HISTORIA
LO único que se escuchaba en el pasillo de la casa de Dani tras cerrar la puerta de la entrada, era una mezcla de jadeos, movimiento de ropa y dientes chocando. Atrás quedó aquel tierno beso, cargado de tentativas y anhelos pidiendo permiso. El consentimiento estaba dado: se había abierto la veda.
Ray estaba empotrado en la pared del pasillo, con la mitad de los botones de la camisa arrancados y una pierna sobre la cadera de Dani. Éste ya tenía el pecho desnudo, con el primer botón de su pantalón desabrochado, una mano apretando una de las nalgas de Ray, y la otra sujetando fuertemente la mandíbula. Se besaban sin darle tregua a sus lenguas mientras se embestían mutuamente rozando sus penes a través de la tela de los pantalones.
—¿Dónde… están tus… padres? —preguntó Ray cuando en un momento de necesidad de aire se separaron y Dani aprovechó para morder el cuello del chico.
—No vendrán hasta mañana por la tarde —contestó entre mordiscos y lametones.
Terminó de arrancar los botones que quedaban en la camisa de Ray y comenzó a bajar por el cuello de éste, pasando por su pecho hasta llegar a la cinturilla del pantalón, intercalando besos y chupetones. Una vez de rodillas, tiró del cinturón de Ray mirándolo con cara de sexo. El chico le devolvía la mirada sonriendo lascivamente, con los brazos caídos a cada lado de su cuerpo y separando sus caderas de la pared para que Dani pudiera bajar su pantalón y calzoncillos. Por supuesto aquello no se hizo esperar, y en menos de tres segundos, Dani tenía al chaval completamente desnudo. Ante sí se erguía gloriosa la polla de Ray.
La observó relamiéndose los labios. La sujetó con la mano derecha, y con el pulgar repartió por la punta el pre-semen que se acumulaba. Ray gimió, pero no apartó la vista de aquel espectáculo. Sintiendo su mirada, Dani levantó la suya, sacando la lengua y lamiendo el eje desde la base hasta la punta. Hizo círculos chupando la redondez de la cabeza y empezó a engullirla poco a poco mientras taladraba con la mirada a Ray. Éste, haciendo un enorme esfuerzo por no cerrar sus ojos, puso sus manos a ambos lados de la cabeza de Dani, agarrando en puños algunos mechones de cabello.
Dani empezó a moverse a lo largo del miembro, degustándolo, ensalivándolo, saboreándolo. Llegó hasta el fondo, tocando con la punta el final de su garganta y movió su campanilla. Aquello sacó de Ray el gemido más fuerte de todos los que se habían escuchado desde que la puerta de la casa se cerró. Notó que, poco a poco, era Ray quien llevaba el ritmo, embistiendo las caderas en su boca ayudado por el agarre de las manos en su cabeza.
Ray seguía sin apartar la mirada. Estaba ensimismado viendo cómo su polla desaparecía entre los labios de Dani y cómo aquellos ojos también lo miraban. Empezó a follar la boca más insistentemente y sus jadeos se hicieron más erráticos.
—Me… Dani…, Dani, me corro… —fue lo único que llegó a articular su garganta antes de gemir todo lo que su polla expulsaba.
Dani terminó lamiendo los restos de semen con los ojos cerrados como si estuviera degustando un manjar de los dioses. Se puso de pie, agarró el cuello de Ray y tiró de él para besarlo con furia. Ray abrió los ojos ampliamente, sabiendo lo que iba a encontrar en la boca de Dani, pero para sorpresa de éste, el chico no se negó, no se apartó. Lo dejó invadir su boca, mezclando saliva y restos de semen.
—¿Te gusta cómo sabes? —dijo Dani mientras le lamía los labios.
—Mmm…, mmm… —Fue la única respuesta que recibió.
—¡Cama! ¡Ahora! —exclamó Dani, cogiendo el brazo de Ray y arrastrándolo a su cuarto—. Túmbate —ordenó una vez que llegaron a la habitación, empezando a deshacerse de sus propios pantalones.
—De eso nada —contestó el muchacho, empujando al otro hacia el colchón, haciendo que cayera con los pantalones sobre las rodillas a medio quitar—. Hoy, “El Maestro” soy yo —terminó diciendo, mientras retiraba lo que quedaba de la ropa de Dani.
Rió. Sólo podía reír ante la bravuconería y chulería de su machote. «Su machote… ¡Vaya!». Ya era la segunda vez que aquellas dos palabras aparecían en su mente, y no estaba muy seguro de querer volver a tenerlas rondando por ahí otra vez.
Ray se tumbó sobre el cuerpo de Dani, se metió entre sus piernas haciendo hueco con sus rodillas de una manera más bien brusca y, con una estocada fuerte, juntó los penes.
—¡Joder! ¡Sí! —gimió Dani, mientras su eje era embestido una y otra vez. El duro roce de la polla de Ray contra la suya le hacía sentir cosquilleos en sus pelotas, y la presión salvaje que ejercía el chico con aquellos movimientos estaba llevándolo al límite. «¡Joder! ¡Sí! —dijo esta vez para sí mismo—. Esto va a ser duro». Y empezó a mover sus caderas hacia arriba al mismo ritmo que las de Ray, agarrando las de éste para poder empujarse más fuerte.
El chico, al sentir la dureza de los balanceos de Dani, lo miró con lujuria. Lo cogió del pelo con la misma fuerza que martilleaba sus caderas e intercaló besos y mordiscos en la boca de Dani.
—¡Mierda, Ray!… Si sigues así… me… voy a correr —jadeó Dani entre los labios de Ray.
—Hazlo. —Embestida—. Quiero ver cómo te corres. —Embestida y lametón en los labios—. Quiero oír cómo te corres. —Fuerte embestida y tirón de pelos.
Dani no creía que pudiera correrse en tan poco tiempo y con sólo unos cuantos roces. Pero allí estaba, gritando un orgasmo de película y humedeciendo la polla de Ray y la suya con su semen. Abriendo los párpados a cámara lenta, sin poder parar de jadear, observó a Ray. Su machote le miraba mordiéndose el labio, con los antebrazos apoyados sobre el colchón rodeando su cabeza. Dani abrazaba las piernas de Ray con las suyas, manteniendo las manos en las caderas del chico. «¡Dios! Creo que podría quedarme así durante horas…».
Ray rozó suavemente los labios entreabiertos de Dani y susurró:
—Hambre.
Dani rió entre sus bocas. —¿Y tú qué? —preguntó, mirando hacia abajo a sus entrepiernas, dando a entender que Ray no se había corrido.
—Tengo toda la noche para eso —contestó Ray—. Además —siguió, lamiendo de un extremo al otro la boca de Dani—, “El Maestro” tiene muchas cosas que enseñarte aún.
Dani volvió a reír y le dio una nalgada al prieto culo de Ray. —Pues vamos a hacer una pizza y luego me muestras esas cosas que dices que tienes que enseñarme, maestro.
Dani le dejó una camiseta y unos pantalones —asegurándose que fueran bien cortitos— después de haberse limpiado los restos de semen. Mientras rebuscaba en el frigorífico la pizza y algo para picar, Ray se sentó en una silla de la cocina con los codos en la mesa, apoyando el mentón en sus manos y sin dejar de observar a Dani.
—¿Qué? —preguntó éste, girando su cabeza hacia Ray al sentirse observado.
—Sólo miro —contestó el chico.
—Sí, ya lo veo, parece que quisieras comerme, literalmente hablando —dijo Dani, ladeando su boca en una sonrisa.
—Puede… Mmm… Me apetece “picha” con champiñones y extra de que queso.
Dani sonrió ampliamente mientras ponía la pizza, dos cervezas y unas cuantas servilletas sobre la mesa. «Ya, seguro. A ver si es verdad que eres capaz de comerte mi “pizza”, chaval». Había algo que a Dani se le escapaba: «¿Quién es este nuevo Ray? ¿Dónde está ese chulo gilipollas engreído que hace mostrar a todo el instituto que es intocable?».
Llevaba casi dos días a su lado y no había rastro de la chulería y el ambiente peligroso que siempre rodeaba al chico. Tenía ganas de saber más de él: cuál era su vida después del instituto, cómo se llevaba con sus padres, por qué adquiría esa actitud bravucona sólo delante de sus lacayos, si la rubia tonta esa que siempre estaba pegada a él era su novia. Pero claro, tampoco es que pudiera sentarse allí y preguntarle: “Oye, ¿por qué eres tan gilipollas en el instituto? ¿Esa de los labios de color de chicle es tu novia? ¿Sabe que estás follando y dejándote follar por un tío?”. Acordándose que la noche anterior tenía que avisar a “alguien”, Dani intentó presionar con aquello:
—¿Hablaste con esa persona a quién dijiste que tenías que avisar?
—Sí —contestó secamente Ray antes de meterse un trozo de pizza en la boca.
¡Vaya si era críptico el chaval! Un monosílabo, sólo un puto monosílabo cuando lo que Dani quería es que le contara su vida en plan El Quijote. Dani volvió a intentarlo:
—¿Tus padres no se enfadarán si estás dos días fuera de tu casa?
Ray dio un sorbo a su cerveza mientras sondeaba a Dani con la mirada, analizando si debía contestar o no. Tranquilamente, bajó su bebida. Cuando Dani pensaba que no obtendría respuesta a su pregunta, Ray dijo con voz ronca:
—No tengo padres.
¡Mierda! Eso sí que no se lo esperaba. Ahora le interesaba aún más qué sería de la vida de Ray fuera de las cuatro paredes del instituto.
—Lo siento —murmuró Dani, ocultando su mirada detrás de la lata de cerveza mientras daba un buche.
No dijeron nada. Los sonidos de dientes masticando y gargantas bebiendo los acompañaron durante un rato. Dani estaba con la mirada perdida en su trozo de pizza cuando Ray habló de nuevo con los ojos fijos en su bebida:
—Vivo con mi abuela… Mi padre… —soltó un sonido de risa despectivo y siguió—: era un puto borracho. Lo único que le interesaba en la vida era saber cuánto podía ganar para pulírselo en cerveza y alcohol. —Volvió a dar un buche—. Mi madre no era mucho mejor que él. A ella le interesaba más qué tanga ponerse para poder follarse al primero que pillase.
Dani lo observaba atónito. No, definitivamente aquella no era la respuesta que esperaba cuando quería saber acerca de su vida. Para asombro de Dani, Ray siguió hablando mientras masticaba un trozo de pizza:
—A mi padre lo encontré ahogado en la bañera. —Miró a Dani con una expresión de desprecio—. Al muy cabrón le explotó el hígado. Mi madre murió un año después por no sé qué enfermedad que le había pegado alguno de sus putos polvos.
Dani no sabía por qué le contaba todo aquello. Sólo estaba allí sentado, escuchando una historia digna de una mala película que pondrían en televisión a las cinco de la tarde para rellenar la programación. Bebía a ratos por hacer algún movimiento, ya que su cuerpo estaba contraído. Ray llevó su codo al respaldo de su silla con la cerveza en la mano y cruzó un tobillo sobre una de sus rodillas. Con una sonrisa petulante, que Dani pensaba que no era la más adecuada para lo que allí se estaba contando, prosiguió:
—Así que como era menor de edad, Asuntos Sociales dijo que tenía que vivir con un tutor o pariente y me fui con mi abuela. Tana no está mal. Me deja hacer lo que yo quiera siempre y cuando no haga nada para que me expulsen. Necesitamos que yo esté escolarizado para que el gobierno nos dé las ayudas económicas.
Dani no salía de su asombro. Finalmente, todas sus preguntas habían sido contestadas: quién era la persona a la que debía avisar, su abuela, Tana, según la había llamado. Por qué era tan gilipollas en el instituto; una vida como aquella, a tan temprana edad, debía hacerte de piedra. Cómo se llevaba con sus padres, aunque mejor dicho, cómo no se llevaba con ellos. Y finalmente, cómo era su vida después del instituto: una auténtica mierda.
Dani pensó que Ray no hacía muchos esfuerzos porque no lo expulsaran, más bien todo lo contrario, ya que se enfrentaba a puñetazos con todo aquel que osara incluso mirarlo. En eso se parecía a él, pero claro, Dani no dependía de si lo expulsaban o no para poder tener con qué vivir.
Tras varios minutos, en los cuales Ray no dijo nada y Dani estaba inmerso en sus pensamientos, decidió romper el silencio con una pregunta que no siguiera la corriente de la conversación:
—Tana… es un nombre raro. ¿Es su verdadero nombre?
—Es del este de Europa. Suelen tener la manía de poner apodos a los nombres —contestó Ray mientras sonreía, mostrando que el cambio de tema le agradaba—. Su verdadero nombre es Yordanka. Ella fue la que me apodó Ray.
Dani sonrió tiernamente. —Me gusta Ray. —Y cambiando la sonrisa a una socarrona, le dijo—: Por lo menos es mejor que Roberto. —Ray hizo una bola con su servilleta de papel y se la tiró a Dani—. ¡Eh, cabrón! —exclamó entre risas, apartándose de la trayectoria de la bola que se estrelló contra la puerta del frigorífico—. Vaya si eres malo, Roberto.
Ray se levantó de su silla tan rápido que a Dani no le dio tiempo a reaccionar, y sin poder evitarlo, ya se encontraba tirado de espaldas sobre la mesa, con las piernas alrededor de las caderas de Ray, y con las manos de éste agarrando las suyas aprisionándolas justo a la altura de su cabeza.
—Malo, ¿eh? —Sonrió Ray, mirando a Dani con los ojos oscurecidos llenos de lujuria y deseo—. ¿Quieres que “El Maestro” empiece a enseñarte lo malo que puede llegar a ser?
Dani fue dibujando poco a poco una sonrisa lasciva en su cara. —Síii, maestro. ¿Qué va a hacerme usted si no soy buen alumno? —preguntó entre cómico y sensual.
Acercándose a su boca, Ray susurró:
—Voy a enseñarte a aprender de la manera más, mmm…, apropiada. Voy a hacer que se te meta bien dentro para que no se te olvide. —Y dándole un mordisco en los labios, Ray levantó a Dani y lo arrastró a la habitación.
Las ligeras ropas que llevaron mientras comían ya no estaban sobre sus cuerpos, sino que se encontraban esparcidas por el suelo de la habitación. Ray estaba sentado sobre la cama, con la espalda apoyada en la pared mientras Dani le besaba el cuello de arriba abajo, sentado a horcajadas sobre él. Las manos de ambos acariciaban sus cuerpos sin descanso.
—Quiero follarte, Dani —dijo entre gemidos, inclinando más su cuello para que Dani no dejase ni un centímetro de piel por saborear.
Dani rió, dándole un mordisco a la vena que palpitaba bajo sus labios. Se separó de él, inclinándose para abrir el cajón de la mesita de noche y sacar el bote de lubricante. Volvió al regazo del chico.
—Pero lo haremos a mi manera, machote, porque como tú muy bien dedujiste en casa de Marta, soy de los que dan.
Ray no dijo nada. Lo ocurrido aquella noche era un capítulo de la historia de ambos que bien podría borrarse. Dani se recostó sobre su espalda, dejando sus piernas sobre las caderas y muslos de Ray, quien seguía sentado en la cama con la espalda en la pared. Dani le dio el bote de lubricante.
—Échate un poco en dos dedos y espárcelo con el pulgar.
Con una mirada vacilante, Ray lo cogió y empezó a verter el líquido en su mano. Cuando lo consideró bien repartido, algo nervioso, acercó los dedos lubricados a la entrada de Dani.
—No los metas aún —dijo Dani, suspirando y echando su cabeza hacia atrás—. Juega un poco.
Ray lo hizo. Apartándose unos cuantos centímetros de la pared, empezó a acariciar suavemente con un dedo mientras Dani soltaba pequeños jadeos. Estuvo así un rato, tanteando la entrada, sintiendo cómo el agujero pulsaba, hasta que Dani, incapaz de seguir con esa dulce tortura, empujó su culo hacia la mano, haciendo que la punta del dedo juguetón traspasara el círculo de anillos. Dani gimió y Ray se mordió el labio inferior tan fuerte que seguramente le quedaría marca.
—Mételo…, mmm…, ahora —jadeó Dani, impulsándose de nuevo. Ray hizo fuerza en su mano y hundió el dedo hasta que sus nudillos chocaron con la carne—. Así…, muévelo.
Claramente, “El Maestro” en aquella habitación era Dani, ya que Ray seguía todas las indicaciones que aquél le daba como un buen alumno. Lo movía en círculos, lo metía, lo sacaba, y lo volvía a meter.
—Otro…, mete otro. —Las respiraciones de Dani eran profundas y más seguidas. Ray deslizó un segundo dedo y empezó a girar su mano de izquierda a derecha, provocándole gemidos jadeantes—: Másss…
La boca de Dani se abrió completamente en un pequeño grito cuando Ray metió con demasiado ímpetu el tercer dedo y agarró fuerte su cadera con la mano libre. Los tres dedos entraban y salían para goce de Dani, pero seguía queriendo más, y sabía muy bien lo que necesitaba. Apoyándose sobre uno de sus codos, cogió el antebrazo de Ray haciendo que detuviera su intrusión.
—Quiero tu polla dentro de mí… ¡Ya! —Y sin dejar que el chico dijese algo al respecto, retiró los dedos de dentro suyo tirando del brazo de Ray y se volvió a colocar sobre su regazo.
Alargó la mano hacia el cajón de la mesita de noche, sacó un condón, rasgó la envoltura con los dientes y lo colocó sobre el eje de Ray. Sujetándolo por la base, lo dirigió a su entrada y, lentamente, comenzó a bajar su cuerpo, cubriendo el miembro con las paredes de su interior. Las manos de Ray estaban en sus caderas, sintiendo cómo aquéllas acompañaban el movimiento bajante de estas, mientras escuchaba las intensas respiraciones del chico.
Dejándose caer del todo, juntó sus frentes y pasó un brazo por detrás de los hombros y el cuello de Ray. Se quedó quieto. Sus bocas a escasos milímetros tragaban el aliento del otro. Sentía su interior lleno, completo, y comenzó a moverse. Subió hasta dejar sólo la punta dentro y volvió a bajar. Ray agarró las nalgas de Dani empujándolas hacia arriba y de nuevo hacia abajo. Se miraron por un rato mientras sus gemidos acompañaban sus movimientos. Ray lo besó fuerte, demandante, al igual que empezaron a serlo sus embestidas. Al separarse por falta de aire, Dani le gruñó:
—Vas a hacer que me corra, hijo de puta…
Ray lo miró lascivamente y empezó a taladrarlo. Dani echó su cabeza hacia atrás sujetándose de los hombros del chico con un brazo y apoyando la palma de su otra mano en la pared. «¡Diosss! ¡Si sigue a este ritmo no voy a aguantar!», pensó Dani, sintiendo que una corriente eléctrica le bajaba por la espalda y se acumulaba en sus pelotas.
Sin esperarlo, se vio de repente tumbado sobre su espalda, con sus piernas completamente abiertas, mientras Ray, de rodillas y sujetando sus muslos con ambas manos, perforaba su agujero sin descanso. Debido a la brutal fuerza de los empujes, Dani se vio obligado a pasar sus brazos sobre su cabeza para agarrarse a los barrotes del cabecero de la cama.
—¡Joder, cabrón!… Me corro. ¡Mierda! —Y diciendo aquello, sin siquiera haberse tocado él mismo, empezó a manchar su abdomen con gruesas cuerdas de semen.
Ray agarró más fuerte sus muslos y, con una embestida que hizo que el culo de Dani se levantara completamente del colchón, se corrió echando la cabeza hacia atrás gritando como nunca Dani lo había escuchado.
Ray se derrumbó sobre él, completamente laxo. Dani sentía cómo el aliento que el chico expulsaba le hacía cosquillas en el pezón. Estaba… ¡Joder! Estaba completamente destrozado, amoratado y agujereado, pero, ¡Dios! ¡Le encantaba la sensación!
Se sentía tan eufórico que tenía unas ganas locas de pasar sus brazos por la espalda de Ray y abrazarlo fuerte para saber si era capaz de sentirlo aún más dentro de él de lo que ya lo había hecho. Pero, claro, no lo hizo. Todo esto se trataba de sólo sexo…, ¿verdad? Dos tíos follando como locos para sus propias satisfacciones, ¿no?
Dani soltó un suspiro, sin saber si era producto del final de su orgasmo o por aquella sensación que empezaba a oprimirle el corazón.
* * *
A la mañana siguiente, Dani despertó con una pequeña lengua rebuscando en su oído.
—¿Qué haces? —dijo, mientras sonreía y hacía el intento de apartar aquel músculo de su oreja, aunque sin poner realmente mucho esfuerzo en ello.
—Despertador natural —contestó Ray, poniéndose sobre el cuerpo de Dani, mordisqueando ahora su lóbulo.
—¡Ay! —se quejó Dani, riendo a la misma vez que ponía las palmas de sus manos en la cintura del chico—. ¿Y no hay otra manera menos pringosa de hacerlo?
—Me gusta el pringue —dijo Ray con cara de sexo, cruzando sus brazos sobre el pecho de Dani y apoyando su mentón sobre sus manos, que se acomodaban una encima de la otra.
—Eres un puerco —le regañó Dani sin poder quitar aquella sonrisa estúpida de su cara.
—Pero te encanta —contestó Ray, alzando una de sus cejas de una forma muy erótica.
Dani le sonrió de una manera dulce. Sus cuerpos estaban pegados, tumbado uno sobre otro, sin apartar sus miradas. Dani se mordió el labio inferior y comenzó a subir sus manos acariciando los costados de Ray. Una vez que llegó a los hombros, siguió la curva que hacían éstos hacia el cuello y terminó enredando sus dedos en el cabello del chico. Éste cerró los ojos ante la caricia y soltó un suave suspiro. Se quedaron varios segundos así: Ray gozando de aquel toque y Dani mirándolo sin descanso, acariciando en círculos la cabellera. Ray volvió a abrir los ojos y, con voz baja, dijo:
—Tengo que irme.
Dani no contestó. Sacó sus pulgares del cabello y delineó la mandíbula con trazos suaves. Las respiraciones de ambos se agitaron ligeramente. Uno de los pulgares subió al labio inferior y tiró de él sutilmente hacia abajo. Ray sonrió un poco, dejando ver sus hoyuelos.
—Me vuelven loco —murmuró Dani, mientras hundía su pulgar en uno de ellos.
Ray agrandó su sonrisa y bajó sus labios hacia el pecho de Dani, plantando dulces besos, haciendo un recorrido ascendente hacia el cuello. Dani cerró sus ojos al sentir la húmeda boca en aquella parte tan erógena. Ray pasó los brazos por su nuca en un gesto que a Dani le pareció más bien como un abrazo, y notó que dejó de besarlo cuando acomodó el rostro en la curvatura de su cuello.
—Dani…
Aquel tono de voz, entre suplicante y con un ligero tinte de miedo, hizo abrir los ojos a Dani de par en par. Aquel tono llevaba impreso una nota de “¿Qué me está pasando, Dani?”. Aquel tono preguntaba “¿Qué es lo que estoy sintiendo, Dani?”. Definitivamente, aquel tono lo acusaba de “¿Qué me estás haciendo, Dani?”.
Lo abrazó. Puso sus manos alrededor de su espalda y lo abrazó. Primero con temor, pero poco a poco, haciendo más fuerte y seguro su abrazo, sintiendo cómo sus músculos temblaban, cómo sus corazones retumbaban en sus pechos, y cómo el calor que sus cuerpos emanaban los envolvía.
Ray se separó y, sin apenas mirarlo, volvió a repetir:
—Tengo que irme.
Dani lo dejó salir de entre sus brazos y observó cómo cogía su ropa y se dirigía al cuarto de baño.
«¡Joder! Esto se me está yendo de las manos —pensó Dani, agarrándose del pelo mientras seguía tumbado en la cama—. ¿Cómo coño se ha liado la cosa tanto? ¡Mierda! ¡Pero si hace apenas una semana y media estaba pegándome hostias con el tío! Y ahora, ¡mírame! Haciendo carantoñas y abrazándolo. ¡Abrazándolo!».
Dani suspiró sonoramente en el momento que Ray salió del cuarto de baño.
—¿Quieres un café? —le preguntó Dani, saliendo de la cama y poniéndose sus calzoncillos.
—No…, gracias, tengo que ir a casa. Tana… no puede estar mucho tiempo sola. Es mayor —contestó Ray con las manos en sus bolsillos.
Caminaron hacia la puerta de la casa. Dani la abrió y miró al chico.
—Bueno…, supongo que mañana nos veremos… en la cafetería —dijo entrecortadamente, ya que se le hacía difícil construir una frase del tirón.
—Si —murmuró Ray tan bajo que Dani juraría que quizás ese “sí” se lo había imaginado.
Y allí estaba otra vez. Ese momento en el que debían plantearse si despedirse con un apretón de manos o con un fogoso beso. Pero para sorpresa de Dani, fue Ray quién lo decidió. Puso una mano en su nuca y, suavemente, guió la cabeza de Dani hasta que sus labios entraron en contacto. Desde luego, ese beso no se calificaría como fogoso, tierno, lascivo, suave, hambriento o dulce. Ese beso llevaba impreso los mismos sentimientos que aquel tono de voz, pero más seguros de sí mismos: “¿Qué has terminado por hacerme, Dani?”.