BIOLOGÍA

Lunes

Dani estaba en el autobús inquieto. Camino del instituto, no hacía más que resoplar, sin saber si era por la cantidad de gente que se acumulaba en el trasporte público o por cómo transcurriría la mañana. Probablemente fuera lo último.

«El fin de semana ha sido… ¡Ufff! ¿Cómo definirlo?”: ¿interesante? No, demasiado flojo; ¿apoteósico? Tampoco tanto; ¿exquisito, sabroso, sensual? Sí, sin duda alguna, estas son las palabras. Y ahora, ¿qué? Vuelvo a la vida real, a la vida del instituto, a la vida donde Ray es el “chulo gilipollas engreído”. ¿Me mirará a la cara? ¿Me escupirá? ¿Dejará pasar como si nada todo el torrente de nuevas sensaciones, caricias, orgasmos y sentimientos que hemos compartido en estos dos días?».

Sin darse cuenta, Dani ya se encontraba frente a las puertas del instituto, esperando ansioso a que llegara la hora del recreo. Y llegó. Se sentó como siempre con Raquel, Sonia, Alberto y Pedro. Estos dos últimos estaban bastante pegados el uno al otro en opinión de Dani. El murmullo de voces de la cafetería descendió y Dani supo cuál fue el motivo. Levantando a cámara lenta sus ojos, vio a Ray. Éste movía su cabeza por la sala como si buscara algo y, cuando su vista se posó en Dani, dejó de buscar. Se miraron por varios segundos, sin expresión alguna en sus caras. Ray se giró y fue a sentarse en su mesa habitual.

«Bueno, por lo menos no me ha escupido».

Los minutos del recreo pasaban y Dani no terminaba de atreverse a mirar hacia aquella mesa. Su corazón martilleaba fuerte en su pecho y escuchaba de fondo a todos contar cómo se lo habían pasado en las fiestas. Pero sin poder evitarlo, sus ojos se posaron en él.

Ray le miraba de una manera intensa y profunda. Lentamente, comenzó a dibujarse una sonrisa en su boca que se reflejó también en sus ojos. Dani vio que levantó un dedo hacia el hueco que dejaban sus hoyuelos y hurgó en uno de ellos, alzando sus cejas en un gesto erótico inequívoco. Lo único que alcanzó Dani a hacer fue morderse los labios mientras sonreía tontamente. El día anterior le había dicho que le gustaban sus hoyuelos. El muy cabrón sabía cómo ponerlo caliente.

La campana del final del recreo sonó y todos fueron a sus clases. Terminó la mañana y Dani se dirigió a su casa. Por lo menos volvía con un buen sabor de boca: su machote no había pasado de él como de la mierda.

 

Martes

Al día siguiente, a Dani le extrañó que Pedro no viniera. Echaba de menos al niño pegado a él, rodeado de aquella inocencia tan fresca y natural.

—¿Por qué no habrá venido Pedro? —le preguntó a Sonia y a Raquel cuando se sentaron en la mesa.

Las dos se miraron sabiendo algo de lo que él no era partícipe, y se encogieron de hombros en respuesta. Dani no quiso insistir, se lo preguntaría al chico al día siguiente.

Se acercó a la esquina de la pared de la barra de la cafetería, que estaba bastante abarrotada de estudiantes, para pedir su café y el de las dos chicas. Mientras esperaba, notó el calor de un cuerpo muy pegado al suyo. Se iba a girar para decirle a quien quiera que fuese que si sabía lo que era el espacio personal, cuando sintió una mano posarse en su cadera y un aliento envolver su oído. Y entonces aquella voz, que reconocería hasta debajo del agua, le susurró:

—No te muevas.

Dani cerró sus ojos respirando fuerte por la nariz. Sin esperar una respuesta por parte de Dani, Ray metió la mano por dentro de su camiseta y empezó a acariciar la parte del vientre que asomaba justo encima de sus pantalones. Dani se iba a desmayar de la impresión allí mismo. La concurrencia de la barra los tapaba de cualquier mirada inoportuna, y al estar en una esquina con Ray apoyado en la pared, parecía que éste estaba pidiendo su desayuno.

Dani empezó a respirar más fuerte cuando tres dedos hicieron presión en sus pantalones intentando abrirse paso hacia el interior de los mismos.

—Los cafés, joven —dijo el camarero, haciendo que Dani abriera de golpe sus ojos.

Para sorpresa de éste, Ray no apartó la mano de su bajo vientre. Intentando recuperarse de las sensaciones que su cuerpo sentía, cogió como pudo los tres cafés y se giró para mirar fijamente a Ray. Aquella mano seguía en su lugar, y mordiéndose el labio inferior, Ray avanzó más hacia abajo hasta rozar con sus dedos la punta, bastante predispuesta, de la polla de Dani. «¡Joder! ¿Está ocurriendo esto realmente?».

—¡¿Viene esos cafés, o qué?! —gritó Raquel, consiguiendo que Dani diera un respingo y que, suavemente, Ray retirara la mano de sus pantalones.

* * *

 

Dani había vivido el momento más erótico de toda su vida aquella mañana. Mientras echaba un partido con sus colegas, no paraba de pensar en la mano rozando su eje. Aunque había sido un ligero toque, era la primera vez que Ray lo tocaba. «¡Mmm…! ¿Cómo será tener esa mano alrededor de mi polla? Masturbándome, tocándome los huevos, sacando la lengua y chupando mi…».

—¡Dani! —gritó Jorge, tirándole el balón al pecho— ¿Qué te pasa, tío? Estás en la inopia.

—Yo sé lo que le ocurre —dijo Edu, riendo tontamente—. Está que se le cae el culo con el primito de María.

—¿Qué? Te dio bien por culo el chaval, ¿eh? —preguntó socarronamente Jorge.

«Bien por culo es quedarse corto, Jorge».

—Mira la cara de gilipollas que tiene. —Rafa rió mientras encestaba una canasta—. ¿Y cuándo vas a volver a verlo?

«Mmm…, lo veo todos los días porque es el “mafioso” del instituto del que os hablé, pero claro, eso no lo sabéis —rumió Dani en su interior—. Ahora que lo pienso, ¿podríamos quedar por las tardes? A lo mejor es que tiene que estar con Tana. ¡Joder, mierda! ¡¿Pero qué digo?! No es como si fuera mí…, mí… ¡Mi nada! ¡No es nada!».

—Venga, volvamos a casa que se hace tarde —dijo a todos cuando empezaron a recoger sus cosas para dejar la pista de baloncesto.

 

Miércoles

El miércoles, Pedro vino al instituto. Dani lo veía un tanto taciturno, con la mirada perdida y sin prestar atención a las clases.

—Hey, Pedrito, ¿qué te pasa? ¿Por qué no viniste ayer?

—Yo…, yo tenía que… hacer cosas —contestó Pedro con la cabeza gacha, haciendo como que estudiaba su libro de Matemáticas.

Dani lo observó por un rato, y de repente vio algo morado en su cuello.

—¡Vaya con Pedrito! ¿Quién te hizo ese chupetón, eh? ¿No será Alberto? Que últimamente os veo muy acarameladitos —dijo Dani, apartando un poco el cuello de la camisa de Pedro para ver mejor lo que él creía que era un chupetón, ya que cuando pudo observarlo con mayor claridad, el moratón tenía la forma clara de cuatro dedos. El sentimiento protector de Dani hacia el chaval le inundó el cuerpo—. Pedro, ¿quién coño te ha hecho esto? —preguntó autoritario. El chico intentó resguardarse de su toque, pero Dani se acercó más—. Pedro… —gruñó aún más dominante.

El muchacho lo miró directo a los ojos. —Dani, sólo… no te metas en esto, ¿vale? —Y cogiendo sus cosas, salió de la clase dejando a un Dani entre furioso y preocupado.

* * *

 

—¿Quién está pegando a Pedro? Y no me digáis que no lo sabéis porque sé que sí —espetó imperioso Dani a Sonia, Alberto y Raquel cuando se sentó con ellos en la cafetería.

Los chicos lo miraron absortos, sin esperar aquella fuerza al hacer la pregunta ni la misma cuestión en sí.

—¿Qué te hace pensar que nosotros sabemos algo? —preguntó Raquel con un tono petulante.

—Raquel… —dijo Dani a modo de advertencia.

—Si él no te lo ha contado, ¿por qué deberíamos hacerlo nosotros?

—Raquel… —Esta vez, había súplica en su tono.

La chica cerró sus ojos, pensando si debería abrir su boca o no. Finalmente habló:

—Su padrastro… Él le hace eso. Hemos intentado muchas veces que lo denuncie, pero se niega. De todas formas, dentro de un mes no habrá de qué preocuparse. Cumplirá los dieciocho y se largará de su casa. Los jueves y viernes por la tarde trabaja en una tienda, así que tiene un dinero ahorrado para alquilarse algo. Creo que por eso no va a su clase de Educación Física los jueves.

Primero, la hermana de Alberto: violada. Segundo, Ray: abandonado a su suerte. Y tercero, Pedro: maltratado. ¡Vaya mierda de instituto! Estaba tan encabronado por lo de Pedro que ni siquiera se dedicó a buscar a Ray. Durante el resto de las clases, Pedro no apareció. Dani tampoco sabía qué hacer. No es que pudiera ir a casa del muchacho y molerse a palos con su padrastro. Pero como dijo Raquel, en un mes todo acabaría para el chaval.

Jueves

Durante el jueves, Dani decidió no hablar con Pedro. Sabía que no conseguiría nada, y bastante mierda llevaba ya el chico encima para que Dani lo pusiera más nervioso diciéndole cualquier cosa, que seguro le entraría por un oído y le saldría por otro.

Dani se estaba lavando las manos en el lavabo del cuarto de baño de la cafetería mientras pensaba en todo ello, cuando la puerta se abrió. No miró quién entraba ya que estaba entretenido en secarse. De repente, una mano fuerte lo agarró de la camisa por su espalda y lo arrastró a uno de los cubículos de los inodoros. Su cuerpo chocó contra los azulejos, dejando delante de sí a un Ray con ojos oscuros de deseo que lo agarraba con fuerza de la cintura. Pegados nariz con nariz, Ray dijo:

—Te eché de menos ayer.

Dani notaba la suave carne de aquellos labios rozando los suyos. Sintió la lengua de Ray lamer su boca. ¡Mierda, sí! Él también lo había echado de menos: su sabor, su olor. Ray empezó a dar pequeños besos a su mandíbula. A la misma vez que bajaba hacia su cuello, pasó las manos de su cintura a las nalgas de Dani estrechándolas fuertemente.

—¿Qué pasa, machote? ¿Te estás encaprichando? —preguntó Dani entre jadeos y con risa bravucona.

Ray le dio un mordisco en el cuello, diciendo con tono chulesco: —Más quisieras, cabrón.

Dani se rió y sujetó la nuca de Ray con fuerza. Le encantaba sentirlo sobre su piel. El chico empezó a rozar sus miembros con un movimiento de caderas suave y rítmico. Para sorpresa de Dani, Ray dirigió una mano a sus entrepiernas y comenzó a frotar su pene. No pudo más que gemir. «¡Joder! ¡Ray me está tocando!». Tiró de los cabellos del muchacho para hacer que le mirara a los ojos. Ray lo hizo, pero siguió masturbando a Dani sobre los pantalones. Respiraban entrecortadamente sobre sus bocas sin dejar de mirarse. Sus caderas seguían el mismo ritmo que el masaje de Ray en su polla.

La campana del final del recreo sonó. Ray cesó sus movimientos y le susurró sonriente:

—Nos vemos en Gimnasia.

Y sin más, “el chulo gilipollas engreído” salió del cubículo y se marchó del cuarto de baño, dejando a Dani con uno de los dolores de huevos más jodidos que jamás había tenido.

Dani no sabía cómo acabaría esto. Estaba claro que a Ray le gustaba, no sabía si como una simple bi-curiosidad o porque realmente el chico estaba empezando a sentir algo por Dani. Llevaba toda la semana abordándolo o buscándolo con la mirada. Pero una cosa sí tenía muy clara: él no jugaba a esconderse. Nunca lo hizo. A los quince años, cuando su madre le preguntó si alguna vez traería a una chica a la casa —pues ya era hora de que saliera con ellas, según su madre—, Dani le contestó con una simple y directa frase: “Mamá, me gustan los hombres, así que olvídate de tener nietos”. Fue un fuerte shock para la pobre, pues era hijo único, pero lo tuvo que aceptar.

A los diez minutos, ya estaban vestidos con la ropa de deporte en medio de la clase de Educación Física. Las sonrisas tontas y lascivas que se echaban el uno al otro se mezclaban con las miradas cargadas de lujuria y deseo. Jesús puso a estirar a la clase y, ni cortos ni perezosos, los dos chicos se situaron uno frente al otro.

—¿Cómo me quieres? —preguntó Dani pícaramente, haciéndole recordar aquella primera clase que tuvieron juntos.

—Yo siempre voy arriba, ¿recuerdas? —contestó Ray, acercándose sensualmente.

—¡Ja! No sé yo qué decirte… —dijo Dani, alzando sus cejas con una sonrisa de suficiencia.

Ray le dio un puñetazo juguetón en su brazo, pero fue él quien se tumbó sobre la colchoneta. Dani se empujó hacia abajo, aprisionando la pierna y el cuerpo de Ray, juntando tanto sus caderas que podían sentir sus penes rozarse a través de la fina capa de los pantalones. Dani le sonrió e hizo un imperceptible movimiento de pelvis hacia Ray.

—Mamón… —Ray rió— ¿Es que esperas que te pegue con mi polla tiesa en vez de con mis puños cuando nos toque pelear?

Dani volvió a sonreír, y ladeando la cabeza, susurró:

—Mmm… ¿Polla tiesa en mi cara en vez de puños? Déjame pensar…

Ray no pudo más que sonreír abiertamente mostrando sus hoyuelos.

La clase avanzó, pero el profesor no los puso juntos para practicar las tácticas de Defensa Personal. Parecía que había quedado escarmentado de la clase anterior. Bien pensado, Dani se preguntó cómo es que los dejó estirar juntos.

Se fueron a los vestuarios a ducharse. Mientras el agua caía sobre sus cuerpos, se miraban de reojo. No hacían mucho más, ya que la mitad de la clase también estaba en las duchas. Uno tras otro, los estudiantes se fueron marchando y sus pieles seguían mojándose. Si el último de los alumnos no salía pronto, iban a parecer pasas arrugadas.

Más pronto que tarde, se quedaron solos. Ray se acercó al cuerpo de Dani y, suavemente, lo apoyó sobre la pared de azulejos. Sin mediar palabra, juntó sus labios e introdujo su lengua en la boca de Dani. Se saborearon durante varios segundos antes que una de las manos de Ray envolviera el miembro de Dani. Éste siseó y miró al chico. Ray lo observaba intensamente mientras lo masturbaba a un ritmo tan lento que lo enloquecía. Poco a poco, se hincó de rodillas hasta que su rostro quedó frente al eje.

Dani lo miraba extasiado. «¿De verdad está ahí abajo? ¿De verdad va a comerme la polla?».

Pues sí. Cerrando sus ojos y sacando la lengua, Ray lamió la punta de su miembro arrastrando el pre-semen que salía de su rendija y lo saboreó. Dani no daba crédito a lo que veía: Ray, de rodillas, con los ojos cerrados y mordiéndose el labio a la vez que degustaba el sabor de su semen. Tuvo que apoyar sus manos sobre los azulejos para no resbalarse debido a que sus piernas parecían de gelatina.

Tras lamerse los labios, Ray miró hacia arriba, abrió la boca y se introdujo la punta. Dani notaba cómo su capullo era bordeado por la tentadora lengua. ¡Joder! Para no haberlo hecho nunca, el chaval lo estaba volviendo loco.

Ray sujetó la base de la polla con su mano derecha y se inclinó hacia delante, haciendo que el miembro desapareciera dentro de su boca. Dani jadeó fuerte, echando su cabeza hacia atrás y chocando contra los azulejos. Instintivamente, puso una mano en la cabeza de Ray entrelazando sus dedos con el cabello. El chico se ondulaba a lo largo de su eje, sus jadeos retumbando a través de las duchas. Con su cabeza inclinada hacia arriba y sintiendo que sus piernas no eran más fuertes que una hoja de papel, divisó una alcachofa sobre su cabeza a la cual se aferró para no dejarse caer.

Y así, con una mano agarrando el cabezal, otra sobre el pelo de Ray, y su polla entrando y saliendo de aquella turbadora boca, se corrió en la garganta de, definitivamente, su machote, con un gemido que casi destrozó sus cuerdas vocales.

Ray se levantó lamiendo sus labios sensualmente. Primero uno, después otro, y sin dejar que Dani se recuperase, lo besó, haciéndole probarse a él mismo. «¡Mierda! ¡Encima de chuparme la polla, se lo ha tragado todo!».

Aún abrumado por el asfixiante orgasmo, Dani correspondió al beso como buenamente pudo, mientras sentía que Ray se masturbaba ayudado de los roces de su propia mano y los que el abdomen de Dani le propinaban a la punta del enrojecido eje. Separando un poco sus labios, Ray gritó cuando se corrió sobre ambos vientres.

«¡Coño! ¿Es que este chico va a dejarme siempre así de agotado?»

Ray apoyó su frente sobre el hombro de Dani y éste abrazó sus caderas. Soltó un profundo suspiro haciendo que el aliento se expandiera por todo el pecho de Dani.

—¿Cansado? —preguntó sonriendo Dani.

—Mmm… —respondió Ray. Subió sus brazos y rodeó de una manera posesiva el cuello y los hombros de Dani.

Aquello le sorprendió. Era la primera vez que después de tener sexo permanecían tan pegados, tan juntos. Aprovechando el momento, Dani cruzó sus brazos alrededor de la cintura de Ray y se quedaron así varios minutos. Cuando Dani comenzó a sentir frío en sus pies, hizo ademán de separarse.

—No —dijo cortante Ray, estrechando más a Dani sin levantar la cabeza de su hombro.

«¡Guau! ¿Qué cojones ha sido eso? ¿Qué pasa? ¿Es que no quiere separarse? ¿Quiere seguir así, abrazados, pegados el uno al otro?». Se le dibujó una risita maléfica y le preguntó:

—¿No qué?

Ray rió en su hombro. —Venga, mamón, no me hagas decirlo en voz alta.

Pero Dani insistió. Acercándolo más a su cuerpo y poniendo sus labios justo en el oído, susurró: —¿No… qué?

Ray suspiró derrotado y, acomodando su rostro en el cuello de Dani, murmuró:

—No dejes de abrazarme.