persona completamente integrada significa poseer tres fuerzas que representan la perspectiva del mundo que tienen los bebés, y evitar tres obstáculos que nos atormentan en la edad adulta.
Tres fuerzas: comunicarse, permanecer equilibrado y ver la imagen general.
Tres obstáculos: aislamiento, conflicto, represión.
Cuando te encuentras en un estado integrado, ya sea en cuerpo o mente, te comunicas de manera abierta. Sabes lo que sientes; lo expresas; absorbes las señales de todos los que te rodean. Sin embargo, muchísimos adultos experimentan problemas de comunicación. Se sienten aislados de todo: de sus sentimientos, de otras personas, del trabajo al que acuden cada mañana. Se enredan en conflictos y, como resultado, aprenden a reprimir lo que sienten de verdad y todos sus auténticos deseos. Estos sentimientos no son solo factores psicológicos. Afectan al cerebro y, a su vez, a todas las células corporales.
Conclusión: si quieres regresar al estado natural de salud y bienestar, compórtate como un recién nacido. Integra tus experiencias en un todo en lugar de vivir la separación y el conflicto.
Estás más integrado cuando...
- Creas un lugar seguro en el que puedes ser tú mismo.
- Invitas a otros a ese lugar seguro para que puedan ser ellos mismos.
- Deseas conocerte.
- Reflexionas sobre las áreas de negación, aceptas las verdades duras y afrontas la realidad.
- Evalúas con sinceridad la culpa y la vergüenza, y luego las curas.
- Empiezas a tener objetivos elevados.
- Te sientes inspirado.
- Te ofreces a ayudar a otros.
- La realidad te parece factible.
Héroe 3: Buda. Por su expansión de conciencia
Utilizamos nuestro cerebro primero y principalmente para ser conscientes, pero hay personas que llevan su conciencia mucho más lejos que otras. Nuestros héroes, nuestros modelos de crecimiento interior, son todos los guías espirituales de la humanidad. Un héroe en particular, Buda, y el tipo de gente a la que representa (santos, sabios y visionarios), muestra a la perfección un rasgo único de los seres humanos: la vida con un significado, que impulsa para intentar darle el propósito más elevado posible. El significado o propósito procede del interior. Va mucho más allá de los hechos de la vida. La información en bruto que reciben los cinco sentidos carece de sentido en sí misma. Si te fijas en la vida breve y brutal que llevaban los hombres de las cavernas o los primeros cazadores y recolectores del Paleolítico, nunca llegarías a imaginar que sus cerebros eran capaces de generar pensamientos matemáticos, filosóficos, artísticos y razonamientos elevados. Esta capacidad estaba oculta, y la presencia de un personaje como Buda, que vivió sumido en la pobreza y la dura existencia de la India hace más de dos mil años, indica que descubriríamos muchas cosas más ocultas en nuestro interior si nos molestáramos en explotar nuestro deseo de encontrar un propósito.
La clave es la expansión de conciencia.
Da igual la clase de experiencias que tengas, porque tenerlas indica que eres consciente. Ser humano es ser consciente... el único problema es saber cuánto. Si retiras todos matices místicos y religiosos, te darás cuenta de que el estado elevado de conciencia que ejemplifica Buda forma parte de la herencia de todo el mundo. Un viejo adagio indio compara la conciencia con una lámpara en la puerta, que brilla hacia el interior de la casa y hacia el mundo exterior al mismo tiempo. Esa lámpara te hace ser consciente de las cosas que hay «ahí fuera» y «aquí dentro» simultáneamente. Ser consciente crea una relación entre ambos lugares.
¿Esa relación es buena o mala? Los cielos y los infiernos concebidos por la mente humana son productos del pensamiento. Ideamos nuestra forma de entrar en ellos, y también nuestra forma de salir. «Solo estás a salvo en la medida que lo estén tus pensamientos», dice un sabio aforismo. Pero ¿de dónde proceden los pensamientos, tanto los inseguros y peligrosos como los tranquilizadores y los que inspiran confianza? Se originan en el reino invisible de la conciencia. Para la mente, la conciencia es la matriz de la creación. Para conseguir una vida llena de significado debes descubrir cómo ser más consciente. Solo cuando lo consigas serás el creador de tu propio destino.
Cómo expandir tu conciencia
- Dale mayor importancia a estar despierto, consciente, alerta.
- Resístete a la conformidad. No pienses y actúes como todos los demás.
- Valórate a ti mismo. No esperes a obtener la aprobación de los demás para valorarte. En lugar de desear el reconocimiento ajeno, esfuérzate por ayudar a otros.
- Sírvete del arte, la poesía y la música para exponer tu mente a una visión más elevada. Estudia las escrituras y textos sagrados de todo el mundo.
- Cuestiónate tus propias creencias.
- Esfuérzate por disminuir las exigencias del ego. Ve más allá de los límites del «yo, mí, mío».
- Apunta hacia el propósito más elevado que tu vida pueda alcanzar.
- Ten la certeza de que el desarrollo interior es un proceso interminable.
- Sigue un sendero espiritual, como quiera que lo definas, con sinceridad y esperanza.
La conciencia es una cosa curiosa; todos la tenemos, pero nunca es suficiente. No obstante, el suministro es infinito. Puesto que es un símbolo del desarrollo eterno, Buda es mucho más que el budismo. Los más grandes guías espirituales ejemplifican tres fuerzas y evitan tres obstáculos.
Tres fuerzas: evolucionar, expandirse, estar inspirado.
Tres obstáculos: recesión, limitaciones fijas, conformidad.
Ninguno de estos términos es marcadamente religioso. Hablan de afrontar la existencia de una manera más consciente. Según la leyenda, Buda era un buscador atormentado llamado Siddhartha y su padre, el rey, quería que el niño que había nacido como príncipe creciera para convertirse en un gran soberano. Para eliminar los anhelos espirituales de Siddhartha, su padre lo mantuvo prisionero entre los muros del palacio, lo rodeó de lujos y le negó cualquier tipo de contacto con el sufrimiento de la realidad. Esta es una parábola de lo que hacemos con nuestra propia conciencia. Nos encogemos tras las paredes del ego. Nos negamos a mirar más allá de nuestros límites mentales. Perseguimos los placeres y posesiones que la sociedad de consumo nos ofrece.
Una conciencia elevada no es necesariamente un estado espiritual; es un estado expandido. La espiritualidad llega a su debido momento, dependiendo de lo restringido que estés cuando empiezas. Una vida llena de estrés y pesar provoca sin duda que la conciencia se reduzca; es una reacción destinada a la supervivencia, como la de los antílopes que se agrupan cuando se acerca un león. Debes darte cuenta de que esta reducción puede crear una especie de sensación de seguridad primitiva, pero conlleva falta de espacio, miedo, vigilancia constante e inseguridad. Solo al expandir tu conciencia podrás ser una lámpara en la puerta, ver el mundo exterior sin miedo y a ti mismo sin incertidumbres.
Conclusión: si quieres lograr un crecimiento interior, intenta parecerte más a Buda en tu enfoque de la conciencia. Expande tu conciencia y mira más allá de los muros de la mente.
Te vuelves más consciente cuando...
- Puedes decir tu propia verdad.
- Ya no ves el bien y el mal como extremos opuestos. Existen zonas grises, y las aceptas.
- Perdonas más fácilmente porque entiendes qué les ocurre a las demás personas.
- Te sientes más seguro en el mundo. Te das cuenta de que el mundo es como tú.
- Te sientes menos aislado y solo, lo que demuestra que basas tu felicidad en ti mismo y no en los demás.
- El miedo ya no es tan convincente como solía serlo.
- Ves la realidad como un campo lleno de posibilidades, y estás impaciente por explorarla.
- Escapas de las garras del «nosotros contra ellos», ya sea en religión, política o estatus social.
- No te sientes amenazado por lo desconocido y, por tanto, no lo temes. El futuro nace en lo desconocido y en ningún otro sitio.
- Ves la sabiduría con incertidumbre. Esta actitud permite que la vida fluya de manera natural, sin la necesidad de que las cosas sean blancas o negras.
- Consideras el hecho de estar aquí como una recompensa en sí mismo.
Los héroes del supercerebro no son superhéroes. Son modelos de cambio realistas. Nosotros creemos que el desarrollo constante del supercerebro creará un cerebro más sano y mucho más funcional. Permitirás que tus emociones y pensamientos sirvan a su debido propósito para crear la realidad en la que anhelas vivir. Ya no te identificarás con los patrones cíclicos repetitivos del cerebro ni con los comportamientos limitados que estos generan. Serás libre para experimentar una conciencia más elevada y la poderosa sensación de la persona en quien te puedes convertir.
Soluciones supercerebrales. Depresión
En este capítulo hemos dado un paso más para mostrarte cómo debes utilizar tu cerebro y no dejar que este te utilice a ti. Si aplicamos este principio a la depresión, que afecta a millones de personas (es la principal causa de discapacidad entre los estadounidenses de entre quince y cuarenta y cinco años), obtendremos grandes beneficios. Los depresivos son el ejemplo más doloroso de la gente que se deja utilizar por su cerebro. Tal y como lo describía un antiguo paciente: «Me sentía como si hubiera caído y estuviera a punto de estrellarme contra el suelo, solo que en lugar de durar un instante, el pánico duraba días y días, y ni siquiera sabía de qué tenía miedo». Los pacientes con depresión se sienten víctimas de un cerebro descontrolado.
Si bien la depresión se ha clasificado como un trastorno del estado de ánimo, puesto que procede de la incapacidad del cerebro para reaccionar con propiedad al estrés interno o externo, lo cierto es que afecta a todo el cuerpo. Altera los ritmos corporales y causa irregularidades del sueño. Provoca pérdida de interés por el sexo y reduce el apetito. Las personas deprimidas contemplan las comidas y las relaciones sexuales con hastiada indiferencia. En sociedad, se sienten desconectados. No son capaces de entender con claridad lo que les dice otra gente y no pueden expresarles a los demás cómo se sienten. Para ellos, estar con otros es una situación confusa e inquietante.
El cerebro está involucrado en todos estos síntomas orgánicos. Los escáneres cerebrales de la gente deprimida muestran un patrón único en el que algunas áreas del cerebro están hiperactivas mientras que otras apenas muestran actividad. Típicamente, la depresión afecta a la corteza del cíngulo anterior (relacionada con las emociones negativas, pero también con la empatía), a la amígdala (responsable de las emociones y de la respuesta a situaciones novedosas. Por lo general, los deprimidos no reaccionan bien a las cosas nuevas), y al hipotálamo (implicado en los impulsos como el sexo y el apetito). Estas áreas interconectadas forman una especie de circuito depresivo: la red que queremos estimular de manera positiva para volver a la normalidad.
La depresión está causada por un desencadenante, pero el desencadenante es a veces tan insignificante que pasa desapercibido. Una vez que se activa la primera vez, el cerebro cambia, y luego se necesitan desencadenantes cada vez más pequeños para originar una depresión, hasta que al final no se necesita ninguno. Cuando esto ocurre, la persona se convierte en una prisionera de las emociones descontroladas que pueden derivar en trastornos del ánimo.
¿Estás deprimido? Todos solemos utilizar ese adjetivo de manera casual, pero estar triste o decaído no es lo mismo que estar deprimido. Para ser diagnosticado de depresión, ya sea aguda (corta duración) o crónica (larga duración), tus estados de ánimo deben dejar de mostrar las oscilaciones normales. No puedes quitarte de encima la sensación de tristeza, de indefensión, ni sentir interés por las cosas que te rodean. Todas las actividades diarias parecen abrumadoras. Freud relacionó la depresión con la angustia, y la verdad es que son similares. En muchos casos, al igual que la angustia desaparece después de un tiempo, también lo hace la depresión. Pero si perdura, la persona afronta cada día sin esperanza de alivio. Ve su vida como un fracaso total y puede que no encuentre razón para seguir viviendo. (Alrededor de un 80 por ciento de los suicidios están causados por un brote agudo de depresión).
Una persona con depresión crónica a menudo no sabe decir cuándo empezaron los síntomas ni por qué. Quizá sienta que la clave es la genética depresiva presente en su familia, o tal vez haya olvidado cuándo notó por primera vez que estaba siempre triste o que se sentía desesperanzado sin motivo aparente. La depresión, junto con el autismo, se considera uno de los trastornos psicológicos con más carga genética; hasta un 80 por ciento de los que la padecen tienen a alguien en su familia que está o ha estado deprimido. Sin embargo, en la mayoría de los casos los genes solo incrementan la probabilidad de padecer ciertos trastornos de ánimo, no aseguran su aparición. Para generar una enfermedad psiquiátrica, los genes y el entorno deben trabajar juntos.
Muchos deprimidos te dirán que su problema no es la sensación de depresión en sí, sino el abrumador cansancio que experimentan; como dijo alguien una vez, lo contrario de estar deprimido no es estar feliz, es ser vital. El cansancio, a su vez, lleva a una mayor depresión. Una vez que decidas consciente y firmemente que tú no eres tu cerebro, podrás ser uno con tus emociones y tus reacciones al mundo exterior. Al comportarte como el líder de tu cerebro, podrás reprogramar de manera activa tu propia neuroquímica, e incluso la actividad genética, que dejará de estar ligada a los trastornos del estado de ánimo.
La clave es poner en movimiento las partes de tu cerebro que se han quedado estancadas o desequilibradas. Una vez que eso ocurra, con el tiempo podrás salir adelante y recuperar el equilibrio cerebral normal. Ese es el objetivo que nos gustaría ayudarte a alcanzar, y es también el enfoque más holístico.
Tres pasos en la depresión
Cuando el cerebro repite algo muchas veces, las respuestas parecen naturales. En ocasiones, la gente deprimida se ha adaptado tan bien que sus amigos, médicos o terapeutas se sorprenden cuando les dicen que están deprimidos. Hay distintas teorías sobre la influencia genética y los desequilibrios químicos del cerebro de los pacientes con depresión, bastante generalizadas, pero dichas explicaciones han caído bajo la sombra de la duda. (Las investigaciones más básicas han revelado que los pacientes deprimidos no se diferencian genéticamente de otros, y que no está claro que los antidepresivos corrijan el desequilibrio químico. Sin embargo, cuando un paciente deprimido recibe la psicoterapia adecuada y habla de sus sentimientos, su cerebro cambia de una manera similar a como lo hace con los fármacos. Así pues, existe un nuevo misterio: ¿Cómo es posible que hablar y tomar una pastilla produzcan el mismo resultado psicológico? Nadie lo sabe). Si conocieras a una persona con malos modales en la mesa, ¿qué pensarías? Seguramente que ese comportamiento empezó en la infancia y se convirtió en un hábito. Si la costumbre persiste, se debe a que la persona no encontró una buena razón para cambiarla. ¿Y si la depresión siguiera el mismo patrón? Podríamos trazar los pasos del desarrollo de la depresión y luego deshacerlos.
Por lo tanto, vamos a considerar la depresión como un comportamiento estereotipado. Los comportamientos estereotipados tienen tres componentes:
- Una causa temprana exterior, que a menudo se ha olvidado.
- Una respuesta a esa causa, que por alguna razón es perjudicial o no se ha examinado.
- Un hábito duradero que se convierte en automático.
Debemos quitarnos de la cabeza la idea de que todos los tipos de depresión son una enfermedad, en especial los casos leves y moderados, que son los más frecuentes. (La depresión crónica es muy grave, y debería tratarse como cualquier otro trastorno mental importante). Si te deprimes después de un mal divorcio, no estás enfermo. Si lloras la pérdida de alguien o te sientes decaído después de perder el trabajo, no estás enfermo. Cuando una mujer llora la muerte de su amado esposo, podríamos decir: «El sufrimiento la ha vuelto loca», pero el sufrimiento es una respuesta natural, y la depresión que genera también lo es. Así pues, la depresión es una respuesta natural que puede empeorar horriblemente.
Cuando la depresión empeora, la culpa es de sus tres componentes:
1. Causas externas. Los sucesos externos pueden deprimir a cualquiera. Durante la grave recesión económica de 2008, el 60 por ciento de la población que perdió su trabajo afirma que se sintió ansiosa o deprimida. El número es mucho mayor entre los trabajadores que han permanecido en paro durante más de un año. Si te sometes a suficiente estrés durante un largo período de tiempo, la depresión es mucho más probable. El estrés de larga duración puede estar causado por un trabajo aburrido, una relación amarga, períodos prolongados de soledad o aislamiento, y por enfermedades crónicas. En cierto sentido, una persona deprimida no hace más que reaccionar a circunstancias adversas, pasadas o presentes.
2. La respuesta. Una causa externa no puede deprimirte a menos que tú respondas de cierta manera. La gente deprimida aprendió hace mucho tiempo a reaccionar de una manera determinada cuando algo salía mal en su vida. Son respuestas típicas:
«Todo es culpa mía».
«No soy lo bastante bueno».
«Nada saldrá bien».
«Sabía que las cosas empeorarían».
«No puedo hacer nada al respecto».
«Solo era cuestión de tiempo».
Los niños que muestran estas reacciones las consideran lógicas. Están dando parte a su cerebro de un punto de vista sobre la realidad. El cerebro forma la imagen de la realidad tal y como ha sido entrenado para hacerlo. Los niños pequeños tienen muy poco control sobre sus vidas; son débiles y vulnerables. Un padre poco cariñoso puede generar cualquiera de estas respuestas, y también un horrible suceso familiar, como por ejemplo una muerte. Sin embargo, cuando los adultos tienen estas respuestas, significa que el pasado ha empezado a minar el presente.
3. El hábito de estar deprimido. Una vez que tienes una respuesta depresiva, esta reforzará la próxima cuando afrontes una nueva situación de estrés del mundo exterior. ¿Tu primera pareja te dejó? En ese caso es normal tener miedo de que la segunda también lo haga. Algunas personas logran controlar este miedo, pero para otras es algo imponente. En lugar de arriesgarse a buscar un nuevo novio que sea más cariñoso y leal, interiorizan la sensación de culpabilidad y de miedo. Siguen teniendo reacciones depresivas, generadas en el interior, y después de un tiempo esas respuestas se convierten en un hábito.
Deshacer el pasado
Una vez que la depresión se convierte en un hábito, algo que seguramente ocurre años antes de que la persona se dé cuenta de que se siente triste y desesperanzada, ya no se necesita un desencadenante externo. A las personas deprimidas les deprime estar deprimidas. Hay una capa gris que lo cubre todo; el optimismo es imposible. Este estado derrotado nos dice que el cerebro ha trazado caminos invariables y que quizá, o muy probablemente, la información genética y los neurotransmisores estén implicados. Entra en juego el sistema de soporte integral que esa persona utiliza para crear su realidad personal.
Internalizar la respuesta depresiva es como guardar brasas que estallarán en llamas con el menor soplo de aire. Un incidente menor, como un pinchazo de un neumático o un cheque sin fondos, deja a la persona sin espacio para decidir «¿esto va a molestarme o no?». La respuesta deprimida ya está configurada. A las personas con depresión pueden entristecerles incluso las buenas noticias; siempre esperan que ocurra otra calamidad, porque están atrapadas en el hábito de la depresión. El desequilibrio cerebral está relacionado con la actividad mental. Los escáneres cerebrales de la gente deprimida parecen apoyar esta conexión. Las imágenes demuestran que las mismas áreas que se iluminan gracias al efecto beneficioso de los antidepresivos también se iluminan si la persona recibe terapia y logra hablar de su depresión. Hablar es una forma de conducta.
Y si la conducta puede sacarte de la depresión, es razonable suponer que también puede llevarte a ella. (Por el momento dejaremos a un lado el tipo de depresión que tiene causas físicas —u orgánicas, como dicen los médicos—, tales como enfermedades y demencias seniles, así como dietas pobres y toxinas medioambientales. En estos casos, cuando la causa física se corrige, la depresión suele desaparecer de inmediato). Puesto que esta explicación parece plausible, las preguntas clave son cómo evitar la respuesta depresiva y cómo revertir la depresión una vez que aparece. Podemos abordar el tema de la prevención y la mejora utilizando las tres mismas categorías de las que hemos hablado.
Sucesos externos
La gente dice: «¿Has visto las noticias de la noche? Me deprime muchísimo la situación mundial». O: «Me deprimí un montón con lo ocurrido el 11 de septiembre». Los sucesos externos pueden deprimirnos, pero en realidad son el ingrediente menos peligroso a la hora de causar depresión. Perder el trabajo puede ser un factor deprimente si eres proclive a la respuesta depresiva, pero si no, puede animarte a intentar mejorar. Las cosas malas son inevitables, pero hay algunos factores que las hacen peores:
- El estrés es repetido.
- El estrés es impredecible.
- No tienes control sobre el estrés.
Piensa en una mujer cuyo marido es un maltratador con accesos de ira. La ha golpeado en numerosas ocasiones; ella no es capaz de predecir cuándo le dará uno de sus estallidos de furia; no encuentra la fuerza de voluntad necesaria para abandonarlo. Una mujer así será una buena candidata para la depresión, ya que los tres elementos del estrés intenso están presentes. Los abusos que recibe son repetidos, impredecibles y escapan a su control.
Todo su sistema mente-cuerpo empezará a desmoronarse si continúa en esa situación. Esto mismo ocurre cuando a los ratones les dan descargas eléctricas suaves. Cuando los investigadores espacian las descargas a intervalos aleatorios y se las administran una y otra vez sin dejar que los ratones tengan forma de escapar, el hecho de que las descargas sean inofensivas carece de importancia. Los ratones no tardarán en rendirse, en volverse letárgicos e indefensos, y al final morirán. En otras palabras: la depresión que les han inducido es tan extrema que ha aniquilado su voluntad de vivir.
¿Qué significa esto para ti, la persona que desea evitar la depresión? En primer lugar, debes dejar de exponerte al estrés recurrente. Este puede aparecer en la forma de un mal jefe, un marido maltratador o cualquier otro tipo de estrés que se vea reforzado cada día. En segundo lugar, debes evitar la imprevisibilidad de los agentes estresantes. Sí, la vida es incertidumbre, pero existe un límite aceptable para dicha incertidumbre. Un jefe con ataques de ira impredecibles no es aceptable. Para mucha gente, un trabajo de ventas, donde cualquier cliente puede insultarte o cerrarte la puerta en las narices, causa una incertidumbre intolerable. Una pareja que quizá te engañe o quizá no es impredecible en el mal sentido.
De la misma manera, deberías incrementar las rutinas predecibles que ayudan a prevenir el estrés. Todo el mundo necesita una buena noche de sueño, ejercicio regular, una relación estable y un trabajo con el que pueda contar. Los hábitos regulares no solo son buenos para ti en un sentido general, también te ayudan a evitar la depresión entrenando a tu cerebro en una dirección positiva.
Como parte de la sensación de vulnerabilidad y desesperanza, la gente deprimida tiende a mostrarse pasiva en situaciones estresantes. Son incapaces de encontrar una manera fructífera de solucionar esas situaciones, así que se niegan a tomar decisiones que podrían funcionar; en lugar de eso, prefieren no decidir nada, y eso pocas veces sirve de algo. Toleran la situación desagradable durante demasiado tiempo. Cuando la depresión no está presente, por lo general eres capaz de saber lo que hay que solucionar, lo que hay que tolerar o cuándo debes alejarte del problema. Esas son las elecciones básicas que debes tomar en tu vida.
Si sabes que eres propenso a la depresión, es importante que te enfrentes a los problemas con más rapidez y diligencia de lo que harías en caso contrario, porque cuanto más esperes, más oportunidades habrá de que aparezca la respuesta depresiva. Hablamos de situaciones ordinarias como podrían ser los conflictos potenciales en el trabajo, un adolescente en casa que siempre se salta el toque de queda, o un compañero de piso que no hace su parte de las tareas domésticas. La depresión te vuelve extremadamente sensible a los pequeños desencadenantes que generan una sensación de resignación impotente. Sin embargo, si actúas pronto, antes de alcanzar ese estado, podrás manejar el estrés diario y tendrás energía para llevar a cabo tu decisión de hacerlo. Aprende a tomar esas decisiones enseguida, e ignora a la vocecilla que te advierte que no armes jaleo. No estás armando jaleo; estás quitándote de en medio la respuesta depresiva.
La respuesta depresiva: las causas insignificantes de depresión son más difíciles de eliminar que el estrés externo
Si no quieres tener sobrepeso, es mucho más fácil evitar engordar que perder kilos una vez que los ganas. Lo mismo puede decirse de la depresión. Es mucho más fácil aprender la reacción correcta ante el estrés que librarse de una mala respuesta. La reacción correcta implica flexibilidad emocional, que te permite alejarte del estrés en vez de sumergirte en él. Para librarte de una respuesta inadecuada tienes que volver a entrenar a tu cerebro. Pero, aun así, algunas personas con sobrepeso consiguen perder los kilos que le sobran, y un cerebro que ha sido entrenado para responder de manera depresiva puede recuperarse.
Todos tenemos reacciones contraproducentes, y a ninguno nos gusta lo que nos hacen. Requiere tiempo y esfuerzo sustituirlas por mejores alternativas. En el caso de la depresión, es bien sabido que cambiar las creencias autodebilitantes de una persona deprimida puede llevar a la recuperación. Las creencias son como los programas de software que repiten las mismas órdenes una y otra vez, solo que las creencias son más perniciosas, ya que ahondan más con cada repetición.
He aquí algunos ejemplos de la programación arraigada que entra en juego de manera automática cuando te sientes deprimido, seguidos de algunas creencias alternativas que contrarrestan la respuesta depresiva:
Cambiar las creencias tóxicas
- «Todo es culpa mía». En lugar de eso, puedes pensar: «No es culpa mía»; «No es culpa de nadie»; «No se sabe de quién es la culpa»; «Puede que nadie tenga la culpa»; o «Es posible que descubrir al culpable no sirva de nada. Deberíamos concentrarnos en la solución.
- «No soy lo bastante bueno». En lugar de eso, podrías pensar: «Soy lo bastante bueno»; «No necesito compararme con los demás»; «No se trata de ser bueno o malo»; «Bastante bueno es un término relativo»; «Mañana estaré mejor»; o «Estoy aprendiendo».
- «Nada saldrá bien». En lugar de eso, podrías pensar: «Ya se me ocurrirá algo»; «Las cosas al final siempre se solucionan»; «Puedo pedir ayuda»; «Si una cosa no funciona, ya encontraré otra que lo haga»; o «Ser pesimista no me ayuda a encontrar una solución».
- «Sabía que las cosas empeorarían». En lugar de eso, podrías pensar: «No, no lo sabía»; «Me estoy anticipando»; «Solo me siento un poco nervioso, ya se me pasará»; o «Mirar atrás solo sirve de algo si me lleva a un futuro mejor».
- «No puedo hacer nada al respecto». En lugar de eso, podrías pensar: «Sí que puedo hacer algo al respecto»; «Puedo encontrar a alguien que lo solucione»; «Siempre tengo la opción de marcharme»; «Necesito estudiar mejor la situación»; o «Ser derrotista no me ayuda a mejorar las cosas».
- «Solo era cuestión de tiempo». En lugar de eso, podrías pensar: «No soy un fatalista»; «Esto era impredecible»; «Esto también pasará»; «Nunca llueve para siempre»; o «Ser fatalista me quita la libertad de elegir».
No estamos diciendo que todas las creencias alternativas funcionen siempre. Tienes que ser flexible. La depresión juega sucio y lo pinta todo del mismo color. Te sientes incapaz de reparar la transmisión de tu coche (¿y quién no se sentiría igual?), pero también de salir de la cama y enfrentarte a un nuevo día (una señal de depresión). Si te vuelves flexible, derrotarás a la respuesta depresiva en su propio juego.
¿Cómo hacerlo? Si tu respuesta automática está relacionada con la tristeza, la impotencia y la desesperanza, niégate a aceptarla. Concédete un momento, respira hondo y consulta nuestra lista de respuestas alternativas. Encuentra una que funcione. Esto requiere tiempo y esfuerzo, pero merece la pena. Aprender una nueva respuesta genera una nueva red neuronal en el cerebro. También abre puertas. ¿Qué tipo de puertas? Cuando estás deprimido, tiendes a mostrarte aislado, solo, apático, inactivo, pasivo y cerrado al cambio. Las nuevas puertas tienen justo el efecto contrario. Al introducir una nueva respuesta, resistes la tentación de caer en las viejas y trilladas creencias. En lugar de aislarte, te das cuenta de que la gente es buena para ti. En lugar de mostrarte pasivo, ves que ponerte al cargo también te viene bien.
Otra estrategia es romper la respuesta depresiva, que a veces resulta demasiado abrumadora, en piezas más manejables. La mejor táctica es ir paso a paso, eligiendo la pieza que te sientes capaz de manejar. La rutina es la mejor amiga de la depresión. Siempre tendrás que superar un obstáculo antes de hacer algo positivo, así que no conviertas ese obstáculo en la cima del Himalaya.
Vencer aunque sea pequeños obstáculos anima a tu cerebro a abandonar los viejos patrones en favor de otros nuevos. En realidad, expandes tu conciencia cuando permites el paso de los impulsos que proceden directamente de la fuente, o lo que es lo mismo, de tu verdadero yo. Tras la máscara de la depresión, que no es más que un comportamiento ligado a una respuesta estereotipada, está tu verdadero yo, el núcleo de personalidad que puede dirigir el proceso de curación. Para decirlo de una forma sencilla: solo tú tienes el poder de crear la curación. La depresión te hace creer que te han arrebatado todo tu poder, pero lo cierto es que una vez que encuentras una salida, puedes reclamar, paso a paso, a tu verdadero yo.
El hábito de la depresión: si alguna vez has vivido con un alcohólico o con cualquier otro tipo de adicto, sabrás que se comportan de una manera pendular bastante predecible
Cuando están sobrios o libres del efecto de las drogas, se arrepienten sinceramente y no quieren volver nunca a su adicción. Sin embargo, cuando el adicto se enfrenta a la tentación de beber, de inyectarse una dosis, de comer demasiado o de ponerse furioso (según sea la adicción que padezcan), sus buenas intenciones salen volando por la ventana. La fuerza de voluntad desaparece, el hábito toma el control y solo importa conseguir una dosis.
La depresión también tiene una faceta adictiva en la que la tristeza y la desesperación toman el mando. «No puedo ser de otra manera» es la frase más común entre los adictos y los deprimidos habituales. En muchos casos el «yo bueno» y el «yo malo» están en guerra entre sí. Para los alcohólicos, el «yo malo» bebe, mientras que el «yo bueno» permanece sobrio. Para las personas deprimidas, el «yo malo» está triste y desesperado, mientras que el «yo bueno» es feliz y optimista. Pero lo cierto es que la depresión proyecta su sombra sobre todas las cosas. Los mejores momentos no son sino el preludio de una recaída. El «yo malo» siempre ganará al final; el «yo bueno» no es más que su peón.
La guerra no se puede ganar, todas las victorias son temporales y el péndulo sigue balanceándose de un lado a otro. Cuando una guerra no se puede ganar, ¿para qué luchar? El secreto para vencer cualquier hábito establecido es dejar de luchar contra uno mismo, encontrar un lugar interior que no esté en guerra. En términos espirituales, ese lugar sería el verdadero yo. La meditación abre una vía para alcanzarlo; todas las tradiciones de sabiduría del mundo afirman que la paz, la calma, el silencio, la plenitud de la alegría y el respeto a la vida son cosas que no se le pueden negar a nadie. Cuando la gente me mira con el ceño fruncido y me dice que no cree en la meditación, mi respuesta es que entonces no creen en el cerebro, porque cuatro décadas de investigación cerebral han demostrado que el cerebro cambia con la meditación, y ahora hay nuevas pruebas que sugieren que también puede mejorar la información genética. Es decir: los genes correctos se activan y los incorrectos se desactivan.
Para vencer la respuesta depresiva, no basta con volverse hacia el interior. Tienes que activar tu auténtico yo y traerlo de vuelta al mundo. Hasta que no pruebes la utilidad de las nuevas respuestas y creencias, las viejas seguirán arraigadas en tu conciencia. Estás acostumbrado a ellas, y saben cuál es la forma más rápida de regresar. Por lo tanto, romper el hábito de la depresión implica una combinación de trabajo interno y trabajo externo, como se explica a continuación:
Trabajando ambos lados
Trabajo interno: cómo cambiar lo que piensas y sientes
- Medita.
- Examina tus creencias negativas.
- Rechaza las reacciones contraproducentes ante los desafíos de la vida.
- Aprende nuevas reacciones que enriquezcan tu existencia.
- Adopta una visión más elevada de tu vida y vive en función de dicha visión.
- Reconoce las autocríticas y recházalas.
- Deja de creer que el miedo está bien solo porque es poderoso.
- No confundas los estados de ánimo con la realidad.
Trabajo externo: cómo cambiar tu comportamiento
- Reduce las condiciones de estrés.
- Encuentra un trabajo gratificante.
- No te relaciones con gente que aumente tu depresión.
- Encuentra a gente que esté cerca de ser como tú quieres ser.
- Aprende a entregarte. Sé un espíritu generoso.
- Adopta buenos hábitos de sueño y realiza ejercicio ligero al menos una vez al día.
- Concéntrate en las relaciones, y no en las distracciones y el consumismo interminable.
- Aprende a reeducarte encontrando a personas maduras y emocionalmente saludables que sepan amar, acoger y no hacer juicios.
Todos los médicos y terapeutas han conocido a personas deprimidas que buscan ayuda desesperadamente, pero ¿cuántas estaban en camino de recuperarse? La mayoría deposita su fe en las pastillas o se sumerge en un estado de exhausta resignación. En algunos casos, los fármacos pueden aliviar los síntomas, pero las depresiones leves o moderadas no requieren el tratamiento de una enfermedad, que a menudo no les hace ningún bien. Los descubrimientos actuales afirman lo siguiente: en los casos de depresión leve o moderada, los antidepresivos apenas superan la respuesta del placebo (que produce una mejora en más o menos el 30 por ciento de los pacientes). Solo son más efectivos cuando la gravedad de la depresión aumenta.
Los tres elementos en los que nos hemos concentrado (causas externas, la respuesta depresiva y el hábito de la depresión) ofrecen un nuevo enfoque. Te dan el poder de resolver los trastornos subyacentes a tu depresión. No estamos diciendo que se haya descubierto la causa de la depresión, porque al final tu estado depresivo está relacionado con todo lo demás presente en tu vida, incluyendo todo aquello que ocurre en tu cuerpo.
Por lo tanto, debes remodelar tu vida a muchos niveles, y solo puedes hacerlo de manera consciente. Algunas veces no hace falta mucho para salir de la depresión, si escapar de un mal trabajo o de un matrimonio nocivo puede considerarse sencillo. Al menos, es directo. En otras ocasiones, la depresión es como una niebla que no se localiza en ningún lugar específico. Pero las nieblas se levantan. Lo mejor es que tu verdadero yo no está deprimido ni lo ha estado nunca. Al salirte del camino para encontrar tu verdadero yo, conseguirás algo más que curarte la depresión. Saldrás a la luz y verás la vida de otra manera.
[1] Hace referencia al libro Los siete hábitos de la gente altamente efectiva, de Stephen R. Covey (N. de la T.).